Así
conocí el Opus
Un exnumerario programado para volver
A.G., España, 1-3-2003
Hace dos años tuve que romper una buena relación
sentimental de un año y medio con un ex_numerario del
Opus y convencido de que la obra era la mejor manera de llegar
a Dios, quizás la única, convencido de que la
obra no había sido tan mala para él.
La obra no fue un tema entre nosotros, al menos no al principio.
Conocí a L. en el trabajo y enseguida congeniamos humanamente.
Esto quiere decir que teníamos gustos y una forma de
ver la vida muy parecidos. No tardamos mucho en empezar a
salir y yo asumía su pasada pertenencia al opus como
algo superado, incluso admiraba en él su respeto aunque
me extrañaba su falta de crítica en algunas
cosas evidentes para mí, cristiana de a pie.
Él tenía, debo decir, a pesar de haberse salido,
una buena relación con la obra que le facilitaba una
cierta tranquilidad de conciencia, ciertos contactos
laborales y la sensación de no haber perdido
el tiempo. Había abandonado la obra porque no
se sentía tan bueno como para estar en ella.
Pero con el paso de los meses me iba dando cuenta de grandes
carencias afectivas derivadas de los larguísimos años
en la obra, por un lado, y de su ámbito familiar, también
de la obra, por otro. L. se consideraba siempre incapaz de
querer, se consideraba malo y mal trabajador a pesar de su
inteligencia y su reconocimiento en el trabajo y otros círculos
de amistades compartidas. Y desde el principio me di cuenta
de que a pesar de su historia como numerario, había
tenido experiencias sexuales incluso estando en la obra, lo
cual me extrañó, aunque lo desagradable fue
tener que aceptar que habían sido, además, con
prostitutas. Pero el amor lo puede todo, o casi todo, y continuamos
hasta que me di cuenta de que su familia y una amiga suya
relacionada con ella estaban haciendo presión para
que nuestra relación no siguiera. Y así fue.
Yo me he ido alegrando día a día de haberme
alejado de alguien tan dominado y programado como él,
a pesar de ser tan buena persona. Me daba cuenta de que en
él seguía viviendo un numerario amargado, que
renunciaba a ser ayudado, que seguía poniendo su mira
en la obra a través de su familia y ciertos amigos
como algo admirable.
Lo que más pena me da es pensar que L. se considerara
tan poca cosa valiendo tanto, que pensara que
era mala gente y que no podía creer en Dios porque
ya no estaba en la obra; que su familia y los amigos tuvieran
tanto poder como para romper algo que funcionaba y le estaba
liberando como ser humano, como hombre. Quizás así
los dos seamos más felices, él dentro, a punto
ya de casarse con alguien de la obra, y yo ya a años
luz de aquella historia.
Pero me pregunto, ¿dónde nos tenemos que situar
los cristianos, los católicos de a pie
para seguir viviendo la fe y no caer en la tentación
de esta secta que domina ahora la Iglesia católica?
¿Qué tiempos son estos en los que un grupo como
el de Escrivá trata de controlarnos, como hace con
sus súbditos? ¿Dónde está la libertad
en este grupo? ¿Quién le ha dado derecho a Escrivá
para maltratar psicológicamente a buenos hombres y
mujeres que ponen su confianza en algo mejor?
Gracias por abrir este foro valiente y crítico hacia
este grupo, esta secta, que tuve la desgracia de conocer a
través de una persona buena, pero demasiado dañada
ya por años crueles de negación de sí
mismo y negación de su persona.
Enhorabuena por haber salido de ahí. Por haberos enfrentado
a lo que supone la obra y ayudar a otros a salir de ella.
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