¿Es herética la doctrina del Opus Dei sobre la
obediencia?
Federico, 27 de julio de 2007
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La
doctrina interna del Opus Dei sobre la obediencia cristiana de sus miembros a
los directores laicos (algunos de cuyos principios he encontrado en los libros
internos de Meditaciones, que les sirven a los componentes de la institución
para hacer su oración) hace afirmaciones que me parecen, además de gratuitas,
que no están muy de acuerdo con la doctrina católica; son difíciles de aceptar
para un cristiano, e incluso observo en ellas una carga de absolutismo
religioso incomprensible en el tiempo en que vivimos.
Como dicen estos libros, obedecer
a un director es obedecer a Dios mismo.¿Y hay alguna persona que se pueda
creer esto? Si es así, puede que tenga muy deformada la conciencia y mutilado
el uso de la inteligencia, debido al adoctrinamiento que ha recibido. Somos
seres racionales, y opino que Dios nos ha hecho semejantes a Él precisamente
en la racionalidad, y en lo que ésta genera, la libertad, que es necesaria
para poder optar libremente por Él, y que entiendo que es la razón principal
para crearnos como nos ha creado. Me parece que sólo un machacamiento metódico,
puede conseguir inculcar que hay que obedecer al director porque sus mandatos
son mandatos de Dios: «La docilidad que Dios nos pide, es sumisión de enamorados,
no mera aceptación externa de lo que se nos indica: se obedece con los labios, con el corazón y con la mente. —Se obedece no a un hombre, sino a Dios (Surco, n. 374)» (Meditaciones
III -segunda edición-, p. 544). He resaltado
en rojo lo que me ha parecido digno de destacar, como haré en el resto del
escrito.
Puede resultar problemático para un cristiano formado
aceptar esa afirmación, pero me parece que el problema fundamental lo tiene el director o directora que manda creyéndose portavoz de Dios. Yo lo
pensaría dos veces antes de actuar con esta convicción, está Dios por medio y
esto es muy serio y grave.
A
continuación voy a dar mi opinión sobre la obediencia, eso que tanto se demanda
en el régimen opuscrático.
Creo que
antes de calificar de cualquier forma a la obediencia, hay que intentar
delimitarla.
La Real
Academia nos indica que la obediencia es, en primer lugar, la acción de obedecer, y que obedecer es cumplir la voluntad de quien manda
(DRAE, Ed. electrónica v. 1.0). Las 3 siguientes
definiciones no específicas, que de la obediencia da el diccionario, todas se
refieren a las órdenes religiosas. No deja de ser curioso, que esa obediencia
tan exigida en los documentos internos
del Opus Dei, sea algo con tantas referencias a la vida consagrada.
Pienso que
en sí misma, sin relación a otra cosa, la obediencia es un tipo de esclavitud
al sustraer la propia voluntad, su acción y efecto, para sustituirla por la de
otro y darle cumplimiento.
En
relación con otras cosas, esta sustitución de la propia voluntad es
absolutamente positiva si el otro, quien manda, es Dios: “porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad
del que me envió” (Jn 6, 38); o lo que se manda
posee la garantía de Dios. También puede ser positiva al considerar las
facultades legales de el que manda, o de respeto, de sujeción... al que manda,
aunque en estos casos hay que considerar lo que se manda. En el Catecismo de la Iglesia
Católica (CI) podemos leer que “El
ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las
autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del
orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas
del Evangelio” (n. 2242). La obediencia también puede exigirse, o imponerse, recurriendo a la fuerza
en cualquiera de sus modalidades, incluidas la del engaño y la propia de la
presión psicológica.
La Iglesia
obliga “en conciencia“ a no seguir ”las prescripciones de
las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias
del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas
del Evangelio”. Supongo que tendrá algo que decir cuando una directora
del Opus Dei, fundamentándose en la doctrina interna de la obediencia, fuerza a
una cristiana a reconocer que su naturaleza humana puede ser cambiada a
naturaleza canina: «Para
que comprendiera la dimensión de la obediencia en Casa, una vez, durante la
charla, mi directora no me dejo salir de la salita hasta que no me puse delante
de ella a cuatro patas y ladré como me lo pedía.... muy pedagógico» (Unicornioazul). Cantidad de
testimonios se pueden encontrar en Opuslibros, en los
que se comprueba lo aberrante, vejatoria e inhumana que resulta la obediencia
en la Obra de Dios. Si he transcrito sólo este, es
porque me ha parecido muy significativo. Y todo ello, porque se inculca que se
obedece a Dios, que habla por el director o directora: cuando Él les pida
cuentas...
