Lo que pasó a ser el Opus Dei
Misericordia quiero y no sacrificio.
(Mt 12,7)
Índice
La absolutización de los conceptos tradicionales de la
espiritualidad cristiana 5
De la disponibilidad al aislamiento 6
De la docilidad a la renuncia del entendimiento 10
Del don de sí a la pérdida de sí 13
De la laboriosidad al activismo 15
Del paternalismo al control 17
De la devoción al cumplimiento 24
Del esfuerzo al voluntarismo 28
De la caridad al apostolado 30
Del apostolado al proselitismo 32
De la santidad al perfeccionismo 33
La absolutización de la institución y de la idea de
vocación 35
De la discreción al secretismo 36
De la santidad de la Iglesia a la santidad del Opus Dei 39
De la vocación al encarcelamiento 41
Abusos en la dirección espiritual 48
Diccionario del lenguaje interno del Opus Dei 52
Meditación “El buen pastor” 57
Pautas para el Opus Dei dentro de la diócesis de
Westminster 61
Opinión del cardenal Hans Urs von Balthasar 63
Escrito de denuncia para el Vaticano 66
El Opus Dei (Obra de Dios) fue fundado por Josemaría
Escrivá en el año 1928 en Madrid. Su objetivo inicial era formar un
grupo elitista de seglares que con su prestigio profesional y intelectual
difundirían los ideales cristianos en los ambientes intelectuales. Para
proteger su grupo del peligro de la soberbia y de los quehaceres humanos, les
impuso una disciplina inspirada en los más rigurosos regímenes monásticos. Un
miembro del Opus Dei tenía que llegar al éxito profesional, pero consagrando
simultáneamente mucho tiempo a la oración, la meditación y la mortificación.
Gracias a una estrategia
dinámica y expansiva, la organización se expandió rápidamente primero por
España, luego por todo el mundo. Según sus datos oficiales tiene hoy
85.000 miembros, de los cuales el 78% vive en España y América Latina.
Los miembros son de cinco categorías:
·
Los numerarios – seglares (hombres y mujeres) que viven en centros del Opus Dei. No se
casan y entregan todo su sueldo a la organización.
·
Las numerarias auxiliares – mujeres seglares que viven en centros del Opus
Dei dedicadas principalmente al cuidado material (limpieza, cocina, plancha,
etc.) de los centros de la Obra. No tienen acceso a una educación que no esté
vinculada con sus quehaceres, no tienen dinero propio y en algunos países no
tienen aún contrato de trabajo. No pueden ir a ninguna parte sin la vigilancia
de una numeraria.
·
Los agregados – seglares (hombres y mujeres) que cumplen las mismas obligaciones de los
numerarios (no se casan, entregan todas sus ganancias a la organización) pero
que por motivos de índole económica, social, salud, edad, etc., no viven
en centros del Opus Dei, sino con su familia o en sus propias casas. También
pertenecen a esta categoría los miembros del clero diocesano que pertenecen a
la Prelatura, pero no están incardinados en ella y los agregados seglares que
se ordenan de sacerdotes .
·
Los supernumerarios – seglares (hombres y mujeres) no obligados al
celibato, que tienen su propia familia y su propia casa. Entregan una
aportación económica al Opus Dei según sus posibilidades.
·
Los sacerdotes del Opus Dei – numerarios que fueron ordenados para servir a
las necesidades pastorales del Opus Dei y están incardinados en la Prelatura.
Sólo ellos pueden ocupar determinados (y altos) cargos del gobierno interno.
Fui miembro del Opus Dei
(numerario) durante 13 años. Entré en la organización a la edad de 16
años en París. Dos años después fui enviado a Varsovia para
ayudar al desarrollo del Opus Dei en Polonia. Al principio estuve como “miembro
de tropa”, después de cinco años de formación me nombraron director y
empecé a tener acceso a los reglamentos internos vedados a los socios sin
gobierno.
Así pues, conozco el
contenido de los reglamentos internos de la Prelatura y deseo divulgarlo en
este libro. Otros libros tienen la limitación de apoyarse principalmente en
unos cuantos testimonios. Es difícil en base a tal conocimiento extraer
conclusiones generales, porque nunca se sabe si los comportamientos expuestos
derivan de la responsabilidad personal de los individuos en cuestión o se
dieron como consecuencia de las mismas enseñanzas del Opus Dei. Vamos
aquí a examinar los principios por los cuales se rige la Prelatura. Gracias
a este conocimiento será más fácil entender e interpretar los testimonios de
las personas que estuvieron en contacto con esta organización.
El Opus Dei apoya su
mensaje en “la santificación de los quehaceres quotidianos”. Lo mismo que el
hasidismo o el budismo zen, concentra nuestra atención el encuentro con Dios en
la vida cotidiana. Cada hombre es hijo de Dios y por lo mismo invitado a pasar
cada momento de su vida en confianza y Amor. Las personas que entran en el Opus
Dei quieren realizar este ideal en su vida. La Iglesia aprobó esta
espiritualidad y los medios que tienen que hacer de estas ideas, realidad.
Esta perspectiva
encantadora está en contradicción con el panorama de numerosas personas que
salen del Opus Dei con síntomas de mucho sufrimiento. También sabemos que
muchos miembros padecen enfermedades somáticas, signos de depresión o de stress
crónico. ¿De dónde procede tan disonancia? ¿Por qué una
institución que se fundamenta en un mensaje tan bonito aporta tan amargos
frutos?
Mi experiencia –como la
experiencia de muchos ex-miembros– permite localizar la fuente del problema en
el fenomeno de la “absolutización”.
Por exceso de celo o quizá por otra razón, el Opus Dei en su enseñanza
radicaliza sistemáticamente los conceptos tradicionales de la vida cristiana.
Transforma virtudes en exigencias intransigentes. La eficacia es la meta más
alta y reduce el proceso de maduración espiritual a la exigencia de cumplir con
reglas concretas y exigentes. Tal práctica conduce muy a menudo a los miembros
al ahogo, o aún más, a la pérdida de su identidad, de su yo-mismo.
Me limitaré aquí a
ilustrar este fenómeno basándome en los escritos fundacionales y en los
documentos internos de la Prelatura. Describiré el proceso de absolutización de
los conceptos tradicionales de la espiritualidad cristiana, el proceso de
absolutización del Opus Dei y el proceso de absolutización de la idea de
vocación.
Los candidatos que entran
en el Opus Dei quieren vivir en medio del mundo como cristianos corrientes,
buscando el Amor de Dios en sus quehaceres ordinarios y dando testimonio sobre
Dios a la gente de su entorno. En cambio de la ayuda espiritual necesaria, los
miembros consagran su dinero y su tiempo a trabajar al servicio del Opus Dei.
El Opus Dei considera su
tarea (“recordar la vocación universal a
la santidad”) como una misión que necesita un plan de realización
sistemático y organizado. La estrategia consiste en convertir en primer lugar
los ambientes intelectuales y de negocios para, a través de ellos, llegar después a un número mayor de
destinatarios. Para la realización de esta estrategia el Opus Dei se proveyó de
una organización militar: tiene una jerarquía minuciosamente definida. Las
tareas concretas son distribuidas a los miembros por sus superiores y la
totalidad de la misión evangelizadora
es coordinada desde Roma, donde reside el Prelado –la máxima instancia
jerárquica-.
El Prelado exige de sus
inferiores una disponibilidad proporcional al grado de su compromiso: los
supernumerarios tienen su familia y no pueden dedicar mucho tiempo a la misión evangelizadora; los agregados
tienen más tiempo, pero no viven en los centros de la Obra… quedan los numerarios,
a los que sí se les exige una disponibilidad completa. En este contexto se dice
que el Opus Dei es “familia y milicia”
–milicia del punto de vista de su
organización y de la obediencia exigida a sus miembros, familia del punto de vista de la satisfacción de las necesidades
emocionales de los mismos-. La Obra tiene que llenar toda su vida y ser su
primer objetivo.
La absolutización de la
idea de disponibilidad hace que los numerarios queden aislados de su familia,
dentro de la organización de los otros miembros e, incluso, de la Iglesia
universal.
Cuando el candidato ya ha
dado el paso de pedir la admisión en el Opus Dei (estamos hablando con bastante
frecuencia de chicos y chicas de poco más de catorce años), se procura
paulatinamente que vaya confiando cada vez más en la institución (“en Dios”) y,
por eso, menos en sus padres. Si una familia se opone a la vocación de su hijo,
se explica al nuevo adepto que esta familia está ciega por el amor desordenado
que tiene hacia él. O que la familia es un instrumento del diablo para
alejarnos de nuestra intención de consagrarnos a Dios. Y desde el momento
en que el numerario se incorpora a vivir en un centro con otros miembros, se
procura que el contacto con la familia quede limitado al mínimo. Así, por
ejemplo, si un numerario vive en una ciudad y va a visitar a sus padres, no
suele alojarse en casa de sus padres, sino que irá a dormir al centro del Opus
Dei de esa ciudad, incluso aunque eso suponga muchas molestias
e incomprensión de los padres (y, en muchas ocasiones, del propio
numerario). Asimismo, los numerarios no deciden por ellos mismos cuánto tiempo
pueden dedicar a su familia; son los directores los que deciden por él:
De ordinario, los
numerarios no participan en determinados
acontecimientos o sucesos familiares —el matrimonio de un pariente, una primera Misa, etc.—, que ocasionan
innecesarios gastos de tiempo y de dinero. (...)
Después de que el Consejo local haya tomado la determinación oportuna, el interesado contesta a su familia, sin trasladar a los Directores la responsabilidad —que no tienen— de la decisión.[1]
El Opus Dei obliga así a
los numerarios a hacer una pirueta mental: los directores deciden soberanamente
sobre la posibilidad de que puedan o no ir a la boda (o bautizo o entierro) de
alguien de su familia, pero es el numerario y sólo el numerario el responsable
de esta decisión...
Si en casos extremos los
directores no pueden prohibir la visita a la familia, intentan controlar al
numerario hasta el extremo: éste tiene que presentar a los directores el plan
de su viaje y encontrar algo útil que hacer en aquel sitio para justificarlo.
Porque según el Opus Dei, la familia es una pérdida de tiempo:
Si, después de ponderarlo con detenimiento, se juzga preciso realizar un viaje para atender en una necesidad a alguna persona de la familia, se concreta el plan —reduciendo al tiempo estrictamente necesario la estancia en el lugar de destino—, y se informa a la Comisión Regional correspondiente del motivo, de la duración de la estancia y de cualquier otro dato de interés. Desde luego, estaría fuera de lugar —de modo particular si se vive en otro país— que la finalidad del viaje fuera sólo ir a visitar a los parientes.[2]
El aislamiento de la
familia se logra no sólo limitando los contactos con ella, sino también en la
esfera de los sentimientos: los numerarios no pueden tener fotos de su familia
en la habitación:
El que ocupa una habitación personal no deja a la vista fotografías o retratos de los padres, hermanos, etc.; el que lo desee, conserva esas fotos en la intimidad.[3]
Quizá los numerarios
tendrían la posibilidad de mantener un equilibrio mental si, después de haber
perdido el contacto con su familia, se encontraran en la nueva y gran familia
que es, como dicen, el Opus Dei. Desgraciadamente el numerario se encuentra
severamente aislado en esta “nueva familia”: todo tipo de amistad está
prohibida entre miembros de la Obra:
Nunca será conveniente que
los fieles del Opus Dei tengan entre sí estas confidencias de vida interior o
de preocupaciones personales, porque quienes cuentan con la gracia especial,
para atender y ayudar a los miembros de la Obra, son el Director o la Directora
- o la persona que los Directores determinen - y el sacerdote designado.
Si no se evitasen esas
confidencias con otras personas, se podría dar lugar a grupos o amistades
particulares, y se podría fomentar en algunos una curiosidad indebida sobre
asuntos que no les incumben.
Los fieles pueden abrir libre y espontáneamente su alma al Director local y a la persona con la que hacen la Confidencia.[4]
La prelatura explica la
razón de tal comportamiento: se trata de controlar el acceso a la información
(“se podría fomentar en algunos una
curiosidad indebida sobre asuntos que no les incumben”). Lo que uno sabe
del Opus Dei tiene que ser sabido sólo por él. Y no se trata aquí de secretos
de conciencia: se trata de cosas tan prosaicas como el día a día de las
actividades corrientes. No se tiene derecho a contar ninguna cosa sobre la
Obra, ni siquiera a las personas que pertenecen a ella:
Estaría fuera de lugar que, a causa de la facilidad de estos procedimientos de comunicación, se enviaran mensajes informando de actividades a un fiel de la Prelatura destinado en otra Región, como si fuera un corresponsal. [5]
La verdad oficial está
recogida en una publicación mensual editada en Roma (Crónica para los varones y Noticias
para las mujeres). Estas publicaciones también se esconden de la gente que no
pertenece a la Obra.
Además, hay una regla
según la cual si dos numerarios se hacen amigos, conviene separarlos cuanto
antes:
Procurad separar de
nuestras casas a aquellos que con facilidad pueden contraer especiales
amistades, que siempre van en detrimento de la caridad con los demás y que, si
la otra alma llega a darse cuenta, acaban en una verdadera esclavitud. Inculcad
en los corazones de todos y en sus cabezas —cuando sea oportuno— la necesidad
de cortar, desde el principio, las predilecciones entre sus hermanos.
Prevenidles contra esas
inclinaciones de simpatía, de parentesco, de paisanaje, de amistad anterior a
la vocación, de estudios comunes, etc., que son ordinariamente el origen de
esos posibles errores.
Haced que pongan los
remedios convenientes: oración, mortificación, que hablen con sencillez, para
que podáis ayudarles; que traten menos y con menos amabilidad a aquellas
personas, por las que sienten excesiva simpatía; que traten con más amabilidad
a aquellas otras, cuya convivencia les molesta.
Si es necesario se procura que no convivan en la misma casa o en el mismo Centro.[6]
No se trata aquí de
homosexualidad. Ocurre a menudo que dos jóvenes amigos entran juntos en el Opus
Dei. Para gran sorpresa suya, separan cuanto antes a uno del otro: uno se envía
a un centro, el otro a otro (a menudo en otra ciudad). Este modo de proceder se
aplicó a mi hermana y puedo confirmar personalmente que es especialmente
feroz. Mi hermana se encontró sola y sin defensas frente a sus directoras. Esto
tuvo una consecuencia muy funesta para su salud mental. Gracias a Dios, también
se salió del Opus Dei.
Incluso antes de entrar
en la organización, el director y el sacerdote intentan convencer al candidato
para que no busque consejo con el párroco o con sus padres:
A los que quieren pedir la
admisión [a la Obra] se les dice que consulten
con quienes quieran, para respetar la libertad de todos.
Pero se debe advertir a los interesados que, sin conocer la Obra, es difícil que pueda nadie dar un consejo objetivo y prudente; y más aún, si se tratara de acudir a quienes se oponen a la vocación al Opus Dei.[7]
Dicho de otra manera, el
Opus Dei concede a las personas que no son todavía miembros de la institución
el derecho a pedir consejo a quien quieran... Pero le gustaría quitarles esta
posibilidad, sobre todo si quieren consultar con personas que no son
simpatizantes de la Obra. Este modo de entender la libertad es muy
interesante...
El nuevo adepto tiene que
reconocer la espiritualidad del Opus Dei como un camino hacia la santidad
confirmado por la Iglesia. El que tuviera cualquier duda sobre esto pondría en
cuestión la misma autoridad de la Iglesia. Se supone que si esa persona
estudiara mejor la cuestión, daría la razón al Opus Dei. Por si acaso, la Obra
no permite a sus miembros ningún contacto con un sacerdote que no pertenezca a
la prelatura. En la cita que sigue san Josemaría hace referencia a la parábola
del buen pastor “que conoce sus ovejas,
ellas le conocen, escuchan su voz y le siguen”.
