POR
LA PUERTA GRANDE
DANIEL, 23 de agosto de 2004
A pesar de los pesares, a pesar de haber perdido una parte
importante de mi vida, a pesar de haber necesitado unos cuantos
años (no sabría precisar) para recuperarme,
es decir, para conocerme, para aceptar mi naturaleza, mis
deseos, mis sentimientos; para encontrar y desarrollar mis
capacidades intelectuales, sexuales, afectivas
; para
ser yo mismo, en definitiva. Pues a pesar de todo eso y mucho
más, no puedo dejar de sonreir cuando recuerdo algunas
anécdotas, algunas propias, otras ajenas.
Hoy quiero contar una mía, con el convencimiento de
que no he sido el único de que ha vivido, si no lo
mismo, algo muy parecido, porque me suena que en mi centro
no fui el único que hizo lo que a continuación
voy a relatar.
Catorce años y medio
y un día. ¡Pobre
criatura! Y va y pita, y se entera de una cosa más
después de firmar una carta dictada.
¡Leches, yo quería ser del Opus Dei, y van y
me dicen que tengo que poner que quiero ser admitido como
aspirante a numerario de la Prelatura Personal del Opus Dei
y Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz!.
Amo-avé
a mí nadie me había
hablado de ser cura (empieza el acojono), y lo de aspirante
me tocó en lo más íntimo: yo no quería
aspirar, yo quería ser. Además, si aspiro, es
decir, si escribo una carta para aspirar
y otra para
ser
ya son muchas cartas ¡y dictadas! Ya es mucha
humillación aspirar y no ser, como para que encima
te dicten, ¡collons!
Y otra cosa
si ya me hicieron esperar un día
para aspirar
para ser
buf, eso podía ser
terrible, y hasta podía requerir más cartas
¿¡dictadas!?. Bueno, quizás cuando ya
SEA numeriano
pero ¿qué estoy
poniendo, si no sabía que se podía ser numerito,
agregadito y todas esas cosas que hacen que muchos de fuera
se confundan y a nosotros nos haga mucha gracia? Yo sabía
que se podía ser, y desde ese momento me enteré
que había un grado previo
¡HUMILLANTE!...
que era el de aspirador.
Estaba tan nervioso, que cuando oí a mi dictador lo
de aspirante pensé que me había
equivocado de sitio, que no estaba en el despacho del director
con el director.
La pluma chorreaba más sudor que tina, y tuve que secarme
la mano casi una vez por palabra
y además hubo
que repetir la carta dos o tres veces.
Yo ya escribía con pluma, mucho antes de aparecer por
el Centro (eso no fue inducido para escribir la carta).
Bueno, pues yo quería ser, y eso era alcanzar
un status social, y sobre todo, moral
que ni los de
Bilbao
pero tuve que conformarme con ser aspirante.
Pasaron los días
para mí eternos, por
la humillación recibida
y me voy enterando de
que el numerario fulanito
, el numerario
menganito
y concluí, después
de observar con más agudeza que un comanche siguiendo
el rastro de los malos (o sea, los otros), que ser del Opus
Dei, se decía ser numerario
lo cual
ya me sonaba de haberlo escribido en aquella carta
y cuando pregunté qué era eso de numerario:
¡venga, escribe!, y seguí escribiendo,
pero la intriga aumentó con la humillación.
Volviendo a lo de mis observaciones
y mis conclusiones
geniales
empecé a notar que al centro venían
unos hombres mayores que entraban y salían
con mucha soltura, con un toque especial de confianza,
y que además, gozaban de un respeto por parte de los
residentes, que me hacía pensar que estos eran algo
superior.
¡Ajajá!, eran SUPER-NUMERARIOS. ¡Buf, tardé
mucho en descubrirlo!, ¡y cuán grande fue mi
humillación (más todavía)! Usea,
que yo quiero ser, pero solo me dejan aspirar,
y vienen unos tíos, que ni viven en el centro, y son
SUPER. ¡Para cortársela!
Pues
esa inquietud de humillación más
mi deseo de ser lo más
no me dejaron vivir, y
bien sabe Dios la cantidad de veces que me paraba delante
de la puerta cerrada del despacho del director pensando que
entraba y le decía
orgullosamente, con ambición y autoestima: QUIERO
SER SUPERNUMERARIO, TÍO. ¿QUÉ MIERDA
ES ESA QUE ME HABÉIS DICTADO Y HECHO FIRMAR?.
Pero no solo me temblaban las piernas, sino que no tenía
voz. ¿Y si al decir eso me echaban por soberbio?, o
peor aun: ¿y si me enteraba de un nuevo grado
o tenía que hacerme cura con una cruz y estar en una
sociedad rara, y escribir más cartas?
Uuuuyyyyy
mejor me voy a la sala de estudio
y
saludo al sagrario y le ofrezco este sufrimiento
Exacta exactamente
no recuerdo cómo fue, pero
creo recordar que sucedió en la charla (¡oh,
la charla de sinceridad salvaje!) y un día, casi musitando
salió el asunto (algún día tenía
que ser).
El camarada charlero (creo que me tocó el subdirector)
me preguntó:
- ¿Qué tal, estás contento?
- (con una falsa sonrisa nerviosa y un odio contenido que
hacía crujir las patas del sillón)- síiiii
- ¿Has hecho las normas?
- Por supuesto vaya pregunta, a mí.
-
- Oye, ¿qué es supernumerario?
- ¿
? cara indescriptible.
- Esto
yo
¿puedo ser super numerario?...
-
¿
?...
- Yo quiero ser supernumerario
- Esto
tú
- risilla nerviosa característica,
muy propia de él, con gestos de situación controlada.
- ¿Hay algo más que numerario?
- Vamos a ver, Daniel
tú ya eres numerario, y
sí, es lo más.
- Entonces,
¿eso de super?
Y me dio una pequeña charlita informativa de los grados
y el proceso de ir entrando, pero me aclaró
que todos son.
Me quedé tranquilo, a pesar de que aquello no fue más
que otra lectura difusa de la letra pequeña que se
va descubriendo con el tiempo. A partir de ahí, creo
que empecé a darme cuenta de que me encontraba en ese
dulce plano inclinado sobre el que te colocan
y no entiendes por qué resbala tanto
hacia abajo,
uséase, hacia atrás, hacia fuera.
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