¿DIVINAS
PALABRAS O PALABRAS DIVINAS?
DIOGNETO, 6 de agosto de 2004
"El humo de Satanás ha entrado por alguna
fisura en el templo de Dios"
Pablo VI, 29 de junio de 1972
¿Qué es una secta?
Es un grupo o forma social que se separa de otro grupo preexistente.
Se utilizó este término en el mundo romano en
el ámbito político, escisión de un grupo.
Sin embargo, también se usa este término como
traducción de "háiresis" usado en
el Nuevo Testamento con el que los apóstoles se refieren
a grupos heréticos surgidos de la primitiva Iglesia.
Este es el sentido usado en Apologética para referirse
a grupos cismáticos o heréticos.
En el lenguaje común y en la Psicología clínica
se ve otra acepción para esta palabra usándola
para señalar a ciertos grupos que se considera peligrosos,
porque transgreden valores fundamentales de la sociedad o
por su capacidad para causar daños psicológicos
a sus adeptos. Por lo general hoy se suelen considerar como
signos distintivos de una secta: la formación de grupos
selectos que se apartan del ambiente social y con frecuencia
se oponen a él; y la creación de formas alternativas
de vida que a menudo llevan a extremos lejanos a la realidad
y a exageraciones malsanas. Como características internas
de una secta, además del intento de conservar una meta
o un ídolo espiritual opuesto a lo convencional, la
supresión de la conciencia de los miembros, la exclusión
de los que están fuera del grupo, y cierta tendencia
a controlar la sociedad o algunos de sus sectores. A un grupo,
en el que se manifiestan algunas de estas características,
se le suele llamar secta.
En Psicología se utiliza el término secta destructiva
para definir un grupo o movimiento que se suele presentar
bajo variadas formas de asociaciones (es la fachada), tales
como, religiosa, socio-religiosa, cultural, de supuesta rehabilitación
de toxicómanos, etc. que exige, además una absoluta
devoción o dedicación de sus miembros al grupo
y a determinadas personas e ideas; que emplea técnicas
de manipulación, persuasión, control mental
y de modificación del pensamiento; cuyo único
fin de dichas técnica es conseguir los objetivos del
líder, o líderes, del grupo (en detrimento siempre
de los adeptos), destacando principalmente el enriquecimiento
económico a costa de la explotación de los adeptos;
que provoca, asimismo, en éstos una total dependencia
al grupo; que los dañan psicológicamente anulándoles
o disminuyéndoles su voluntad y raciocinio; que les
obligan a dar una parte o la totalidad de su patrimonio económico
(dinero, sueldo, casas, bienes, etc.); obligando también
a los adeptos a romper, parcial o totalmente, con su entorno
social, familiar, sexual, de pareja, de ocio, de amistad,
trabajo, etc., y que en muchísimos casos se dan auténticos
abusos y agresiones en todas sus modalidades.
Las sectas destructivas se clasifican según el daño
que causan, tanto al adepto como a la sociedad. Ciñéndonos
al daño causado al adepto se considera: daño
psicológico, económico y daño físico.
Además, muchas de ellas utilizan tratamientos específicos
nada aconsejables.
¿Puede ser una prelatura aprobada por la Iglesia
una secta?
Es fácil ver la contradicción en el término
secta intra-eclesial. La presunta existencia de sectas dentro
de la Iglesia conlleva indirectamente también un reproche
al Papa y a los obispos, que tiene/tienen la responsabilidad
de examinar las asociaciones eclesiales para ver si su doctrina
y sus actividades van de acuerdo con la fe de la Iglesia.
Por eso, el hecho de que la autoridad de la Iglesia no reconozca
a una asociación forma parte esencial de la determinación
teológico-eclesial de la misma como secta. Las sectas
se encuentran fuera de la Iglesia (y también fuera
de los compromisos ecuménicos). Las sectas se hallan
aisladas y no quieren verse sometidas a examen por parte de
la autoridad eclesiástica. Por el contrario, las comunidades
eclesiales reconocidas se mantienen en contacto continuo con
los responsables en la Iglesia. Según la legislación
de la Iglesia, los fieles tienen derecho a fundar asociaciones.
