¿QUÉ
NOS HICIERON?
ANGEL
1. ¿Qué nos hicieron?
(8-5-2004)
2. El nuevo numerario (12-5-2004)
3. De Oblato a Agregado (16-5-2004)
4. De Vademecum liberanos Domine
(27-5-2004)
5. Del Opus Dei virtual al real
(6-6-2004)
¿Qué nos hicieron?
Es bueno comenzar por una obviedad. Por lo general, no hay
páginas web de ex jesuitas o de ex Kikos, ni tampoco
existe abundante literatura sobre las experiencias vividas,
al interior de esas organizaciones, de quienes se salieron.
¿Qué fue lo que nos marcó de manera tan
profunda que nos impulsa a realizar esta especie de catarsis
pública? ¿Qué es aquello que nos afectó
tan vitalmente que nos podemos, para bien o para mal, permanecer
indiferentes ante lo que experimentamos en el Opus Dei?.
Hace casi 30 años que me fui del Opus, después
de ser numerario por más de once: pité a los
16, en un continente y país lejano de Europa, y me
marché a los 27 con la Fidelidad hecha. También
conocí y conviví en varios breves periodos con
Escrivá, durante los años que hice el Centro
de Estudios en España y cursé mi carrera. Pero,
a pesar del tiempo transcurrido, e incluso no tener ya fe,
no he podido superar completamente esa etapa de mi vida y
por lo que veo en esta página nos pasa casi a todos.
La prueba es que estoy escribiendo estas líneas y que
leo cuanto se publica sobre el Opus. En mi biblioteca personal
libros sobre el tema ocupan un considerable espacio.
Paradójicamente, eso me ha permitido tener un conocimiento
que nunca lo tuve cuando era numerario. No había acceso
a las Constituciones, la información era dosificada
y no era de buen espíritu ir preguntando, además
de arriesgar una Corrección Fraterna.
Una parte fundamental, y peligrosa, del sistema del Opus
es no dar la información completa de a qué te
estás en realidad comprometiendo, para no espantar
al candidato que no está preparado para asimilar algunas
realidades. ¿Qué pasaría si les hablaran
antes de pitar a los adolescentes que iban a tener que usar
cilicios y disciplinas; o las candidatas a numerarias que
no volverían a dormir sobre un colchón? ¿Qué
sus cartas van a ser censuradas o que tendrán que renunciar
a la familia?
Por eso, tal vez lo que daña y afecta a las vidas
tocadas por el Opus, es un método de captación
que oculta información, avasalla y tiende a no respetar
la libertad para decidir, usando como excusa la santa
coacción, ya que lo que importa en verdad no es la
persona, sino el número de los que pitan. Esa compulsión
también se explica por la cantidad de deserciones,
pese a las dificultades que te ponen para salir. Lo que hace
que no se discrimine si en realidad el individuo tiene vocación;
o las consecuencias que puede tener, especialmente para una
personalidad todavía no formada como es el caso de
la adolescencia, el compromiso que asume. Lo que provoca que
el Opus en su cacería frenética y compulsiva
de vocaciones, deje tirada en el camino a mucha gente a la
que ha dañado en su desarrollo personal y generado
problemas de diverso tipo, incluyendo los sicológicos.
Voy a exponer mi caso. Hoy el Opus y sus métodos son
conocidos. Pero no lo era hace más de 40 años
y menos en mi país donde recién empezaba. Estaba
en el colegio cuando un compañero numerario adscrito-
me invitó a conocer una casa de San Rafael, sin decirme
de que se trataba. A poco de estar allí me di cuenta
que se trataba de algo religioso y me preocupé, porque
temí que fuera protestante. Recién comenzaba
el Vaticano II y el ecumenismo no estaba de moda.
Mi amigo me presentó a un español mayor, todos
lo que vivían en esa casa lo eran, que me empezó
a hablar de vida espiritual y de cosas que yo no entendía.
Mi catolicismo no pasaba de una aburrida misa dominical en
latín. Pero para mi desgracia ese día me había
confesado. El español me preguntó a bocajarro
si me moría dónde me iría y yo que acaba
de pasar por el sacramento de la penitencia, le dije que al
cielo y que no tenía pecados mortales. Cuando se convenció
de que no mentía, creyó que había encontrado
un santo.
Desde entonces no me dejó en paz, me llenó
de rezos del rosario, oraciones mentales y demás cosas
por el estilo. Visitas a los pobres, meditaciones los sábados,
convivencias. Un mundo nuevo que me deslumbraba. Como el ambiente
me gustaba, sobre todo la tertulia sabatina y los paseos,
le seguí la corriente, aunque no cumplía las
normas. El Opus Dei casi no se mencionaba. Tal vez porque
no hubiera sido fácil explicarle a un chiquillo inmaduro
y sin mucha formación religiosa, conceptos totalmente
ajenos como el de Instituto Secular (en esa época todavía
lo era), término absolutamente desconocido.
Cómo el español andaba obsesionado por el apostolado,
también invité a un par de amigos para que me
dejara en paz con sus exigencias, aunque salieron corriendo.
Pero quien me trataba quedó convencido de mi vocación
proselitista, aunque después de escribir la carta me
obligaría a romper mi amistad con ellos.
Lo que no sabía era que mis fingimientos adolescentes
me costarían, además, once años de mi
vida. Pasados unos dos o tres meses de ir a la Casa de San
Rafael, me plantearon que tenía vocación y sin
reflexionar escribí la carta. Por supuesto que me dijeron
que no lo comentará con mis padres, ni con nadie.
Poco a poco me empecé a dar cuenta en que me había
metido, aunque ya me había acostumbrado. Al poco tiempo
me enviaron a Europa, a la Universidad de Navarra, y seguí
tirando hasta que un día el hilo se rompió.
