MI
EXPERIENCIA
LEO BOIG, 17 de abril de 2005
El sábado en que murió el Papa, hacia las once
de la noche, entre en Internet para buscar diversas cosas
de mi trabajo. Para distraerme un poco, entre en la página
web del Vaticano a ver que decía y después se
me ocurrió buscar la pagina web del Opus Dei a ver
si había reaccionado tan rápido como el Vaticano.
Al buscarla, encontré vuestra página. No me
creía demasiado lo que estaba viendo. Una pagina que
por el eslogan me parecía inicialmente panfletaria
sin embargo estaba llena de cosas interesantes. Mucha información
y especialmente los testimonios de diferentes tipos, con diferentes
experiencias, con diferentes enfoques. De seguida note que
valía la pena y estuve hasta las 4 de la mañana
leyendo y saltando de un sitio a otro.
Yo también me hice o me hicieron (no lo se bien) del
Opus Dei (incluso tantos años después siempre
digo de forma completa Opus Dei supongo por el recuerdo del
dolor que me producían los que hablaban del Opus.
Entre Opus y Opus Dei hay un infinito en la forma como siento,
aun hoy día, esas palabras).
Mi historia será, supongo, muy parecida a la de tantos
de vosotros con, evidentemente, todas la peculiaridades y
características que una experiencia tan personal, tan
íntima y tan profunda pueda tener.
Corrían los años 70 y yo estudiaba primaria
y no pensaba continuar estudiado después. En el último
curso, una profesora nos habló de la excelencia de
un colegio y la oportunidad que significaba entrar en el...
Fuimos un grupo de amigos a hacer el examen de admisión.
A mi, el examen me fue bastante mal y recuerdo con una claridad
pasmosa la frustración y la tristeza que tenia mientras
esperaba el tren de vuelta a mi casa. Pero al cabo de unos
días, recibimos, todos los amigos, una carta diciendo
que nos habían admitido. La alegría fue tremenda
al leer la carta: había aprovechado esa gran oportunidad
y podría entrar a estudiar por la tarde en un colegio
tan prestigioso.
Aquel colegio era y es una obra corporativa. Estudiaba por
la tarde y por la mañana trabajaba en una pequeña
fábrica (era obligado para estudiar por la tarde).
Eramos gente muy humilde, el gran colegio nos
daba una beca y teníamos que aprovecharla.
Los que estudiaban por la mañana sí eran gente
de posibilidades, pero nosotros que estudiábamos
para presentarnos por libres a la prueba del Graduado Escolar
nunca habríamos podido soñar formar parte de
aquella institución. Nos mezclábamos gente de
edades muy diferentes en la misma clase, todos trabajábamos
y todos contemplábamos aquello como una gran oportunidad.
Fue un año muy interesante para mi.
En el mismo colegio había una zona de centro
de actividades (perdonar mi falta de precisión
en la nomenclatura y en el conocimiento de estructuras, normativa,
etc, siempre he sido un despistado en todo eso y para mi lo
visible de la Obra eran las personas, el apostolado, las actividades,
etc y nunca tuve interés en saber como funcionaba la
Obra, me parecía un funcionamiento natural).
Al centro acudían agregados. Era un centro de agregados
con un numerario muy joven de director. Yo, permitirme continuar
con disgresiones y reflexiones, siempre me extrañó
que los numerarios jóvenes dirigieran los centros y
ahora me parece, en la distancia, una de las causas principales
de algunos de los problemas que a mi me toco vivir. Nuestro
centro tuvo una ebullición de vocaciones en una época
de unos pocos años y, yo diría, que mas de la
mitad abandonamos la Obra. Fue una auténtica sangría
de vocaciones y insisto que, en parte, la achaco (aunque os
remarco que yo no me enteraba demasiado y que
mi experiencia es muy limitada: vaya por delante que solo
estuve 3 años en la Obra y la mayoría del tiempo
me lo pase luchando contra mi falta de fe y mi incapacidad
para seguir el camino marcado para mi) a una dirección
inexperta y bastante dogmática. Se que he conocido
personas mayores en el Opus Dei muy cerradas, dogmáticas
y casi diría que caprichosas, pero al menos, en mi
experiencia personal, me he topado más con los numerarios
jóvenes, inexpertos que pensaban que se comerían
el mundo y que anteponían el proselitismo y la corrección
a la felicidad personal, la comprensión, el cariño,
etc.
