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OPUS DEI: ¿un CAMINO a ninguna parte?

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DESAHOGO Y PREGUNTAS

Pablo, 24 de octubre de 2004


Soy numerario desde los típicos catorce años y medio y ahora tengo veinte. Llevo unos cinco años arrepintiéndome diariamente de escribir esa carta, pero al día de hoy sigo aquí.

Desde siempre he sido incapaz de decir que no, así que cuando me dijeron que hiciera oración, la hice, cuando me dijeron que fuera a las meditaciones, fui, y cuando me dijeron que si no me gustaría ser de la Obra también dije que sí. La verdad es que era cierto que lo veía atractivo. Para mí las chicas eran todavía todas tontas y no sabían jugar a fútbol. Prefería vivir siempre con un montón de gente divertida, teniendo tertulias piratas todas las noches, irte de convivencia a mogollón de sitios, jugando a fútbol, y ser el tío que se esconde en el bosque para que los niños te encuentren me parecía estupendo y total, lo único malo era no poder ir al cine... la verdad es que todo me parecía muy atractivo y escribí la carta muy convencido.

Aunque luego nunca fui un adscrito modelo, la verdad. A la oración de la mañana iba a ir su padre, quedarse en el club viendo un documental mientras todos mis amigos se lo pasaban de puta madre por ahí me tocaba mucho las narices y, obviamente, me iba con ellos. Contarle mi vida todas las jodidas semanas a un tío de 40 años que ni me va ni me viene era (y es) la tortura semanal... ¡Le tenía pánico al teléfono! Cada vez que lo oía me echaba a temblar. Siempre era alguien del centro que me llamaba porque bla bla bla...

Pero el caso es que mandarlo todo al carajo me daba todavía mucho más palo, y todavía me lo sigue dando. No sé, por una parte pienso: joder, esto es una mierda, no hay quien lo aguante (sobre todo mientras me levanto a las 6:40 y no tengo clase hasta las 9:30 y mi facultad queda a 15 minutos exactos en autobús del centro). Pero por otra digo: bah, ya tienes 20 años, lo que buscas es hacer lo que quieres y si te vas, te casarás dentro de nada, y ahí hay incluso menos libertad, ya no merece la pena. Pero es que me jode ponerme todas la mañanas la puta chaqueta y corbata. Llevo toda mi vida vistiéndome en plan cutre... porque en casa no había mucho dinero y eso y casi todo era heredado. Y ahora que mi padre tiene un buen trabajo, y yo puedo vestirme como quiero, que a la sazón son unas zapatillas de deporte chulas, unos pantalones normales y una camiseta de 1500 o 2000 pelas. Pues resulta que no, que me tengo que disfrazar de numerario porque claro, ¿a dónde va un universitario ¡un universitario! con zapatillas? Los universitarios llevamos náuticos. ¿¿Pero esta gente en qué mundo vive?? Y de las camisetas ya ni os cuento, porque como somos la aristocracia de la no sé qué (no me acuerdo cuál es la frase ahora) pues tengo que ir con camisa por respeto a los demás ¡chúpate esa! Con este tema estoy bastante quemado ya.

Sigo con mi historia. El caso es que llegó el momento de ir al centro de estudios y ahí sí me planté y dije que no. Pero al final, tras muchas lágrimas, sí acepté ir a vivir a un clubito y me cago en todo. Pasé todo un año jodido. He de decir que ninguno de mis amigos saben que soy numerario, puede que sea triste pero es así. Así que claro, vivía en un club cuando estaba toda mi familia en la misma ciudad... era todo un poco extraño, y, sin confianza todavía, me daba palo contárselo a mis nuevos amigos. Pero claro, me invitaban a salir por ahí y yo tenía que decir que no porque "tenía que quedarme con mis hermanos", "ya había quedado con otros amigos", etc., ya que, si iba al Director y le decía: "Oye, que me han invitado mis amigos a loquesea" pues él me decía: "¿Lo has llevado a la oración? ¿Podrías invitar a alguno a la meditación?" y todo eso me toca mucho las narices pero...es lo que hay.

Allí hice la oblación y después, sólo después de hacerla, me enteré de que hasta entonces sólo había sido aspirante, ¡aspirante! ¡qué huevos! que hasta entonces ni siquiera era del opus dei y me lo dicen ahora, joder. Si lo llego a saber antes las cosas habrían sido muy distintas.

Total que llega el verano y me voy a hacer el semestre. Vaya mes. Acabé realmente hasta las pelotas, vi lo que se me venía encima en el centro de estudios y me hundí. ¡Odio la filosofía! Y todos mis amigos con mails de "me lo estoy pasando de la releche en la playa, tienes que venirte". Ahí sí dije: "ME VOY". Y me volví a casa de mis padres a mitad de semestre, pero con un nudo en el estómago. Estuve unos dos meses hablando con el director del centro de estudios. Total que, al final, decidí irme al centro en virtud de mi compromiso con Dios, pero sólo hasta el 19 de marzo (fecha clave). ¡Y es una mierda!. Cada día me tocan las pelotas con algo nuevo. Preguntándome constantemente: "¿a cuántos amigos vas a traer a la meditación? ¿y al retiro? ¿tienes algún tío para el círculo? ¿y pitable? ¿para visitas de pobres? una romería sí ¿no? ¿quizá para el UNIV? ¿a lo mejor para las catequesis?"...etc. Y eso cuando no te hacen un "venquetecomente" (también llamados "¿tienesunmomentito?" y "Corrección Fraterna"). Agotador, y llevo un mes con unas ojeras que me doy miedo. Estoy planteándome seriamente mandarlo todo a tomar viento definitivamente y a la de ya, pero... pufff. Estoy harto de tener que consultar absolutamente todo.

Quiero quedar con mis amigos y hablar de paridas sin tener que decirles que se confiesen o que vengan al UNIV o yo qué sé; quiero ver una peli en la que no me pasen para adelante las escenas en las que una pareja se da la mano, es más, quiero ver más de dos películas al mes e, incluso, ver todos los días los Simpsons, quiero levantarme más tarde de las 7:50 en verano y fines de semana, quiero vestir como me gusta, quiero ver el telediario, quiero irme a esquiar aunque ningún capullo de S. Rafael se apunte a mi plan, quiero contarle mi vida a quien quiera contársela y cuando me dé la gana, quiero pasar las Navidades con MI familia y pasarme la nochevieja de juerga (sana) y levantarme tarde, no a las 10, ¡A LAS 10! ¡ESTÁN LOCOS!, quiero dormirme escuchando la radio, quiero tocar la guitarra a las 4:30 de la tarde, quiero... quiero un montón de cosas. Pero cada vez que pienso en dejarlo me recorre un noséqué por el estómago. Y esto es todo.

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