SE
HABLA DE SUS VIRTUDES HEROICAS ¿CUÁLES?
por ROSARIO BADULES LÓPEZ
Del libro "Escrivá de Balaguer: ¿mito
o santo?
1. Para mi, es un deber de conciencia hablar de lo que he
visto y vivido. Pertenecí durante muchos años
al Opus Dei y conocí bastante al Fundador. Como creo
sinceramente que el padre Escrivá no poseía
las virtudes ni normales ni heroicas que justifican su beatificación,
me veo con el deber de conciencia de dar un testimonio que
se me negó en el proceso.
Ingresé en el Opus Dei en la llamada época fundacional,
en la que éramos un número muy escaso de asociadas
numerarias. Lo abandoné bastantes años más
tarde, por los motivos que voy a expresar a continuación.
Porque aunque me di cuenta muy pronto y comprobé más
tarde que el Fundador era un psicópata con delirios
de grandeza, fue el espíritu del Vaticano II el que
me hizo comprender claramente que debía abandonar el
Opus Dei.
Voy a centrarme en los motivos que me llevaron a tomar, por
otra parte dolorosamente, esta decisión. Debo confesar
que nunca me he arrepetido de haberme decidido a hacerlo,
En medio de las luces y sombras que toda vida humana tiene,
me he sentido siempre libre y con paz. Y nunca dejé
de profesar la fe que recibí de mis padres.
2. Motivos por los que abandoné el Opus
a) El fanatismo de la Obra
La obra era una finalidad en sí misma. No camino, sino
fin. Este fin -la Obra- lo justificaba todo, hasta lo injustificable:
fuga de divisas hacia Roma para la construcción de
grandes y lujosos edificios, desprecio de personas que no
interesaban,etc. Las personas eran meros instrumentos al servicio
de la Obra. Quien no tenía dinero, poder, estudios,tiempo
disponible era desechada.
Oí comentar una vez a Encarnita Ortega que a ella le
costaba mucho hasta dar un vaso de agua a alguien que no pudiera
aportar algo a la Obra. He visto cómo se utilizan las
personas y cómo se valora en ellas el tener y no el
ser. Se obligaba a amar sin límites a la llamada «nuestra
madre guapa la Obra», y al Fundador.
Como buenos hijos, no se podía consentir que alguien
la injuriase. Porque entonces todos los medios eran buenos
para vengar la ofensa. Resulta curioso que socios del Opus
Dei, que en otros temas pueden ser serenos y dialogantes,
en cuanto tocan a la Obra y al Fundador, se convierten en
personas cerriles y violentas. Cosa típica de las sectas.
El ambiente en los Centros se movía en la idea de que
la Obra es perfecta. El único camino es la aceptación
sin objecion del llamado espíritu. Y la docilidad más
completa a sus múltiples y, en muchos casos, extraños
mandatos llegados de Roma, en «nota» que había
que cumplir a rajatabla.
Nadie se atrevía a objetar algo en contra. Un pequeño
comentario era considerado una falta de unidad. Y en esto,
como en el sexto mandamiento, todo era materia grave: ataque
a lo que debía ser «férreo, sagrado e
intocable». El sistema era totalitario, agobiante y
opresivo en donde no se admitía ni la sombra de una
crítica, «la Obra es perfecta, las constituciones
son santas, e inviolables». «El Opus Dei existirá
mientras haya hombres sobre la tierra. La Obra es el remedio
a todos los males, la solución a todos los problemas,
la milagrosa farmacopea para curar todo tipo de enfermedades»...
Vamos, que eran muy humildes.
Insistiendo en la utilización de las personas al servicio
de la Obra, una prueba más de ésto son los socios
supernumerarios. Interesan por el dinero que entregan abundantemente
a través de una aportación económica
mensual obligatoria, como semillero de vocaciones y medio
de conseguir prebendas a través de los que tienen algún
tipo de poder.Y nada más. Se les carga de rezos y normas
de vida más proprias de un religioso que de unas personas
laicas, normas difícilse de compaginar con una vida
profesional y familiar normal, covirtiéndolos en personas
piadosas y rezadoras viviendo muy a gusto con sus riquezas,
pero sin preocupacíon ninguna hacia los pobres, marginados,
enfermos, viejos. Es decir: hacia los pobrecitos con los que
se identifica nuestro Jesús de Nazaret. No conozco
a ningún empresario del Opus, que con sus empleados
haya sido más justo que otros. No conozco a ninguna
supernumeraria que con sus sirvientas haya sido más
humana, más cristiana que otras. No conozco a ningún
poderoso del Opus, banqueros, políticos etc. que hayan
procurado una sociedad más justa.
Son muchos los medios qua utilizan para formar a estos fanáticos
del Opus Dei:
a) La dirección de la directora de la casa en la
llamada Confidencia Semanal.
