MIS
EXPERIENCIAS COMO NUMERARIA AUXILIAR
MARTA, 12 de julio de 2004
Como ya dije en mi primer
escrito fui numeraria auxiliar. Y bueno, según
mi experiencia es hora de romper muchos mitos. Dentro de las
auxiliares había personas que tenían una buena
formación cultural, alguna que otra terminaba sus estudios
universitarios, otras con estudios medios y otras sin estudios.
Está bien que a estas personas también se les
de la misma oportunidad que a otras, porque el que hecho de
no tener estudios no significa que Dios no se pueda
servir de uno, o escogerle para sus planes.
A fuerza de escucharlo podéis haberos convencido de
que éramos las hermanas pequeñas, (y aunque
no quiero ser yo quien le quite valor a estas heroicas mujeres
que perseveran en la obra, con una autentica vocación
de servicio y santidad alejada de esas rencillas de las que
habláis se producían entre numerarios en consejos
locales) no eran las que yo conocí personas ignorantes
ni torpes ni esclavas ni nada tan malo que las hiciera dignas
de lastima.
Al contrario, las auxiliares te enseñan tu profesión
como en ningún sitio. Aprendes a optimizar el tiempo
y minimizar el esfuerzo en tu trabajo. Aprendes a ver detalles,
te enseñan todo lo que saben, -que no es poco- en los
distintos servicios: cocina, repostería, Office, tinte,
lavandería, pequeñas tareas extraordinarias
de mantenimiento, servicio de comedor,... y nada que hablar
de lo que humanamente se puede aprender de muchas de ellas.
No paro de leer lo agradecidos que están muchos a
la auxiliares. Y me parece bien, se agradece, pero tampoco
es para tanto. Yo creo que pité de lo que quise, quizá
no era el caso de todas, pero desde luego si el de la mayoría
de las que yo conocí de mi quinta, que además
se dedicaban a esas tareas ya antes de pitar, o incluso se
preparaban para ellas en escuelas de formación profesional.
Nosotras también celebrábamos las fiestas solo
que teníamos que cocinar, y servir la comida. Después
nos organizábamos por turnos y las tardes eran libres...
no era igual que para vosotros pero tampoco tan malo. Igual
ahora no me quejo de mi tarea, (sigue siendo la administración
pero ahora la de mi casa) en absoluto reconocida por nadie.
Ni por la sociedad, ni por ...., quedamos para lo último.
No podemos cotizar, no se piensa en nosotras cuando tenemos
niños en edad de guardería, la verdad es que
derechos tenemos bien pocos. Ni siquiera se nos tiene en cuenta
en el día de la mujer trabajadora. A mi me salva que
mi marido aprecia la tarea que hago en casa y cuando puede
me ayuda así disfrutamos los dos del tiempo libre;
y es lo único que necesito, además sé
que contribuyo de manera fundamental en el desarrollo físico
y emocional de mis hijos.
Así es como lo tomé cuando pite y cuando realicé
las tareas de la administración en los distintos centros
donde estuve. Hoy me da alegría ver que de algo servía
la tarea que se hacía y el amor que se ponía.
Puede ser lo mejor que me llevé de mi estancia en la
obra. A mi me gustaba mi trabajo, y para mí si que
era una vocación de servicio, sí era una vocación
especial.
Me gustaba la vida en familia, especialmente intensa en las
administraciones. En el tiempo que estuve allí nunca
me sentí menospreciada por ninguna numeraria, aunque
las maneras de unas me gustaran mas que las de otras. Por
cierto yo si que coticé en la seguridad social.
Problemas había muchos. Los mismos que contáis
muchos: faltas de caridad, enfervorizado proselitismo que
no apostolado, (recién pitada yo, una numeraria me
preguntó por mis amistades, y al hablarle de una de
mis mejores amigas me dijo que no tratábamos a personas
como esa. Algo se rompió aquel día ¿no
valía ella toda la Sangre de Cristo?). La temprana
edad para entrar en la obra que para las auxiliares era al
cumplir los catorce. La forma de romper vínculos con
la familia de sangre. Y algunos problemillas del famoso plano
inclinado, fundamentalmente que lo que hablara en la charla
lo sabía todo el consejo local.
Luego las costumbres unas mas tontas que otras, pero todas
intransigentes. Nunca comprendí cual era el motivo
por el que no podían llevar la charla de otras numerarias
o auxiliares, (personas con el alma tan fina, -que yo conocí.-
¿no se perdía tanto talento?)... ni el por que
del usted o del señorita, la
razón de los comedores separados o de las vajillas
distintas... pero nunca me comí el coco con eso, quizá
la mía era una mente demasiado simple o nunca le di
demasiada importancia a las cosas sin trascendencia.
Claro que el colofón era que eso de cristianos corrientes
en medio del mundo... una numeraria auxiliar lo tenia bien
difícil, todo el día entre personas de la obra,
en un centro de la obra y al salir a la tarea apostólica
encomendada, que puedo decir los clubs: eran patéticos,
sin actividades interesantes, sin gancho para
atraer ¿a quién?, no sé creo que era
lo peor. Pero al fin y al cabo era lo mejor, por que en otros
centros era aún peor no cabía por lejanía
o no se que motivos la apertura al exterior.
Bueno como veis los problemas en la obra todos parecidos para
todos.
Quizá otro día cuente más, gracias por
estar ahí y un abrazo a todos. Entre tanto una propuesta,
transformad esa pena por la auxiliares en agradecimiento a
madres, esposas.... que sobre todo si hay hijos pequeños
no tienen horario, pero de verdad.
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