Hijos míos, vosotros debéis
formular el propósito firme de no cometer esa equivocación en vuestra vida. El
mismo Señor, por medio de San Juan, nos advierte que no hay que buscar
consejo fuera, que eso sería como ir voluntariamente al precipicio. ¡Se
debe huir del extraño, debéis escuchar sólo la voz del buen pastor!
¿Sabéis quién es,
para mis ovejas, el buen pastor? El que tiene misión otorgada por mí. Y yo la
doy ordinariamente a los Directores y a los sacerdotes de la Obra. (...) Hay
que oír la voz del buen pastor, de los que han recibido la misión para
apacentar las ovejas del Opus Dei. Todos los demás no son pastores con esa
misión específica. (...)
Si el alma en
circunstancias particulares necesita una medicación –por decirlo así- más
cuidadosa, esto es, si se requiere el oportuno y rápido consejo, la dirección
espiritual más intensa, no debe buscarse fuera de la Obra. Quien se comportara
de otro modo, se apartaría voluntariamente del buen camino e iría hacia el
abismo; sin duda, habría perdido el buen espíritu. (...)
Si tú hicieras esto, tendrías mal espíritu, serías un desgraciado. Por ese acto no pecarías, pero ¡ay de ti!, habrías comenzado a errar, a equivocarte. Habrías empezado a oír la voz del mal pastor, al no querer curarte, al no querer poner los medios.[8]
El que habla con un
sacerdote que no pertenece a la Obra no peca. ¡Pero está cometiendo un
crimen que le conducirá a la perdición! Apoyándose en comparaciones extraídas
del Evangelio, san Josemaría manipula los sentimientos de sus discípulos: les
inculca el disgusto hacia los sacerdotes que no pertenecen a la Obra, el miedo
a hablar con ellos y les provoca remordimientos de conciencia si lo hacen.
El proceso de formación
de los nuevos miembros da por entendido que la persona que entra asimila un
cierto canon de convicciones comunes que le van a permitir gozar plenamente de
la espiritualidad que se le propone. Este proceso es sano en tanto en cuanto no
conduce a la negación de las creencias personales y deja un cierto margen para
la libertad de pensamiento. La absolutización del proceso de formación llega a que no se trata de que
cada persona sea cada vez más consciente y responsable; se trata de que se
apropie de determinadas opiniones. Para lograr esto, la Obra recurre a argumentos
ascéticos:
La soberbia, frecuentemente disfrazada de humildad, es el obstáculo más fuerte, si se presenta; normalmente, suele aparecer al cabo del tiempo. Tiene manifestaciones de susceptibilidad, de espíritu crítico, de falta de docilidad, etc. En estos casos, es preciso ayudar al interesado a ver claramente que esas ideas o reacciones son tapujos de su soberbia. Para vencerla, debe (...) dejarse llevar dócilmente.[9]
Si un miembro de la Obra
manifiesta cualquier duda, el Opus Dei le convence de que su duda es el fruto
de su soberbia. Para sanarse, tiene que dejarse guiar como un niño:
La infancia espiritual exige la sumisión del entendimiento, más difícil que la sumisión de la voluntad. —Para sujetar el entendimiento se precisa, además de la gracia de Dios, un continuo ejercicio de la voluntad, que niega, como niega a la carne, una y otra vez y siempre.[10]
Según san Josemaría el
entendimiento es algo malo (como malo es la carne) y hay que sujetarlo con la
fuerza de la voluntad.
Es particularmente importante la mortificación interior: guarda del corazón, de la imaginación y de los sentidos, de la memoria, de la inteligencia y de la voluntad.[11]
Difícilmente se podría
imaginar un programa más anti-humanista: hay que refrenar el amor (los
movimientos del corazón), la fantasía (los movimientos de la imaginación), la
carne (los movimientos del cuerpo), el entendimiento (la memoria, la
inteligencia y la voluntad). Además se hace aquí patente el intento de anular
la autoestima y la fe en uno mismo:
El espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior.[12]
Ese espíritu crítico —te
concedo que no es susurración— no debes ejercitarlo con vuestro apostolado, ni
con tus hermanos. [13]
Mira —te tranquilizaré—, toma una pluma y una cuartilla: escribe sencilla y confiadamente —¡ah!, y brevemente— los motivos que te torturan, entrega la nota al superior, y no pienses más en ella. —El, que hace cabeza —tiene gracia de estado—, archivará la nota... o la echará en el cesto de los papeles.[14]
Resignación del
entendimiento, apoyarse únicamente en la opinión del director espiritual – éste
es el único camino en el Opus Dei-:
No os fiéis fácilmente del propio juicio: como el metal precioso se pone a prueba —necesita la piedra de toque—, nosotros hemos de ver si nuestro juicio es oro fino —en lo humano y en lo sobrenatural— teniendo en cuenta el parecer de los demás, especialmente de quienes tienen gracia de estado para ayudarnos. Por eso hemos de tener la buena disposición de rectificar lo que antes hayamos afirmado.[15]
Hay que advertir que san
Josemaría ensancha las competencias de cada director espiritual a las cosas
humanas, es decir, también a los temas laborales, científicos, sociales, etc.
Pero la tarea de cuidar de la ortodoxia de cada miembro es de todos:
Es deber de todos preocuparse por la perseverancia de los demás, cuidar de la salud espiritual y doctrinal de la Obra. Auxiliaos para huir de las ocasiones, para guardar los sentidos, para mortificar la curiosidad de la razón.[16]
Yo creía que la
curiosidad de la razón es un don de Dios y un rasgo característico de la
humanidad. San Josemaría nos libera de este accidente. Para defender a “sus
hijos” de la curiosidad de la razón elaboró una lista de libros peligrosos:
Una medida concreta de prudencia, para rechazar y oponerse a la disolución de la fe y de las costumbres, es sujetarse humilde y gustosamente al condicionamiento que supone evitar determinadas lecturas. (...)No debemos leer libros de mala doctrina o literatura que disuelve las costumbres.[17]
Un miembro del Opus Dei
para poder leer cualquier libro tiene la obligación de pedir el permiso de su
director. El director verifica si este libro no está en la lista interna de los
libros peligrosos y da el permiso. Tuve, por ejemplo, que esperar más de 3
meses para obtener el permiso de leer La
peste de Albert Camus porque la única persona competente para darme este
derecho era el Prelado del Opus Dei.
El número de libros
incluidos en el Índice del Opus Dei
alcanza actualmente más de 23.000 títulos. ¿Es esto mucho? Tomando en
consideración que la lista abarca obras de literatura, filosofía, teología,
psicología, etc., es lo suficientemente grande como para dificultar
considerablemente el estudio de las ciencias humanistas. Los miembros del Opus
Dei se ven obligados a hacer muchas piruetas para estudiar, por ejemplo,
literatura. En efecto, es difícil pasar un examen no habiendo leído una obra
maestra de la literatura universal por el simple hecho de que este libro
“disuelve las costumbres”...
En la lista de libros
prohibidos hay obras de pensadores como Hans Urs von Balthasar, Thomas Merton,
Henri de Lubac, Yves-Marie Congar, Alfons Auer y Karl Rahner. Joseph Ratzinger
también tenía libros “de mala doctrina”, pero esos libros desaparecieron de la
lista cuando fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe. Nuestra única salvación viene del fiel seguimiento de las enseñanzas
de santo Tomás de Aquino:
Si, para combatir eficazmente los males del modernismo, San Pío X —como de modo análogo había hecho antes León XIII— señalaba, entre los más importantes remedios que urgía poner, el fiel seguimiento de la filosofía y de la teología de Santo Tomás, es patente que ahora se impone como nunca el estricto cumplimiento de esa disposición.[18]
La paradoja expuesta por
las palabras de Jesús “quien quiera salvar su vida la perderá; pero el que
pierda su vida por causa mía la salvará” refleja un cierto acertijo al que la
Iglesia ha respondido con su enseñanza sobre el don de sí. La resignación y
el olvido de sí son ideas
tradicionales. Pero su absolutización llega a la pérdida de sí. Miremos cuál es
la práctica del Opus Dei en este campo:
Que los hijos míos no olviden que vienen a obedecer, que vienen a pasar inadvertidos.[19]
Una buena parte de la entrega es no pensar en sí mismo.[20]
Pienso que se solucionan todos los conflictos de cada uno de mis hijos si, a la hora del examen, pueden decir de verdad: "Jesús, de mí no me he ocupado, no he pensado en mí". Si te comportas así, tú eres alma contemplativa, tú eres ipse Christus (el mismo Cristo).[21]
Insisto: pongo como remedio de todos los problemas personales, el olvidarse de sí mismo, para preocuparse de los demás, por Dios. Así se va por los caminos de la tierra, construyendo los caminos del Señor.[22]
Casi todos los que tienen problemas personales, los tienen por el egoísmo de pensar en sí mismos. Es necesario darse a los demás, servir a los demás por amor de Dios: ése es el camino para que desaparezcan nuestras penas. La mayor parte de las contradicciones tienen su origen en que nos olvidamos del servicio que debemos a los demás hombres y nos ocupamos demasiado de nuestro yo. Entregarse al servicio de las almas, olvidándose de sí mismo, es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría.[23]
En el
nombre del don de sí se combate finalmente el amor a sí mismo : “cuando
se trata de elegir algo para uso personal, elegir lo más pobre, lo menos
simpático”.[24] A
los miembros del Opus Dei se pone como ejemplo el fundador que afirmaba: “no valgo nada, no tengo nada, no sé nada, no
soy nada, ¡nada!” [25]
Sin duda tal postura es bastante destructiva desde el punto de vista
psicológico y los problemas aparecerán temprano. ¿Cuanto tiempo puede
uno sobrevivir sin vida propia? ¿En qué momento aparecerá la sensación
de vacío, de sinsentido, de desesperanza? San Josemaría previó tal eventualidad
y dio la siguiente solución: es verdad que un miembro del Opus Dei puede sentirse
alienado, pero en esto justamente consiste la santidad:
Si en algún momento —ante
el esfuerzo, ante la aridez— pasa por vuestra cabeza el pensamiento de que
hacemos comedia, hemos de reaccionar así: ha llegado la hora maravillosa de
hacer una comedia humana con un espectador divino.
No podemos abandonar
nuestra vida de piedad, nuestra vida de sacrificio, nuestra vida de amor. Hacer
la comedia delante de Dios, por amor, por agradar a Dios, cuando se vive a
contrapelo, es ser juglar de Dios. Es hermoso —no lo dudes— hacer comedia por
Amor, con sacrificio, sin ninguna satisfacción personal, por dar gusto al
Señor, que juega con nosotros. (...)
Hay que cumplir con el deber, no porque nos guste, sino porque tenemos obligación. No hemos de trabajar porque tengamos ganas, sino porque Dios lo quiere: y entonces habremos de trabajar con buena voluntad. El amor gustoso, que hace feliz al alma, está fundamentado en el dolor, en la alegría de ir contra nuestras inclinaciones, por hacer un servicio al Señor y a su Santa Iglesia.[26]
Es verdad que el amor
puede provocar sufrimiento (por malentendidos, por el sufrimiento de la persona
querida, etc.), pero la afirmación que “el
amor gustoso está fundamentado en el dolor” es falsa y peligrosa, como
también lo es la afirmación del fundador de que “la alegría tiene sus raíces en forma de cruz”.
Cuando hablamos de
egocentrismo es verdad que a veces es mejor “no escucharse a sí mismo”. Pero
escucharse a sí mismo es útil para enterarse de lo que se quiere, se siente, se
piensa y para darse cuenta de la causa del sentido de nuestro sufrimiento. El
dolor cumple el papel biológico de señalizar que algo no funciona como
debería. No se puede echarle de lado. Es como si alguien condujera un coche sin
mirar las indicaciones del salpicadero... En este punto se puede ver la fuente
de muchas enfermedades psíquicas que se dan entre los miembros de la Obra. Se
confunde el escuchar las señales del cuerpo con la complaciencia con el
placer, lo que lleva a la doctrina de la mortificación permanente.
No tener vida propia, no
quererse a sí mismo, trabajar por obligación, no tener ningún placer... Estos
son los ideales para los que vive el miembro del Opus Dei. Allí uno no tiene
derecho a la felicidad. Los individuos no tienen valor. Lo importante es lo
corporativo. Sólo tiene precio el trabajo que uno pueda ofrecer al Opus Dei. La
humildad que se nos propone consiste en la pérdida de uno mismo, en la
aniquilación de la propia identidad, para acabar “siendo
tú mismo Opus Dei”.[27]
“Pasar inadvertido” –ése es el ideal que los miembros del Opus Dei
deben perseguir-. Se les impone la meta de no crear problemas, de no tener
opinión propia, de dejarse conducir como niños. La doctrina de la
infancia espiritual se reduce a una postura infantilizada: “Niño, el abandono exige docilidad.”[28]
La laboriosidad es una
cualidad útil, pero la absolutización de esta virtud lleva a un activismo
permanente. En este caso las maltratadas son algunas necesidades humanas
naturales como el descanso o el juego (ludismo). Un miembro del Opus Dei tiene
que trabajar siempre. Al mismo tiempo, nunca puede pensar que ha trabajado
bastante:
El Señor pide siempre más: más, más, más, repetía nuestro Padre. A veces sólo un pequeño esfuerzo; otras, uno mayor; pero siempre algo más.[29]
El eslogan más, más, más es sistemáticamente
utilizado en la dirección espiritual. Hay que recitar más oraciones, trabajar
más (descansar menos), hacer más apostolado. La gente común considera que puede
juzgar por sí misma cuántas fuerzas tiene para trabajar y qué le gusta. No pasa
así en el Opus Dei:
Ciertamente, cada uno debe recorrer de modo personalísimo el camino de la vocación a la Obra, pero sin salirse del espíritu de entrega total a Dios que nuestro Padre nos ha transmitido. No cabe fabricarse un camino a la medida de la propia falta de generosidad (de "mi debilidad", de "mi pequeñez"...). Si así se hiciera, la vida dejaría de ser respuesta a Dios para convertirse en respuesta a las exigencias de la propia vanidad, de la comodidad, de la lujuria, del propio egoísmo en definitiva. Una garantía clara de que esto no sucede es dejarse exigir en la charla fraterna.[30]
Cualquier intento de
medir sus fuerzas es definido como comodidad y “pecado de pereza”. Cada nuevo
recluta tiene que adaptarse al modelo inventado por el fundador: “Un hijo de Dios, en el Opus Dei, no puede
desear jamás vivir en un régimen de excepción: necesitamos vivir en el régimen
que tengan los demás”.[31]
La regla para todos es la de trabajar siempre. Los directores tienen que
asegurarse de que todo miembro del Opus Dei no pasa ni un solo momento sin
quehacer:
Luchad contra esa excesiva
comprensión que cada uno tiene consigo mismo: ¡exigíos! A veces, pensamos
demasiado en la salud; en el descanso, que no debe faltar, precisamente porque
se necesita para volver al trabajo con renovadas fuerzas. Pero ese descanso —lo
escribí hace ya tantos años— no es no hacer nada: es distraernos en
actividades que exigen menos esfuerzo.[32]
No basta organizar el trabajo, sino que también hay que organizar el descanso. Sobre la necesidad y el modo de proporcionar el descanso, se os darán las oportunas instrucciones.[33]
Las instrucciones sobre
el trabajo son sencillas: “Al que pueda
hacer como cinco, hay que pedirle como ocho”.[34]
Se puede decir que san Josemaría empleaba una estrategia que se podría llamar gestión por metas inaccesibles. Es fácil
imaginarse la tensión en la que vive una persona forzada a dejarse exigir, y a
la que se le exige más de lo que puede dar: angustias, remordimientos, baja
estima...
En cada centro de la Obra
se pueden encontrar figuras de burros. El trabajo del burro en la noria es,
según el fundador, un ideal de vida y un modelo a seguir: un trabajo monótono,
silencioso y eterno, hecho sin ninguna consolación, sin mirar al lado, hasta el
agotamiento.