En esta charla semanal hay que contar todo lo que piensas,
los temas de tu vida interior y también los profesionales.
Todo. Y aunque dicen que no es obligatorio contar los pecados,
es de buen espíritu someter todo al criterio de la
directora. Es un verdadero lavado de cerebro y se aceptan
como válidos muchos coceptos, que se desmoronan ante
una serena crítica.
b) Los medios de formación
Con el fin de que no parezcan ser los «ignacianos»
a los ejercicios espirituales se les llama «cursos
de retiro» anuales y que constan de 5 días
internos. Días de retiro mensuales y una vez al año
los cursos anuales que duran 23 días y que constan
de clases del famoso espíritu del la Obra y hace
unos años se empezó a estudiar Teología.
A través de todos estos medios se repetía
una y otra vez que nuestro buen camino es la Obra y el Bueno
Pastor es «el padre» y nuestros únicos
confesores son los sacerdotes de la Obra y nunca los otros.
«La ropa sucia se lava en casa». Yo vi una vez
muy enfadado al Fundador porque se enteró que una
numeraria se confesó con un sacerdote de los que
llamábamos de «fuera»
c) Las lecturas espirituales
Éstas estaban limitadas casi a los libros de la Editorial
Rialp. Había unas publicaciones internas que se llamaban
«noticias» donde se referían hechos que
sucedían a las asociadas del Opus Dei, donde todo
era positivo y aleccionador. Nunca sucedía nada que
no fuera laudarorio para la Opus y para «el padre».
Se nos instaba a que escribiéramos relatos para esta
publicación; pero cuando después veíamos
nuestros escritos en esta revista, no los reconocíamos
porque todo era retocado y cambiado y del original quedaban
los nombres. Todo por el bien de la Obra por la que una
vez más se sacrificaba la verdad
d) Tertulias con las superioras
Alguna vez aparecían por las casas las superioras
regionales. Entonces solían casi siempre contar cosas
del Padre. Todo lo referente a este señor estaba
sacralizado. Cualquier tontería que decía
o que hacía adquiría proporciones enormes
de importancia. Los socios del Opus Dei tienen el concepto,
naturalmente recibido en su formación, que trabajar
para la Obra es tan bueno que, ante cualquier asunto que
se refiera a ella, se sacrifican todos los demás;
familia, caridad, justicia, deberes con los demás
etc. A una numeraria hija única de una viuda, se
le avisó de que su madre se estaba muriendo después
de una larga enfermedad durante la cual apenas vio a su
hija. Esta dijo al recibir la noticia en Roma «que
procuraran alargarle la vida porque ella tenía mucho
trabajo y tardaría un poco en ponerse en viaje»
e) Ausencia de la caridad
Al comienzo de mi ingreso en el Opus, el fundador vio que
una chica del servicio de la casa donde yo vivía,
salía a la calle sin medias (esto era por el año
45) y me dijo que la despidiera. Al día siguiente
me llamó por teléfonon diciéndome:
-¿Has despedido a la sirvienta?
-No padre. Me ha dado pena echarla a la calle.
Montó en cólera y me dijo:
-¡Pena sólo con la Obra! Despídela inmediaticamente.
Y qué decir del trato que recibimos cuando abandonamos
el Opus Dei?
Se dice mucho que «en la Obra es difícil entrar
pero muy fácil salir». Como en tantas cosas unas
cosas se dicen y otras bien distintas se hacen. Salir es un
verdadero drama, porque te vuelven loca. En el programa de
«La Clave» se comentó los traumas con los
que normalmente se encuentran las personas que han pertenecido
al Opus.
En primer lugar, la soberbia colectiva de creerse los mejores,
los únicos en línea de salvación, les
hace dudar de que abandonando el Opus logremos la gloria eterna.Y
en segundo lugar porque después de muchos años
y como en mi caso, de muchos años de un trabjo agotador,
te echan a la calle con lo puesto, sin seguridad social ninguna,
no te devuelven lo que has entregado y te borran de su historia.
Esto en los mejores casos, porque con las personas que consideran
peligrosas porque conocen sus entresijos, no se tiene inconveniente
en calumniarlas con las falsedades más horribles para
desprestigiarlas. Lo han hecho y lo están haciendo,
los archivos vaticanos dan abundante material de lo que son
capaces de hacer.
Recuerdo con asombro el diferente talante que tienen con los
«ex» otras Ordenes religiosas. Cuando me fui del
Opus, pasé una temporada en una residencia de religiosas
y allí había tres ex-monjas de la misma orden,
y las mantenían hasta que encontrasen un trabajo. Me
produjo un gran asombro comparándolo con la hostilidad
que recibía del mundo en el que había trabajado
tantos años. Cuando me encuentro con alguien, (todavía
hoy después de más de 20 años) que pertenece
al Opus, salvo algunas raras excepciones, no me saluda.
