A MÍ
SÍ ME ECHARON... GRACIAS A DIOS
EMEVE, 20 de agosto de 2004
Yo "escribí la carta" a los 17 años,
era una estudiante universitaria muy emocionada de pensar
que mi día a día me podía acercar a Dios,
y hacer santa, cuando el sacerdote que me dirigía me
dijo que yo podía ser de la Obra me sentí la
persona más dichosa, porque hasta entonces pensé
que era cosa de mujeres mayores y con mucha experiencia.
Ya se verá que mis intenciones fueron de lo mejor.
Me esmeraba en leer y en vivir todas las normas desde el primer
día y en ser brutalmente sincera en la charla fraterna.
Claro, un tema recurrente en mis charlas era que me caía
muy mal "Nuestro Padre", cuando leía sus
libros o veía sus videos (que ya sabemos es casi obligatorio
en las tertulias de los días de San Rafael) simplemente
me parecía tan falso y tan personalista que borraba
toda la idea que yo tenía de cómo un hombre
santo tenía que ser, pero a pesar de eso me sentía
muy culpable de no amarlo, de que no me nazca, y mis directoras
se esmeraban en ponerlo simpático a mis ojos, y ya
alguna más condescendiente me dijo que lea otros libros
durante la oración o en la lectura.
Lo que me sorprendía un poco era que algunas numerarias
mayores no tenía la ilusión que tenía
yo, sino que se les veía un poco tristes y amargadas,
por lo que me esmeraba en hacerles las tertulias amenas y
en contarles cosas graciosas, y hasta en dejar que se rían
un poco de mi (hay alguna que no sabe lo que es tener caridad
y de santa poco tiene, pero hasta con ellas tuve paciencia
y siempre una sonrisa, porque me daban una pena profunda).
Algo que no podía hacer era escribir cartas al padre,
porque no lo conocía, y no me nacía escribirle,
y nunca pude cumplir fielmente con "las disciplinas",
que me parecían imposibles, pero siempre lo admití
en mi dirección espiritual y pedía ayuda para
superar eso.
Mi esmero fue tal, que llevé a mi madre, quien se hizo
Supernumeraria en su afán por entenderme y debido a
su gran cariño por mi. Y poco después que me
sacaron, la dejaron de atender y la forzaron a dejar la organización.
Luego empecé a caer enferma, la verdad hasta ahora
no sé muy bien lo que me pasaba, quizás era
tanta la tensión que tenía en hacer las cosas
bien, que me causaba stress y terminaba enferma, y también
el estar enferma era una buena excusa para no hacer las normas,
y para no tener que pensar en el apostolado y en las vocaciones.
Pues eso, nunca fueron a verme, y si me llamaban era como
cuando el jefe te llama para decirte que por qué no
regresas al trabajo, no sentía el amor fraternal ni
siquiera caridad cristiana, mis amigas me iban a visitar y
se preocupaban más por mi, que mis "hermanas".
Al hacer la oblación, no me dijeron que me vaya a vivir
a un Centro, nadie, ni el sacerdote ni la directora. Se abrió
un Centro de Formación en mi ciudad, pero no se me
dijo que me vaya a vivir, aunque sí estuve adscrita
a él. Eso me hizo sentir excluida, y en mi afán
de hacer las cosas bien y no quejarme, pues no dije nada,
y lo "ofrecí", pero creo que el stress fue
aumentando, porque ahora se me descompensaba el cuerpo y me
desmayaba incluso en charlas, ya no podía dar clases,
y casi no iba al Centro.
Antes del 19 de marzo de 4 años y medio después,
la Directora me dijo en una banca, rodeada de extraños,
que ya no renueve más, que estando enferma no servía.
Me sentí morir... ¿y quién me devuelve
esos años? toda mi juventud!! casi toda mi vida universitaria!!!!
todo se fue al trasto!!! me dijo que no era eso, que podía
seguir gozando de los medios de formación "pero
no en el mismo centro, porque no pueden ver que a pesar de
ya no pertenecer sigues yendo al centro".
Bueno, nadie me devolvió esos años de juventud,
años en que pude hacerme de amigos en lugar de que
huyan de mi al saber que era "Opus", y lo peor es
que me dejó un sabor de amargura, un sabor a "Jesús
que te amaba tanto como para que seas solo de El, resulta
que no te ama más... estás enferma.. bye".
Hasta ahora no he recuperado mi fe, he tratado de volver por
los medios de formación, pero cuando le pedí
ayuda al sacerdote (el mismo que me "develó"
mi vocación) me dijo que para presentarme una numeraria
(es que ahora vivo en otra ciudad y no conocía a ninguna)
primero tenia que "portarme bien"... y definitivamente
me ahuyentó cuando me dijo "pequeña, tú
tienes la vocación, podrías ser una maravillosa
Supernumeraria" .. yo me dije "qué diablos
es esto!!!"...y no volví más, y ahora me
confieso poco, pero siempre en un sacerdote jesuita.
No puedo negar que fue un gran golpe en mi vida, y que no
sé qué hice yo (aparte de esmerarme por hacer
las cosas bien) para merecer que se me eche luego de haber
dado mi juventud y energía, solo puedo pensar que mis
oraciones y mi buena intención hicieron que Dios se
apiade de mi y me sacó de la manera más fácil
de un sitio que no me hacía bien. No sé si les
pase a otros, pero lo que me apena es haber dejado de practicar,
haberle tomado fobia a la misa, y a meditar, cada vez que
trato de volver a rezar, surge en mi la idea de que solo el
Opus Dei me puede salvar y de buscar ayuda de ellos, así
que para evitarme eso, no rezo.
Gracias por existir, y gracias por dejarme compartir una cosa
tan íntima, que nadie entiende... y sé que muchos
de ustedes me entenderán, al menos un poco (ya ven
que yo era de las sinceras, pero no de las listas... y eso
que para otras cosas soy muy lista... ¿qué me
pasó????)
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