Corresponde a los obispos y a la Santa Sede el deber de examinar
las nuevas comunidades y los nuevos movimientos y, si es el
caso, reconocer su autenticidad. La autoridad eclesiástica
debe promover y sostener lo que el Espíritu Santo suscita
en la Iglesia. También debe intervenir y corregir,
si se producen errores o desviaciones en la doctrina o
en la praxis. Aquí radica la gran diferencia con
una secta, la cual no tiene y no reconoce una autoridad exterior
dentro de la Iglesia, mientras que los grupos eclesiales se
someten consciente y libremente a la autoridad de la Iglesia,
siempre dispuestos a aceptar las correcciones que pueda hacerles.
Sin embargo, puede darse la situación de encontrar
alguna comunidad reconocida por la Iglesia que, sin errores
apreciables en su doctrina, sí en la praxis caiga en
errores doctrinales importantes ocultados a la Autoridad de
la Iglesia so pretexto de formas jurídicas que puedan
hacer difícil el control y que se intentan justificar
como medio para una mayor eficacia en sus labores, supuestamente
apostólicas. En este caso estaríamos ante una
secta dentro de la Iglesia. La autoridad eclesiástica
debe promover y sostener lo que el Espíritu Santo suscita
en la Iglesia, pero también debe intervenir si se
aprecian errores o desviaciones que, en algunas de estas asociaciones,
ya claman al cielo.
También puede darse otro caso: el de una agrupación
reconocida por la Iglesia que utilice en sus procedimientos
de actuación prácticas semejantes o idénticas
a las que utilizan las sectas destructivas, en este caso también
se trataría de una secta aunque no responda a las definiciones
antes expuestas, es decir, aunque sus estatutos o Constituciones
no indiquen interés cismático pero que en su
praxis si se detecten comportamientos propios de las sectas
tal como se entiende utilizando criterios de la ciencia de
la Psicología.
Lo verdaderamente preocupante, el caso extremo, sería
la existencia de una comunidad aprobada por la Iglesia que,
teniendo errores doctrinales importantes, esto es, advirtiéndose
en sus estatutos comportamientos y dinámicas análogas
a las de las sectas destructivas, presentase en su praxis
usos contrarios a las enseñanzas de Nuestro Señor
Jesucristo. Este caso sería un serio candidato para
ser examinado por la autoridad eclesiástica como posible
secta intra-eclesial, en cuanto a su aspecto de sedición
y claro merecedor de ser encuadrada esta agrupación
en el grupo de sectas peligrosas, tanto para la sociedad como
para los individuos que la integran. Tal organización
actuaría, al igual que las sectas, desestimando y burlando
una autoridad exterior dentro de la Iglesia.
De esta forma contemplamos una posibilidad que Monseñor
Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena se niega a admitir
omitiendo los, arriba mencionados argumentos en su escrito
"¿Hay
sectas dentro de la Iglesia Católica?".
Es una lástima que, tras una detallada lectura de
su artículo, se vea, tras un velo de interés
apologético, una apasionada defensa de alguna posible
secta. Poco ha de haber aprovechado este Monseñor de
su hermano de orden, Orden de Predicadores, el Reverendo Padre
Antonio Royo Marín. Quizás este buen Monseñor
Schönborn, al redactar su panegírico, olvidó
o desconocía aquello que decía San Alberto Magno:
"el nombre no es otra cosa que una implícita definición;
y la definición es la explicación detallada
del nombre". Además sus afirmaciones parecen ignorar
la definición de oración gramatical que debemos
a Aristarco de Samos: "La oración es la expresión
de un pensamiento completo".
