LA
PIRÁMIDE
KAISER, 26 de noviembre de 2004
Cuando leí lo que alguien -que me merece la misma
consideración que él me tiene a mí cuando
ignora mis preguntas e inivitaciones a enfrentarse a la realidad-
decía que conocía el PANGE LINGUA gracias al
Opus Dei, lo vi claro. ¡Eso era! ¿Cómo
no?: La Pirámide.
No sé si los concurrentes saben lo que es una estructura
piramidal, puede que se hayan tropezado con alguna y no se
hayan dado cuenta, puede que vivan en ella y hasta les vaya
bien. En este último caso, sepan que es porque viven
de otros. La pirámide es la más sutil y eficiente
forma de explotación que conocen los tiempos. Quien
crea una pirámide y se instala en su cima y se cuida
de que todos sus mecanismos y engranajes funcionen adecuadamente,
sabe lo que hace. Y sabe que lo que hace es lucrarse abusivamente
del esfuerzo de los demás.
Para lograr su objetivo se vale de dos cosas: la debilidad
del género humano y la ambición de unos pocos.
Si se consigue aunar en un sólo individuo la conciencia
de su debilidad y la ambición, ya tenemos una buena
pieza para la pirámide. La ambición se satisface,
naturalmente con el poder sobre el resto de la pirámide,
pero se mide por el dinero. Sin dinero no hay pirámide,
naturalmente. Y para que corra el dinero es necesario que
haya algo material por lo que se pague. Lo más común
es un libro. O, mejor, varios, una enciclopedia. Artículos
de limpieza. Perfumería, cosméticos, tratamientos
capilares. Reproducciones de arte. Joyería y bisutería.
Aspiradoras, robots domésticos... Es importante que
el objeto a ofrecer conecte directamente con aquella parcela
del individuo a engatusar en la que se siente deficiente.
Llévele a un ama de casa unos cuantos cachivaches de
colorines con sustancias abrillantadoras. O un contundente
ingenio para arrasar con todo lo que se le ponga por delante
en materia de polvos, ácaros y demás. Ofrézcale
al pusilánime el alcance de la ciencia y el conocimiento
todo sin esfuerzo y en cómodos plazos. Dígale
a quien quiera aparentar que ha sido afortunado con un joyón
de aquí te espero por la compra de cualquier nadería
plastificada. Todos pican, Si no todos, bastantes. Los suficientes.
Naturalmente, como ellos no vienen solos, hay que ir a buscarlos.
Descubrirles el camino de la verdad es lo que da vida a La
Pirámide. Aunque la verdad nada tenga que ver con la
baratija con aspecto de rutilante obra de arte. Lo que importa
es el beneficio, y éste será mayor cuanto mayor
sea la distancia entre el valor de la mercancía y lo
que cree el incauto que debe pagar para redimir sus miserias.
De ahí que elegir el producto sobre el que edificar
el emporio es muy importante. Debe ser un producto barato,
pero de relumbrón. Con pocos costes de producción.
A poder ser, ninguno. Cosas elaboradas a granel envasadas
luego delicadamente. O impresiones de pretendido lujo en papel
reciclado y tapas de cartón forradas de polipiel. Manufacturas
del Tercer Mundo, de bajo coste salarial, trenzadas y engranadas
con las almas de miles de niños esclavos. Hay que elegir
bien el producto. Que sea contundente. Que no sea efímero.
Que sea barato... Yo creo que vamos por el buen camino. ¿Qué
hay más contundente que la Fe? ¿Qué hay
menos efímero que no sea el oficio más antiguo
del mundo? ¿Qué hay más barato de producir?
Naturalmente, La Pirámide precisa de una estructura.
