CONMIGO
NO PUDIERON, GRACIAS A DIOS
Enviado por M. de A. el 30 de octubre de
2003
Les cuento mi caso personal: gracias a Dios nunca llegué
a pertenecer a esta Obra ya que abandoné tempranamente
a tiempo y nunca hice la promesa... pero he tenido la mala
suerte de padecerla casi a lo largo de toda mi juventud, y
no sé por qué mala pata hasta la
fecha tengo que encontrarme con algún miembro o simpatizante
que pretende pescarnos a mi esposo y a mí.
Pierden su tiempo, pero yo no me aguanto mi genio y en general
los quiero torear porque de esa institución
solo recuerdo personas intolerantes, mucha hipocresía,
fanatismo religioso, apetito insaciable por el dinero y poder,
y un incomprensible culto a lo fatídico, al sufrimiento,
a mirar la vida con ojos de tragedia... ¡no entiendo
eso de que para ser buen cristiano haya que sufrir a lo bestia!
Si Dios es nuestro Padre y nos ama ¿por qué
habría de querer nuestro sufrimiento?
¿cómo se sienten nuestros padres cuando nos
ven sufrir? ¿acaso no estamos preocupados cuando nuestros
niños tienen fiebre o están tristes por algo?
Si mi hija de 15 años un día me dice Madre,
te amo tanto que como prueba de mi amor voy a andar con un
cinturón lleno de tachas de metal contra el cuerpo
lo mas probable es que yo me ponga a llorar y piense que mi
hija se está volviendo loca... o pervertida. Inmediatamente
le ayudaría a salir de ese estado, no podría
verla así.
Justamente yo tenía 15 años como mi nena cuando
tuve mi primer novio que frecuentaba un grupo del Opus (iba
a un centro y campo de deportes de la Obra). Recuerdo ese
noviazgo como un embarazo y parto: duró 9 meses y 5
días. Él estaba literalmente enloquecido
con la gente del Opus y quería que yo me acercara al
grupo de las chicas. Esto no me gustó porque
no encontraba sentido a dividir varones y mujeres, pero aún
así por darle el gusto asistí a varias reuniones.
En apariencia eran grupos de estudiantes católicos
que se reunían a estudiar y a profundizar la Fe. En
esos grupos (después lo supe) la mayoría eran
hijos de supernumerarios y a él lo había llevado
un amigo (sus padres eran muy religiosos pero no eran opusdeístas).
De ahí que su familia solo sabía que estaba
frecuentando gente con intereses educativos y deportivos,
allegados a la Iglesia Católica.
Yo me di cuenta que estaba siendo pescado por
los Opus Dei a raíz de una conversación con
un primo mío que por entonces era seminarista; él
venía a casa todos los domingos y bromeando por mi
reciente noviazgo le conté acerca de la invitación
que mi novio me había hecho, del campo de deportes
(¿vieron que casi todos los centros y clubes llevan
nombres de árboles, flores o especies vegetales? A
este lo llamaremos Los Robles) y de sus nuevas
amistades. ¿Los Robles? Esa es gente del Opus
Dei me dijo mi primo. Yo no sabía qué
era y me lo explicó todo; no habló bien pero
tampoco habló mal. Me dijo que era una institución
con características muy especiales, que él particularmente
los veía como muy egoístas al no
querer compartir nada con otros movimientos como Focolares,
Schoenstatt, Cursillos de Cristiandad, que tenían reglas
muy estrictas y que tenían formas muy elitistas ya
que generalmente allí estaban personas de alto poder
adquisitivo o político.
-Yo te aconsejaría que para ir formándose
juntos como parejita de novios, se acercaran a Jornadas de
Juventudes Cristianas, a los Encuentros o directamente a algún
grupo parroquial de jóvenes... algo más abierto,
mas acorde a la vida de los chicos de su edad, me dijo.