No me resisto a sugerir a Monseñor Schönborn
una visita a la página de internet: http://www.opuslibros.com/inicio.htm.
En ella este buen Monseñor podría comprobar
como la realidad puede llegar a superar largamente a la ficción.
Monseñor, asómese a ese abismo de desgracia
si su Eminencia no es propenso al vértigo.
¡Dios mío! ¿Soy un cristiano corriente
en medio del mundo o vivo en el filo de una secta? Técnicas
de captación: el apostolado de los torpes.
Es fácil conocer la situación contestándose
a algunas preguntas que se formulan a partir de las prácticas
habituales de las sectas. Pero a nivel individual nada mejor
que un examen de consciencia.
Fácilmente podemos saber en que situación nos
encontramos si nos atenemos a las técnicas de manipulación
psicológica habituales en las sectas. Lo importante
no son los efectos de estas técnicas "per se"
sino lo que se deriva de la forma de uso con que se plantean.
Además, se debe considerar el efecto sumatorio, sinérgico,
de estas técnicas, tanto por como repercuten sobre
el adepto, como por el efecto potenciador y sinérgico
que tienen entre ellas, y que dan como resultado la modificación
de la estructura de la personalidad del adepto y su disminución
o pérdida de autonomía (Zimbardo; Ebbesen, 1977).
Las técnicas de captación se enfocan a despertar
el interés por lo que el grupo dice representar (¿No
te da alegría trabajar por un reinado así?),
describiendo una situación idílica en contraposición
a un mundo malo en el cual se presupone inmerso a la victima
(¡Qué conversaciones! ¡Qué bajeza
y qué... asco! -Y has de convivir con ellos, en la
oficina, en la universidad, en el quirófano..., en
el mundo.)
Se utiliza la mentira en relación a los verdaderos
objetivos del grupo (en los deseos de poner el universo
a los pies de Jesús), la ocultación selectiva
de información, la exaltación de determinados
aspectos del nuevo reclutado (¿Adocenarte? - ¿¡Tú...
del montón!? ¡Si has nacido para caudillo!),
a la vez que se le hacen sentir diversas necesidades que no
había manifestado anteriormente (Director. -Lo necesitas.
-Para entregarte, para darte..., obedeciendo.). Estas
necesidades se van despertando en el adepto como consecuencia
de la influencia del grupo, que sabe cómo provocarlas
a partir de informaciones que el nuevo reclutado entrega a
sus dirigentes y compañeros sin darse cuenta de su
posterior utilización (charlas semanales, violación
del secreto de la confidencia, violación del secreto
de lo hablado con el sacerdote, ser salvajemente sincero,
etc ).
El culto a la confesión constituye otro sistema de
control muy eficaz, en la medida que mantiene a los adeptos
bajo la obligatoriedad de exponer ante el líder y los
compañeros sus actuaciones y "pensamientos erróneos".
Esta situación provoca un gran nivel de inquietud en
el adepto, dado que debe llegar a evitar, incluso en el plano
de las ideas, todo aquello que suponga una desviación
de las pautas fijadas.
Es particularmente grave el quebrantar el sigilo sacramental,
usar la información dada por el infeliz y confiado
penitente para transmitirla a otras personas envueltas en
la dirección del adepto. Si esta práctica fuese
habitual y se incurriese en ella de forma sistemática
bien podrían acuñar el término de "santo
sacrilegio". Desgraciadamente para muchos, el sigilo
sacramental (sigilo = sello) obliga estrictamente por derecho
natural (en virtud del cuasi-contrato establecido entre el
confesor y el penitente), divino (ya que Cristo instituyó
el sacramento a modo de juicio) y eclesiástico. Los
desgraciados que quebrantan directamente el sigilo sacramental
incurren en excomunión especialísimamente reservada
a la sede apostólica. Esta pena es latae sententiae,
es decir, se incurre en ella ipso facto. En oposición
a esta "santa creatividad" en cuanto al sigilo sacramental
me permito oponer las palabras del teólogo y sacerdote
Ruiz Retegui: "Cualquier intento de restringir el
alcance del sigilo supone un intento de tomar el lugar de
Dios en su relación única con la conciencia
de cada cristiano. Ese intento significaría la pretensión,
ilícita, de situarse en una posición de absoluto
y de dominio de la conciencia de las personas. Sería
tratar de sobrepasar la posición de mero medio instrumental
que debe tener el confesor."
