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A propósito de morir en el Opus Dei -"Anita"

Enviado por Rulo loco el 22 de noviembre de 2003


"Padgrre con unos amigos hemos editado Camino en hebgrreo, en lituano y lo haggemos en esloveno ...."

Anita nunca perdió el acento. Había nacido en Argentina pero aprendió el castellano recién en el colegio. Como buena parte de los inmigrantes judíos hablaba alemán. Tuve el gusto de conocer y trabajar con Anita en la editorial de su propiedad. Me enseñó a trabajar cuando yo tenía 17 años. Nos conocimos en una oficina que ella compartía con otros, yo estaba haciendo un trabajo temporario y me ofreció ir con ella con muchas dudas "A ustedes las cambian..." y en momentos de tomarme las vacaciones para el curso o irme al retiro me decía "Vos ....no me vas a dejag plantada....¿no?"

Anita conocío el opus por Camino, ella había comprado con otros socios de la colectividad judía una librería católica. Costumbres argentinas. Luego se convierte y se hace supernumeraria. Estuvo ocho meses en Israel tratando infructuosamente de editar Camino y finalmente logró hacerlo en Buenos Aires
Tuvo sus 15 minutos de gloria en la obra. Proveniente de una familia de notables, su hermana había ocupado cargos importantes en el área de cultura en la United Kindom. Anita era tía directa de Daniel Baremboin, famoso pianista argentino que fue declarado persona non grata en Israel por desafiar un boicot informal sobre la música de Wagner al dirigir la obertura de "Tristán e Isolda" en el Festival de Israel, luego explicó "matar la música de Wagner es dar la razón a Hitler". Anita llevaba esa sangre.

Antes de la caída del muro de Berlín Anita organizaba verdaderos "operativos comando". Había contactado personas de la comunidad eslovena que pasaban Camino de a dos o tres ejemplares en los viajes allende la cortina de hierro que muy esporádicamente realizaban a sus lugares de origen.

"Mujegez, mujegez, mujegez .... salen a la calle sin leeg el diario !!!!! No puede seg que salgan a la calle sin leeg el diario" La escuchaba rezongar luego de la comunicación telefónica con alguna amiga típica.

Se peleaba y discutía con su principal competidor, un numerario que tenía una librería en la misma ciudad. Finalmente se invitaban mutuamente a comer de vez en cuando después de unas tormentosas riñas.

"Cada vez que alguien conoce una judía me llama a mí, la conversión es algo muy íntimo, es un proceso interno que no tiene nada que ver con que vengan las mujeres con una amiga judía para presentarme".

Anita era una emprendedora y arriesgó capital y fortuna en esas ediciones. El fuego acabó con sus empresas. Ya mayor y retirada sufrió el incendio y la pérdida de todo el material. Ya había caído el muro y otros vientos soplaban.

Fue una mujer con bríos pero también me secó las lágrimas cuando dejé de ser numeraria y acongojada iba a contarle mis dolores. Un día al llegar a mi casa me encuentro un mensaje en el contestador de una librera amiga -no del opus- que me decía que Anita había muerto. Había llegado el momento de la despedida. Siempre había vivido en un departamento pequeñito y allí fue su velorio.

Lloré, con profusión de lágrimas, claro. Todas eran numerarias o supers. Los familiares de su generación habían muerto y su hija estaba radicada en Israel. Y no quedaba vínculo con los de su raza. La numers cuando me veían llorar venían a preguntarme qué me pasaba que estaba tan mal......

Rememoré muchas cosas. Ella no quería ir a Israel a ver a su hija porque temía morir sin los sacramentos. Y la hija le reporchaba que se había metido con los más "fachos". Recordé que Anita me contaba que cuando era chica, tenía muchos hermanos y al llegar a Buenos Aires la hermana mayor comienza a amigarse con el vecino, no judío y la madre para cortar por lo sano decide mudar a toda la familia. Anita llevaba esa sangre.

Me enteré que estaba mal económicamente y había hecho ese trato que hace gente mayor con problemas económicos, recibe una mensualidad de por vida a cambio del departamento en el momento que se produzca su muerte.

Cuando estaba en estas cavilaciones y tratando de despedirme de alguna manera de ella y de rezar un poco escucho varias conversaciones, e incluso me lo vienen a decir a mí: "saquen lo que quieran que mañana después del entierro se entrega el departamento con todo lo que quede". Anita tenía buenos libros y buenos cuadros, era una exquisita de la cultura, pero ese rapiñaje no se lo merecía.

No pude tocar nada, lo más valioso que me había dejado ella estaba adentro de mí. Me retire a tiempo porque no quise ver el saqueo.

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