LOS
ADMINISTRADORES DE DIOS
KAISER, 21 de septiembre de 2005
Escribo conmocionado. Acabo de mantener una conversación
con alguien que está sufriendo las consecuencias de
la presión del Opus Dei en su entorno. Es un hombre
casado cuyo matrimonio está apunto de irse a pique
porque el influjo de la Obra está distanciando a su
mujer no sólo de él mismo, sino de la realidad
que le rodea. Los escrúpulos de conciencia. ¡Maldita
sea! Cosas que para el común no pasan ni de pequeña
falta, se tornan en gravísimos pecados a la luz de
la triste lámpara opusdeísta.
Ya hemos visto aquí que hay quien cree que no puede
casarse sin grave quebranto de sus promesas habiendo sido
numerario o numeraria. ¡Hasta cambiar de colegio a los
hijos puede verse como pecado si el cambio afecta a los intereses
de la Obra! Porque, desde el momento que aceptas que lo que
es bueno para la Obra es bueno para Dios, te ves metido en
un fangal cuando lo que haces o quieres no se pinta como bueno
para la Obra y sigues amando a Dios. Es un drama tremendo
y extemporáneo. Y más tremendo cuanto más
extemporáneo: que tus escrúpulos o los de tu
pareja puedan costarte el matrimonio debido a las presiones
de otros. Es una locura que alguien se crea por encima de
lo que Dios ha unido ¡en nombre de Dios! Y un exceso
incalificable que se le niegue ese mismo Dios a una mujer
piadosa en la comunión. Porque es precisamente su condición
de fiel creyente lo que le da valor a esa comunión,
y abusar de ello para que acceda a cualquier tipo de pretensión
no tiene calificativo.
Hace falta mucha soberbia para creerse en condiciones de administrar
a Dios. Y mucha insensibilidad. Y mucha ceguera. Hay que ser
pretencioso para creer que uno puede abarcar a Dios y ser
su intermediario. Yo creo que esa es una tarea accesible sólo
a los incrédulos. Particularmente, me siento incapaz
de administrar siquiera mi propia casa. Mucho menos un país.
¡Imaginaros a Dios! ¡Menudo vértigo!
Yo les digo a estos administradores de Dios, a estos elegidos,
a estos osados, que se anden con mucho ojo. Que a Dios no
se le usa en vano. Que el no matarás vale
también para cuando mandan a alguien al infierno.
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