DESVARÍOS
SOBRE "EL TRATO CON MUJERES"
fede, 21 de noviembre de 2003
Escrito por un numerario bastante liado sobre el asunto,
hace más de 12 años. Ahora, felizmente casado
y con hijos. Prohibido tomarle el pelo, que todo esto lo
escribió de corazón y de una tacada. Cualquier
comentario, hágase con cariño y sentido del
humor. (El autor)
"No dejes que tu sentido de la moral te impida hacer
el bien"
(Rosa de Luxemburgo)
L., religiosa, en cuyo colegio imparto clases de Filosofía,
y con quien he discutido sobre Teología de la liberación
y otros asuntos que uno no puede dejar de tratar (como el
del pecado original o la idea griega de "hamarteia",
faltaría más), me dice que tengo que aprender
a tratar a las mujeres, a comprenderlas, a ser afectivo, y
todo eso (yo me pregunto si no me pide quizá demasiado,
teniendo en cuenta que muchos maridos no entienden a su mujer
después de años de casados).
Sin embargo, parece comprobado que es un rasgo específico
de la condición de numerario no tener trato con "personas
del otro sexo". Dicho claramente, "un numerario
no tiene trato con mujeres". ¿Qué significa
esto? ¿Qué cae bajo la expresión "trato
con mujeres"? ¿Por qué el rasgo que se
destaca en las mujeres es que son personas "del otro
sexo"? (vale, es una pregunta retórica estúpida).
Digo yo que no será por una actitud fanática,
como quien dice "yo no me trato con negros, judíos
ni gitanos", o lindezas así que tiene nuestra
nada xenófoba cultura (aunque a veces suene así
en boca de algunos, que suena).
Por "trato" se entenderá, pues, "relaciones
habituales". Pero uno tiene multitud de relaciones habituales
con mujeres como consecuencia de su trabajo profesional, de
su condición de profesor o alumno, comprador o vendedor,
consumidor, cliente, paciente, o lo que sea. Por tanto, hay
que precisar más. A una mujer se la puede tratar, "pero
no de tal modo que eso suponga un peligro para la virtud o
la vocación". Y este trato ha de ser evitado "si
puede ser ocasión de escándalo". Vayamos
por partes, a ver si entendemos lo que se me dice, que no
debe de ser tan difícil.
Primero. Peligro para la virtud (de la castidad, supongo.
También en su dimensión positiva: procurar que
ningún cariño rivalice con el que quiero dar
a Jesús). ¿Que me enamoro de una chica? Pues,
sencillo (sí, ya: ¡sencillísimo!): a desenamorarse
toca. Sobre el enamoramiento en su fase premoral, de "alteración
patológica de la atención", como decía
Ortega, nada que decir: le puede ocurrir a cualquiera. Sobre
la fase moral o voluntaria, está claro que yo no quiero
enamorarme de una chica, y para eso se espera que ponga los
medios pertinentes. Ahora bien, lo que para otros puede ser
ocasión de enamorarse o lo que sea, para mí,
aventuro, no lo es.
Quiero creer que mi imagen de una mujer no es nada idealizada,
sino bastante concreta, aunque a saber ya qué idea
puede tener un numerario como yo de qué es una mujer.