Pero esa es otra historia que ya la contaré.
Creo que muchos podrían contar experiencias similares
en esencia. A lo mejor si rastreamos por allí, podríamos
encontrar las respuestas a las preguntas que planteaba al
inicio.
El nuevo numerario
Una de las ventajas de mirar desde la experiencia personal
y a la distancia el Opus Dei es que permite ver algunos cambios
incluso en temas fundamentales, aunque se nieguen, y la adaptación
forzada que ha sufrido la Obra a una realidad distinta a la
España de la post guerra civil en que se forjó.
Los que fuimos numerarios hace más de 30 años
(¿Qué nos hicieron?),
podemos percibir con claridad esta evolución. Sin embargo,
no hay que ir muy lejos, sino simplemente comparar las Constituciones
aprobadas en 1950 y los Estatutos
de 1982. Y no me refiero a la obvia transformación
de ser miembro de un Instituto Secular, concebido como estado
de perfección, a convertirse en fiel de una Prelatura
Personal.
Uno de los cambios más evidentes es en el concepto
del numerario. En el artículo 15 de las Constituciones
de 1950, se recalcaba que el numerario el único
que era miembro en sentido estricto- asumía o conservaba
sus funciones en la administración pública,
en la enseñanza, en el ejercicio profesional, del comercio,
etc. Había una insistencia en ocupar los puestos de
primera fila académicos y en los cargos públicos
o de dirección. Es decir, el numerario se santificaba
en un perfecto cumplimiento de su profesión o
cargo. Se trataba de cristianizar la sociedad desde
dentro, con un concepto muy de milicia, para poner a Jesús
según se decía- en la cumbre de todas
las actividades humanas. Era el catolicismo de cruzada, consecuencia
de la Victoria en la Guerra Civil. De allí las invocaciones
de Camino a ser caudillo. Este trabajo apostólico se
orientaba, de manera especial, a los estudiantes de las universidades
del Estado, para captar a los intelectuales y asegurar la
catolicidad de la cultura. La vocación era cosa de
hombres y no de adolescentes inmaduros.
Para el gobierno de la Obra y ejercer la formación
interna, estaban los sacerdotes y particularmente un grupo
de numerarios llamados inscritos. Ricardo de la
Cierva los ha calificado como especie de guardia pretoriana
que actuaba como reserva exclusiva para cargos directivos.
Eran la elite de la elite, de entre ellos se escogían
los electores cuya función principal era
designar al Presidente General.
Los inscritos, de los cuales no se nos hablaba
y sólo con tiempo en el Opus te enterabas de la existencia
de esta categoría superior. Los inscritos
constituían la burocracia interna, dedicada a las labores
internas a tiempo completo; y estaban claramente diferenciados
de quienes éramos simples numerarios, que ejercíamos
nuestra profesión, encargos apostólicos y vivíamos
en las casa de la Obra gobernados por los inscritos.
En mis más de once años en el Opus, me dedique
casi todo el tiempo a mi profesión como un cristiano
corriente y sólo en los últimos dos años,
trabajé en una obra corporativa e integré, aunque
por muy escaso tiempo, un Consejo Local. La época estaba
cambiando. Esta experiencia, terminó siendo determinante
en mi salida.
La figura de un célibe dedicado a la vida de apostolado
y a la vez ejerciendo su oficio en el mundo, era viable en
la España oficialmente católica de la post guerra
con la ortodoxia de la fe dominando la enseñanza
pública-; sometida además severo control clerical
de los usos y costumbres. En ella el numerario podía
estar en el mundo protegido por la propia sociedad.
Pero la situación hoy es distinta. La figura del numerario
de 1950 no sólo no se adapta a mundo competitivo, secularizado
y en muchos aspectos descristianizado; sino que la propia
perseverancia en la vocación de numerario corre riesgo
al contacto con ese ambiente. Asimismo, las universidades
públicas se han convertido en territorio hostil, al
tipo de apostolado que se planteaba en 1950.
Por otro lado, es muy difícil desempeñar un
trabajo profesional normal y con calidad, si tienes que hacer
dos medias horas de oración al día y demás
normas del plan de vida; comer al mediodía en casa
a la hora fijada, participar después en la tertulia
y rezar el rosario en familia; o que permanecer obligatoriamente
por lo menos dos horas en el centro, para poder usar el cilicio.
Encima, si llegas tarde en la noche, hay un numerario que
se desvela esperando tu regreso, lo cual añade una
presión adicional para que no tardes. De la misma forma,
tienes que disponer de casi un mes al año, para el
Curso Anual; cinco días anuales para el Retiro Espiritual;
etc. Sumando a esto las charlas semanales que tienes que recibir;
los círculos que tienes que dar; las convivencias a
las que asistes; y cualquier otro encargo apostólico.
Además, no se puede pretender ser un cristiano corriente
si limitas tus relaciones profesionales con mujeres; si tienes
censurada la televisión, los periódicos y revistas,
los libros, el internet; si estás prohibido de asistir
a espectáculos públicos; etc. Todo esto afecta
al nivel cultural del numerario y a su comprensión
e integración con el mundo que lo rodea.
¿Alguien se puede extrañar de las crisis y
quiebres sicológicos de un numerario, sometido a las
exigencias internas y al esfuerzo de estar obligado a desempeñar
un ejercicio profesional a tiempo completo y exitoso?.