En esta fase se utiliza la presión de grupo, la atracción
personal; en algunos casos se utiliza a los mismos padres
si pertenecen al grupo para que colaboren en esa captación
y conversión dándose entonces situaciones espeluznantes.
Una vez más se pisotean las enseñanzas de San
Pablo: "No os acomodéis al mundo presente,
antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra
mente, de forma que podáis distinguir cuál es
la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto"
(Rm 12, 2) Nótese que dice podais, siempre refiriéndose
al propio individuo, no se contempla aquí la figura
del intermediario. Se trata de una fase preparatoria para
la posterior manipulación de la cual será objeto
el individuo, haciendo que éste, si presentaba resistencias
iniciales, vaya "bajando la guardia" con lo cual
disminuirán sus mecanismos de defensa dejando vía
libre a la manipulación.
Conversión, vocaciones divinas, charlas "fraternas"
En la tradición cristiana, ese proceso se suele llamar
metánoia: conversión de vida. Tal cambio de
vida se basa en la experiencia de ser llamado por el Dios
vivo a seguirlo en un camino particular, esto se lleva realizando
en la Iglesia desde los primitivos cenobios y comunidades
de fieles y, con mayor intensidad a partir de la implantación
del monacato en occidente por San Benito de Nursia. Siempre
se consideró que esta conversión de vida comprendía
una reflexión libre y propia del individuo. El proselitismo,
captación, adoctrinamiento y conversión, con
apoyo de técnicas psicológicas inhumanas, enfocadas
a víctimas, niños, de 14 años y medio
es un claro desprecio hacia el ser humano y hacia el mensaje
de Jesucristo. La conversión debe ser un proceso de
vida, que requiere una continua decisión libre del
cristiano, un continuo acto volitivo. Si las comunidades eclesiales
no controlan ni admiten ni cuidan que la decisión de
seguir la llamada sea libre, todo lo que se obtiene es un
entorno de enajenación mental: Eso -tu ideal, tu
vocación- es... una locura. -Y los otros -tus amigos,
tus hermanos- unos locos... y también: ¿No has
oído este grito alguna vez muy dentro de ti? -Contesta,
con decisión, que agradeces a Dios el honor de pertenecer
al "manicomio".
Una vez que se obtiene una predisposición en el neófito,
el afán "apostólico" se focaliza a
lograr una sustitución, lo más amplia posible,
de los elementos que constituyen los diversos aspectos de
la vida del iniciado. El afianzar la idea de que lo de dentro
es bueno y lo de fuera malo aumenta los rasgos paranoides
de la personalidad, provocando un temor hacia todo aquello
que es externo y reforzando el aislamiento (mental, "ideológico")
del grupo. Fruto de esta dinámica es la pérdida
de confianza en todo aquello que no tenga el visto bueno del
grupo, "familia", hecho que también es influido
por la visión negativa que se da de la realidad externa.
Los mensajes de que se nutre esta situación son inherentes
a la doctrina y se introducen a través de diferentes
sesiones, en función de las prácticas del grupo
(lecturas, meditaciones, confesiones, charlas fraternas....).
El resultado que se acaba observando es la progresiva disminución
de las capacidades críticas y analíticas del
adepto.
