ESPAÑA
Y LA OPUS DEI
E.B.E. 6 de junio de 2005
Drake
ha tocado un tema tal vez "tabú" pero que
merece ser tratado en la web, sobre todo porque ni los españoles
en general (o sea, los que no son director@s de la Obra) ni
España ameritan la culpa debida a la Obra.
No sé si los españoles serán conscientes
de esto, pero la Obra le ha hecho una muy mala propaganda
a España, pues ha exportado, a través suyo,
una imagen de España que en no pocas personas con
críticas hacia la Obra- ha causado un cierto rechazo
hacia todo lo que sonara español.
Ha habido una asociación muy íntima entre la
Obra y España. Al ser la Obra oficialmente española
(tanto por el idioma oficial como por la nacionalidad de quienes
vinieron por primera vez a tierras latinoamericanas) la imagen
de España que muchos teníamos aquí en
Latinoamérica procedía directamente de la Obra.
Uno escuchaba hablar con acento español
y pensaba: Opus Dei, como si fuera lo más
natural (cosa que jamás le puede suceder a un español).
Ayudaba a todo esto la ignorancia de quienes nunca habíamos
conocido directamente las tierras españolas sino a
través de la Obra como su embajadora. España
era entonces parte de la Opus Dei...
Imagínense los españoles si hoy todos sus embajadores
en Latinoamérica fueran director@s de la Obra...
A su vez, el punto de vista latinoamericano desconozco
lo que sucedía en otras regiones- ponía el acento
de los problemas de la Obra en los españoles, es decir,
la crítica muchas veces apuntaba a que el espíritu
de la Obra (supra-histórico) es de Dios, el
problema son los españoles, o sea, esa parte de la
Obra que es España.
Por otra parte, presentándose la Obra como un espíritu
universal al estilo de la Ilustración, a los
problemas concretos había que encontrarle un sospechoso
y éste muchas veces era el carácter español.
Otras veces, la sospecha se localizaba en el carácter
nacional del país donde se presentaba el problema.
Se trataba de darle una ubicación geográfica
a los problemas institucionales y esta teoría tenía
una aprobación entre los mismos directores y aún
entre algunos españoles que habían venido a
tierras americanas (los cuales exhortaban a la comprensión
hacia el carácter español). El prejuicio
no tenía origen afuera de la Obra ej., como si
fuera un prejuicio nacionalista- sino que había nacido
dentro de ella. Yo mismo lo aprendí en la Obra y no
antes. Echarle la culpa a España era una explicación
aceptable dentro de la Opus Dei.
Si había falta de libertad, el problema eran los españoles
llegados a América, que habían encarnado mal
el espíritu de libertad de nuestro Padre;
si en la Obra había un ambiente de coacción,
el problema era el carácter avasallador de los españoles;
en definitiva, muchos defectos tenían su
explicación española. Lo que no estaba
permitido pensar era que la coacción proviniera directamente
de la Obra y que la falta de libertad fuera producto de un
engaño de la Obra más que de un defecto atribuido
al carácter español.
Todo lo bueno de España era presentado como propio
de la Obra y mucho de lo malo de la Obra era atribuido a España.
En definitiva, España como tal, tenía mala
imagen entre quienes defendían la Obra (allí
ponían el origen de los problemas) y también
entre quienes repudiaban a la Obra (pues veían a la
Obra como un producto español). España
salía perdiendo siempre.
Algo parecido sucedía con la Iglesia: todo lo bueno
de ella era de la Obra y todo lo malo de la Iglesia era sólo
y únicamente de la Iglesia
En este sentido, creo que la Obra ha construido su prestigio,
por un lado apropiándose características y elementos
que no le pertenecían como propios, y por otro, criticando
y siendo juez de los demás, desprestigiando. En este
sentido, pienso que la Obra ha usado a España y a la
Iglesia para su conveniencia.
Finalmente, complicaba más las cosas un cierto colonialismo
apostólico por parte de la Obra, quien venía
a imponer en nombre de Dios- sus formas culturales
consagradas por el fundador desde libros editados en
España hasta costumbres y giros idiomáticos
españoles- las cuales se contradecían con la
universalidad del espíritu que la Obra venía
a predicar.
Ahí entonces se establecía la diferencia: el
problema estaba en las formas culturales o sea en
los españoles. Era la manera de salvar a
la Obra y a su espíritu divino.
Fue necesario el paso de los años para darse cuenta
de que el espíritu universal tenía
como origen un contexto cultural muy concreto,
que se exportaba a todos los países (aquí en
Latinoamérica ese colonialismo cultural trajo
posiblemente malos recuerdos). Toda la Obra como tal era un
producto histórico y personal bien localizable en la
figura de su fundador, institución a la cual se le
podían atribuir todos los problemas que causaba. Los
españoles de por sí estaban libres de culpa
y cargo.
Es muy posible que este prejuicio anti-español
siga vigente dentro del ambiente latinoamericano de la Obra.
Con Opuslibros se puso de manifiesto la universalidad
problemática de la Obra, ubicando geográficamente
todos los problemas dentro de la Obra y dando fin a
las teorías anti-españolas (al menos desde mi
punto de vista).
Una vez que se abandona la Obra uno comienza a distinguir
claramente entre España y la Opus Dei. Y si no, es
cuestión de ver Matador de Almodóvar
y se van todas las dudas.
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