El Opus lo ha comprendido. En los Estatutos de 1982 ha cambiado
radicalmente la figura del numerario. En el capítulo
II, artículo 8 y punto 1, después de destacar
que vive celibato apostólico se afirma
que los numerarios se dedican con todas sus fuerzas
y con su máxima disponibilidad personal de trabajar,
a las peculiares empresas de apostolado de la prelatura y
habitan ordinariamente en las sedes de los centros del Opus
Dei para cuidar de aquellas empresas apostólicas y
dedicarse a la formación de los demás fieles
de la prelatura. Ya no más apostolado en cargos
públicos o universidades del Estado. El numerario dejó
de ser, como decía Escrivá, una inyección
intravenosa en el torrente circulatorio de la sociedad.
Ahora pitan para trabajar en las empresas de apostolado y
a dedicarse a la formación de los demás fieles
de la Prelatura. Por eso, en el artículo 9 del mismo
capítulo, la primera y fundamental condición
para ser numerario es gozar de plena disponibilidad
para dedicarse a las funciones de formación y a las
labores apostólicas peculiares del Opus Dei.
En los Estatutos de 1982 desaparecieron los inscritos,
porque sus funciones han sido asumidas por todos los numerarios,
que de esta manera han dejado el mundo, ya que la característica
de su vocación es dedicarse de manera primordial a
tareas internas. Hasta el énfasis en el trabajo profesional
se ha matizado. El artículo 2 señala que (el
subrayado es nuestro) no abandonan el ejercicio del
trabajo profesional o de otro equivalente. Es obvio
que el equivalente es la labor al interior del
Opus. Se santifica el trabajo, pero no necesariamente el profesional.
Por lo general, si los numerarios ejercen su profesión,
lo hacen básicamente en obras corporativas y comúnmente
como maestros, con horarios y exigencias adaptadas a su peculiar
vocación. Estando siempre dispuestos a ser ordenados
y formar parte del presbiterio de la Prelatura. Es decir,
la figura del numerario se ha clericalizado, incluso en algunos
aspectos recuerda a la función que desempeñan
los religiosos al interior de sus institutos.
Pero hay un elemento adicional. El Opus ha evolucionado para
concentrarse, cada vez más, en las labores de enseñanza
que promueve de manera directa o indirecta. Hasta el extremo
que hoy el acento está en lo educativo: colegios, universidades,
academias, etc., en la medida que se teme a las consecuencias
de la enseñanza pública y a la experiencia de
lo difícil que resulta hoy obtener vocaciones en su
ámbito. Los hombres ya no pitan de numerarios, de allí
que se hace necesaria la labor con niños para irlos
preparando. Por eso, los numerarios cada vez en mayor número
se dedican a estas tareas.
Hace unos años había al interior del Colegio
Romano, un Instituto de Ciencias Educativas, que dependía
de la Universidad de Navarra aunque sin reconocimiento
académico de los estudios- donde junto con la formación
interna, algunos numerarios recibían un barniz de ciencias
pedagógicas para hacerse cargo de los centros de enseñanza
que se multiplicaban. Algo similar, aunque lo hacen con mucho
más profesionalismo, a lo que tienen los hermanos Maristas
o de La Salle.
Todo esto, ha generado un proceso de endogamia interna. Los
supernumerarios una de sus obligaciones es que su familia
sea semillero de numerarios- envían a sus hijos a colegios,
directa o indirectamente de la Obra. Allí junto con
otros muchachos que proceden de ambientes distintos, pitan
de numerarios a los 14 o 15 años, van al Centro de
Estudios, cursan una profesión en universidades del
Opus y acaban trabajando en obras corporativas o de formación
y dirección. Otros son destinados al Colegio Romano
y se ordenan. En resumen, crecen y se forman en una pecera,
sin experiencia directa de la realidad de la sociedad.
Un ejemplo, de este progresivo alejamiento
del mundo del numerario, es el actual Prelado, Javier Echevarria.
Desde muy joven vivió aislado en Roma, al lado de Escrivá.
No tiene una profesión civil, y menos aún ha
ejercido ningún trabajo, distinto a los cargos internos.
Es el símbolo del nuevo numerario.
De Oblato a Agregado
Muy importante el debate sobre la figura del agregado, el
cual revela la dificultad para entender esa categoría
de socios, sobre todo en un sociedad cada vez más democrática.
Para tratar de comprender es necesario rastrear en el nombre
que tuvieron inicialmente, de gran raigambre eclesiástica:
oblatos. Las primeras experiencias para incorporar laicos
a los moldes de vida religiosa, todavía ligadas al
mundo monástico, fueron hasta fines del siglo XII,
las de oblatos y conversos. Estos últimos, serían
el germen de los legos, dedicados al servicio y atención
personal de los conventos. Se trataba en ambos casos de sistemas
voluntarios de asociación más o menos estricta
a los ideales y formas de vida de los monjes, sin abandonar
por ello el vínculo del matrimonio o el trabajo manual.
El modelo más antiguo fue el de los oblatos, que contaba
ya con numerosos precedentes en la época altomedieval.
Mediante este sistema grupos de laicos, generalmente campesinos,
se ofrendaban con su prole a un monasterio para mejorar sus
condiciones de vida tanto material como espiritual. A cambio
del amparo y manutención monásticos, estas comunidades
adoptaban formas colectivas de comportamiento religioso definidas
por la austeridad, la oración y la abstinencia.
El oblato terminó siendo definido en el derecho de
la Iglesia como una persona que se incorpora a una comunidad
religiosa, haciendo donación de sus bienes y comprometiéndose
a observar un reglamento, aunque sin abandonar las vestiduras
laicales. En ese sentido, apareció la figura del hermano
en muchas congregaciones o sociedades de vida común,
algunas de las cuales terminaron llamándose Oblatos
de Santa María o de San pablo, etc.
