EL
COGOLLO DE LA OBRA
Roberto, 9 de enero de 2004
Mi corta experiencia en la Obra (menos de diez años),
me impide hablar con autoridad sobre los entresijos de la
institución, no ocupé cargos de dirección,
ni tampoco era demasiado avispado para captar las cosas, pero
bueno, algo supongo que quedó, y unido eso a mis lecturas
creo que puedo decir algo sobre el Opus Dei que tal vez no
se haya dicho en esta página. Seguro que muchos de
ustedes estarán pensando que ya casi todo está
dicho y que o bien se repiten las cosas, se repiten las cosas
y encima se saca dinero dinero con ellas (algún correo
que otro ha hecho referencia a un sujeto de estas características
del que yo también pienso lo mismo) o bien se cuentan
las cosas de forma divertida y con muchas anécdotas
estilo de Satur, al que admiro profundamente. De hecho tienen
ustedes razón, por tanto me voy a intentar adentrar
(es mi primera vez), en el terreno de la ironía, y
espero que les guste. Mi tema es el COGOLLO DE LA OBRA.
Tengo a mano un estupendo y manejable diccionario enciclopédico
Larousse en el que aparte de las acepciones referentes al
mundo vegetal que ya conocemos hay otra definición
muy interesante de cogollo: lo mejor o más selecto
de alguna cosa.
¿Qué es el Cogollo de la Obra?, la verdad es
que no recuerdo muy bien dónde leí esa expresión,
casi seguro que fue en el tomo primero (¡Señor
que vea!) de la biografía actualizada de San Josemaría,
por Andrés Vázquez de Prada, o tal vez en el
libro de meditaciones del Fundador, 'Crecer para adentro'
(de publicación interna), o alguno similar, (también
de publicación interna).
El Cogollo de la Obra, no es otra cosa sino (¿a que
no lo adivinan?) los numerarios y agregados, es decir, la
Obra de San Miguel y de San Pedro, o sea, la Obra del jefe
de los ejércitos celestiales y del jefe del Colegio
Apostólico, o hablando en plata, tal como me explicó
el cura que me habló de pitar: los que mandan en la
Obra (sí señores, ese sacerdote insigne, dentro
de la inmensa traca de argumentos que usó para pescarme,
no dudó en seducirme con el Anillo de Poder: hazte
numerario, que somos los que cortamos el bacalao).
Tal vez algunos de ustedes se habrán quedado perplejos
y preocupados de que San Josemaría hablase de un cogollo
dentro de la Obra, ¿no nos habían dicho siempre
que la vocación al Opus Dei es Una? ¿qué
la vocación a la Obra es la misma para numerarios que
para supernumerarios, que sólo varían las circunstancias?.
No se alarmen, pues aunque no recuerdo exactamente mi fuente
documental, sí que me acuerdo de la nota a pie de página,
que precisaba que más adelante el Fundador aclararía
que en realidad en la Obra todos somos cogollo.
Así que ahora ya pueden ustedes respirar aliviados,
todos en la Obra son cogollo, el Opus Dei es una inmensa lechuga
tan tierna, que todo en ella es cogollo (y así sin
buscarlo, he hallado una nueva imagen o símbolo de
la Obra: además de una tabla de salvación, una
partecica de la Iglesia (¡Ay, Jesús, que trigal!),
una gran catequesis, un hermoso huerto... la Obra es también
una tierna lechuga ¿cómo no se le ocurrió
esta bella imagen al Fundador?.
Es sabido, o por lo menos ese cura inefable que alentó
mi pitaje me dijo que así se hacía, que en los
círculos para supernumerarios se lee una pregunta del
examen de conciencia que aproximadamente dice así:
¿Cuánto he rezado y me he mortificado para que
haya vocaciones de numerarios?, también en mis pocos
años de numerario oí que nosotros (y tal vez
los agregados también, no recuerdo) éramos la
espina dorsal de la Obra, y nos lo decían así,
tan tranquilos, sin precisar como habría hecho sin
duda alguna San Josemaría, que en realidad en la Obra
todos somos espina dorsal. Pobrecillos, no tenían todavía
ni idea de lo que era el Opus Dei, un reino de igualdad absoluta
ni más ni menos.
De forma que siempre se valora igual la vocación de
un supernumerario que la de un numerario o agregado. Ya se
sabe que a un joven se le propone casi exclusivamente engrosar
las filas de la Obra de San Miguel, lo cual no quiere decir
que se tenga en poco la vocación de supernumerario,
por supuesto. Se me ocurren varios argumentos para probarlo:
el principal es que también hay jóvenes que
pitan de supernumerarios, incluso sin tener novia todavía,
fíjense ustedes. Tal vez contesten a mi argumento que
aunque hay supernumerarios jóvenes, no los hay tan
jóvenes como ciertos numerarios que se llaman aspirantes:
a eso contesto yo que un tierno adolescente de catorce años
y medio no es capaz de comprender todavía la complejidad
de la vocación de un supernumerario, mientras que,
si no de forma natural, sí por una especial y evidente
ayuda del Espíritu Santo, es capaz de captar todo lo
que conlleva el compromiso de un numerario o agregado, y por
tanto su decisión de pitar es totalmente madura, madurez
garantizada además por los directores, y por tanto
quien dude de ella, o no sabe lo que dice, o habla maliciosamente.