Diría yo, con mis prejuicios de macho, que alguien
con un cuerpo que suele resultar atractivo a poco que te fijes
(por la simple razón de ser del otro sexo y, entiéndase,
siempre que esté comprendida en la famosa "edad
núbil" y tengo un cierto "buen ver";
mi abuela no contaría, quiero decir; aunque lo primero
es condición necesaria y no suficiente, y patatín,
patatán); un cuerpo que se ve y que se toca (yo no
he tocado ninguna todavía, ¡eh!; lo que digo
es que "me gustaría ver y tocar" para saber
de qué hablo... en sentido abstracto, como ese autor
del código salmanticense cuando trata de la licitud
de considerar cierta materia del sexto bajo especie teórica
y no buscando la delectación), que despierta las dimensiones
genitales de la sexualidad (esto ya, en su caso, sin código
salmanticense de por medio, por favor)... y todo lo demás,
con unos ojos que miran a veces de una manera tal que te dejan
hecho polvo; una persona que despierta unos afectos determinados,
y que siente y piensa de un modo no del todo lógicamente
explicable (desde la lógica con la que yo funciono,
quiero decir), con sensibilidad para algunas cosas que a mí
no me dicen nada, con esa necesidad mayor (dicen; porque yo
creo que también la tengo) de sentirse objetos de afecto,
de expresar afecto, y todo eso, es algo que quien tenga hermanas
conoce y no le sorprende en absoluto (si bien no deja de agradar
en ellas). Podría añadir más sobre lo
que rodea a una mujer, según lo veo, por asociaciones
mentales en mi cocoroto: sentimiento de tener un hogar propio,
cuidado y aprecio por los detalles, entrega de veras y sin
doblez, familia propia, apoyo, madre de tus hijos, ocasión
de sensaciones placenteras de muchos tipos (¡es que
es así!), incluidas las perturbadoras sensaciones que
acompañan a esas miradas, andares o contoneos (o a
ese pellizquito en el culo que supongo nunca me dará
nadie), y a mil y una manifestaciones de cariño que
ellas saben tener.
Pues bien, a todo eso renuncio por amor a Jesús. Sin
idealizaciones, y aun cuando sólo haya considerado
lo positivo (lo negativo también existe, claro, pero
no es por lo negativo de una mujer por lo que existe el criterio
de que no haya trato, lógico, vamos). Ya no es problema
de lo que te pide el cuerpo, sino de lo que te pide el corazón
y hasta la cabeza. Con los años cambia lo que uno ve
de atractivo en las mujeres y en el trato con ellas, pero
siempre parece que hay algún aspecto bajo el que te
atraen. No tiene solución: estamos hechos así,
unos para otros, que Dios sabe hacer las cosas bien, faltaría
más. Así que esta vía no tiene salida:
quien se muere, digámoslo así, voluntariamente
sin mujer o con el sexo virgen, es porque sus buenos motivos
debe de tener. Hasta ahora, me parece que yo los tengo (si
bien sería presunción que será así
efectivamente en el futuro).
Y digo esto porque me han pedido ya los directores un par
de cosas que me resultan absolutamente escandalosas, en virtud
de que me obligan a actuar contra mi conciencia, y a sabiendas
de que es así. Están a punto de hacerme saltar
por los aires cualquier resquicio de sentido moral (en el
sentido estricto de moral, es decir, en cuanto dependiente
de la interpretación de los mismos fundamentos de la
moral). Con o sin conciencia moral, lo de la "vocación
al Opus Dei" se me revela con toda claridad como una
noción espuria, carente de sentido (del sentido habitual,
me refiero). Pero estamos en otro asunto.
Segundo. Problema para la "vocación"
al Opus bajo la condición o modalidad de numerario.
Para quien vive el celibato porque es numerario, entonces
una mujer, en efecto, puede ser ocasión de querer dejar
de vivir el celibato y por tanto de dejar de ser numerario.
Pero si yo, como es el caso, no vivo el celibato porque sea
numerario, sino por una decisión previa, lo que está
en juego no es -llamémoslo así, para simplificar-
mi vocación de numerario (que no es, de suyo, algo
absoluto), sino otra relación anterior con el Señor
Jesús, la que da sentido a toda mi vida como una vida
entregada por amor a Él, también en su dimensión
afectiva, de complementariedad, etcétera, en relación
con las mujeres. Cómo será, aún no lo
sé. Pero creo en la promesa hecha.
Eso no significa sino que si me da por enamorarme de una
mujer lo que está en juego es algo más que mi
vocación de numerario, algo más profundo. Para
algunos numerarios, no hay nada más profundo que ser
numerario, porque la decisión fundamental que han tomado
en esta vida es esa, y el celibato es mera consecuencia. Pero
no así en mi caso. Por tanto, con más motivo
cuidaré de no enamorarme de una chica: pueden confiar
los directores en que esto me importa por lo menos tanto como
a ellos, si no más.
