EL
OPUS DEI ESTÁ CAYENDO EN PICADO
M.G., 29 de agosto de 2003
Soy una persona que estuvo varias décadas en el Opus
Dei y que ocupó cargos de gobierno de importancia.
Dejé la Obra hace pocos meses después de muchos
años de depresión por las muchas contradicciones
que ahí sufrí sobre todo por la incongruencia
entre una doctrina que estimo muy buena y una vida real que
estimo con graves defectos.
Con los años y la experiencia en asuntos de gobierno,
fui madurando mis puntos de vista y los comencé a manifestar
con libertad a los directores. Al Padre le escribí
varias veces con el ánimo de mejorar situaciones que
me parecían -y me siguen pareciendo- alarmantes y graves.
A pesar de mis esfuerzos, no tuve ni la menor respuesta positiva
ni del Padre ni de los directores, pues, en efecto, en el
Opus Dei hay un autoritarismo fabuloso que consiste en que
lo que viene del Padre es lo único bueno y querido
por Dios y lo que viene de los miembros y que cuestiona ciertas
medidas y modos de hacer las cosas, es cosa del diablo.
Lo peor de todo es que se finje que te escuchan y hasta parece
que te dan la razón, pero para que te quedes tranquilo
y no des lata. Se juega siempre a que el tiempo pase y se
te olviden las cosas que te preocupan. En su momento te quitan
los cargos de responsabilidad y pasas a formar parte de los
"muertos".
Dándome cuenta clara de esta manera de actuar que
ni en la Iglesia se vive a pesar del dogma de la infalibilidad
de Sumo Pontífice, y dándome cuenta también
de que muchos miembros mayores siguen en la Obra aunque estén
muy inconformes, tomé la decisión de dejar el
Opus Dei.
Pero en realidad no quería yo contarles lo anterior,
que por lo demás ya es muy sabido. Ha sido narrado
por muchos que hemos estado en la Obra durante muchos años
y hemos ocupado cargos de responsabilidad. Lo que yo quería
contarles es que no me parece verdad que el Opus Dei sea una
poderosa organización, como se suele decir y creer.
Tengo datos de sobra para pensar que actualmente se encuentra
en crisis y que las cosas van a peor. Ya no estamos en los
años de la postguerra española. Los seres humanos
pensamos de un modo muy distinto, y la Obra se encuentra (gracias
a Dios) con graves dificultades por su falta de flexibilidad.
Yo conozco mucho la región a la que pertenecí
y puedo afirmar con conocimiento de causa que las vocaciones
de Numerarios son poquísimas. Hace fácilmente
15 años que las cifras de miembros numerarios no aumentan,
y hasta han disminuido ligeramente debido a la gran deserción
que existe. Entre los que pitan sólo quedan algunos.
Calculo que al paso de los años sólo perseveran
uno o dos entre 40. No exagero. Hablo de numerarios, que son
la columna vertebral de la Obra.
Las obras corporativas son unos medios de apostolado casi
completamente dejados de la mano de Dios. Hay universidades
con muchos miles de alumnos, profesores y personal de todo
tipo, en manos de dos o tres numerarios medio enfermos y deprimidos.
Los consejos locales están todos incompletos porque
no hay numerarios para cubrir los cargos de director, subdirector
y secretario. Y cuando se logran ocupar algunos cargos se
hace con personas sin la mínima preparación
ni humana, ni teológica, ni nada.
Los centros de numerarios mayores están llenos de
enfermos o personas inhábiles, inseguras, cerriles
o sin personalidad.
Los directores más importantes (de las delegaciones
y de la comisión regional) son gente trabajadora pero
sin preparación profesional, sin visión de gobierno
y sin liderazgo, por la sencilla razón de que se promueve
a estos cargos a personas "dóciles", dispuestas
a hacer, pensar y decir lo que se les indica desde arriba
y sólo lo que se les indica desde arriba. Los más
inteligentes y valiosos, con experiencia y personalidad, con
ideas propias, pronto dan problemas y son removidos de sus
cargos.
Así podría seguir enumerando una realidad lamentable
que a mí personalmente me causó una gran desilusión
y contribuyó decisivamente a abandonar la institución.
Me sentía formando parte de un equipo de perdedores
y con un futuro cerrado.
¿Se puede decir que esto es una institución
poderosa? Tal vez el número represente cierto poder,
pero se trata de pura masa sin cualificación. Las excepciones
a esta regla las cuento con los dedos de una mano y me sobran.
Dicen que tienen 84,000 miembros, pero estoy seguro de que
están contando a todos los cooperadores y muchachos
de San Rafael, aunque ni co-operen ni vayan a la meditación
del sábado hace dos años.
Y si no hay numerarios tampoco puede haber agregados y supernumerarios,
pues no hay quién los atienda.
Por cierto, de la labor de Agregados es mejor ni hablar,
pues es mucho más lamentable que la de los numerarios
(es patética), y la de Supernumerarios depende enteramente
de las otra dos. La llamada labor de San Gabriel está
en completo abandono.
Los supernumerarios no alcanzan a funcionar ni a medio gas:
no van a sus medios de formación, no hacen la charla
fraterna, no hacen apostolado, etc., etc. Es lo más
normal del mundo los supernumerarios que sencillamente van
a algo sólo una vez al semestre, y no faltan quienes
sólo renuevan la oblación en San José
para volver a desaparecer durante otro año.
Además, estos problemas que menciono se han ido agravando
en las últimos lustros. Repito: pitan poquísimos
y los que pitan no perseveran. Además, los que perseveran
son los más ñoños, inseguros e incapaces.
Los normales son los que más pronto se van, y si duran
es porque durante todos esos años se han sentido útiles.
Luego llega el choque con el dogmatismo y la cerrazón
y entonces ya sólo quedan los ñoños y
alguno que otro que ya no se va porque ya se siente viejo
o ya lo ordenaron sacerdote.
En fin, que me parece que la Obra va en picada y está
muy mal. Al menos, repito, en la región que yo conozco
muy bien, aunque tengo datos para conjeturar que hasta en
España está muy mal. Un numerario español
me dijo hace un año que en Bilbao se han ido en desvandada
todos los numerarios que rondaban los 40 años de edad.
Quien lea estas páginas podrá juzgar su realidad
y tal vez aportar datos.
Gracias a Dios que la obra va muy mal, pues creo que es la
manera de que recapaciten y salven esa magnífica espiritualidad
(santificación en medio del mundo a través del
trabajo...) que ellos mismos están destruyendo por
incompetencia.
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