ANÉCDOTAS
en el Opus Dei
DIONISIO
-Presentación y anédotas
(23-6-2004)
-Anécdotas II (24-6-2004)
-Anécdotas III (27-6-2004)
-Anécdotas IV (30-6-2004)
-Anécdotas V (4-7-2004)
-Anécdotas VI (7-7-2004)
-Anécdotas VII (7-9-2004)
-Anécdotas VIII (10-9-2004)
-Anécdotas IX (20-10-2004)
-Anécdotas X (5-12-2004)
-Anécdotas XI (19.1.2005)
-Anécdotas XII (28.2.2005)
Os he encontrado por casualidad
y no sabéis lo que me ha gustado vuestro empeño.
Desde el título "Gracias a Dios, ¡nos fuimos!",
optimista y regenerador. Muy bueno todo. Lo único malo
es que por leer lo que ponéis llevo cuatro noches acostándome
a las tantas de la madrugada. Mis felicitaciones a Satur porque
me ha hecho reír con ganas. Yo solo en la madrugada
riéndome sonoramente a carcajadas, hasta las lágrimas.
Excelente. Luego le leí a mi esposa algunos párrafos,
pero no le hicieron tanta gracia. Hay que haber estado ahí
para entender esos disparates y encima reírse. ¡Qué
buena es la risa para curarse! Mis agradecimientos a Satur.
Yo también me fui, gracias a Dios, que me cuida tanto.
Estuve 28 años como numerario e hice de todo en todos
los arcangélicos departamentos. Si no me fui antes
fue por cobarde y por no escuchar a Dios. Pero no os voy a
dar la tabarra con mi historia, es similar a la de muchos
de vosotros. Solo os diré una cosa, por si a alguien
le sirve. Me fuí solamente cuando me dije a mí
mismo, prefiero estar lavando platos en una cafetería
a cambio de la comida que seguir aquí con esta vida
de señorito. Fui como en la historia del hijo pròdigo
pero al revés, en vez de irme a la casa de mi Padre
para comer como sus criados, me fui de la casa de uno que
decía que era mi padre y donde comía como los
príncipes, para irme a buscar a mi Padre y a la incertidumbre
de no saber si sería capaz de ganarme la vida por ahí
fuera. No sabéis el peso que me quité de encima
en cuanto me largué. Mejor dicho, sí lo sabéis
y algunos hasta mucho mejor que yo. Dios es grande y me he
ganado la vida, me he casado con una mujer normal y somos
todo lo felices que queremos ser. Pues ya no os digo nada
más de mí. Pero si queréis os puedo contar
anécdotas sabrosas para completar con mis propias pinceladas
el cuadro que estáis pintando tan bien entre todos.
Anécdota 1.
Un día estábamos en la tertulia abriendo los
regalos de Navidad. Ya sabéis todos de qué va.
De pronto un cura, don Traca (nombre ficticio, para que nadie
se sienta en la obligación de desmentirlo), abre una
pequeña cajita y ¡atiza! saca la llave de un
coche. ?! Hombre, a veces hay exageraciones en los regalos
de Navidad, pero esto iba más allá de lo nunca
visto. Pues ahora viene lo mejor. Como llegó esa llave
a esa cajita. Pues resulta que un supernumerario rico, es
decir con big money, por algún motivo que nunca investigué
había decidido regalar un coche nuevo al cura de su
parroquia, un sacerdote que no tiene nada que ver con la Prelatura
de mis entretelas. Cuando D. Traca se entera, y el se entera
de todito, menudas antenas, logra que el supernumerario cambie
de idea y le regale el coche a él. ¡Genial! Debo
añadir a esto que nuestro centro era de numerarios
mayores, que ganábamos un montonazo de dinero y que
todo el que quería tenía su coche, incluido
D. Traca. La operación no iba destinada a solventar
una grave necesidad de una labor desamparada, era simplemente
lo que algunos con una sonrisita llamaban "espìritu
de recogimiento". Obviamente no iba a dejar que se beneficiara
el párroco de la generosidad de un supernumerario,
ni que fuera tonto. Y luego se lo contaba al Consiliario y
los dos se reían a carcajadas. Y yo idiota de mí
sin dar crédito a mis ojos. No sé si el párroco
se enteró de esto o no, pero si se enteró supongo
que ahora le debe tener un amor loco a la Prelatura de mis
entretelas. Para que luego vayan diciendo que amor a la Iglesia
y que amor a los sacerdotes y todas esas cosas. ¿No
es tener morro?
Anécdota 2.
Ahora una positiva, para que no digan que no. Tenía
un supernumerario en mi grupo que era más bueno que
el arroz con leche. Este tío en una determinada etapa
de su vida pasaba hambre. No es que no tuviera para el aperitivo,
es que no tenía para la comida, hambre real de la que
duele el estómago. Suerte que estaba soltero, era joven
y podía digerir piedras. Bueno, pues este hombre era
tan bueno que a veces venïa y me daba su aportación.
Yo contaba el dinero delante de él y me hacía
cruces de cómo me podía dar esa cantidad. Pero
el con esa sonrisa de buenazo que estoy viendo ahora, me decía
no pasa nada, eso es lo que quiero dar. Entonces yo le preguntaba
¿has comido? y con esa misma sonrisa me decía
no. Por las mismas le devolvía la mitad de su aportación
y le echaba una bronca cariñosa.Si se llega a enterar
D. Traca me mata. Hoy todavía me emociono cuando me
acuerdo de él (del supernumerario, cuando me acuerdo
del Traca me cabreo). Después ya le mejoraron las cosas
y pudo comer varias veces al día y hasta ser empresario.
Anécdota 3.
Una vez estaba yo en la dirección de una obra corporativa
muy muy muy muy distinguida. No era el que hacía cabeza,
era el cabezón que no entendía las jilipolleces
del director. Como ya dije en la anécdota 1 que soy
un idiota se entenderá que yo me oponía abiertamente
a las jilipolleces pensando que ese era mi deber. Eso resultó
en que el director estaba resentido conmigo habitualmente.
