NIÑOS
EN EL OPUS DEI
ALBERTO MONCADA
Revista "El Siglo" - 6-IX-2004
La Iglesia Católica, que antaño llenaba de
niños sus Seminarios, decidió no hace mucho
que nadie podría entrar en religión antes de
los dieciocho años. Es un precepto que acomoda la edad
vocacional a la mayoría de edad civil. Es también
un reconocimiento de que la vida se ha alargado y de que,
ya que duramos hasta casi los ochenta años, no hay
que tomar decisiones definitivas demasiado pronto. Algunos
expertos sostienen incluso que los curas deberían ordenarse
ya mayores y casados como en la primera Iglesia, de ahí
la palabra presbítero, etimológicamente anciano,
con las pasiones enfriadas y experiencia suficiente para aconsejar
a los demás.
Sin embargo los directivos del Opus Dei piensan todo lo contrario
y fomentan el que niños y niñas puedan ingresar
en la organización a los catorce años y medio.
La norma eclesiástica se elude nombrándoles
aspirantes aunque ya desde el principio están moralmente
comprometidos a una vida muy estricta de pobreza, castidad
y obediencia. La decisión ha sido protestada por más
de un obispo, como al difunto cardenal Hume de Londres que
la prohibió
en su diócesis, pero sigue vigente en la praxis
opusdeista con la aprobación tácita del Vaticano.
La medida es fruto del fracaso proselitista del Opus en el
mundo universitario y se beneficia de un cambio estratégico
en la historia de la organización. Al principio Escrivá
rechazó con vehemencia tener centros de enseñanza
propios. Hoy es la principal actividad de la organización.
Los colegios del Opus son elitistas, tienen una ideología
ultraconservadora y no son mixtos. Pero, gracias a ellos,
consiguen vocaciones. Confesores y profesores actúan
de consuno para captar adeptos entre los alumnos, en una especie
de olimpiada de pederastía espiritual que les llena
de satisfacción. Lo que más ambiciona un miembro
del Opus es conseguir reclutar a otros.
La organización mantiene una red paralela de clubs
infantiles donde echan también la caña de pescar,
un simil que utilizan los del Opus en sus canciones caseras,
para conseguir que los niños muerdan el anzuelo.
Así lo cuenta Lala, una antigua encargada de club:
"Hace poco me he mudado de casa y entre los libros
que metí en cajas aparecieron antiguas agendas personales
de los últimos años que estuve en el opus dei.
Lo más curioso es que apareció también,
yo ni lo recordaba, un cuadernito de anillas donde tenía
apuntadas cosas del club que yo llevaba junto con otras. Estábamos
empezando con el club y teníamos un numero bastante
majo de niñas de 8-9 a 14 años. El caso es que
al mirar el cuadernito y ver lo que estaba escrito, me di
cuenta de que todo estaba planeado, cómo captar la
atención de las niñas para que fueran por el
club, al principio solo por diversión (con fiestas,
montar la casa del terror, festivales de canciones...), y
poco a poco, mediante charlas de 10 minutos aproximadamente,
irlas captando. Las niñas enseguida se encariñan
con la típica monitora rubia, de ojos azules, que lo
mismo toca la guitarra, el piano, da una clase o juega con
ellas. Ese es el gancho. En este caso yo. El gancho para las
niñas en esa edad es una chica joven de unos 18-20
años, mona, que les caiga bien, entonces ya tienen
a quien querer parecerse de mayores, y no te cuento nada si
la chica, después de tenerlas ensimismadas, les explica
que ella ha entregado su corazón a Dios, y que si Dios
te lo pide tienes que ser generosa.
Claro, a partir de ahí las niñas empiezan
a preguntar como si fuera el descubrimiento del siglo, y a
querer imitarte. Las de 14 enseguida desaparecieron del club
pero las de 10, 11 siguieron. Cuando tenían 12 y 13
años estas mismas, ya se confesaban, hacían
un ratito de oración, rezaban, en principio todo lo
normal de una buena cristiana, pero claro con 12-13 añitos...
ya se planteaban si Dios les pidiera algo más... ¿que
pasaría? cuando lo normal es que una niña con
13 o 14 años esté pensando en fulanito o menganito.
