LAS CANCIONES DE CASA COMO EPITOME DE LA OBRA.- Crnumerobajo
Fecha Wednesday, 26 April 2023
Tema 115. Aspectos históricos


 

LAS CANCIONES DE ‘CASA’ COMO EPITOME DE LA ‘OBRA’

CRnumerobajo, 26/04/2023

 

Corría el año 1994 o 1995 cuando asistí a una tertulia y varias clases de formación (canto) dadas por un sacerdote numerario, vasco, muy de ‘casa’ (y muy tomista), gran aficionado a la música coral que durante muchos años cantó o dirigió –o ambas cosas; pues ya no lo recuerdo, ni tampoco me importa demasiado– el coro de Cavabianca. Le correspondió, al parecer, realizar los estudios, ensayos y grabaciones conducentes a esos CDs con canciones de ‘casa’ que cantó el señalado coro, de un lado y, de otro lado, el equivalente coro de chicas numerarias. Nos contó los avatares de tales intentos y cómo se los iban cantando a Del Portillo y a otros del Consejo. Muchas de las canciones no fueron, al parecer, interpretadas por el coro tal y como fueron cantadas –u oídas– por los oídos de Josemaría y Alvaro y, por tanto, este último, tras más o menos turbulenta corrección, señaló que no eran así (o no eran así como recordaba él haberlas oído). Supongo que, en todo ese proceso, Javier también corroboró que no las escucharon así y, por tanto, tras sucesivos intentos, tales canciones no salieron grabadas…



Solo salió el libro de partituras que cantamos desde entonces en clases y más clases y tertulias absurdas en las que se cantaban por obligación, en tanto que alguien –normalmente alguien que venía de Roma– siempre corregía formas de cantarse y entonarse porque no se parecían a... no tanto a la partitura, cuando a la interpretación original que escuchara el Padre.

Los discos con ambas grabaciones salieron, muchos años después, ya en tiempos tardíos de Echevarría donde, al parecer, ya el mal oído de Javierito no pudo discriminar si eran lo que había oído “Nuestro Padre” y, por lo tanto, si los “tiempos de Nuestro Padre” -que tanto gustaba remarcar a Del Portillo y Echevarría- se veían alterados por otras interpretaciones posibles. Aún así y si no me equivoco, hubo dos versiones (e incluso otra u otras que no llegaron a circular por el canal oficial).

Estos CDs, como el resto de documentos ‘internos’ no debían grabarse, ni replicarse, ni dejarse fuera del armario del cl, sino solo para ser sacados para las clases y, quizá, para ser escuchados colectivamente en algún momento.

Pero ocurrió –al menos en mi centro, pero creo que en toda la delegación– que, por error de un oficial de la correspondiente, llegó el CD de las canciones cantado por las chicas y con algunas canciones aptas solo para las féminas opusianas. Detectado el error llegó el correspondiente oficio para que fuera devuelto; mucho tiempo después –tanto que me sorprendió; y lo entendí como una suerte de penitencia impuesta– llegó el disco cantado por chicos/hombres y todo se resolvió. No sé por qué razón –pues nunca había ‘robado’ nada interno–, grabé ambos y los guardo aún grabados; en formato puro (no mp3). Lógicamente –bajo mi lógica; no sé la de otros– nunca me las he vuelto a poner ni para recordar, ni para disfrutar. Ahí se quedan, como tantos otros CDs grabados; pero esta vez como mero recordatorio de un momento existencial que quiero más.

Más allá del hecho de que toda música escrita es para ser interpretada y, por lo tanto, versionada, traducida, expuesta a las diferentes formas de ser y hacer de cada músico que la interpreta (e incluso de cada oído que la escucha), pretender ‘encapsular’ dichas canciones como alguien las escuchó –no, remarco, como su ‘inventor’-compositor las escribió; lo cual parecería más lógico– es, a todas luces, un absurdo. Sobre todo y por encima de todo cuando no se trata de un más o menos nostálgico deseo de que algo quede como históricamente recordado, sino de que algo quede como históricamente precluido. Omito razones y literatura que abunde en esto: es simplemente absurdo (e imposible).

