DIECISIETE
AÑOS EN EL OPUS DEI
Testimonio de un ex numerario de Estados
Unidos
(Traducido por Hormiguita, Dionisio y Galileo)
versión
original en inglés
Traslado a Australia
Al acercarse el final de la carrera y empezar a hacer planes
profesionales, mis directores me pidieron que me fuera a Australia
a trabajar y a ayudar en el comienzo de una obra corporativa
de apostolado, Warrane College, una residencia masculina de
200 estudiantes en el campus de la Universidad de Nueva Gales
del Sur en Sydney, Australia, que se encontraba en su tercer
año de funcionamiento. En Australia, un "college"
es una residencia que posee un estatus oficial con la Universidad.
Debido a mis experiencias previas, nos sentamos para hablar
en profundidad de esta petición. Estuvieron de acuerdo
en que se trataba de una simple petición no sometida
a obediencia, pero me dijeron que sería bueno y haría
méritos para el cielo si iba y ayudaba a expandir la
Obra de Dios.
Me fui a Australia asumiendo el coste del viaje y realicé
las gestiones pertinentes para realizar estudios de postgrado.
No se trataba de mi primera elección para esos estudios,
pero por el bien del apostolado, escogí libremente
trasladarme mientras seguía bajo el "hechizo"
del Opus Dei.
Esta residencia de estudiantes era un nuevo apostolado del
Opus Dei. Era mayor que otras que tenían en otras ciudades
universitarias y no era totalmente privada. El edificio fue
construido en el campus de la Universidad con participación
económica del gobierno y poseía el reconocimiento
oficial de la Universidad como residencia afiliada. El gobierno
australiano era el titular y administrador de todas las universidades
y no seguía la regla Americana de la separación
Iglesia-Estado. Reconocían a Dios todopoderoso, Creador
del universo, y eran favorables a trabajar con organizaciones
religiosas para promover el bien común en la comunidad.
La Universidad quería promover valores morales rectos
para lo cual llegaba a acuerdos con los Judíos, Protestantes
y Católicos, para que se hicieran cargo de residencias
con un alto grado de autonomía. Como resultado, los
estudiantes llegaban a la ciudad a estudiar en la Universidad
y solicitaban la admisión en Warrane College para vivir
en la residencia católica. Sólo tras empezar
a vivir en la misma se enteraban de que pertenecía
al Opus Dei.
Para mi sorpresa existía una fuerte oposición
a la presencia del Opus Dei regentando una residencia exclusivamente
masculina en un campus secular. No cabe duda de que buena
parte de la oposición se debía al hecho de que
las chicas no eran aceptadas en esa residencia, en contraste
con la gran mayoría de las otras residencias en Australia,
que recientemente habían pasado a ser mixtas. Como
católico con un profundo respeto y amor al don de la
sexualidad, me sentía seguro apoyando esa política
del Opus Dei.
Había un buen número de otras reglas -escritas
y no escritas- referentes a los invitados, vestimenta, horario
de limpieza, comidas y silencio de la noche, que no eran claramente
explicadas durante el proceso de admisión, y que provocaban
mucha inquietud en los estudiantes al enterarse de ellas una
vez ya vivían en la residencia. El Opus Dei intentaba
dirigir esa residencia y controlar el ambiente de la misma
manera que lo hacía en sus residencias privadas como
Trimount House en Boston. Como miembro, se me pidió
que apoyara esas reglas, y empecé a darme cuenta de
por qué necesitaban miembros del otro lado del mundo
que les apoyaran. La regla más difícil era que
incluso los visitantes masculinos no podían pasar más
allá de la zona de visitas en la planta baja. Mis directores
habían empleado cuatro años en explicarme (y
yo los mismos explicándoselo a otros) que nuestra espiritualidad
era laica; y aquí estaban intentando convertir esa
residencia universitaria en un convento.
En 1970, el año en que abrió sus puertas Warrane,
la unión de estudiantes universitarios se manifestó
en contra de esa residencia de estudiantes exclusivamente
masculina. La manifestación degeneró en violencia
callejera, con cristales rotos, policía, quema de retratos
y gases lacrimógenos. Como consecuencia, la Universidad
declaró que la política de restringir el acceso
a los visitantes masculinos iba más allá de
lo razonable, por lo que exigía que se permitiera su
acceso. Sin embargo continuaron con una política no
reconocida de tratar de impedir y limitar esas visitas.
Llegué en 1974, cuatro años después
de la "revuelta". Todavía había mucha
tensión en la residencia respecto a las reglas internas.
Se suponía que debíamos hacer constantemente
apostolado con los residentes, invitándoles a las meditaciones
del sacerdote, a la dirección espiritual, la Misa de
los domingos y los círculos de formación que
daban nuestros directores. Los directores eran muy exigentes
y nos enseñaron a que un "no" nunca era una
respuesta cuando invitábamos a alguien a los medios
de formación. La obediencia es necesaria en la vida
espiritual y en el apostolado. Hacía todo lo que podía
para ser justo y honesto con la gente, pero la presión
para alcanzar las metas apostólicas motivó una
gran tensión en todas mis relaciones.