Por otra parte, pienso, esto no es problema de criterios
generales, sino de aplicaciones prudenciales concretas, específicas,
personales. Criterios como no tener números de teléfono
o direcciones de mujeres, dejar la puerta abierta, escribirles
a máquina, o tantas chorradas por el estilo. Digo chorradas,
porque así me lo parece, aunque nuestro Padre (o quien
fuera, porque esto es como todo: "se dice que dijo")
pensara en su momento que era una cosa muy seria. Tampoco
las numerarias podían ponerse pantalones, fumar, o
yo que sé qué tonterías. O los curas
ir en clergyman (vale, es algo convencional hecho necesario,
como conducir por la derecha; o quizá no, ya se verá).
¡Hasta Ratzinger, Prefecto de la Sagrada Congregación
para la Doctrina de la Fe, tenía un 6 preventivo en
el "libro rojo"! Esto es lo que se llama, sí
señor, ser "prudente entre los prudentes"...
Es como el empeño en seguir enseñando en las
asignaturas internas que, no obstante no existir una distinción
real entre el fin natural y el fin sobrenatural, hay un estado
llamado "limbo" al que van los niños no bautizados.
¡Venga ya, que no somos idiotas! (y si lo somos, al
menos sabemos hacer algunas inferencias lógicas, en
plan maquinita; y de las premisas, en esto del limbo, no puede
extraerse esa consecuencia; ¿qué falla, pues,
en tan curiosa y multisecular doctrina?) O como el reciente
empeño en contradecir el criterio dado por el Cardenal
Palazzini y otros dos "probati auctores" sobre el
uso de la píldora anovulatoria en el caso de las monjas
congoleñas que corrían riesgo de violación.
O yo que sé qué cosas dijo quien las dijera
con las que no sólo no estoy de acuerdo, sino que me
parecen claramente equivocadas y fruto de una mentalidad que
exagera algunas cosas. Eso sí, no chistes ni protestes,
porque hay que acatar la doctrina oficial.
Yo puedo estar de acuerdo con que, en general, sería
"mejor" que un numerario restringiese el trato con
mujeres, precisamente para evitar que esa relación
pueda convertirse en ocasión de generar un problema
para la castidad (también en su sentido positivo, porque
las tentaciones están para vencerlas, dicen bien) o
para la vocación de numerario. Pero eso no significa
que, en concreto, pueda considerar preferible tratar a una
mujer determinada que no tratarla. Por motivos profesionales
o del tipo que sean (se excluyen, claro está, aquellos
motivos de carácter afectivo de origen más o
menos ligados a una sexualidad consciente, que para un numerario,
aventuro, suelen estar latentes y al acecho). Restringir a
los motivos profesionales la ocasión de trato con mujeres
es como absolutizar lo profesional, que tampoco es de lo que
se trata. A no ser que por "relación profesional"
se entienda "relación inevitable", lo cual
no deja de ser redundante.
Casos concretos recientes que me han traído a maltraer:
veo a una chica llorando en el pasillo de la Facultad. ¿Intento
consolarla e interesarme por ayudarla, o paso de largo mirando
al infinito? Lo segundo me parece inhumano e impropio de plena
impropiedad. ¿Es que, por el simple hecho de ser del
otro sexo, esta persona ya no puede ser objeto de mi preocupación,
solicitud, cariño, caridad, interés, o lo que
sea? Este caso concreto se ha dado por dos veces, y en las
dos -mire usted por dónde- se trataba de numerarias.
¿Cambia la situación por este hecho adicional?
Parece ser que sí, y que lo que tengo que hacer es
mirar al infinito. Y así me lo han sentenciado. Habrá
que decírselo al sacerdote secretario, qué menos.
Pero es todo lo que cabe hacer. En ese momento, en concreto,
"lo que hay que hacer" es mirar al infinito.