Días después se lo dije a mi novio, se puso
rojo de vergüenza... y de rabia. Me reprochó andar
investigando sobre sus actividades privadas, que él
tenía derecho a acercarse a la gente que le hacía
feliz y era buena con él. No me extrañaría
que en un tiempo más me digas que esto se terminó
porque te vas con ellos le dije llorando. Fue un momento
muy triste pero dado el cariño que nos teníamos
y tal vez su indecisión de ingresar con la gente del
Opus Dei hizo que siguiéramos unos meses más.
De todos modos su actitud cambió y su comportamiento
era cada vez mas extraño, vivía de Misa en Misa,
pasaba horas en la biblioteca o en el oratorio del centro
meditando como él decía, me retaba
permanentemente por no ir diariamente a Misa (yo iba todos
los domingos con mi mamá) y por no confesar y comulgar
más seguido. Llegó al extremo de esperarme en
la puerta del colegio un día lunes y en lugar de saludarme
con un beso, me preguntó inquisidoramente este
domingo en Misa ¿comulgaste? y así sucesivamente
por meses y meses.
Dejamos de salir al cine y a paseos que antes nos agradaban,
dejó de besarme en los labios y todo lo encontraba
sucio, cochino. El tema central de nuestras conversaciones
eran la vocación y la santificación.
Él estaba convencido y afirmaba que todos tenemos
la vocación, lo que pasa es que nunca nos lo han hecho
entender como corresponde. Su afectación por
lo religioso era tal que uno de mis hermanos me preguntó
jocosamente si él en realidad quería una novia
o una monja con la que saliera a pasear de vez en cuando.
Un día llamó por teléfono a casa y me
dijo abiertamente que no podía seguir conmigo, que
estaba confundido y sus sentimientos hacia mi no eran de amor
sino fraternos. Nos reunimos en una plaza a conversar y me
dijo que mi forma de ser lo había desilusionado vos
sos 70% material y apenas 30% espiritual me dijo con
la mirada más helada que yo recuerde en una persona.
Cuando escuché eso miré mis jeans gastados,
mis zapatillas deslucidas y mi camisa a cuadros heredada
de mi hermano y reformada por la máquina de coser de
mamá ¿podía ser yo una persona 70% material?
Me sentí injustamente tratada y me fui de esa plaza
llorando, me costó casi un año recuperarme porque
era mi primer desilusión amorosa. Cuando supe lo que
realmente pretendía para mi (meterme a
la Obra con las chicas) creo que lo odié y sentí
indignación contra mi misma por haber sido tan tonta
y crédula.
Al año siguiente según sus padres estaba
trabajando en Buenos Aires pero la realidad era que
se había ido con la gente de la Obra y vivía
en una de sus residencias. Años después supe
que se salió y se casó con una chica de familia
muy humilde, que también se había ido del Opus
Dei. Nunca tuve oportunidad de conversar serenamente con él
y saber qué le había sucedido, nunca pude entender
qué lo obnubiló tanto de la Obra que rompió
un noviazgo, me hirió por no pensar y sentir igual
que él, dejó sufriendo a sus padres que nunca
entendieron esa súbita vocación...
¡y después se salió para casarse con una
chica que también perteneció al Opus!
Gracias a mi primo seminarista (hoy día un sacerdote
excelente) y a mi tío que era lo que decimos en Argentina
un curita piola, además profesor universitario
en Teología, supe como se estructuraba el Opus, cómo
se movían en sociedad, qué objetivos perseguían,
diría casi con lujo de detalles que hoy día
confirmo al leer los testimonios de cada uno de los Orejas,
del libro de Carmen Tapia y otros escritos muy valiosos. Y
parafraseando a Satur me permito preguntar ¿para qué
sirve el Opus Dei?
Ser cristiano no es cosa fácil, vivir a la luz del
Evangelio exige compromiso y fortaleza espiritual, pero ¿hace
falta hacer todo lo que ellos hacen? ¿qué es
lo importante? ¿Hace falta pertenecer a
alguna institución para ser buen cristiano? ¿Por
qué hay personas que son susceptibles de ser pescadas
y otras no? ¿Qué ven ellos y qué receptividad
encuentran en los posibles candidatos, al punto de invadir
literalmente sus vidas?
Sigamos reflexionando...
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