TOMA
Y DACA
FLANPAN, 9 de julio de 2004
Después de 16 años de pertenecer a la Casa,
y tras algo más de 10 años fuera de ella, a
uno se le junta dos cosas: se te olvida mucho han pasado
muchos años-, pero sigues recordando bastante fueron
muchos años dentro-. Como la tecla no es lo mío,
y el tiempo disponible se me pasa leyendo a los demás,
nada mejor que escribir poco a poco.
Lo que quiero ir contando es que tampoco todo es negro
es dentro de la Casa. Por lo menos, yo pasé muy buenos
momentos. Disfruté bastante de muchas cosas. Toma y
daca, son un relación de cosas de las que disfruté
dentro, y su comparación con mi vida fuera. (El
autor)
1. La comida. (9-7-2004)
2. Las vacaciones (14-7-2004)
3. Los bugas (15-7-2004)
4. Las casas de la casa (21-7-2004)
5. Le politesse (26-7-2004)
6. Los dineros (21-9-2004)
7. Amores (15-10-2004)
8. El túnel del tiempo
(15-11-2004)
La comida
¡Cómo se comía en la Casa! ¡Y cómo
se bebía! Hasta la ley seca, claro. Dudo mucho que
el Principe y la Leti tengan en su rancia casa el esmerado
servicio con que yo (con que tantos numerarios) hemos disfrutado
durante tantos años. Desde luego que a la Leti le servirán
buenas viandas, pero no tendrán nunca esos ingredientes
que nuestras santas hemanas (esas sí que eran santas)
de la Administración ponían en todos sus platos:
el Cariño (dulce o salado, según se tratara
de postres o de primeros platos), el Esmero y el Ingenio.
Qué cenas de Navidad, qué presentaciones y
adornos, qué pavos trufados, qué calditos, qué
chuletillas de cordero, qué postres, qué bizcochos
para el desayuno, qué caldos (vinos), qué cavas,
qué wiskises y licores, que huevos más bien
fritos (con puntillitas doradas), qué cenas frías
con jamón en jamonera, buen cuchillo y abundante pan
cateto, aceite virgen y ajo, qué resopones tras las
Misas nocturnas, qué carritos tintineaban (menudas
jugos despertaban esos tintineos) en el pasillo los domingos
antes de comer, qué aperitivos con esas tapitas de
dátiles con queso, de choricitos fritos, vermús,
cervezas y colas. Qué decir de las bolsas de excursión:
qué completas y energéticas. Desde luego que
mi madre no hubiera puesto una bolsa tan preparadina; con
un bocata de choped envuelto en Albal se despachaba tranquila.
Con todos sus detalles. Todo tan bien envueltito. Todo tan
limpín, que diría Satur. Con tus servilletitas,
tu abrebotellas. Sólo faltaba la cesta de mimbre, con
sus platos y vasos plásticos. Qué langostas
en Benicasim. Que naranjas en La Lloma. Qué finos y
patanegras en Aracena. Qué cavas en Cataluña.
Qué pulpo en Santiago. Me faltó por probar una
casa que había en el cantábrico (asturias o
Santander), en un acantilado sobre el mar (creo), en la que
me aseguraron que el marisco venía directo de la mar
océana.
Que congojanetemente se comía en la Casa. Qué
bien nos cuidaban nuestras hermanas.
¿Y fuera? Pues sinceramente, también como muy
requetebién.
De Cariño voy servido. Es de otro tipo, pero mi querida
Piedra me trata como a un rey, y además me permite
cachetearle el muslamen mientras me sirve la ensalada a mediodía,
sin niños (en la Casa esto no estaba bien visto: ni
con niños delante, ni sin ellos).
Mi nevera está llenita de cervezas fresquitas, y no
he de esperar al domingo a tomarlas (en la Casa no podías
acceder a la nevera si no tenías la R2 y mucha cara).
Cuando quiero probar un buen vino, no tengo más que
bajar al super y elegirlo en la amplia bodega disponible (en
la Casa el vino era peleón, salvo en fiestas A: la
media de cocina no daba para más). Sale más
caro, pero es la desventaja de los caprichos.
Si quiero picar algo antes de comer, o a media tarde, las
alacenas de la cocina me esperan (en la Casa si te rugía
el estogamo a las 2, habías de esperar a las 2,30 para
comer). Sé que no es bueno picar entre comidas, pero
todavía mi cuerpo lo resiste.
Y si un día quiero comer bien de verdad (mi mujer
no es Arguiñano ni la Admon), la amplia oferta de restaurantes
de la zona nos espera a mi y a mi pichoncito mío, para
que nos vayamos agustito a darnos un merecida cena romántica,
con los niños en casa con una nurse (en la Casa las
cenas románticas estaban prohibidísimas, sobre
todo si las chatas estaban tan ricas como mi mujer). Comer
igual de bien que antes (o parecido) sale mucho más
caro, pero hacerlo de vez en cuando me lo puedo permitir,
ya que del dinero que ingreso en la caja (de mi mujer) me
deja sacar cuanto quiero, y además sin tener que entregarle
cuenta de gastos.
Espero no haber herido sensibilidades, ni creo haber caído
en la procacidad con lo del cacheteo: entiéndase que
comer a solas uno con su mujer, da ciertas ventajas a las
muestras de cariño.
Gracias desde aquí a todas las Auxiliares y Administradoras
que tanto se desvivieron (ellas no tenían la buena
vida de nosotros) por hacer de esas Navidades, Fiestas y comidas
de diario, un placer gastronómico y estético
(qué mérito tenía llevar esos uniformes
de doncella, tan bonitos pero tan calurosos, las mañanas
de agosto en un comedor sin aire acondicionado).
He perdido en calidad diaria, pero he ganado en libertad.
Con todo el cariño para mis hermanas pequeñas,
prefiero la libertad. Y a las que estais fuera, y sois tan
buenas cocineras, un consejo: poned un restaurante -ADMON
se podría llamar-. Os aseguro que en poco tiempo os
darían los máximos tenedores de la Guía
Michelin.
Salud y bon apetit.
LAS VACACIONES
En la Casa no hay vacaciones. De hecho, ni el mismo Satán
se las toma. Pero las tres semanitas al año de dedicación
al cultivo de la ciencia filosofoteológica, pueden
muy bien llamarse vacaciones.