Hemos de querer morir de viejos, exprimidos como un limón.[35]
Hay que darse del todo, hay que negarse del todo: es preciso que el sacrificio sea holocausto.[36]
Me temo de que tal
voluntad de destrucción se aproxima a una actitud de odio a sí mismo.
Hay que saber deshacerse, saber destruirse, saber olvidarse de uno mismo; hay que saber arder delante de Dios, por amor a los hombres y por amor a Dios, como esas candelas que se consumen delante del altar, que se gastan alumbrando hasta vaciarse del todo. Yo os llevo, hijos míos, por caminos más altos, porque son caminos de continuidad. Y quiero para mis hijos, como penitencia, que sepan darse. Sólo sabremos darnos a Dios, si nos olvidamos de nosotros mismos y servimos a los demás. Será verdaderamente éste un camino divino, porque está fundamentado en la humildad. Y Dios lo premia.[37]
El enfoque paternalista
empleado en el gobierno de las personas se explica por el gran amor del
superior hacia el inferior. Se supone que el superior sabe mejor lo que es
bueno para el inferior. El superior, por un lado, intenta limitar la dificultad
de las pruebas a las que el inferior puede ser expuesto; por el otro, intenta
llevarle a la meta decidida por él mismo (sin consultar al inferior). Tal
pensamiento está en contradicción con el enfoque personalista, que tiende hacia
el pleno desarrollo del hombre. Por otra parte, la absolutización del
paternalismo lleva al control universal.
Vamos ahora a examinar
hasta dónde llega el control que el Opus Dei ejerce sobre sus miembros.
Según san Josemaría, “la primera virtud humana del cristiano es
ser sincero”[38]. Otros
autores dicen que la primera virtud es la humildad. En el Opus Dei la
sinceridad es una manifestación de humildad: “Las manifestaciones fundamentales de la humildad de los miembros de la
Obra han de ser la sinceridad, la rectitud de intención y el espíritu de
servicio”[39]. La
sinceridad es además sinónimo de obediencia:
Esta es la sinceridad cabal: la que camina unida a la docilidad y a la pelea concreta en los puntos que nos han señalado.[40]
Así podemos ver cómo se
mezclan y confunden los conceptos de humildad, sinceridad y docilidad.
Todas estas ideas convergen en un propósito único: el control.
Examinemos lo que se
esconde detrás de esta idea de sinceridad. En la Obra, la sinceridad no es
decir la verdad; esto sería demasiado poco:
No os concedáis nada sin decirlo, hay que decirlo todo. Mirad que, si no, el camino se enreda.[41]
Lo primero que debemos decir es aquello que no quisiéramos que se supiese.[42]
Debemos facilitar, a quienes tengan la misión de formarnos, el conocimiento de todas nuestras circunstancias personales, no podemos tener miedo de que sepan cómo somos. Al contrario: nos ha de dar alegría hacer que nuestra alma sea transparente.[43]
Detrás de la palabra
“sinceridad” se esconde más vigilancia. Se trata de conocer los más secretos
sentimientos y pensamientos de cada miembro del Opus Dei. Toda privacidad está
negada (los socios tienen que ser “transparentes”). En el lenguaje interno del
Opus Dei, la transparencia del pensamiento y de los sentimientos se llama
sinceridad. Vamos a ver cómo san Josemaría argumenta que este tipo de
sinceridad es la más importante virtud cristiana:
Hijos, en el principio de todo descamino hay una resistencia a referir algo que humilla, se esconde una falta de sencillez. En el principio de toda ruptura con el afán de seguir al Señor con alegría, está siempre la tristeza de no haber hablado a tiempo.[44]
San Josemaría conoce la
fuente de cada (sin excepción) salida del Opus Dei. Esta fuente es precisamente
la falta de transparencia en la dirección espiritual. Dicho de otra manera, si
alguien hubiera sido transparente, con seguridad no se habría ido del Opus Dei.
¿Sobre qué se fundamenta tal seguridad? Lo descubriremos más adelante.
El Opus Dei extiende su
control incluso a la correspondencia de los miembros. Es difícil justificar tal
comportamiento, especialmente para los nuevos miembros que “tienen todavía
demasiada poca formación”. Admirad cómo la Obra intenta justificarlo:
En el criterio que debe
seguirse con la correspondencia que reciben mis hijos, se manifiesta también el
amor a la libertad y a la responsabilidad personal, propias de nuestro
espíritu: porque todos los miembros del Opus Dei saben que pueden recibir
cartas dondequiera que están. (...)
Luego, cada uno decide en
conciencia si ha de enseñar o no la carta a su Director, teniendo en
cuenta que —sin duda— debe hacer ver aquellas cartas, cuyo contenido no le
gustaría que otros conocieran, cualquiera que sea el asunto de que traten.
Quienes no obren así, han de pensar que no pueden engañar a Dios, y
deben tener conciencia de su descamino.
Sin embargo, los hijos
míos que llevan poco tiempo en el Opus Dei agradecerán que los Directores de la
casa, a la que estén adscritos, se preocupen con cariño —como un medio
más de formación— de leer las cartas que ellos reciban: para poder orientarles,
darles un consejo, evitarles un disgusto innecesario, etc.
El hecho de que se entregue una carta abierta, no se considera como una prueba de desconfianza: obedece sólo a una razón ascética, o a una medida práctica de ayuda en la labor de formación. Además hay que tener en cuenta que los Directores nunca comentarán con otros el contenido de las cartas que han llegado, y que ellos han tenido el deber de leer: pueden, en cambio, y en muchos casos deberán hacerlo, cambiar impresiones con los que forman el gobierno local.[45]
Parece que no haya obligación
expresa de enseñar las cartas al director, pero el fundador inculca
remordimientos de conciencia en los que estuvieran tentados de no hacerlo.
San Josemaría decía
públicamente que era paternalista. Hemos encontrado aquí una manifestación de
ello.
Examinemos ahora lo que
se esconde detrás de la idea de obediencia:
Para los fieles del Opus
Dei, la virtud cristiana de la obediencia lleva consigo el deber de aceptar con
la mayor prontitud y con esmero las sugerencias, disposiciones y consejos de
los Directores del Opus Dei en todo lo referente a su vida espiritual y a la
labor apostólica.[46]
La materia de la dirección espiritual, tomada en su sentido más amplio, comprende la conducta exterior y las disposiciones interiores, en lo referente a la fe y a la moral, al espíritu de la Obra y a los apostolados.[47]
La materia de la dirección espiritual – es el alcance de la obediencia.
La conducta exterior – finalmente la obediencia no se limita a la vida
interior, sino que abarca también la conducta exterior.
Las disposiciones interiores – el control de los pensamientos y sentimientos.
La “obediencia en el
apostolado” es entendida por el Opus Dei de la manera siguiente:
El apostolado personal es dirigido porque los fieles del Opus Dei no hacen una labor anárquica; cada uno recibe de los Directores las oportunas orientaciones espirituales.[48]
Vale la pena exponer cómo
estas palabras son interpretadas en la vida cotidiana. Pues desde el momento en
que un nuevo miembro entra en la organización, su director decide con quién
puede relacionarse, cuánto tiempo puede pasar con determinada persona, a quién
tiene que invitar al centro, etc. El director también decide que uno tiene que
cortar toda relación con su amigo por el simple hecho de que este amigo no
interesa al director. Para alcanzar esto, el director no tiene que invocar
solemnemente la santa virtud de obediencia. El dirigido tiene que seguir cada
una de sus insinuaciones: “el mandato más
fuerte es por favor o una frase análoga”.[49] Debajo de
la virtud de obediencia se esconde pues un control sistemático y universal:
Se aceptan las indicaciones concretas que se reciben, en temas como las circunstancias del trabajo, de la familia, de las obligaciones sociales, en el uso de la televisión o las lecturas, en manifestaciones de templanza y desprendimiento, en las metas apostólicas... [50]
Es decir, que el Opus Dei
decide sobre la vida profesional, social y familiar de sus miembros. Decide
cómo tienen que vestirse, cómo tienen que peinarse, qué tienen que mirar en la
televisión, qué tienen que leer, qué tienen que comprar, cómo tienen que
sentarse, qué tienen que comer...
La docilidad se ha de poner de manifiesto lo mismo en cuestiones importantes que en pormenores aparentemente de poco relieve, como pueden ser un detalle de educación, o del modo de vestir, de hablar o de comportarse, etc. La docilidad se hace más necesaria si, en alguna ocasión, no alcanzáramos a comprender del todo las razones de lo que nos dicen, por nuestras limitaciones o porque nos faltan datos; a veces, se puede tratar de cuestiones de buen espíritu, de tono humano y cristiano, o de oportunidad.[51]
Un miembro del Opus Dei
tiene que ser obediente en todo, incluso en cosas insignificantes. Y para eso
la justificación no tiene que ser otra que “es oportuno que...”
La absolutización de la
obediencia lleva a una obediencia intransigente, ciega y sin límites:
¿Cómo debe ser
nuestra obediencia?
- sobrenatural (hemos de
ver siempre a Dios en los Directores)
- voluntaria
- universal
- pronta
- muda
- fuerte
- eficaz. [52]
Vamos a leer más citas
para entender mejor el tipo de obediencia exigida por san Josemaría:
Obedeced, como en manos
del artista obedece un instrumento —que no se para a considerar por qué hace
esto o lo otro—, seguros de que nunca se os mandará cosa que no sea buena y
para toda la gloria de Dios. [53]
Si os parece una
barbaridad lo que os mandan, decidlo. Si os dicen que lo hagáis –no siendo una
ofensa de Dios, pequeña o grande-, hacedlo.[54]
En el Opus Dei sabemos esto: se puede mandar todo, mientras no sea ofensa de Dios.[55]
Así pues miembro ideal es
como un soldado raso a disposición de sus mandos:
Hemos de poner todas las energías de la inteligencia y de la voluntad en lo que se nos manda, para ejecutar todo lo que se manda y sólo lo que se manda.[56]
El deber de controlar la
conducta ajena queda confiado a todos por medio de la corrección fraterna. Se trata de que si alguien descubre algo
incorrecto en un miembro de la institución tiene la obligación de ir a ver a su
director y pedirle el permiso para corregirlo.
Las
materias de la corrección fraterna son:
1)
hábitos en contra del espíritu o de las Normas y Costumbres del Opus Dei;
2)
detalles referentes al comportamiento social, al modo de trabajar, a la
educación, etc., que desdigan del tono cristiano -sobrenatural y humano- de la
Obra;
3) faltas aisladas, pero sólo en el caso en que puedan acarrear un grave perjuicio al alma del interesado, a la Iglesia o a la Obra.[57]
En el Evangelio la idea
de la corrección fraterna se aplica a faltas graves que son una amenaza para la
salvación eterna del interesado. En el Opus Dei la corrección fraterna se
aplica en casos como el hecho de que alguien no se afeitó por la mañana,
durmió por la tarde, merendó un sábado, llevó un T-shirt en vez de una
camiseta, comió una manzana sin usar cuchillo y tenedor, que no se debería
comprar esto y aquello, etc.
Además, cada miembro
tiene un día designado de la semana en el que tiene que buscar ocasiones para hacer
correcciones fraternas. A menudo se recibe en la dirección espiritual la meta
de hacer, por ejemplo, tres correcciones fraternas durante la semana próxima.
¡Cuántas veces hay que fatigarse mucho hasta encontrar una
pequeñez que te permita alcanzar la meta!
Hemos leído en el
principio del capítulo que san Josemaría tenía la seguridad de que si uno es
sincero, no hay posibilidad de que abandone el Opus Dei. ¿De dónde le
viene tal seguridad? Ésta es la terapia que se impone a las personas que por el
motivo que sea ponen en duda su vocación:
Concretamente,
los medios que se aconsejan a las vocaciones recientes para asegurar la
perseverancia son:
- abandonarse en el Señor, a través de
los Directores;
- fomentar la piedad, con el cumplimiento fiel
de las Normas y Costumbres;
- tener gran sinceridad en la dirección
espiritual con los Directores y los sacerdotes de la Obra;
- olvidarse de sí mismos y servir a los demás,
por Dios;
- descomplicarse: no inventarse problemas que
sólo existen en la imaginación;
-
trabajar con orden y constancia;
- tener
ocupado todo el tiempo;
- hacer un apostolado constante.[58]
Podemos ver aquí un
programa que reclama la declinación de la responsabilidad personal en manos
ajenas, la negación de la propia personalidad, la renuncia a la propia
conciencia gracias a un intenso trabajo. En una palabra: enajenación. El que se
somete a tal tratamiento se transforma en una marioneta en manos de los
directores. De esta manera san Josemaría puede efectivamente tener la seguridad
de que esta persona no va a salir de la Obra: es un dócil robot...
Como en el ejército, la
estructura organizativa del Opus Dei es piramidal: en la cumbre está el
Prelado, bajo éste los directores centrales, bajo ellos los directores
regionales, más abajo los directores locales, en la base los miembros de tropa.
Esta pirámide sirve para que las ideas del Prelado lleguen intactas hasta el
último rincón de la tierra. Para asegurar la fidelidad del mensaje y del
gobierno, se quita a los directores todo margen para la invención, la
iniciativa o la responsabilidad personal. Los directores sólo pasan el examen
si han respetado estrictamente los reglamentos:
Los que hacen cabeza son quienes con más fidelidad necesitan vivir la virtud santa de la obediencia: porque, en primer lugar, han de identificarse con sus Directores inmediatos; y, además, han de acomodarse siempre al espíritu y a las normas de la Obra.[59]
Los cambiantes Normas y
espíritu llegan a los directores locales a través de una espantosa burocracia:
los directores locales son controlados por los directores regionales, los
directores regionales son controlados por los directores centrales, que son
controlados por el prelado. El intercambio de información escrita es muy
intenso entre todos estos interesados:
Conviene que todo lo que
pase esté reflejado brevemente en el papel. ¡No es tanto el papeleo, no
es tanto! Las cosas externas ya quedan en el diario de la casa. En cambio, las
fichas que yo os pido son más íntimas.
Así los Directores no se
olvidarán de dar a conocer lo que deba ser conocido por la Comisión. (...)
Anotad también en esas fichas las circunstancias familiares, profesionales,
talento, aptitudes, aficiones, etc. (...)
Tened un
fichero, lo más completo posible, de las visitas que hagáis a las autoridades
—siempre de acuerdo con la Comisión—, y de las amistades de la casa y
anotad el trato que tenía con cada uno, para no dejar que ninguna de esas
amistades se enfríe. Que en la ficha quede nota de las atenciones que ellos
tienen con vosotros, y vosotros con ellos.[60]
Por supuesto, los
miembros de la Obra y la gente que ayuda a la Obra ignoran que la prelatura
guarda su ficha en unos archivos secretos. Pero eso no es todo: el Opus Dei
hace también fichas de todos los sacerdotes diocesanos. La prelatura quiere
tener todos los datos posibles sobre ellos por si llegara el caso de que sean
consagrados obispos. Como ejemplo de ello, se ha colocado en un anexo unos
escritos redactados sobre miembros de la Obra y un enlace a un informe secreto
de una diócesis.
Resumiendo, la
absolutización del paternalismo llega a un control que abarca las actuaciones,
los pensamientos y los sentimientos de los miembros. Este control se justifica
con una interpretación muy discutible de los conceptos de humildad, sinceridad
y obediencia.
El primer tema sobre el
que se trabaja tras entrar en el Opus Dei es el “plan de vida”, es decir, la
lista de devociones que un miembro tiene que hacer obligatoriamente. Las
devociones son llamadas Normas o Costumbres. La lista de devociones (Normas) es
la siguiente:
PLAN DE VIDA
CADA DÍA
Hay que levantarse inmediatamente al oír la alarma del reloj (se llama a esto el minuto heroico).
Inmediatamente después de levantarse hay que besar el suelo diciendo serviam (“serviré”).