Ahora sé que el director tuvo muy claro que yo entraría
en la Obra en aquel primer año. A mi me entró
el miedo y durante todo el verano no aparecí por el
centro. El director era una persona avasallante, en algunos
momentos de forma brutal y yo huí cuando la oportunidad
se me presentó (en aquella época yo no tenia
teléfono en casa y el centro estaba en otra ciudad
y además supongo que trabajo no le faltaba). Pero tuvo
que empezar el primer curso de bachillerato y entonces el
encuentro fue inevitable. El estaba dolido. Yo había
progresado mucho y lo había tirado todo por la borda.
Yo prometí portarme bien y en ese momento supe que
no había salida delante estaba la Obra
y especialmente la consideración de tanta gente mayor
inteligente y buena para con un niño que nunca pensó
en ser nada, un niño con una familia que significaba
poco para el, un niño con un padre alcohólico,
un niño que había pensado mucho y había
rezado, a su manera, bastante antes de encontrar el Opus Dei.
No había color, tan solo el miedo me impedía
avanzar con ilusión y felicidad.
Hay gente que no entiende que algunos actuemos por miedo,
que cedamos a la coacción, que no actuemos en absoluta
conciencia y buscando el bien absoluto contra viento y marea.
Yo felicito a los héroes que actúan así,
pero somos muchos los que no podemos o no sabemos. Tal vez
nos falte la complitud y la autoestima necesarios, no lo se.
Lo que sí se es que la mujeres y los niños maltratados
que no consiguen liberarse me entenderán. Yo nunca
he sido valiente, nunca he sido un héroe generoso que
busca incansablemente el bien. Mas bien he sido un junco que
se ha inclinado obedientemente al viento imparable. No aspiro
a que tengáis una buena opinión de mi; no os
preocupéis yo no la tengo. No estoy prendado de la
persona que soy y no voy a defender una postura u otra. Creo
que ni siquiera tengo muchas ganas de defender demasiado tesis
sobre el Opus Dei. No quiero más luchas dialécticas
internas y externas: demasiado sufrí con la lucha con
mi fe (comulgando diariamente y luchando para creer en Dios,
¿qué os parece?. Estando de retiro y leyendo
ávidamente para intentar demostrar claramente la existencia
de Dios, pero disimulado como si hiciese inopinadas
consultas, aquel famoso libro titulado Teología
y Sensatez. ¡Que angustia!, ¡que nauseas!,
¡que mareo!, que falta de paz interior, que imposibilidad
de explicar lo que me pasaba sin parecer un marciano ...).
¡Basta de luchas intelectuales!. Dejadme hablar, escucharme,
imaginaros que no vais contra nada ni contra nadie durante
un rato. Que no odiáis a nadie, que tan solo escucháis,
que miráis con paz y tranquilidad. Que aunque os parezca
bien o mal lo que digo, tan solo escucháis y incluso
estáis dispuestos a hacer un gesto discreto y amable
de comprensión. Sí, había demasiada ideas,
demasiada tesis, demasiados dogmas, demasiado
pocas cosas para inventar, para crear.
La gente de fuera de la Obra también me
hizo sufrir mucho. Cuanto incomprensión
no solo a la Obra sino a nosotros, a los amigos que compartíamos
clase, juegos. Siento en el corazón muy dolorosamente
la burla, la risa. No he perdonado, seguramente no perdonaré.
Por eso no puedo decir Opus. Porque esa palabra
me atravesaba el corazón y me dolía. Podían
no estar de acuerdo con la Obra, eso lo entendía, pero
yo era su compañero, su amigo. El infierno de esos
años no fue poco: yo no fui feliz en el Opus Dei.
Tan solo rozaba la felicidad en las convivencias de verano.
Quince días alejados de la lucha diaria, alejado de
mi casa. Quince días en que pensaba que aquello si
podía ser, que Dios me había escogido. Quince
días que se diluían como azúcar en agua
cuando volvía a las trincheras del día a día.