Según todo
lo anterior, me parece que las preguntas que habría que formularse con relación
a la obediencia son: ¿a quién?, ¿en qué?, ¿para qué? y ¿por qué?
Obediencia
¿a quién?
En el Opus
Dei aseguran, que se obedece a los
directores porque representan a Cristo, y son los instrumentos que utiliza
Dios para hacer llegar su voluntad al miembro de la prelatura personal: «Con este
convencimiento, procuramos vivir, desde que llegamos a la Obra, una obediencia
delicada con los que hacen cabeza, pues el Director
—quien sea— representa a Cristo, y es instrumento de Dios para hacernos conocer
su Voluntad» (Meditaciones
II -segunda edición-, p. 517).
Es decir,
el director (una persona laica, cooperadora o cooperador orgánico de la
prelatura personal) es un ministro de Cristo (lo representa,
está comisionado o enviado por Él): vamos bien... Qué pena que la Iglesia no
reconozca este tipo de ministerio de los fieles laicos cristianos. Y este laico
es conocedor (instrumento, se dice) de la voluntad de Dios para la persona que
dirige (no se puede equivocar, ni puede manipular...): muy doctrinal, si
señor... ¿Quién lo habrá facultado para conocer la voluntad de Dios y, por
tanto, ser infalible?... Debe ser el prelado.
Además, se indica que esto se apoya en la fe cristiana: «La fe nos da fuerzas para seguir el camino que en la
Obra se nos señala. Para nosotros, la Voluntad de Dios
es siempre clara, transparente; la podemos conocer hasta en sus mínimos
pormenores, porque el espíritu de la Obra y la ayuda de
nuestros Directores nos permiten saber lo que el Señor nos pide en cada momento.
En el cumplimiento de esa Voluntad divina, en
una obediencia alegre y total,
ha de manifestarse nuestro espíritu de fe sobrenatural
y operativa.
La fe nos da energía para acometer
las empresas más difíciles al servicio de Dios y de su Obra, siempre que, por ser indicación de los Directores, Dios quiera que las
realicemos» (Meditaciones
III -segunda edición-, p. 338). Vamos bien..., vamos bien... Pura doctrina católica. Lo que me produce más
desazón es que parece que creen tener a Dios a su servicio.
La fe
sobrenatural, la misma por la que creemos en Dios nuestro Señor, se manifiesta
en una obediencia total al director, él indica
cuál es la voluntad de Dios para el adepto (debe tener un teléfono celular
directo con Dios). Qué sarta de disparates es ésta.
Es digno
de observar que se indica que la obediencia en el Opus Dei es “total”. Quizá hayan procurado, desde hace algún
tiempo, que esta afirmación no aparezca en los textos, pero siempre hay alguno
que se escapa a la revisión.
Obediencia
¿en qué?
Acabamos
de ver cómo en los documentos internos, se asegura que la obediencia en el Opus
Dei es “total”: en la Obra se puede mandar todo,
y hay que obedecer en todo, porque es Dios quien manda. Además, no existen
desobediencias pequeñas (cf Camino, n. 614), todas son desobediencias enormes..., debe ser
porque es una cuestión de fe sobrenatural.
El
Catecismo de la Iglesia Católica, al considerar la profesión de la fe,
nos habla de la obediencia de
la fe:
«Obedecer ("ob-audire") en la fe, es someterse libremente a la
palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma.
De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura.
La Virgen María es la realización más perfecta de la misma» (CI, n. 144). Sin
embargo, en el Opus Dei la palabra escuchada sólo está garantizada por los
directores que la pronuncian y por sus superiores, aunque éstos pretendan otra
cosa: no es una obediencia en la fe. Ni tampoco se puede decir que existe un “someterse libremente”, debido a la
presión interna de todos esos medios de adoctrinamiento individuales (dirección
espiritual en la Obra) y colectivos que llaman de formación
(deformación de la conciencia, podría decirse).