Recuerdo que algún año incluso era posible
elegir destino turístico. Venía una hojita con
diversos cursos anuales, con indicación
de las asignaturas que se cursaban en cada uno, las fechas
y los lugares. Y como si fuera Viajes Halcón, podías
hacer tu reserva. Por venir, creo que hasta venía el
precio.
¿Y cómo eran las vacaciones? Pues
como todos sabemos, solían ser magníficas. Muchas
de las casas eran como esos Paradores Nacionales españoles:
Molinoviejo, Islabe, El Rubín, Elorrio, La Lloma, un
Chateau francés, una mansión italiana al borde
del lago. Con mucho rancio abolengo, esplendorosos jardines,
soberbias piscinas, canchas de tenis, frontón y campo
de futbito. Faltaban las caballerizas, eso sí: ahí
el tema hacía aguas. Pero bueno, ya sabemos que los
caballos traen moscas.
El plan diario era variable. Algunas veces tenías
clases hasta por la tarde. Otras veces el ángelus lo
rezabas ya en la piscina. Lo normal es que hubiera bastante
tiempo para el esparcimiento. Comías bien. Dormías
bien. Y un día a la semana había excursión.
Las excursiones merecen capítulo aparte. Los días
previos se maquinaban los distintos destinos.
Había que moverse rápido, o te quedabas en tierra.
Siempre había algunos planes apetitosos y otros soporíferos.
Entre los primeros estaban ir de pesca en el barco de un amigo
(peazo de yate); ir a montar a caballo a una escuela de equitación;
volar en avioneta; hacer barranquismo o montañísmo
con un numerario que se decía experto; ir a tomar marisco
a Sanlucar y tostar la tripa al sol en la playa; acudir a
un barbacoa a la finca de un cooperador en la que había
de todo. Entre los segundos planes estaban: los que se hacían
sin disponer de coche; los que consistían en ir a visitar
piedras (monumentos, digo) y comer los bocatas en un parque
al sol; los que consistían en quedarte en la casa y
comerte los bocatas en la piscina.
El secreto de unas buenas vacaciones estaba en arrimarse
a un buen árbol. No bastaba elegir un buen destino.
Lo fundamental era tener unos buenos compadres. Yo tuve la
suerte de disfrutar bastante en las vacaciones anuales.
Me tocaron buenas excursiones. Buenos compadres. Descansé.
Visité muchos lugares. Hice planes divertidos. Asistí
a shows de muchos kilates, con gentes tipo Satur (bueno: casi,
casi). La verdad es que en esas tres semanas de vacaciones
se vivía como un rey.
¿Y ahora? Pobrecito de mi. El que tiene su propia
empresa, no tiene vacaciones. Trabajas y trabajas, y nadie
me viene en mayo con una lista de destinos para pasar tres
semanitas de agosto. Además tu mujer y tus hijos hacen
que no puedas elegir lo que a ti te gustaría: debes
elegir lo que a todos convenza. ¿Descansar? ¿Dormir?
Con los niños pequeños (suelen ser así
hasta que se hacen más grandes) las juergas nocturnas
están aseguradas. ¿Tres semanas seguidas? Ni
de broma: con empalmar dos semanas, ya vas contento.
Y tan contento. Me quedo con mis vacaciones de ahora. Mis
dos semanitas bien pegadito a los míos. Un año
a la playa. Otro a la montaña. Port Aventura, Disney.
Las caras de mis niños al ver a Donald. Los días
que pasamos con los abuelos. Pisar bien el suelo. Estar de
verdad en el mundo. Dormir en un parador auténtico.
Pasear de la mano con tu chata mientras los niños se
pelean a tu alrededor.
Y lo mejor de todo: cuando sacas el papel con la lista de
excursiones (os acordáis que siempre salía con
las mejores excursiones ya completas), no tienes
miedo a que el plasta Don Criterios se apunte
a tu coche, y te arruine la excursión. En mi coche
solo van de excursión los míos.
Bon voyage.
LOS BUGAS
No sé que edad tendrás tú. Si andas
por los 40ypico y eras un españolito de a pie, de familia
clase media, seguramente a los 18 años si habías
conseguido carnet de conducir, lo que no tenías era
coche. Hoy día ves a cualquier niñato de instituto
con su 206-tuning-gps-alerón, con un equipo de música
de nosemil watios. Pero en los 70 y aún en los 80,
lo que se dice tener coche lo tenía tu
padre.
Pero en la Casa, los coches nunca faltaban. La verdad es
que en mis años de estancia en la casa pude disponer
de multitud de distintos vehículos, de todos los tamaños
formas y colores. Unos eran propiedad de una Fundación
relacionada con un banquero de la familia.
Otros eran del propio centro. Y muchos de ellos eran de los
super de turno, que inconscientemente nos los prestaban.
¿Que te ibas de convi? Cochecito al canto. ¿Que
organizabas una excursión? Cochecito al canto ¿Qué
el coche del ctr estaba ocupado? Pues al teléfono y
a recoger el coche: con el depósito lleno, claro, que
semos pobres. Hay que ver. Nunca te faltaba el coche. De los
compañeros de la facultad -y éramos bastantes-
sólo recuerdo a uno que tuviera su propio coche,
suyo y no de los papis. El resto, no tenía ni por asomo
la facilidad que los de la Casa para montar un plan con carro
incluido.
Y es que la motivación apostólica
de los planes hacía que los supers se mostraran claramente
desprendidos: incluidos mis papis, claro.
Así que durante la carrera y en los años posteriores,
aunque nunca tuve coche propio, nunca me quedé en tierra
por falta de él. Por mis manos pasaron fregonetas Transit
con muchas butacas, utilitarios 600, todoterrenos, cupés
de 2 puertas, . Un poco de todo. Cada ocasión propicia
una necesidad diferente.
Lo mejor de todo, era que podías vivir el desprendi-miento
de un modo inefable: como no tenías carro, el desprendimiento
estaba facilito. Como tenías muchos coches en tu cartera
de posibles... pues no te encaprichabas con uno
en concreto. Y además ni tenías que preocuparte
de hacer las revisiones.
