SER
AGREGADO: ¿BENDICIÓN O MALDICIÓN?
YOHA, 10 de marzo de 2004
Bueno, antes que nada debo aclarar que era agregado. Al igual
que José L. (febrero
2003) comparto su opinión acerca de lo que significa
ser agregado en el Opus Dei. ¿Qué sos vos? La
gente le pregunta a uno: ¿numerario o supernumerario?
Y ante la respuesta de "agregado"; la expresión
primera es: "¿y eso qué es?". Esto
es sólo una "anécdota" que la menciono
- aquí entre nos, todos en las convivencias anuales,
siempre hacíamos broma de esto; ¿les pasará
a todos los agregados? - para apoyar a mi compañero
de incomprensiones José L.
Pero sí, quiero agregar mi granito de arena a esta
Web; contar mi experiencia como miembro Agregado del Opus
Dei. Yo si sé qué es ser agregado - manda la
parada si no, luego de 20 años - pienso que lo viví
(con altos y bajos) durante ese tiempo y al rato era uno de
esos tipos que los Directores ponían de "ejemplo"
para "explicar" a un chico de San Rafael en el proceso
de dar a conocer quienes y qué eran los miembros del
Opus Dei.
Yo pité de agregado, porque así lo pedí
- mi madre había quedado viuda años atrás;
mi hermana quedó huérfana con un par de añitos
nada más; y mi hermano mayor estaba estudiando en la
Universidad, al igual que yo, una carrera técnica -
y bueno, a mis 18 años pedí la Admisión.
¿Coaccionado? No. ¿Que me gustó? Sí;
ya había conocido el club Juvenil años antes
y el trato humano junto con las tertulias después de
la meditación de los sábados, etc., me gustaban
demasiado.
Todo era muy bueno, la Vocación, las charlas, las
meditaciones, etc. En realidad no me quejo de esos primeros
meses de vocación. El trato excelente por ser una vocación
reciente y mis hermanos también.
Bueno y yo me sentía "bendecido" por ser
agregado; vivir con los seres que más quería
en mi vida, siendo a la vez un "elegido de Dios"
no sentí ninguna presión por continuar estudiando
la carrera universitaria que yo había escogido; qué
bien!
Admiraba a los numerarios, pues los consideraba tipos muy
valientes que dejaban todo - su casa paterna, su familia,
etc. - pero bueno, Dios me había dado la vocación
como miembro agregado
¡Qué bendición!
Pero en fin no todo es color de rosa en la vida.
Un pequeño paréntesis; me dieron de encargo
material - por aquello de estar estudiando ingeniería
civil - la supervisión de los últimos detalles
en el montaje de la nueva sede de la residencia de estudiantes.
Por tanto conocía a la perfección todos los
aposentos de la nueva casa; sabía dónde estaba
la zona de "invitados" (sólo para los de
San Miguel); las puertas dobles y/o con doble cerradura para
la zona de administración; las habitaciones con baño
privado para los directores, los jefes de ala en la zona de
residencia, etc.
Más de una vez - por razones lógica y estrictamente
necesarias, cómo ir a revisar el cuarto de calderas
o el sistema de bombeo - tuve la oportunidad de entrar a la
zona (ya en funcionamiento) de lo que sería la Administración
del nuevo centro; pobres muchachas: me las imagino "corriendo"
para que no me vieran. Debo reconocer que los arquitectos
de la obra son unos genios o más bien, que las circunstancias
hacen que lo sean; qué cantidad de pasillos, espacios
aparentemente innecesarios, escaleras, túneles, etc.,
se requieren para que las muchachas de la administración
lleguen a la zona de residentes varones. Me las imagino como
"ratas" caminando entre paredes - escondidas, cargando
los baldes (¡¡cómo sonaban!!, aún
me acuerdo). Conocía todos los detalles para que no
hubiera "vistas" entre la residencia de varones
y la Administración; se me hizo no extraño notar
ventanas con vidrieras traslúcidas en lugares dónde
se ocupaba más iluminación natural; también
aquellos muros extremadamente altos; etc.; etc. Este es un
tema muy técnico, el cual podría compartir más
adelante con alguien "Los laberintos en los edificios
del Opus Dei"; pero no creo que sea de mucho interés
para todos.
