"EN
EL OPUS DEI NO HAY VOTOS... NI BOTAS, NI BOTINES, NI BOTONES"
José Antonio, 14 de octubre de 2003.
Fui numerario durante unos tres años, entre los 18
y los 21 (ahora tengo 44), y gracias a Dios, también
"me fui" del opus dei.
La primera comprobación de que me habían mentido
en cuanto a la información que me facilitaron para
que pitase, la obtuve año y medio después de
pitar, cuando ya estaba en el centro de estudios (Albalat),
en una ciudad desconocida para mí (Valencia), a 250
kilómetros de la casa de mis padres, después
de haberle dicho a todo el mundo (familia y amigos) que había
encontrado a Dios, que la obra era algo muy distinto de lo
que se decía por ahí, que eran "coherentes"
con el Evangelio, que el espíritu genuino del cristianismo
se vivía allí y que estaba muy contento de estar
en la obra.
Y es que, año y medio antes, cuando me hablaron para
pitar, expresé mis reservas sobre cosas que había
oído (que era como una mafia, que te hacían
como un lavado de cerebro, que aunque eran laicos hacían
votos secretos) y el que me habló se echó a
reir y dijo que nada de nada, que todo eso era falso.
Insistí yo, ante su acoso, en que me preocupaba especialmente
que no fuera a ser cierto el tema de los votos porque a mí
una cosa así me agobiaba (y creo que incluso le dije
que no lo aceptaría), pero nada, me dijo que no me
preocupase, que de votos nada. Quizás para corroborar
esa afirmación o quizás por casualidad, a los
pocos días proyectaron en el centro una película
de una tertulia con monseñor Escribá en la que
un joven le pregunta algo así como "Padre, me
han dicho que en la obra hay votos...", y monseñor,
cambiando el semblante y poniéndose muy serio tanto
en los gestos como en el tono de voz le contestó "...en
la obra (o en el opus dei) no hay votos, ni botas, ni botines,
ni botones..." Lógicamente aquello me impactó,
no sólo porque era un tema que a mí me preocupaba
sino por la forma de decirlo, que es textual (ni votos, ni
botas, ni botines ni botones). Con ello desaparecía
para mí uno de los obstáculos mentales que tenía.
En mi buena fe pensé que si hasta el Fundador decía
expresamente que no había votos es que no había
votos.
Finalmente debido a la desinformación que me facilitaron
y a la (¿)santa (¿) coacción que ejercieron
sobre mí, pité, porque si Dios quería
eso, ¿quién era yo para decirle que no?, menudo
cargo de conciencia.
En la formación acelerada que me dieron cuando pité
tuvieron buen cuidado de no tocar el tema de los votos, hasta
que, como he dicho antes, estuve en el centro de estudios,
donde llegué sin terminar la formación básica
y sin hacer la oblación. Allí me fueron dando
las últimas charlas formativas y en una de ellas salió
el tema de los votos. Le dije al que me dio la charla de los
votos (el cual cursaba 2º año del centro de estudios)
que seguramente debía estar en un error porque a mí
me habían asegurado antes de pitar que no había
votos, que yo no hubiera aceptado hacer votos y que, además,
yo se lo había oido expresamente al Fundador en una
tertulia grabada en película. Él, bastante sorprendido,
me explicó que si quería hacer la oblación
tendría que hacer los votos, y me doró la píldora
lo mejor que pudo (que la obra no quiere votos pero el Vaticano
lo exigió, que hay numerarios que deciden no hacer
la oblación y no pasa nada, con la única excepción
de que luego no se puede hacer la fidelidad, pero que no pasa
nada, y cosas que ya me sonaban más a mentira que a
verdad). Yo tuve un gran conflicto personal con aquel asunto,
que lógicamente nunca digerí y que, unido a
otros asuntos similares que tampoco pude digerir, y a un cambio
de circunstancias vitales que quizás cuente en otro
momento, me llevaron al año siguiente a tomar la decisión
de marcharme de la obra, en justa correspondencia, con mucha
paz.
Al irme me sentí libre y me sentí feliz, como
una persona normal. Han pasado más de 25 años,
y sigo sintiéndome libre y feliz, como una persona
normal. Nunca me he arrepentido de haberme ido.
Mi experiencia me enseñó que la confianza excesiva
que yo deposité en ciertas personas se vió defraudada.
Una de esas personas es hoy San José María,
que dijo que no había votos y era mentira. Han pasado
más de 25 años y todavía recuerdo con
bastante nitidez la secuencia de la película de la
tertulia en la que San José María dijo que "en
el opus dei no hay votos ni botas ni botines ni botones".
Pues nada, santa palabra, pero que venga Dios y lo vea (o
que hubiera venido cuando a mi me engañaron, que entonces,
desde luego, había votos).
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