Hay que hacer 30 minutos de oración por la mañana y 30 minutos por la tarde. Se incita a los miembros a meditar los escritos de san Josemaría durante este tiempo.
Hay que ir cada día a misa y comulgar.
Hay que quedarse exactamente 10 minutos en oración de agradecimiento después de la Misa. Después hay que recitar el Cántico de los tres jóvenes y el salmo 150.
Hay que visitar cada día una iglesia (o el oratorio del centro) y rezar delante del Santísimo Sacramento.
Hay que recitar cada día el Ángelus a las doce en punto.
Hay que recitar cada día una parte del rosario y meditar los otros 15 misterios.
Hay que leer cada día durante 10 minutos el libro designado por el director espiritual y leer el Nuevo Testamento durante 5 minutos.
Hay que hacer el examen de conciencia a mediodía y por la tarde.
Hay que recitar cada día una oración en latín reservada a los miembros de la Obra (Preces).
Hay que rezar cada día por las intenciones del prelado.
Hay que ofrecer cada día una mortificación por la intención del prelado, usualmente es ducharse con agua fría.
Los numerarios tienen que llevar cada día durante dos horas el cilicio en el muslo.
Hay que recitar muchas veces al día la oración Memorare en intención de los otros miembros del Opus Dei.
Al entrar o salir de cada habitación hay que dirigir la mirada hacia una imagen de la Virgen y decir una oración jaculatoria.
Al entrar o salir del centro hay que saludar al ángel custodio del mismo.
Hay que respetar el silencio de noche: no se puede llamar por teléfono, conversar, estudiar o trabajar sin el consentimiento del director.
Hay que dormir cada día entre 7,5 y 8 horas.
Hay que respetar tres horas de silencio después de la comida durante las cuales hay que trabajar (no se puede hacer la siesta).
Antes de ir a dormir hay que recitar de rodillas y con los brazos en cruz tres avemarías pidiendo la virtud de pureza.
Antes de acostarse hay que rociar la cama con agua bendita.
CADA SEMANA
Hay que escuchar una predicación hecha por un sacerdote para los miembros de la Obra (meditación). Esta predicación se hace en el oratorio, con las luces apagadas; sólo una pequeña luz ilumina la mesita a la que se sienta el sacerdote.
Hay que atender una predicación hecha por un seglar para los miembros de la Obra (círculo). Esta predicación comprende el comentario de un fragmento del Nuevo Testamento, la explicación de una norma del plan de vida y una charla sobre un aspecto de la espiritualidad del Opus Dei. Normalmente el círculo lo da el director del centro u otro miembro del consejo local, aunque también puede recibir el encargo de darlo alguna persona del centro de las consideradas “mayores”. Excepto el fragmento del evangelio, los temas del círculo los propone el gobierno regional y hay unos guiones que indican qué se debe explicar y cómo. Durante esta predicación no se pueden tener las piernas cruzadas. Está bien visto si en determinado momento de esta predicación el participante, arrodillado, se acusa públicamente de alguna de sus faltas (antes debe haberlo consultado al director del círculo) y recibe la correspondiente penitencia.
Cada semana hay que confesarse con el sacerdote designado.
Hay que hablar con un director espiritual laico designado, darle cuenta del estado de la vida interior (cumplimiento de las normas, puntos de lucha, caídas y debilidades, etc.), de su actuación social (con quién se encuentra, cuánto tiempo, y si esa persona da esperanza para hacerse miembro del Opus Dei) y recibir de él metas para la semana siguiente.
Los numerarios tienen que usar las disciplinas cada semana mientras se recitan oraciones. Los numerarios tienen que dormir en el suelo un día a la semana; como las numerarias ya duermen habitualmente sobre una tabla, sin colchón, ese día (llamado “día de guardia”) duermen sin almohada (o la sustituyen por un libro)[61].
Hay que recitar y meditar cada semana el salmo II y el himno Adorote devote.
Cada sábado hay que recitar el Salve regina y participar en una bendición con el Santísimo Sacramento.
Como mortificación no se puede merendar los sábados.
CADA MES
Hay que pasar un domingo en silencio (“día de retiro”) escuchando varias predicaciones del sacerdote (meditaciones) y de los directores (charlas).
Hay que recitar y meditar el Símbolo atanasiano.
Hay que entregar al director cada mes la lista de todos los gastos, hasta los más mínimos (desde el billete de autobús a la pasta de dientes).
CADA AÑO
Hay que hacer un curso de retiro de 6 días en silencio durante los cuales se incita a meditar los textos de san Josemaría.
Hay que asistir a un encuentro o curso de formación doctrinal de 3 semanas de duración durante el cual el miembro aprende de memoria el Catecismo de la prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei y en el que se dan diferentes charlas sobre la espiritualidad del Opus Dei junto con clases de filosofía y teología escolástica.
Hay que llevar el escapulario de Nuestra Señora del Carmen.
No voy a dar la larga
lista de devociones que hay que hacer una vez al año.
Un miembro de la Obra
tiene que hacer oración siempre. Para eso sirven las “Normas de siempre”:
NORMAS DE SIEMPRE
- presencia de Dios
- consideración de nuestra filiación divina
- comuniones espirituales
- actos de agradecimiento
- actos de reparación
- oraciones jaculatorias
- mortificación
- estudio
- trabajo[62]
- orden
- alegría[63]
¿Es excesivo este
plan de vida? Tenemos en total más de dos horas y media de devociones diarias a
cumplir. Los miembros de la Obra son seglares, es decir, que tienen además su
trabajo profesional, sus estudios, sus trabajos para el Opus Dei, sus
obligaciones apostólicas... Fácilmente se puede percibir que tal “plan de vida”
es totalmente agobiante. Es además idéntico para todos: no hay excepción ni
enfoque personalizado.
En el Opus Dei las normas
tienen la máxima importancia. La devoción es el único camino que lleva a la
salvación:
Estoy seguro de que estos
cinco años serán fecundísimos, si sois fieles. Y para ser fieles, basta
cumplir Nuestras Normas.[64]
Es necesario que los fieles del Opus Dei sean reciamente piadosos, porque sin una profunda y sincera piedad no se puede ser fiel ni en la vida ni en la doctrina.[65]
La presión para cumplir
la totalidad del plan de vida está universalmente presente en la predicación de
la prelatura. Y la solución ante cualquier problema es la devoción:
El remedio de los remedios es la piedad. Ejercítate, hijo mío, en la presencia de Dios, puntualizando tu lucha para caminar cerca de Él durante el día entero. Que se os pueda preguntar en cualquier momento: y tú, ¿cuántos actos de amor de Dios has hecho hoy, cuántos actos de desagravio, cuántas jaculatorias a la Santísima Virgen? Es preciso rezar más.[66]
Esta devoción tiene un
aspecto muy cuantitativo: cuanto más, mejor. Si las cosas van mal, es un signo
de que se reza demasiado poco. Según esta mentalidad la caridad no es lo
primero, lo primero es el “plan de vida”.
Cada uno de mis hijos tiene muy claro el criterio: lo primero y más importante es cumplir las Normas de vida, que son camino seguro de santidad; y al mismo tiempo -simultánea e inseparablemente- sostenerse, valerse por sí mismos en lo económico, y ayudar a sostener la casa en donde vive o el Centro a que pertenece.[67]
En esta cita san
Josemaría deja bien claro cuál es el deber más básico de los miembros del Opus
Dei: hacer devociones y aportar dinero. Ni más, ni menos. La afirmación de que
“lo más importante es el cumplimiento del
plan de vida” es muy peligrosa del punto de vista espiritual. Buscar la
santidad es conocerse a sí mismo y transformarse bajo la inspiración del
Espíritu Santo. Cambiar este proceso por el cumplimiento de prácticas
religiosas es más que problemático.
A cambio, el fundador
promete algo que pertenece únicamente a Dios – la salvación-:
Si cumplís las Normas, tenéis la garantía de perseverar.[68]
Puedo decir que el que cumple nuestras Normas de vida —el que lucha por cumplirlas—, lo mismo en tiempo de salud que en tiempo de enfermedad, en la juventud y en la vejez, cuando hay sol y cuando hay tormenta, cuando no le cuesta observarlas y cuando le cuesta, ese hijo mío está predestinado, si persevera hasta el fin: estoy seguro de su santidad.[69]
La esencia del
cristianismo ya no estriba en la caridad o en la misericordia; se basa en hacer
determinadas devociones. Visto desde esta perspectiva, los miembros del Opus
Dei bien merecen el título de “fariseos de nuestro tiempo”.
Ser miembro del Opus Dei
no es cosa fácil si se tiene en cuenta el plan de vida a seguir, la cantidad de
trabajo impuesta y las metas siempre inaccesibles. A esta tensión psíquica hay
que añadir la idea de que la santidad depende en gran parte del esfuerzo
personal. El Cielo se ha de escalar por la fuerza de los puños:
Hijos míos, adelante con alegría, con esfuerzo.[70]
¡Camino arriba!, con santa desvergüenza, sin detenerte hasta que subas del todo la cuesta del cumplimiento del deber.[71]
Es verdad que somos siervos inútiles (Luc. XVII, 10). Pero, con estos siervos inútiles, el Señor hará cosas muy grandes en el mundo, si ponemos algo de nuestra parte: el esfuerzo de alzar la mano, para asirnos a la que Dios —con su gracia— nos tiende desde el cielo.[72]
Habrá frutos si nos
esforzamos. Si no hay frutos, es señal de que no hay bastante esfuerzo.
San Josemaría decía también que “las
vocaciones vienen en el ritmo de las disciplinas”. Es decir: “cuanto más
mortificaciones, más vocaciones”. Y al revés: “si no hay vocaciones, es la
señal de que no te mortificas demasiado”. Las mortificaciones son el
dinero con el que se compran las gracias. Si a este voluntarismo añadimos
el nihilismo, tendremos un combinado que se llama el espíritu del Opus Dei:
En el continuo ejercicio de negar y negarte en las cosas pequeñas fortalecerás, virilizarás, con la gracia de Dios, tu voluntad, para ser muy señor de ti mismo, en primer lugar. Y, después, guía, jefe, ¡caudillo!..., que obligues, que empujes, que arrastres, con tu ejemplo y con tu palabra y con tu ciencia y con tu imperio.[73]
Tú no has de trabajar por entusiasmo, sino por Amor: con conciencia del deber, que es abnegación.[74]
En la cita precedente no
se sabe muy bien a qué dar más importancia: ¿al Amor o al deber? Para
aclarar esta duda, voy a exponer más enseñanzas de san Josemaría:
El corazón, a un lado. Primero, el deber.[75]
Estamos, pues, todos nosotros obligados a trabajar: porque el trabajo es un mandato de Dios, y a Dios hay que obedecerle con alegría.[76]
Estáis obligados a dar ejemplo, hijos míos, en todos los terrenos.[77]
Señor! Siendo la tónica de nuestra vida procurar servirte, olvidándonos de nosotros mismos, con un sentido maravilloso del deber, nada ni nadie nos podrá quitar la paz; nada ni nadie nos podrá quitar la serenidad y la alegría.[78]
En el Opus Dei no hacemos las cosas porque tenemos ganas de hacerlas, sino porque hay que hacerlas.[79]
Hay que cumplir con el deber, no porque nos guste, sino porque tenemos obligación. No hemos de trabajar porque tengamos ganas, sino porque Dios lo quiere: y entonces habremos de trabajar con buena voluntad. El amor gustoso, que hace feliz al alma, está fundamentado en el dolor, en la alegría de ir contra nuestras inclinaciones, por hacer un servicio al Señor y a su Santa Iglesia.[80]
Finalmente, el Amor no es
necesario. Basta cumplir con el deber “porque es tu deber”. La espiritualidad
del Opus Dei atrae nuestra atención sobre el esfuerzo personal en la
mortificación, en la recitación de oraciones, en la práctica de virtudes... El
hombre se hace así el autor de su
propia santidad. El Espíritu Santo ocupa en este proceso un papel de ayuda,
pero secundario.
Quien busca información
sobre el Opus Dei a través de la página web oficial puede darse cuenta que
nunca faltan noticias sobre la ayuda a los pobres, a los necesitados, a los
inmigrantes o al Tercer Mundo. Se puede tener impresión de que una gran parte
de los esfuerzos de la Obra está dirigida hacia las necesidades de estas
personas. ¿Es esto cierto? Ayudar a los necesitados ¿es parte
esencial del espíritu del Opus Dei?
Tomamos el punto 131 del Catecismo de la Obra y vemos cuál es el
sitio reservado a la caridad:
¿Qué virtudes deben
practicar los fieles del Opus Dei?
Los fieles del Opus Dei
deben practicar todas las virtudes teologales y cardinales, impregnadas por un
hondo sentido de filiación divina.
De modo especial, han de
vivir la caridad, la humildad personal y colectiva, la laboriosidad, la
obediencia y docilidad, la sencillez, la naturalidad, la sinceridad, la
lealtad, la castidad, el orden, el desasimiento de las cosas temporales, la
pobreza personal, la sobriedad, el optimismo, la alegría, la reciedumbre, la
nobleza y la valentía.
En la lista no figuran
virtudes tales como la generosidad, la solidaridad, la solicitud caritativa, la
condescendencia, la afabilidad, la tolerancia, la compasión, la indulgencia,
etc. Pero agrupando las virtudes que han sido citadas, se puede clasificarlas
en las siguientes categorías:
-
Virtudes que se
orientan al control de las personas: humildad personal y colectiva, obediencia
y docilidad, sencillez, sinceridad, lealtad.
-
Virtudes que se
orientan al control del cuerpo: castidad, orden, desasimiento, pobreza
personal, la sobriedad, reciedumbre.
-
Virtudes que
facilitan el apostolado: naturalidad, optimismo, alegría, nobleza, valentía.
-
La virtud de la
caridad no tiene compañeras en su grupo.
El punto siguiente del
catecismo aclara lo que la caridad significa:
¿Por qué los fieles
del Opus Dei han de practicar de modo especial la caridad?
Como todos los cristianos,
los fieles del Opus Dei han de practicar de modo especial la caridad, porque
constituye la esencia de la santidad.
Precisamente la virtud de
la caridad -el amor a Dios sobre todas las cosas, y a todas las almas por Dios-
les lleva a buscar a Dios en sus relaciones con todas las personas, en su
trabajo y en los sucesos grandes o pequeños de cada día, y a convertidos
en ocasión y medio de santificación y de apostolado.
Lo que realmente cuenta
es la propia santificación y el apostolado. Pero “los demás”, las
preocupaciones y sufrimientos de “los demás”,… de eso no se dice nada.
El punto siguiente del
catecismo es todavía más claro:
¿Qué
características ha de tener especialmente la caridad de los fieles del Opus
Dei?
La caridad de los fieles
del Opus Dei les ha de llevar a aprovechar todas las circunstancias para
acercar las almas a Dios.
Por eso, la primera
manifestación de esa caridad será el apostolado hecho con la oración, con el
ejemplo, con la amistad leal y sincera, con una palabra o con un consejo
oportuno.
El rasgo característico
de la caridad en el Opus Dei es, pues, el apostolado. No es la ayuda desinteresada.
Estamos muy lejos de las
enseñanzas de Benedicto XVI que subraya en su encíclica sobre la
caridad:
Según el modelo expuesto
en la parábola del buen Samaritano, la caridad cristiana es ante todo y
simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada
situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los
enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. (...)
Además, la caridad no ha
de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo. El amor es
gratuito; no se practica para obtener otros objetivos.[81]
Las palabras del Santo
Padre son directamente contradictorias con la enseñanza del Opus Dei que
afirma que el rasgo característico de la caridad en el Opus Dei es el
apostolado. Uno podría buscar sin encontrar nada en el catecismo que hable de
“ayudad desinteresada al prójimo”.
Toda la actividad del
Opus Dei está fundamentada en dos ideas: la santidad y el apostolado. Hemos
podido leer en el capítulo precedente que la santidad personal está
estrictamente vinculada con el apostolado.