¿Y qué ha sido de mi ahora? Pues a Dios gracias,
pasaron los 80 y estamos en los 00, y tanto mi mujer como
yo disponemos de carro propio. Los coches en sí no
son un tema que me apasione, pero la comodidad que te dan
en el trabajo y el ocio es innegable. Ahora sólo conduzco
dos coches distintos, y no veinte, Me tengo que encargar de
las revisiones, pagar el seguro y echar gasofa. Pero lo hago
con gusto. Tengo un buen carro, y lo lleno con mis niños,
y no como antes, que lo llenaba con niños de otros.
Por cierto. Antes de salir de vacaciones en coche, acordaos
de mirarle los niveles y de inflar las ruedas. Y el chalequito
fosfi, que no se os olvide.
Precaución, amigo conductor. Los trayectos cortos
son los más peligrosos.
LAS CASAS DE LA CASA
Hay que ver el concepto de clase media que tienen en la Casa.
Y hay que ver lo que entienden por una casa acogedora,
luminosa y limpia, de clase media, sin lujos ni
loores.
La verdad es que en la Casa había dos tipos de casas,
incluso se podría hablar de tres.
El primero lo formaban los casas de jóvenes.
Ya sabéis: casas con apostolados sanrafael. Esas sí
que eran bastante espartanas, más que nada por los
ajetreos, los mogollones, las fiestas y el zumba-zumba. Eran
casas con sofás de brazos de madera. Y si eran acogedoras,
lo eran por el esfuerzo de nuestras hermanas pequeñas,
que hacían un esfuerzo grande para que aquello pareciera
una casa. Pero eso duraba poco. O mucho, si te transformabas
en un eterno numerario de sanrafael. Lo normal,
es que a los veintipocos, con la carrera terminada pasabas
a sangrabiel.
¡Cómo se resistía la peña a irse
a sangrabiel! ¡Parecía el destierro! Te imaginabas
una casa muerta, sin cenas frías, sin fiestas ni peleas
de almohadas (el infantilismo acababa calándote hasta
los huesos). Pero héte que te héte, que cuando
llamabas al timbre y salía a abrirte la puerta ¡una
doncella!, y pasabas al oratorio ¡tan barnizadito y
con los bancos tan mulliditos!, y luego te asomabas al salón
¡con sofás de brazos tapizados!... y esos peazos
de marcos de fotos con los abuelitos,... Y qué decir
del equipazo de música, con pletinas y platinas y cedes
y nosequés. Y finalmente tu cuarto: TU cuarto, con
TU baño. Nada de literas-8 o del vagón,
o como se llamara el último cuarto de tu anterior centro.
Aquí tenías TU cuarto y TU baño.
¿Y cómo estaba decorada la casa? No sé
si habéis leído el vademécum
de los centros. Hay se dice que si muebles del rastrillo
y esas cosas. Pero debe de ser para los paises pobres.
De las muchas casas de sanga que conocí,
la mayoría estaban amuebladas y decoradas con todo
nuevo, de arriba abajo. No faltaba un detalle: cortinas, alfombras,
adornos, colchas, menajes. Una pasta. Pero una pasta. Y esto
lo sabes cuando te vas de la Casa, y tú
solito te debes apañar tu pisito. Entonces y
sólo entonces- te enteras de lo que valen las cosas.
Y te enteras, de la millonada que cuesta poner uno de esos
hogares sencillos y alegres" de la Casa.
Pero a lo que iba. El paso de sanra a sanga se te hacía
más llevadero con eso de dejarte querer por la vida
muelle y gustosa de los pisazos de sanga. Vida me marqueses,
sí señor. Eso lo sabemos todos los que hemos
estado y nos hemos salido y visto la vida fuera. Lo de que
las casas de la Casa son (y cito extractos del Vademécum
de los centros) hogares acogedores, limpios no
se confunde la pobreza con la suciedad, sencillos y
alegres: éste es el denominador común de la
sede de todos los Centros, se queda un poco corto.
Habría que decir mejor, que las casas de mayores
son hogares donde no falta un detalle, donde los sofás
serán lo más cómodos posibles, donde
las lámparas y mesas estarán acorde con nuestro
porte distinguido y aristocrático, donde cada uno tendrá
su propio cuarto con su propio baño, donde no deberá
faltar aire acondicionado si es zona calurosa, etc.
Lo de que el mobiliario se compra con espíritu
de pobreza y con sentido común. Sería muy poco
razonable adquirir exclusivamente muebles nuevos o, menos
aún, diseñarlos y mandarlos hacer de encargo
es de cachondeo. Lo propio sería decir de la
instalación de los centros se encargará una
de esas empresas de decoración que no son nuestras,
pero como si lo fueran, que vienen con unos camiones y en
dos días te amueblan y decoran un centro, hasta con
ceniceros y jarrones. Y por supuesto que la boiserie de la
sala de estar se hace a medida. Justito, justito lo
que dice el librito.
En conclusión. Que la Casa pone casazas
para los carrozas. Y que cuando te sales, y te constituyes
automáticamente en un españolito medio (perdón
a los del extranjero), de verdadera clase media,
que busca un pisito como puede, que debe pagar hipoteca y
coche, que debes comprar el sofá del hipermueble a
cómodos plazos y al tercer mes se te ha pelado el brazo
del sofá, que debes hacer la compras y ver lo que cuesta
el jamón y darte cuenta de que ¡también
existe el salami... más baratito! Entonces, cuando
de verdad palpas la realidad de la clase media, te das cuenta
de que vivías en una casa de clase alta, muy alta.
Hemos hablado de dos tipos de casas. Nos queda la tercera.
La de los Jefes. Todavía hay clases. Y en la Casa,
más. La mejor tele, la mejor vajilla, el mejor oratorio
(el más recargado, vaya), el garaje más amplio,
el comedor más guachi: lo mejor, para los mejores.
Y si te vas a Roma, ni te cuento. No sabía que para
dirigir una institución religiosa la sede tenía
que ser tan lujosa (apréciese el pareado). Y si te
vas a NY, no dejes de ver el edificio que se ha costeado la
Cosa para su organización desorganizada.
Si hubiera sido una organización organizada
el Empire State se les quedaba corto.
¿Y cómo vivo ahora? Pues ya sabéis todos.
Empecé poco a poco. Un piso alquilado. Un pisito comprado.
Hipotecas. Venta. Otro piso más grande. Más
hipotecas. Problemas a fin de mes. Avanzando poco a poco.