Pero esto todavía no es una anécdota. Eso viene
ahora. Un día escribí un largo informe sobre
las cosas que yo pensaba. Dejé dormir mi escrito para
que no tuviera huellas de ofuscamiento. Se lo enseñé
al otro que estaba en el grupo directivo, para que el me dijera
si lo pensaba lo mismo y si creía que el tono del documento
era agresivo u ofensivo. El hombre estuvo de acuerdo en todo.
Visto y revisado el documento no se lo di a la comisión
regional, no se lo dí a ningún otro director
ni a ningún chivato. ¡Se lo dí a él!
Pobre criatura. Creo que no se hubiera puesto peor si le hubieran
dicho que su hermana se prostituía en un burdel para
camioneros. Cuando después de unos días empezó
a recuperarse del shock y se sintió con fuerzas para
hablar, en una reunión de dirección propuso
algunos cambios. Un montón de bobadas insustanciales
que delataban que no se había enterao de na... y una
que me pareció genial. Realmente me sorprendió
no creí que el director fuera capaz de tal brillantez.
Propuso que la obra corporativa comprara un coche para mí.
¡Olé sus mendengues! ¿No os parece genial?
Con lo poquito de honradez que aún me quedaba le dije
que no lo necesitaba. Porque además ¡no lo necesitaba!
Si yo, por idiota, algún día le había
tenido algún respeto a ese director, ahí mismo
se acabó.
Pues ya no os canso más por hoy. Si os han gustado
(¿A que son originales? Esto no se lee todos los días,
pues aunque parezca mentira soy testigo presencial de todas,
las vi con estos ojitos ahora necesitan lentes, pero antes
no), otro día os iré dando más anécdotas
de las positivas y de las negativas, que las tengo a montones.
ANÉCDOTAS II
Anécdota 4.
Esta historia tiene como protagonista a Father Nice. Todo
un personaje, pobre hombre, pero era nada menos que el sacerdote
encargado de la sección femenina al más alto
nivel del gobierno regional. Pues este campeón un día
estaba de paso en el mismo centro que yo estaba. Y de pronto
descubrió un cuadrito con una imagen de la Virgen colgado
en una pared. No era nada valioso, era una simple estampa
impresa y enmarcada modestamente. A mí me encantaba
porque sobre un fondo bucólico se veía a la
Virgen en una actitud de recogimiento natural, sin exageraciones,
y sobre todo con una cara preciosa, realmente guapa, realzada
por una sutil aureola. Creo que es lo más bonito que
he visto representando a mi Madre, la Virgen. Pues bien, Father
Nice decidió que ese cuadrito se lo llevaba para ponerlo
en un centro de la sección femenina, porque no era
conveniente (como les gusta esa palabrita en aquella
organización) que estuviera en un centro de varones.
¿Por qué? Pregunté yo con cierto nivel
de mosqueo. Respuesta: Porque es demasiado guapa. Vale, me
la apunto, una raya más para el tigre. Father Nice
de repente desapareció de la pantalla del radar y cuando
pregunté por él nadie me quiso dar una respuesta
concreta. Encomiéndale, se regresó a su país
de origen, lo está pasando mal... En fin, un misterio.
Pero realmente no me extrañó porque era un personaje
con muchas cosas raras y cada vez más.
Anécdota 5.
Una parte de mi vida en la prelatura transcurrió en
un país con enormes problemas de subdesarrollo. Allí
los numerarios recibíamos atención médica
privada, porque la seguridad social era algo realmente lamentable
por la mala calidad de la medicina, por la pésima comida
por la suciedad, etc. No viene al caso entrar en detalles.
Lo que viene al caso es cómo me quedó el cuerpo
cuando me enteré que las numerarias auxiliares eran
llevadas a la seguridad social cuando las tenían que
atender o incluso operar. Menos mal que eran las hijas
pequeñas porque de lo contrario no sé
qué les hubiera pasado. Ninguna familia normal jamás
hubiera enviado a una hermana pequeña a la seguridad
social si tuviera el dinero para ir a la medicina privada.
Dios sabe que aquella familia tenía dinero
para mucho más que eso. Eso para mi fué muy
decepcionante. Otro paso más hacia la puerta de salida.
Anécdota 6.
Ahora una positiva, para que vean que no todo es así.
Pelayo vivió conmigo durante unos años, es un
numerario mayor que tenía a su cargo un grupo de supernumerarios.
Uno de ellos cayó gravemente enfermo. Su vida realmente
peligraba. Tuvo una operación muy delicada y una recuperación
llena de sobresaltos. Pues Pelayo se entregó de una
forma ejemplar a la atención de aquel hombre. Le dedicaba
todas las horas que podía, incluso pasaba noches enteras
con él en la clínica. Le animaba constantemente
con bromas, oraciones, sorpresas. Se preocupaba de que la
familia no se derrumbara. Animaba a los otros supernumerarios
a que le visitaran, no solo le encomendaran. Hizo un despliegue
fantástico de fraternidad que le llevó a él
mismo a un notable cansancio después de muchas semanas
de dedicación. Finalmente el enfermo se recuperó
y los quedaron unidos por lazos realmente más fuertes
que los de la carne. Fue algo muy admirable. Lástima
que Pelayo estuviera constantemente tirándose los trastos
con los directores, especialmente con los de la comisión
regional. Nadie es perfecto.
Espero que os hayan gustado. Estoy recordando más para
futuras entregas.
ANÉDOCTAS (III)
Anécdota 7.