El apostolado consiste en
general en acercar las almas a Dios. Pero el Opus Dei se puso como meta “poner a Cristo en el centro y en la cumbre de todas las actividades humanas”.
Esta meta no sólo se ha de entender en el entorno de la religiosidad personal,
sino también en la religiosidad comunitaria: el Opus Dei quiere la
cristianización de toda la sociedad. Para esto, san Josemaría estructuró una
organización jerárquica (una milicia) en la que las directrices emanan del
jerarca: el prelado.
El prelado actual (como
sus predecesores) estima que el modo más eficaz para la cristianización del
mundo es multiplicar el número de miembros del Opus Dei, en especial de los
numerarios. La conquista de nuevos miembros para la Obra precede, pues, al
advenimiento del reino de Cristo en la Tierra.
Además, el gobierno del
Opus Dei está convencido de que “la
gracia más grande que un hombre puede recibir después del bautismo es la
vocación a la Obra”. Y convencer a la gente para que entre en la
organización es el mayor servicio que una persona puede hacer a otra.
El prelado Echevarría
lanzó en el año 2005 una acción que ponía como meta conseguir 500 nuevos
numerarios en un año en cada país y para cada sección (masculina y
femenina). No voy a describir el fiasco de esta operación. Pero hay que
denunciar que a causa de este brote de fiebre proselitista se presiona a mucha
gente joven para que entré en la organización, sin ningún discernimiento
vocacional y sin tener en cuenta los posibles efectos negativos para los nuevos
candidatos. Se publicó por ejemplo en la revista Crónica (de consumo interno) el testimonio de un numerario que
explicaba ufano al prelado que “en su
centro hablan de la vocación a todo lo que se mueve”. No es necesario
subrayar que tal comportamiento contó con la bendición del prelado
Echevarría...
Se puede entender la
actuación apostólica del Opus Dei únicamente desde el punto de vista del
proselitismo. El único y verdadero objetivo de la prelatura es conquistar
nuevos miembros para ella. Todos sus esfuerzos están dirigidos a alcanzar esta
meta. Si la prelatura promueve una universidad o un colegio, no se trata ni de
lejos de luchar contra el analfabetismo o ayudar a la cultura; estas
iniciativas tienen como objetivo principal la captación de nuevos socios. Todo
el bien social que puedan generar estas iniciativas, si se da, es “ocasional” y
extrínseco, como un efecto secundario de la actividad proselitista de la
prelatura.
Por eso mucha gente
compara el Opus Dei con un cáncer maligno: la institución ha pasado a ser un
fin para ella misma, a menudo dañando a las personas que no comparten
sus opiniones.
Hemos tenido ya la
oportunidad de convencernos de que para san Josemaría la santidad es en gran
parte el cumplimiento de un elaborado plan de devociones. La absolutización de
la perfección cristiana lleva a
intentar conseguir el cumplimiento ideal de todo tipo de mandamientos,
prescripciones y obligaciones. La búsqueda de la santidad se simplifica en la
búsqueda de la perfección humana.La búsqueda de la perfección está por su parte
íntimamente vinculada con los escrúpulos de conciencia, con la minuciosa
contabilidad de los errores y defecciones, y, en consecuencia, con el
remordimiento. La tensión psíquica queda aumentada por el hecho de que la más
mínima defección de un miembro del Opus Dei genera daños incalculables:
¿Qué diríais de uno que guarda el dinero y no da cuenta, aunque no sean más que diez liras? Mal espíritu. Va mal esa criatura, va mal. Está corrompiendo la Obra, destruyendo la santidad corporativa; haciendo mal a todos sus hermanos, mientras se hace mal principalmente a sí mismo.[82]
Para justificar tal
razonamiento, san Josemaría usa de la doctrina de la comunión de los santos:
Tú conoces la doctrina del Cuerpo Místico, de la Comunión de los Santos. Pues estarías haciendo daño a tus hermanos, y a los que están por venir, y a ti mismo, al cuerpo entero de la Obra.[83]
Se inculca a los miembros
la obsesión por las cosas pequeñas. El universo entero se derrumbará por
el hecho de que alguien dedicó 10 céntimos a su placer personal... En
consecuencia uno es rehén. No tiene ya otra posibilidad: tiene que ser
perfecto. Si no, ¡haría a los demás tantos daños!
Estamos obligados a buscar la perfección cristiana, a ser santos, a no defraudar, no sólo a Dios por la elección de que nos ha hecho objeto, sino también a todas esas criaturas que tanto esperan de nuestra labor apostólica. Por motivos humanos también: incluso por lealtad luchamos por dar buen ejemplo.[84]
¡Ay del hombre
encerrado en esta lógica!
Si sois fieles, nuestro servicio a las almas y a la Santa Iglesia se llenará de abundantes frutos espirituales.[85]
Si sois sinceros, pase lo que pase seréis fieles y seréis felices.[86]
Los sacerdotes del Opus
Dei en su predicación razonan muy a menudo en el sentido inverso: si alguien no
consigue frutos espirituales, es señal de que no es fiel. Si Dios no
recompensa a alguien, es porque no es humilde. Si alguien no es feliz, es
señal de que no es sincero, etc. En consecuencia, si algo no va como los
directores quieren, hay que empezar la caza y descubrir qué ley no ha sido
respetada. Porque la esterilidad es señal de que no se hacen las cosas
“como está previsto”. La solución del problema se encuentra mediante la
autocrítica. Y la raíz de cualquier problema es siempre el orgullo, el egoísmo
o la pereza.
Cuando de la lucha ascética sacamos desaliento, es que somos soberbios. Hemos de ser humildes, con deseos de ser fieles.[87]
En la siguiente cita
ofrezco al lector un revelador fragmento de los reglamentos internos del Opus
Dei:
Las Instrucciones y las
Cartas de nuestro Fundador y de sus sucesores, los Vademecums y Experiencias,
etc., se guardan en la sede del Centro al que han sido asignados. Se custodian
bajo llave en el despacho del Director; y no se sacan de la sede del Centro. Si
en un Centro existe una habitación reservada para el trabajo del Consejo local,
ahí se pueden custodiar los documentos de gobierno, siempre que sea contigua al
despacho del Director. Naturalmente, la llave del armario donde se guardan los
documentos, accesible sólo a los miembros del Consejo local, se custodia en el
despacho del Director. En estos casos, para evitar pérdidas, conviene extremar
las medidas de prudencia; por ejemplo, nunca han de quedar los armarios
abiertos, ni un documento sobre la mesa, si no se está utilizando: en cuanto se
termina la consulta o el estudio, se devuelve a su sitio.
Si hiciera falta, por
alguna circunstancia extraordinaria, cambio de casa, por ejemplo, se trasladan
con la máxima prudencia: en una cartera de mano, en una bolsa o en un maletín,
exclusivamente destinados a este fin, que lleva siempre consigo un Director. De
modo semejante, en los viajes, los escritos no se meten en las maletas, porque
pueden confundirse o perderse, etc. En las estaciones o aeropuertos, no se
guardan en la consigna de equipajes o sitios similares. Si se viaja en
coche, no quedan dentro del automóvil, cuando se deja solo, aunque se cierre
con llave.
Si alguna vez se extravía algún documento, se comunica inmediatamente a la Comisión Regional o al Consejo de la Delegación, informando de los detalles oportunos.[88]
Se puede admirar la
diligencia con la que la Prelatura intenta mantener secretos sus reglamentos.
Se tiene la impresión que estamos hablando de secretos de estado guardados por
agentes especiales. ¡Pero se trata sólo de textos del santo Josemaría!
Incluso las fotos son
secretas:
En los Centros, se
conservan en un archivo cerrado con llave bajo la custodia del Consejo local
las fotos tomadas en tertulias, Convivencias, excursiones, etc.[89]
Si parece oportuno hacer alguna fotografía durante la visita de un huésped en un rincón de la casa, no hay inconveniente en que tengáis ese detalle de delicadeza, siempre que seáis vosotros —los hijos míos— quienes las hagáis: ya enviaréis una o varias de esas fotografías a las personas interesadas, pero nunca los negativos.[90]
Los reglamentos internos
del Opus Dei están ocultos no sólo frente al mundo externo, sino también frente
a los mismos miembros que no son directores y, con mayor razón, frente a los
simples participantes en las charlas de formación:
Durante las charlas de formación y en las reuniones en las que se utilizan estos documentos, no se toman notas literales ni detalladas, ni se usa el magnetofón. (...) Del Programa de formación inicial tampoco se toman notas textuales. No se copian puntos ni se sacan fichas del Catecismo de la Obra.[91]
En los Cursos anuales, Convivencias, retiros, etc., de Numerarios y Agregados, se ponen al alcance de todos, pero cada noche el Director comprobará que están todos los ejemplares; así, se evita que se extravíe alguno.[92]
El secretismo es, pues,
un plan consciente y realizado sistemáticamente. Otras organizaciones
eclesiales no funcionan de este modo. ¿Entonces por qué el Opus Dei
tiene que recurrir a tales prácticas?
La verdad sobre el estilo
de vida de los miembros del Opus Dei se esconde, ya de inicio, a los
posibles candidatos. Cuando el Director de mi centro insistía para que, con 15
años, me hiciera del Opus Dei, me aseguraba que los miembros de la
organización son cristianos corrientes y que nada cambiaría en mi vida
exterior. Entonces le pregunté:
- Si no hay diferencia, ¿para qué tengo que entrar en el Opus Dei?
En respuesta el Director
citó las palabras del fundador:
- Cada hombre es como un farol. Un hombre normal es como un farol
apagado, pero un miembro del Opus Dei es un farol encendido.
Le contesté que no
entendía esta comparación. Entonces por primera vez oí una frase que escuché
después muchas veces:
- De momento no entiendes esto porque tienes poca formación. Entenderás
después. Confianza.
De este modo el Director
evitaba responder a mi pregunta. Cuando pedí la lista de los deberes que traía
consigo la pertenencia al Opus Dei, el Director respondió que no hacía falta.
Así mismo me transmitió la posición oficial de la Prelatura:
Para que la incorporación sea válida, es suficiente la intención virtual de asumir las obligaciones correspondientes, aunque no haya una advertencia actual en el momento de la incorporación.[93]
Dicho de otra manera,
esto significa que el Opus Dei piensa que para la validez del contrato de
admisión no tiene la obligación de informar de antemano a los futuros miembros
sobre sus deberes. El espíritu de la Obra, es decir, las obligaciones que deben
cumplir los miembros de la Obra, se da a conocer poco a poco en la fase inicial
de la formación (durante los primeros tres años y medio). El contenido
de los reglamentos no se expone de una vez y por entero a los nuevos miembros.
Conocerán sus deberes gradualmente –una nueva obligación sólo después de haber
asimilado la anterior-. De este modo resulta muy difícil a los nuevos miembros
hacerse una opinión sobre algo que no conocen por completo. Tienen que seguir
ciegamente a lo largo de esta larga etapa de formación. Sólo después de este
tiempo sabrán si este espíritu les conviene o no.
San Josemaría estaba
profundamente convencido de que recibió el 2 de octubre de 1928 una iluminación
de Dios para fundar el Opus Dei. Esta convicción se refleja en el mismo nombre
de la organización (Opus Dei = Obra de
Dios). La organización fue luego reconocida por el Vaticano y recibió
finalmente en 1982 el estatuto de prelatura personal.
El Catecismo de la
Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei es una explicación de lo dispuesto en los
Estatutos de la Prelatura, para facilitar que los fieles del Opus Dei conozcan
bien su Derecho particular y su espíritu.[94]
Las normas de los Estatutos de la Prelatura han de ser tenidas por santas, inviolables y perpetuas.[95]
El Opus Dei interpreta la
fórmula jurídica de la prelatura personal igualándola a la de diócesis, y por
tanto afirma que la prelatura forma parte de la estructura jerárquica de la
Iglesia Católica. Basándose en esta pretensión, no sólo se atribuye los rasgos
de la Iglesia, sino que también, por ser la manifestación de la voluntad
divina, asume los rasgos de Dios mismo (“santas,
inviolables y perpetuas”). Estamos ante la absolutización de la
institución.
Otra práctica es la de
identificar la voluntad de Dios con la voluntad de los directores:
El espíritu de la Obra
hace que sus miembros tengan con todos los Directores una confianza, fraterna y
filial a la vez, sin temores ni recelos, porque les lleva a considerar que los
Directores representan a Dios Nuestro Señor.[96]
Los consejos recibidos en
la charla con el director tendrán habitualmente la forma de orientaciones o
sugerencias, pero quien los recibe ha de aceptarlos «como si vinieran del mismo
Jesucristo, Señor Nuestro». [97]
No hemos de olvidar que el lugar, en el que somos más eficaces, es aquél en el que nos han puesto los Directores Mayores: ésa es la voluntad de Dios.[98]
Cuando un miembro del
Opus Dei se acerca a su director, tiene que ser consciente de que se acerca a
Dios mismo. Dicho de otra manera, tiene que recibir todas las sugerencias e
insinuaciones de los directores como una orden que le obliga en conciencia. La
obediencia monástica no pretende que el superior tenga razón, pero en el Opus
Dei el director siempre tiene razón por el hecho de ser la viva voz de Dios.
Estamos ante la absolutización del
papel del director.
La intensidad con la que
se venera a san Josemaría es también discutible. Los cristianos corrientes
intentan simplemente imitar a Jesús, pero a los miembros del Opus Dei se les
incita a identificarse con su fundador:
En todo hemos de actuar
como lo haría nuestro Padre: ése es el criterio certero.[99]
Madre, haz también que nos parezcamos más y más a nuestro Fundador, que así seremos buenos hijos tuyos.[100]
Se podría pensar que tal
tratamiento del fundador es una peregrina idea de sus ardientes seguidores.
Pero no. San Josemaría se consideraba el portavoz del Señor:
Dios os pedirá cuenta si
no atendéis mis indicaciones. Por mi boca os habla especialmente Jesucristo.[101]
Si no pasáis por mi
cabeza, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a
Cristo.[102]
Estas son palabras del
fundador. Pero su primer sucesor (Álvaro del Portillo) identifica todavía más
la imitación de Cristo con la imitación del fundador:
Permitiremos actuar a nuestro Padre si fomentamos en nosotros una actitud de docilidad a la acción del Espíritu Santo, que se traduce en dejarse moldear por los Directores, en recibir bien la corrección fraterna, en abrir el corazón con sinceridad en la dirección espiritual... Así la gracia de Dios entra a raudales en el alma y nos transforma en Opus Dei. Y, si hemos sido fieles, al mirarnos en el espejo del examen de conciencia, contemplaremos reflejada, no la pobre imagen de hombres llenos de miserias, sino la figura de nuestro Modelo, Jesucristo, y también la de nuestro Padre.[103]
Estamos ante la absolutización de la figura del fundador.
Desde el momento en que
alguien escribe la carta al prelado pidiendo entrar en la organización (también
a los de 14 años), se le inculca la convicción de que salirse del Opus
Dei es imposible desde el punto de vista moral.[104]
El encarcelamiento psíquico de los miembros se alcanza de diversos modos.
Primero, a través de fomentar el desprecio de los bienes de este mundo:
¡Sed fieles! ¡No seáis tontos! Además, si cuando se presentase la ocasión de hacer el pequeño sacrificio de un pedazo de tierra, no se lo ofreciésemos a Dios, ¿qué cariño le tendríamos? ¡Que seáis fieles![105]
El segundo modo consiste
en convencer a los miembros de que su salida del Opus Dei equivaldría a una
completa derrota personal:
Para quien ha comenzado a saborear de alguna manera la entrega, caer vencido sería como un timo, un engaño miserable.[106]
Con estas palabras san
Josemaría probablemente trabaja la idea de la pérdida de la autoestima de los
que deciden abandonar la institución. De todos modos, la convicción ha de ser
que no hay posibilidad de salirse del Opus Dei, que no se puede hacer marcha
atrás.