B) EL CULTO AL PADRE
a) El tema de la filiación y el llamarle «Padre»
Desde mi ingreso, me desagradó el culto y el fanatismo
con que obligaban a amar a su persona. Digo «obligaban»
porque el amor al Padre, también con cariño
humano era condición indispensable para permanecer
en el Opus Dei, materia de confidencia y parte integrante
del espíritu de la Obra. Coma era tema de la charla
quincenal que se tenía con el confesor en el confesionario,
yo le dije una vez a Severino Monzón:
-Yo no siento por «el padre» ese sentimiento de
cariño.
-Pues, vete pensando si lo que tienes que hacer es marcharte.
Llegué a empacharme con la figura de esta persona cuya
presencia estaba en todas partes y que además me resultaba
tan poco atractiva. Oía hablar hasta la exaltación
de lo que se decían virtudes del fundador y cuando
esperaba en una meditación oír hablar de la
figura de Jesús, era el Padre el ejemplo de vida, el
conducto reglamentario para llegar a Cristo.
Se dijo en «La Clave» que de sus híjos
salió el llamarme Padre. ¡Mentira! Ya en el año
44 antes de entrar a saludarle por la primera vez se me advirtió
que debía llamarlo «Padre». Y a madre (él
lo impuso) se le llamaba «Abuela», a su hermana
se le llamaba «tía Carmen» y así.
El fue el que dijo a uno de sus más íntimos
colaboradores que pidiera en el Congreso General que el saludo
oficial al Padre fuera con la rodilla izquierda en el suelo
y besándole la mano. Petición que tambíen
se hizo en el Congreso de la Sección Femenina y que
fue recibida con grandes aplausos en su presencia.
Siendo Joaquín Ruiz Giménez embajador ante la
Santa Sede, coincidieron en algún acto de la Embajada
y el embajador le saludó diciendo: «¿Qué
tal padre Escrivá?». No podía soportar
que le llamaran padre Escrivá, habia que decirle solamente
Padre o Monseñor Escrivá. Desde entonces no
podía soportar a Ruiz Giménez.
Por otra parte ahí está el Evangelio, tan claro
«no llamaréis a nadie Padre». Este señor
se permitió esto y tamién llamar Pomposamente
al Opus «Obra de Dios».
En una puerta de un patio de Roma, marcó sus pies y
los de D. Alvaro en cemento blando como demostración
que teníamos que seguir sus pasos en la vida como señal
de la voluntad de Dios. Hizo también que su familia
fuera sacralizada, difundiendo sus fotos en todas las casas
del Opus, lo mismo que las suyas. Sus gustos y sus costumbres
se imponían, por ejemplo el viernes de Dolores en todas
las casas se comían unos dulces de espinacas que cuando
niño le hacía su madre que se llamaban «crespillos».
El ambiente de Roma era opresor: «ha dicho el Padre,
he visto al Padre, el Padre ha comido bien, el Padre estará
contento, el Padre tal, el Padre cual...»
Un día trajo un burrito de cerámica. El era
muy amante de los burros, porque efectivamente éramos
gente a quien no se nos permitía pensar, eramos unos
burros de carga. Dejó el burrito sobre una mesa y entonces
la secretaria central midió por todos los ángulos
al burro para que siempre estuviera colocado donde lo había
dejado «el Padre».
Cuando venía a España, en las casas que se sospechaba
pudiera llegar había un cajón de naranjas por
si pedía un zumo.
Dos numerarias preparaban sus comidas con gran exquisitez
y le acompañaban a lo largo de la nacíon, llevando
latas de patés, flores para las mesas, etc.
b) Tenía un carácter colérico y hablaba
mal de todo el mundo
Son muchas las personas que sufrimos sus desaires, sus antipatías,
sus gritos, su cólera. Pero como no podíamos
desahogarnos con nadie más que con la Directora, esta
nunca reconocía una falta del Padre. Y siempre se decía
«lo has disgustado». Yo he conocido a muchas presonas
que le tenían miedo. Yo misma todavía sueño
alguna vez que estoy en el Opus y vuelvo a sentir la opresión
y el miedo que me producía su persona.
Estallaba en furia por cosas insignificantes que él
traducía «como faltas de amor de Dios».
Por ejemplo que un objeto estuviera un poco torcido, que las
sirvientes se dejaran algún utensilio de limpieza olvidado,
que hubiese un pequeño fallo en la comida, o que ésta
no fuera de su gusto. Entonces chillaba, se enfadaba, gritaba
y nosotras recibíamos el chaparrón sin chistar.
