He callado durante 20 años.- Amandus
Antes de empezar, mi más efusiva felicitación y enhorabuena por esta magnífica web.
Intentaré ir al grano pero me es difícil resumir en unas líneas casi nueve años de secuestro y expolio de mi vida y mi mente.
Como tantos otros y otras, a los 13 añitos empiezo a ir a un club: excursiones, amabilidad, limpieza, actividades múltiples, gente simpática, en fin, lo que ahora llamamos en España "buen rollito" me cautivaron y a los 14 y ocho meses me hicieron ver que aquello era lo mío y acabé "dejando la vida entera en un papel", como cantaba Perales.
Empiezo a entusiasmarme, los primeros años más o menos bien, con altibajos, siempre pendiente de esas DOS OBSESIONES QUE TENÍAN Y SUPONGO QUE SIGUEN TENIENDO: la santa pureza (llamada así por ellos y sexualidad por el resto de los mortales) y el proselitismo.
Intentaré explicarme y me permito la libertad de hablar de cosas estrictamente personales. Allí aprendí para bien y para regular la " sinceridad salvaje" que siempre he practicado antes, durante y después. Hago un inciso par comentar que lo que a una persona se le inculca en una edad crucial (de los 13 a los 23)sin duda marcará el resto de su vida. Pues bien, desde muy jovencito tuve lo que antes se llamaban"inclinaciones homosexuales", palabra tabú que allí se disfrazaba -como todo lo demás que también se disfrazaba- como "caídas de pureza" (es que me troncho ahora recordándolo). Jamás estuve con nadie (ojalá), eso llegó -afortunadamente para mí- poco después de la liberación, pero por más que me reprimía, flagelaba, rezaba y me mortificaba, no conseguía "vencer al diablo" e incurría una y otra vez en el nefando vicio (llámese masturbación). Lógicamente, dada la magnitud de tamaño pecado mortal, acudía raudo y veloz a buscar el "sacramento de la reconciliación y la alegría" para poder así comulgar y quedar en paz. Se dio varias veces el caso de que, como mi pecado transcurría a veces por la noche, a la mañana siguiente, cuando el cura ya estaba con la casulla y toda la parafernalia, iba yo y caía de rodillas, no para hacerle ningún servicio (a alguno no me hubiera importado) sino para confesar mi falta.
Voy a intentar resumir porque todo aquello daría para unas memorias. El proselitismo, aquella otra obsesión de los miembros de la secta (considero que lo es dado que reúne todos los requisitos que se necesitan, según analizan los especialistas y que, o bien por el poder que tienen o por miedo,no se atreven muchos a catalogar al Opus Dei como una de las peores y más destructivas. Tiempo al tiempo), el proselitismo -decía- para mí constituía una auténtica tortura y es porque justamente siempre me ha gustado mucho respetar la vida y privacidad de los demás. Pues bien, respecto a esto, el acoso era terrible: "¿con quién has hablado hoy? Viste a Fulanito? Lo invitaste al curso de retiro? y así hasta el infinito.
En ocasiones, me echaban a la calle y me decían que no volviera hasta que no hubiera hablado de Dios con alguien. Sic. Ni que decir tiene que tengo en mi palmarés haber sido uno de los numerarios menos productivos de mi época: sólo me pitó uno (que me perdone por haberle manipulado, pero yo no era más que una marioneta) pero fue más inteligente que yo y salió prontito.
Ahora permítaseme volver a la primera obsesión: la de la pureza. A los 23 años, poco antes de que me tocara hacer la fidelidad (la admisión y oblación se habían retrasado porque "era un caso perdido", no sé, entonces por qué me retuvieron tanto tiempo), me hicieron ir a un psiquiatra -lógicamente numerario- y, delante del director (patético), en la consulta, confesé por enésima vez lo que sentía, pensaba y deseaba. El egregio doctor lo único que se le ocurrió fue recetarme bromuro y así estuve algunas semanas, medio zombi pero... contento porque era "la voluntad de Dios", intuía. Bien, me llaman de la Delegación y me hacen ver que no puedo continuar en la Obra y que, constreñirme a vivir en un centro, sería perjudicial para mí.
Curiosamente, no hubo ningún trauma, me adapté enseguida POR FIN a ser una persona normal y empecé a vivir mi vida y a decidir por mí mismo. Lo que es evidente, como decía, estos años me han marcado en mi vida en el sentido de que me volví muy anárquico, inestable tanto en la vida laboral como afectiva. Afortunadamente, ahora VEINTE AÑOS DESPUES puedo escribir esto ya que me encuentro en un momento dulce y sereno en mi vida.
Continuará, hay mucho para tirar de la manta. Gracias por vuestra paciencia, a quien haya llegado hasta el final
Besos y abrazos,
Amandus
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