Consiguiendo sacar cabeza. Pero ahora vivo en MI casa. Decorada
a nuestro gusto (de mi pichoncito y mío). Sin doncella
de uniforme que abra la puerta, ni sirva la mesa. Con un comedor
integrado en el salón (nada de comedor
y antecomedor: demasiao lujos). Con un dormitorio
compartido (es mucho más divertido, os lo aseguro).
Eso sí: con baño propio. Los niños tienen
otro para todos ellos. No tengo tapices, ni vajillas de porcelana,
ni siquiera un mal retrato de los abuelos. Tengo
afotos familiares (de verdad) en marcos de todo a 100,
recuerdos de viajes, revistas sin censurar (no hace falta:
no compro guarradas), libros sin clasificar, unos sofás
muy sobaditos,... y no me puedo quejar. Ahora vivo mucho mejor
que en esos estuches de terciopelo rancio que son las casas
de viejos. Entra más aire, pues las cortinas
están más abiertas. Vivo en mi casa, y todos
sabemos cómo se disfruta construyendo poco
a poco, con mucho esfuerzo, trabajo y sacrificio un verdadero
hogar cristiano luminoso y alegre. Es muy difícil
valorar lo que te dan regalado desde el principio.
Se valora mucho lo que mucho te cuesta conseguir. Y la satisfacción
es mayor.
Además he simplificado mi existencia:
- el botiquín no tiene llave (no hace falta: no llegan
los niños)
- no tengo que hacer inventario de lo que tengo
- puedo mover un jarrón o un marco de fotos sin pedir
permiso a la comisión
- no tengo que poner la fecha y lugar y asistentes a cada
afoto que hago
- no tengo que poner rejillas en las ventanas que tienen vistas
- Las llaves R1, R2 y R3 se han reducido a una sola.
- Puedo invitar a amigos a comer y no he de buscar un agregado
jubilado ni una numeraria camarera: yo mismo
sirvo la comida.
- Cuando llevo a la canguro de vuelta a su casa no se piensa
que yo soy el chofer. Y además he conseguido no pecar
en ninguna de las ocasiones en que he llevado a una mujer
en mi coche.
Suerte compañeros, que encontréis cada uno
la casa de vuestro sueño.
LE POLITESSE
¡Qué refinamiento! ¡Qué elegancia!
¡Qué modélicos modales! ¡Qué
modelicos (sin tilde esta vez) lucían algunos mayores!
¡Qué suavidad en la formas! ¡Qué
eduscación más fisna y pulidina! ¡Qué
cojonudamente (exigencias del guión justifican el palabro)
se hablaba y trataba en la Casa! ¡Cuanta finipoiez junta
y condensada en tan poco espacio!
Hay que ver los esfuerzos formativos que hacía la
Casa para que una panda de energúmenos de 15 años
aprendiéramos a utilizar correctamente los cubiertos
del pescado, a asearnos diariamente, a limpiarnos el morrete
antes de degustar una copa de vino o a besar las manos de
las señoras (ancianas, claro) con leve inclinación
y sin beso de verdad. Que charlas más divertidinas,
con una mesa de muestra donde figuraban todos los cubiertos,
platos y vasos que puedan haber habido, y un voluntario de
turno (todos corábamos el nombre del más garrulillo,
claro) sentado espatarrao, intentando acertar el uso de cada
uno de los cacharros tras la charla explicativa.
Recuerdo una charla muy divertida de un numerata chachi-guay,
recién llegado del College Romanum, con un traje mil
rayas (pantalón y americana) que incluso en aquellos
finales de los 80 resultaba más hortera que Omaita.
El tal figurín, al que no faltaba ni un cuidado bigote,
nos explicaba las máximas que rigen las ciencias del
vestir, y nos informaba que -con el tiempo, poco a poco- deberíamos
ir completando un guardarropa que debería incluir:
14 mudillas (calzoncillos, vamos), 14 calcetines, 14 camisas
y/o polos, trajes de invierno, trajes de verano,... Alucinante.
(Lo del 14 tenía su explicación: la administración
tardaba una semana en devolver la ropa de una semana echada
a lavar y durante esa semana te ponías las otras 7
prendas). Para un chaval de 15 años, que en aquellos
años de menos poderío económico, tenía
la mitad o menos de lo que decía el bigotín,
aquello nos sonaba a marqués de monistrol.
Y con tanta charlilla, y tanto ejemplo de los mayores,
y acompañamiento de compras a completar el ajuar numeraril,
pues resulta que te plantabas en los 18-20 años, en
tu Centro de Estudios, y aquello parecía la pasarela
Cibeles pero al revés. Todos los chavalines (¡y
entonces me creía muy mayor!) a la oración de
la mañana, con sus chaquetillas, corbatas y pantalones
con rayina planchadina. Nos creíamos la creme de la
creme de monparnase. ¡Éramos la aristocracia
de la inteligencia! Vaya rancio abolengo, más rancio
y poco natural.
A los dos o tres años del centro de estudios, te daban
tu destino, en el que normalmente la politesse se relaljalgaba
un poquitín, pero en el que seguías manteniendo
tu clase superior y tu chaquetilla sobre los hombros
en los días de verano que apretaba la calor. Pero ahí
ya te permitías ir a la oración matutina sin
corbatina, por ejemplo.
Con los años, te ibas curando un poco de tanta politesse
y veías entonces que los más jovencitos vestían
más de mayor que tú mismo, que ya
habías alcanzado un cierto nivel de espíritu
propio en el vestir, no demasiado bien visto, pero más
permitido que otras cosas.
El resumen de la politesse de la Casa, es que disfrutabas
de un entorno de rancio abolengo con aroma a atkinsons (por
cierto, dicen que el Santo Fundador usaba atkinsons, aunque
el Vademécum
de los curas dice a veces puede ser conveniente
por el clima, o por el tipo de trabajo usar una
colonia moderada; pero nunca un producto exagerado; por eso,
en los países donde no hace calor, como principio general
para un sacerdote prudente, más que oler bien, lo mejor
es no oler a nada: se explica, creo yo, que el Fundador
usara colonia por el fuerte calor romano). Vivías en
un entorno de señoritingos donde para comer todos se
cubrían el brazo hasta la muñeca. No debías
soportar la contemplación de tus compadres en zapatillas
de estar en casa: todos circulaban en sebagos
por la casa, y solo se usaban las zapatillas para
ir de tu cama a tu baño. No tenías que sufrir
los pelos despeinados de nadie en el desayuno: todos acudían
duchados, afeitados, peinados y rezados. No debías
soportar los malos modales de nadie en la mesa: todos estaban
muy bien aleccionados en el modo de comer el pescado sin pincharlo,
y por ello no sentías zozobra alguna. No veías
las canillas peludas de nadie en la tertulia, pues todos usaban
calcetines, incluso en verano.
