DESCUBRIR
TU ORIENTACION SEXUAL SIENDO NUMERARIO
E.A., 16 de agosto de 2003
Navegando por la red me encontré con vuestra página
y me ha enganchado. Yo fui miembro numerario del Opus Dei
varios años. Un familiar mio me recomendó que
fuera por un centro de la Obra. Aunque el ambiente no me enganchó
en absoluto, ya que lo encontraba muy postizo y superficial,
sí empecé a ir a estudiar por allí porque
en el club de Madrid al que yo iba había una buena
y silenciosa sala de estudios. Me empezaron a llamar a mi
casa los del centro, diariamente, para que fuera por allí
más a menudo. Me presentaron al cura, Don José
Gil, un andaluz, que me cayó muy bien, dicharachero,
abierto... además me gustaba estar estudiando y de
pronto hacer un alto en el camino y pasarme por el Oratorio
y pasar unos momentos junto al Señor.
Aunque había cosas que no me gustaban, (la obesión
patológica por la pureza, el clasismo, la utilización
de las personas: a los pobres en las "visitas de pobres",
a los amigos para que vengan al centro...) la idea de servir
a Dios y a los hombres me entusiasmó y sobre todo sin
tener que ser cura. Así que pité en un UNIV.
Siendo miembro numerario empecé a darme cuenta de
que todas las preocupaciones y trabas que ponían para
tratar con las chicas, a mí me parecían una
exageración. Soy una persona muy alegre y extrovertida,
y contactaba facilmente con chicas y chicos en la Facultad,
por eso me parecia una parida eso de "entre caballo y
caballero: caballo" en el trato con las chicas. Paulatinamete
me di cuenta de que sentía atracción hacia personas
de mi mismo sexo. Imaginaros amigos y amigas la lucha interior
que se desarrolló en mi conciencia.
Yo considero que la Biblia contiene numerosas exigencias
éticas pero las exigencias que se presentan no se centran
primariamente en el plano de la sexualidad, sino que el verdadero
centro de gravedad, se situa en una adecuada relación
con el único Dios y en la justicia interhumana. Es
lo que expresará Jesús al afirmar los dos mandamientos
principales de la ley y al subrayar la identidad de los dos
preceptos del amor a Dios y al prójimo. El que así
piensa es Don Javier Gafo, sacerdote jesuíta. "Cristianismo
y Homosexualidad" Ed. Desclée de Brouwer. Por
desgracia no todos en la Santa Madre Iglesia tienen una actitud
de igualdad, respeto, toleraciancia y amor a las personas
indipendientemente de cual sea su orientación sexual,
y en el Opus Dei no había sacerdotes como don Javier
Gafo sino todos estaban cortados en el mismo patrón.
Y allí estaba yo todo el día cubriendo mi cama
con agua bendita y pidiendo a Dios que alejara de mi aquella
sensación que me hacia tan infeliz. Yo no hacía
más que pedirselo a la Virgen, que yo quería
ser "normal" como "todos" mis compañeros.
Yo repetía la jaculatoria "si vis potes, me mundare",
una y otra vez, sobre todo cuando me acercaba a comulgar.
Fomenté mucho la piedad al Santisímo Sacramento
y me recorrí los principales Santuarios marianos de
Europa pidiendo a cada advocación de María en
cada país mi "curación": el Pilar,
Lourdes, Fatima, y otros en Italia, Suiza, Austria, Baviera,
Polonia..... en fin, creía que la Obra me daba unos
instrumentos para poder luchar contra esa sensación
que tanto me aturdía que tenía dentro de mí
(que no era otra cosa que el ser homosexual).
Mientras tanto yo seguía como numerario en mi Centro
de Estudios, en el Colegio Mayor Santillana, y con los estudios
y la oración procuraba llenar mis días y olvidarme
de lo que tanto me aturdía. Tengo que decir que intenté
ser un buen numerario: hacía mi plan de vida, apostolado,
y mantenía mi lucha siempre en guardia. En mi charla
fraterna siempre era "salvajemente sincero" salvo
en "eso", porque el que yo sintiera atracción
hacía personas de mi mismo sexo, sabía que estaba
muy mal visto por los de "casa".
Yo mantenía siempre la guardia: me duchaba con agua
fría, (luego me enteré que no había que
ducharse, sino sólo estar un rato debajo del agua ofreciendolo
por "las intenciones del Padre" y luego seguir con
tu ducha con el agua normal. Claro, como no lo sabía,
me lavaba hasta la cabeza con agua fría en pleno invierno
y siempre pillaba unos gripazos que mi madre no sabía
donde los cogía), guardaba siempre la vista (con chicos
claro), rezaba el rosario, siempre estar ocupado: deporte,
oración, estudio....