Según san Josemaría, hay
tres peligros que amenazan la perseverancia: la pureza, el cuestionamiento de
los dogmas de la fe y el interrogarse sobre la propia vocación. Por ello hay
que hablar obligatoriamente cada semana en la dirección espiritual sobre la fe,
la pureza y la vocación.[107]
El fundador veía en el
amor humano un enorme peligro para la fidelidad de sus miembros célibes
(numerarios y agregados). Cargaba el acento sobre la virtud de la pureza y
auguraba terribles sufrimientos a los que se dejaran seducir por el amor:
Estad seguros de que ser desleales, agarrarse a un amor de la tierra, supondría el comienzo de una vida muy amarga, llena de tristeza, de vergüenza, de dolor.[108]
San Josemaría profetizó
asimismo desgracias infinitas para aquellos que dejaran el Opus Dei:
No encontraréis la felicidad fuera de vuestro camino, hijos. Si alguien se descaminara, le quedaría un remordimiento tremendo: sería un desgraciado. Hasta esas cosas que dan a la gente una relativa felicidad, en una persona que abandona su vocación se hacen amargas como la hiel, agrias como el vinagre, repugnantes como el rejalgar.[109]
Otro condicionamiento
psíquico adicional es fomentar remordimientos: si alguien se va del Opus Dei
cae en la culpa porque rechaza conscientemente las gracias que había recibido
de Dios:
Se procurará que [la persona que quiere irse de la Obra] comprenda que al cabo del tiempo, se llenaría de pena y se avergonzaría delante de Dios, de su conciencia, y de los hombres; y también que negarse a recibir el apoyo sobrenatural que se le ofrece, precisamente en ese momento de ceguera, equivale a tentar a Dios Nuestro Señor, exponiéndose a perder la felicidad terrena —el gaudium cum pace— y tal vez la eterna.[110]
Irse de la Obra no sólo
significa condenarse a ser infeliz en esta vida, sino que también pone en duda
grave su salvación eterna. San Josemaría usa de todos los medios disponibles
para convencernos de que no hay salvación fuera del Opus Dei. En la cita
siguiente el fundador identifica al Opus Dei con la barca de Pedro del
evangelio, es decir con la Iglesia:
Desde el momento en que
has subido a la barca, a esta barca del Opus Dei, (...) le diste a Jesús tu
libertad, y tu fin personal ha pasado a ser algo muy secundario. Puedes moverte
con libertad dentro de la barca, pero no puedes olvidar que has de permanecer
siempre dentro de los límites de la barca. (...) si te sales de la barca,
caerás entre las olas del mar, irás a la muerte, perecerás anegado en el
océano, y dejarás de estar con Cristo. (...)
Tú, que has subido a la
barca de la Obra porque te dio la gana, porque inequívocamente te llamó Dios,
has de corresponder a esa gracia quemándote, haciendo que nuestro sacrificio
gustoso, nuestra entrega sea una ofrenda: ¡un holocausto! (...)
Si quieres tener vida, y
vida eterna, y honor eterno; si quieres la felicidad eterna, no puedes salir de
la barca, y debes prescindir en muchos casos de tu fin personal. Yo no tengo
otro fin que el corporativo: la obediencia. ¡Qué hermoso es obedecer!
(...)
Si en esta barca, pobre,
humilde, te acuerdas de que tú tienes un avión, que puedes manejar perfectamente,
y piensas: ¡qué lejos puedo llegar! ¡Pues, vete, vete a un
portaviones, que aquí tu avión no hace falta! (...)
Dentro de la barca no se
puede hacer lo que nos venga en gana.
Hijo mío, convéncete de ahora para siempre, convéncete de que salir de la barca es la muerte. Y de que, para estar en la barca, se necesita rendir el juicio. Es necesaria una honda labor de humildad: entregarse, quemarse, hacerse holocausto.[111]
Si se piensa que estas
palabras “de un modo especial vienen del
mismo Jesucristo”, la encarcelación psíquica ya está alcanzada. Don Álvaro, primero sucesor de san
Josemaría, identificaba toda salida de la Obra con la
traición de
Judas :
¡Qué trágica mentira
cuando la infidelidad se pretende camuflar bajo apariencia de amor! Judas traicionó
al Señor por dinero, Demas abandonó a San Pablo por los placeres de esta
vida...: en el fondo, siempre es el egoísmo, la soberbia, es el yo desorbitado
el que impide la fidelidad. Para nosotros, la fidelidad a nuestra llamada
significa fidelidad a la vocación cristiana: al Amor de Dios. Se entienden por
eso las palabras fuertes de nuestro Padre: si alguno de mis hijos se abandona y
deja de guerrear, o vuelve la espalda, que sepa que nos hace traición a
todos: a Jesucristo, a la Iglesia, a sus hermanos en la Obra, a todas las
almas.[112]
Si se tiene fe en que
estas palabras “provienen de modo
especial de Jesucristo”, el encarcelamiento psíquico es ya completo. Pero
incluso tan fuerte condicionamiento puede desfallecer. Para inclinar a los
miembros a una mayor “fidelidad”, la prelatura impone castigos materiales a los
que se van.
He aquí el tratamiento
que el Opus Dei reserva a “los que no
perseveraron”:
Es preciso evitar todo lo que pudiese contribuir a dar —a los interesados y a los que son fieles a su vocación— la impresión equivocada de que “no ha pasado nada”, de que la infidelidad no es algo muy serio. (...) No resulta oportuno que, después de abandonar su camino, comiencen a colaborar con personas de la Obra en trabajos profesionales de los que obtengan un beneficio material.[113]
Quizá estas palabras no
quedan todavía suficientemente claras. Significan que si alguien era miembro
del Opus Dei y trabajaba para una empresa ligada de alguna manera con un
miembro del Opus Dei, será despedido de ella en el momento de su salida de la
institución.
Si llevaba años
dando clases en un colegio ligado al Opus Dei, se le dirá que se rescinde su
contrato porque ya no es válido. Si era profesor en una universidad ligada al
Opus Dei, se prescindirá de él sin atender a sus méritos. Si era estudiante en
una universidad ligada al Opus Dei, recibirá el consejo imperativo de seguir
sus estudios en otra universidad. Y si hacía negocios o realizaba pedidos, de
repente perderá clientes, proveedores y pedidos.
Por suerte, todo eso está
hecho por amor de Dios y para el bien de esta persona: para que no tenga la
impresión equivocada de que “no ha pasado nada”.
La absolutización de la
institución del Opus Dei, la convicción de seguir la misma voluntad de Dios, la
conciencia de que fuera del Opus Dei no hay salvación... Todos estos principios
traen consigo las siguientes consecuencias:
1. Al entrar en el Opus
Dei, el nuevo miembro sacrifica su libertad, su entendimiento, su humanidad:
¡Qué dolor, si un hijo de Dios se atreve a reclamar la voluntad, que había entregado al servicio de esta Obra donde reina la Cruz salvadora![114]
Te pido, desde este momento, una fidelidad que se manifieste en el aprovechamiento del tiempo y en dominar la soberbia, en tu decisión de obedecer abnegadamente, en tu empeño por sujetar la imaginación.[115]
Hay que obedecer, cueste lo que cueste; dejando el pellejo.[116]
Este es mi espíritu y éste ha de ser vuestro espíritu, hijas e hijos míos. A la Obra no venís a buscar nada: venís a entregaros, a renunciar, por amor de Dios, a cualquier ambición personal. Todos tienen que dejar algo, si quieren ser eficaces en Casa y trabajar como Dios nos pide, como un borrico fiel,¡ ut iumentum! La única ambición del borrico fiel es servir, ser útil.[117]
2. Un miembro del Opus
Dei no tiene derecho a cuestionar su vocación. Es esclavo de su elección, no
puede hacer marcha atrás:
La persona que ha visto clara su vocación, aunque sólo haya sido una vez, aunque ya no vuelva a verla más, debe continuar para siempre, por sentido de fidelidad, sin volver la cabeza atrás, después de haber puesto la mano en el arado.[118]
El deber de cumplir las promesas -pacta sunt servanda, según la expresión clásica- ha sido reconocido por todos los pueblos como una obligación moral que no precisa demostración, y como conditio sine qua non para toda forma de sociedad y de convivencia entre los hombres: sólo los animales están a merced de los dictados de su instinto; la criatura humana subordina los impulsos desordenados de las pasiones o de la voluntad a la recta luz de la razón, que en el caso del cristiano está, además, iluminada por la fe y robustecida por la gracia de Dios. Por eso, en el Nuevo Testamento, se emplean palabras fuertes para describir a quienes se dejan dominar por el capricho de sus sentimientos: son nubes sin agua zarandeadas por los vientos; árboles de otoño sin fruto, dos veces muertos y arrancados de raíz; olas bravías del mar que echan la espuma de sus torpezas; astros errantes a los que está reservado para siempre el infierno tenebroso. Judas 1,12-13.[119]
Desde la eternidad el Creador nos ha escogido para esta vida de completa entrega: elegit nos in ipso ante mundi constitutionem (Ephes. I, 4), nos escogió antes de la creación del mundo. Ninguno de nosotros tiene el derecho, pase lo que pase, a dudar de su llamada divina: hay una luz de Dios, hay una fuerza interior dada gratuitamente por el Señor, que quiere que, junto a su Omnipotencia, vaya nuestra flaqueza; junto a su luz, la tiniebla de nuestra pobre naturaleza. Nos busca para corredimir, con una moción precisa, de la que no podemos dudar: porque tenemos, junto a mil razones que otras veces hemos considerado, una señal externa: el hecho de estar trabajando con pleno entregamiento en su Obra, sin que haya mediado un motivo humano. Si no nos hubiera llamado Dios, nuestro trabajo con tanto sacrificio en el Opus Dei nos haría dignos de un manicomio.[120]
Hay que apreciar la
lógica escondida en esta última frase: la demostración objetiva de que alguien
tiene vocación al Opus Dei es el hecho de que está en el Opus Dei (!). Y si tal
persona se fuera de la Obra, todo el bien que hizo durante su vida dejaría de
existir:
Si no llegáramos a poner la última piedra en nuestra vida de entrega, nuestra existencia sería algo inútil, no habría servido para nada.[121]
3. El deber más
importante de un miembro de la Obra es asegurarse que no sea posible su propia
salida o la salida de otro miembro. Esta meta se alcanza por medio de la
vigilancia:
Un medio indispensable
para salvar esas situaciones, y que hay que conseguir con la ayuda de Dios, es
la sinceridad plena. Para lograrlo, hay que tratarle con mucho afecto -lleno de
sentido sobrenatural-, facilitándole que abra completamente el alma a los
Directores y sea humilde y dócil: es el camino seguro para que persevere, con
la gracia de Dios que no le faltará.
Habrá que hacerle ver la
Bondad de Dios y animarle para que se arrepienta; hablarle de la verdadera
libertad de los hijos de Dios, que está en dejarse condicionar y se determina
en la obediencia; mostrarle la ayuda que la fidelidad supone para su salvación
eterna y el daño que la infidelidad puede hacer a tantas almas;
aconsejarle que no se precipite en tomar una decisión de la que podría
lamentarse siempre. (...)
Además, es necesario enterarse con prudencia si tiene intimidad con alguna persona; si se aconseja con algún eclesiástico ajeno a la Obra, en lugar de hacerlo con sus hermanos; qué correspondencia mantiene: podría ser que escribiera a parientes, a amigos o a otras personas que le hagan muy poco bien; qué libros lee; y si encuentra dificultades en su profesión u oficio.[122]
No me cansaré de porfiar, afirmando que sin plena sinceridad resulta imposible perseverar.[123]
He añadido en muchas ocasiones que, si se presentase el caso de una defección de la que no supiéramos explicar las causas, no disculparía de pecado —y a veces, de pecado grave— a los Directores y a aquellos hijos míos que hayan convivido con esa persona.[124]
Convenceos, hijos míos,
que en cuestiones de fe, de pureza y de camino no hay detalles de poca
importancia. Si se escribiera el itinerario de los desertores, al principio de cada historia se encontraría siempre una reata de pequeños
abandonos en materia de fe, por ejemplo, en el culto; o de pureza, porque se
descuida la guarda de los sentidos; o de vocación, porque se dialoga admitiendo
pensamientos contra la perseverancia, que habrían de rechazarse prontamente.
Confirmo que, en estas materias, no se encuentran pormenores de poca monta,
porque esta infidelidad se manifiesta muy pronto en una progresiva disminución
de la alegría en el servicio de Dios.
Esa persona —que ya está
caída o ha empezado a caer— responde con mala cara, con malos modos; habla
habitualmente hiriendo, discute agresivamente, sobre todo de cuestiones políticas;
se muestra más amigo de los que difunden errores —o de la gente lejana, que no
trata— que de los que conviven a su lado, con los de su casa. Deja de rezar.
Los más soberbios ocultan esta crisis bajo la máscara orgullosa de la frialdad,
de una postiza actitud intelectualoide: hombres o mujeres que no se sabe nunca
dónde ocultan el corazón, hasta que se descubre que lo tenían puesto en sí
mismos.
Hijas e hijos míos:
escarmentemos en cabeza ajena. No nos fiemos jamás de nuestra opinión. Aunque
pasen los años y se cuenten por decenas los de fiel perseverancia,
¡no os fiéis!: estad alerta sobre vosotros mismos, y ayudaos mutuamente. [125]
Es muy característico el
hecho de que, en caso de crisis, la falta siempre está enteramente por el lado
de la víctima. Cuando alguien “deserta”, la prelatura no aprovecha la ocasión
para preguntarse si ha cumplido bien con sus compromisos, si ha sido una
verdadera familia, si se ha comportado con caridad y misericordia... El Opus
Dei por definición es inmaculado (una vez más la prelatura se apropia de los
rasgos de la Iglesia).
4. Las afirmaciones
anteriores son la expresión del fanatismo de san Josemaría. El Opus Dei como
institución sigue fielmente las enseñanzas de su maestro:
Algunos pretenden que no se podría
"obligar" a perseverar a una persona que se encontrase en un periodo
de graves dificultades, objetivas o subjetivas, en su vocación cristiana -al
celibato, al sacerdocio, etc.-, porque sería condenarla a la amargura y -se
insiste- Dios no puede querer la infelicidad de nadie.
Es fácil ver que este planteamiento es erróneo y muy pernicioso.[126]
Conclusión: se puede
obligar a alguien en contra de su voluntad. No se puede mostrar la más mínima
compasión:
Si se presentara la tentación de aguar las exigencias de Dios para una persona, movidos por una aparente "bondad" o "comprensión" ante determinadas circunstancias, es preciso no olvidar que ceder a ese engaño siempre ocasionaría -a la corta o a la larga- un daño grave a la Obra y a las almas.[127]
La inflexibilidad del
Opus Dei se hace especialmente cruel hacia los enfermos. A ellos la prelatura
les quita el derecho de decidir sobre sí mismos:
Si [una persona enferma] tuviese pensamientos contra la perseverancia, es preciso escucharle con calma, sin asustarse, pero también sin mostrar que no se concede importancia a esa circunstancia. En este punto, cuidando los modos, se le recordará de manera inflexible que la vocación la da Dios para siempre. Por otro lado, resulta patente que no está en condiciones de razonar con normalidad y mucho menos de tomar una decisión de la que luego se arrepentiría.[128]
Tales son los frutos de
la “formación” impartida a los miembros de la prelatura. Se entiende mejor por
qué el Opus Dei protege con tanto cuidado sus reglamentos. Si estas
informaciones fueran conocidas y al alcance de todos, ¿las personas
animadas a entrar aceptarían hacerse miembros de una organización de este tipo?
Lo que se llama dirección
espiritual en el Opus Dei está muy lejos de lo que la tradición católica
reconoce como dirección espiritual.
