Una consecuencia de dejar la opus (Quién me ha visto... Cap. 9).- Satur
Fecha Friday, 30 January 2004
Tema 040. Después de marcharse


Una consecuencia de dejar la opus, cuando has estado años allí, es que te quedas sin amigos, coleguis y conocidos que dependían de ese ambiente. No es que no te saluden, o que te ignoren, pero lo cierto es que te has de buscar nuevos amigos. No es fácil. Pasas del todo a la nada y si, como fue mi caso, también empiezas una nueva situación profesional, más aún todavía. Y no sólo dejas esa gente, sino que cortas amarras con esas amistades (paréntesis) -no olvidemos que yo era un golfete- que aquí y allá habías acumulado, como amores en cada puerto...

Fuera todo. Como a San Agustín, esas amistades te insinuaban "¿pero nos vas a dejar, pipiolín?", "¿y por esa feorra que si se mira en el espejo se mata en defensa propia?", "vas a perdernos a nosotras, las que te comprendíamos, las que sabíamos entenderte como nadie?".

La Piedra conoce toda mi vida y, a veces, le gusta preguntar por esas amistades del pasado. Es una curiosidad de mujer.

- Y dime, velero mío, yo ya se que tú eras un Don Juan antes de que nos conociéramos. ¿No te acuerdas alguna vez de ellas?. ¿Cuántas fueron?
- Déjalo, barquita de mis remos, que acabaremos maaaaal...
- Venga, portaviones, ¿cúantas?

- Mira, Sexta Flota, es que no quiero irritarte.
- Que no, góndolo veneciano, que es solo curiosidad.
- Bueno, Pearl Harbour, déjame que cuente -y acompañando la cuenta con los dedos le digo: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, TÚ, nueve, diez, once, doce...

Y, claro, se enfada.

Lo mejor es no buscar la amistad y poner al servicio del bien la espontaneidad e inconsciencia que se puso para hacer el bandarra. Comenzar de cero, pero llevándote también el milagro de volver a empezar, de estrenar la vida, el amor.

A pesar de que muchos tenemos en nuestro debe una lista de buenos pecadotes, no hemos estado lejos de la inocencia. Antes de compadecernos, o de abrumarnos, haría falta saber hasta qué punto queríamos liberarnos de la ciénaga que nos ahogaba. Algunos de nosotros bastantes, andábamos en nuestra miseria hundidos en el barrizal, pero nuestra mirada, con frecuencia impotente y torturada, seguía levantada hacia el cielo. Y vale más, quizás, a los ojos de Dios, ese hundimiento parcial, que el hundimiento total en una materia más apreciada a los ojos de los hombres como la virtud social, el sentido de la dignidad, la virtud pagada de sí misma y las conveniencias.

¡Qué sabemos!. A lo mejor uno no era lo suficientemente puro para subir en la santidad sin orgullo y Dios, en su misericordia, permitió el lechote repetido y arrepentido para confirmarme en la humildad y ahora, de vuelta de tantas cosas, comprobada y testada mi propia estupidez, puedo volver a encontrar, descubrir y maravillarme de una nueva vida, más "normalita".

¿Eran realmente amigos?. Cuesta aceptar que detrás de muchas cosas que pensamos que son rectas, como el amor de amistad, resultan sólo espejos, de nuestra vanidad, de nuestra anónimo instinto de ser reconocidos, queridos, admirados y comprendidos. Que existen muchos intereses compartidos hasta que en un momento dado dejan de compartirse y, entonces, nos sorprendemos, con fingida sinceridad, de haber estado acompañados de seres tan egoístas, desleales, insinceros.. cuando, muy probablemente, lo eran tanto como nosotros.

Alguno pensará que se puede seguir con algunas amistades de "entonces". Cierto; yo alguna disfruto. Pero no volvería a ese ambiente porque para la opus llevas la señal de Caín. Vayas donde vayas, ese estigma de "es que Satur fue numerario", te seguirá por centros, obras corporativas y labores personales, "por tierras y vaaaalles, por mares y ríííos...". y, hombre, puestos a empezar de cero, pues se empieza de cero.

Cambiando de tema, y sé que alguna/os se van a escandalizar, pero era necesario saber exactamente qué es eso de rejalgar, tan repugnante él. No podía quedarse el tema en suspense. Parece mentira que después de tantos testimonios de cienes y cienes de Orejas, de gente de la opus de Jehová, nadie sepa exactamente qué es eso del rejalgar. Así pues compré un poco de rejalgar y se lo puse en un bote de salsa a Gusanita, la niña que vive con nosotros (ya conté en un capítulo anterior que vivo con cuatro muhere). Como sólo tiene dos años pensé que su reacción sería sincera y, además, no me podría echar bronca. Bien, yo no sé que es el rejalgar, pero estos fueron sus efectos. Así, que ya lo sabéis, orejas, lo de "repugnante como el rejalgar".

rejalgar







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