RETRATOS
DE UN CHAT: YASEL
KAISER, 16 de noviembre de 2005
Kaiser, un hoy vale más que mil mañana.
Yasel.
Yasel es una mujer juncal, estimulante y con estilo, que
irrumpe en la penumbra de Madrid y la desvela con un resplandor
inmisericorde que sorprende a la turbamulta en el pecado cotidiano
de existir insignificante y esquiva.
Conocí a Yasel una tarde en el café Gijón.
Abrió la puerta de cristal y emergió imponente
de la nada entre la parroquia que se abrigaba inútilmente,
contra la fría luz vespertina, en su propio rumor como
de ruina en perpetuo desplome.
He dicho que la conocí y he dicho mal, porque la había
conocido antes en el canal de Ex-Od.
Y tampoco he dicho bien, porque nunca es dado conocer a nadie
del todo a través de un chat, trasunto carnavalesco
e inconsútil de la caverna de Platón. Aun así,
la Yasel que irrumpió en mi vida entre las brumas vacilantes
del café superaba con mucho el espectro huérfano
de piel que proyectaba desde la pantalla de mi ordenador.
Porque Yasel, siendo una mujer juncal, estimulante y con estilo,
tiene quebrada el alma por la ténebre ofuscación
proselitista que ahoga su luz y acabará arruinándole
el estilo.
El hijo de Yasel vive su sueño infantil en el espejismo
de un club del Opus Dei. El hijo de Yasel reza por las noches,
antes de acostarse, de rodillas y con los brazos en cruz.
El hijo de Yasel pide, desde la letra impresa de una estampa,
que Dios le haga ver su voluntad de entregarse para toda la
vida... El hijo de Yasel tiene diez años.
Nosotros podemos seguir aquí discutiendo si los llamados
aspirantes son galgos o podencos. Si se respeta la minoría
de edad o si las aguas de la riada llegaron por encima o por
debajo de los 14 años y medio. Yasel es una madre de
un niño de diez años, que ya está enganchado
en el turbión, pidiendo, rezando, crucificándose
en medio de la noche en que se está convirtiendo su
infancia.
No pretendía contar su historia. Ni siquiera sé
si hago bien abusando de una intimidad desgarrada. Yasel no
escribe aquí. Pero, si lo hiciera, imprimiría
al instante sus palabras y arrojaría en octavillas
movilizadoras toda la verdad que esconde su corazón
dolorido de madre y de mujer a la que están robando
parte del hoy y quizá todos sus mañanas.
Arriba
Volver
a Tus escritos
Ir
a la página principal
|