Volvamos a D. Traca, protagonista de la anécdota
1, pues este curita da para un libro entero. Este
señor tenía un estilo de predicar que enervaba
a la mayoría del personal. He de reconocer que a algunos
pocos les gustaba, pero eran realmente muy pocos. Las meditaciones
de D. Traca eran una mezcla de rayos lanzados por Júpiter
tronante a modo de corrección fraterna colectiva, en
la que no quedaba títere con cabeza, junto con un torpe
conjunto de tópicos. La verdad es que la primera vez
te podía llegar a impresionar, pero a partir de ahí
era algo simplemente molesto cuando no abiertamente chocante
y desagradable. A tal punto llegó el asunto que en
mi centro nos quejamos y la comisión regional le restringió
sus meditaciones a los numerarios. Ya solamente nos predicaba
cuando era imprescindible y no había otro cura disponible.
No así los supernumerarios que tuvieron que seguir
tragándole en una y otra sección, a pesar de
que se quejaban y estaban tan molestos como los numerarios.
Anécdota 8.
Siguiendo con el inefable D. Traca, recuerdo que confesarse
con él era particularmente interesante. Si no te aplastaba
como a una cucaracha pensaba que no lo había hecho
bien, tal era la paternal ternura con la que recibía
a los hijos pródigos. En consecuencia, la gente hubiera
preferido confesarse con Torquemada resucitado que con este
delicado pastor. Resultado: muchos retrasaban la confesión
cuando era él quien estaba a cargo de ella. Una vez
una cooperadora, bastante audaz, me contó que ella
no le tenía miedo a D. Traca porque le plantaba cara
en el confesonario y le discutía sus paternales amonestaciones.
Más de una vez me vi obligado a reconstruir en la charla
fraterna a algunos hermanos míos cruelmente heridos
por D. Traca en la confesión. Gracias a Dios había
otros sacerdotes para buscar el sacramento de la misericordia
divina. Lo que nunca entenderé es como los directores
regionales y centrales permitían a este señor
seguir machacando almas permanentemente.
Anécdota 9.
El caso es que visto a la distancia este D. Traca me da pena.
Su soberbia merece un monumento. Tenía las agallas
de decir que a él le habían hecho muchas correcciones
fraternas sobre los temas que expongo anteriormente, pero
que él no les hacía caso porque sabía
que hacía lo correcto. En cambio, él iba por
la vida haciendo correcciones fraternas sin consultar a nadie,
sobre la marcha, convencido de ser el guardián de la
ortodoxia contra los enemigos externos e internos. En las
conversaciones más normales, en las tertulias, hablando
sobre temas sin trascendencia, que nadie osara decir lo contrario
que D. Traca, porque el debate se encendía hasta que
sus interlocutores quedaran callados (cosa que muchos hacíamos
para evitar la violencia de la escena) o se largaran (algunos
lo hacían, dejándole con la palabra en la boca.)
Pobre hombre, pero en el fondo le estoy muy agradecido, porque
con su comportamiento fue uno de los que me llevó con
más firmeza a la puerta de salida. Yo pensaba que si
en el Opus Dei hay sitio para una persona así, no puede
haber sitio para mí. No quise saber nada con una organización
que aceptaba semejante personalidad y comportamiento.
Anécdotas (IV)
Anécdota 10.
Más de D. Traca. En una ocasión yo estaba a
cargo de supervisar las obras de un centro. Don Traca aparecía
de cuando en cuando para hacer indicaciones de cómo
quería que se hiciera una cosa u otra. Al principio,
por lo idiota que soy, yo le discutía algunas de sus
brillantes sugerencias tratando de convencerle sobre lo inconveniente
de sus peticiones. Vano intento. Al final, cuando ya entendí
las reglas del juego, simplemente le decía, dígame
cómo lo quiere D. Traca y no perdamos el tiempo discutiendo.
Me parece que se mosqueaba un poco, pero al final le gustaba.
Creo que yo era de los pocos que le caía bien. No sé
si eso habla de bien de mi... Me temo que no, pero me estoy
regenerando, lo prometo.
Anécdota 11.
Dejemos descansar por un rato a D. Traca. Me acuerdo de un
joven numerario, hijo de supernumerarios a quien conocí
desde que era un niño de 6 añitos. ¡Criaturita!
Una vez, muchos años después, él recién
salido del centro de estudios, tendría algo así
como 20 años, coincidimos los dos en un centro y en
no me cuerdo bien qué circunstancias los dos estábamos
viendo la película Amistad (creo que es ese el título
de una obra de Spielberg sobre el tráfico de esclavos
entre África y América.) Estábamos los
dos solos, yo ya había visto la película y me
parecía que era un poco dura en cuanto a la crueldad
del tema, pero nada más. Yo quería verla otra
vez y le dije a mi acompañante que no era precisamente
una comedia, advirtiéndole que no era una simple diversión,
sino una dura reflexión sobre la naturaleza humana,
capaz de lo mejor y lo peor. Pues nada, al día siguiente
fui reprendido porque aquella tierna criatura se había
visto turbado y tentado en su pureza porque en la película
se habían visto unas mujeres desnudas. ¡Santo
Dios! Yo no podía creer hasta qué punto se había
deformado la conciencia de este pobre chico que sintió
la tentación de la carne cuando vio una escena en la
que unos esclavos negros, hombres y mujeres desnudos con rostros
de terror eran arrastrados por una cadena a morir ahogados
en el mar. Olé la formación para hacer personas
de carácter. Suma y sigue.
Anécdota 12.