Yo ni siquiera me había dado cuenta de semejante
maquinación, porque cuando estás dentro lo que
más deseas es que la gente se acerque a Dios como sea,
en este caso a través de la Obra. En el cuadernito
que encontré se reflejaba todo lo que comentábamos
en las reuniones de las que llevábamos el club, con
objetivos a conseguir con las niñas. Una de las paginas
del cuadernito me llamó especialmente la atención
. Fue la última página que escribí antes
de dejar el opus dei. Hablaba sobre la amistad. Cada mes se
hacía una cosa distinta. Ese mes todo tenia que ir
dirigido a la amistad. El objetivo era hacernos amigas de
las niñas y que las niñas creyeran de verdad
que éramos sus mejores amigas. Claro, así te
lo cuentan todo. Yo me negué a contar lo que me contaban
las niñas, y esa semana me enteré de cosas que
no sabía, de la contabilidad, por una reunión
que tuvimos con la directora. Es decir, que a final de mes
se mandan unos papelitos a las delegaciones del opus dei,
desde cada centro, con el número más o menos
exacto de la gente (en este caso niñas), que se ha
confesado, que va a charlas, que viene por el club, que hace
oración, posibles pitables (en el opus dei pitar es
pedir la admisión)... y ese fue el ultimo día
que yo estuve en el club".
Los niños y niñas así reclutados entran
en una burbuja ideológica y costumbrista, opaca, caracterizada
por imposiciones y prohibiciones de todo tipo, desde la vigilancia
de amistades y lecturas hasta la entrega de dinero y libertades
civiles que se consuma cuando se van a vivir a casas de la
organización y se convierten en servidores al detalle
de una minuciosa reglamentación donde lo importante,
más que la religión, es la disciplina. Es lo
que caracteriza al Opus como secta según el
estudio realizado por Sharon Classen, en la página
web www.odan.org.
Esta página, confeccionada por católicos norteamericanos
preocupados por ese proselitismo de menores, ha publicado
también una especie de manual
preventivo para que los padres de los alumnos de colegios
del Opus sepan a que atenerse.
Los católicos anglosajones, los norteños están
más sensibilizados para denunciar los abusos contra
la infancia que nosotros los latinos, los sureños.
Ha sido en Norteamérica donde han empezado a quebrar
diócesis por los pagos que los Tribunales han ordenado
como indemnización a las víctimas de la pederastía
eclesiástica que, sin duda, existe también entre
nosotros pero con sordina incorporada.
Para los españoles el Opus es algo castizo, algo nuestro,
como las corridas de toros o el botijo y nos hemos acostumbrado
a él. La mayoría de los españoles conoce
sus características sectarias pero muchas familias,
no necesariamente conservadoras, les confían sus hijos
asumiendo, en todo caso, que los niños españoles
son lo suficientemente avispados como para no caer en esas
trampas, como ocurre en la mayoría de los casos. Pero
algunos que son atrapados de pequeños sufren mucho
para librarse del lazo o terminan siendo unos adultos con
problemas psicológicos graves.
Todavía no se denuncian estos hechos al Defensor del
Menor. Al fin y al cabo que los niños de familias pudientes
se hagan del Opus y sufran por serlo no es tan grave como
esas otras tragedias infantiles del hambre o la violencia
y el trabajo explotador de modo que la denuncia de la violación
de derechos humanos al interior de Opus no forma parte todavía
de los usos latinos.
En "La Cuarta
Planta" (revista El Siglo, nº 605, Mayo
2004) he explicado la utilización de los recursos de
la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra
que hacen las autoridades del Opus ante el número creciente
de enfermos mentales entre sus socios y que es reconducible
al modo de vivir en esa burbuja en que se ha convertido la
organización para sus miembros numerarios. Hombres
y mujeres solteros viven en un estado que, en cierto sentido,
se parece mucho a la indefensión infantil. En el libro
Camino, manual opusdeista por antonomasia, hay un capítulo
"Infancia espiritual" que resume la actitud que
deben tener los socios respecto a sus superiores, basada en
la lealtad y la rendición del propio juicio.