Una situación así, mantenida por mucho tiempo,
acaba con cualquiera, gracias a Dios que yo soy un tipo fuerte,
pero ya estaba harto de los típicos comentarios homófobos
que oía en mi "casa". Se suponía que
la caridad y el amor al prójimo eran el primer mandamiento,
¿porqué los numerarios y el sacerdorte se comportaban
con tantos prejuicios cuando se mencionaba este tema?. Una
vez un numerario empezó a llevar al Centro a un chico.
Respondía a los patrones: de buena familia, universitario,
tenía mucha piedad, acudía a los medios de formación.....
y de pronto dejó de venir por el Colegio. Yo pregunté
por él, extrañado por su repentina ausencia.
Me dijeron que habían recomendado que lo dejaran de
tratar porque el chaval en cuestión había comentado
al numerario que lo trataba, es decir, a lo que se suponía
que era "su amigo" que "era homosexual".
Todo esto añadido con cometarios jócosos -para
ellos claro está-. Me quedé alucinado, pensé
en la falta de caridad que eso suponía, en la homofobia
que demostraron con esa acción.
Así que poco a poco me fui desencantado de todo aquello,
no eran tan estupendos ni amaban al próximo tanto como
yo pensaba; el cura don Juan Luis O´Dogerthy, no hacía
más que presionar para que llevaramos "amigos"
al Colegio, y de pronto me veía tratando a gente, compañeros
que humanamente no me interesaban en absoluto, que sólo
me interesaba que fueran a la meditación, pero ellos
me daban igual. Me vi usando algo tan bonito como es la amistad,
algo que ellos desconocen por completo. Y me asusté
de mi mismo, porque yo no era así. Veía a aquellos
pobres chicos que yo llevaba al Colegio y a ese cura de infausto
recuerdo diciendoles algo así "como que les proponía
un plan imponente, imponente", y repetía varias
veces el adjetivo al final de la frase.
Se organizó una convivencia a un país europeo
y yo fui de Subdirector. Llevaba a un pobre amigo mio, recuerdo
que nos llamaron porque el Padre, don Alvaro, estaba en ese
país, ya que venía de un viaje apostólico
por Africa.
Como en ese país europeo no eran muchos, en la Tertulia
estabamos cuatro gatos. ¡Qué gran alborozo para
los españoles, tan fogosos y mediterráneos comparados
con esos fríos europeos! en la tertulia no seríamos
más de treinta personas. Y ahí estaba yo sentado
a los pies de don Alvaro del Portillo (si él, se puso
el "del" no seré yo quien se lo quite, por
mucho que diga nuestro querido amigo Fisac). Recuerdo que
fue muy cariñoso conmigo, me besó en las mejillas
(¡¡¡a mi!!! ¡¡¡a un gay!!!
claro que él no lo sabía, que si no....), me
preguntó mi antigüedad en la Obra, y cuando dio
la bendición final, la dio con las manos puestas sobre
mi cabeza. Yo no hacía más que pedir al Espiritu
Santo que en aquella bendición bajara sobre mi y me
"extirpara" la homosexualidad. Pedía un milagro,
y estaba seguro que se iba a producir: tenía fé,
estaba en gracia, y el Espiritu Santo usaría a un hombre
tan santo como era don Alvaro para "curarme" y así
yo ser mejor cristiano.
Ahora, con los años y con la madurez alcanzada, todo
aquello es bastante cómico, pero para un joven universitario
sometido a aquella presión psicológica, todo
aquello era vivido como una tragedia..... No tardé
mucho tiempo en darme cuenta de que no estaba "curado".
Siento defraudar a los que rezan por la beatificación
de don Alvaro, pues milagros en vida, no sé si hizo
alguno, pero ese, desde luego que no.
Cuando llegué a mi Colegio ya en Madrid, leí
la Carta que mensualmente mandaba el Padre a todos los centros,
(no sé si seguirá ocurriendo eso), y me di cuenta
que estaba firmada como siempre en Roma, a 1 de septiembre
de aquel año, (fue unos años antes de fallecer
él), y me di cuenta que ese día 1 de septiembre,
él no había estado en Roma, sino conmigo dándome
la bendición en otro país europeo, no precisamente
muy cercano a Roma. Si la escribía él personalmente
porque quería mucho a sus hijos-as y quería
estar en contacto con ellos-as (versión oficial), porqué
no estaba firmada donde realmente la había escrito
(que no era Roma), a no ser que se las escribieran y firmaran
por él. Parece una parida, pero me sorprendió
mucho. Lo consulté y me dijeron que no, que el Padre
era el que escribía las cartas y punto. ¿No
era más sencillo decir, pues puede ser que haya dejado
unas indicaciones escritas y las hayan redactado por él
por si estaba de viaje? Pues no, no hubo más explicación,
y si en esa cosa tan nímia eran tan intransigentes,
imaginaros en todo lo demás.
