LO
MARAVILLOSO DE NO CUIDAR LAS COSAS PEQUEÑAS
EDU*, 12 de diciembre de 2004
(EDU es el autor también del libro
silenciado "Lo
que no funciona")
Hace un año y tres meses que dejé el Opus después
de 27 años de numerario y, la verdad, esto sí
es vida.
Después de bastante tiempo sin escribir nada para la
web se me pasó por la cabeza contar alguna cosilla
ocurrida desde mi salida, aunque todas son insignificantes
y casi infantiles. Con algo más de 40 años cumpliditos
y sin apenas experiencia de lo que es vivir en
el mundo, he ido descubriendo que la felicidad existe. La
vida es complicada pero apasionante y la gente maravillosa.
La gente que no es del Opus, claro está, porque de
un día para otro perdí a cientos de amigos
de los que no he vuelto a saber nada (me alegro) pese haber
intentado mantener contacto con algunos.
Una de las cosas bonitas que he descubierto es lo maravilloso
que es NO cuidar las cosas pequeñas. Y es que cuando
los medios se convierten en fines, el desbarajuste mental
que se forma en la cabeza es tremendo. Puede parecer pueril
y frívolo pero ¡qué maravilla salir de
casa sin decir a nadie a dónde vas! O despertarse el
fin de semana sin poner el despertador, o llevar los zapatos
un poco sucios (sólo un poco ¿eh?), o abrir
la nevera y comer cuando tienes hambre, o no ponerte la corbata
durante 5 meses, o ver una película en la tele sin
censuras, o ir a Misa con jeans, o comprarte el disco que
te apetece, o caminar por la ciudad con zapatillas de deporte,
o llamar a un amigo para ir al cine (y no tener que hablarle
de la confesión). O no tomar NINGUNA pastilla a diferencia
de las que tenía que tomar en el Opus para la depresión
(que no tenía), la obsesión (que no tenía)
y para dormir (eso, sí, mira; en el Opus no pegaba
ojo por las noches, pero ahora duermo a calzón
quitao, con perdón). Por no hablar de lo bien
que se está sin darse latigazos en el culo o leer un
libro sin un cilicio en la pierna
.
NO aprovechar el tiempo es otra cosa estupenda. En una sociedad
marcada por metas, objetivos, y resultados, pasarse una hora
(o dos) sin hacer nada es fantástico. Me encanta tumbarme
a escuchar música con las manos tras la nuca durante
el tiempo de la tarde, o leer un libro poco
conveniente", o perderme entre las calles de mi ciudad
sin rumbo fijo, o hablar por teléfono durante media
hora con mi pareja que reside -¡mira por dónde!-
a más de 5.000 kms de distancia. No es broma, vive
¡en México! Nos vemos cada mes y medio y -con
eso y con todo- aunque cueste creerlo, somos los dos felicísimos.
(Cuando nos vemos -eso sí- ¡arde Troya!).
Hay -no obstante- un pequeño placer que
supera a todo lo demás y quien no haya sido numerario
no lo entenderá. Se trata de las zapatillas de cuadros
de ésas que llevan los abueletes. ¡Qué
descubrimiento! ¡Qué delicia para los pies! ¡Qué
confort y qué deleite! ¡Qué placer cuasi-libidinoso!
Me falta tiempo cuando regreso a casa para quitarme los zapatos
y ponerme esas pantuflas prohibidas en el Opus. De todas formas
sigo teniendo en el subconsciente el pequeño remordimiento
de hacer algo malo pero, hijo, no lo puedo evitar.
Podría escribir sobre muchas pequeñeces más
que he descubierto, pero bastan estas líneas
para decir (¡gritar!) que la vida es maravillosa y que
las chorradas que el Opus se inventa
.. para el que las
quiera. Para mí, no, gracias.
Que lo paséis bien. (Es posible).
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