Según lo establecido en las Constituciones
del Opus Dei de 1950, sólo el numerario era
realmente miembro del Opus Dei. Por eso, concebido el numerario
como un aristócrata social y de la inteligencia, físicamente
impecable, en busca de la perfección espiritual; se
dio la figura de los oblatos dentro de la más
rancia tradición religiosa- como aquellos que en la
periferia del Instituto vivían como numerarios, aunque
estaban imposibilitados de serlo por su extracción
social, educación o cualquier otro impedimento. Eran
oblatos, en la medida que se asimilaban al Opus Dei, viviendo
de acuerdo a un reglamento y donando todos bienes, para vivir
como numerarios sin abandonar su familia (ni sus vestiduras
laicales).
El artículo 25, punto 1, de las Constituciones
de 1950 era muy claro al respecto. Señalaba
que los oblatos siendo solteros y libres o liberados
de todo vínculo, quieren de una manera sólida
o animosa consagrar su vida entera al Señor y a las
almas a la manera de los numerarios. En esta frase está
la clave: su vocación era vivir a la manera de
los numerarios, sin serlos en la realidad. En síntesis,
actuar como los oblatos de la historia de la Iglesia. Por
eso, en algún momento Escrivá pensó también
que asumieran la tradición de los conversos o legos,
prestándoles servicios personales a los señoritos
numerarios.
En este esquema, y dentro de una sociedad rígidamente
clasista como la España de la post guerra, los oblatos
provenían fundamentalmente de sectores no burgueses.
De allí, la insistencia en las Constituciones
de 1950 que su apostolado tenía que ser en
su propia clase y condición social (art.
25, punto 6). Exigencia que no existía, por ejemplo,
para los supernumerarios y mucho menos para los numerarios.
Además, proporcionaban el ejemplo de que el Opus Dei
era para todas las clases de la sociedad.
Al cambiar la sociedad volviéndose más horizontal,
y extenderse el Opus Dei por el mundo, la figura del oblato
además de ser propia del mundo de los religiosos-
se volvió muy complicada; y el oblato se
transformó en agregado. Los agregados"
no podía ser eliminados tan fácilmente como
la categoría de los inscritos" (El
nuevo numerario). Pero el cambio obligado trajo aparejado
una dificultad: cómo diferenciarlo de manera clara
del numerario. Ese problema, y confusión, lo reflejan
los escritos que se han publicado de los ex agregados.
Ahora las fronteras entre el agregado y el numerario, se
están difuminando teóricamente. Como indican
los Estatutos de la prelatura
de 1982, el agregado consagra su cuidado a concretas
y permanentes necesidades personales, familiares o profesionales
(art. 10, punto 1). Como si los numerarios no tuvieran necesidades
personales, familiares o profesionales. Sin embargo,
a renglón seguido se dice que de no disponerse otra
cosa asumen todas las funciones y obligaciones de los
numerarios (punto 2). También los agregados pueden
hacer vida de familia, viviendo en casas especiales para ellos;
incluso ordenarse y ser parte del clero de la Prelatura, denominándose
coadjutores o sacerdotes agregados del Opus Dei.
Ha desaparecido el condicionamiento de la extracción
social en los Estatutos de la Prelatura, aunque tal vez no
completamente en la praxis. Otras diferencias entre agregados
y numerarios son meramente accidentales, como el no tener
enfermedades crónicas o carecer de título universitario,
porque no están impedidos de hacer estudios superiores
ni se les desalienta para que no la hagan, como a las numerarias
auxiliares.
La categoría del agregado está en evolución,
igual que la del numerario. En la medida que el Opus Dei se
clericaliza -hoy es una Prelatura Personal (estructura clerical)
con laicos constreñidos a ser asociados de la labor
de los sacerdotes que integran su presbiterio-, también
pasa lo mismo con la categoría del numerario; cuya
vocación ahora se define en función de ser la
principal cantera para los sacerdotes y constituir básicamente
una burocracia interna, dedicada casi en exclusiva a labores
apostólicas y de formación (El
nuevo numerario).
Frente a esta realidad el agregado parece estar destinado
a convertirse en el modelo secular paradigmático, de
un fiel de la prelatura de entrega completa. Vive en celibato
apostólico, como cristiano corriente en medio del mundo,
en el seno de una familia y pertenece a todas las clases y
profesiones sociales. Lo que los miembros numerarios nunca
llegaron a ser. Cómo se ve el camino de oblato a agregado
ha sido largo.
De Vademecum liberanos Domine
La publicación del Vademécum
de los Consejos locales pone de relieve un aspecto
muy negativo, del cual hemos tenido experiencia quienes teníamos
algunas inquietudes intelectuales, del Opus Dei por las consecuencias
que conlleva: la censura y control totales que se ejercen
sobre el conocimiento y la información que adquieren
los fieles de la Prelatura.
La lectura se acepta, dentro de una concepción utilitaria,
sólo como un requisito además peligroso-
de las exigencias de la formación profesional. Leer
por placer, para estar actualizado o sencillamente incrementar
conocimiento no sólo no es considerado, sino que tácitamente
se desalienta. Esta concepción negativa aflora cuando
en el Vademécum, se advierte sobre esta tentación
de leer que puede tener como trasfondo posibles falsos
motivos: desde la vana curiosidad, escondida quizá
como interés científico, o necesidad
de estar al día, hasta un posible complejo de
inferioridad ante falsos prestigios construidos por una opinión
pública hostil a la doctrina de Jesucristo
(pag.100).
Se lee por motivos profesionales y no para perder el tiempo.
La única excepción son las lecturas para distraerse
en épocas o momentos de descanso, que están
rigurosamente reglamentados en el Estatuto: Por las
exigencias de la propia vocación, muchos fieles de
la Prelatura han de leer libros y publicaciones en relación
con su trabajo profesional, y con los distintos aspectos de
la formación doctrinal y cultural, o, en fin, como
distracción en momentos o temporadas de descanso
(pag.99).