Amar al mundo apasionadamente, leí y releí
esa homilía, pero el mundo y yo no hemos sido buenos
amigos. Yo no servia para hacer proselitismo cuando resulta
que mi interior era un caos, ni tan solo para hacer apostolado.
Creo que nunca los hice. Nunca he estado convencido.
Adelantándome un poco a la historia, para que situéis
mi discurso diré que ahora me podría
definir como un escéptico con cariño por la
religiones. Guardo un cierto cariño por la figura de
Jesucristo y por la tradición cristiana, guardo simpatía
por los movimientos místicos. Creo que la religión
juega un papel importante en la sociedades y que es mucho
mas que una invención práctica;
pero no rezo, no hablo a un Dios excluyente, vengativo, inmisericordie,
que en su infinita locura creó la perversión
de las perversiones: el infierno. Un Dios que hace trampas
(Dios y Jesucristo a la vez) y nos crea a todos tarados
por el pecado original. No, ese no es mi Dios. No se cual
será mi Dios y no estoy seguro de nada, no estoy seguro
de mi pensamiento y es posible que exista el infierno y ese
Dios, que para mi es un salvaje, me condene y me haga pasar
de una existencia terrena desgraciada a la condenación
eterna: no me extraña que los budistas aspiren a la
disolución eterna en la nada. No soporto al Dios en
que me hicieron creer, un Dios de negación, de falsedad
y no me vale el intento publicitario de Dios que es Jesucristo.
No señor, no se puede ser tramposo hasta ese extremo.
Dios metió la pata en la creación, se paso de
la raya con el castigo a Adán y Eva. ¿Vosotros
pensáis que si Adán y Eva hubiesen sido plenamente
conscientes de lo que hacían lo habrían hecho?.
¡Por favor!, incluso en el supuesto que hubiesen sido
malos no habrían sido tan estúpidos
de cambiar a Dios, el todopoderoso Dios, ¿por qué?.
Seréis como dioses le dice la serpiente. ¿Podían
Adán y Eva entender eso?. ¿Cómo podían
querer desobedecer a Dios?. Incluso la preposición
Nosotros desobedecemos a Dios es absurda. Una
persona que dice eso es porque no tiene una manifestación
clara de lo que es Dios y de los problemas que eso le puede
acarrear. ¿Realmente puede un ser humano escoger el
infierno a Dios con plena conciencia, con tanta conciencia
como para condenarse?. El mito de Adán y Eva dice muy
poco a favor de Dios. Perdonarme esta retahíla de pensamiento,
pero no he podido evitarla. Quiero que sepáis que siento
y que pienso.
Me he ido decantando hacia un materialismo evolucionista
no se si para justificarme, no se si como un anhelo de saber
la verdad. Os resumo muy brevemente mi idea de la vida. El
universo empezó hace unos 15.000 millones de años
no se sabe como ni porqué. No estoy demasiado seguro
de lo que creo, es cierto, pero es una seguridad al menos
tan buena como la de cuando me devanaba los sesos intentando
mostrar la existencia de Dios por la sola luz de la
razón, la racionalidad según
San Pablo del mensaje cristiano, etc. No penséis que
era, ni soy unos de esos fríos cerebros que todo lo
analizan, clasifican, ... Soy una persona de angustia, de
vivir con dificultad las emociones, la sensibilidad, supongo
por que en algunos casos soy demasiado sensible. Cuando pienso
por qué se fijaron en mi para que mi hiciese del Opus
Dei (encuentro y siempre he encontrado horrible la palabra
pitar, me parecía una trivialización
de una experiencia tan honda, tan trascendental, tan angustiosa
aunque fuese seguida de alegría, un alumbramiento a
la vocación que como todo alumbramiento llevaba alegría
y dolor) no encuentro demasiadas explicaciones: no tengo buena
cabeza, tampoco demasiado buen corazón
y os aseguro que tampoco me acompaña la pinta.
