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sobre supernumerarias
Enviado por atp el 30 de noviembre de 2003
He leido el testimonio de
Brisa dónde apunta unas pinceladas acerca del
mundo de las supernumerarias. En líneas generales,
estoy de acuerdo, pero me gustaría profundizar un poco
más.
Ante todo puntualizar que en numerosa ocasiones, he tenido
la impresión de que los ex numerarios habláis
de los supernumerarios con marcada condescendencia. Cómo
si hiciésemos lo que nos da la gana, sin sujeción
alguna, como "por libre".
Sin duda que no estamos sujetos a las exigencias de la vida
de familia en un centro y exentos del control que esto supone
pero tampoco es un camino de rosas. Al contrario, la inteferencia
e ingerencia continua de sacerdotes y directoras es si cabe
mayor y más aberrante.
Me refiero a las supernumerarias, no a los supernumerarios
varones.
Nosotras tenemos que soportar "si nos tomamos la vocación
en serio", como muchas hicimos, un constante interrogatorio
acerca de nuestra vida sexual e incluso la determinación
inapelable de cuántos hijos tenemos que tener. Así,
yo he visto chicas o mujeres amargadas, con una concepción
victoriana de la sexualidad, asfixiando sus legítimas
aspiraciones personales o profesionales en aras de una entrega
agotadora y sumisa hasta extremos comparables a las numerarias
auxiliares, a un proyecto de familia, fundamentalmente anacrónico
y machista.
Mujeres que lloran desconsoladas cada vez que se enteran,
hasta la extenuación, de que están nuevamente
embarazadas. ¿Es ésta una forma positiva e ilusionada
de vivir la maternidad, o más bien un concepto trasnochado
de la misma, más propio del proletariado de la Revolución
Indusstrial o sociedades deprimidas del tercer mundo?.
Me gustaría que algún médico de la Obra
me contestara si es aconsejable que una mujer llegue a perder
la salud, física o psíquica, cuando se la coacciona,
sutil o abiertamente, a tener más y más hijos,
sin prudentes intervalos ni consideraciones según su
caso.
Yo he visto, soy una de ellas, mujeres desbordadas, con la
constante y objetiva sensación de ser utilizadas por
nuestros maridos que encima creen estar obrando "santamente"
y reciben parabienes de sus directores numerarios que no han
preparado un biberón, pasado una noche en vela o cambiado
un pañal, en su vida. Y ellos tampoco.
En general, los supernumerarios varones, son el último
reducto del más acendrado machismo. La idiosincrasia
del concepto de familia en la obra, lo conlleva. Acaban teniendo
una visión empobrecida, utilitarista y de dominio irracional
sobre sus mujeres. "Para la cama, para la cocina, para
el salón" (esto último sólo algunas
de estratos sociales superiores).
La falta de independencia económica, la imposibilidad
de acceder al mercado laboral por el cuidado de los hijos,
tenidos contra su voluntad no se olvide, convierte a la supernumeraria
en un ser dócil y alicorto o en una mujer amargada
que no se siente en absoluto dueña de su vida, como
me ocurre a mí.
Se da la paradoja de que queriendo con locura a nuestros
hijos, éstos son a la vez, los eslabones de una cadena
que nos impide liberarnos.
También existen supernumerarias que no se cuestionan
nada, que traen hijos al mundo a borbotones, sin después
ocuparse de ellos individualmente, como debe de ser. Estas
últimas, suelen ser hijas de familias de la obra y
se limitan a copiar el modelo que vieron en sus padres. Son
las que no queriendo ser numerarias, son supernumerarias sin
atisbo de pensamiento propio, idiotizadas y felices de haber
encontrado un marido "de casa" que las mantenga
y las haga "santas" a fuerza de utilizarlas, con
perdón, como si fueran putas.
En el fondo, todas acabamos igual.
Creo que en el escalafón jerárquico de la obra,
las supernumerarias ocupamos en último lugar.