Y en esa estructura cada cual se ocupa de su círculo
de explotación. Tú lo único que debes
reportar son beneficios. Debes cuidar el producto, naturalmente,
porque de las bondades de su apariencia depende el éxito
de la empresa, pero, sobre todo, que no decaiga el flujo de
dinero. La gente no va a venir a echarse a tus brazos y ofrecerte
sus flancos. Hay que irla a buscar. No serás pirámide
mientras no traigas gente. Y no estarás del todo dentro
de la pirámide ni cuando dispongas de gente que te
traiga a esa gente. Cuantos más estratos haya entre
ti y la base, más posiblidades tienes de seguir, pero
cualquier momento es bueno para desprenderse de ti, porque
otros sotienen tu entramado. Así que ten cuidado y
no te apartes. Rellena tus cuadrículas cada día
con precisión. Vive las normas. No mires aquí
ni allá. Y trae gente.
En ciertos países la pirámides son ilegales.
Son descaradas formas de explotación. El inconveniente
es que toda la gran apriencia que pueden ofrecer al exterior,
se convierte en humo cuando de echarles el guante se trata.
Si se refugian en la Fe, con menuda hemos dado, amigo Sancho.
El PANGE LINGUA no es el Opus Dei. Es una apropiación
indebida de la larga y esforzada y silente tradición
de la Iglesia. Como lo es la buena fe de las gentes. Como
lo es la buena fe de las gentes como Amapola
(a la que no consigo quitarme de la cabeza), a la que no hizo
falta darle ninguna explicación, porque ya se contaba
con que ella amaba y respetaba a Dios. Pero eso no se lo enseñó
el Opus Dei. El Opus Dei se apropió de ese espíritu,
como del espíritu de tantas y tantas que sí
se están ciertamente santificando, porque ellas no
ven la perspectiva completa de lo que cargan a sus espaldas.
En los años sesenta era fácil encontrar en
España gentes talladas en la Fe. Y una Fe recia y sin
concesiones. De tal manera que pudieran aceptar lo que se
les presentara. Saludar al Santísimo no era sólo
natural, era parte del escenario. ¿Qué ocurriría
si a una chica de hoy se le dice con la naturalidad que todos
conocemos, tras el consabido rodillazo a la puerta de un estancia
que se les oculta: "no, es que he saludado al Santísimo"?
Quízá la respuesta la encontremos en la evidencia
de que han extendido sus redes a las zonas más profundas
y alejadas del mundo católico, Hispanoamérica,
como se deduce de recientes testimonios aquí expresados.
No es que aquellas o estas muchachas sean tontas o simples
o cortas de entendederas, no. Es que eran y son fieles, y
La Pirámide sabe hasta qué punto. El señuelo
en este caso fue el espejismo de promoción profesional
y social por medio de una formación pretendidamente
cualificada. ¿No es éso peor que un bote de
salfumán repujado en oro?
Hay otros casos en que se acaricia el ego del aspirante de
acuerdo a lo que se perciba de él como punto débil:
estabilidad emocional, seguridad profesional, reconocimiento,
apoyo a sus proyectos... todo absolutamente incierto. Porque
desde el primer momento te enteras de que no eres nadie antes
que La Pirámide. Y que preterir sus demandas por tus
necesidades es un ejercicio de soberbia. Y no sólo
eso, sino que te esforzarás por vivirlo sin reservas
y desearás tener ocasión de demostrarlo. Tus
proyectos marcharán si interesa que marchen, Tu estabilidad
emocional, se la deberás reconocer a La Pirámide
y ya se encargarán de que te enteres.
Mi primer y creo que último valium me lo suministró
un hermano médico o aspirante a médico sin decirme
qué era lo que me daba, a mis 19 años escasos,
derrengado como se me debía ver, sin yo enterarme,
porque ni al espejo me miraba. Una tarde, un día, y
medio día más, que me tuvo durmiendo la pastillita,
hasta que me despertó la administración con
su despliegue. Naturalmente, yo, quieto parao, rezando para
que no abrieran la habitación y pasar de forma tan
traumática de la sedación al vértigo
de recorrer de un trago los mil kilómetros a que debía
encontrarme de ellas.
Anécdotas aparte, creo que éste debe ser un
tema serio para la reflexión. Levantar el velo. Quizá
no sea tarea al acance de cada cual individualmente. Pero
quizá no debamos escatimar nuestra aportación
para que pueda completarse el puzzle.
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