Entonces empecé a tener reservas respecto a una serie
de cosas que veía. El Opus Dei afirma que su apostolado
se basa en la amistad, pero también se basa en el prestigio
profesional, en el status público y en la presión
a los compañeros. Uno de los directores era un cubano
que se había formado en España. Era un estudiante
graduado en física y uno de los tutores senior de la
residencia. Se comportaba con un aire arrogante atribuido
a su graduación y demandaba de los estudiantes noveles
que le trataran con la deferencia que merecía. Personalmente
me sentí ofendido por su actitud y modo de tratar a
los estudiantes. El ingles no era su lengua maternal, e intentaba
poner en un aprieto a los estudiantes mostrándoles
lo maleducados que eran usando palabras cultas que había
aprendido en inglés. Observé cómo los
insultaba y atacaba sus creencias, y cuando ellos le contestaban
atacando las suyas, entonces se defendía invocando
la autoridad de la Iglesia. Los estudiantes venían
a verme para quejarse de él, pero como miembro del
Opus Dei, se suponía que debía estar a su lado
y animar a los estudiantes a que lo respetaran y a que siguieran
sus consejos e indicaciones. En el Opus Dei, un miembro nunca
corrige a otro miembro (o lo amonesta por su comportamiento)
sin seguir un proceso formal denominado "corrección
fraterna", supervisado por el director. Intenté
un par de ocasiones hacerle la corrección fraterna.
Se me decía que esa persona ponía a prueba a
los estudiantes para ver si tenían las cualidades necesarias
para la vocación, y por tanto no le pude corregir.
Continuó poniendo a prueba la vocación de los
estudiantes hasta que un día un estudiante le insultó.
Se irritó sobremanera y dio un puñetazo al estudiante.
A todos los de la Obra se les dijo que no hablaran del incidente
con nadie ni hicieran comentarios al respecto si alguien les
preguntaba por lo sucedido. Los directores no nos explicaron
lo sucedido y se limitaron a afirmar que el estudiante le
había provocado injustamente. Se nos prohibió
preguntar a los testigos por lo sucedido, de modo que a día
de hoy, todavía no sé exactamente cual fue el
insulto. Con el tiempo el incidente fue olvidado.
Un par de años después, ese director marchó
de la residencia para empezar un centro del Opus Dei en el
distrito de Roseville. Se le llamó Centro de Estudios
Dartbrooke en Oliver Road. Después de un acto espiritual
que tuvo lugar allí, la gente se quedó charlando
en la entrada, despidiéndose y preparándose
para marchar a su casa. Vi a ese director dando una bofetada
en la cara a un joven aspirante, que fue cogido totalmente
por sorpresa. Entonces empezó a cerrar el puño
y a levantar el brazo. El director dio un paso atrás,
señaló los pies del estudiante y le dijo que
no se atreviera a devolver el golpe -dijo que era el director
de la casa y que debía ser respetado-. En ese instante
intervino el cura. Se interpuso en medio de los dos, dio un
abrazo al chico, y dijo que la gente no debía pegarle
porque era un buen chico. Realmente no estaba reprendiendo
o corrigiendo al director. Vi eso más como un juego
de "el director bueno y el director malo". El chico
siguió acudiendo a las charlas durante un tiempo, pero
nunca se hizo de la Obra. Secretamente, me alegré de
su "huída".
Una de las tácticas del Opus Dei consiste en nombrar
a personas jóvenes para los cargos de dirección
espiritual y de gobierno. Se nos dijo desde el principio que
esperáramos esto. Entre otras cosas, se trata de un
método de control de las personas y los acontecimientos,
ya que los mayores deben obedecer a esos jóvenes sin
tener en cuenta su experiencia o comportamiento. Finalmente
fui asignado a un director que estaba siendo formado en la
dirección espiritual. Esa persona llegó a ser
conocida por sus rabietas cuando las cosas no iban cómo
él esperaba. Había terminado un curso de teología,
pero no sabía absolutamente nada de dirección
espiritual. A pesar de ello se sentía muy confiado
en sus habilidades al respecto. Había sido nombrado
para un cargo en la Comisión Regional y un día
nos dijo una cosa extraña. Nos explicó que el
comienzo del Opus Dei en un nuevo país era un tiempo
crítico, y que sólo los mejores podían
recibir encargos de gobierno.
Este director tenía una visión muy profunda
de mi alma, y empezó a encontrar faltas imaginarias
en mi carácter respecto al aprovechamiento del tiempo.
El "aprovechamiento del tiempo" es una virtud a
la que se da mucha importancia en el Opus Dei. Como se supone
que santificamos nuestras vidas con el trabajo profesional,
es una falta grave desperdiciar el tiempo que Dios nos ha
concedido. Se castiga continuamente a las personas por no
hacer un buen uso de tiempo. Cuando pedí ayuda para
identificar y arrancar de raíz esos males, él
dedujo que yo tenía mala voluntad al no querer admitirlos.
