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POR QUÉ NO FIRMO CON MI NOMBRE COMPLETO

JOSE, 2 de junio de 2004

 

Esta carta es de público agradecimiento a Galileo porque tu escrito de ayer me ha ayudado a encontrar algo que andaba rumiando pero cuya solución se me ocultaba. Como habrás visto, una de las acusaciones más repetidas por esos “espontáneos” que entran “por casualidad” en la página y que “nunca son del Opus Dei” es que no firmamos con nuestro nombre verdadero y nos tildan de “cobardes”. Dejando al margen que semejante afirmación no es del todo cierta en algunos casos (Jose es mi nombre, por ejemplo; faltan los apellidos, pero así me bautizó el cura), yo coincido con estos “espontáneos” en que sería mucho mejor rubricar nuestros correos con el nombre completo (aunque eso ni quita ni añada veracidad a lo expuesto: la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero).

“Entonces, Jose –me decía a mi mismo- ¿por qué no lo haces?” Y, la verdad, no acababa de hallar respuesta. Miedo, sí, pero ¿a qué? A estas alturas ya no tengo a nadie a quien defraudar –todos quedaron en su día debidamente defraudados e incluso muchos de ellos defraudaron posteriormente a otros-. Tampoco me importa en exceso lo que dentro se piense de mi. Ni a estas alturas me van a convencer de nada, ni pretendo yo “rescatarlos” de nada: cada cual es feliz como le da la gana; mucho menos creo en los “puentes de diálogo” (toma topicazo) que una participante aseguraba días atrás que el Opus Dei nos ha tendido. Lo que es a mi, no me ha tendido ni la ropa desde que dieron las doce campanadas del 20 de marzo de hace ya bastantes años y mi carroza se transformaba en calabaza. Qué buena está la calabaza y qué hermosos son los riesgos de una vida decidida por uno mismo, por cierto.

“¿Entonces –me insistía- ¿por qué no lo haces?”. Y hoy has dado en el clavo, amigo Galileo. Un clavo que sinceramente lo tenía ante los ojos y no lo veía. La Obra, durante los varios años que estuve allí recopiló información íntima sobre mi persona. Oralmente, seguro, en la charla; por escrito, todo apunta a que también, en informes y puñetas. Lo peor de todo es el sentimiento de indefensión y el revolvimiento de tripas que me produce pensarlo porque ignoro qué detalles poseen a día de hoy sobre mí en los archivos. Esta y no otra es la razón que me lleva a no firmar mis correos.

Por eso este correo pretende ser un tributo, un homenaje y un aplauso a todas y todos los ex miembros (masculino y femenino) que se han atrevido valientemente a dar su nombre y apellidos. Sin ir más lejos quiero agradecer y apoyar a Ana Azanza por la publicación del libro sobre su experiencia.

 

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