En el libro interno Meditaciones II (segunda edición)
podemos leer cómo el fundador exclama: «¡Cómo
anda a veces la obediencia por ahí...! ¡Qué pena! Todo
lo quieren poner en tela de juicio. Aun en la vida de entrega a Dios, hay
algunas personas para quienes todo es ocasión de disquisiciones: si pueden
mandar los superiores esto, si pueden mandar lo otro, si pueden mandar aquí, si
pueden mandar allá... En el Opus Dei sabemos esto: se
puede mandar todo —con el máximo respeto a la libertad personal, en materias
políticas y profesionales—, mientras no sea ofensa de
Dios» (p. 473). Tengo la impresión que la
frase que se encuentra entre guiones es un añadido posterior al escrito
original, lo que quizá puede confirmar la cita que sigue, donde en una
afirmación semejante, ya no aparece esa limitación a la obediencia: «tenemos también obligación de exponer al
Director aquellas cosas que juzgamos necesario que conozca, cuando nos parece
que una indicación que nos señala presenta alguna faceta desconocida para él.
Pero, si a pesar de eso, insiste, tenemos que obedecer,
si no es ofensa de Dios. Y no nos equivocamos al
hacerlo: Dios sacará de aquello todo el bien (De nuestro Padre, Crónica
XII-66, pp. 12-13)» (Meditaciones
IV -segunda edición-, p. 299). Dice
mucho ese “se
puede mandar todo” tan espontáneo. Aun en la vida de entrega a Dios
hay personas que reclaman para sí el tipo de obediencia debida sólo a Dios.
Repito lo que he escrito antes: parece que creen tener a Dios a su servicio.
En el catecismo
de la Obra (CO) se constriñe bastante la expansión de la fuerza
explosiva de las afirmaciones anteriores: «La materia de la obediencia a los Directores del
Opus Dei se extiende a todo lo que se refiere a la misión propia de la
Prelatura, y sólo a eso» (CO, n.
144). Y los deberes: «Para los miembros del Opus Dei,
la virtud de la obediencia lleva consigo los siguientes deberes: (...) 3) cumplir con delicadeza extrema todo lo preceptuado en
nuestro Derecho particular; 4) aceptar con la mayor prontitud y con esmero las
insinuaciones, disposiciones y consejos de los Directores en todo lo referente
a su vida espiritual y a la labor apostólica» (CO, n. 95).
Le va a
resultar difícil al miembro del Opus Dei “cumplir con delicadeza extrema todo
lo preceptuado” en su “Derecho
particular”, al no tener acceso a él,
y menos en su lengua vernácula, ya que se encuentra en latín y los Centros no
lo poseen. Otra cosa es lo que entiendan los jerarcas de la Obra por el derecho
particular de la misma, ya que remiten a su catecismo
cuando se refieren a él: «Parte
esencial de esta fidelidad al espíritu y al derecho de
la Obra es nuestra unión y obediencia al Padre, como Prelado que posee
la potestad ordinaria de jurisdicción sobre toda la Prelatura (Cfr. Catecismo, 5ª ed., nn. 412 y 414). Una unión y obediencia llenas de cariño filial y de
agradecimiento por sus desvelos de Buen Pastor,
a los que procuramos corresponder, con la gracia de Dios, esforzándonos por pasar siempre por su cabeza y su
corazón, por tener su persona e intenciones en el primer lugar de nuestras
peticiones al Señor» (Meditaciones
III -segunda edición-, p. 536).
Parece que
ellos se dan su derecho (su catecismo) ocultando y prescindiendo del derecho
que les concedió la Iglesia (sus estatutos).
Los “desvelos de
Buen Pastor” del padre pueden agradecerse y apreciarse en sus justos
términos en casos como el de Antonio
Petit.
Obediencia
¿para qué?
Por la
doblez que entiendo que existe en el Opus Dei, cuando escriben alguna palabra,
apostolado, en este caso (o al citar la labor apostólica), me parece que no se
refieren a lo que debe entenderse por ella, sino al proselitismo institucional
(no el cristiano): aumentar el número de miembros para que les sirvan para
perpetuarse, obtener los recursos económicos, y mostrar su eficacia y poder
ante la Iglesia y la sociedad. Por eso, cuando leo que «Para que nuestra labor apostólica sea eficaz,
necesitamos obedecer» (Meditaciones
III -segunda edición-, p. 205), entiendo que lo que busca la
obediencia, que se predica con todas las características que venimos
comentando, es en primer lugar, ser “eficaz” en
el proselitismo institucional.