Un día que llovía a cántaros, el verdulero
que traía la fruta entró en la cocina con las
provisiones, para no mojarse ya que la puerta de la cocina
daba directamente al jardín. El padre Escrivá
pasó por allí y lo vio. Había dado orden
de que ningún proveedor hombre podía entrar
jamás (porque siempre era («jamás»)
(su obsesión sexual era enfermizada) . Sus gritos se
oían por toda la casa.
Nunca sabíamos el motivo para que en cualquier momento
irrumpiera en gritos, tal era la violencia de su carácter.
Según él, nunca era tratado con el honor, reverencia,
cariño que merecía, siempre estábamos
en deuda.
Hablaba mal de todo el mundo. En el proceso de beatificación,
se habla de virtudes heroicas. ¿Qué virtudes?
Creo que de la que hay que hablar es de la virtud por excelencia
que es la caridad y yo no la vi por ninguna parte.
El día que ingresé en el Opus me dijeron que
fuera a saludarle a la casa de Diego de León. Me dijo
que habia venido a morirme en la Obra y me advirtió
que una numeraria con la que yo iba a convivir no tenía
buen espíritu y que pronto llegaría otra de
Valencia que era tonta. Mi impresión fue tremenda.
Después le oí hablar mal del Papa, de los obispos,
de los jesuitas, (les llamaba «los de siempre»)
de gente de todo tipo y de los mismos socios de Obra. Sólo
era bueno Alvaro del Portillo al que ensalzaba diciendo:
-¡Alvaro del Portillo ! ¡Grande de España
no se cuántas veces!
Lo que no es cierto.
Tenía fobias personales sin saber por qué. A
una numeraria de Roma que se ocupaba de los oratorios, le
tomó manía, y al final de sus vacaciones de
verano fuera de Roma, envió una nota antes de llegar,
para que se le enviase a España cuanto antes porque
no quería verla a su regreso. Esta numeraria que ahora
no lo es, nunca supo el motivo porque la mandaron de regreso
a España. Allí es muy frecuente que no te digan
nunca el por qué de tantas cosas. Hay personas que
han echado del Opus sin decir por qué. A Maria del
Carmen Tapia la llamó puta y puerca.
c) Tenía delirios de grandeza
Le impresionaban mucho la gente que tenía poder, dinero
o títulos. Cuando Girón era ministro de trabajo,
vino por una casa del Opus una hermana de su mujer. Al enterarse
dijo: "A esta no la dejéis perder".
Era muy teatral en todas sus cosas. Cuando nombraron ministro
a Ullastres, vino pronto a España, lo llamó
y delante de todo el mundo y prescindiendo de todo protocolo
le dijo: "Tú siéntate allí donde
digo yo".
A todas las personas que destacaban trataba de humillarlas
para demostrar que por encima de todas estaba él.
Ya en el año 43 tenía coche con chofer uniformado.
«Me critican porque tengo coche» Y lo llamaba
«mi pobre coche». En aquel entonces eran pocas
en España las personas que disponían de uno.
Era muy franquista, pero después de que recibiera en
Roma a D. Juan de Borbón, que logró que fuera
por mediación de Rafael Calvo Serer, se hizo monárquico.
En esta ocasión Escrivá estaba derretido con
la vista. La aristocracia lo anonadaba, le impresionada muchísimo.
Tenía una vanidad pueril. Era Perlado Doméstico
y le gustababa vestirse con los capisayos de Prelado y pasar
a la administración para que lo vieran las sirvientas.
Llevaba siempre hebillas de plata en los zapatos, tambiém
Alvaro. Estos zapatos se limpiaban todos los días y
nos dijo que preguntáramos a un limpiabotas la razón
por la que sacaban tanto brilho. Nos dieron la fórmula
y se compraron los líquidos y cremas apropiados. Todas
las noches se limpiaban sus zapatos y se les sacaba brillo
a las hevillas.
Era ordenadísimo. Una verdadera manía la del
orden. Cuando veía algo que no estaba en su sitio gritaba:
-¡Esto es una falta de amor de Dios!
d) La virtud de la pobreza
Le gustaban los objetos caros, los restaurantes caros, y todo
de la mejor calidad.
En una ocasión fue a Sevilla y comió en el comedor
de la Residencia de estudiantes masculina. Como el comedor
era muy grande se cerró con dos biombos pertenecientes
a una aristócrata andaluza. Eran dos maravillosos biombos
que pertenecían al patrimonio familiar de la Marquesa.
Cuando vio los biombos, la numeraria que estaba en la cocina
atendiendo su comida oyó como decía:
-Estos biombos para Roma.
Naturalmente la Marquesa no pudo regalarlos y dio dinero para
que se adquirieran otros por lo menos parecidos.
Algo parecido ocurrió aquí en Madrid con un
tapiz de época.También le gustó y dijo
a la gente del Opus que lo pidieran. La misma respuesta que
la de Sevilla. No podía ser porque pertenecía
al patrimonio familiar. Y entonces fueron a un anticuario
y se le compró un tapiz parecido (un millón
de pesetas del año 68-69).