Regresando al tema, de que no todo en la vida es color de
rosa; siempre - lo repito, siempre - notaba las "diferencias
materiales" entre haber sido agregado y no numerario.
Detalles como - a la espera de entrar al almuerzo con los
residentes los fines de semana - ver salir a los Numerarios
de la zona de invitados (ojo que la conocía bien);
obviamente con saco y corbata y "olerosos" a alguna
bebida espirituosa. Yo me "consolaba" pensando que
se lo merecían por ser numerarios. Lo cierto es que
yo me quedaba con las ganas, mientras le hacía buena
cara a mi director cuando me daba una palmadita en la espalda.
Así a "ojo de buen cubero" diría que
la cantidad de "aperitivos" que disfrutábamos
los agregados con respecto a los numerarios era de un 10%.
No todo es color de rosa en la vida. ¡Va la primera!
Ni qué decir de las comodidades - ojo que la mortificación
y la templanza es otro tema - de los lugares que los agregados
teníamos que ir para hacer nuestro retiro o convivencia
anual. A mi es que no me importaba tener que soportar aquellos
calores de un casco de finca en una zona rural calientísima
o la humedad y el frío de otra zona en la montaña;
ni tampoco dormir en "catres" que sonaban y mucho
menos ortopédicos; tampoco me causaba el menor reparo
ver a las señoras del pueblo vecino que nos preparaban
las comidas. Pero bueno, los numerarios mientras tanto - se
lo merecían, pensaba yo - con su comedor bien servido
por la Administración, sus cuartos individuales y buena
cama ortopédica, su chimenea y Oratorio de planta.
Y para que no se diga que no soy justo y de nuevo a "ojo
de buen cubero"; de las veintitantas convivencias e igual
de retiros anuales que hice en mi estancia en el Opus Dei,
las últimas 5 casas de convivencias fueron buenas.
En todo caso, siempre había la incertidumbre de dónde
y cómo sería la casa de esta vez. No todo es
color de rosa en la vida. ¡Va la segunda!
Todo está escrito en la Obra; todo está estipulado.
Ah, pero qué duro es cuando tu hermano te pide que
seas el padrino de bautizo de su primer hijo y le tengas que
decir que no. Y me lo dijo a mí, que supuestamente
iba a vivir en la casa de mis padres toda la vida y al "buen
católico" el mejor candidato a padrino. No todo
es color de rosa en la vida. ¡Va la tercera!
No se qué será peor para una madre - ya les
conté que mi padre había fallecido - que su
hijo sea un miembro numerario o un agregado del Opus Dei.
No me refiero aquí a que sea feliz o no por haber dado
a luz a un elegido de Dios; sino al hecho de que vivas o no
vivas en la casa. Lo cierto es que yo me convertí como
en un "huésped" de una de esas pensiones,
dónde llegaba uno prácticamente sólo
a dormir. De ordinario a una hora algo tarde como para llegar
a hacer tertulia con la gente. No todo es color de rosa en
la vida. ¡Va la cuarta!
En mi país y en mi casa se acostumbra regalar cosas
para las fechas importantes - cualquier cosa, nada complicado
- una muestra de cariño en el día de las madres,
en Navidad o en el cumpleaños. Ah pero no, ¡no
se podía! Y bueno, a soportar el mal momento, cuando
todos - en Navidad por ejemplo - se intercambian regalos y
tú nada más recibes; pero no das. Los numerarios
de ordinario no están en la Fiesta de Navidad de sus
padres; ¡que conveniente, no! No todo es color de rosa
en la vida. ¡Va la quinta!
Las transiciones, benditas transiciones. Me tocó vivir
prácticamente todos mis 20 años en el Opus Dei
en la condición de que no éramos el número
suficiente de agregados - claro, las deserciones eran comunes
- como para tener nuestro propio centro; y por tanto, estábamos
"adscritos" a un centro de numerarios. Me sentí
siempre así, como "agregado" al centro. Estoy
convencido de que fuimos muchas veces "ratas de laboratorio";
de un lado para otro, con un director asignado que a veces
ni siquiera era del centro donde estábamos adscritos.