Esto es algo que no entiendo ni en absoluto ni de ninguna
manera. Yo no pretendo dar pie a una relación estable,
ni abrir corazones, ni nada por el estilo: sólo consolar,
animar y ayudar en lo que pueda. Y si es numeraria, pues igualmente
la escucharé, le diré que hable con su directora
y el sacerdote secretario, y que no se sienta tan desgraciada
(aunque tenga sus motivos, que muy bien puede tenerlos, y
que de hecho resulta bien evidente que los tiene). La trataré
con afecto, pero no pretendo ir a más. Por su parte,
espero que también se dé cuenta de lo excepcional
de tal trato; que no será habitual, sino ocasional.
Me dicen: "es que desconoces la psicología de
las mujeres y ya verás lo que pasa..." No desconozco
tal psicología, lo primero, y no va a pasar nada, lo
segundo, porque a mí no me da la gana que pase.
Otros casos. Y me voy a poner como límite 10, para
no extenderme. Podría llegar a cincuenta, pero hay
que ser breves,
1. Voy de excursión a la montaña con
una señora sudafricana que conocí en Misa y
con un matrimonio amigo. A esta señora, recién
convertida al catolicismo, le dejo también algunos
escritos míos en inglés sobre filiación
divina, vida de oración, trato eucarístico,
santificación del trabajo, apostolado, etcétera,
para ponerla en antecedentes de lo que puede encontrar si
sigue yendo por la Iglesia del Señor San José.
Me dice el director que eso no se hace, ni lo de la excursión
ni lo de los papeles. ¿Qué he hecho mal?
2. Saludo a una chica que conozco de la Universidad
en Alemania, al coincidir con ella en un par de ocasiones,
en las que además le puedo manifiestamente servir de
ayuda. Es numeraria, y se queja nada menos que al Consiliario
de la Región de que la estoy persiguiendo. ¿Está
loca o qué? ¿Debería fingir que no la
conozco y dejar que se apañe como pueda sin entender
suficiente alemán, buscando un libro que yo sé
donde está, o rellenando mal un papel y corriendo el
riesgo de que la echen del país a los tres meses?
3. Estoy cenando solo en un hotel, en Ciudad de Méjico,
y veo a una señora estadounidense sola en la mesa de
al lado, y le pregunto si no le importa que cenemos juntos,
y así charlamos de algo. Y hablamos nada menos que
de las tres Personas divinas, porque es judía y no
entiende bien el asunto. ¿Está mal?
4. Al término de una conferencia en un país
extranjero, una chica se ofrece a enseñarme la ciudad,
y no tengo ninguna excusa razonable para decir que no (ni
quiero tenerla). Además, forma parte de la agencia
de relaciones sociales de la Universidad, y considera un cumplido
poder enseñar la ciudad. Digo que sí y pasamos
el día juntos, e incluso se empeña en invitarme
a comer. Quedamos en que le enviaré una postal de Sevilla,
para que vea cómo es mi ciudad. ¿He hecho mal?
Huelga decir que se me prohibió enviar la postal...
5. Vivo con mi hermana y una amiga suya en un piso
alquilado por mi familia (el ambiente del centro era absolutamente
insoportable, con mil y un tiquismiquis de gilipollas que
parece que no tienen nada serio en qué pensar). ¿Es
que no voy a poder dirigirle la palabra a esta chica? ¿Es
que debo echarla del piso? ¿Es que me tengo que ir
yo? El hecho es que animé a las mencionadas a ir a
hablar con un sacerdote y de hecho fueron al centro de estudios
de "ellas", a ayudar a catequesis, y se llevaron
a más amigas. ¿Es que es mejor que no les hubiera
dicho nada, porque "con las mujeres no se hace apostolado"?
(Mi hermana no ha vuelto por allí porque, palabras
textuales suyas, le parecen unas "niñas rarísimas,
que visten rarísimo y hacen cosas rarísimas,
y tienes que rezar como ellas dicen y no como yo quiero").