Ello produce esa infantilización del comportamiento
que se percibe en tantos hombres y mujeres del Opus, algunos
profesionales con años de trabajo pero que en el fondo
de su corazón siguen siendo niños y han renunciado
a comportarse como ciudadanos maduros que aciertan, se equivocan,
gozan y sufren las consecuencias de las decisiones que toman
libremente. La mayoría de los numerarios se dedican
a trabajos internos pero los que ejercen una profesión
civil tienen que subordinarla a la observancia de las instrucciones
internas, especialmente en cuestiones morales.
En el fondo de las convicciones morales de los hombres y
mujeres del Opus habita ese infantilismo, que puede afectar
a sus familiares, a sus subordinados y, eventualmente, a la
sociedad en su conjunto. Porque el infantilismo favorece el
autoritarismo, la solución de los problemas desde arriba,
por un líder indiscutido que muchas veces usa el símil
del padre para afirmar su poder. Es la traslación del
modelo patriarcal a la vida pública. A las gentes del
Opus no les gustan demasiado las reglas de la democracia cuando
no favorecen sus puntos de vista. Por eso al Opus le ha ido
tan bien en las dictaduras católicas, Franco, Pinochet,
Videla.
"Menos mal que ya no tienen el Boletín Oficial
del Estado", comenta con sorna un funcionario jubilado
que se acuerda de los tiempos en que gentes del Opus eran
ministros de Franco. "Aún recuerdo cuando en
los años sesenta se empezaba a hablar en el Ministerio
de Justicia de volver a legalizar el divorcio, y cómo
ministros como López Rodó, Ullastres, López
Bravo se enfadaban muchísimo y decían que eso
se haría por encima de sus cadáveres".
Pero el infantilismo moral de la gente del Opus está
en la misma onda de esas nuevas organizaciones, los Kikos,
los Legionarios de Cristo, fundamentalistas como ellos y que,
como ellos, tienen el favor del Papa. La Curia Vaticana, en
pleno fervor ultramontano, ha redoblado sus esfuerzos en la
condena de las libertades privadas que se van abriendo paso
en la legislación civil, la regulación de la
interrupción del embarazo, las uniones homosexuales
y hasta se ha llegado recientemente a proclamar desde Roma
que el papel de la mujer es primordialmente doméstico.
Parece que al haber perdido la Iglesia la batalla de la confesionalidad
del Estado, intensifica su indoctrinación sobre la
vida privada, especialmente la sexual. Privilegiar la moralidad
sexual es una vieja tradición católica y una
afición predilecta del apostolado opusdeista. Las prohibiciones,
recomendaciones, cautelas que sobre la materia se hacen a
los numerarios constituyen parte importante de su educación
moral.
Un antiguo socio sostiene que hay tantos preceptos sobre
la materia que tapan el resto de las opciones morales sobre
la vida profesional, civil, laboral, etc porque, en último
término, "si tienes la cabeza llena de esa
obsesión con el sexo que, además, no practicas,
no estás para muchas más moralidades".
Una reciente encuesta realizada entre antiguos miembros del
Opus (publicada en www.opuslibros.com)
prueba que el porcentaje de abandonos de la organización
es mucho más alto entre los que entran de niños
de modo que incluso por razones prácticas las autoridades
opusdeistas deberían abandonar esa recluta infantil,
escasamente compatible con el respeto a los derechos humanos.
Pero, si lo hacen, si abandonan la pederastía espiritual,
tendrán que esforzarse más porque a medida que
los niños se transforman en adultos, no se dejan comer
el coco tan fácilmente. Pero ese cambio es difícil.
Como explica Steve Hassan en su
libro sobre las sectas, sus jefes son muy elementales,
apenas tienen sentido crítico y van a lo suyo tratando
de hacer opacos sus procedimientos porque creen que están
en la verdad.
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