Tampoco es prioritario ni necesario estar informado de las
nuevas corrientes: Lo aprovechable de las nuevas
corrientes de opinión, en materia de fe y de costumbres,
podrá ser asumido por los no especialistas sólo
cuando tenga las necesarias garantías (pag.96).
De esta manera, la ignorancia de lo actual se convierte en
virtud.
El objetivo es claro y para eso basta para la mayoría
de los fieles de la Prelatura una formación básica
de un catecismo que considera seguro: Se trata de
impartir, de manera concisa, la doctrina positiva, con claridad,
sencillez y profundidad. También, para mejorar la formación
doctrinal-religiosa, es conveniente que estudien el Catecismo
de San Pío V, en edición antigua o, si es reciente,
completa y sin interpolaciones: auténtica
(pag.93). A lo que hay que añadir que los Estatutos
establecen el sometimiento total a la filosofía y teología
de Santo Tomás de Aquino.
Por eso, finalmente la lectura, cuando no hay más
remedio, queda reducida a: Calificaciones doctrinales
de libros, notas bibliográficas breves, recensiones,
bibliografías positivas, bibliografía general
de formación cultural, etc. Los Consejos locales archivan
con orden este material pueden colaborar otras personas
del Centro, para poder localizar enseguida la información
necesaria. Por esto, no se saca de las sedes de los Centros.
Cuando algún miembro de la Prelatura necesita consultarla,
el Consejo local se la facilita, aunque muchas veces, especialmente
a los más jóvenes, bastará transmitir
de palabra la información necesaria (pag.99).
El colmo es que este material de segunda mano, debidamente
censurado, que termina por remplazar a los libros, ni siquiera
puede ser leído por los más jóvenes no
vaya a ser que malinterpreten algo- y éstos tienen
conformarse con el resumen que les haga oralmente su director.
Prohibido prohibir
El Vademécum va más allá que el desaparecido
Index y prohíbe todos los libros y en particular los
marxistas que hayan sido expresamente reprobados
por la competente autoridad eclesiástica; los libros
y artículos de autores no católicos, que traten
expresamente temas religiosos, salvo que conste con certeza
que nada contienen contra la fe o las costumbres; los escritos
contrarios a la fe o a las costumbres; los libros que carezcan
de aprobación eclesiástica y que la necesiten
a tenor del C.I.C., cc. 825827; las obras de los autores
de orientación marxista, teniendo en cuenta que la
influencia de esa ideología se presenta en muy diversos
campos culturales y científicos; los libros que sin
ser explícitamente anticatólicos, heréticos,
inmorales, etc., sean, sin embargo, ambiguos y confusos (y,
por tanto, peligrosos) en puntos
referentes a la fe o a la moral (pag. 102).
De esta censura casi absoluta, no se libran ni la publicaciones
con Imprimatur
eclesiástico: Como enseña la historia,
no raramente se editan libros y revistas con Imprimatur seguramente
por error, que, sin embargo, deben considerarse incluidos
en el párrafo anterior (pag.102).
Tampoco se libran los documentos de la Iglesia. Recuerdo
que en los sesenta en América Latina, estaba prohibido
leer los textos aprobados en Medellín por la Conferencia
Episcopal latinoamericana (CELAM), con participación
del papa Paulo VI.
Sin embargo, el Vademécum aparentemente establece
una excepción cuando por razón del
oficio que desempeña, o por causas de estudio, de investigación,
o de trabajo, etc., una persona de la Obra precisa leer libros
erróneos o que puedan conducir al error, el Consejo
local, después de asegurarse de la necesidad de la
lectura, pedirá el permiso correspondiente a la Comisión
Regional, especificando la obra o las obras, el motivo y el
tiempo (nunca más de un año) para el que se
pide el permiso. En el caso de libros marxistas o de autores
considerados como precursores próximos del marxismo,
salvo casos excepcionales, sólo se concederá
permiso para leer una obra cada vez (pag. 103).
Como se aprecia la obsesión sigue siendo el marxismo
y hasta quienes les parece autores considerados
como precursores próximos del marxismo- que
resulta a los ojos del Opus Dei más dañino que
una obra teológica no católica: por eso una
obra cada vez. Si estuvieran actualizados y pudieran informarse
con libertad, sabrían que el marxismo está en
revisión y hasta cuestionado en aspectos fundamentales.
Razón por la cual esta fijación resulta un anacronismo,
como preocuparse por el gnosticismo en pleno siglo XXI.
Pero esta aparente tolerancia resulta engañosa. En
primer lugar, el procedimiento constituye una valla de obstáculos:
primero tiene que convencer al Consejo Local y después
a la Comisión Regional. Si lo consigues tienes como
máximo, si vas con suerte, un año. Como se ve
las posibilidades de hacer un trabajo serio y profundo son
limitadas. Más aún, no sólo tienen que
esperar y disponen de un tiempo o número de obras limitado,
sino que además a la vez que lee el libro,
ha de ir redactando una nota crítica detallada más
o menos extensa, según los casos que entregará
a los Directores (pag. 104). Es decir, mejor se
dedican a otra cosa.
Qué hacemos com Stigler
Parece lógico que se vele por la fe y las costumbres.
Sin embargo, para el Opus Dei este concepto es tan amplio
que acaba englobando todo: Suelen tener relación
con la fe y las costumbres cristianas, no sólo las
publicaciones de teología, filosofía o derecho
canónico, sino también muchas novelas y obras
de creación y publicaciones de ciencias como la psicología,
la sociología, o la economía (98).