Bien a lo que iba, no nos creo Dios, no tenemos ningún
fin, existimos como una pequeña fluctuación
evolutiva en un enorme y viejo universo. Surgimos y vivimos
bajo la ley de la selección natural. El
pensamiento abstracto se rebeló como de una enorme
eficacia evolutiva y abrió una brecha increíble
en el azar llegando a producir los seres humanos dotados del
arma más poderosa y destructiva: la cultura. A lo largo
de miles de años, los homínidos dotados de unas
reglas claras y muy predeterminado comportamiento, se fueron
convirtiendo en criaturas que aprendían, de criaturas
dotadas de gran plasticidad, capaces de entender su entorno
y entenderse ellas mismas. Criaturas que desarrollaron un
comportamiento altruista que se reveló como selectivamente
muy eficiente: un grupo de criaturas que compartían
la cultura, que se ayudaban altruistamente parecía
inicialmente débil, pero al final se rebeló
como una maquinaria potentísima para sobrevivir. Y
en nuestro comportamiento innato y cultural se fijo el altruismo
y la búsqueda de explicaciones. Y, por ejemplo, los
machos dominantes ya no eran lo máximo,
el fundamento de su comportamiento, de su estructura social.
Se buscaron explicaciones satisfactorias, tranquilizantes
y los elementos naturales más poderosos junto con algunos
elementos abstractos extrapolados de los conceptos básicos
del clan dieron lugar a creencias que se han ido elaborando
durante miles de años, refinándose hasta dar
lugar a teologías tan sutiles como la cristiana. Esa
es la gran historia para mi, sin Dios, sin enviados de Dios,
sin magia.
Hay muchas cosas que se me han iluminado al pensar de esa
manera: el pecado original como mito que enmascara la autentica
naturaleza humana. No tenemos ningún pecado original
somos así. El león que destrona
al macho dominador del clan en muchas ocasiones mata a los
cachorros que nacieron del otro león. ¿Es malo?.
No, solo elimina una estirpe genética ajena a la suya
y rompe la contracepción natural de las leonas que
amamantan para poder tener el, descendientes. La madre
pulpo pone los huevos y los vigila sin comer
nada durante los meses necesarios hasta la eclosión.
Al final siempre muere. ¿Es una madre abnegada?. No,
simplemente lucha para transmitir un patrimonio
genético que es al fin lo importante. ¿Por qué
pensáis que el deseo sexual es tan fuerte?, ¿por
el pecado original?, no, porque de esa manera conseguimos
reproducirnos de forma imparable. ¿Porqué es
tan difícil la fidelidad en los hombres?, ¿por
el pecado original?, no, porque es una manera muy eficiente
de escampar nuestros genes. Bien no quiero enrollarme mas,
tan solo quería situar mi pensamiento para que veáis
de donde vienen mis reflexiones.
Retomando el hilo de mi historia. Tenemos a un chaval de
15 años en un ambiente muy atractivo para el y presionado
por un director impulsivo y poco comprensivo. El resultado
seguramente estaba cantado dada mi incapacidad de maniobra
y la falta de alternativas para ser feliz.
Cuando debía tener 16 años, se produjo un acontecimiento
bastante importante: ese director se marcho a otro país.
La Obra lo trasladó a otro país. Para mi fue
una buena noticia, pero la persona que pasó a ser mi
director espiritual volvió a ser un numerario de unos
23 o 24 años. La cosa funcionó mejor. No era
tan impulsivo, tan salvaje y yo me sentía
mucho mejor. Habíamos hablado de vocación en
algunas ocasiones, pero yo no creo que el supiese cual era
mi estado mental (o espiritual si queréis llamarlo
así). La obcecación por el proselitismo no les
hacen contemplar los aspectos contrarios, aunque en un adolescente,
bastante inocente, como era yo supongo que se
puede prever y pensar que ya se ira moldeando todo.
Lo cierto es que sin estar muy preparado, el director del
colegio, durante una clase de ingles, me llamó y me
dijo que había llegado la hora de escribir la carta
al Padre: yo estaba aterrorizado. Me habló un poco
sin darme grandes explicaciones y me llevo a un despacho,
me dio alguna indicaciones de lo que tenia que poner en la
carta y me acuerdo muy bien de oír por primera vez
la palabra agregado y también me acuerdo de la recomendación
de que no dijese nada en mi casa y que fuera discreto. No
nos amagábamos, pero tampoco íbamos por ahí
diciendo que éramos del Opus Dei. Bien, ya esta.