La conclusión es que esa politesse ayudaba a que personas
de distintas edades y lugares del mundo, cada uno hijo de
su padre y madre, pudieran convivir bajo un mismo techo por
vínculos sobrenaturales sin tener que sufrir
más que lo preciso por las cadaunadas de cada uno.
¡Pobretín de mi fuera de la Casa! ¡A merced
de las modas libidinosas! (Por cierto, y hablando de modas
hago un intersticio: los que no leéis el Telva últimamente
¡no os podéis hacer una idea de cómo está!
Algunas fotos de cremitas parecen del Interviú. No
sé yo lo del apostolado de la moda... parece que ha
bajado el listón). ¡Pobre de mí teniendo
que soportar las canillas peludas de mi suegro, nada más
despertar ante los gritos que se dan mis cuñados! ¡Qué
decir de los atuendos que he de soportar en las iglesias,
donde la gente acude sin corbatas! (Aquí he de hacer
otro inciso: no estoy en absoluto de acuerdo con la forma
de vestir de muchos feligreses, que acuden a la Misa igual
que a la playa,... pero que no se les ocurre ir a trabajar
del mismo modo cutre que van a Misa). ¡Qué sopetón
me da ver a mi cuñá untando el pan en manteca
colorá!
Ahora, en mi casa, las normas las pongo yo. Vamos, que las
propone mi chata y yo las apruebo yo. Como ha de ser. Visto
como quiero. Procuro que mis hijos sean educados, sin chorradas
ni puntillitas. Procuro inculcarles respeto: respeto a sí
mismos y a los demás. Y no me altero por las cañillas
de mi suegro. Me quedo como estoy. Una vez más triunfa
la libertad. Se puede ser educado y elefante sin caer en lo
pedante.
Y ante la duda: abrir un botón más de la camisa
(ellas o ellos), que estos días hace mucho calor para
ir de mangaentera.
LOS DINEROS
Ultimamente se publica tanto que no me da tiempo a escribir.
Después del verano pensaba escribir algún Toma
y Daca más, pero leer toda la correspondencia me lleva
el poco tiempo que tengo disponible.
Sin embargo, al leer los correos de hoy se me ha venido a
la cabeza una idea sobre el manido tema de los dineros, y
como no quiero que caiga en mi olvido me aplico a la tecla.
Se nos ha dicho siempre que la Casa es una organización
desorganizada. Y todos sabemos que los militantes son
cristianos corrientes en medio del mundo. Y además,
la Casa como tal, tener no tiene casi nada. Son los miembros
los que desarrollan libre y responsablemente las distintas
obras de apostolado (colegios, etc) sin que la Casa no haga
otra cosa sino aportar sacerdotes (dirección espiritual).
Vale.
...dentro de la Obra, cada uno piensa en esta familia
sobrenatural, muy numerosa y con grandes necesidades
...forman parte de una nueva familia numerosa y
pobre, con muchas obligaciones que cumplir y continuas necesidades
que atender
¿Vale?
Pues aquí hay algo que no cuadra. Y es cuestión
de hacer unos números.
La Casa se compone de Numes, Agregados y Supers.
Los Supers (son la mayoría) se mantienen a sí
mismos, a sus familias (habitualmente muy numerosas) y además
aportan a la Casa todo lo que pueden. Es decir: no son una
carga para la obra, sino todo lo contrario. Por ahora el balance
económico sale positivo.
Los Agregados. Son minoría, pero igualmente mantienen
sus hogares y lo que les resta va a parar a la caja del centro.
Habitualmente no tienen hijos que mantener. Sin embargo sí
que pueden tener otras obligaciones familiares onerosas:
padres, hermanos menores. De todos modos, por lo que yo he
visto (un ctr de agr jóvenes y otro de agr mayores),
el balance medio era claramente positivo: la Casa gana.
Quedan los Numes. Por cada centro de jóvenes puede
haber (por lo menos lo había en mis tiempos) dos o
tres de mayores, sino más.
Centro de Numes mayores. Cristianos corrientes en medio del
mundo. Talentos medios que con mucho esfuerzo han sacado las
mejores notas en su carrera. Esforzados trabajadores. Leales.
Honrados. Vamos, unas joyas. Lógicamente despuntan
en sus profesiones, y ganan una pasta. Viven en
centros de unos 12-15 individuos, de los cuales unos 2 son
curas. Es decir, que por cada ctr hay unos 10 que ganan un
buen dinero. Si son cristianos corrientes en medio del mundo,
y además son lo mejor, la élite,
cada uno de ellos sería capaz de por lo menos lo que
hace un super: mantener mujer y 5-8-10 hijos, y además
aportar dinero al centro. Pero, habitualmente, los Numes no
tienen mujer ni hijos. Tampoco un BMW, como muchos super.
Tampoco cenan fuera, y si lo hacen suelen ir de gorrones.
Tampoco se costean un apartamento en la playa. Y además
son diez (10). Son como 10 supers solteros y austeros. Y dando
todo a la Casa.
¿Qué gastos tienen? Entre los diez deben sostener
una casa y mantener a los dos curas. Se supone que el director
curra como todos, ya que tiene las tardes y los fines de semana
para la desorganizada organización. Digo
yo que por muy guachi que sea la casa, muy del barrio de Salamanca,
serán capaces de tener todavía un superavit
de la berza. El balance de la Casa sigue siendo positivo.
Centro de Numes jóvenes. Unos 16 estudiantes y un
cura. Habitaciones compartidas, triples y séxtuples.
Baños comunes. Todo muy de batalla. La media de cocina
menor que la de los viejos. A duras penas salen a flote. La
pensión se calcula para que se cubran gastos. Pero
entra campañas económicas, clases particulares
y demases, se puede dejar el balance económico a cero:
la Casa ni gana ni pierde.