Asimismo, es peligrosa una novela (o una obra de
creación), con descripciones gravemente inconvenientes
(pag.103). Esto es una consecuencia de creer que todas las
ciencias humanas, en sus problemas más hondos y básicos,
guardan siempre relación más o menos directa
con el contenido de la fe (pag.107)
Nada se escapa. Pero además el Vademécum
deja muy clara la obligación grave de los fieles de
la Prelatura de solicitar el oportuno asesoramiento,
cuando esas lecturas se refieren de alguna manera a la fe
o a las costumbres (pag. 98). En pocas palabras,
en la práctica no se puede leer sin pedir permiso a
las respectivas instancias.
Esto tiene que haber generado muchos problemas prácticos
y hablo por experiencia-, porque un Consejo Local no
está necesariamente informado de todo. ¿Qué
se aconseja a un estudiante de economía, materia peligrosa,
sobre un libro de George Stigler?. Pero el Vademécum
tiene la respuesta: Cuando el Director o el sacerdote
no tiene el suficiente conocimiento de una obra determinada
por ejemplo, cuando se trata de estudios especializados,
o de obras poco conocidas, han de pedir, a su vez, orientación
a quien pueda darla con seguridad y competencia
(pag.99).
Mientras el Consejo Local pregunta a la Delegación
o la Comisión Regional si se puede leer a Stigler,
si no es marxista o de esos autores considerados
como precursores próximos del marxismo (pag.103)
que también están prohibidos- al alumno
se le pasó la aprobación de la asignatura o
la fecha de entrega de un trabajo en la universidad.
Vade retro tutores
Pero hay algo peor que los libros: Las explicaciones
orales de algunos profesores o tutores, causan quizá
más daño que las lecturas (pag. 112)
Por eso el Vademécum haciendo a un lado la obligación
de santificarse mediante un trabajo buen hecho- autoriza que
un fiel de la Prelatura pueda ser mal estudiante, si tiene
en la escuela un profesor que a juicio de la Obra no da sana
doctrina: El interesado debe plantear su asistencia
a esas clases con criterio muy restrictivo: sólo cuando
sea verdaderamente imprescindible (quizá, por ejemplo,
si pasan lista de asistencias). En la medida de lo posible,
y aun a costa de exponerse a aprobar esas asignaturas con
calificaciones poco brillantes, preparará los exámenes
correspondientes pidiendo información o resúmenes
a algún compañero, etc.
Si la presencia en clases es imprescindible, el método
para prevenir el mal es bastante bizarro y absurdo: Si
no se puede evitar la asistencia a esas lecciones, se planteará
al alumno que tome apuntes detallados de las explicaciones
orales, que luego entregará a otra persona de la Obra,
designada por el Consejo local, quien le expondrá después
el contenido de la materia, con la crítica correspondiente.
Para esto, a veces será conveniente que esa persona
y no el alumno lea, con el oportuno permiso, el
libro de texto, o los apuntes multicopiados, señalados
por el profesor (pag. 112).
¿Si el alumno toma apuntes detallados de las
explicaciones orales, tiene algún sentido no
permitir que lea lea los apuntes multicopiados, señalados
por el profesor? ¿Por qué no se dispone
mejor que vaya a clase con tapones en los oídos y una
grabadora?.
Si los problemas subsisten como solución final se
podría aconsejar la elección de otra rama, de
otra Universidad o de una carrera distinta (pag.
111). Es decir, la libertad de elección de profesión
queda totalmente condicionada.
Un clásico problema
Esto afecta especialmente a los numerarios. A su calidad
intelectual y a su posibilidad de inserción en el mundo
de la cultura contemporánea. Refuerza el aislamiento,
la mentalidad de ghetto y una actitud sectaria; y explica
también la prioridad que se da a la expansión
de escuelas, universidades e institutos, controlados directa
o indirectamente por el Opus Dei. El futuro parece estar en
formar profesores y crear centros de enseñanza, pensando
sobre todo en los hijos de supernumerarios como semilleros
de la Obra.
Después de leer el Vademécum se entiende también
por qué el Opus Dei no destaca por sus investigaciones
teológicas ni la materia ni las circunstancias
toleran impaciencias: el conveniente progreso en las ciencias
teológicas se ha hecho siempre de modo prudente
(pag.96)-; y si más bien como canonistas.
Cuando tiene teólogos y estudiosos, como Antonio Ruiz
Retegui, o Raimundo Panikkar, estos llegan a serlo a pesar
del Opus Dei; y los Directores reaccionan silenciándolos
o concediéndoles la salida.
Hay otra consecuencia más profunda. Esta radical censura
del pensamiento, unida a una formación y praxis del
más rancio integrismo, genera una actitud esencialmente
conservadora. Como dice Antonio Saralegui después de
algunas décadas de experiencia: La santificación
del trabajo, idea básica de la espiritualidad del Opus
Dei, resultaba muy atractiva para las generaciones de la posguerra
española, educadas en la fe católica, la moral
rigurosa, floren y la sobriedad. Tenía un matiz progresista
y abierto, unas gotas de calvinismo y una cierta apertura
social. Pero lo que yo entiendo, dicha idea se fue envolviendo
poco a poco en un estilo autoritario, al borde del totalitarismo
y en un ambiente inmovilista y conservador (Historia
Oral del Opus Dei).
Agrega Saralegui: Desde Trento y el latín
hasta la sotana y la mantilla, desde San Agustín y
Santo Tomás hasta la decoración de los centros,
la balanza se inclinaba por el platillo conservador. La desconfianza
era sistemática ante los teólogos modernos,
ante las innovaciones litúrgicas, ante cualquiera adhesión
que no fuera incondicional (Historia
Oral del Opus Dei).