Yo volví a la clase de ingles (aun no había
terminado) y me sentía entre feliz y angustiado. Algo
se acababa de crear y algo se acababa de romper. No se si
el día siguiente o el otro era 8 de diciembre (día
de la Inmaculada) y tuve una larga charla con mi director
espiritual. El estaba muy contento, ya sabéis un alma
que se lleva a la Obra enraíza más la fidelidad.
Me pregunto cómo me sentía, si estaba feliz
y yo le respondí que me sentía como si me hubiese
casado: esa comparación le gustó. Yo creo que
estaba bastante contento también: ser presentado y
admitido entre hombres y jóvenes que me parecían
inteligentes, virtuosos, amables y que sustituirían
a my desastrosa familia. Tenia miedo, pero también
había motivos de alegría. Además os puedo
asegurar que yo empece a intentar mejorar mi vida interior
antes y después de la admisión. No he sido un
gran místico, pero creo que me esforzaba. Ahora veo
las grietas de aquella situación, pero
os aseguro que no lo vivía con hipocresía, ni
con desapego, ni con frialdad. Tenia miedo, pero al mismo
tiempo pensaba que aquello podía ser posible. Que tal
vez Dios, entre las espesas tinieblas de mi mente me había
llamado. ¿Por qué no?.
Viví unos meses en que la cosa iba bastante bien.
Tal vez llegó a un año, no me acuerdo bien.
Pero la cosa se dobló por un punto que nunca me hubiese
esperado. Yo era un joven de una pureza mental
extrema, seguramente llevaba un desarrollo tardío.
Y lo que no había sido nunca una sombra de dificultad,
salió a flote con una energía inusitada: malos
pensamientos, miradas y al final la tremenda
caída que me estremeció: masturbación.
Aun hoy con 45 años me cuesta pronunciar esta palabra.
Me cuesta escribirla. Para mi fue una enorme desgracia: el
joven puro se convirtió en un viejo repugnante. El
director no supo interpretar lo que pasaba. No estaba preparado,
no tenia la madurez necesaria, la capacidad, empatía
y hasta el cariño necesario. El resultado fue que la
cosa empeoró y yo empecé a sentirme muy mal:
de aquellas confesiones casi podríamos decir alegres
pase a unas confesiones martirizantes. Que dificultad tan
grande explicar al director y al confesor.
No se por qué me cambiaron al director. El numerario
joven fue sustituido por un agregado mucho mas mayor. Fue
un cambio estupendo, pero supongo que yo me había hundido
bastante. Todos sabemos que hay personas bondadosas, amables,
honradas, que buscan de verdad el bien de los demás;
pues bien él era una de esas personas. Muchas gracias
José María por haber pasado por mi vida, por
haberme hecho compañía, por haber estado tantas
veces conmigo en esos momentos tan negros. Muchas gracias
por haberme ido a buscar para hablar a mi casa con tu viejo
seiscientos, muchas gracias por haber perdido
aquellas tardes de los domingos hablando conmigo sin ir al
centro. Muchas gracia por tu comprensión. Muchas gracia
por reírte de manera tan contagiosa. Muchas gracias
por ser un niño. Gracias José María.
De todos los recuerdos que tengo de ti, explicaré uno
que es rebelador. Tu nunca leerás esto porque aparte
de bueno eres muy obediente y haces lo que te dicen, pero
tal vez te acordaras.
Te acuerdas como te hablaba de mi preocupación por
la sexualidad, por saber mas de la sexualidad, por saber mas
sobre la homosexualidad, por ejemplo. Yo preguntaba y leía
como si fuese un interés teórico
y tu me decías que notabas alguna cosa que me preocupaba.
Y recordaras que un día te llamé y te dije que
no era capaz de explicarte una cosa, pero que había
escrito una carta. Tu me escuchaste con aquella intensidad
que tanto me maravillaba. Escuchaste atentamente mi confesión
de la gran preocupación que tenia porque pensaba que
era homosexual. Cuando acabé en lugar de estar preocupado
o de sermonearme, de explicarme muchas cosas, me miraste con
cariño sonriendo y sin hablar demasiado me dijiste
que haríamos dos cosas: romper la carta e ir a la capilla
a dar gracias a Dios. Que bien que me sentí, estaba
nuevo, feliz y tu tanto como yo: compartías realmente
mi alegría de verdad (no porque entendías o
habías solucionado un problema) estabas alegre porqué
yo estaba alegre y me había liberado de un gran peso.