Queda la Dele, la Comisión y Roma: la pequeña
estructura de esta organización desorganizada.
Con todos los superavits de Super, Agregados y Numes mayores,
digo yo que los 30-80 centros de una Dele podrán mantener
a las 30 (por poner un número) personas que viven
de la dl. No tocan ni a un liberado por
centro. Y entre todos los miembros de una región se
costeará muy holgadamente a los liberados
de la Comisión. Y entre los 80.000 miembros con que
25.000 se dejen de tomar un café al día (1 euro)
pueden juntar 1.500 kilos (de los de antes, de
pesetas) para mantener a los de Roma (digo yo que llegará
para tratarse de algo sin mucha organización).
¿Dónde están las grandes necesidades
que mantener?
¿Familia numerosa y POBRE? Porque cuando dicen esta
frase no lo dicen en el sentido de que viven la pobreza.
Lo dicen para expresar que les hace falta dinero, que no tienen
un duro, etc.
¿No es esto alucinante? A los Supers se les exige
mantener una familia numerosa y además mantener la
Casa... Pero la Estructura de la Casa no es capaz de mantenerse
a sí misma, a pesar de estar formada por un 80% de
miembros productivos, y ha de estar siempre lloriqueando
con el tema del dinero, racaneando las Ayudas y fomentando
el pedir Donativos.
Porque en este Balance global vamos a dejar fuera los Colegios,
Universidades, Colegios Mayores, Hospitales... En primer lugar
porque no son de la Casa: son labores personales.
En segundo lugar, porque no son gratis (al menos la mayoría),
y se mantienen perfectamente con las cuotas, matrículas,
etc. Al igual que el resto de Colegios, Universidades, Colegios
Mayores, Hospitales, etc que llevan los hijos de las
tinieblas.
Y algunos dirán: Te olvidas de Tajamar, de los
centros asistenciales del Perú y de la Universidad
gratuita de los zulúes. Efectivamente. Pero esas
obras asistenciales que son Corporativas (propias de la Casa)
las debería llevar la Prelatura dentro de su presupuesto
global, viendo hasta donde llega y hasta donde no, porque
ESAS OBRAS QUE SON LAS QUE DICEN QUE HACEN QUE
EL BALANCE SEA NEGATIVO, SON LO ACCESORIO DE LA OPUS.
La Opus fundacional no es la formada por casas, centros y
colegios. La Opus fundacional se desarrollaba en parques y
"sotanillos", de tú a tú.
¿No dicen que son una inyección intravenosa
en la sociedad?
¿No es lo suyo el apostolado de amistad y confidencia?
¿No se dan los círculos en las casas de los
supers?
¿Hace falta que la red de Paradores españoles
envidie algunas casa de retiros (labores personales, por otra
parte)?
Con el balance económico tan positivo, antes expuesto
y con las características del apostolado propio
de la obra, que no precisa de grandes medios... ¿cómo
es posible que prediquen a los cuatro vientos que son tan
pobres y que les hace falta tanto dinero para las "labores"?
La respuesta, bajo mi punto de vista, está clara.
El apostolado de la Casa realmente no es de amistad y confidencia.
Si así fuera, y si no hubiera esa manía de feroz
proselitismo, yo recomendaría a todo el mundo que se
apuntara a la Casa. Ser un cristiano sencillo que hace apostolado
entre sus amigos y compañeros, y procura ser santo
en su vida ordinaria. Muy bonito y muy sencillo. Pero esa
cacareada sencillez no existe.
El apostolado de la Casa es de mucha estructura, muy falsa
amistad y falsa confidencia. Con el afán de que piten
500, de ser más, de ir a más ciudades, a más
países, no hay más remedio que crear invernaderos.
No es suficiente que la cosecha sea en tierra de secano. Hay
que producir más: dos o tres cosechas al año.
Y venga colegios, clubs y parafernalias. Y actividades, y
esquiadas, y la caza del mono. Amistad de pegatina y confidencia
mecanografiada y trasmitida a los 5 vientos. Y lo que iba
a ser una organización desorganizada, donde
cada uno hace apostolado con 12-15 amigos (hay que ver que
hasta el número de amigos estaba contado: ¿por
qué 12-15 y no 16-18 ó 10-12?), se ha transformado
en un peazo de Parque Temático Espiritual, donde lo
importante es organizar mucha actividad, hacer número,
rellenar estadillos y cumplir objetivos. ¿Se parece
esto a lo dicho primero? ¿Es esto una inyección
intravenosa o es más bien un cataplasma de tomo y lomo?
Pues yo pienso que ni aún así, ni con todos
los gastos que suponen esas casas y montajes, se justifica
el qué pobrecitos somos...dadnos dinerillo por
favor, que es para los apostolados. Pienso que el balance
económico antedicho da para poder amueblar todos los
centros con la Lemos, y para gran parte de los montajes superpuestos,
que se financian además por lo que se cobra por ellos.
¿Será entonces que el pretendido déficit
lo ocasiona la estructura interna, que no es tan exigua como
debería? ¿Será que los "liberados"
son muchos más? ¿Será los Numes mayores
no son realmente los punta de lanza en sus profesiones,
no ganan tanto y además se han convertido, en un 50%,
en profes de coles afines? ¿Será que los 10
Numes productivos de cada centro son menos a causa de bajas
por enfermedad y bajas por abandono?
Yo pienso que será un poco de cada cosa. La Estructura
debe de comerse también mucho del balance positivo,
porque es mucho mayor y más organizada de lo que se
dice. Mucha gente trabajando en control: control de personas,
de cosas y de dinero. Eso es una Delegación.
En resumen. La Opus como teoría de funcionamiento,
está llamada al superavit. Es imposible que tenga déficit:
todos trabajan, todos aportan, todos son sobrios, unos pocos
forman la estructura y su apostolado normal es entre amigos.
Y sin embargo les falta el dinero (eso dicen). Y piden, y
piden,... Y escatiman, y escatiman,... (seguros sociales,
ayudas familiares,...)
Y me he dejado en el tintero las "donaciones" millonarias
que en casos concretos (tampoco son cientos los mecenas del
espíritu) recibe la Casa. Muchos, pero que muchos millones.
Y tampoco hemos añadido las aportaciones de los Cooperadores.