Pues bien, esto es lo que ocurre con el “espíritu” de “Casa”. Ha quedado congelado, preterido en un pretérito imperfecto -como toda cosa humana- de interpretaciones que Del Portillo y Echevarría han ‘conservado’ memorial y memorísticamente sobre lo que el ínclito Escrivá escuchó, habló, escribió, plasmó, intuyó, apuntó, elaboró, vivió, dejó caer de soslayo, indicó, estableció… y sobre todo de un ‘tiempo de Nuestro Padre’ que no existe más, pero que se pretende mantener contra viento y marea en todas las circunstancias internas y externas.

Más como esto es imposible, nos damos cuenta, pasados los años, que se realiza una paulatina relectura interpretativa, subrepticia, callada y vergonzante de algunos de tales aspectos; a veces es más una repetición interpretativa para ajustar el texto a lo que, silentemente, debe-ser-el-Opus tal y como ha sido y fue en esos famosos tiempos-de-NP. Por eso se reelabora el catecismo, los vademecums, se retiran y rehacen textos (supuestamente) ‘sagrados’ y cr-de-número-bajo, se ponen notas y quitan páginas a crónicas, cuadernos, libros del buen-pastor, se releen textos de NP según la interpretación canónica. También se guarda registro interno de todo en Roma y las comisiones, pero se deja, en una fortísima opaca falta de transparencia, sin saber bien qué pasa a los centros y a los miembro/as de la obra de pico y pala (no digamos ya a las numerarias auxiliares). Solo algunos, muy pocos, saben todo; en tanto que unos cuantos, en comisiones y delegaciones, saben lo bastante –aunque solo sea por el paso del tiempo– como para, si lo vieran en perspectiva crítica (cosa que el espíritu de la obra se encarga de asesinar desde muy pronto), se dieran cuenta de que las cosas van transformándose. Supongo que dado que poca gente queda que pueda decir, todavía, cómo eran las cosas con Escrivá-Del Portillo, la interpretación deviene el único futuro posible y, así, vendrán tormentas que ahora mismo no se vislumbran (en parte porque la disciplina subrepticia de la unidad y otras fórmulas bajo las que se forma a las élites impiden que prospere cualquier vía crítica o revisionista: u obedecer o marcharse).

Pero no nos inquietemos. No se transforman apenas. La obra que todos nosotros los que escribimos en esta página y hemos salido –seguramente por diversas variaciones y permutaciones con o sin repetición de este hecho– es inamobile, incriticable, insobornable e intransferible; es esa y es así.

Me hace mucha gracia la esperanza con las que tantos y tantas escribís sobre lo que debiera ser y hacerse (de fuera y de dentro), sobre posibles variaciones en torno a cierto espíritu (e ilusiones) primigenias. Sobre otros opus posibles que pudieron ser y no fueron. Admiro vuestra ilusión y ¿esperanza? Yo no la tengo. Ni tampoco la quiero. Ahí se quede el opus con lo que es (y lo siento por los que sigan). Nada cambia ni cambiará.

Lo que el Papa y la Curia diga y establezca –o el Congreso extraordinario parezca reproducir y aplicar, interpretativamente– será adecuadamente moldeado al espíritu ‘carismático’ que subyace en la versión que fue, es y será: la establecida por el trinomio Escrivá-Del Portillo-Echevarría. La obra de los “tiempos (eternos) de Nuestro Padre”. Para el numerario, numeraria, agregada, agregado, numeraria auxiliar y cooperador (orgánico o de-sorgánico) la obra seguirá siendo lo que ha sido y como ha sido. Llegarán papeles y documentos, interpretaciones y más cosas, pero todo seguirá siendo así y solo así. No auguro, ni pienso en ningún cambio más allá de algunos aspectos muy menores y muy poco importantes que serán enmarcados en la inamovible radicalidad del espíritu que ‘recibió’ Escrivá y en la forma-de-ser de la obra.

En fin, es todo como ese cantoral de canciones incantables e incansables: las únicas versiones válidas y canónicas son estas, lo demás son degeneraciones más o menos malditas. Cantarlas es revivir ese momento y hacerlo pleno; pero no se concibe otra forma de hacerlo: ni se piensa, ni se permite, ni se le ocurriría a nadie hacerla.

CRnumeobajo

 







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