Colgó este tapiz, llamó a los chicos y les dijo:
-Mirad hijos míos. Estos son los regalos que me hacen
mis hijas. Aprended.
Compró una gran sopera de plata de orfebrería
maravillosa y dijo:
-Esta es para la Procura, para que cuando vengan los cardenales
se queden con la boca abierta y digan ¡ah!
Nos enseñaba la biblioteca de la casa de Roma y decía:
-Este suelo es de ónice. Con estas piedras se hacen
anillos las senõras.
Otra vez una colección de monedas peluconas. Las consiguió
como siempre a través de las ricas supernumerarias,
lo mismo que una colección de abanicos antiguos que
quiso para una vitrina. Otra vez quiso joyas. Consiguió
una esmeralda de gran tamaño «para ponerla en
el fondo de la copa de un caliz y no la viera más que
Dios» Y después estaba expuesta en la sacristía
con luces indirectas para que la viera todo el mundo.
Otra vez fue a Lisboa con la ilusión de comer langosta.
Curiosamente ese día no la encrontaron en el Mercado.
Su enfado fue tanto que no quiso probar y se molestó
porque los otros comían.
Le gustaban muchos los reposteros. Tenía un gusto barroco,
recargado y pedía que confeccionásemos los reposteros
que le gustaban.
-¡Hale, manos a la obra!.
Cuando se iba salíamos enseguida a comprar lo necesario,
no dormíamos en toda la noche para que cuando se levantase
se lo encontrase ya colgado.
Pienso que fue un hombre que conseguió siempre sus
caprichos cuya lista de ellos podría ser casi interminable.
Tuvo todo, todo, todo lo que quiso.
El decía que era pobre y esto resulta muy diverttido,
porque quiso vivir siempre en suntuosos palacios. En las casas
grandes, tenía siempre en la parte más noble
de la casa una suite de lujo que estaba cerrada siempre, esperando
que algún dia llegara «el padre».
Resultaba gracioso cuando íbamos con cooperadores u
otras señoras a casas como la Pililla llena de mármoles
por todas partes. El primer día teníamos que
darles una charla explicando que aquello que veíam
no era riqueza sino pobreza. Se habían puesto esos
materiales tan caros porque eran sólidos y duraban
más.
Todas las casas son de lujo. La casa de Roma es impresionante.
En sus orígenes era elegantísima pero él
la convirtió en barroca, y ostentosa.
Cuando se casó su hermano lo metieron en la Orden del
Santo Sepulcro para que se pudiera casar con el uniforme.
En Roma había un cuadro con un señor de esa
Orden y llegaron a cambiarle la cara por la de su hermano
Santiago, así en ese cuadro aparecía Santiago
Escrivá, Caballero del Santo Sepulcro en un cuadro
de Dios sabe cuando.
Tambén hay que tener en cuenta las interpretaciones
del Evangelio, por ejemplo aquel pasaje de la Magdalena que
rompía sus frascos de perfume ante el Señor.
-¡Hay que darlo todo para Dios!
Pero en todos los casos Dios era la Obra, claro. «El
Senõr -decían- también iba a comer con
José de Arimatea que era rico. Tenía amigos
ricos. Las riquezas no son malas.» Y aquello de «los
pobres siempre los tendréis entre vosotros» lo
entendían como si ellos fueran los pobres. El dinero
era un medio de apostolado.Y se decía:
-Cada uno debe vivir debe según la posición
social y económica que se le ha dado: las sirvientas,
sirvientas; las senõras, señoras; los ricos,
ricos; los marqueses, marqueses.
-«A los peces se les coge por la cabeza»
-«Todas las cosas las atraeré hacia mí
cuando esté elevado sobre lo alto». Y cuanto
más altos estemos, más podremos atraer.
La altura, el poder, el dinero es su camino
e) No aceptó el Concilio Vaticano II
El fundador vino una vez a España, exclusivamente a
hablar a un grupo de personas y nos dijo justo al terminar
el Concilio:
-Hijas mías vengo a deciros que la Iglesia va muy mal,
va al desastre, lo que os digo es que pidáis por la
Iglesia, porque está muy mal, este Concilio es el Concilio
del diablo.
Todo el Concilio le desesperó. Pero su preocupación
llego al máximo con la elección para Papa de
Pablo VI. Fue algo que le sacó de quicio.
Consecuentemente él no adaptó nuestra liturgia
a la nueva del Concilio. No aceptó ninguna reforma
litúrgica, solamente en las casas de trabajos externos
por no haber más remedio consintió en poner
el altar hacia el pueblo, de cara a los fieles. Pero en los
oratorios de los pisos se seguía como siempre: la misa
en latín, de espaldas y con calendario anterior, el
viernes de Dolores seguírá siendo el viernes
de Pasión, las fiestas de la Cruz se seguían
celebrando el 3 de mayo y 14 de septiembre, los Arcángeles
en tres fiestas separadas etc., etc. Es decir, nada de lo
que vivían y hacían los cristianos corrientes.