Vamos, que las cosas no cuadran. Y por eso me parece indigno
y bochornoso que se dediquen con descaro a pedir dinero para
las labores. ¡Mantened vosotros vuestras
labores! ¡Haz tú (numerario de tardes tranquilas
y tenis los sábados) horas extraordinarias o busca
un segundo trabajo, que es lo hece un cristiano corriente
cuando necesita más dinero! ¡No alargues el brazo
más que la manga! ¡Paga lo que debes! ¡Pide
menos y trabaja más! ¡No tengas sirvientas si
no puedes pagarlas! ¡Sé coherente con la doctrina
que predicas y haz un verdadero apostolado entre tus verdaderos
amigos (1 ó 90), siendo uno más entre los demás!
¡No comas el tarro a niños de 14 años,
ni les montes casitas de caramelo para que acudan a tí!
Opusianos: llevad a la práctica lo que predicáis.
Contad bien lo que ganáis con vuestro sudor y sabréis
lo que os podéis gastar en vuestros paradores. Pero
después de vivir como rajás no tengáis
el morro de ir pidiendo dinero a los que viven como parias.
Si queréis más dinero: trabajad más.
Sed "seculares", y no "monjas de invernadero"
(que me perdonen las monjas).
Y si os falta dinero, siempre podéis amueblar vuestros
centros con sofás del Carreful (yo lo he hecho), y
no gastaros los dineros en los caros servicios de la Lemos
de turno.
AMORES
En la más reciente correspondencia, se ha tocado el
tema del corazón. En uno de esos correos, Emeve nos
abre su corazón y nos cuenta su guarda
del corazón durante sus años opusinos,
y el estado en que quedó tras su paso por la Casa.
Te deseo Emeve que encuentres tu amor verdadero.
Yo, como todos, también tenía mi corazoncito
numeraril. Y a mi también -como a tantos de vosotros-
me robaron esos años donde la adolescencia te despierta
el interés por esas personas de ojos brillantes e incipiente
busto que circulan a tu alrededor.
A mis 14,5 añitos ingresé en Ello, y como desde
años antes ya era chico del club -pero
de esos de 8 días por semana-, mi corazón se
vio privado de los más elementales tonteos y flirteos
juveniles. La verdad es que a tan corta edad no te enterabas
de lo que dejabas. Solo un tiempo después, con 16-18
años, te dabas cuenta de que las chicas existían...
pero no para ti.
De entrada, chicas no. Lo asumías. Te programaban.
Lo tragabas. Pero castrarte, lo que se dice castrarte, no
lo hacían. Sin embargo, el mayor problema no era el
impulso animal. Lo difícil de verdad era castrar
el corazón. Eso era imposible.
Te encontrabas en esos años en que descubres que además
del yo están los otros. Y entre
esos otros, descubrías que existía
un 50% de otras, pero que para ti como si no existieran.
Pero no solo descubrías que están los
demás: sentías verdaderos deseos de estar,
relacionarte, jugar, salir, hacer amistades, tener tu pandilla.
Vamos, lo normal de la edad. ¿Pero qué programaba
para ti la santa Casa? Pues todo lo contrario. Para empezar,
está claro que las chicas ni olerlas. Pero lo peor
es que con los chicos tampoco podías ir de pandilla,
hacer excursiones, etc, de un modo normal. Eso no podía
ser. Los opusinos éramos los pitufos (asín
nos llamaban en el cole). Y con los pitufos nadie quería
ir. Recuerdo los años de bachiller como los peores
años de mi vida. Pero cuando digo peores es los
mucho peores. Recuerdo esos recreos del colegio (los
descansos entre clases) que se me hacían interminables,
buscando algún objetivo apostólico
a quien invitar a una meditación, sin tener una pandilla
clara (mis amigos de siempre eran obviamente chicos
de club como yo, y como todos pitaron dejaron de ser
amigos y pasaron a ser hermanos, con la consiguiente
indicación de no podéis estar juntitos
los de Casa: debéis abriros en abanico). Pues eso:
recreos que no terminaban, compañeros que te esquivaban,
conversaciones a las que no eras invitado, planes para los
que no contaban contigo, incipientes amistades desbaratadas
por la mediatización que se hacía de la amistad.
¿Y dónde quedaba el corazón? Perdido.
Solo. En una edad en la que se va forjando la personalidad,
una de las facetas fundamentales de la persona estaba coja,
manca, ciega y sorda.
¿Qué cuál era la farmacopea de la Casa?
¡Pon el corazón en Dios! ¡Reza a la Virgen,
que es tu madre! ¡Escribe al Padre! ¡Haz
corrección fraterna! ¡Ten doce ó quince
amigos (¿cómo?)! Pero tate, resulta que no somos
ángeles. El ser humano precisa de roce, trato, caricias,
confidencias, besuqueo. ¡Cómo gónadas
se puede forjar a un muchacho, capando de facto
su corazón! ¡¡No es posible!! A lo mejor
un viejo pellejo, hastiado ya de la vida, puede prescindir
de su corazón. A lo mejor un niño de 3 años
(he tenido varios) puede estar centrado en su yo
y vivir sin más aliento que el de su madre, y pasar
del resto. Pero con 15, 16, 18 años, no se puede vivir
con el corazón enjaulado y aplastado.
El resultado era claro. En tres años, de la quincena
de pitajes del curso quedábamos tres o cuatro. Yo pienso
que se fueron porque no aguantó su corazón.
A esa edad, el corazón danza sin parar buscando pareja
de baile. Y llegado un momento, ya no puede más.
Yo, sin embargo, aguanté quince años más.
Pienso que me educaron en una firmeza de objetivos, en una
tozudez en concluir lo empezado. Mi corazón se arañó,
quedó arrugado, y metido en un sótano. Estoicamente
pasé de él durante años, hasta que ya
no pude más, y empezó a salir poco a poco.
La Opus me robó unos años del corazón
que ya no volverán. Ahora, cuando veo los tonteos de
los chavales de 15 años, cuando escucho a mi mujer
contar sus batallitas adolescentes, me doy cuenta de que me
robaron la edad más bonita y efervescente de una persona.
Este es el Toma de lo que cuento hoy: la Opus
me robó el corazón y no lo hizo para quedarse
con el, sino para guardarlo para nadie bajo muchos cerrojos.
Sin embargo este Toma tiene su Daca.