1. Un miembro no tiene la
libertad de elegir el director espiritual que le conviene. No sólo hay que
dejarse dirigir por el director y el sacerdote designados, es que, además, está
prohibida (utilizando la manipulación emocional) cualquier consulta con otras
personas, sean miembros del Opus Dei o no.
2. Se usan diversos
medios de presión psicológica para que el miembro se sienta obligado a divulgar
sus pensamientos más íntimos. Se niega toda privacidad o fuero interno. Esto va en contra del Código de Derecho Canónico:
Can. 220 - A nadie le es lícito violar el derecho de cada persona a proteger su propia intimidad.
Can. 630 § 5. - Los miembros deben acudir con confianza a sus Superiores, a quienes pueden abrir su corazón libre y espontáneamente. Sin embargo, se prohibe a los Superiores inducir de cualquier modo a los miembros para que les manifiesten su conciencia.
3. Además, se mezclan las
ideas de gobierno y de dirección espiritual. El servicio de los sacerdotes se
usa como un instrumento en las manos de los directores laicos:
En el Catecismo de la Obra habréis estudiado que, en primer término, compete a los Directores locales, laicos, ¡laicos! También imparte la dirección espiritual el sacerdote designado, en el ejercicio de su ministerio.[129]
Los sacerdotes saben que, para colaborar eficazmente en la dirección espiritual personal de los fieles de la Prelatura, han de confirmar en todo, ordinariamente, las directrices que los demás reciban en la charla fraterna: sólo una completa armonía entre ambos consejos asegura la adecuada dirección espiritual de las personas de la Obra.[130]
Tal cooperación armónica
entre los directores laicos y los sacerdotes significa un peligro muy grave
para el cumplimiento del silencio de oficio, del secreto de la confesión y de
la lealtad humana:
Quien recibe la charla
deberá poner en conocimiento de los Directores lo que sea necesario para que
puedan cumplir su misión de gobierno en bien de esa persona y en bien de la
Obra. Esto no lesiona mínimamente el silencio de oficio.[131]
No tendría sentido, por
ejemplo, que al hacer la charla fraterna alguien pusiera como condición, para
tratar un tema determinado, que quien la recibe se comprometiera a "no
contar a nadie" lo que va a decirle; o que este último, pensando facilitar
la sinceridad, equivocadamente dijera al que hace la charla: "cuéntamelo
todo y no te preocupes, porque no se lo voy a decir a nadie más".[132]
Todos agradecemos que quien recibe nuestra Confidencia comunique a los Directores lo que sea preciso, pues «con esa charla es más claro, más pleno y más íntimo el conocimiento que los Directores tienen del alma de los fieles de la Obra, y así les pueden ayudar mejor (Catecismo de la Obra, n. 208) ».[133]
Tal falta de respeto al
silencio de oficio va en contra del derecho a la intimidad. Además, el Opus Dei
aconseja a sus sacerdotes no dar la absolución si algunos de los pecados
revelados son graves y no han sido declarados a los directores laicos.[134]
4. La dirección
espiritual es burocrática: hay un intercambio de informaciones íntimas por
escrito entre los diferentes niveles de gobierno sin que el miembro lo sepa.
Tal práctica en la
dirección espiritual va directamente en contra de la disciplina eclesiástica y
contradice de manera esencial los derechos humanos a la libertad y a la
responsabilidad personal. Estos abusos han sido denunciados repetidas veces
ante los tribunales de la curia romana, pero hasta hoy no ha habido ninguna
reacción por parte de los organismos vaticanos.
El Opus Dei fue fundado
por católicos piadosos, pero con el tiempo, por el proceso de absolutización,
pasó a ser una organización totalitaria que posee todas las características de
una secta destructiva. Las fechas de las citas expuestas muestran que tal
tendencia totalitaria estaba ya presente en sus principios (los años 30
del siglo XX) y que se fue fortaleciendo con el paso del tiempo.
Los ideales de los cuales
se alimenta la institución son buenos en sí mismos, pero la excesiva
insistencia sobre el cumplimiento, la sumisión y la obediencia transforma el
mensaje evangélico en un infierno de exigencias incondicionales. Bastaría
añadir un poquitín de caridad, de indulgencia, de condescendencia, para
que todos estos principios fueran sanos y provechosos. Desgraciadamente, el
fundador sólo hablaba de “santa intransigencia” y de “santa coacción”.
Pude comprobar que cuanto
más lejos está uno de los decretos del prelado, el Opus Dei presenta un rostro
más humano y menos totalitario. Lejos de los centros de gobierno de la
prelatura, los directores tienen un mayor margen para la iniciativa personal,
les es más fácil regirse por los principios de caridad y misericordia. Pero cuanto
más acerca uno al centro del poder (gobiernos regionales y central) el
cumplimiento de las diversas reglas se hace más intransigente e insensible y
los directores se transforman en marionetas pasivas que se limitan a trasladar
los comunicados que reciben del poder superior.
Concluyendo, el Opus Dei
es un perfecto representante de la espiritualidad autoritaria. Anselm Grün da
la siguiente definición de este concepto en su libro “Sobre el otro enfoque de la espiritualidad” (Ediciones WAM, Cracovia
2005) :
El punto de partida de la espiritualidad autoritaria son los ideales a los que tendemos y las metas que queremos alcanzar a través de la oración y de la ascética. Estos ideales se extraen del estudio de las Escrituras, de la enseñanza moral de la Iglesia y de nuestra imaginación sobre nosotros mismos. Las preguntas básicas de la espiritualidad autoritaria son las siguientes: ¿Cómo debería ser un cristiano? ¿Que debería hacer un cristiano? ¿Qué actitudes debería asumir? La espiritualidad autoritaria proviene de la aspiración humana a ser cada vez mejor, a subir cada vez más alto, en acercarse cada vez más a Dios. Este tipo de espiritualidad está representado sobre todo por la teología moral de los últimos tres siglos y por la ascética enseñada desde los tiempos del Renacimiento. La psicología actual se muestra bastante escéptica ante tal espiritualidad afirmando que puede llevar al desgarramiento interior del hombre. El que se identifica con estos ideales frecuentemente ahoga lo que en él no se corresponde con estos ideales. Esto provoca el desgarrón interior de la persona y su enfermedad. La psicología, sin embargo, no tiene objeciones sobre la espiritualidad no-autoritaria que practicaban los monjes antiguos: para ella es evidente que el hombre podrá encontrar su verdad interior únicamente por el camino del conocimiento de sí mismo.
La Obra Opus Dei (del latín
– Obra de Dios)
Opus Dei Prelatura personal de la Santa Cruz y Opus Dei.
El prelado La máxima autoridad
del Opus Dei. Vive en Roma y está asistido por el Consejo central.
Nuestro Padre El fundador del Opus Dei,
San Josemaría Escrivá de Balaguer, marqués de Peralta (1902-1975); nacido como
“José María Escriba”. Beatificado en 1992 y declarado santo en 2002.
El Padre Prelado del Opus
Dei. Hay que besar su mano y la tierra donde pisa. El cargo lo ocupa en la
actualidad Monseñor Javier Echevarría Rodríguez (Madrid, 1932).
Don Álvaro Primer sucesor de san
Josemaría. Conocido como Álvaro del Portillo, pero nacido como Álvaro Portillo Diez de Sollano (1914 - 1994). Ingresó en el Opus Dei en 1935 y
fue siempre íntimo colaborador del fundador.
Región Unidad
organizativa del Opus Dei. Usualmente cubre un país entero. Al frente de cada
región está la Comisión Regional (para los varones) y la Asesoría Regional
(para las mujeres).
Consejo central Grupo de consejeros del prelado (directores
centrales). Viven en la sede del Opus Dei en Roma.
Consejo regional Grupo de directores regionales. Los directores
locales responden ante las Delegaciones provinciales, éstas ante los Consejos
(Asesorías para la sección femenina) regionales y ellos, a su vez, ante el
Consejo (Asesoría) central en Roma.
Centro Casa del Opus
Dei donde viven numerarios y sacerdotes en el caso de la sección de varones y
sólo numerarias en la sección de mujeres. Allí tienen lugar las actividades “de
formación”. Desde el punto de vista jurídico, la casa es propiedad de una
institución (fundación o asociación) controlada por el Consejo regional,
pero nunca está a nombre de la Prelatura. Por medio de tales instituciones el
Opus Dei controla un importante patrimonio.
Consejo local Grupo de tres directores y
de un sacerdote designados para gestionar un centro. Se compone del Director,
Subdirector y Secretario. El sacerdote tiene una autoridad moral especial.
En la sección de mujeres del Opus Dei sólo existe la terna Directora,
Subdirectora y Secretaria y se les asigna un sacerdote como encargado de la
dirección espiritual del centro (celebración de la Misa y otras acciones
litúrgicas, predicación, confesiones, etc.).
Director local Numerario que hizo la Fidelidad, vive en un centro y fue
nombrado miembro del Consejo local.
Tiene que aplicar al pie de la letra lo dispuesto en las Glosas, Instrucciones, Vademecums, Experiencias, Guiones, Ceremoniales, Catecismos y Reglamentos internos de la Administración.
Tiene además que tener en cuenta las disposiciones que le vienen de la
Delegación, del Consejo (Asesoría)
regional y del Consejo (Asesoría)
central.
Instrucciones Conjunto de 50 cartas de
san Josemaría. Manifiesto fundacional del Opus Dei.
Vademecum Conjunto de principios
según los cuales los directores tienen que gobernar. Los directores son
examinados sobre el cumplimiento de estos criterios.
Criterio Regla de comportamiento
escrita en los Vademecums.
Espíritu del Opus Dei Conjunto de reglas y disposiciones mediante las
cuales los directores rigen a los miembros del Opus Dei.
Aspirante Adolescente de 14,5
a 18 años que escribe una carta al Prelado declarando su intención de
entrar en el Opus Dei. Si los padres se oponen a la vocación de su hijo, se
conseja a los Aspirantes no hablar de
su pertenencia al Opus Dei con ellos.
Numerario/a Laico/a que vive de
acuerdo a los más rígidos principios monásticos. Vive en un centro del Opus Dei
y tiene que cambiar de profesión o de ciudad cuando los directores se lo
indican. Tiene como tarea principal hacer el plan de vida, dar a la Obra todo
el dinero que gane, captar e indoctrinar a nuevos miembros. A veces tiene que
trabajar sin salario y sin contrato para la burocracia del Opus Dei (trabajos
internos).
Agregado/a Laico/a que vive de
acuerdo a los más rígidos principios monásticos, pero no vive en un centro del
Opus Dei. Tiene como tarea principal hacer el plan de vida, dar todo el dinero
que gane y captar a nuevos miembros. En algunos casos realiza tareas de
dirección y formación de agregados/as y supernumerarios/as.
Supernumerario/a Laico/a que pertenece al Opus Dei, tiene su
propia familia (no tiene el compromiso del celibato) y vive en su casa. Tiene
como tarea principal hacer el plan de vida, procrear muchos hijos (tiene
prohibido emplear cualquier método anticonceptivo), aportar a la Obra cuanto
dinero pueda (aportaciones ordinarias y extraordinarias) y captar a nuevos miembros.
Tendría que convencer a su pareja para que entre también en el Opus Dei. Tiende
a educar a sus hijos de tal modo que pidan la admisión en el Opus Dei cuando
tengan la edad para ello (14,5 años). En la actualidad los matrimonios
de supernumerarios son el semillero de las nuevas vocaciones y se pueden
producir graves conflictos familiares cuando un hijo que ha entrado en el Opus
Dei deja la institución.
Sacerdote del Opus Dei Numerario ordenado por deseo del prelado.
Curiosamente, si un joven manifiesta tener vocación hacia el sacerdocio no
puede ser admitido como miembro del Opus Dei: el sacerdote numerario se ordena
tan sólo en y para la Prelatura. Caso distinto son los sacerdotes diocesanos que
piden la admisión en la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. El numerario
aspirante al sacerdocio por indicación del Prelado tiene que pasar una
formación de 6 años en Roma (en la Pontificia Universidad de la Santa
Cruz) o en Pamplona (Universidad de Navarra). Cumple en su centro el papel de
comisario político: informa directamente a las instancias superiores sobre el
comportamiento de los directores laicos.
Numeraria auxiliar Mujer laica que conforma su vida según los más
rígidos principios de los monasterios femeninos de clausura. Vive en un centro
del Opus Dei y (salvo algunas excepciones) trabaja obligatoriamente durante
toda su vida en tareas domésticas, cocinando, limpiando y haciendo la colada en
los centros de la Obra. No tiene acceso a una educación que no esté vinculada a
su trabajo, tampoco al dinero. En algunos países no tiene ni contrato de
trabajo. No puede abandonar la casa (aunque sea para salir a pasear) sin la
supervisión de una numeraria. El fundador las llamaba “nuestras hermanas
pequeñas”.
Pitable Persona que
alcanza el deseado estado de aislamiento de su entorno y de dependencia
emocional del Opus Dei. El Consejo local puede
decidir cuándo provocar la crisis
vocacional en esta persona.
Crisis vocacional En el momento en que el Consejo local decide que alguien pitable va a ser útil al Opus Dei, designa a un numerario para
provocar la crisis vocacional en la víctima. El numerario declara a su víctima
que ha visto clara su vocación al Opus Dei y le insiste una y otra vez sobre su
obligación de responder generosamente a ella; el acoso no cesa hasta que la
víctima cede y pide la admisión (caso ganado) o sale huyendo lo más lejos
posible (caso perdido).
Pitar Escribir la carta, es decir, pedir la admisión en el Opus Dei.
Escribir la carta Escribir una carta al prelado
pidiendo la admisión en el Opus Dei. La carta se queda en el centro y no llega
al prelado.
Oblación Paso jurídico que
vincula al individuo con el Opus Dei y lo convierte en persona consagrada. Se
permite desde los 18 años. El compromiso es una obligación para un
año, y se renueva el 19 de marzo, fiesta de san José.
Fidelidad Paso jurídico
correspondiente a la consagración perpetua. Conlleva la obligación de no
criticar a los directores. Los numerarios pueden ser directores después de
haber hecho la Fidelidad.
Incorporación Entrada en el Opus Dei
desde el punto de vista jurídico por efecto de la Oblación o la Fidelidad.
Vocación En la práctica, se
trata del deber moral de pertenecer al Opus Dei. Los directores deciden sobre
quién tiene vocación y quién no. En algunas ocasiones los directores deciden
que una persona no sirve para el Opus Dei incluso después de años de su
incorporación. Consecuentemente, se comunica a esa persona que no tiene
vocación y se la echa del Opus Dei.
Ser fiel Respetar
estrictamente todo el plan de vida y
todos los criterios de los
reglamentos internos.
Plan de vida Lista de devociones que
un miembro del Opus Dei tiene que hacer obligatoriamente
si quiere salvarse. La lista está parcialmente expuesta
en el capítulo De la devoción al cumplimiento.
Normas Devociones del Plan de vida.
Dirección espiritual Vigilancia semanal hecha por el director. Hay
que dar cuenta de todos los acontecimientos de la semana pasada y se reciben
metas para la semana siguiente.
Buen espíritu Postura de sumisión y
falta de espíritu crítico. Es exigida a los miembros del Opus Dei. Es también
sinónimo del más fanático seguimiento de todos los criterios.
Sinceridad Sinónimo de vigilancia
y de obediencia ciega. Dicen que es consecuencia de la humildad y que es la
virtud la más importante. Debe tambien conducir a la obediencia.
Infancia espiritual Doctrina que sirve para justificar la
infantilización de los miembros del Opus Dei.
Corrección fraterna Instrumento de control usado por los miembros
que no son directores.
Confesión Instrumento de control
mental. El sacerdote no da la absolución si algunos de los pecados graves no
fueron revelados al director laico.
Perseverancia, fidelidad Quedarse en el Opus Dei hasta la muerte
independientemente de que la pertenencia a la organización genere estados
depresivos o patológicos en el miembro. Eso sí, si un miembro no aporta
dinero (exceptuando los que ocupan cargos de gobierno interno), deja de tener vocación y se le echa de la Obra.
