EL
NUEVO OPUS DEI
ÁNGEL, 2 de septiembre de 2005
En estas páginas de ha expresado, más de una
vez, la duda que el Opus Dei pueda cambiar. Sin embargo, si
lo ha hecho y en temas esenciales. Sólo hace falta
comparar las Constituciones
de 1950 y el Estatuto
de la Prelatura.
Los fines primigenios
Si se leen las Constituciones de 1950 se ve que la finalidad
del entonces Instituto Secular era realizar apostolado entre
la clase que se llama intelectual y aquella que,
o bien en razón de la sabiduría por la que se
distingue o bien por los cargos que ejerce, bien por la dignidad
por la que se destaca, es directora de la sociedad civil,
se adhiera a los preceptos de Nuestro Señor Jesucristo
y los aplique in praxim; y asimismo favorecer y difundir entre
todas las clases de la sociedad civil la vida de perfección
en el siglo e informar a hombres y mujeres para el ejercicio
del apostolado en el siglo (Art. 3).
En el artículo 202 se insistía que medio
de apostolado peculiar de la Institución son los cargos
públicos, en especial de aquellos que implican el ejercicio
de una dirección. Y en el 203 se añadía
que para conseguir esto, es necesario que los nuestros
se destaquen en autoridad profesional y sin cesar se afanen
en la adquisición de una formación científica.
Los nuestros eran los numerarios, que eran
los únicos socios en sentido estricto.
De la misma forma, en el 206 se recalcaba que el
Opus Dei, dado que pretende sobre todo trabajar entre hombres
dotados de estudios liberales, procura atender con la máxima
diligencia a la instrucción así literaria como
científica de sus hijos, en las disciplinas tanto sagradas
como también profanas.
Es decir el objetivo principal de la Obra, lo que le daba
identidad y lo que la distinguía frente a otros institutos
eclesiales, era que su apostolado se dirigía fundamentalmente
hacia los intelectuales y a quienes tenían influencia
-por su posición o rango- en la sociedad civil. Y para
conseguirlo sus miembros debían ser profesionales destacados,
la famosa aristocracia de la inteligencia".
Para ello, uno de los instrumentos era el ejercicio de cargos
públicos. Por eso, el ingreso del Opus Dei a la política
dentro del franquismo no fue una casualidad ni una acción
individual; sino una decisión corporativa en cumplimiento
de las Constituciones que señalaban ese medio
de apostolado peculiar.
Como tema derivado de esta finalidad central, que también
recogía el artículo 3 como indicamos, estaba
asimismo favorecer y difundir entre todas las clases
de la sociedad civil la vida de perfección en el siglo
e informar a hombres y mujeres para el ejercicio del apostolado
en el siglo.
Penetración y secreto
La labor de la fundación de Escrivá era, en
lenguaje clerical, un apostolado de penetración. Como
señaló Pío XII en la Constitución
Apostólica Provida Mater Ecclesia, que creó
los Institutos Seculares y el Opus Dei era uno de ellos-,
éstos constituían un instrumento bien
oportuno de penetración y apostolado.
Para mejor desempeñar este tipo de apostolado lo conveniente
era el secreto camuflado como discreción. En el artículo
189 la Constitución de 1950 se decía: Para
conseguir más fácilmente el Instituto su finalidad
propia, quiere vivir oculto como tal Instituto.
Esta obligación de secretismo se la imponían
hasta a los que abandonaban la organización. El artículo
191 disponía que los miembros cuya vida a
Dios han consagrado, la vivan con una cierta discreción,
que es en alto grado conveniente a la deseada fecundidad del
apostolado. La falta de esta discreción podría
constituir un grave obstáculo para el ejercicio de
la labor apostólica o suscitar alguna dificultad en
el ámbito de la propia familia natural o en el ejercicio
del cargo o profesión. Por lo cual los socios Numerarios
y Supernumerarios sepan bien que van a guardar siempre un
prudente silencio respecto a los nombres de los otros miembros;
y que a nadie van a revelar nunca que ellos mismos pertenecen
al Opus Dei, ni aun siquiera con el fin de la difusión
de dicho Instituto, sin licencia expresa del propio Director
local. Esta discreción obliga principalmente a aquellos
que hayan sido recibidos recientemente en el Instituto, así
como también a los socios que, por cualquier causa,
hayan abandonado el Instituto.
Se imponía a los miembros el silencio sobre su pertenencia
a la organización, especialmente a los recién
pitados, tanto frente a la familia como en el ámbito
profesional o social.
Además, en el 190 se ordenaba que a los extraños
se les oculta el número de los socios; y más
aún, los nuestros no han de conversar acerca de estos
temas con extraños. Asimismo, en el 232 se
prescribía que el negocio y las razones de
nuestra vocación no las comuniquemos a los extraños
sino muy cautamente y muy rara vez.
El modelo en que se inspiraba Escrivá era el de las
sociedades secretas. En Camino en el punto 833 en el
capítulo dedicado precisamente a la Táctica-
lo expresa con toda claridad: ¿No ves como
proceden las malditas sociedades secretas? Nunca han ganado
a las masas. En sus antros forman unos cuantos hombres-demonios
que se agitan y revuelven a las muchedumbres, alocándolas,
para hacerlas ir tras ellos, al precipicio de todos los desordenes
y
al infierno. Ellos llevan una simiente maldecida. Si
tu quieres
, llevarás la palabra de Dios
.
Esa táctica de la Obra, como se
sabe, fue muy evidente y pronto se ganó la denominación
de masonería católica.