Cuando me fui de la Obra tuve la oportunidad de conocer a
varios numerarios y numerarias que también eran gays
o lesbianas y que habían estado dentro, alguno de ellos
hastas siete años. Otro, sin aceptar su orientación
sexual, prefirió seguir con las mentiras en su vida
y se casó. Me fui de la Obra sin ningún resentimiento
hacia nadie. A las personas con poca madurez e inteligencia
que traté prefiero olvidarlas, a las buenas, las recuerdo
con afecto. Pienso que la Iglesia debe hacer acto de contricción
sobre como trata a sus hijos homosexuales, comportarse como
una Santa Madre y no como una madrastrona. Al Opus porsupuesto
que le veo incapaz de someterse a semejante catarsis. Tengo
entendido que actualmente, y dada la lógica normalización
de estos temas en una sociedad cada vez más libre y
avanzada, han tenido que realizar una especie de guía
de uso para hacer frente a estos temas.
Actualmente soy una persona feliz, vivo con mi pareja en
una relación de amor y respeto mutuo como cualquier
otra pareja heterosexual, y apesar de la Iglesia sigo considerandome
católico aunque vivo la religión con un mayor
distanciamiento. Mi pareja, que procede de una familia de
tradición laica y liberal, de absoluto respeto a los
demás, sean como sean y piensen como piensen (eso sí
es educar en libertad), se sorprende de como viví algo
que fue tan natural para él. Respeta aunque no entienda
que todavía ponga la "X" en mi declaración
del IRPF a favor de la Iglesia, y siempre que cuando estamos
viajando y yo quiero entrar en una Iglesia (el Espíritu
Santo sopla donde quiere, decía en Camino San JoseMaria
Escriva, me da pereza quitarle el "San"), me pregunta
con curiosidad, por qué"hago esas cosas tan raras"
cuando al pasar por el Sagrario hago la pertinente genuflexión
ante el Santísimo.
Sé que la Curia actual está muy influida por
el Opus, por eso veo con pocas esperanzas que la Iglesia se
acerque a las conclusiones del documento "Personas homosexuales
en la sociedad" del Concilio Católico holandés
para la Iglesia y la sociedad, donde se afirma "que la
moralidad de los actos homosexuales debe determinarse por
los mismos principios generales que regulan el comportamiento
heterosexual. Las expresiones homosexuales -continua el documento-
son en si mismas neutras y su moralidad depende del hecho
de que sean forma de expresión genuina de amor. Los
homosexuales tienen el mismo derecho a la intimidad y a las
relaciones que los heterosexuales. Como los heterosexuales
, estan también obligados a aspirar en sus relaciones
a los mismos ideales.... Las normas que rigen la morarilidad
de la actividad homosexual son las mismas que gobiernan toda
actividad sexual". Para los obispos holandeses, el "género"
sexualidad se realiza en dos "especies" la hetero
y la homosexualidad, de las que la primera es mucho más
frecuente que la segunda, pero los criterios de evaluación
de ambos comportamientos dependen de la existencia de un amor
fiel y exclusivo en que se vivan ambas relaciones.
Me uno al sacerdote jesuíta John McNeill en pedir
una revisión de la doctrina católica sobre la
homosexualidad (McNeill J, La Iglesia ante la homosexualidad,
Grijalbo, Barcelona, 1979), donde afirma que en las conductas
homosexuales "son aplicables las mismas reglas morales
que se aplican a la heterosexualidad", en las que el
criterio decisivo es la existencia de fidelidad y estabilidad.
Yo, procuro vivir según estos canónes, alejado
de todo fanatismo que una vez estuvo en mi vida.
Creo que todos debemos aprender a vivir amando a los demás,
y valorandoles según sean en su comportamiento ante
los hombres, no dependiendo de a quien amen o con quien vivan
su intimidad.
Quiero terminar si me permiten trascribiendo la experiencia
que cuenta el personaje Joaquín en la novela "No
se lo digas a nadie" del escritor Jaime Bayly:
"Lloraba porque no tenía ganas de decile a mi
madre "tienes que entender que soy homosexual, mamá,
siempre fui homosexual, probablemente cuando estaba en tu
barriga ya me estaba haciendo homosexual, pero no por eso
soy una mala persona, no por eso dejo de quererte.... si sólo
pudieras entender que soy homosexual porque esa es mi naturaleza
y porque yo no la puedo cambiar, y por favor, no veas mi homosexualidad
como un castigo de Dios, no lo veas como algo terrible, porque
no lo es, míralo más bien como una oportunidad
de entender mejor a la gente, para entender que las cosas
son más complejas de lo que a veces parecen, que las
cosas no siempre son blancas o negras....."
Muchas gracias por publicar mi carta. Un saludo muy afectuoso,
y que Dios nos bendiga a todos.
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