NI
OLVIDO NI PERDONO
Por Durero
Recibido el 4-4-2003
Llevo años queriendo sacarme una espina y ahora vosotros
me dais la oportunidad. No sé si esto que voy a contar
servirá para algo pero al menos a mí sí
me servirá porque durante el resto de mi vida, maldeciré
todo lo que suene a opus. Yo no soy de los que olvido, no
tengo capacidad para pasar hoja y perdonar. Me da igual si
pensais que hay que perdonar, yo no soy tan cristiano.
Recuerdo la frase de Fernando Mújica tras el asesinato
por ETA de su hermano: "Ni olvido ni perdono". El
es de religión judía. Yo no sé si ya
tengo religión, desde luego si la religión es
perdonar, no la tengo. Quisiera que cada uno de los que me
instaron a cambiar mi vida o mejor dicho, a cambiar mi proyecto
de vida, sintieran por lo menos durante un día lo que
yo siento durante muchos años. Y después que
se pongan el cilicio donde les quepa o se den varias vueltas
donde yo me sé. No soy un ejemplo para nadie si aquí
lo que buscais es hacer como que no ha pasado nada. Os cuento
mi historia y haced con ella lo que queráis. Si vosotros
no la publicaís, ese Dios en el que yo creí
durante unos años, la tendrá guardada sabiendo
que no miento.
Yo tenía una novia, mi novia. Nos conocimos en el
último curso de bachillerato e iniciamos juntos el
curso preparatorio para comenzar la universidad. Eramos dos
pero éramos uno: los mismos planes, las mismas expectativas,
las mismas ilusiones, que se resumían en una: estar
juntos siempre porque estando juntos, eso era lo que queríamos
para ambos. ESTAR JUNTOS, lo estábamos, éramos
lo mismo: nos preocupaban las mismas cosas, nos reíamos
de lo mismo. Yo no veía más allá de donde
ella veía y ella me enseñaba a ampliar mi horizonte.
Y era felíz. Y crecíamos juntos y nuestros besos
eran los primeros y los únicos y cuando nos agarrábamos
de la mano la vida merecía la pena porque, agarrados,
éramos indestructibles. Sus ojos eran mis ojos, los
míos eran los suyos. No sé cómo se puede
explicar que no había más risa que su risa ni
más olor que su olor. Tenía el corazón
repleto, ella me daba fuerzas para estudiar, para no vernos
cuando las circunstancias lo impedían, para cumplir
con mis obligaciones de hijo ante unos padres que tenían
demasiados compromisos sociales por la profesión de
mi padre. Ella era mi alegría de vivir, de esperar,
de jugar al fútbol e intentar ganar, de que el sonido
del teléfono conllevara la ilusión de que alguno
de mis hermanos me gritara: "¡Ignacio, es para
tiiiiiii".
Cuando accedimos al primer curso de universidad, yo empecé
arquitectura y ella medicina. Casualmente, por aquel entonces,
yo tenía una hermana numeraria que pasó mi ficha
a un sacerdote para que "me trataran". Casualmente
también al poco de iniciado el curso, empecé
a congeniar con un compañero de clase, muy normal,
divertido, estudioso, deportista... Nos empezamos a llevar
muy bien enseguida. Era un tío sanote.
Mi novia empezó a frecuentar un centro de Madrid en
la calle Martínez Campos. El caso es que ella pitó
de supernumeraria y yo pité de supernumerario. Todo
perfecto. Buenos cristianos, formar una familia numerosa y
alegre, genial.
Pero yo, que fui un IMBECIL, un don nadie, un débil,
un engañado y que ahora no tengo palabras para definir
lo que siento, entre mi amigo "sanote" y el sacerdote
que supuestamente era mi "colega" y mi director
espiritual, "mi amigo", no sé cómo
lograron ponerme entre la espada y la pared, o con Dios o
contra Dios, o numerario o no sirves para nada, que me vi
escribiendo una tarde la carta al padre pidiéndole
mi admisión como numerario del opus dei. Todo ello
conllevó el decirle a mi novia que "nuestra historia
se acabó, que Dios me pedía más"
Ella, en su desesperación, en su bien entender que
si ya Dios nos había llamado a los dos para supernumerarios,
¿por qué cambiar las cosas? ¿por qué
Dios cambiaba de opinión de la noche a la mañana?,
se enfrentó con la famosa Covadonga, con mi hermana
numeraria, con otras insustanciales que le intentaban hacer
luz de gas, y las mandó a paseo y en el paseo, al opus
y a todos sus tejemanejes.
Mi amigo "el sanote" se alegró aparentemente
cuando le dije que había pedido la admisión
como numerario, pero sé que no se alegró. Y
como ya éramos los dos numerarios, nos dijeron que
no había que tener amistades particulares y que cada
uno se preocupara en buscar otras vocaciones, pero de volver
a contarnos nuestras cosas, nada de nada.
Perdonad por la expresión, pero me vienen a la cabeza
retazos de lo que viví y me dijeron en aquel tiempo.
El sacerdote con el que me confesaba, cuando me animaba a
dejar a mi novia por "el Amor con mayúsculas",
me decía textualmente: "Tienes los cojones como
dos garbanzos, eres un cobarde". Y sé que no debo
de echarle la culpa al sacerdote porque si yo los tenía
como dos garbanzos él, con el tiempo los tuvo como
dos lentejas, (ahora está fuera de la obra, casado
y con 2 hijos), pero en cualquier caso debí plantarme
y decir ¡NO! Pero, joder, era tal el lavado de cerebro,
tal el mandato de que Dios era ESO lo que me pedía,
que fui incapaz de plantarme. No pude ver nada, sólo
lo que ellos me decían que veían por mí.
Ente tomas y dacas, entre incongurencias y absurdos, entre
estúpidos recuersos para que continuara, a los 6 años,
me marché del opus.
Mi amigo "el sanote" ya no es numerario y mil veces
me ha pedido perdón por lo que pudo influir en mi decisión.
Tiene un formidable estudio de arquitectura, a veces trabajamos
en algún proyecto en común, tiene una mujer
espectacular, esperan su tercer hijo y parece que es felíz.
Mi director espiritual ya no es numerario. Se escapó
con su secretaria. Seguramente, el opus diga que nunca perteneció
a la obra.
Mi hermana numeraria ya no es numeraria. Vive su vida, le
ha dado por la religión budista. Nuestro padre nos
ha prohibido que toquemos el tema "opus" porque
tenemos un hermano y una cuñada supernumerarios que
viven en un mundo superfluo e irreal, que a nosotros nos revuelve
las tripas. Siempre hay broncas cuando coincidimos en cenas
de navidad o celebraciones familiares.
Y mi novia -la de toda la vida- se casó un año
antes de irme yo de la obra. Tiene un hijo, no sé si
me olvidó, pero seguramente es felíz con la
vida y las circunstancias a las que yo la empujé.
Y yo sigo aquí, entrando cada noche en internet desde
que descubrí vuestra web, con un sentimiento difícil
de explicar y preguntándome que si Dios existe, por
qué permite que gente desconocida, fanática,
insensible y sectaria, irrumpa en lo mejor de nuestra vida,
la destroce a pedazos, nos robe lo mejor que teníamos
y encima suban a los altares.
Lo siento, pero yo no olvido ni perdono. El opus tendrá
siempre una deuda pendiente conmigo y espero que la paguen
y se jodan como me han jodido a mí.
Durero
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