MI
"MALA PRENSA"
Enviado por Tita el 30 de noviembre de
2003
No sabéis hasta qué punto me siento aliviada
al leer vuestras historias. Dejé la Obra hace algún
tiempo, después de ser numeraria veinticuatro años.
Os escribo desde fuera de España.
Tengo que reconocer que durante el tiempo en que fui de Casa
di mucho la lata y planteé en cada momento todo lo
que vi oportuno. La verdad es que doy un premio a la paciencia
a muchas de las que me escucharon. De ahí derivó
mi "mala prensa" y el que fuera mirada siempre bajo
sospecha, como persona complicada, conflictiva y proclive
al mal espíritu dentro de la Obra, lo que desde luego
no es una ayuda a la autostima.
Para paliar en parte mi rebeldía e independencia de
criterios se me invitó a buscar ayuda médica,
hecho que por lo que parece llegó a ser una constante.
Gracias a Dios nunca fue un tratamiento de antidepresivos
fuerte, pero sí conviví con muchas numerarias
que lo tuvieron y de más calado que el mío.
También, cómo no, expuse que me parecía
extraordinario que de diez que vivíamos en un centro
en ocasiones hasta siete de ellas estuvieran medicadas. Se
me contestaba que así era la sociedad del momento y
que nosotras no éramos una excepción. En fin
Es el caso que pensé irme muchas veces, prácticamente
desde el principio pero siempre conté que tenía
una llamada divina y que podía ser útil dentro
diciendo todo lo que veía y tratando de que las cosas
cambiaran. Como véis era una idealista magnífica.
Las cosas cambiaron muy poco y yo sufrí mucho con tanta
reivindicación, y me encontré nada comprendida
y muy sola.
Al fin, casi cerca de cumplir los cuarenta, decidieron que
mi personalidad había "cristalizado" de un
modo poco compatible con la vocación de numeraria,
en cuanto que mantenía una libertad y una independencia
muy sospechosas. De común acuerdo al fin coincidió
mi interés por dejar la lucha y el de las directoras
por darme finalmente la libertad.
Prefiero no contaros, para no alargarme más, la de
trabas que durante ese tiempo se pudieron a mi labor profesional,
a pesar de que teóricamente las directoras parecían
interesadas en que llegáramos a puestos de responsabilidad
profesionales. El caso es que mi vida de profesora universitaria
era todo menos fácil. Queda para otra vez detallar
el caso.
El caso es que después de mi marcha conocí
a un chico magnífico y nos casamos. Demasiado tarde
para tener hijos y bien que lo siento, pero se lo ofrezco
a Dios como parte del "holocausto" de mi vida, en
la que por cierto también hubo muchos buenos momentos.
En algo me distingo de vosotros. Sigo dando la matraca. Es
decir, cada varios meses me paso "de visita" por
el centro en el que viví diez cursos, sólo de
pasillo, para que vean que sigo existiendo, que no he cortado
mi relación con Dios -como se temía-, que tengo
un marido estupendo y mucho equilibrio psíquico. De
ese modo quiero testimoniar con mi vida que las amenazas de
infelicidad que suelen vincularse a la infidelidad, y se notan
solapadamente cuando eres de la Obra, no se cumplen. Y, de
paso, dar ánimos con mi presencia las que les falte
el valor de irse, porque hace falta mucho valor para aprender
a vivir a los cuarenta tacos.
Doy gracias a Dios de que mi trabajo fuera ajeno a la Obra,
y que aunque me fui con 0 pesetas -como todos- al menos tenía
un sueldo que me llegaba cada fin de mes, pues estoy en contacto
con gente que lo ha dejado después de mucho tiempo
dedicadas como numerarias a tareas internas o a la administración
y están pasando por situaciones muy difíciles
en lo económico -y en otras cosas- a las que procuro
ayudar.
Arriba
Volver a Tus escritos
Ir a la página
principal
|