Como ya dije anteriormente, parte de mi vida en la obra transcurrió
en un país muy pobre. Como muchos saben los sueldos
de los empleados suelen ser miserables, no así los
de los directivos. Algunos creen que esos sueldos miserables
se compensan con unos precios muy bajos, pero no es así,
los precios de algunas cosas son todavía más
altos que en otros países y los que son más
bajos, de todas formas son muy altos en comparación
de sus ingresos. Esto quiere decir, en palabras llanas que
la gente vive en la miseria aunque trabaje muy bien y muchas
horas. Los centros del opus, incluidas obras corporativas,
tienen personas empleadas, como jardineros, personal de mantenimiento,
guardianes, porteros, personal de limpieza, y otros. Yo siempre
supuse que estas personas recibirían una remuneración
generosamente cristiana, algo que les permitiera vivir dignamente
y mantener a su familia con decoro. Ingenuo de mi, la realidad
es que a esos empleados se les pagaba lo mismo que les pagaría
otro empleador cualquiera. En consecuencia, esos empleados
viven en la misma inhumana miseria que los demás. En
alguna ocasión discutí esto con un director,
pero no hubo forma de convencerlo. Su argumento es que había
que pagar lo mismo que se paga en el mercado laboral. Cuando
le dije que la Doctrina Social de la Iglesia no acepta que
la remuneración de los trabajadores esté regulada
por el mercado, sino por la justicia y la caridad, me hizo
el mismo caso que si le estuviera de las macetas. Si alguien
cree que era porque no había dinero para pagar más,
le aseguro que está equivocado, yo era el secretario
y sabía que les podíamos pagar el doble o el
triple sin parpadear. Nunca vi que en ningún centro
del opus el comportamiento fuera diferente del que acabo de
describir.
Anécdota 13.
En un par de ocasiones, siendo miembro del consejo local,
me quedé absolutamente asombrado viendo como respondía
el director a algunas notas de la comisión regional
en la que se nos amonestaba por no haber hecho algo, no me
acuerdo qué exactamente, y no viene al caso, pero me
acuerdo muy bien de la reacción porque no tenía
nada que ver con el contenido de la nota. Pues lo que me sorprendía
tanto era que el director respondía enviando una sustanciosa
cantidad de dinero a la comisión regional. Quizá
a algunos que hayáis estado en consejos locales esto
os pueda parecer raro, pero aquel director había logrado
que la comisión regional le concediera una cierta autonomía
sobre el manejo del dinero que se ingresaba tanto por los
sueldos de los numerarios como por las aportaciones de los
supernumerarios, que eran cuantiosas. Esta autonomía
se explica porque aquel centro estaba manejando algunas construcciones
y estaba geográficamente lejos de la comisión
regional. Parece que este director había detectado
cierta debilidad por el dinero, para que respondiera a las
broncas sin dar explicaciones, sin rectificaciones, simplemente
llevando dinero a la comisión regional. Para confirmar
esto, añado otra anécdota. Siendo yo secretario
de ese consejo local, noté que las aportaciones para
la comisión regional se hacían siempre en mano.
Cuando iba el director o algún otro se adjuntaba en
el correo un cheque por la cantidad de dinero que se enviaba.
Yo sugerí al director que en lugar de hacer eso, que
siempre tardaba algún tiempo porque los viajes a la
ciudad donde estaba la comisión no eran muy frecuentes,
hiciéramos simplemente transferencias bancarias, o
mejor aún, podríamos hacer el depósito
directamente en la cuenta bancaria que nos dijera la comisión
regional. El director me miró con cara de irme a decir:
ingenuo, no te enteras de ná. Pero se limitó
a decirme que no, que enviar un cheque causaba más
favorable impacto en el administrador regional. No sé
si el administrador regional se dejaba impresionar por esas
tretas tan sobrenaturales, a lo peor sí. En fin...
yo no entendía semejante actitud, pero observaba y
aprendía, mucho más de lo que se imaginaban
algunos y de forma diferente a lo que hubieran deseado. Poco
a poco, pasito a pasito, me iban llevando hacia la puerta
de salida. Como por un plano inclinado.
Anécdota 14.
Ahora una positiva. Recuerdo cuando llegué a vivir
a un centro, cómo me impresionó escuchar el
sonido de unas disciplinas golpeando su objetivo. Yo llevaba
más de 10 años en el opus, hacía tiempo
que había hecho la fidelidad, pero nunca había
sido testigo semejante castigo. Sin un quejido, fueron muchos
golpes fuertes, no los conté, pero realmente muchos
más que lo que yo me hubiera dado nunca. Y eso todas
las semanas, al menos una vez por semana. Era evidente de
qué habitación venían. Era un sacerdote
mayor. Para mi fue muy edificante, a partir de entonces me
apliqué con más energía mis propias disciplinas.
Bueno, a lo mejor a la distancia no parece una anécdota
muy positiva, pero el menos me impresionó la reciedumbre
y fortaleza de aquel hombre. Quizá hubiera sido preferible
que dedicara el mismo coraje en direcciones más positivas,
pero el coraje no se lo discuto.
Anécdota 15
Ya se han dicho muchas cosas sobre cómo después
de unos años algunas personas empiezan a tener dificultades
en su salud mental. Yo recuerdo un caso diferente, pero de
parecida temática. Llegué nuevo a un centro
(ya se ve siguiendo mis anécdotas que he estado en
muchos) como subdirector. Allí había una vocación
reciente, con pocos meses, que enseguida me fue encargada
para que yo diera mi opinión sobre la idoneidad de
aquella persona. No era un quinceañero. Andaba por
sus 20 y era evidente que este joven tenía extrañas
peculiaridades, muchas de ellas atribuibles, quizá
a inmadurez, quizá a cosas más complejas que
yo no tenía conocimientos para diagnosticar. Yo manifesté
al consejo local mis dudas graves sobre la vocación
de ese joven, poco después pasó a hacer la charla
con el nuevo director recién llegado de otro país.