Como castigo, me impuso el silencio y me prohibió hacer
preguntas en la dirección espiritual. Cuando intenté
objetar a ese modo de tratarme, se enojó muchísimo
y me dio una larga charla sobre lo que significaba para él
dirigir mi alma; me dijo que tenía la solemne responsabilidad
ante Dios de corregir mis faltas dentro de la estructura llamada
Opus Dei, sacada adelante por nuestro santo fundador que había
sufrido y había cruzado Los Pirineos con gran peligro
en invierno durante la Guerra civil española para hacer
posible esa realidad; yo tenía la solemne obligación
de obedecer y tenía que arrepentirme por mi gran falta
de agradecimiento. Eso se repitió durante varias semanas
hasta que aprendí a asentir a todo lo que decía.
Cuando más tarde intenté quejarme por su modo
de actuar, el director a quien presenté mi queja solo
se sonrió con desdén y no admitió que
hubiera nada malo en su actuación. Por el contrario,
incluso me dijo que todos obedecemos siempre a los directores.
Este sistema de dirección espiritual, en sí
mismo, era una pérdida de tiempo, pero lo que me enseñó
fue que los directores pretendían tenerlo siempre todo
controlado. No iban a tolerar ninguna oposición. Y
me quedé, para el resto de mi "vocación"
bajo la continua amenaza del silencio formal.
Un extraño podría preguntarse cómo es
posible que sucedan esas cosas. Ocurren porque los miembros
y directores son empujados continuamente a alcanzar las metas
apostólicas, indicándose que tienen la asistencia
y bendición de Dios, por lo cual se llega a niveles
muy elevados de fanatismo. Por ejemplo, el Opus Dei declara
oficialmente que su fundador, san Josemaría Escrivá,
falleció el 26 de junio de 1975. Sin embargo, ese director
nos dijo a un grupo de nosotros que san Escrivá falleció
de un coma diabético el 27 de abril de 1954, y que
entonces fue resucitado milagrosamente para completar la fundación
del Opus Dei antes de su segunda muerte en 1975. Esa revelación
se la había confiado uno de los primeros miembros del
Opus Dei en un pasillo apartado de la sede central en Roma.
Ese miembro lo había visto y tocado cuando se produjo
el acontecimiento. Varios dijimos que aquello era ridículo.
Volvió a tener un ataque de cólera y nos conminó
a guardar silencio. Nos insistió en que no debíamos
poner en duda su autoridad cuando nos estaba transmitiendo
las tradiciones verbales de nuestra familia. Ese modo de actuar,
era sin duda muy poco ortodoxo, sin embargo aprendí
a obedecer primero y preguntar después.
El fundador reivindicaba para el Opus Dei el carisma del sacramento
de la confesión. Como ayuda para vivir ese carisma,
nombró al cura de Ars, san Juan Mª Vianney (quien
vivió en Francia de 1786 a 1859) como intercesor del
Opus Dei. San Juan Vianney poseía una gracia especial
para el discernimiento y podía ver en el interior del
alma del penitente y a menudo les recordaba pecados que habían
olvidado mencionar, de modo que con todo el autobombo y la
excitación causados por un fundador bendecido con tantos
milagros y privilegios, inclusive apariciones de la Virgen,
es fácil comprender cómo ese joven director
podía reclamar y atribuirse esos dones de discernimiento
(rozando lo mágico) en el contexto de una estructura
de poder absoluto que siempre cierra filas alrededor de sus
dirigentes.
Uno de mis primeros encargos apostólicos consistió
en escribir cartas a la gente pidiendo dinero. Se me dijo
que debía hacerlo mensualmente. Mi lista de direcciones
se basaba en un conjunto de fichas de donaciones en las que
constaba el nombre y la dirección, y había varias
opciones para elegir a los candidatos. Casi todas las fichas
se referían a una única donación pero
mi director me comunicó que habían prometido
hacer contribuciones de un modo regular. Nunca recibí
respuesta a mis cartas, y empecé a darme cuenta de
que el espacio destinado a contribuciones regulares estaba
en blanco en las fichas, lo cual me pareció curioso.
El Opus Dei afirma, oficialmente, que solo pide cosas en un
contexto de amistad. Cuando estás en el Opus Dei, sólo
se oyen anécdotas del éxito de un miembro que
fue perseverante en perseguir a un potencial candidato hasta
que logró su incorporación a la Obra. Desde
que dejé el Opus Dei, he leído muchas quejas
y críticas hacia el Opus Dei en internet por parte
de gente que afirma haber sufrido presiones y persecución
por parte del Opus Dei mucho después de dejar claro
que no deseaban implicarse. Después de lo que he visto
en la Obra y de las cuotas o metas impuestas a los miembros,
me creo las quejas de esas personas.
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