6. En una ciudad alemana, escucho, acompaño
y animo, y hasta nos tomamos un helado, a una chica que conocía
de Filosofía que acaba de irse de Casa y que se siente
sola (y no sé muy bien si desgraciada; a tanto no llego),
ante la indiferencia de casi todas las de su centro. Le habría
ayudado a buscar alojamiento, si hubiera sabido que estaba
en ello, ya que acabó dejando el centro. La conozco
de la Universidad y de que somos de los pocos españoles
en la ciudad (numerarios y numerarias al margen) y coincidimos
en clases, y más cosas. ¿Es que es mejor que
pase de ella? Claro, con ella no puedo hacer apostolado y
no debo tener trato, por definición. Es blanco o negro,
¿lo veo o no lo veo?
7. Veo a una numeraria que está en el centro
de estudios y que es hermana de unos amigos míos, y
a la que además conozco desde pequeña, habiendo
estado varias veces en su casa. Si la saludo, ¿hago
mal? Porque la saludé y me respondió con toda
naturalidad... la primera vez que me la crucé por La
Palmera. Desde la segunda, cambio de acera por mi propio bien
(y por el de ella, que siempre va acompañada).
8. Regalo libros históricos de nuestro Padre
y obras por el estilo, con ocasión de la fecha en que
celebran, a la novias de varios amigos míos. Acompaño
los libros con unas palabras animando a leer los libros y
a sacar conclusiones. ¿Hay algo que objetar? (por mi
parte, sí: creo que hay libros mejores para estas ocasiones
y que he quedado como un tío rarísimo).
9. En un congreso en O. coincido con una numeraria,
también filósofa, y, junto con otras personas,
salimos a ver la ciudad, a cenar, a ver museos, etcétera.
Al final, la acompaño a su casa, y hasta le presto
mi abrigo porque hace frío y no fue previsora. Es más,
compartimos el paraguas, porque está lloviendo. ¿Hago
mal? ¿Debería dejar que volviera sola a su casa
a las tantas de la noche? ¿Que se mojara, o que me
mojara yo, porque sólo había un paraguas? (¿Qué
hacía esa numeraria a esas horas cenando fuera? Mandar
a la porra infinitos criterios, algunos nacidos precisamente
de situaciones como ésta, y que no hay ser humano en
medio del mundo que los pueda cumplir sin verse obligado a
hacer el pino y otros malabarismos innecesarios).
10. Una numeraria, compañera de clase, se va
de Casa, se casa, y coincidimos en un par de congresos. Charlamos,
y quedamos en escribirnos de vez en cuando. Otra numeraria,
también se casa, tiene dos niños, y voy de vez
en cuando a su casa a comer y a estar con los niños.
Otra numeraria, se casa, y voy a comer a su casa y hacemos,
con su marido, algunas excursiones juntos. Otra numeraria,
que también se fue de Casa, y que me contó sus
penas en una ocasión, está en una ciudad a la
que voy de paso, y tengo oportunidad de verla, y lo hago,
invitándola a cenar. Otra, que también se va,
de mi misma ciudad, la saludo por la calle y charlamos un
rato sobre cómo le va la vida. Etcétera. Me
dicen que nada de trato con numerarias... Claro, si se van
de Casa todas las que conozco, ¡entonces no compensa
conocerlas! (o a lo mejor, por eso, debería conocer
a todas las que pueda, porque es patente que son mucho más
felices ahora que antes; qué digo mucho más:
¡no hay color! Están más guapas, radiantes,
encantadoras: ¡son otras! O son ellas mismas...). A
otra numeraria, que conocí en una reunión, le
envío un libro sobre el tema que trabaja que he encontrado
en otro país, y del que no creo tendrá noticia.
Obviamente, todo esto no debería haberlo hecho, ¿no
es así? Pues aquí seguimos, incumpliendo criterios
por cariño, por necesidad, por cien mil motivos de
la vida misma. Como me dijo uno de delegación, que
no sé qué hace aparte de ir y venir a delegación
y empeñarse en quedar conmigo para ver qué información
me puede sacar: "¡Es que la vida misma esa que
tú vives no debería existir!"
