DENUNCIAR UNA ESTAFA NO ES CALUMNIAR.- Inocencio
Hay que agradecer que se haya puesto en esta página un reciente rescripto de gobierno de la Prelatura. Puesto que el gobierno en la Obra es colegial y en el propio escrito se habla de los informes jurídicos recabados, puede considerarse que es un elaborado trabajo colectivo. Se refiere a varios acontecimientos y situaciones más o menos recientes. Extraigo, espero que sin deformar su intención, unas frases:
“… No… sólo al libro y a la película… sino a todas las argucias con las que, en el campo… de los medios de comunicación, etc.… se pretende impedir que… encuentren… a Jesucristo… El diablo no soporta… Se ha estudiado, con… asesoramiento profesional, la posibilidad y la oportunidad de actuar ante los tribunales civiles para que reconozcan formalmente la naturaleza calumniosa de determinadas afirmaciones. De momento, pensando en la defensa de… la Obra… se ha juzgado preferible no seguir ese camino…”
Con el mayor respeto a las dignísimas personalidades involucradas en ese escrito, y a sus asesores, sólo querría hacer algunos comentarios.
El primero es que el demonio ciertamente actúa. Sin embargo, la invocación al diablo puede algunas veces ser abusiva. Me recuerda esto la reacción de Kiko Argüello (no es mi intención criticar a alguien tan destacado y que, como las autoridades de la Prelatura, tan grandes servicios ha prestado a la Iglesia, sino poner aquí un símil, quizá no muy adecuado), cuando la Academia de Bellas Artes de san Femando emitió un escrito en el que, por unanimidad, decía que sus pinturas de la Catedral de Madrid no eran acordes con el templo. El interesado (hombre de magnífica voluntad), dijo que eso era un ataque “diabólico.”
No se deduce claramente del escrito que estoy comentando, qué asuntos se están considerando, distintos del libro y la película. Puede que uno de ellos sea esta página, y se ocultase para no dar información a los que lo ignoren. (No es sorprendente, porque en una tertulia el Prelado habló sobre la guarda de la vista en Internet, diciendo sobre esta página: “ya sabéis a lo que me refiero.”) Si así fuera, me parece que hablar de la “naturaleza calumniosa de determinadas afirmaciones” es algo sorprendente. Un juez preguntaría a los representantes de la Prelatura: “¿Cuál es la calumnia que les han hecho a ustedes?” Y tendrían que responder: “Son varias. La principal es que dicen que lo que escribimos hace veinticuatro años para nuestros fieles, es distinto a lo que escribimos hace cincuenta y seis, y que no se comunicaron los cambios a los interesados.”
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua Española, calumnia es: (1) Acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño, y| (2, en Derecho) Imputación de un delito hecha a sabiendas de su falsedad.
Sin embargo, mucho me temo que la palabra calumnia se utiliza en el caso del mencionado escrito casi como sinónimo de “andar diciendo las cosas por ahí.” Con independencia del juicio moral o legal que merezcan estas actitudes, está claro que no pueden calificarse de calumnia. Si acaso de difamación, pero quizás esa palabra se omita voluntariamente. Desde luego, desde el punto de vista de personas de la calle, es simplemente un aspecto de la libertad de expresión, legítima mientras no se falte a la verdad ni al orden público.
En cualquier caso, la velada amenaza “de momento,” no parece adecuada dirigirla, si es el caso, a gentes que casi siempre han entregado dentro su tiempo, sus energías, muchas veces sus ilusiones profesionales, su dinero, su salud, la alegría de tener hijos, etc., y sólo porque “llevan la contraria.” Tendrían que pensar las autoridades de la Prelatura que, por un motivo u otro, ya no están “dentro.” Y que manifiestan su libertad denunciando una estafa que han sufrido en sus carnes, en su psique y en su bolsillo.
Intentando disculpar, pienso que entra dentro de lo posible que el Fundador haya dejado una herencia imposible de cumplir, y espero que se entienda en qué sentido hago esta afirmación. Ojalá haya una solución, pero posiblemente tenga que venir del Cielo.
Saludos cordiales,
Inocencio
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