Así permaneció este hombre varios años,
unos tres o cuatro, durante los cuales, demostró una
voluntad impresionante para todo, hacía mucho proselitismo
y buscaba dinero con notable audacia. Sin embargo, las extrañas
peculiaridades de su carácter se iban acentuando. Al
final sus reacciones ante situaciones normales eran desproporcionadas,
cuando no grotescas. Nadie decía nada, todo el mundo
quería mirar a otra parte, tuve que ser yo, y no el
que dirigía su alma el que tomara la iniciativa para
que se le dijera a este chico que se fuera tranquilo a su
casa, ya que ese camino no era el suyo. Pues debo decir que
no fue nada fácil convencer a experimentados directores
de algo tan evidente. Tardaron tiempo en reaccionar. Cuando
al final lo hicieron no sé si era demasiado tarde para
él. Quizá yo mismo no debí haber esperado
tanto tiempo para forzar que se arreglara aquello. Tiempo
después uno de esos directores se me acercó
para decirme que yo había tenido razón, porque
sabían que ese chico tenía serios problemas
para llevar una vida normal. A mí me llamó la
atención desde el principio que alguien hubiera pensado
que ese joven tenía vocación. Eso era una muestra
que algunos estaban dispuestos a hacer pitar al palo de una
escoba, si este fuera capaz de escribir una carta, tal era
la escasez de vocaciones. La otra cosa que me llamó
la atención fue la lentitud para darse cuenta del error
y rectificar en la medida de lo posible la metedura de pata.
Anécdota 16.
Otro caso más de problemas mentales. Esta vez era un
hombre que cuando le conocí por primera vez tenía
alrededor de 40 años. Supe que años atrás
hubo algunas turbulencias en torno a su vocación, y
supe que el dijo que si no querían que estuviera en
el opus se lo dijeran claramente y se iría. Eso debió
haber sido cuando estaba en sus treinta y tantos. Tenía
entonces un buen sueldo, y luego supe que tenía una
amiga que estaba derretida por él, si le hubieran dejado
ir, probablemente su vida hubiera sido algo menos patética
de lo que es ahora. Este personaje cuando le conocí
estaba con tratamiento psiquiátrico y con pastillas.
No sé exactamente qué tenía pero su comportamiento
era algo que daba miedo. De repente le venían euforias
en las que hablaba hasta con la boca cerrada y sonreía
a todo el mundo y estaba de lo más afectivo. Eso podía
ser un par de veces al año, por varios días.
Fuera de estos períodos era un personaje taciturno,
que respondía groseramente a cualquier intento de confraternizar.
A algunos de la casa simplemente los ignoraba, no hablaba
con ellos ni respondía a sus preguntas. Yo alucinaba
con eso. En cambio, era siempre un pelota redomado. Cuando
veía al consiliario o a ciertos directores regionales
solo le faltaba lamerles las manos. Lo mismo con sus jefes
en el trabajo o con personas que él consideraba le
podían ayudar o beneficiar. Eso lo presencié
varias veces y era francamente repugnante. Pero bueno, pensaba
que era un problema psiquiátrico. Tengo evidencia de
que al menos tres numerarios abandonaron la obra porque no
podían aguantar a semejante personaje bajo el mismo
techo. Ahí sigue, debe tener cerca de 60 años
y ahora ya es un problema insoluble para él mismo y
para la organización. Una vez más, cómo
es posible que dejaran pasar tanto tiempo, porqué no
le dejaron irse cuando el estaba dispuesto y su salida hubiera
podido ser menos traumática para todos. Si a veces
me parece que allí no manda nadie.
Anécdota 17.
Clodomiro (si se entera que le he cambiado su nombre por éste
me mata) era un joven encantador. Simpático, lleno
de amigos, con liderazgo y carisma, muy inteligente y trabajador.
Clodomiro estudiaba en un colegio del opus. Ya os imaginaréis
que semejante perlita estaba en la mira de la organización.
Tras muchas presiones para que se hiciera numerario, el chico
que se resistía como podía, acabó accediendo
a ser supernumerario. Bueno, la cosa no acabó aquí.
Tras unos 6 meses, volvieron las presiones para que fuera
numerario. Pero esta vez ya estaba más atrapado. El
caso es que esta vez acabó sucumbiendo y escribió
la famosa carta al padre. No tardó ni unos meses en
darse cuenta de su equivocación y pidió regresar
a su condición de supernumerario. Nada. Estuvo 22 años
viviendo su vocación de mala manera. Yo durante temporadas
le perdía la vista, luego le volvía a encontrar
en algún curso anual. Y así. Al final cuando
ya dejó el opus, mejor dicho, creo que le echaron por
conducta escandalosa, el pobre no era ni parecido a lo que
había sido. Su humor se había tornado ironía
y cinismo, se había vuelto arrogante y egoísta.
Una verdadera lástima. Clodomiro podría haber
sido un buen supernumerario, me parece. La teoría decía
que a un supernumerario soltero se le podría mencionar
delicadamente, sin insistir sobre la posibilidad de que pasara
a numerario. En la práctica, los varios casos que presencié
no vi ninguna delicadeza, sino presión tremenda.
Anécdota 18.
Recuerdo otro caso sobre supernumerario reciclado. Teodosio
era un gran chico, parecido en muchas cosas a Clodomiro. Este
llevaba al menos dos años como supernumerario, tenía
novia, supernumeraria también. De repente llega un
cura entusiasta y dice vas a ver como a este le espabilo.
Total que le mete tal meneo que el pobre, bueno e ingenuo,
acepta ser numerario. Todo el mundo feliz y contento, menos
Teodosio, que a medida que se le iba pasando el mareo producido
por el meneo que le dieron, consideraba el disparate que había
hecho. El chico habla con su novia, esta se harta de llorar,
pero con una visión sobrenatural admirable, le dice
que si eso es lo que Dios quiere, ella lo acepta y omnia in
bonum. Teodosio a todo esto estaba poco menos que aterrado.
A los pocos días se va casi todo el personal al curso
anual y me quedo como único miembro del consejo local.
MI pobre Teodosio venía todos los santos días
con los ojos rojos e hinchados que daba pena verlo para contarme
cuánto había llorado y cómo se arrepentía
de lo que había hecho. A este pude rescatarlo. Di la
lata constantemente a los demás que estaban en el curso
anual para deshacer el entuerto, y punto. Pasó la crisis,
pasaron los años, mi trabajo me costó quitarle
los escrúpulos de conciencia sobre si no había
sido generoso con Dios. Se casó con su novia, los dos
siguen siendo unos supernumerarios ejemplares y de los pocos
que no me rehuyen el trato. Esto creo que hasta podríamos
considerarlo una de esas anécdotas positivas que me
gusta contar, para que no digan que no veo nada bueno.
