CAMINO,
QUE NO SE HACE AL ANDAR
Fuente: Concilium.
Revista internacional de teología (1978)
En un profundo artículo de la revista Concilium,
desde la más solvente teología cristiana, se
analizaba Camino, de Josemaría Escriva, fundador del
Opus Dei. Se llega a la conclusión de que su espiritualidad
se aleja del mensaje de Jesús, por cuanto elimina la
capacidad del hombre de fe para discernir los caminos del
Espíritu. He aquí un fragmento.
Camino, que no se hace al andar
Ante todo, es un hecho que Camino no habla para nada del discernimiento
cristiano, de tal manera que en todo el libro no aparece ni
una alusión en ese sentido. Eso quiere decir, evidentemente,
que monseñor Escriva desconoce lo que acertadamente
se ha llamado la clave del comportamiento moral según
el Nuevo testamento. Eso quiere decir también que Camino
se sitúa al margen de la tradición espiritual
de la Iglesia. Pero, sobre todo, eso quiere decir que para
los miembros del Opus Dei la verdad y el bien no son algo
que el hombre descubre por sí mismo, sino que es algo
que le viene impuesto, algo que se tiene que aceptar incondicionalmente,
porque en eso está toda la verdad y todo el bien.
Lo que acabo de decir no son exageraciones ni interpretaciones
malévolas. En el número 377 de Camino dice monseñor
Escriva al ferviente seguidor de la Obra: «Y ¿cómo
adquiriré nuestra formación y cómo conservaré
nuestro espíritu? Cumpliéndome las normas concretas
que tu director te entregó y te explicó y te
hizo amar: cúmplelas y serás apóstol».
Se trata de una formación especial, la «nuestra»,
y de un espíritu especial, el «nuestro».
Esa formación y ese espíritu consisten en cumplir
para el «Padre», o sea, para monseñor Escriva
(cumpliéndome), las normas concretas que dicta el director.
No se recurre al evangelio ni a la tradición cristiana.
La formación y el espíritu se basan en la normativa
que dicta el director.
Por eso, en el Opus Dei la obediencia es cuestión
de vida o muerte, de ser o no ser: «Obedecer..., camino
seguro. Obedecer ciegamente al superior..., camino de santidad.
Obedecer en tu apostolado..., el único camino: porque
en una obra de Dios, el espíritu ha de ser obedecer
o marcharse» (nº 941). Y hay que obedecer hasta
en el detalle «ridículo» (nº 618)
y en lo que resulta «estéril» (nº
623). Porque, en definitiva, «es voluntad de Dios que
la dirección de la nave la lleve un maestro para que,
con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro»
(nº 59). La dirección, por consiguiente, no se
atribuye al Espíritu, sino a un hombre, el director,
que es quien puede hacer que se construya «el alcázar
de tu santificación» (nº 60).
Sabemos que han sido muchos los maestros de vida espiritual
que han recomendado la obediencia. Pero también sabemos
que esos maestros han insistido tanto o más en el discernimiento.
Pero aquí no. Primero porque de discernimiento no se
dice ni palabra. Y segundo porque Camino no admite la más
ligera posibilidad de espíritu crítico, el derecho
a pensar por sí mismo o a enjuiciar lo que se manda.
A partir de este planteamiento, ya todo es posible. Es posible,
por supuesto, la anulación y la alienación de
la persona. Es posible además que esa persona, encima
de estar alienada, proceda con la mayor suficiencia y seguridad.
Y sobre todo es posible que se acepte la utilización
incontenida del dinero, el poder y el prestigio como medios
de evangelización, cuando en realidad ésos son
los medios que el demonio sugirió a Jesús en
la tentación del desierto. La anulación del
discernimiento acarrea graves consecuencias: el evangelio
queda pervertido, la fe alienada y la persona deshecha.
Concilium. Revista internacional de teología (1978)
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