A esto ha conducido la rigurosa censura y la reglamentación
del pensamiento y el conocimiento. En el Vademécum,
por ejemplo, se puntualiza que en las casas donde haya numerarios
con los cuatro años de teología terminados,
podrá existir una pequeña biblioteca,
con los manuales teológicos necesarios: libros clásicos
y seguros (pag.94). Nada moderno ni nuevo, sólo
clásicos. Significa la fosilización
del pensamiento teológico.
Pero, además habrá bibliotecas teológicas
exclusivamente donde los numerarios hayan terminado sus estudios,
porque tácitamente se prohíbe que los demás
centros pueden disponer de una. No vaya a ser que se infiltre
algo que no sea clásico.
Todo este proceso tiene también una consecuencia política.
Saralegui tiene razón cuando afirma: Si los
esquemas en que uno vive son autoritarios, inmovilistas y
conservadores, sólo con un esfuerzo mental casi esquizofrénico
se puede ser, de veras, socialista o liberal (Historia
Oral del Opus Dei).
Los fieles de la Prelatura, y en particular los numerarios,
se encuentran cada día más al margen de la historia
y la vida. ¡Qué lejos se está del desafío
de ser la aristocracia de la inteligencia para
poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas!.
Del Opus Dei virtual al real
Como he comentado, hace casi treinta años que dejé
de ser numerario, después de estar más de once
dentro. Sin embargo, pese a los años transcurridos,
veo que mis experiencias y en general las de los veteranos,
son similares a las de quienes se han alejado recientemente.
Podrá existir más o menos dolor, mayor o menor
trauma, pero el origen de los problemas son los mismos y no
están en las personas sino en la institución.
En primer lugar, no es malo desde el punto de vista
religioso y hasta humano- que exista una prelatura personal
que se dedique a fomentar en los laicos una vida libremente
escogida de entrega a Dios, mediante la santificación
del trabajo ordinario sin dejar de ser cristianos corrientes.
Además, esa apuesta de vida fue la que nos entusiasmó
y finalmente constituyó el gancho que nos hizo pitar.
Pero ese es el Opus Dei virtual no el real, porque ese objetivo
no se corresponde con la realidad de la praxis. En primer
lugar, la forma de reclutamiento que avasalla (¿Qué
nos hicieron?) y omite información al interesado,
por aquello del plano inclinado. Lo cual resulta especialmente
delicado cuando se tratan de comprometer a casi niños
para toda su vida. Con el agravante de la recomendación
de no contárselo a nadie y en especial a sus padres,
para que no puedan interferir.
Los Directores descubren tu vocación y
te meten en un molde, sin explicarte que hay otros moldes
posibles; y tampoco a todo lo que te comprometes en la letra
chiquita del contrato. Me acuerdo mi sorpresa cuando conocí,
después de un buen tiempo, que existían supernumerarios
a los cuales yo creí en principio que eran más
importantes que los numerarios, al ser unos SUPER numerarios.
Esto es consecuencia de haber reducido, en los hechos, el
apostolado a proselitismo. Lo que termina interesando son
que existan muchas vocaciones. Este activismo conduce como
por un plano inclinado- a priorizar a la institución
y sus objetivos, por encima de las personas que terminan siendo
instrumentalizadas.
Pero después empiezas, como en 1984 de Orwell, a descubrir
que las palabras no corresponden a la realidad. Incluso está
la omnipresencia de nuestro Padre o del Padre, equivalente
del Gran Hermano. El lo ve todo: desde el cielo o desde Roma.
Recuerdo -hoy me causa risa, pero revela lo condicionado que
estaba- que la mayor angustia que tenía, era escribir
mi carta pidiendo a Escrivá la salida. No me atrevía,
me daba pánico. Sin embargo, en esos días finales
falleció y yo no pude evitar un respiro de alivio.
La carta a del Portillo, la escribí inmediatamente.
En este uso de lenguaje equívoco se habla, por ejemplo
de hacer apostolado de la amistad y la confidencia. Sin embargo,
te enseñan a fingir amistad, para conseguir un fin
apostólico. Si pita se acaba la amistad y si no lo
hace con mayor razón.
De la misma forma, se dice que el numerario, la columna vertebral
del Opus Dei, es un cristiano corriente cuando no hay en su
vocación secularidad. Lo que caracteriza a la vida
religiosa son hacer compromisos vinculantes ante Dios y la
institución llámense votos o como se quiera-,
uno de ellos es el celibato; estar sometido a una regla; y
hacer vida común. Más allá de los juridicismos,
estas condiciones se cumplen en lo esencial, en el caso de
los numerarios.
Si uno ingresa de postulante en un instituto religioso en
el Opus Dei te ocultan hasta que eres postulante- sabe a donde
ingresa y las condiciones de vida. Uno tiene una idea bastante
exacta lo que es un franciscano o un dominico. Además,
te permiten lo que es lógico- leer la regla.
No hay sorpresas, sólo conocer si se estás en
capacidad de adaptarte a esa vida de sacrificio y si es realmente
tu vocación. En el Opus Dei esta prudencia no existe,
desde el primer momento es para siempre y se actúa
en consecuencia.
El problema surge cuando vives de facto a modo de los religiosos
o personas de vida consagrada. Pero te insisten, como en el
caso del Opus Dei, que son un cristianos corrientes, aunque
estos no tengan que vivir el Tiempo de la Noche y el Tiempo
de la Tarde (lo que antes se llamaba Silencio Mayor y Silencio
Menor). Usar cilicios o disciplinas que tampoco los inventó
el Opus Dei, por eso se compran en los conventos. En ese sentido,
la Fidelidad equivale a los votos perpetuos de los religiosos
o los Centros de Estudio a los noviciados. Incluso en mi época
en los Centros de Estudios se rezaba en coro en las mañanas
partes del Oficio Divino: vísperas, completas, etc.