En fin, yendo a lo que se trata, ¿qué puedo
hacer y qué no, según los criterios, según
la prudencia, según disposiciones legales, y según
su p.m.? Porque me estoy empezando a calentar.
Tercero. El caso de escándalo. Yo creo (quiero
creer) que la gente de Casa no es tonta del culo y no se va
a escandalizar por cualquier cosa. Y si ven algo escandaloso,
ya se lo dirán al director correspondiente, que a su
vez me lo hará llegar. No ha sido el caso hasta ahora,
lo que significa que tampoco debo de ser un escandalizador.
Si hay escándalo, habrá que ver hasta qué
punto no es farisaico o inducido por circunstancias excepcionales.
¿Hasta qué punto soy yo responsable de que se
escandalice un numerario (o numeraria) que ha sido deformado
con una mentalidad sexista y reduccionista, estricta y puritana,
que asocia "mujer" (varón) a "pecado"?
¿Que se escandaliza si le dices que vas a la playa
en verano? (y que conste que también voy en invierno,
y mucho) ¿O que tienes una amiga en la facultad? ¿O
que no sé qué compañera te acercó
a tal sitio en su coche? ¿O que te gusta la originalidad
y el atrevimiento de D.M. al fotografiarse desnuda, embarazada
de nueve meses o con un traje de croupier pintado sobre el
cuerpo? (ya sé, porque la he visto, que ha salido en
alguna que otra revista porno sin tanta originalidad; pero
eso fue al principio, y ¿quién no ha hecho alguna
vez alguna tontería? Como, por ejemplo, haberse dejado
llevar por la curiosidad y puede que algo más al comprar
esa revista; pues sí, no siempre se vence...).
Ahí está eso de que los numerarios no podemos
tener amigas: sólo "conocidas". ¿Dónde
está el límite? ¿Es que alguien va a
dejar de ser sujeto de amistad simplemente porque es del otro
sexo? Estoy hasta las mismísimas narices, por no decir
cojones, de todo este asunto tan mal enfocado, por mucha palabrería
bonita de teóricos retóricos. A mí me
están volviendo loco y al final... ¡lo más
sano va a ser, lo estoy viendo venir, irse de putas! Así
por lo menos, tras "ver y tocar" (o lo que proceda)
en concreto a una señorita prostituta, me llevo un
buen par de bofetadas de mi madre, como debe ser, y acabo
dejando de comerme el coco con todo esto que, efectivamente,
es una pérdida de tiempo y un sinsentido.
Porque esto lo he escrito yo, ¿verdad? Pues por algo
habrá sido, que de natural no me tengo por "salido".
¡Y luego dicen que somos tíos normales en medio
del mundo! No, si me lo tengo que creer, claro que sí,
lo que ustedes digan. ¿Espíritu crítico,
yo? ¡No te fastidia! ¡Por algún lado tendrá
que salir! Y mejor por escrito, porque nadie parece dispuesto
a escuchar o querer entender. Rollo teórico, esta noche;
mañana y pasado, y al otro, y hasta que Dios quiera
que siga aquí, mejor sigo calzándome las zapatillas
de deporte y "apaciguando a la bestia" (corporal
y mental) a base de medias maratones semanales, hasta reventar.
Lo bueno de correr tanto es que no puedes pensar en nada,
sólo concentrar la vista en el infinito. Entonces,
el Opus Dei no existe. Sólo yo, lo que falta por recorrer
y una jaculatoria con cada paso, hasta que ya ni eso. La felicidad
fisiológica a base de dopamina pura. Pero es que hay
que sobrevivir a este sinsentido, aunque sea huyendo a la
carrera...
En fin, que estas pastillitas son muy eficaces y ya tengo
sueño. Ya seguiré otro día intentando
aclararme. (Aunque supongo que ahora viene que yo mismo me
conteste mismamente en plan "crítica refleja"
desde el etnocentrismo cultural, estético y moral en
que tantos y tantos directores viven. ¡Hay que joderse!
Si vuelvo a nacer, quiero nacer muy, muy ignorante y cultivar
un huerto de patatas...)
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