Anécdota 19.
Me acordaba de esas novelas y películas policíacas,
en las que el malo se delata por detalles insignificantes,
casi tonterías en las que solo reparaba el detective
inteligentísimo. Yo sé que lo que voy a contar
probablemente no es más que una chorrada, pero precisamente
por ser inofensiva, puede dar pistas, si no pruebas claras
y evidencias, de cómo se puede llegar a mentir y seguir
la cuerda de la mentira dentro del opus. Seguramente os acordáis
de la costumbre de escribir una carta al padre (sólo
Uno se merece la mayúscula) todos los meses. A mí,
cuando me explicaron esta tierna costumbre, me dijeron que
el padre las leía todas, pero claro, comprensiblemente
no las podía contestar todas, por lo cual, no debería
yo esperar respuesta a mis filiales misivas. En aquellos tiempos
tenía yo mucha habilidad con los números y el
cálculo mental, pero no me hizo falta para hacer unas
simples operaciones y advertir que si el padre leía
todas las cartas, no le quedaría tiempo ni para ponerse
desodorante. Así mismo, con ingenuidad de recién
pitado se lo dije al encargado de formarme. Él no rebatió
los números, pero me aseguró que así
mismo era, con la certeza de quien está con la verdad
sobrenatural y lidiando con el racionalismo de un recluta
que no se entera de ná. Supongo que a todos vosotros
os dijeron lo mismo, porque si no, lo voy a tomar muy mal:
¿me vieron la cara de idiota desde el principio? Como
yo estaba con los ardores amorosos de los comienzos decidí
no darle ni la menor importancia, y si querían tener
esa sencilla ingenuidad, ¿qué más daba?
Por mí como si querían negar que los Reyes son
los padres. El asunto era totalmente marginal, no iba al fondo
de la entrega, y yo, desde ese momento, a escribirle una carta
al Padre todos los meses.
¿Verdad que es una anécdota tonta? Pues yo
seguía con la tontería, porque cuando me tocó
a mí dar las charlas del B-10, al llegar a esta adorable
costumbre yo le decía lo mismo al neófito de
turno. Y cuando alguno con inclinaciones al cálculo
observaba lo mismo que yo descubrí en mi día,
un servidor daba la misma respuesta que recibió tiempo
atrás, con lo cual contribuí a propagar esa
inofensiva idotez. Lo malo del asunto es que ese mismo proceso
era el que yo aplicaba a otras cosas mucho menos inofensivas
y probablemente mucho más idiotas. ¿No sería
ese un comportamiento institucional? Si lo es, ¿no
es otra prueba que corrobora que la institución miente
hasta en chorradas?
Por cierto, ¿sabe alguien si todavía se sigue
diciendo lo mismo sobre que el padre las lee todas? ¿O
creéis que las lee todas?
Anécdota 20.
Tuve una vez un director (al que llamaré Raúl)
que sin dejar de tener algunas cosillas raras en general era
majete, dicharachero, cantaor, guitarrero, un tío animado.
Un mal día hizo pluf y se desinfló como un globo.
Pasó de ser un motor de la labor apostólica
a ser un pobre diablo que entretenía las horas como
podía. A mí se me rompía el corazón
viéndole entregado horas y horas, interminablemente
a la trascendental tarea de clasificar y poner rótulo
a las sesenta mil llaves que había en aquel centro.
Y así pasaron los años, muchos años,
algunos no se lo creerán, pero ya han pasado 24 años
y sigue más o menos igual. Ya terminó de ordenar
las llaves del centro, por supuesto, pero luego siguió
con otras cosas igual de fascinantes. En los cursos anuales
podías verle como un alma en pena fumando un cigarrillo
tras otro y mirando por la ventana. Se pasaba horas y horas
encerrado en su cuarto, sin que se supiera muy bien qué
hacía. Rara vez hablaba en las tertulias. A veces cuando
hablaba con alguien de fuera (atención
a las comillas) se le veía muy animado, como si le
estuviera llegando oxígeno, como antes del pluf. En
alguna ocasión le oí a uno de los directores
regionales decir que el pobre Raúl no perdía
oportunidad de suplicar que se le dejara volver a su país
de origen. Yo, ante semejante declaración me quedé
más que perplejo, pues siempre se me había dicho
que los numerarios que iban a otros países lo hacían
libérrimamente, sin ninguna obligación. Ya se
ve que esta forma curiosa de entender la libertad era unidireccional,
había libertad para ir pero no para volver. Luego conocí
a otro que le pasaba lo mismo. Muy interesante. Pobre Raúl,
cuál será su tragedia personal. Sé que
sigue allí todavía, sé que va a lo suyo,
que ha aprendido a pasar de todo. Para los directores es un
problema, pero al menos hace bulto. De vez en cuando, muy
de vez en cuando, es capaz de dirigir el círculo a
los supernumerarios. Ha sobrevivido a 24 años de...
no se qué, y su futuro no es más alentador.
Lo bien que le hubiera venido largarse hace 20 años...
Al menos estaría cerca de su familia, la de verdad,
no esa otra que dice mentirosamente que tiene vínculos
más fuerte que los de la carne.
Anécdota 21.
Mariano apareció un día hecho un esqueleto.
Siempre le habíamos conocido corpulento y fuerte. Cuando
le vi con unos 40 kilos menos y barba me costó mucho
reconocerle. Había sido director de su centro, era
un hombre extraordinariamente culto, con muy buenas relaciones
en la alta sociedad. Su familia había tenido mucho
dinero hasta que la fortuna le fue contraria, pero los aires
distinguidos nunca le habían abandonado. Quizá
porque éramos como el agua y el aceite, los dos nos
llevábamos muy bien, sin hacer demasiado caso de las
chorradas que se decían sobre las amistades particulares.
