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MI PRIMER UNIV, MI ÚLTIMO 19 DE MARZO

GUTTEMBERG, 27 de marzo de 2005

 

Mucho se ha escrito estos días acerca del 19 de marzo, y he de decir que por estas fechas hay otro evento importantísimo dentro del calendario Opus: El UNIV.

Traigo a colación este evento ya que hace 11 años marcó el devenir de mi existencia. El viernes 25 de marzo de 1994, dos días después del fallecimiento de D. Alvaro del Portillo, embarcamos rumbo a Roma desde una ciudad española. Ni que decir tiene que ese año fue algo especial por el motivo antes comentado. D. Alvaro estaba en todas partes, y seguramente fue uno de los argumentos más utilizados para que aquel año pitaran (pidieran la admisión) muchos universitarios.

Pues bien, en aquellos momentos yo no conocía nada del Opus, o mejor dicho, lo que conocía no era muy positivo, si bien, el trato con alguna persona de dentro era muy bueno. Allí llegaba yo sin tener ni idea de lo que posteriormente me iba a suceder. Entre meditaciones, lecturas, misas, charlas con mi acompañante (al que no conocía de nada, pero con el que aún conservo cierta amistad) fui conociendo el espíritu opus. Después fue el cura, luego el director de la convivencia, quienes fueron introduciéndose en mi cabeza, mi intimidad, mi vida. Eso durante los 10 días que duró la convivencia. Tres semanas después me vi sentado en una mesa con unas cuartillas y una pluma ante mí, pitando.

Y yo me pregunto en este momento, ¿cuántos chicos de San Rafael que además forman parte de la lista de San José 2005 se encuentran en estos momentos en Roma? ¿Cuántos de ellos habrán pitado ya? ¿Cuántos, en definitiva, van a cambiar su vida para una supuesta entrega a Dios que les va a dar la plena felicidad? ¿Cuántos universitarios, como lo era yo en aquel lejano 1994 pitarán para al fin de cuentas pasar por este Calvario que se llama Opus Dei?. Creo que todos aquellos que hayan ido a un UNIV sabrán de qué estoy hablando. La presión a la que se somete a los chicos en esta convivencia es impresionante. Como diría aquél "se me pone la gallina de piel" sólo de recordarlo.

Aunque también tengo que señalar que no es la única convivencia de Semana Santa en la que se lleva a cabo un atroz proselitismo. No nos olvidemos de Fátima y Torreciudad. Pero esta es otra historia que deberá ser contada en otro momento.

Pues bien, y volviendo a Roma, aquél fue mi primer UNIV, aquél que cambió radicalmente mi vida. Ese UNIV hizo que también viviera mi último 19 de marzo dentro. Lo recordaba este sábado junto a mi novia (asidua lectora de nuestra web). Recuerdo que mi último 19 de marzo fue lunes. En aquel momento ya residía en Madrid, pero pasaba por el centro del que dependía en otra ciudad todos los fines de semana. Ese fin de semana también estuve allí pese a la oposición de parte del consejo local del centro, que me quiso persuadir de ello diciéndome que iba a resultar una situación muy violenta, ya que mi salida del Opus era cosa hecha desde hacía semanas, si no meses, como ya tuve ocasión de contar en otro de mis escritos. Pues bien, como ya he dicho, por allí aparecí como si nada y continué haciendo vida normal (si a ese tipo de vida se le puede denominar normal). El domingo 18 era día de retiro mensual con la consabida charla sobre vocación y todo eso. Ni que decir tiene que no hice tal retiro mensual, y aproveché la mañana para hacer deporte ante el asombro de propios y extraños. Por la tarde, tras la comida y bendición me despedí de la gente y me fui camino de Madrid, ya que al día siguiente, 19 de marzo trabajaba. Por el camino fui pensando en los 7 años que había pasado dentro, y que me quedaban menos de 36 horas para dejar de ser jurídicamente miembro del opus, ya que de facto ya había dejado de ser hacía varias semanas.

Esa noche me dormí pensando en la gente que celebraría las misas de medianoche que al salir de ellas se acercarían al director de turno para renovar su entrega hasta el siguiente año, bien por devoción, bien por obligación. El día 19 me levanté como un día cualquiera, y fui a mi lugar de trabajo, no sin antes ir a misa, cosa que aún hago siempre que puedo. Gracias a Dios pude centrarme y cumplir sin problemas con mis obligaciones. No obstante, se me pasó por la cabeza llamar al director del que hasta ese día aún era mi centro y decirle que había renovado, más que nada por jorobar un poco, aunque la desestimé, ya que por teléfono no iba a ver la cara que se le iba a quedar cuando le dijera que iba de coña. Así llegó el final del día. Tardé en dormirme, no lo hice hasta pasadas las doce de la noche. En ese momento me encontraba en la cama, con los ojos abiertos, mirando al techo, oyendo roncar a mi primo, con el que compartía habitación en su casa, y la cabeza apoyada en las manos entrecruzadas. Cuando oí las doce campanadas en el reloj de la sala de estar de la casa, me dije para mí: "Al fín esto se ha acabado, gracias a Dios". Tal vez esa haya sido la noche que mejor he dormido de mi vida. Sólo faltaron las uvas y los petardos. Empezaba mi nueva vida, se acabó por fín una pesadilla que había durado algo menos de siete años (6 años, 10 meses y 25 días para ser más exactos).

Ahora han pasado ya cuatro años desde aquello y soy feliz. He rehecho mi vida desde 0, tengo un trabajo estable, gran cantidad de amigos, una novia estupenda, y espero en unos años tener una familia de las de verdad, sin nada etéreo ni lazos extraños que a veces no unían, ahogaban.

Y todo empezó en un autobús, un 25 de marzo de 1994 camino de Roma, en un UNIV.

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