DESAPARECIENDO
EN EL AGUJERO NEGRO
DEL OPUS DEI
Ex numerario USA 16-11-2003
Traducido 8 de diciembre de 2003
Texto original en inglés
Cómo me convertí en carnada para el Opus Dei
Habiendo crecido en una zona residencial norteamericana de
gente en su mayoria de raza blanca, católico, apostólico,
romano, de clase media alta donde asistí a la escuela
primaria y secundaria, podía pensarse que no tenía
nada de qué preocuparme. En términos generales,
esto era cierto: tenía a mi disposición comidas
bien preparadas, cuatro hermanos, una mamá de tiempo
completo, sin echar de menos cosas materiales importantes,
tenía seguridad, quien me llevara aquí y allá
en el auto (mamá), deportes, boy scouts, educación
y la seguridad de una familia en la que nunca escuché
una palabra acerca del divorcio excepto aplicada a otras familias
muy alejadas de nosotros. En síntesis, me crié
en la plenitud del "sueño americano", un
cuerno de la abundancia lleno de oportunidades.
Existia un problema sin embargo. Nací en un momento
en que mi padre todavía no se había afianzado
profesionalmente en su carrera, de modo que tanto él
como mamá vivían dificultades financieras; aunque
lo que constituía una preocupación mayor para
nosotros, los chicos, era que mis padres no sabían
bien como tratarnos, de modo que frecuentemente usaban la
intimidación como la mejor respuesta.
Siendo ambos profesionales y habiendo mi madre dejado de
lado su carrera para convertirse en esposa y madre tradicional,
se nos imponían metas muy altas que alcanzar como hijos,
lo que, en conjunción con mi "temperamento obstinado"
dio como resultado el que intentara constantemente buscar
metas mas altas. Sentía que cualquier cosa que pudieran
hacer mis dos hermanos mayores, yo tenía que poder
hacerlo con la misma destreza: caminar, hablar, correr, andar
en bicicleta, leer, etc.
Abrumado por sus propios roles en la vida, mis padres nos
daban con el látigo a los cinco niños tanto
verbal como físicamente cada vez que no cumplíamos
con sus altas expectativas. Aunque aparentemente fue un alivio
para mis padres el ver que mi característica de sobre
exigencia se transmutó más tarde en el rol de
"chico bueno". No parecieron darse cuenta de que
durante este proceso mi sentido de mí mismo fue aplastado,
que mientras por fuera parecía un buen chico, con buenas
notas, que nunca se metía en problemas y se mantenía
activo con sus compañeros y actividades, por dentro
me sentía permanentemente inseguro. Los años
de empezar a salir con chicas llegaron sin que tuviera siquiera
una pista de lo que era integrar una relación. Cuando
mi hermano mayor murió súbitamente, mis padres
estuvieron cada vez menos disponibles afectivamente para guiarme,
mientras que lidiaban con su propio duelo. Mi ansiedad aumentó
incluso más a la hora de tener que tomar una decisión
con respecto a que carrera de estudios debería elegir.
Entrar al Opus Dei -que tenía todas las respuestas,
lleno de certezas, dispuesto y deseoso de decirme qué
hacer y cuándo, representó para mí un
nuevo "padre" a quien complacer, algo en lo que
me había perfeccionado tanto a lo largo de mis 17 años.
Y, para cebarme aún más, sería elevado
a la condición de santidad desde el mismo momento en
que firmara el trato de Fausto: delegar en los directores
del Opus Dei el discernimiento de la "voluntad de Dios"
en vez de descubrirla por mí mismo, y ellos garantizarían
que me iría al Cielo cuando muriera -¡esto representaba
una garantía de por vida después de la muerte,
que yo no podía dejar pasar!!
Cómo me fue durante 6 años como Numerario
Antes del Opus: Me sentía inseguro pero
probaba cosas nuevas de todos modos; me sentía ansioso
pero con deseos de hacer cosas y encontraba montones de risas
y tonterías en mis encuentros con amigos; me exigía
muchísimo, pero por lo menos en la dirección
que yo quería ir y así sobresalía en
todo lo que hacía. Tenía un sentido de autonomía
limitado (necesitaba asegurarme de que mi madre estuviera
satisfecha conmigo, por ejemplo), pero al mismo tiempo encontraba
áreas de competencia que me granjeaban el elogio y
la admiración de otros (lo cual disfrutaba).