No olvidemos además la evidencia de que los jóvenes
a los que se plantea la vocación de numerario, y te
responden como inocentemente que ellos sí que quieren
ser de la Obra, pero supernumerarios, en realidad están
poniendo una vil excusa para no llevar las cargas que conlleva
la vocación de numerario (cargas que por otra parte
son, porque no olvidemos que la vocación al Opus Dei
es única, igual de pesadas -un yugo suave- que las
de un supernumerario, pero los pobres, engañados por
el demonio revestido de ángel de luz, no se dan cuenta
), incluso se puede adivinar que algunos de esos que quieren
ser supernumerarios, sólo piensan en que es una vocación
que les permite practicar el sexo: son las miserias de la
naturaleza humana, que sólo ve en el matrimonio un
remedio para la concupiscencia, pero ahí están
las vocaciones de numerario y agregado para sacarnos del fango.
Por tanto, en el Cogollo no hay acepción de personas,
ni por supuesto, de sexos. Parece ser que hay algun@s recalcitrantes
que se creen que las mujeres tienen en la Prelatura un statu
quo inferior. Se oyen cosas como:
Que si no pueden fumar... ¿no se dan cuenta de que
eso no es ninguna discriminación?, o bueno, a lo mejor
sí que lo es, pero discriminación positiva,
pues vela por la salud de la Sección Femenina.
Que si duermen encima de tablas (con lo positivo que es para
prevenir la escoliosis, lordosis y gibosidades varias). Que
si son las que tienen que hacer todas las labores domésticas
(quiénes sino iban a hacerlas, con lo comodones que
son los hombres, ellas son así de generosas; además
no me cabe la menor duda de que Nuestro Padre pensó
en la figura del numerario auxiliar, con idéntica función
y los mismos derechos (casi ninguno) que las numerarias auxiliares,
porque él era un hombre muy avanzado para su tiempo,
y cien años más adelantado que la Curia Romana,
lo que pasa es que no encontró vocaciones, y se tuvo
que resignar a que hubiese esta pequeña y no deseada
diferencia entre las dos secciones; lo que no sé muy
bien es por qué Pilar Urbano ni ningún otro
hagiógrafo consigna este hecho del que, aunque no tengamos
pruebas documentales, podemos estar seguros de su veracidad,
por puro razonamiento lógico).
Que si tienen que rezar el Rosario en el Oratorio cuando
los varones lo pueden rezar donde les dé la gana, que
si ellas dicen Ancilla Domini donde ellos dicen Sedes Sapientiae,
que mientras que los varones necesitan ser sabios (recuerdo
que en una clase de Catecismo de la Obra, uno se rió
con un punto que decía algo así como que los
numerarios ejercen profesiones intelectuales, con la coletilla:
profesiones que también pueden ejercer las numerarias,
vamos, que sí, que a las mujeres también les
dejamos, pero que no hace falta que se preocupen mucho de
ello, que para eso ya estamos nosotros), a ellas les basta
con ser discretas... me pone enfermo que alguien se preocupe
de tales nimiedades, cuando además se ve que esas pequeñas
diferencias son todas a favor de la mujer: Ancilla Domini
está sacado de los mismísimos Evangelios, mientras
que Sedes Sapientiae no se sabe muy bien de dónde
sale, por lo que no tiene el mismo caché; si las mujeres
rezan el Rosario en el Oratorio, pues mejor para ellas, más
Gracia de Dios que obtienen, salen ganando. Y no digamos ya
la no obligatoriedad de ejercer una profesión intelectual,
es el no va más de la discriminación positiva,
pues se ven así liberadas de una carga que los varones
tenemos que llevar porque no hay más remedio, mientras
que ellas pueden elegir, y ejercer profesiones mucho más
divertidas como por ejemplo, administradora de centros, que
suerte ¿no?.
Los hay incluso tan borricos que..., no perdón, ser
borrico es una virtud, quería decir que los hay tan
cerriles que llegan a pensar que hay discriminación
en el hecho de que mientras los electores laicos tienen voto
activo (es decir, votan y su voto cuenta) en el proceso de
elección del Padre, al igual que los sacerdotes, que
además tienen voto pasivo (pueden ser elegidos), las
electoras sólo tienen voto consultivo, o, como oí
yo contarlo, ellas levantan la liebre, o sea, dicen quién
les gustaría que fuera el Padre, y luego los varones
eligen.
Desde luego no tengo palabras para describir la mala fe de
quienes alumbran esos pensamientos, por lo que les concederé
el beneficio de la duda, y simplemente pensaré que
los pobres son imbéciles: no saben nada de historia
de la Obra, y que en todos los procesos de elección
del Padre (dos) ha habido armonía entre hombres y mujeres,
y han votado lo mismo. Se ve que nunca han oído decir
que aunque separadas a cinco mil kilómetros de distancia
(incluso a años luz si hace falta) nuestras hermanas
caminan al mismo paso que nosotros, porque si no la Obra cojearía,
la Obra es Una ¿lo entienden? Y al igual que las Obras
de San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, con ser tres, son
una sola Obra, pues las secciones femenina y de varones, con
ser dos secciones, forman las dos un único e indivisible
Opus Dei.
Lo del voto consultivo no es más que para manifestar
la Unidad de la Obra, pues las mujeres saben que los varones
elegirán al mismo que elegirían ellas, y con
su voto consultivo así lo demuestran, no hace falta
más. Por otra parte, no se dan cuenta de las enormes
dificultades técnicas que conllevaría el voto
activo para todos y todas: el recuento sería dificilísimo,
con ellas votando a cinco mil kilómetros de distancia,
ello exigiría una infraestructura electoral que la
Obra, como es pobre, no puede costearse. No, es mucho más
bonito hacerlo como se hace, que se manifieste de forma preclara
la sacrosanta Unidad de la Obra, que por si ustedes no lo
sabían, ha sido, es y será perfecto modelo para
la Unidad de la Iglesia.
Arriba
Volver
a Tus escritos
Ir
a la página principal
|