LA
BEATIFICACIÓN
Brisas, ex supernumeraria, 12 de enero
de 2004
Yo pienso que en el opus existe una obsesión casi patológica
porque parezca, y digo bien parezca, que aquí
no pasa nada. Todos los que allí estuvimos lo sabemos,
podía estar cayéndose el mundo a tu alrededor
que si tenias la suerte de que no te cayese en la cabeza,
incluso ni te enterabas.
En el tiempo que ha trascurrido desde que me fui jamás
nadie me volvió a llamar excepto en una ocasión:
con motivo de la canonización del fundador. Yo, claro,
ya les dije que me esperasen en el obelisco de la Plaza de
San Pedro, que iría por mi cuenta. Y es que, aparte
de que no pensaba ir, recuerdo, todavía con horror,
la beatificación del hoy santo.
Mi particular historia de la beatificación no salió
en ningún Noticias, y mira que estuvo llena de favores
del futuro beato. Empezó la aventura cuando nos apuntamos
en el centro a la excursioncita. Allí pagamos las 75.000
u 85.000 pesetas de vellón, o sea de 1992 (mi memoria
no es lo que era), que costaba el vuelo ida y vuelta y la
dormida, dos noches, al ladito del Vaticano. La ventaja era
que te bajabas de la cama y te caías en el mismísimo
Vaticano. Gran alborozo por parte de los incautos que así
lo contratamos.
Llegó el día de autos, autobús y avión.
Los aviones salían como churros. Llegada al Aeropuerto
de Roma.¡ Uy, que bien!, ahora nos vamos al hotel, dejamos
la maletita y a dar una vueltecita por Roma, que si San Eugenio,
que si Bruno Buozzi, que si San Pedro, que si Santa Maria
la Maggiore, que si San Juan de Letrán, que si San
Pedro Extramuros, vaya que íbamos pensando en el desmadre.
Seguimos en el aeropuerto, pero ¿qué pasa aquí?
¿y nuestro autobús? ¿y el hotel?. Las
directoras de la Dele parecían las pobres corredoras
del maratón, de aquí para allá. Pues
que no hay hotel. Que hay problemas de última hora
y nos han cambiado de hotel. ¡Ah, bueno!, no importa,
pero vámonos ya. No, casi es mejor que guardemos las
maletas en el autobús y vayamos a dar una vuelta por
Roma. Pues bueno. Y así fue.
Llegada la noche nos recolectan a todas otra vez y vámonos
al hotel. Uff, que bien, estoy muerta y mañana tenemos
que estar en la plaza de San Peter a las 8. Y además
tengo un hambre que me muero. Pues, ¡hala!, vámonos.
Y el autobús empezó a andar. Oye, fulanita,
¿pero esta carretera por la que vamos no es una autopista?.
Ejem, pues sí, esqueverás tenemosunproblema.
No había hoteles en Roma y nos han dado uno a................
100 kilómetros. ¿Queeeeeeeeeeeeeeee?. Pero tranquilas,
vamos a ofrecerlo en acción de gracias porque se reconoce
que nuestro padre esta en el cielo. Y para dar gracias por
este contratiempo, vamosarezarunapartedelrosario, siiiiiiiiiiiii,
que biennnnnnnnnn, gracias Dios mío por este favor
que nos haces, gracias porque hemos pagado por un hotel en
el centro de Roma y nos mandan a 100 kilómetros. Niñas,
yo creo que es un favor de nuestro padre. Nos quiere santas
y sonrientes ante las contradicciones. ¡Aleluya!.
Llegada al hotel de carretera. O sea ¿tengo que explicar
qué es un hotel de carretera?. Pues eso. Gracias otra
vez padre por el ruido que hace la pareja de la habitación
de al lado, sí, la que se cayó por el pasillo
cuando entrábamos nosotras; y gracias porque la señora
con la que duermo no tiene el sentido del oido precisamente
en plena forma. Y nos acostamos a las 12 de la noche y, gracias
otra vez, nos despertaron a las cuatro de la mañana.
Alabado sea el Señor. Y a las cinco y media, caminito
de Roma. Beatificación y tal. Tarde lúdico festiva
en San Eugenio y ¡al hotelito de carretera!, nos acostamos
a las doce y nos levantamos a las cuatro, misa en San Pedro
con D. Álvaro. Tarde que intentaba ser festiva, pero
mi cuerpo no resistía. ¿Y a mí que me
importa el Coliseo?, a ver si tengo suerte y queda un león
hambriento y acabamos con esto en plan martirio.
Nos vamos al aeropuerto, aquello parecía un campo
de refugiados de gente lustrosa. Que los aviones no salían.
Que qué coña es ésta. Mi avión
salió a las diez de la noche o así, y allí
quedaban un montón de refugiados esperando el suyo.
Gracias otra vez padre. Llegué a mi casa algo así
como a las cuatro o cinco de la mañana. Sin zapatos.
Se me había ocurrido descalzarme en el avión
y craso error, ya no me pude enfundar los zapatos en aquellos
chorizos que tenia en vez de pies.
Felices, aquello era felicidad. Oye Mari Puri ¿qué
agencia llevó esto del viaje?, ejem, verás,
es que hubo problemas, ¿a mí me lo vas a decirrrrrrrrrrrrrrr?,
ya sé que hubo problemas ¿no ves que aun ando
como Chiquito de la Calzada?, lo que quiero saber es qué
vamos a hacer contra esos timadores. Pues nada, mejor es que
no haya escándalo. Ya sabes, la prensa y tal, que nos
tienen manía y lo aprovecharían para cargar
contra la obra.
Y ahora cualquier lector avispado se preguntará por
qué yo no hice nada, pues por varias razones: una,
que me tragué con patatas lo de que harían daño
a la obra, y dos: no tenía ningún recibo de
haber pagado mi dinerito ni qué es lo que había
contratado.
Las malas lenguas dicen que la agencia que nos tramitó
el viajecito fue creada ad hoc y que mientras nosotros pasábamos
las de Caín los gestores estaban tomando el sol en
algún lugar del planeta.
Arriba
Volver a Tus escritos
Ir a la página
principal
|