Etapa inicial en el Opus: Sensación
de calma: estaba a bordo de un barco con sentido de dirección;
yo era importante: lo que estaba haciendo era heroico, difícil
pero significativo y por lo tanto valía la pena hacerlo.
Era "un elegido" para realizar el trabajo de Dios;
me producía entusiasmo saber que ya era uno de esos
santos de siglos anteriores acerca de quienes había
leído; estaba tan seguro de mí mismo que por
momentos me sentía indestructible, incuestionable;
estaba muy por encima de esos otros tontos patéticos
e ingenuos del mundo, los que pronto incluyeron a mis padres
y hermanos -todos aquellos que se irían al Infierno,
de lo que estaba absolutamente convencido, ¡ya que no
habían elegido el unirse al Opus Dei! Pero ese era
problema de ellos.
Etapa final en el Opus: El Director de la Región
había "sugerido" que me cambiara a Ingeniería
para poder tener más tiempo para mis "apostolados"
en el futuro. Eso hice, con el resultado de que mis notas
bajaron al tiempo que comencé a faltar y a reprobar
clases, cosa que jamás me había ocurrido. Mis
excentricidades fueron cada vez más pronunciadas: lo
que había sido perfeccionismo -que me granjeó
el superar a mis pares- se convirtió en escrupulosidad.
Donde cada fibra del resentimiento que me causaba el que mi
prestigio estuviera atrapado en el Opus Dei, me condenaba;
cada pensamiento era tan malo como si lo hubiera llevado a
cabo en los hechos, y cada excitación sexual cambiaba
la dirección de mi "certificado para llegar al
Cielo sin escalas" por la de "directo al Infierno",
hasta que cambiaba de dirección nuevamente por medio
de una "Confesión". El deseo de complacer
a los superiores se convirtió en un tratar de hacer
tropezar a algún compañero en la escalera para
poder "presentarnos" y así invitarlo a algún
evento del Opus Dei.
El poder tener amigos sólo para disfrutar de la amistad
por el simple hecho de divertirnos en compañía
de otro, dio lugar a una "amistad al servicio" de
convencer a alguien de que se hiciera numerario (es decir,
estaba tratando de manipular a mis "amigos" para
que se convirtieran en lo que yo creía que debían
ser en vez de apreciarlos por lo que cada uno era). Y, lo
peor de todo, ese siempre elusivo ego (= narcisismo: sentido
de derecho y superioridad sobre otros) se fue exagerando de
la forma más extraña. De algún modo me
aferraba a una sensación de superioridad sobre los
que no eran miembros del Opus Dei, mientras que al mismo tiempo
sentía una profunda vergüenza por el resentimiento
que me producía el control que el Opus Dei ejercía
sobre mí, sintiéndome como si, en consecuencia,
no tuviera ningún derecho a existir, sin mencionar
el derecho a hablar o seguir mi propias ideas y sueños.
Inmediatamente después de renunciar: me sentía
gobernado por la culpa, avergonzado de mí mismo a cada
paso sin razón aparente. Sentía que no tenía
ninguna razón para existir y fui presa de una depresión
clínica (aunque todavía capaz de funcionar adecuadamente).
Aunque racionalmente sabía que no tenia ningún
sentido, emocionalmente estaba seguro de estar irremediablemente
condenado. Después de un partido de baloncesto con
otro ex-numerario. este me dijo que se daba cuenta de que
yo había estado en el Opus Dei por el modo en que había
jugado: distante, inseguro, demasiado solícito, complaciente),
y que, para él, la culpa comenzó a calmarse
después de 3 años ("¡gulp!"
pensé). La ira comenzó a ocupar más espacio,
principalmente dirigida a mis padres (me había mudado
temporalmente con ellos al irme de la Obra); era por "su"
culpa que yo no había estado preparado para enfrentarme
con un rival como los miembros del Opus Dei y estaba ahora
teniendo una experiencia de la vida tan miserable, llena de
odio hacia mí, disociación y aislamiento emocional
con respecto a los demás. Yo creía que los psicólogos,
terapeutas, psiquiatras y asistentes sociales, eran instrumentos
del Diablo, porque enseñaban el "culto al egoísmo".
