Hacer
de la costumbre, necesidad: LA CHARLA
Gata4, 26 de abril de 2004
Nos hablaba Tolorines en su fenomenal escrito
sobre la sinceridad salvaje de dos aspectos dentro del opus,
uno obligatorio (confesión sacramental) y uno altamente
aconsejable por el opus que es la charla personal o fraterna.
Yo quisiera escribir algo sobre la charla desde un punto
de vista mas pegado a la tierra. Creo que es uno de los puntos
esenciales de lo que el opus llama espíritu de
la obra.
Recuerdo un chiste interno-como todos, sin gracia alguna-
en el que se relata como muere uno de la prelatura, va al
cielo -no podía ser de otra forma claro- y pregunta
dónde están los suyos. Respuesta: tras el biombo
de las tertulias. Es claro que aunque con este chistecillo
nos quisieran hacer creer que lo que distingue al opus del
resto de la Iglesia son las tertulias, realmente la diferencia
está en la charla.
Yo siempre ponía un ejemplo: la diferencia de mi abuela,
hoy con 98 años, creyente y practicante con una supernumeraria
de su quinta en los años anteriores a los 80 era las
preces y la charla. Por ello se da una importancia tremenda
a la misma en todos los medios de formación de la obra.
Cualquier miembro del opus, cualquiera que sea su tipo
o su sexo es adoctrinado sobre la charla de 8 a 10 veces cada
año. Por tanto, todos los que hemos pasado por esa
institución en cuanto rebuscamos un poco en nuestra
memoria tenemos multitud de frases hechas a propósito
de esta costumbre de casa (Tolorines
explica lo que todos oímos sobre cómo empezó
históricamente esa costumbre) y su necesidad.
Sí, necesidad. En el opus se insiste en que la charla
es una necesidad humana (también hay otra vertiente
de necesidad de un medio de formación individual
pero no es la que quiero tratar yo): Que es el medio que hace
que los del opus no tengan que ir al psicólogo (irónico
tras todo lo que se ha escrito aquí sobre enfermedades
mentales), de que se pueda ir ligero de equipaje
ya que en la charla se deja todo.
Para mí, es otra creación de necesidades. Me
explico. Al igual que nos creaban la necesidad de tener una
agenda -digo yo que habrá gente en el opus con una
memoria superior a la de los peces y que no a todos les hace
falta apuntarlo todo- pues nos creaban la necesidad, ésta
más difícil de soltar, de hacer la charla.
Recuerdo que por más que me insistían en que
era una necesidad de todo ser humano hablar de todo y la suerte
que teníamos los del opus en tener a alguien que nos
escuchara siempre, yo no veía esa necesidad por ningún
lado. Llegó un punto en que la directora de turno creyó
que yo tenía un problema médico y me quería
llevar al psiquiatra. Menos mal que me planté y una
vez que demostré que para mí no era necesario
(estuve más de un mes sin hacer la charla y no me salían
espumarajos por la boca ni nada por estilo) la estrategia
cambió y me dijo la misma directora: bueno no es necesaria,
es obligatoria. Pues eso era otra cosa, si hay que hacerla,
se hace.
Pero sigamos con la necesidad. La verdad es que consiguen
que mucha gente del opus tenga esa necesidad. Yo no sé
si la secuencia lógica para ellos es: hacer de la costumbre,
necesidad, y como siguiendo el dicho hacer de de la
necesidad, virtud, se llega que de una costumbre hemos
hecho una virtud. No estoy de acuerdo con ello.
Esta necesidad tanto si ha sido creada artificialmente o
si el individuo la tiene de forma natural no me parece buena.
Este hay que contarlo todo incluye lo que se piensa,
lo que se siente
así llegamos a ese punto donde
sinceridad salvaje se muta en mala educación. Recuerdo
el chiste de Jaimito que siempre que veía alguien feo
se lo decía tal cual, y su madre le dice: lo que tienes
que hacer es no decir nada en ese momento y luego me lo cuentas.
Pues bien, se encuentran con una señora de nariz horrible
y el niño le grita a su madre: "Mamá, de
la nariz de esa señora, ya hablaremos cuando lleguemos
a casa". Es lo que pasa en el opus, que se va a la charla
a criticar a los demás. Y de verdad que no pasa nada
porque esos sentimientos nos los guardemos, no es necesario
para nuestra buena salud física o moral que contemos
todas las memeces que nos pasan por la cabeza.
Hace un par de años dejaron la obra dos amigas mías
una numeraria con más de 40 años allí
dentro y una supernumeraria que estuvo unos 20. Las causas
fueron muy distintas pero lo que hubo en común en los
dos procesos fue esa necesidad de seguir haciendo la charla.
Recuerdo que durante unos meses tras una conversación
con alguna de ellas yo no sabía si recomendarle un
libro de lectura espiritual pues estaba claro lo que esa amiga
había hecho. En los dos casos también hubo otra
coincidencia que hizo que aquella necesidad acabara, fue el
trato -horrible- que ambas recibieron de la institución
y sus miembros. Era como si tuvieran un velo en los ojos que
les impidiera ver la vida algo así como unas
cataratas en el alma- y viniese un dibujo animado con un palo
-me estoy imaginando los picapiedra- y del golpe que les da
en la cabeza ese velo se cae. Una forma muy traumática
de curarse pero
efectiva como pocas. Desde entonces
yo no sé si rezan, si son católicas
nada;
y eso es lo bueno, no es necesario para ellas que nadie lo
sepa. Es su conciencia y solo ella la que dicta su relación
con Dios y su Iglesia. Son cosas que están bien que
cada uno guardemos en esos pliegues del alma que nos va creando
la vida, nuestra vida vivida a fondo y que al igual que los
de la cara, nos hacen personas diferentes entre nosotros y
con mucho que aportar a los que nos rodean. ¿Qué
alguno/a se pone botox en ellos? Pues fantástico, ¡¡pero
que luego no se queje si no va a un buen cirujano y no vuelve
a poder guiñar un ojo!!
Una anotación sobre el tema de la charla es lo que
aquí se ha contado con bastante frecuencia y es la
falta de confidencialidad de la misma (también hay
casos con la confesión sacramental, mucho mas grave
claro). Yo recuerdo haber preguntado sobre ello (viví
casos en que cosas de mi charla salían hasta en las
tertulias) y me decían que era un error de la que lo
contaba que lo que se decía en la charla no tenía
que salir de allí. Pero a raíz de lo que he
leído aquí, pregunto: cuando una persona del
opus entra por primera vez en un consejo local en el que ve
y oye que se ventila allí las obras y milagros de todo
bicho de esa casa, ¿cómo es capaz de hacer con
sinceridad salvaje su charla? Me imagino que lo que
te pide el cuerpo a partir de ahí (si no es irte a
los dos días como contaba alguien hace tiempo) es hacer
de la charla una faena de aliño (ya saben los taurinos,
algo poco brillante, sin mucho esfuerzo para salir del paso)
y mentir como un bellaco.
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