Las mujeres seguíamos llevando velo, lo que era una
rareza en las iglesias públicas.
Tampoco aceptó las misas concelebradas, en las casas
de retiro mandó hacer un claustro con armarios que
eran altares para que los curas dijeran las misas por separado.
No le gustó la Encíclica «Populorunm Progressio»
de Pablo VI y decia:
-¿A qué viene ahora el Papa con estas cosas
sociales cuando hay tantas herejías dentro de la Iglesia?
Cuando Pío XII modificó las normas del ayuno
para la comunión, él dijo que no hiciéramos
caso, Y sobre este Papa dijo que era un marrano por lo que
decía del método Ogino. Y decía algo
más, que no me atrevo a repetir. A partir del Vaticano
II se volvió todavia más integrista: sotana
los curas, velo las mujeres. Hubo una involución enorme.
f) Papas hay muchos, Padre sólo uno
Le molestaba que la gente del Opus que llegaba a Roma demostrase
deseos de ver al Papa. Llegó una vez Pilar Salcedo,
periodista y le preguntó:
-¿Puedo ir a ver al Papa el día de la audiencia
en la paza de San Pedro?
Entonces el padre se levantó y sin más se marchó.
¿Por qué? le preguntó Pilar a la Secretaria
Central.
-Pues porque lo importante es «el Padre», porque
Papas hay muchos pero Padre sólo uno.
Esto lo repetía frequentemente. El decia que no quería
que le hicieran lo que a San José de Cala que al final
barría las escuelas de los niños. Por eso su
cargo era vitalicio y mentras viviese siempre seria EL PADRE.
He oído comentar que Pío XII dijo que Escrivá
era el santo del Silo XX. Pero ¿cuándo y cómo
lo dijo?. Porque a mi me habían dicho eso y una vez
que yo fui a verlo con tres numerarias más en una audiencia
semipública le dijimos que eramos del Opus Dei y puso
una cara de no conocer nada y me dijo: No sé que es
eso. (Era el año 50)
Hablaba mal de los Papas, de los cardenales. Por cierto, las
pocas veces que iban a comer cardenales a la casa de Roma
se creaban dos presidencias en la mesa porque el Padre siempre
debe ser servido el primero.
De las monjas se reía mucho y decía que eran
tontas. Nunca colaboramos con el Ordinario del lugar. Recuerdo
que cuando el actual cardenal primado llegó a Barcelona
como obispo hubo una campaña contra él porque
no era catalán. Yo pregunté si sería
conveniente aconsejar a las supernumerarias que estuvieran
en su entrada en la ciudad para colaborar con él. Se
me dijo que a nosotros eso no nos importaba.
Pero los más odiados fueron los jesuitas. Prohibió
que ninguno de ellos entrase en una casa de la Obra. Y se
dio el caso de una numeraria que tenía un hermano jesuita
y cuando éste fue a verla, estuvieron hablando pero
paseando por la calle.
Se me ha olvidado decir respecto al Concilio Vaticano II,
que a partir de este, veía herejías por todas
partes, de modo que si siempre habíamos tenido las
lecturas restringidas, después se limitaron mucho más,
y nos hizo aprender el catecismo de Astete de memoria porque
sólo esa era la verdadera doctrina.
3. El papel de la mujer en la Obra
a) Nuestra finalidad primordial era servir a los varones
La mujer fue sobre todo, para la administración de
las casas de los varones. Se le llamaba «el apostolado
de los apostolados». Era muy importante saber guisar,
planchar, limpiar etc. Hablaba que con el tiempo íbamos
a tener influencia en la sociedad, pero la realidad era que
trabajámos como negras en el servicío de la
Sección Masculina. Esta era la finalidad y a todas
nos metían en lo mismo. Había algunas, si, que
posteriormente hacían otras cosas, pero eran casos
atípicos. Por cierto ninguna estábamos en el
régimen de la Seguridad Social, lo que ha sido después
un grave problema para las que nos hemos ido mayores, pues
no teníamos los años suficiente de prestación
cuando nos hemos jubilado. Esto es sangrante.
Tenía algunas numerarias que eran como sus estrellas.
Naturalmente las más fanáticas de su persona
y obedientes. Tuvo en tiempos mucha confianza com Encarnita
Ortega que fue Secretaria Central, que es realmente muy buena
chica, pero una fanática terrible y he visto que en
una entrevista que le hacía otra del Opus dijo una
serie de mentiras, tales como que ella no le había
visto nunca enfadado «sólo disgustado».