Control de las relaciones de los individuos con el mundo
exterior al grupo se caracteriza por todo aquello que, de
manera más directa o sutil, se relaciona con el control
del entorno del individuo. El caso extremo consiste en el
control total, tanto de las relaciones personales como del
acceso a cualquier fuente de información no programada
o controlada por el grupo. Prohibición explícita
de mantener relaciones con personas que no acepten la postura
del neófito o adepto, se restringen las relaciones
y contactos con aquellas personas críticas con el grupo
(habitualmente, familiares, amigos y compañeros). Este
aspecto, se centra esencialmente en aquellas personas más
cercanas al individuo, que manifiestan una postura crítica
en relación a la pertenencia de la persona al grupo,
así como respecto a sus métodos y características
("ellos no entienden"). Con ello,
se provoca el enfrentamiento con familiares y personas cercanas,
reduciendo la afectividad y el apoyo externos. ¿Ingenioso?
-no, maléfico y torvo. ¿Participará Jesús
de Nazaret en este tipo de llamadas? El resultado de esta
situación actúa en detrimento de la evolución
intelectual y racional del sujeto.
Concienciación de la necesidad de que los contactos
y las relaciones del adepto, tanto las que se realicen después
de la adscripción al grupo como las anteriores, tiendan
a coincidir con los planteamientos grupales, el "espíritu
de la casa". La relación de la persona del grupo
con los de fuera viene mediatizada por los mensajes de éste.
La prohibición (normalmente formulada de forma sutil,
a veces no tanto) de acceder a fuentes de información
externas a las del grupo o a las legitimadas por él,
poniendo un especial énfasis en lo que respecta a medios
de comunicación. Se utilizan casi exclusivamente libros
escritos por el "fundador" que jamás son
cuestionados en ningún punto ya que son considerados
"palabra de Dios". Este carácter de divinidad
se hace más "patente", si cabe, cuando el
fundador continua escribiendo libros aún después
de su muerte ¿obras póstumas?
A pesar de la abundancia de lecturas espirituales que tantos
santos han escrito en la historia de la Iglesia, estas obras
son olvidadas centrándose en la venta de libros firmados
por tan mesiánico fundador. Se manifiesta una irracionalidad
de la doctrina. La razón última y la referencia
doctrinal recae en el Preleitor, cosa que se acompaña
de una extremada rigidez, severidad e incoherencia de las
normas que son modificadas a voluntad de los dirigentes.
La reinterpretación, a partir de los principios doctrinales
del grupo, de cualquier información de una cierta trascendencia
sin que se den evidencias objetivas que sustenten sus planteamientos,
es otra práctica frecuente.
Se mantiene la relación de lecturas expresamente prohibidas
(libros, artículos, autores...) a los miembros del
grupo, normalmente bajo el argumento de que son perjudiciales
para el espíritu del adepto, dado que contienen planteamientos
erróneos o desviados (¿desviados de que?). A
un nivel inferior se produce la no recomendación de
lecturas o escritos en términos más generales
y sin entrar en una normativa de prohibición explícita.
Cualquier libro que sea crítico con la institución
es tildado de libelo o panfleto.
Se obliga al neófito a dar cuenta de todo lo que se
hace, relacionado con una actividad que programa y controla
hasta los detalles más íntimos de la vida personal,
so pretexto de una mejor vida espiritual. Se controla el vestido,
lenguaje, expresión, como factores que generan identidad
con el grupo y desidentificación con uno mismo. Esto
se llama despersonalización. Alteración de los
ritmos fisiológicos del sueño, esto es, dormir
menos cuantitativa y/o cualitativamente de lo que el organismo
necesita para su descanso (camas de tabla, libros-almohadas,
minutos heroicos, etc
) de manera continuada y como norma
de funcionamiento del grupo, consecuencia de su propia dinámica
y argumentado desde la doctrina.
Es interesante destacar la aplicación de castigos
psicológicos basados en el aislamiento o en el rechazo
por parte de los dirigentes y de los otros miembros del grupo,
o la potenciación del sentimiento de culpabilidad a
partir de determinados mensajes orientados en este sentido,
como las correcciones fraternas por poner solo un ejemplo.