El cuadro se termina de perfilar, si a esto se le agrega
que la tarea principal del numerario es, cada vez más,
la labor interna y las obras corporativas (El
nuevo numerario), alejándose de un auténtico
trabajo profesional secular. Hasta el extremo que la figura
del agregado se está redefiniendo (De
oblato a Agregado), en función a esta realidad.
En el caso de las numerarias -discretas, no sabias- su tarea
principal es la de cumplir la función que tienen los
legos en los conventos: mantener los locales limpios y aseados,
para que quienes viven allí puedan tener las mínimas
(en el caso del Opus Dei son máximas) condiciones materiales,
para poder dedicar su esfuerzo a la oración sin distracciones.
Sin embargo, la situación de las auxiliares es más
dura que la de los legos, porque están aherrojadas
a una administración; y bajo la vigilancia permanente,
tratadas como niñas, de las señoritas que se
encargan que no aspiren más allá de ser sirvientas.
Esto además del aspecto utilitario, no es sino consecuencia
de la tradicional visión negativa del cristianismo,
a la que se debe Escrivá, sobre la mujer. Para Santo
Tomás de Aquino, cuya teología es la única
permitida en el Opus Dei, el hombre es el principio
y fin de la mujer; y ésta es aliquid deficiens
et ocasionatum (cosa defectuosa y ocasional).
Pero el doctor Angélico va más allá y
sostiene que la mujer es un mas occasionatus, ¡un varón
frustrado por la casualidad, ocasional!. El hombre es considerado
el sexo ejemplar, y a partir de él se interpretan en
una relación de superioridad e inferioridad jerárquicas-
la naturaleza y el papel de la mujer. Por eso, las numerarias
no usan colchón sino duermen sobre tablas; tenían
que pedir permiso para tomar agua entre comidas; no se alienta
el desarrollo personal de las auxiliares, etc. Al sexo femenino
se le considera débil e inferior, cuyo sitio es la
cocina o la maternidad.
Allí comienzan las crisis. Al descubrir que la visión
ligth y laical de la prelatura no se sostiene; la primacía
que tiene la praxis que termina tiñendo todo; y que
el individuo está al servicio de la organización
y no al revés.
Peor aún si has sido reclutado de la forma conocida
y tienes la capacidad crítica, que el Opus Dei trata
de anular siempre por todos los medios, para ver la contradicción
entre el discurso y la realidad. Y el quiebre se agrava cuando
encuentras que las puertas no están abiertas, como
afirman, de par en par para salir.
Aún recuerdo cuando hablé que me quería
marchar y expresé mis motivos, me mandaron a un examen
donde un médico de Casa, debería estar enfermo
para plantear tal cosa. Este me revisó detenidamente
los genitales y los pulmones, cuando mi problema no era precisamente
una libido descontrolada, era todavía absolutamente
virgen, o de una amenaza de tuberculosis. Después de
eso, el Director supongo desconcertado porque estaba
sano y tampoco tenía un exceso de testosterona- me
dijo que partir siempre parecía atractivo, porque era
el espejismo de gozar de una libertad que nunca había
tenido (sic). Es decir, admitía muy suelto de huesos,
que yo no era libre, cosa que ya sabía.
Por su parte, el cura que tenía mi edad- trató
de convencerme que no se podía volver a empezar a los
27 años. Tal vez lo decía por él mismo,
atado a una sotana. Mientras que yo sólo estaba esperando
trabajaba en una obra corporativa- cobrar mi sueldo
del mes, tomar un avión y regresar a la casa de mis
padres que, conociendo mi decisión, me estaban aguardando.
Quienes acaban en los consultorios psiquiátricos son
esas vocaciones forzadas, algunas de las cuales se dejan llevar
por la inercia hasta que es demasiado tarde, abrumadas de
trabajo y de tensión ante una vida con la cual no se
atreven a romper por temor muchas veces justificado-
al salto al vacío. Conocí casos, aunque recién
me he dado cuenta de lo que pasaba. Conviví con numerarios,
incluso sacerdotes, con autorización de dormir siesta,
ver televisión y otras bulas más, porque estaban
enfermos. La verdad es que en ese momento no le di mayor importancia.
Todo esto en un contexto de una institución cada vez
más endogámica, cerrada y que tiende a
pesar de lo paradójico- a aislarse de un mundo, incluido
el eclesiástico, que percibe como secularizado y ve
como amenaza a su visión de la realidad que se busca
imponer. Entonces se multiplican internamente los controles,
las reglamentaciones, las correcciones fraternas y la desconfianza.
Aparece así un espíritu sectario e integrista,
que se auto considera ese resto del pueblo de Israel.
Esto no significa que no existan miembros del Opus Dei que
se puedan considerar, desde una perspectiva religiosa, como
piadosos y hasta santos. Tampoco que no haya quienes, al interior
de la institución, estén sinceramente convencidos
que sirven a Dios y a la Iglesia Católica. Asimismo,
hay labores que promueve que son beneficiosas para la sociedad.
Pero esto no debe conducir a soslayar el hecho de que existe
una praxis apostólica y proselitista que hace daño
a personas, al instrumentalizarlas, y que se basa en principios
muchas veces incompatibles con una actitud éticamente
responsable. Antes la realidad del Opus Dei como Instituto
Secular se disimulaba acudiendo a la discreción;
ahora presentando una Prelatura Personal edulcorada y ligth,
muy lejos de la verdad y la verdad es la que nos hace libres.
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