Ella lo mismo que yo sabe que eso no es cierto.
b) El "clasismo" dentro de la sección femenina
Dentro de las mujeres del Opus hay tres clases de asociadas.
Las numerarias que hacen los tres votos; las agregadas que
son chicas que tienen problemas de familia o de salud o pertenecen
a otro tipo social y que también hacen los tres votos
y que entregan casi todo lo que ganan a la Obra y las Numerarias
Sirvientas (ahora se llaman auxiliares y que entonces no cobraban
nada, tampoco Seguridad Social) y que la Obra cubría
sus gastos. Respectos a las sirvientas había un clasismo
doloroso y total impuesto por la Obra: «siempre serán
y se llamarán sirvientas».
Después pasaron a llamarse, por el mal efecto que este
nombre producía, numerarias auxiliares. Se les formaba
para que fueran siempre sirvientas y aspirar a lograr un status
más elevado estaba cosiderado del peor espíritu.
Ellas tenían que estar orgullosas de ser sirvientas
de su uniforme, cofia y delantal, de fregar y lavar, orgullosas
de ser sirvientas por amor a Jesucristo.
Y toda la formación que recibían entonces era
sólo del espíritu de la Obra y se les enseñaba
a que desempeñasen de la mejor forma su trabajo. La
que entraba analfabeta, analfabeta seguía, no se les
enseñaba nada de nada. Estas chicas tenían todo
aparte: entradas de servicio, las ropas de cama y mesas, los
cubiertos que eran de acero y en cambio los de las numerarias
eran de alpaca. Las ropas estaban marcadas con la palabra
«servicio» y comían en la cocina.
Las servientas no podían estar nunca sin la presencia
de la señorita numeraria. En la comida, planchero,
tertulias, siempre la señorita delante. El fundador
decía que había que tratarlas coma niñas
pequeñas a quienes no se les podía dejar un
cuchillo en la mano porque se harían daño. No
tenían ninguna libertad (tampoco nosotras) ni salir
a la calle solas, ni pasear solas. Y por la noche en la casa
de Roma se les apagaban las luces desde un interruptor central
en sus dormitorios que se llamaban «camarillas».
Solía decir que por su formacíon serían
sirvientas porque si no serían catedráticos.
Yo una vez comenté al Padre que las sirvientas tenían
un cierto complejo social. Y era cierto, yo escuchaba sus
confidencias y vi que les costaba salir a la calle con uniforme,
entre otras cosas porque llamaban mucho la atención.
Le he visto muchas veces enfadado, pero esta vez lo recuerdo
de una manera especial. Me dijo que había cometido
una falta grave contra la Obra porque su espíritu era
el que cada uno estuviera contento con la posición
social en la que había nacido. Era un hombre que no
quería ver la realidad y era absolutamente indiferente
a ella.
Cuando las mujeres enderezaban su formación hacia la
Universidad implantó unas llamadas Escuelas Hogares
en donde se les daba a las chicas unas clases que no les servían
para nada más que para meterlas cada vez más
en sus casa de familia. En la casa de Zurbarán, que
después fue Residencia de Estudiantes,había
un cuarto que daba a un patio interior muy frio en donde se
recogían las macetas del patio por la noche en invierno.
Vino el padre Escrivá y dijo:
-Aquí el planchero para que planchen las sirvientas.
-Yo le dije: Padre van a tener mucho frio.
-Y me contesto. Si tienes piedad con el servicio te quito
de Directora.
Cuando el Vaticano II luchó por una Iglesia más
evangélica con preocupación por los pobres y
desheredados, por un sentido más cristiano de la vida,
en el Opus se seguían separando cubiertos, ropas y
personas según la clase social a que pertenecieran.
4. La vida normal que yo veía en el Padre
Se levantaba todos los días a la misma hora y cuando
yo escuché su misa, la decía con devoción,
muy bien. Después desayunaba y desaparecía.
No sé lo que hacía. Si hacía buen tiempo
lo veíamos pasear por el jardín con algún
chico o solo. Comía siempre solo con D. Alvaro. Era
sobrio en la comida pero muy exquisito. Cuando terminaba de
comer, yo daba un suspiro de alivio porque nunca se sabía
si algo no le iba a gustar.
Una vez le dijo a la doncella que le servía que me
preguntase «si había puesto veneno en la comida
como tenía costumbre de hacer». Se refería
a que el día anterior se había puesto enfermo
D. Alvaro y le echaba la culpa a la comida.
Le servía siempre la misma doncella (Rosalía)
con cofia y delantal y uniforme negro.
Por las tardes solía salir a la calle con D. Alvaro
y compraban objetos en los anticuarios para la casa palacio
que estaba edificando. Me da la sensación de que no
daba golpe y que cuando no estaba D. Alvaro se aburría
mucho porque alguna vez venía a la administración
y no tenía nada que hacer.