Esa misma afirmación la encontramos en
lo que sigue: «Y en el pasaje del Evangelio que hemos visto, hace el elogio del
fiat de su Madre. Cuando habla de aquéllos
que le aman, lo hace en términos de obediencia, de identificación con una
voluntad ajena —la de Dios— que hacen propia. Ese es el camino por el que nos
adentramos en la verdadera vida interior, el sendero que nos da la eficacia. Si los
hijos míos son santos y humildes serán eficaces
en todo el mundo; cuanto más humildes, más eficaces.
No hemos venido a mandar, sino a obedecer (De
nuestro Padre, Crónica XI-58 p 8)» (Meditaciones
III -segunda edición-, p. 512).
Otro
motivo es evitar el ejercicio de la razón, si éste no les conviene: «Obediencia rendida: evitar el juicio crítico» (Meditaciones
IV -segunda edición-, p. 297). Es asegurar que la facultad
intelectiva humana, sólo la poseen los directores; el resto a obedecer, que es
lo suyo. No se debe pensar, si esto lleva a darse cuenta de alguna de entre la
multitud de contradicciones que existen en la doctrina y en la praxis internas,
y entre éstas. Y, como se observa, en la obediencia no hacen ninguna distinción
entre el fuero interno y el externo de la persona.
También la obediencia para perseverar
a toda costa, aunque se quiebren el cuerpo y el alma: «HIJO mío, ya te has persuadido, con esta
parábola, de que si quieres tener vida, y vida eterna,
y honor eterno; si
quieres la felicidad eterna, no puedes salir de
la barca, y debes prescindir en muchos casos de tu fin personal. Yo no tengo otro fin que el corporativo: la obediencia.
¡Qué hermoso es obedecer!» (Meditaciones IV -segunda edición-, p.
88). Se promete salvación y honor eternos a quien
persevere en la Obra. Para prometer eso hay que estar facultado, supongo: «Oyendo esto, los discípulos se quedaron
estupefactos y dijeron: ¿Quién, pues, podrá salvarse? Mirándolos, Jesús les
dijo: Para los hombres, imposible, mas para Dios todo es posible» (Mt 19, 25-26). «En ningún otro hay salvación, pues ningún
otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual
podamos ser salvos» (Hch 4, 12).
Mira por
donde, con la cita anterior, me entero que el fin
corporativo del Opus Dei es la obediencia. No parecía, por todo lo que
he leído. A esta afirmación se le pueden sacar conclusiones interesantes: ¿Un
fin corporativo que no incluye a Cristo...? Las conclusiones a que nos lleva
esto no son difíciles de extraer. De cualquier forma, parece conceptualmente
muy humano y paupérrimo ese fin corporativo del Opus
Dei: la obediencia.
La
obediencia es lo más práctico para obtener personas dóciles y sumisas a los
jerarcas, amenazados por la cizaña del adepto, de pensar por su cuenta: «La
docilidad que Dios nos pide, es sumisión de enamorados, no mera aceptación
externa de lo que se nos indica: se obedece con los labios, con el corazón y con
la mente. —Se obedece no a un hombre, sino a Dios (Surco, n. 374). Con esa visión sobrenatural, la cizaña
no será una amenaza irremediable en nuestra vida, sino un estímulo más para la
lucha, para la vigilancia» (Meditaciones
III -segunda edición-, p. 544).
Obediencia
¿por qué?
¿Por qué
se ha de obedecer? Pues, como ya hemos visto, porque es una cuestión de fe
sobrenatural: «La
fe ha de manifestarse en una obediencia
decidida, sobrenatural» (Meditaciones
III -segunda edición-, p. 334).
Y porque
parece ser el único camino seguro; pero, ¿para qué?: «Obedecer..., camino seguro. —Obedecer ciegamente al superior..., camino
de santidad. —Obedecer en tu apostolado..., el único
camino: porque, en una obra de Dios, el espíritu ha de ser obedecer o
marcharse» (Camino, n. 941). Sí, debe ser para la
santidad del adepto, si no mira, si se hace el ciego, porque si mira... Cómo
puede permitir la Iglesia que se predique una obediencia ciega a un laico...