La intensidad con que se produce esta presión hace
que el adepto lo viva de manera tan angustiosa que se crean
situaciones generadoras de suicidios.
Resulta interesante la explotación laboral en el trabajo
por parte del grupo en adeptos utilizados para labores de
servicio ¿auxiliares?, caracterizada por: falta de
remuneración económica y de promoción
personal o profesional; ausencia de prestaciones sanitarias
y de seguridad laboral de ningún tipo en muchas ocasiones;
jornadas muy prolongadas, sin gozar de los descansos necesarios
y de los períodos de vacaciones pertinentes. La razón
de este interés radica en el trato que reciben estas
penitentes por parte de sus "hermanos" ¿cómo
no se dan cuenta los adeptos que aquí se difumina artísticamente
el concepto de familia?
La estructura totalitaria del grupo se plasma en una jerarquía
muy estricta en la cual todo se rige por el principio del
acatamiento a las órdenes del preleitor y directores,
menospreciando y subyugando a los individuos de la base. Negación
de la posibilidad de plantear determinadas interrogantes relacionadas
con aspectos concretos del funcionamiento o la doctrina del
grupo.
b) Culto a la personalidad de ese preleitor, con lo cual
se potencia la tendencia a la dependencia infantil. En este
punto, los rasgos característicos de los líderes
de estos grupos, coincidirían con los de una estructura
paranoide de la personalidad o la presencia de trastornos
paranoicos manifiestos (rabietas incontroladas, insultos a
"sus hijos"
). Estas situaciones implican que
se trata de personas astutas, con un cierto magnetismo, un
marcado egocentrismo y la presencia de trastornos narcisistas
de la personalidad (gusto por lo lujoso, los mármoles,
el oro, la decoración barroca, los apellidos, los títulos
nobiliarios, los ropajes talares de ceremonia, el boato, la
tenencia de obras de arte y antigüedades, etc
).
Una visita a Bruno Buozzi o Villa Tevere ilustrarían
al escéptico y al incrédulo sobre este particular,
aunque posiblemente produjese una mayor comprensión
hacia la imagen sobre el Rey Sol o sobre la madrastra de Blancanieves.
La manipulación del lenguaje se centra en la utilización
de un argot específico, que puede basarse tanto en
la utilización de terminología propia, no reconocible
por terceras personas (palabras que sólo se utilizan
entre los miembros del grupo, saludos secretos), como en reinterpretaciones
de términos comúnmente utilizados en el lenguaje
diario que para los adeptos adquieren un nuevo significado
(padre, casa, buen espíritu, familia
.). Resultaría
cómico, si no fuera por el grave mal que acarrea, que
alegremente se llame familia al grupo. El adepto
llega a creer que "eso" es una familia a pesar de
tener su verdadera familia y conocer el concepto de familia.
La estampa de ver al nuevo prosélito coger con reverencia
una foto de una familiar del "padre" y decir que
es su tía, dejando aparte la comicidad, da una idea
del grado de idiocia al que es posible llegar con una "buena"
dirección espiritual. Estas manipulaciones psicológicas
generan un fuerte sentimiento de exclusivismo y de superioridad
por parte de los miembros del grupo, ya que contribuye a potenciar
la figura del yo grupal como sistema último de referencia.
En todo caso, como resultado final, el adepto puede llegar
a creerse ser un "depósito de la basura",
o también un "cacharro de los desperdicios"
o ¿Por qué no? un "polvo sucio y caído",
total, "dentro de poco -años, días-
serás un montón de carroña hedionda"(Camino
592, 599)
"Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas.
-Un día y otro: todos iguales"; "las
orejas estiradas como antenas, austero en la comida, duro
en el trabajo, con el trote decidido y alegre"...
Eso, sobre todo alegre, muy alegre.
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