Todo era "a la carrera"; éramos el "encargo
apostólico" de alguien. No todo es color de rosa
en la vida. ¡Va la sexta!
Pero bueno, al fin llegó el momento de "dar el
salto"; por primera vez alquilaríamos una casa
para montar el primer centro de Agregados. ¡Qué
ilusión la de todos! Una buena casa en una zona muy
céntrica de la capital; yo recibí el encargo
del montaje del Centro. Obviamente lo primero sería
el Oratorio y bueno, diseñé varios esquemas
para exponerlos a la Delegación. Me acuerdo que dentro
de mis ingenuidades propuse colocar un "busto" -
en aquel entonces beato - de Josemaría Escrivá
de Balaguer como parte del retablo del Oratorio, cuya advocación
principal sería la virgen de Guadalupe; según
me dijeron, esta estatuilla había que pedirla directamente
a Roma. La respuesta fue un rotundo "no" aduciendo
que ese tipo detalle era muy especial para ponerlo en "este
centro"; es decir, este centro de agregados no se lo
merecía. ¡Qué frenazo me dieron! No todo
es color de rosa en la vida. ¡Va la séptima!
En fin, las instalaciones del centro se montaron de la mejor
manera posible, nada lujosa ni ostentosa, más bien
muy sobriamente logrado - siempre el dinero faltaba y los
apuros a fin de mes eran comunes para conseguir lo del pago
del alquiler - y empezamos una nueva etapa. Pensaba que las
cosas iban a mejorar, en cuanto a la dedicación de
tiempo por parte de los numerarios que nos asignaron, pero
la realidad es que - a excepción de uno y del sacerdote
- la realidad fue que de nuevo se notaba que las cosas eran
siempre igual: "todo a la carrera"; el director
llegaba, a recibir la charla fraterna de los del centro, a
dar el círculo breve, la tertulia cronometrada y fuera.
Hago la aclaración de que el problema no eran los pobres
dos numerarios (tenían que llegar temprano a cenar
a su centro) que les asignaron ese encargo apostólico;
sino más bien el sistema que no daba a vasto y disminuía
la importancia de dedicar tiempo a un grupo de personas. Lo
cierto es que yo me sentía - lo "ofrecía"
siempre - poco atendido, poco importante y la idea madre de
que "éramos familia", en la práctica,
no era patente. No todo es color de rosa en la vida. ¡Va
la octava!
Y dentro de ese experimentar con nosotros - ay Dios mío,
pobres ratones de laboratorio - iban y venían las "iniciativas"
del "encargado de turno"; se me olvidaba decirles
que el centro originalmente atendía a un grupo de supernumerarios
y que a nosotros los agregados nos lo "cedieron"
y pasamos a ser los "principales". O sea los pobres
supernumerarios se sintieron "desalojados". Ni les
cuento las cosas que tenía que decirles a los supernumerarios,
a los que yo le recibía su charla fraterna, para consolarlos
y que no se sintieran mal. No todo es color de rosa en la
vida. ¡Va la novena!
Así podría seguir relatando más "anécdotas"
de color NO rosa, pero no quiero cansarles con tanta cosa;
pienso que lo que he escrito es una realidad aún en
mi país y en el centro - por cierto, la mencionada
casa fue "desmantelada", "desaparecida"
luego de que yo dejé la obra; me imagino porque habían
muchas cosas "materiales", que les recordarían
a mis hermanos agregados acerca de mi - y que deberían
cambiar para facilitar las cosas a las personas que son agregadas.
Me gustaría saber la opinión de ustedes acerca
de mis apreciaciones.
Termino diciendo que, aunque mucha gente piensa que ser agregado
es la figura más parecida a como debe ser un miembro
del Opus Dei - laico que se santifica en medio del mundo,
de su labor profesional, etc. - lo cierto es que la Obra los
descuida y los trata literalmente como "agregados",
"anexos", "secundarios". Y eso termina
por desanimar al más plantado; pues el calor humano,
el sentirse parte de una familia; el saber que "en tu
casa te esperan"... ¡hace falta!
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