Vaya afirmación sectaria destructiva. Aquí no hay ningún tipo de fuero, la
obediencia es total y ciega; los fueros se lo pasan por el arco del triunfo.
Porque es voluntad expresa de Dios. ¿Será una revelación
divina extemporánea?: «Unión con Cristo, también por
la obediencia. ¿Cómo podríamos ser buenos
instrumentos, si nos sustrajésemos a lo que es voluntad
expresa de Dios? Obedeced, como en
manos del artista obedece un instrumento —que no se para a considerar por qué
hace esto o lo otro—, seguros de que nunca se os mandará cosa que no sea buena
y para toda la gloria de Dios (Camino,
n. 617), poniendo en la ejecución de lo que se nos confía todas las fuerzas
de la inteligencia y de la voluntad. Y los que hacen cabeza son quienes con más fidelidad necesitan vivir la
virtud santa de la obediencia: porque, en primer
lugar, han de identificarse con sus Directores inmediatos; y además, han de
acomodarse siempre al espíritu y a las normas de la Obra (De nuestro Padre,
Instrucción, 31-V-1936, n. 35). Toda la inteligencia y la iniciativa
puesta para ser buenos instrumentos, tiene su razón de ser y se justifica en la
medida en que queremos cumplir la Voluntad de Dios»
(Meditaciones IV -segunda edición-, p.
128). Esto parece contradictorio: ¿cómo se puede
obedecer “como en manos del artista
obedece un instrumento —que no se para a considerar por qué hace esto o lo
otro—“ (ciegamente) y, además, poner toda “la inteligencia y la iniciativa”? Una de tantas contradicciones. Por otra parte, ya me
había imaginado que los directores eran unos artistas.
Se obedece porque de esta forma se está adherido a
Jesucristo: «Hijos míos —nos pide nuestro
Padre— ¡muy unidos a la cepa!, pegadicos a nuestra cepa, que es Jesucristo, por la obediencia rendida
a los Directores (De nuestro Padre, Crónica
Vl-él, pp. 13-14)» (Meditaciones IV -segunda edición-, p.
266). Parece decir que un cristiano no se une a
Jesucristo por la fe y las obras, sino por “la obediencia rendida a los Directores”.
Rendida... Necesitan vencer. La impresión que me da, es que tratan de aprovecharse
del cristianismo, para ejercer un dominio total sobre los demás, para conseguir
unos objetivos que vaya usted a saber...
Resumiendo todo lo anterior, podemos
concluir afirmando que la obediencia a
la directora o al director (laico cooperador orgánico de la institución) en el
Opus Dei es:
una manifestación de la fe sobrenatural, la misma por la que
creemos en Jesucristo, por lo que dota a la obediencia de la característica de
sobrenatural. Y esta fe da la fuerza para obedecer. Se obedece no a un hombre,
sino a Dios;
obediencia a Dios, no a un hombre. Hay que tener esa visión
sobrenatural;
lo que permite saber lo que el Señor pide en cada momento,
porque siempre expresa la voluntad de Dios para el miembro, dado que el
director representa a Cristo y es instrumento de Dios: él indica cuál es la voluntad de Dios para el dirigido;
inequívoca, y sirve para perseverar a toda costa;
tal que el miembro no debe pararse a considerar lo que se le
manda. Se obedece como en manos del artista obedece un instrumento, un buen
instrumento, que no se sustrae a lo que es voluntad expresa de Dios;
ciega, y camino de santidad porque identifica con los
directores inmediatos;
total. Mientras no sea ofensa a Dios, se puede mandar todo y
hay que obedecer en todo: se obedece con los labios, con el corazón y con la
mente;
necesaria para que la labor apostólica sea eficaz, y para
evitar la cizaña, que es una amenaza irremediable en la vida del miembro;
rendida, para estar unido a Jesucristo, y debe evitar a toda
costa ser cuestionada porque ese es el maléfico espíritu crítico;
el fin corporativo de la Obra de Dios.
Me parece
que no todas esas características están de acuerdo con la doctrina de la
Iglesia Católica, pero doctores tiene la Iglesia...
Federico