El problema paso al 10%. Nunca ha desaparecido del todo y
siempre queda ese remanente pero el 90 % desapareció
en 1 hora y todo gracias a ti.
Pero con tu gran comprensión no conseguías
incorporarme a la vida de la Obra a la vida interior y supongo
que te dijeron que la cosa no podía seguir así
y un día me dijiste que ya no serias mi director espiritual.
Y me pusieron un peso pesado. Era un agregado mayor. También
me dedicó tiempo, también vino a buscarme muchos
domingos, también habló mucho conmigo, pero
nunca le pude tener la confianza que te tuve a ti, José
María. Hablamos de muchas cosas, durante muchas horas,
pero todo fue inútil.
Para rematar y no cansaros mas con esta larga explicación,
explicaré cómo me echaron, aunque
esta palabra tal vez no es la indicada.
Yo ya estaba en la Universidad y estudiaba primero. La sexualidad
seguía incontrolada. Una día cogí
una dirección de un diario y dinero y me predispuse
a tener mi primera experiencia sexual con una mujer (pagando).
Cogí el tren decidido y cuando había recorrido
poco espacio sentí un golpe (yo iba en el primer vagón
en la primera fila cercana al maquinista: una muchacha se
había lanzado a la vía y había sido arrollada
por el tren. Paramos y bajamos. A mi me pareció un
mensaje de Dios. Aquella muchacha se había lanzado
para impedir que yo cometiese una locura. Volvimos caminando
al pueblo, cogí otro tren y me fui al centro y me puse
a trabajar en mi encargo. Durante más o menos 1 hora
estuve trabajando sin que apareciese nadie y entonces lo que
parecía un tema cerrado se volvió a abrir. Volví
a coger un tren, fui a la ciudad y fui a la dirección.
Unas dos horas después estaba en mi cama (sobre las
ocho de la noche) llorando desconsolado. Recuerdo como mi
madre me pregunto que me pasaba y yo le dije que no me encontraba
muy bien, pero que no era nada. Algo terrible se había
roto. Yo intenté ver a aquella muchacha atractiva,
amable e inteligente, pero no tenia dinero y ella intuyo que
no era bueno aprovecharse de un joven desesperado.
Fue muy honrada. Gracias también le doy. Yo creí
estar enamorado de ella. Supongo que no, pero su recuerdo
no se me ha borrado nunca.
Cuando al final se lo expliqué a mi director espiritual
cuando me vino a buscar a casa, yo pensé que no era
capaz de continuar en la obra, pero no me imaginaba que un
día después el director de centro (esta vez
un numerario de mucha experiencia) y mi director espiritual
me reunieron. El director de centro me dijo que había
unas señales claras que no era mi camino aquel y que
por tanto no podía seguir en la obra. Aquello que había
estado tanto tiempo deseando oírlo fue como un jarro
de agua fría. De repente me quedaba solo, solo con
mi triste familia. Me dijeron que no me preocupara que ellos
estarían conmigo para que no me sintiese solo y me
ayudarían. Realmente así fue, aunque a la larga
aquello de tener una relación (querían hacerme
cooperador) mas distante tampoco funcionó.
Aquella noche recuerdo que hable con mi madre de una manera
distinta. También tenia miedo, un miedo muy parecido
a 3 años atrás cuando me hice de la Obra.
Aquella relación se fue enfriando hasta el despido
final. Mientras asistía a los medios de
formación de la Obra también me hice de un grupo
de revisión de vida de mi ciudad: aquello
tampoco agrado. También hice catequesis para la confirmación
en una parroquia humilde; pero no lo hice bien. No sabia muy
bien lo que enseñaba y mi fe empezaba a tambalearse
y al año siguiente renuncié porque no me sentía
capaz.