El cambio
Alguien que lea las páginas web o las publicaciones
del Opus Dei, verá que la institución de hoy
no tiene nada que ver con esta descripción de los fines
y del apostolado que tuvo en sus orígenes. Son dos
organizaciones absolutamente distintas. Ahora es un organismo
jerárquico y clerical de la Iglesia una prelatura-
dedicada a labores pastorales con laicos, para ayudarlos a
que tomen conciencia, y a la educación católica,
como los institutos religiosos tradicionales.
Así lo define su página oficial: El
Opus Dei Obra de Dios, en latín es una
institución jerárquica de la Iglesia Católica,
una prelatura personal, que tiene como finalidad contribuir
a la misión evangelizadora de la Iglesia. Concretamente,
se propone difundir una profunda toma de conciencia de la
llamada universal a la santidad y del valor santificador del
trabajo ordinario.
¿Qué tiene que ver esto con lo que señalaba
las Constituciones de 1950?. Los numerarios también
han dejado de ser un grupo selecto de profesionales célibes,
empeñados en cristianizar el mundo desde dentro ser
una inyección intravenosa en el torrente circulatorio
de la sociedad, como se decía-; para acercarse
a la figura de los consagrados: laicos
dedicados a la cura de almas, al manejo de obras apostólicas
y a los trabajos internos.
Lo deja muy claro el punto 8 del Estatuto de 1982: Se
llaman numerarios aquellos clérigos y laicos que, observando
el celibato apostólico (cfr. Matth. XIX, 11) por una
especial moción y don de Dios, se dedican con todas
sus fuerzas y con su máxima disponibilidad personal
de trabajar, a las peculiares empresas de apostolado de la
Prelatura y habitan ordinariamente en las sedes de los centros
de Opus Dei para cuidar de aquellas empresas de apostolado
y dedicarse a la formación de los demás fieles
de la Prelatura.
¿No lo suscribiría esto un consagrado?.
No hay ninguna referencia al desempeño profesional
del numerario y su supuesto trabajo en el seno de la sociedad.
De la misma forma, según el Estatuto de 1982, ahora
en relación a sus fieles lo que la Prelatura
se propone, conforme a normas de derecho particular, la santificación
de sus fieles, por medio del ejercicio de las virtudes cristianas,
en su propio estado, profesión y condición de
vida, según su específica espiritualidad, absolutamente
secular (art. 202).
Lo que estaba en un segundo plano en 1950, ha pasado a ser
central desde 1982. Además, cualquier referencia a
la utilización de la política y los cargos públicos
han dejado de ser un medio de apostolado peculiar-
desapareció de la norma que rige ahora al Opus Dei.
Igualmente, en el mencionado artículo 202 del Estatuto,
el énfasis en los intelectuales, se reduce a una mención
de paso; y se omite cualquier referencia a la labor apostólica
con la clase directora de la sociedad civil
que antes era prioritaria.
Dice: También la Prelatura se dirige con
todos sus recursos a trabajar para que las personas de cualquier
condición y estado de la sociedad civil, y principalmente
las que se llaman intelectuales, se adhieran con un corazón
íntegro a los preceptos de Cristo Señor, y para
que con ella, y también por la fuerza de la propia
santificación de cada trabajo profesional, lleguen,
en la práctica, en medio del mundo para que todas las
cosas se ordenen según la voluntad del Creador; y para
formar a hombres y mujeres para ejercer el apostolado igualmente
en la sociedad civil.
De otra parte hablar de labor con intelectuales, es una paradoja
y casi imposible, en una institución donde la única
concepción filosófica que se acepta es el tomismo
más tradicional, en la cual existe un Index, censura
de libros, prohibición de asistir a espectáculos
públicos y la formación está severamente
controlada, para que no entre el mundo moderno.
Por supuesto, que toda referencia al secreto ha desaparecido,
el nuevo Opus Dei ya no lo necesita porque su apostolado ahora
es jerárquico y no busca la penetración.
Consecuencias
Sin embargo, esta mutación de la obra de Escrivá,
no se ha hecho sin consecuencias. Se ha reducido a los laicos,
del estado de perfección por la
observancia de los consejos evangélicos, propio de
los Institutos Seculares, a la condición de cooperadores
que actúan por contrato sin
pertenecer propiamente a ella- con la prelatura y se ha clericalizado
a los numerarios.
De la misma manera, se perdió la novedad y la frescura
del mensaje cristiano que representó en su momento.
Al desdibujarse su perfil y diluirse, transformándose
en una estructura jerárquica eclesiástica más,
cuya finalidad y apostolado son tan genéricos que parecen
confundirse con lo que es la labor pastoral propia de la Iglesia.
A lo que hay que añadir que las circunstancias históricas
y el surgimiento en Occidente de una sociedad más abierta
y tolerante, no es el caldo de cultivo que favorezca el crecimiento
de fundamentalismos e integrismos religiosos como los que
representa el Opus Dei. En España pudo desarrollarse,
gracias al magma del nacionalcatolicismo surgido después
de la Guerra Civil.
Toda esto ha generado efectos muy serios para la propia organización,
que se reflejan en un estancamiento del crecimiento de la
organización y, paralelamente, el incremento de las
dimisiones, como se viene corroborando en esta página.
Pero una consecuencia más grave es que el verse obligados
particularmente los numerarios y agregados- a vivir
en la contradicción y la ambigüedad, por una institución
cada vez más cerrada, reglamentarista e intolerante,
afecta muchas veces a su salud física y síquica.
El nuevo Opus Dei está en crisis. La solución
jurídica definitiva que tanto buscaron, además
de quitarles identidad, los ha metido en mayores problemas.
Nunca como hoy es un camino a ninguna parte.
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