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CONTROL VERSUS CONVICCIÓN Y SUS CONSECUENCIAS

GALILEO, 5 de noviembre de 2004

 

Leo con asombro (ignorante que soy) que los fariseos en tiempos de Jesús habían establecido 365 preceptos u obligaciones y 248 prohibiciones, sumando un total de 613 normas que debían respetar los judíos observantes. Esas normas que configuraban la Torá provenían de la Biblia, sobretodo del Pentateuco. Por el contrario, Jesús resumió la ley en dos mandamientos positivos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, y rechazó explícita o implícitamente algunos de los preceptos de los fariseos, a veces porque suponían una distracción de lo verdaderamente importante, otras porque contradecían mandamientos superiores (p. ej.: Jesús no condenó a la mujer adúltera, curó en sábado, se sentó a comer con publicanos y pecadores…)

Me viene a la cabeza inmediatamente pensar en el sinfín de normas, criterios, praxis, indicaciones, etc. que se pretende vivan los miembros del opus Dei, sobretodo los célibes. Muchos testimonios muestran que esa extensa normativa interna confunde más que ayuda, de modo que muchas veces no viven las normas elementales de la caridad quiénes sí siguen al pié de la letra criterios que rozan lo ridículo. Se han contado casos cómo el de hacer una corrección fraterna por una tontería a alguien con quien se convive y lo está pasando manifiestamente mal.

No cabe duda de que el opus Dei, como medio para conseguir la adhesión de sus miembros, ha optado por la vía autoritaria, es decir por el control, en vez de por la vía dirigida a fomentar la convicción personal, que requiere de una elaboración interna de los argumentos, que sólo puede darse en un ámbito de libertad intelectual.

Durante las décadas en que cuajó la institución opus Dei la situación sociopolítica y religiosa en España era favorable a esos planteamientos, puesto que la misma sociedad y la religión se regían por esquemas autoritarios. Pero la sociedad ha dado un giro importante y ahora el "mundo" en el que viven los numerarios/as, agregados/as no acepta propuestas autoritarias, quiere diálogo, tolerancia, comprensión de las cosas, análisis objetivo. Además, cuando se lleva algún tiempo en el opus te vas dando cuenta de que las razones por las que se justifican "oficialmente" los criterios no son las auténticas, lo cual todavía hace más hipócrita y agobiante el sistema. Ese autoritarismo, sin duda, infantiliza a muchos de los miembros que se acostumbran a no razonar por sí mismos las cosas, ya que muchas veces no son razonables, y además el criterio es aceptarlas rendidamente. Me atrevería a preguntar: ¿no teníais la impresión -no la tenéis los que aún sois miembros- de que las razones que se esgrimen para hacer algo o no hacerlo, no son las verdaderas, sino muchas veces un intento de justificación?

Esa evolución de la sociedad, a mí entender, genera dos problemas importantes al opus:

1. La gente joven ya no acepta fácilmente las reglas del juego y el mensaje del opus, como sí lo aceptamos los que pitamos antes de los 80, de modo que el proselitismo se va centrando progresivamente en ámbitos reducidos y endogámicos (hijos de supernumerarios) y cada vez más apartados del mundo real. La prelatura cada vez tiene más dificultades para cumplir con su misión específica: ayudar a la Iglesia en la evangelización universal, porque siempre está arando el mismo campo, y su penetración real en la sociedad es escasa.

2. Los que están dentro desde hace años, sobretodo los que se dedican a trabajos "externos", han ido asimilando el cambio de la sociedad, por lo que cada vez les es más difícil mantener la coherencia mental. Por un lado han aceptado y viven en el día a día las normas de la sociedad y por el otro, cuando llegan al centro, se encuentran con un mundo que no ha evolucionado, que mantiene esquemas propios de hace medio siglo. Para muchos la única salida es llevar una doble vida o marcharse.

Dionisio (1/11) se refiere a las épocas doradas del opus durante los períodos de dictadura en algunos países de Latinoamérica. No me extraña. Igual sucedió en España. Es un dato más que apoya la tesis de que el opus Dei se mueve mejor en ambientes faltos de libertad que en una sociedad plural y abierta, en la que la libertad de expresión se viva hasta sus últimas consecuencias y por tanto se ponga más de manifiesto la incoherencia del sistema del opus Dei.

Ellos achacan la crisis a otros factores: el hedonismo, el materialismo, el laicismo… Es cierto que eso influye, pero no es más cierto que los esquemas formativos del opus Dei no consiguen que las personas sean seres autónomos que actúan por convicción personal, con capacidad de adaptación. La pobre capacidad argumentativa de los miembros (algunos se han asomado a estas páginas), me refiero a cuando se les confronta de tú a tú más allá de los argumentos de autoridad, no es más que una manifestación de la crisis institucional y personal de muchos de los que siguen dentro. En el peor de los casos se termina justificando la evolución de las personas hacia el modelo que nos describe Emevé (3/11) en su escrito.

 

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