Si llegaba a consultarlos, sería conducido hacia el
sendero del centrarme en mí mismo -básicamente,
del infierno.
Los últimos 20 años desde que renuncié:
A pesar de que inmediatamente suspendí la flagelación
y el "clavarme" el cilicio dos horas por día
(ésas fueron las únicas dos cosas que los miembros
del Opus quisieron que les devolviera cuando me fui), la auto
flagelación continuó en un sentido emocional,
habiendo sido profundamente reforzada a lo largo de mis seis
años como numerario.
Mi padre de algún modo me convenció para ver
a un psicólogo en un centro de terapia de una universidad
católica cercana a mi casa: un año de psicoterapia
cognitiva-conductual con este profesional me llevó
a volver a la carrera que había elegido con anterioridad
a mi ingreso en el Opus. Luego, cuando un sacerdote parroquial
que no era del Opus me dijo -después de 4 reuniones-
que no podía ayudarme más debido a mi grave
escrupulosidad, me derivó a un psiquiatra para que
me atendiera.
Después de dos años y medio de psicoterapia
semanal (del tipo rogeriano) pude graduarme de la primer etapa
de mis estudios secundarios. Más tarde, cinco años
y medio de una a dos veces por semana de psicoterapia psicoanalítica
me ayudaron a atravesar la última etapa de mis estudios
secundarios e ingresar con éxito en la facultad. Media
docena de retiros de meditación Vispassana de nueve
días de silencio me ayudaron a estar más centrado
en mi vida, y el trabajo psicológico continúa
en el presente, después de 4 años de terapia
psicoanalítica de 3-4 veces por semana.
La relación con mis hermanos ha mejorado considerablemente
a lo largo de los años, ayudado por sus hijos que rompieron
la coraza y lograron llegar hasta mi solitario corazón.
Las relaciones con mis padres se han suavizado considerablemente,
también, aunque todavía les hago responsables
por sus actitudes tan duras durante mi infancia. En general,
puedo ver más rápidamente el papel que juego
en los conflictos que salen a la superficie en las relaciones,
lo que a su vez me ayuda a encontrar el camino de acercamiento
a la otra persona.
La diferencia fundamental entre el Opus Dei y la Psicología
El Opus Dei te dice: "si quieren ser personas felices
(es decir, Santos), sus egos no estarán más
a cargo de la dirección de sus vidas y puede ser borrado,
entréguennos la dirección de sus voluntades
a nosotros".
La psicología dice: "si quieren ser personas
felices (es decir, dejar de ser el responsable de sentirte
miserable), entonces sus rasgos neuróticos no estarán
más a cargo de la dirección de sus vidas y pueden
disolverse, permitan que su voluntad sea guiada por la sabiduría
Interior de cada uno, la que les habla a través de
sus pensamientos, de sus fantasías, emociones, y sensaciones
corporales".
Me tomó mucho tiempo descubrir esta diferencia tan
significativa. Mi experiencia en el Opus Dei magnificó
mi exigencia para conmigo mismo y aceleró el encogimiento
de mi ser (de la confianza en mí mismo, mi autoestima,
mi individualidad), todo lo cual había comenzado con
mis experiencias infantiles. En lo que respecta a mí,
el mayor beneficio que obtuve de mis años en el Opus
es por la vía del contraste: si no hubiera sido por
haber podido experimentar la oscuridad, quizá no podría
ser tan capaz de apreciar la luz. Este es el valor que le
doy a los años que pasé siendo la caricatura
de un "santo" más-santo-que-tú, numerario,
sin-alma, cada vez más ridículo, bajo la tutela
del Opus Dei. Para mí, el dejar a otro ser el conductor
de mi alma es un profundo error y algo que ahora trato de
evitar con todas mis fuerzas. Es posible que haya quienes
han enriquecido sus vidas a través de su experiencia
con el Opus Dei. A esas personas les deseo lo mejor pero también
les digo, citando la novela de John Galt "Atlas Shrugged"
¡No se interpongan en mi camino!
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