Objeto de vejaciones por parte de maridos, no todos gracias
a Dios pero sí una mayoría, que confunden el
amor con el sometimiento, la castidad con la satisfacción
de sus propias y exclusivas necesidades, incapaces incluso
de vivir la continencia periódica con la comprensión
de directoras y sacerdotes que argumentan que "es normal,
ellos no pueden aguantarse" y apelan al débito
conyugal recordando que el negarse a la lujuria egoista del
marido es "pecado mortal".
Yo conocí a una mujer humilde que con nueve hijos,
las noches fértiles, se iba a dormir a la habitación
de alguno de los niños para evitar las relaciones,
pero tuvo que dejar de hacerlo porque los gritos de su marido
reclamándola, escandalizaban a todo el vecindario.
Esto es verídico y esta familia sobrevivía gracias
a la ayuda que procurábamos prestarle otras amigas
supernumerarias con más recursos materiales y a quiénes
nos iba nombrando sucesivamente "madrinas" de aquellos
pobrecitos churumbeles que, hoy ya crecidos, recuerdan con
horror las penurias y privaciones que pasaron sin que nadie
en la obra dónde un vago que solía abandonar
los trabajos alegremente alegando que no eran "dignos
de él", muy estimado por su generosidad!!!!!,
se le ocurriera poner freno a su brutal irresponsabilidad.
Es cierto que algunas de nosotras tenemos aparentemente buena
posición. ¿Y qué? Nuestros maridos, más
fanáticos que los directores de la delegación
y ojito derecho de los mismos, por la liberalidad de sus aportaciones,
controlan ferreamente los gastos familiares, nos humillan
obligándonos a ganar el pan de nuestros hijos en la
cama y en una ficticia e impecable vida social de cara a la
galería.
Si despertamos de la pesadilla debemos permanecer en ella
por qué ¿adonde iríamos?
Anuladas nuestras capacidades, con la responsabilidad de
un número de hijos que dejan atónitos a abogados
y jueces de familia, con los bienes conyugales ocultos para
nosotras en cuentas que desconocemos o sociedades cuya existencia
ignoramos, acostumbradas a obedecer, fingir y callar, soportando
incluso verdaderos malos tatos; como dice Brisa
se nos dice sin rubor y sin piedad, que este es el camino
de nuestra santificación, la cruz que hay que llevar
incluso sonriendo!!!!!.
Encima la obra nos "quita" a nuestros hijos a los
14 años y medio, como si los entregáramos al
Estado en brazos del Padrecito Stalin.
Se supone que hemos de estar contentísimas ante tamaña
aberración, y algunas aleladas por completo lo están,
pero aquellas que protestamos y ponemos obstáculos
por su bien, conscientes de la aberración de captar
adolescentes, somos estigmatizadas, tachadas de perturbadas
y condenadas a la "muerte civil" aún sin
haber salido del opus dei.
Nosotras no hemos podido salir pero, -muy mal espítu-,
no hemos facilitado las cosas para que nuestros hijos entren.
De lo que por cierto algunas, al menos yo, nos sentimos muy
orgullosas.
También hemos pasado por etapas fanáticas,
sería injusto no reconocerlo pero el abrir los ojos
a la verdad, en el caso de las supernumerarias casadas y madres
de familia numerosa, no es necesariamente una plena liberación.
Aunque, gracias a esta web, que duda cabe que es un primer
paso hacia la libertad.
Me gustaría, queridos ex numerarios, que reconsiderárais,
refexionando sobre las verdades que acabo de exponer, que
las supernumerarias del opus dei, agredidas en la más
íntima esfera de la dignidad de la mujer, el libre
ejercicio de la maternidad y un legítimo derecho de
vivir en pié de igualdad la relación con el
marido que tantas veces brilla por su ausencia, algunas afirmaciones
frívolas sobre nuestras tantas y tan injustas limitaciones.
Ésta que firma, nunca se ha tenido por "sabia"
pero para colmo, se ha cansado de ser "discreta".
Y en esta página, disfrutando de la compañía
de tantas personas buenas, razonables e inteligentes, se siente
libre.
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