Luego nos aguardaba las molestias que proporcionaban las obras.
Cuando el polvo era mucho, se iba a una casa de los chicos
de la Región de Italia. O cuando llegaba el verano
-en Roma hace mucho calor- se marchaba por las tardes a Castelgandolfo
que es más fresco a la casa de las chicas. Esta casa
se la quitaron también de mala manera a una señora
mayor -con esos sistemas que ellos tienen, que no son nada
claros- y si no, se iba un mes a Londres, o al lago de Como
etc.
Me han dicho que cuando viajaba se hospedaba en los mejores
hoteles y comía en los mejores restaurantes. Iba en
su coche y uno de los chicos del Opus era su chofer. Todo
se lo tenían preparado y programado. No tenía
dificultad ninguna para nada.
Era depresivo. Enseguida nos dábamos cuenta de su estado
de ánimo. Yo creo sinceramente que era un psicópata.
Por muchas cosas; su carácter desigual, lo que un día
le gustaba, otro día le enfadaba, la manía del
orden que era exagerada, sus fobias.
5. Solo la Obra y nada más: fanastimo y control
Debo insistir entre el divorcio existente entre lo que se
decía y la realidad de nuestra vida.
-«Hijos míos sois libérrimos, libérrimos».
Nada más lejos de la realidad. Todo estaba sujeto a
normas rígidas. Teníamos la llamada «praxis»
y en ella se regulaba todo nuestro comportamiento: si teníamos
que llevar o no llevar medias, si la manga debía llegar
a cierta parte o no, que no se podía llevar pantalones,
que los ojos no se podían pintar, no se podía
cenar fuera de casa, etc, etc. Recuerdo que a una numeraria
que tenía una enfermedad mental le trajo su madre un
ajedrez para su distracción. Estaba jugando un dia
con ella, y se nos dijo que no se podía hacer «porque
el Padre había dicho que nunca se podía jugar
a juegos de salón». Y a pesar de su enfermedad
no se pudo jugar más.
¿Libres? De nada. Una vez estando en Roma cayó
en mis manos un libro sobre un cartujo llamado Rafael. A mí
la vida monástica siempre me había interesado
y yo lo estaba leyendo. Pasó el padre Escrivá
y me dijo:
-¿Qué estás leyendo, qué es esto?
Pero ¿quién te ha dado permiso para leer este
libro?
-He visto que era un cartujo y...
-¿Qué tienes que ver tú con un cartujo?
Para tí es mal espíritu, ¡fuera!
Me lo cogió violentamente y lo rompió.
Esta era nuestra libertad. Un ambiente opresivo, sobre todo
en Roma, donde el ambiente era verdaderamente denso por la
cercanía de su presencia. Una vez me hicieron una corrección
porque en las tertulias había que hablar del Padre
y consideraban que los temas de conversación que se
tenían «no era del espíritu de la Obra».
Otra cosa que decía mucho es que «éramos
cristianos corrientes» y como en tantas cosas esta frase
no tenía nada que ver con nuestra realidad. Los cristianos
corrientes tienen toda clase de opciones en apostolados, liturgias
y su propia vida. Son muchas las opciones que la Iglesia aprueba
que a los socios del Opus les están vedadas.
6. El proselitismo por el Opus
El fundador estaba urgiendo frecuentemente a que no se
paralizara el proselitismo de vocaciones para el Opus. «El
que no trae gente a la Obra está muerto ¡y yo
no quiero andar con muertos!».
A mi me encogía el alma este proselitismo salvaje en
donde a la gente, se le seguía, se le acosaba, se le
forzaba. Después se comentaba que «sólo
los débiles mentales aceptaban ingresar si no querían»
pero yo he conocido muchas de esas débiles mentales
que se vieron dentro después del fervor de unos ejercicios.
Por ejemplo, recuerdo que una numeraria me dijo una vez en
una confidencia que ella no tenía vocación porque
su vocación la tenía Guadalupe que era la que
le había metido.
Sé que ahora este proselitismo feroz lo están
haciendo en los colegios del Opus con gente muy joven, sin
madurez para una elección de este tipo, sin conocer
lo que aceptan y lo que dejan. Debería de estar prohibido,
porque además suelen dejarlos marcados mucho tiempo
si se marchan y se lo pasan muy mal.
La opción para escoger estado pertenece a la más
estricta libertad personal y nada ni nadie debería
influir en esta elección.
Tengo que decir en honor a la verdad que la gente que ingresa
en el Opus, lo hace con muy buena voluntad. Después
se suele fanatizar porque es la única manera de permanecer
y es muy duro marcharse. Yo he visto allí gente estupenda:
lo mejor del Opus son algunos de sus asociados y asociadas.
ROSARIO BADULES LÓPEZ
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