A día de hoy mi corazón está fresco y
jugoso. Con mis cuarenta y pico tacos disfruto de tonteos
con mi chavala del alma. Nos mandamos mensajitos de amor.
Beso a mis hijos todos los días, y les digo te
quiero. He tenido la suerte de colmarme del amor que
se me negó en mi juventud. Lo bueno vino por lo malo.
Ahora me contento pensando que si no fuera por mis años
de militancia en la Casa, no hubiera llegado a donde estoy.
Cada día llevaba al siguiente, en un largo camino hasta
que encontré a mi media naranja. Veo muy difícil
que nos hubiéramos conocido de no mediar los envíos
y reenvíos que la Opus hace con sus miembros. Tal vez
si hubiera espantado a los 16 años, como tantos otros,
estaría casado con otra mujer, e igualmente satisfecho...
pero también es posible que me hubiera equivocado de
mujer, o que fuera un amargado.
Donde estoy, y con lo que tengo, hoy día no me cambio
por nadie. Doy gracias a Dios, que de verdad escribe recto
con renglones torcidos.
Mi balance en tema de amores tiene un claro vencedor. Se
puede disfrutar del amor sin renunciar al Amor. Se contempla
con mucho más amor al Amor, cuando ves que ese Amor
ve con buenos ojos que tu corazón lo llenes de otro
amor.
El proceso que lleva a sacar el corazón del sótano
hasta la luz del amor, es ya otro tema.
Dejo ya la tecla, que hoy está pelín cursi
y pringosa.
Amor a todas.
EL TÚNEL DEL TIEMPO
Cuando eres niño, hay recuerdos que se te quedan grabados
con una intensidad especial. Uno de esos recuerdos de mi infancia
es el de un centro de señoras al que mi madre acudía
a veces a hacer la Visita, y que no quedaba muy lejos de mi
casa. Debería tener yo unos 6 flanpantes años.
Los suelos eran de madera, y crujían al andar. La entrada
era grande, y conducía enseguida a un oratorio muy
oscuro. El silencio en la casa era mayúsculo. Me parecía
que todos hablaban en voz baja, como en cuchicheos. Y yo,
por supuesto, ni palabra.
Está claro que esos recuerdos de hace más de
35 años deben tener un mediano parecido con lo que
era la realidad de esas fugaces visitas al centro de mi madre.
Pero lo que no dudo que debe permanecer invariable, es la
decoración y ambiente de esa casa... si es que permanece.
Tiempo después, entré en muchos otros centros
de la Cosa, y esa sensación de mi infancia se volvía
a repetir en un determinado aspecto.
La Cosa se jactaba de ser la vanguardia de la inteligencia,
más del mundo que el propio mundo, siendo
los demás y no como los demás,
y bla, bla, bla,... Según la Cosa, nosotros éramos
uno más, totalmente integrado en nuestro
tiempo.
Pero cada vez que yo atravesaba el umbral de la puerta de
entrada, ¡¡¡flashhhhhh!!! Parecía
que pasaba a través del túnel del tiempo. Del
bullicio de la calle, de los escaparates, de la música
en casa de tu amigo, de las migas del bocata en el salón
de la casa de otro amigo, del sofá de color fosforito
comprado en Pryca por un colega de trabajo, del poster del
Betis en el cuarto de un hermano, de la repisa del baño
atiborrada de botes y cremas, de eso y mil cosas más
que son habituales en las Casas normales de gente
normal, pasabas a un mundo anclado en los años
cuasenta o serenta o nosesabequé.
La casa, el hogar luminoso y alegre,
era un piso decorado generalmente con sabor antiguo, donde
se repetían unos cuadros familiares de
unos señores que no eran ni tios ni abuelos de ninguno
de los allí presentes. Al entrar, una doncella vestida
en plan casa de los marqueses te habría
la puerta. En el hall nunca podías ver nada fuera de
sitio. No se escuchaba ni una radio, ni un tocata, ni por
supuesto la tele. A pesar de ser la casa de todos
los que allí residían, nadie iba en zapatillas
por la casa. Las habitaciones estaban todas decoradas con
igual impersonalidad. No veías una fotos de seres queridos,
ni un póster de Indurain o de Magic Jordan. Todos eran
muy amigables, pero un poco abducidos. No te invitaban nunca
a merendar y menos aún a comer o cenar. Veías
entrar a un cura con chaqueta y pantalón y al momento
lo veías circular con sotana. A parte de las doncellas
que habrían la puerta, no se veía ni escuchaba
a mujer alguna. Si te gustaba algún elemento decorativo
y preguntabas al que había vivido en ese centro desde
que se abrió que dónde lo habían comprado,
te contestaba que no tenía ni idea: que un día
vino un camión y en una tarde montaron toda la casa,
ceniceros incluidos. Y si te asomabas al comedor a mediodía
veías como las doncellas elegantísimas servían
la mesa a una docena de muchachos que un su vida anterior
no habían visto a más doncellas que a las que
salen en las películas de Sissí.
Han pasado más de 10 años desde que dejé
la Cosa, y a los recuerdos de mi infancia se unen ahora recuerdos
de mi juventud numeraril. Y uno de esas sensaciones que me
vienen a la cabeza es esta del túnel del tiempo.
No sé si a otros les pasará lo mismo, pero llegar
del mundo mundial de los años 90 y entrar
en una casa de la Cosa era como pasar de un mundo
a otro.
La Cosa teme al mundo y se defiende aferrándose
a lo seguro. En decoración, teología,
liturgia, literatura, etc, se acude a los clásicos,
a lo que nuestro padre vio en 1930, a la doctrina
de siempre. Y como resultado de todo ello, entrar en
una casa de la Cosa es retroceder en el tiempo. Ya nadie tiene
doncellas en su casa, y si las tiene no van con esos uniformes.
Ya nadie tiene salitas de recibir. Se puede tener
una casa muy ordenada sin recurrir a un plano que indique
en qué posición va un jarrón. Los años
30 (del siglo XX) cada vez quedan más lejos, y cada
vez es mayor la brecha que se abre en los umbrales de las
casas de la Cosa. Cada vez el salto en el tiempo es mayor,
y llegará un tiempo en que l@s numerari@s tendrán
que optar por la doble personalidad para aguantar la doble
vida que llevarán a uno y otro lado de la Puerta.
Flanpan
(continuará)
Arriba
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