NECESIDAD
DE PROVOCAR UN CAMBIO
CRESPILLO, 30 de enero de 2005
Antes que nada voy a presentarme, soy supernumerario y, desde
hace unos meses, lector de vuestra web. Mi acercamiento e
incorporación a la Obra fueron motivados por el deseo
de vivir con intensidad el cristianismo y hacerlo desde mi
sitio en la sociedad, en mis circunstancias personales y sin
necesidad de hacer cosas raras. Durante los primeros años
andaba como deslumbrado por la doctrina del fundador y por
la cantidad de gente buena y valiosa que empecé a conocer.
Sin embargo ese estado de gracia duró poco tiempo y
enseguida comencé a percatarme de las contradicciones
que encierra la institución, así como de los
abusos que se perpetran contra las conciencias y la libertad
de sus miembros, especialmente de los numerarios y agregados.
Econtrándome en esta situación vine a dar, por
pura casualidad, con vuestra web y me convertí en un
lector asiduo de la misma.
Tengo que decir que el conocimiento de las historias que
aquí se cuentan, de las tragedias personales que encierran
y del daño que se viene haciendo a tanta gente desde
una institución de la Iglesia que se supone fue inspirada
por el mismo Dios, me tiene abrumado y ha hecho que me replantee
un montón de cosas relacionadas con mi pertenencia
a la misma. Es verdad que el espíritu que se plasma
en muchos escritos del fundador me resulta altamente atractivo
y que me parece que el mundo de hoy está necesitado
de instituciones que fomenten la vida cristiana dentro de
las estructuras altamente materializadas y deshumanizadas
de la sociedad que nos ha tocado vivir. Pero el conocimiento
de tantas cosas que, primero sospechaba y ahora veo confirmadas
y multiplicadas por mil a través de testimonios de
antiguos miembros de la Obra, procedentes de lugares tan distantes
del mundo, hace que me sea muy difícil continuar formando
parte de ella como si todo fuera tal y como me lo había
imaginado cuando la conocí.
Está claro que la denuncia de casos personales y experiencias
vividas desde dentro por personas que pertenecieron a la Obra
y que tuvieron que abandonarla por no encontrar en la misma
el espíritu que los llevó un día a entregar
su vida a ese proyecto o por los abusos de que fueron objeto,
tiene sumo interés y es necesario que continúe.
Pero al lado de esto a menudo me pregunto si no se podría
hacer algo más.
Lo cierto es que existe una gran cantidad de personas dentro
de la Obra que sufren en sus carnes las contradicciones y
el sinsentido de una institución que no les respeta,
que avasalla y ningunea a los discrepantes, cuando no los
expulsa sin ni siquiera oírles, y que se ha apartado
en gran medida de lo que fueron los principios que justificaron
su fundación, probablemente por incapacidad del mismo
fundador para llevarlos a la práctica y por la impronta
que su peculiar personalidad dejó impresa en el desarrollo
de la misma. Creo que toda esa gente se merecería que
los que nos damos cuenta de lo que realmente está pasando
hagamos algo por ellos, aunque muchos sean ahora incapaces
de reconocer la necesidad de una intervención para
remediar tanto despropósito. También los que
se fueron después de años de entrega con el
sentimiento de haber sido engañados y menospreciados
por la misma institución a la que dedicaron una parte
de su vida, creo que tendrían derecho a que se reconociera
su esfuerzo y se hiciera algo que de alguna forma sirviera
para desagraviarles y hacerles ver que en gran medida no estaban
equivocados cuando hacían planteamientos relativos
a la mala praxis del espíritu original de la Obra o
cuando denunciaban sus abusos.
Creo sinceramente que las posibilidades de forzar una reforma
desde dentro son nulas y que únicamente habría
alguna posibilidad si interviniera directamente la jerarquía
de la Iglesia después de haberle dado a conocer lo
que realmente está ocurriendo dentro de la institución
y cómo la misma se ha ido desviando progresivamente
de lo que fueron sus principios fundacionales.
No se cuál sería la mejor forma de acometer
esta tarea ni si lo que aquí planteo es viable o si
tendría algún efecto de llevarse a cabo, pero
verdaderamente creo que ha llegado el momento de pasar de
la mera denuncia pública a la acción, con objeto
de obligar a los que hacen cabeza en la Obra a reconsiderar
la situación y a enfrentarse seriamente con la problemática
tan profunda que esta institución encierra dentro de
sí.
En lo que se refiere a mi situación personal dentro
de la Obra creo que poco a poco se está convirtiendo
en insostenible. Está claro que sería expulsado
inmediata-mente si se descubriera mi identidad después
de ser publicada esta carta, pero lo que más me preocupa
es irme sin haber intentado hacer algo para que las cosas
cambien.
Quiero concluir dándoos las gracias por la posibilidad
de expresarme en vuestra web. Aprovecho la oportunidad para
saludar a algunos amigos que he hecho en los últimos
días gracias a la misma y especialmente a una persona
que desde que me puse en contacto con ella me ha ayudado muchísimo
a ver por mí mismo la oscura realidad que hoy en día
representa el Opus Dei.
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