Nos encontrábamos muy pocas veces, con intervalos de
bastantes meses, generalmente en los cursos anuales y los
cursos de retiro. Vivíamos en ciudades distantes. A
veces, en privado, me comentaba las frustraciones que tenía
con los directores de la delegación y con los numerarios
que vivían en su centro. Yo tendía a pensar
que exageraba, pero siempre escuché sus desahogos sin
ir corriendo a hacerle una corrección fraterna. Prefería
hacerle comentarios que quitaran hierro al tema.
La última vez que le vi fue una noche en la que vino
a cenar al centro donde yo vivía. Estaba de paso en
la ciudad. Entonces me vine a enterar que su aspecto se debía
a que había sufrido una depresión horrorosa,
de la cual apenas se estaba recuperando. Mariano parecía
otro. Yo no podía explicarme lo que pasaba. Se me advirtió
que era preferible no comentarle nada porque se encontraba
muy inestable, nunca tuvimos oportunidad de estar a solas
y no le volví a ver más.
Meses después pregunté por él y un sacerdote
mayor puso una cara muy rara y me dio a entender implícitamente
que se había ido de casa (atención
a las comillas) de mala forma. Más tarde otro numerario
que había vivido con él, con gestos amanerados
me dio a entender que Mariano se había vuelto homosexual.
Sin mencionar nunca esta palabra. Y así hasta que me
di por vencido en mi afán por obtener alguna explicación.
Nunca ninguno de los directores que supuestamente deberían
haber informado dio una respuesta clara a la pregunta de ¿qué
ha pasado con Mariano? De todas formas, no debería
extrañarme, en el opus no hay mucha transparencia (¿mucha?
ninguna.)
Anécdota 22.
Coches baratos y edificios caros. Recuerdo que una vez un
numerario, que era un profesional independiente, recibió
de un cliente, como parte de pago de una deuda, un automóvil.
No recuerdo exactamente la marca, pero no era el inevitable
Mercedes que llevaba siempre el fundador. Probablemente fuera
un Audi o algo similar. En el opus se le prohibió tenerlo,
debía venderlo. Al hombre le dolió en el alma,
pero lo vendió, aunque eso en términos monetarios
le significó una pérdida. Recuerdo también
que un tiempo después a un supernumerario le pasó
exactamente lo mismo, en este caso sí recuerdo la marca:
Mercedes-Benz. A él se le permitió. Lo cual
no significa ninguna injusticia, porque ya se sabe que los
supernumerarios con sus bienes y propiedades hacen lo que
les da la gana, aunque la vocación sea la misma.
Esto también me recuerda el criterio de que los coches
que normalmente teníamos los numerarios de a pie, tenían
que ser baratos. Quizá no los más baratos del
mercado, pero cerca. Era un criterio de pobreza, para no dar
escándalo, para que la gente no pensara que vivíamos
ajenos al ascetismo cristiano. Sin embargo, este criterio
tenía algunos puntos discordantes. Uno era el coche
del consiliario. Claramente de otro nivel. Cuando subes de
jerarquía en el opus ya no parece importar mucho la
posibilidad de dar escándalo. No hablemos del prelado
porque eso ya es otra liga. Da la impresión de que
si el prelado se sube en algo que no sea un Mercedes pierde
autoridad.
Este criterio, igualmente, viene a chocar con el lujo de
los edificios. Ellos se pasan diciendo que no tienen lujos,
cosa que aunque no es cierta, estoy dispuesto a tragar, sin
embargo, los edificios en sí mismos, la construcción,
los metros cuadrados, los materiales, suelen estar en otra
dimensión que la de los corrientes mortales. El último
ejemplo podría ser el pequeñito edificio de
17 pisos y 69 metros de altura, en pleno Manhattan, en el
corazón de Nueva York, donde el metro cuadrado es de
los más caros del mundo, que dando ejemplo de sencillez
cristiana han construido para sede de la comisión regional
de los Estados Unidos al módico precio de 55 millones
de dólares. Otras fuentes dicen que solo fueron 47.
Incluso los hay que dicen que apenas llegó a 42 millones,
¡una verdadera ganga! Vale. Al fin y al cabo, aunque
no les haga falta, están en medio de rascacielos para
mayor gloria de Dios. Los casos más vergonzosos son
los de Latinoamérica. Ahí es donde ves el contraste
entre las casitas que se construye el opus y los
hogares del 90 % del resto de la gente. Supongo que en África
y en Filipinas también ha de ser algo parecido. Sin
embargo, debo dejar claro que con los coches son moderados...
en general.
Anécdota 23.
Una de las últimas correcciones fraternas que recibí
fue algo digno de mención. Se me dijo que no era conveniente
decir a los pitables (yo lo había hecho con un chico
de san Rafael que pitó luego como numerario) lo que
dice el derecho interno del opus respecto a que los seis meses
entre la petición de admisión y la admisión
son un tiempo de prueba en el que el opus y el candidato han
de decidir si quieren mantener la relación. Lo mismo
que el año que transcurre como tiempo de prueba también
entre la admisión y la oblación. Se me dijo
que lo conveniente es que los candidatos no supieran eso para
que no tuvieran la posibilidad de replantearse la vocación.
O sea, que el opus lo sabe y lo utiliza cuando le da gana
para dejar tirada a la gente cuando quiere, pero no le conviene
que lo sepan los demás no vaya a ser que las vocaciones
recientes dejen tirado al opus durante el tiempo de prueba.
A mí, desde que pité me dijeron que ya estaba
comprometido de por vida, si me hubieran dicho lo del tiempo
de prueba probablemente mi historia sería otra. ¿Es
esa una práctica habitual del opus o no? A mí
me hizo esa corrección fraterna un director y yo tuve
que poner cara de idiota y dar las gracias.
