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DISCRIMINACIÓN A LAS NUMERARIAS AUXILIARES

A.R., 18-7-2003

 

Fui numeraria por 11 años, vivo en México.

Durante algunos tiempo estuve viviendo en una administración, y tuve la oportunidad de convivir y conocer de cerca el mundo de las numerarias auxiliares. Para ellas mi admiración y mi gratitud. Durante mis años en el Opus Dei día con día fui testigo de infinidad de injusticias, opresiones, y discriminación hacia las numerarias auxiliares; muchas situaciones de las que fuí testigo me incomodaban, me enojaban, me entristecían, me revolvían interiormente...

Definitivamente es evidente que no están -ni estarán nunca- en igualdad de circunstancias, respecto a las numerarias, porque ellas no pertenecen a la clase “privilegiada”, y siempre serán consideradas como las hijas pequeñas del padre, y las hermanas pequeñas de las numerarias… en la realidad sí son consideradas pequeñas: pequeñas en su capacidad intelectual, pequeñas en su capacidad de pertenecer a algún consejo local, pequeñas en su características físicas y su procedencia.

Hay muchos criterios que aplican de un modo opuesto e injusto, si es para una numeraria o para una numeraria auxiliar y podría citar muchos ejemplos.

Cuando era nueva vocación, y en mi ignorancia de ciertos criterios, consideré de lo más normal sentarme con las numerarias auxiliares mientras las acompañaba en su hora de comida (para los que no están familiarizados con los usos y costumbres de la Obra aclaro que: se considera un detalle de cariño que alguna de las numerarias del centro pase al comedor de las auxiliares para acompañarles en alguna de las comidas; durante la cuál la numeraria debía limitarse a platicarles, animarlas en su labor apostólica, recoger sus platos y acercar las fuentes de comida, pero NUNCA debía sentarse como una más a su mesa, si la numeraria deseaba sentarse podía hacerlo colocando una silla aparte, pero no como comensal en la mesa de las numerarias auxiliares.)

Percibí que se sorprendieron, pero también percibí que se sintieron contentas de que lo hiciera, una de las numerarias auxiliares me preguntó con natural sencillez: ¿a usted no le da vergüenza sentarse con nosotras?, a lo cuál respondí, que no.

Después de este suceso, recibí mi respectiva dosis de corrección fraterna (por supuesto hecha por una numeraria), y deduje que alguna de ellas no pudo acallar la voz de su conciencia y tuvo que reportarlo a la Directora en turno.

En México, la mayoría de las numerarias auxiliares provienen de un ambiente rural, en el que las costumbres, los recursos materiales y la educación, son realmente opuestos a los de la ciudad. Para muchas numerarias que en su vida de hijas de familia citadina han vivido bajo un capelo y no han convivido con gente de campo, resulta un impacto muy fuerte vivir y convivir con personas como las auxiliares, impacto que a veces se traduce en comentarios y actitudes despectivas, hirientes, elitistas y de discriminación.

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