Mientras estudiaba tercero, cuarto y quinto de la universidad
estuve trabajando en el mismo colegio. Un agregado me llamó
para que le ayudara y yo empece a trabajar encantado. Las
cosas no me fueron muy bien en la universidad esos cursos,
pero yo tenia un medio-trabajo (aunque fuese sin seguro).
Un día un numerario (no recuerdo que cargo tenia en
el colegio) me llamó para tener una larga charla. Me
dijo, creo recordar (espero no traicionar por justicia lo
que recuerdo), que el Opus Dei no tenia ninguna obligación
de ofrecerme un trabajo, que no había plazas disponibles
de mi carrera, que tal vez debía explorar otros sitios
y lo que sí recuerdo de forma clarísima fue
la última objeción: que se debería pedir
un permiso especial para que yo pudiese trabajar en una obra
corporativa dada mi anterior vinculación a la Obra.
Sí, yo me hubiese quedado en aquel colegio si me hubiesen
abierto un resquicio y aquel hombre, aunque me hizo sentirme
muy dolorido, estaba cargado de razón: aquel no era
mi sitio. Escuche todo con mucha tranquilidad (aparentemente)
al día siguiente empece a enviar curriculums. Y pensaba,
como todos habréis pensado: durante 3 años he
estado aquí y no se ha necesitado un permiso y ahora
que he acabado la carrera y quería enseñar,
ahora me ponen pegas. A los otros profesores no les dije nada
y, en silencio, marché a una oferta de trabajo que
me obligo a cambiar de población. Ya estaba solo. El
Opus Dei y yo habíamos roto. Dentro dejaba a muy buenas
personas a otras (unas cuantas, que no la mayoria) que no
quería volver a ver nunca más. Fuera estaba
la soledad, la renuncia al camino divino, el volver a ser
uno entre muchos.
Después de eso he tenido algún contacto esporádico,
tan solo a través de un agregado que fue compañero
mío y que ha intentado en un par de ocasiones recuperarme.
También ha habido alguna postal de verano (tal vez
un par). Pero nada mas.
Al final llegaría el momento del balance y la reflexión
de decir lo bueno y lo malo. De poner el dedo sobre algunos
problemas, etc. Pero no es el momento.
Si decir que no se cual ha sido la influencia del Opus Dei
en mi vida, nunca, creo, seré capaz de poder evaluar
su influencia. También decir que en el momento actual
no soy una persona feliz (no creo que nunca lo sea). Y no
creo que el Opus Dei tenga una gran responsabilidad en ello,
aunque insisto que no lo sé. De pensar que me conocía
profundamente y que sabia lo que quería he pasado en
los últimos, digamos 7 u 8 años, a sentirme
perdido, desorientado. A no saber quien soy, a no saber que
papel tengo que jugar en mi vida y en la de los demás.
Al final hace unos 3 años tuve que acudir a la psiquiatría
y hace un par de meses que tomo antidepresivos porque mi situación
se iba deteriorando. Tomo una dosis muy pequeña y parece
que he vuelto a coger cierto tono, aunque aun estoy muy lejos
de la normalidad. Todo este difícil camino
me ha llevado a intentar comprender mejor los enfermos
mentales, los que tienen problemas psíquicos
y especialmente a los fronterizos con la normalidad.
A esos que no tenemos un diagnostico claro y contundente,
pero que padecemos la dificultad mental y el rechazo
de la gente (la enfermedad mental siempre ha sido
mal entendida), que somos normales y no los somos.
Y como la gente entiende tan poco nuestros problemas intentamos
pasar desapercibidos. De todas maneras si alguno-a me quiere
dar caña que no se preocupe: escribo para
encontrarme en los demas. Como dice la psiquiatra que me atiende,
mi vida en muchas ocasiones es un monologo con apariencia
de dialogo, pero en realidad sustituyo el discurso de los
demás por un discurso propio en que el otro
tiene poca cabida.
No me enrollo mas, tal vez haya oportunidad de hablar
de muchas cosas o tal vez no. Se como fuere, os puedo decir
que he aprendido mucho de vosotros en los pocos días
en que os he ido siguiendo.
Un abrazo.
Leo Boig.
PS: perdonad la redacción y las faltas de ortografía,
pero he preferido no repasar ni repensar.
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