Anécdota 24.
Mi querido Federico era realmente una persona buena, de esas
que dicen que hay a montones en el opus, pero no es cierto,
son la minoría y están coaccionados, reprimidos
y degradados. Federico era bueno, supongo que lo sigue siendo,
sin cansarse de ser bueno. Tenía motivos para estar
encabronado como un pavo en Navidad, pero no, el tío
siempre sonreía, positivo y amistoso. Federico por
obedecer a los directores y hacer lo que se le pedía
puso en juego su carrera profesional, perdió el tiempo
lamentablemente sin culpa suya, le traían y le llevaban
sin la menor consideración. Terminó sus estudios
universitarios unos ocho años más tarde de lo
razonable. A Federico los chicos de San Rafael se le pegaban
como moscas, jugaba a fútbol como una estrella, cantaba
y tocaba la guitarra con mucha gracia y arte, además
componía canciones, contaba chistes, sus charlas eran
divertidas y amenas, no podíamos dejar de reírnos
a carcajadas con solo saber que era él quien iba a
dar la charla del retiro o de la convivencia. (No, no es Satur)
Para mala suerte de Federico, o a lo mejor para su buena
suerte, tenía dos defectos que en el opus no se perdonan.
Sabía querer y sabía pensar por su cuenta. Lo
suyo realmente no podía durar. El hombre tenía
ideas, era original, no se limitaba a repetir el guión.
Por lo tanto le sacaron de cualquier cargo de dirección
como si fuera un apestado. Luego le sacaron de una obra corporativa
en la que se ganaba el sustento y lo pusieron en la puñetera
calle sin un duro para que se ganara la vida. Le quisieron
dar una lección, que escarmentara, que se enterara
que para tener un empleo en una obra corporativa y vivir como
un burgués hay que ser obediente y no pensar. El muy
cabronazo, como era más listo que los ratones coloraos,
se juntó con unos amigos y montó un negocio,
con el que ganaba dinero a espuertas y se lo pasaba en grande.
Los del opus no podían doblegarle por ese lado. Atacaron
por el lado del corazón. Eso no falla. Una de las últimas
veces que hablamos estaba realmente herido. Le acosaban sin
motivo alguno. Los neuróticos cazadores de impurezas
decían que se le apegaba el corazón. El me lo
contaba con pena, porque no se le apegaba el corazón,
simplemente quería a la gente que tenía a su
alrededor. Cuidado, no me estoy refiriendo a que estaba ligando
con alguna dama, como me consta que han hecho y siguen haciendo
seguramente otros numerarios. Federico no tenía ningún
amor prohibido por el opus. Era víctima de una caza
de brujas. De las muchas que hay en el lado oscuro.
Un buen día para él, se le hincharon las narices
y se fue con una señora. Esta vez sí fue cierto.
Solo que no fue un apego del corazón simplemente, fue
que le dio una patada a la madrastra fea que le
decía que era su madre guapa y se fue a
vivir (luego se casaron) con alguien a quien querer y que
le quería. Los mediocres miserables que le acosaron
tuvieron buen cuidado de decirme, cuando me informaron, que
se había ido con una mujer mayor que él y encima
fea. Federico, amigo mío, qué listo eres, te
fuiste mucho antes que yo.
Anécdota 25.
Los Martínez eran una pareja de supernumerarios que
habían pitado antes de conocerse y casarse. Ellos estaban
dispuestos a ser una de esas familias que el opus quiere:
un semillero de vocaciones para la obra. Yo le conocía
muy bien a él y puedo dar fe de que era muy buen chico.
De ella puedo decir que no tengo ninguna prueba que me impida
afirmar que era muy buena chica. Realmente buenos los dos
y concentrados en la labor...
Apenas se casaron empezaron la producción de hijos
con una generosidad admirable, que iba más allá
de su presupuesto, pero ese no es el tema de esta anécdota.
Pasados algunos años los niños mayores iban
creciendo. Recuerdo perfectamente aquella tarde en la que
encontré a los Martínez, mamá, papá
e hijitos. Ellos rebosando emoción y afán proselitista
le pidieron a la niña mayor: Dile al tío Dionisio
qué quieres ser cuando seas mayor. A lo cuál
María de los Ángeles con su media lengua y una
adorable sonrisa respondió: Numedadia.
Así, con des en lugar de eres.
Pobrecita mía, todavía no puede haber cumplido
los catorce años y medio, Dios tenga compasión
de ella y no le tome la palabra. De todas formas, creo que
sus padres ya se están dando cuenta de que ser numedadia
o numedadio no es algo muy recomendable para su descendencia.
El señor Martínez estaba a mi cargo y en cuanto
le pillé le di una severa reprimenda por semejante
barbaridad. Puso la poco caballerosa excusa de que eran cosas
de su mujer. Algunas pocas veces más presencié
escenas semejantes en otras familias. Quizá se corrió
la voz de que Dionisio te echa una bronca si le haces esa
gracia.
Recuerdo otra, en la que los padres tenían poca relación
conmigo. Me contaron éstos como sus niños desde
muy pequeños al levantarse de la cama besaban el suelo
y decían serviam, rezaban el ángelus en latín
y pedían por la intención especial, entre otras
habilidades opusinas. Supongo que lo hacían con buena
intención, queriendo agradar a Dios y hacer lo mejor
para sus hijos. Sin embargo, los resultados no fueron tan
atractivos para el opus. Prefiero no entrar en detalles.
Para ser honesto, debo decir que no me consta que esta sea
una práctica muy frecuente en las familias relacionadas
con el opus. Yo creo recordar unos cuatro o cinco casos. Yo
siempre traté de impedir semejantes abusos a los niños.
Sin embargo, no estoy seguro de que todo el mundo hacía
lo mismo.
¿Algún oreja tiene referencia de cosas parecidas?
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