Libertad Consiste en hacer
lo que han decidido los directores.
Confianza Seguridad de que un
miembro del Opus Dei va a seguir ciegamente las directrices de sus directores
sin cuestionarlas.
Entrega Alienación a
cuenta del Opus Dei.
Mortificación Moneda con la que se
compran las gracias divinas. Cuantas más mortificaciones, más fidelidad y más vocaciones nuevas.
Oración Otra moneda con la
que se compran las gracias divinas. Cuantas más recitaciones, más fidelidad y más vocaciones nuevas.
San Josemaría, meditación
El buen pastor, 12.III.1961.
Últimamente publicada en Mientras nos hablaba en el camino, pp.
143-155, 2002.
Tomad vuestras notas, y
grabad en vuestro corazón lo que os digo. Porque no sólo os habla un sacerdote:
es el Fundador, y no hay más que uno. Papas, conoceréis muchos; yo he conocido
a varios. Cardenales, a montones. Obispos, más aún... pero Fundador del Opus
Dei no hay más que uno, aunque sea de tan poco fundamento como yo: ¡uno
sólo! Y Dios os pedirá cuenta si no atendéis mis indicaciones. Por mi boca os
habla especialmente Jesucristo, porque yo especialmente en su nombre soy el
buen Pastor. (...)
Porque a
veces, en vez de huir del extraño, alguno podría alejarse de sus
Directores, de sus hermanos; y acudir a un hombre lo suficientemente ignorante
o imprudente o poco avisado, capaz de conducirle adelante por el camino de la
perdición.
Hijos
míos, vosotros debéis formular el propósito firme de no cometer esa
equivocación en vuestra vida. El mismo Señor, por medio de San Juan, nos
advierte que no hay que buscar consejo fuera, que eso sería como ir
voluntariamente al precipicio. ¡Se debe huir del extraño,
¡debéis escuchar sólo la voz del buen pastor!
¿Sabéis
quién es, para mis ovejas, el buen pastor? El que tiene misión otorgada por mí.
Y yo la doy ordinariamente a los Directores y a los sacerdotes de la Obra.
Gente que no conoce el Opus Dei, no está en condiciones de actuar como pastor
de mis ovejas, aunque sean buenos pastores de otras ovejas y aunque sean
santos. Para mis hijos, no son el buen pastor del que habla Jesucristo. ¿Está
claro? Seguid el consejo del Maestro: huir. ¿Por qué habríamos de
escuchar la voz de quien no conoce el espíritu de nuestra Obra? Hay que oír la
voz del buen pastor, de los que han recibido la misión para apacentar las
ovejas del Opus Dei. Todos los demás no son pastores con esa misión específica.
(...)
En la
Obra, todos debemos acudir al sacramento de la Confesión al menos una vez por
semana. Conviene que os confeséis con los sacerdotes que están designados.
(...) Todos mis hijos gozan de la más absoluta libertad para confesarse con
cualquier sacerdote aprobado por el Ordinario, y no se encuentra obligado a
decir a los Directores de la Obra que lo ha hecho. ¿Uno que proceda así
peca? ¡No! ¿Tiene buen espíritu? ¡No! Se ha puesto en camino
de escuchar la voz del mal pastor. (...)
Si el
alma en circunstancias particulares necesita una medicación –por decirlo así-
más cuidadosa, esto es, si se requiere el oportuno y rápido consejo, la
dirección espiritual más intensa, no debe buscarse fuera de la Obra. Quien se comportara
de otro modo, se apartaría voluntariamente del buen camino e iría hacia el
abismo; sin duda, habría perdido el buen espíritu. (...)
Si tú hicieras esto, tendrías mal espíritu, serías un desgraciado. Por ese acto no pecarías, pero ¡ay de ti!, habrías comenzado a errar, a equivocarte. Habrías empezado a oír la voz del mal pastor, al no querer curarte, al no querer poner los medios.
Estarías,
además, perjudicando a los demás. Ese confesor guardará el sigilo sacramental,
desde luego: todos los sacerdotes lo cuidan celosamente, siempre. Pero cuando
se le presente otra alma a pedirle consejo, y le manifieste que está pensando
en solicitar la admisión en el Opus Dei, quizá se lo quitará de la cabeza.
Aquel confesor no podrá evitar el pensamiento: ¿ir al sitio donde está
aquel miserable, aquel canceroso que no se quería curar?
Tú
conoces la doctrina del Cuerpo Místico, de la Comunión de los Santos. Pues
estarías haciendo daño a tus hermanos, y a los que están por venir, y a
ti mismo, al cuerpo entero de la Obra. Porque además aquel mal pastor no venía
a buscarte, habrías sido sólo tú el responsable. (...)
Pero
insisto: ¡ay de ti!, ¡pobre, pobrecito mío! (...) Por eso, los
miembros del Opus Dei, si de verdad quieren ser fieles, no siguen a un
extraño, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los
extraños. (...) Los que no tienen misión encomendada por los Directores,
no son buenos pastores, aunque hagan milagros. (...)
La ropa sucia se lava en
casa. La primera manifestación de que os dais, es no tener la cobardía de ir a
lavar fuera de la Obra la ropa sucia. Si de veras queréis ser santos; si no,
estáis de más.
Las informaciones
escritas en estas notas han sido adquiridas en la dirección espiritual. La
víctima no sabe que los directores intercambian opiniones escritas sobre ella.
Las prescripciones reflejan muy bien la mentalidad de dueños de almas
que tienen los directores.
Ref. 733/04 [...] 18/04
1. El cumplimiento de las
normas del plan de vida, no siempre es completo y con detenimiento. Es
frecuente que deje algunas para última hora e incluso que no las haga.
2. La temática en las
charlas, la mayoría de las veces, versa sobre su perseverancia; pareciera que
desea encontrar una excusa que lo tranquilice, para abandonar la vocación. Del
ca (curso anual) de este año, regresó con la idea de darse como plazo el
presente año, para determinar si continúa o no en la Obra. En cada
ocasión se le ha animado a que sea valiente, pida luces y fortaleza para que
vea que el planteamiento que debe hacerse, es distinto ahora, de cuando
escribió la carta. También se le ha dicho que no parece lo más acertado poner
plazos, que todo en esta vida cuesta esfuerzo, que no idealice el matrimonio;
que los casados también tienen problemas, como él lo tiene comprobado por la
labor que atiende en [...].
3. Es inconstante, muy
inestable, casi un poco infantil. Poco mortificado en los gustos, un poco
inmaduro. Desde luego no es muy obediente. Se le han dicho estas cosas,
puntualizando.
4. Continúa con los
problemas contra la Santa Pureza. No rara vez se va al cine, lógicamente sin
decirlo antes. Tampoco ha superado dejar de consultar cosas inconvenientes en
Internet. Está poco en la vida de familia; esto ha sido desde que llegó a este
ctr (centro). El auto que se le facilitó para la labor de [...], tenía como
finalidad, también, que viniera a comer a la casa, prácticamente todos los
días, y tampoco ha sido así.
5. Por lo que cuenta de su
trabajo, no parece que lo haga bien, ni que vaya haciéndose un prestigio ante
su jefe inmediato.
6. Aquí le pedimos diera
los jueves, una clase del Apartado IV del B10. Sí lo ha hecho aunque, sin
excederse, ni buscando utilizarlo como ampliación de base apostólica para el
ctr (centro) y para él.
7. El día de ayer, por teléfono,
informó al d (director) de la conversación que tuvo con un d de la Delegación
para pedir la dispensa de vida de familia. Aquí no lo había dicho.
8. Vemos que será difícil
sacarlo adelante, por su falta de voluntad.
2-V-04
1434/03
1. Además de encomendarlo
con mucha fe a nuestro Padre, hay que poner, con decisión y en el momento
oportuno, los medios y hacer los ajustes que sean necesarios para que cambie de
actitud con relación a la entrega, de manera que decida y quiera convertirse;
se trata de lograr una conversión profunda del corazón –pues ahí es donde nos
parece que está su principal afección–, para hacer total y solamente lo que es
voluntad de Dios.
2. Es por medio de la cfi
(confidencia o charla) semanal como podremos lograr lo anterior. Hay que irlo
llevando a esas continuas conversiones de las que nos habla el Padre en su
Carta de agosto que lograrán esa conversión profunda del corazón.
3. Nos parece que respecto
a su entrega, en la dirección espiritual, hay que afrontar dos puntos concretos:
a) la estrecha relación
que mantiene con su familia de sangre. Tenemos que lograr que entienda y quiera
vivir el relictis omnibus del que nos habló nuestro Padre.
b) el empleo del internet,
por el excesivo uso que hace de él, es evidente que forma parte de ese mundo
suyo personal que quizá podría transparentar en la dirección espiritual y
evitar tener una doble vida. Vale la pena que en el cl (consejo local), se
planteen darle un consejos imperativos respecto al uso que ha de darle a ese
instrumento de trabajo, que podría ir en la línea de utilizarlo sólo para lo
imprescindible y nunca solo.
4. Parece que un punto
concreto que lo puede ayudar a consolidarse y centrarse tanto humana como
sobrenaturalmente es su desarrollo profesional. Hay que dejarle claro, por lo
dicho en el n. anterior, que descartamos un traslado a cualquier ciudad de la
Delegación de […]; es mucho mejor que se afinque sólidamente en la ciudad de
[…], o si él lo pidiese, en alguna otra ciudad de [...] o de la […]. Si quiere
seguir y hacer la carrera en la […] no hay inconveniente. De acuerdo a lo
anterior en el momento en que ustedes lo consideren oportuno o necesario, será
cesado como [...] de [...]
5. Es claro que conviene
el cambio de ctr (centro), sin embargo, ese cambio de circunstancias debe
acompañar y fortalecer el proyecto profesional que él proponga. Por ello
vemos que el primer paso será pedirle que les entregue un proyecto profesional
de mediano plazo, mismo que les agradeceremos que nos envíen con su opinión.
Independientemente de lo anterior, sigue siendo válido lo que les decíamos en
Ref. n 1 linn 3 y 4.
9-IV-2003 Fecha: 9-04-2003
Durante mucho tiempo he estudiado
cuidadosamente las críticas públicas hechas sobre la actividad del Opus Dei en
Gran Bretaña y también examiné la correspondencia que se me ha hecho en
este punto. Algunas cartas son críiticas, algunas expresan una sincera
admiración por la calidades personales de los miembros del Opus Dei y de su
influencia. También encontré los responsables del Opus Dei en este país.
El Opus Dei es un movimiento de sacerdotes y
laicos. Tiene la aprobación de la Santa Sede. Por lo que atañe a lo que
está establecido en la diócesis de Westminster, declaraba, tengo la
responsabilidad, como obispo, de asegurar el bienestar de toda la Iglesia
local, así como los mejores intereses del mismo Opus Dei.
En consecuencia de este estudio he hecho saber
a los responsables del Opus Dei en este país lo que considero que son las
debidas recomendaciones para la futura actividad de sus miembros dentro de la
diócesis de Westminster. Ahora quiero hacer públicas estas cuatro
recomendaciones. Cada una de ellas emerge de un principio fundamental: que los
procedimientos y actividades de un movimiento internacional, presentes en una
diócesis particular, pueden muy bien tener que ser modificados con prudencia a
la luz de las diferencias culturales y costumbres locales legítimas y normas de
la sociedad en la que dicha corporación internacional pretende trabajar.
Estas consideraciones no deben ser tomadas como
una crítica a la integridad de los miembros del Opus Dei, ni de su celo al
promover su apostolado. Las estoy haciendo públicas para salir al paso de
inquietudes comprensibles y para fomentar la práctica ortodoxa de la diócesis.
Las cuatro recomendaciones son las que siguen:
1.
Ninguna persona de menos de dieciocho años debería ser autorizada a
tomar ningún voto ni obligación a largo plazo con el Opus Dei.
2. Es esencial que los jóvenes
que quieran unirse al Opus Dei traten primero el asunto con sus padres o
tutores legales. Si excepcionalmente hay buenas razones para no dirigirse a sus
familias, estas razones deberían, en cada caso, ser discutidas con el obispo
local o con su delegado.
3.
Aunque se admite que los que se unen al Opus Dei aceptan los deberes y
responsabilidades propios de los miembros, se debe poner cuidado en respetar la
libertad del individuo: primero la libertad del individuo para unirse o para
dejar la organización sin que sea ejercida una presión indebida; segunda, la
libertad del individuo en cualquier etapa para escoger a su director
espiritual, tanto si el director es miembro del Opus Dei como si no.
4.
Las iniciativas y actividades del Opus Dei dentro de la diócesis de
Westminster, deberán llevar una clara indicación de su patrocinio y dirección.
Estoy convencido que estas recomendaciones no
van en nada a hacer daño al Opus Dei en su trabajo apostólico, pero le
ayudará a adaptar su espiritualidad a nuestras tradiciones.
Me quedo naturalmente en estrecho contacto con
los sacerdotes y los miembros del Opus Dei en la diócesis de Westminster.
Cardinal Hume, archobispo de
Westminster, 2 de diciembre de 1981
Hans Urs Von Balthasar
fue cardenal y teólogo, co-autor con Joseph Ratzinger (actual Benedicto XVI) de
varios libros. Este artículo tiene como título EL OPUS DEI: Integrismo católico y pareció en Neue Zürcher Nachrichten-Christliche Kultur el 23.XI.1963.
En el año 1984 un
canal suizo de televisión hizo con von Balthasar una entrevista en su casa en
Basilea. El periodista recordó a su interlocutor que llamó a Camino “una instrucción para mejores
scouts”. Balthasar contestó: “Hoy mi opinión sería la misma”.
Los protestantes nos
envidian muchas veces a nosotros los católicos el que gracias a Roma no existen
en nuestra Iglesia fracciones incompatibles como en el caso de las trágicas
divisiones que ellos padecen. Sin embargo, aunque esto es verdad por lo que se
refiere a nuestras fronteras dogmáticas, no lo es con respecto a los distintos
espacios de la espiritualidad, llegando en este punto a un cuadro semejante al
de los protestantes. El primero que como pensador cristiano miró profundamente
alarmado el fenómeno de lo que hoy se llama integrismo, y dio de él el más
seguro diagnóstico no superado aún, fue Maurice Blondel.
La más fuerte
manifestación integrista es sin duda el Opus Dei –de origen español–, un
instituto secular con millares de miembros, principalmente en el mundo
académico y con una gran extensión internacional; posee numerosas residencias
para estudiantes en todo el mundo y una Universidad en Pamplona[135].
Estrechamente ligado al régimen español de Franco, posee altos puestos
en el gobierno, bancos, editoriales, revistas, periódicos (fundados por él o
comprados), y desarrolla en todas partes –incluso en Alemania, Francia,
Austria, Suiza– una discreta y celosa actividad de propaganda. La pertenencia a
la Obra está concebida de una manera múltiple y complicada: desde unos amplios
círculos exteriores hasta grupos íntimos secretos y células. Nos reducimos a
investigar su espiritualidad y tomamos para ello el libro Camino del fundador y
presidente José M. Escrivá, y preguntamos: ¿Piensa realmente el autor
desarrollar aquí una auténtica espiritualidad que baste para nutrir
cristianamente a un tan poderoso cuerpo selecto? ¿Es un pequeño
manual español para los altos exploradores? Pero española es
también la auténtica mística de Raimundo Lulio, Juan de la Cruz e Ignacio de
Loyola, cargada de resonancias evangélicas y con validez para siglos. También
aquí será útil entresacar algunos párrafos para captar el “nuevo tono” de este
“camino”.
“¿Adocenarte? Tú,
¿del montón? ¡Si has nacido para caudillo! Entre nosotros no caben
los tibios; – ¡Energía! Sin ella Iñigo no se hubiera convertido en
Ignacio. ¡Dios y audacia! Sé fuerte y viril. Así serás señor de ti
mismo en primer lugar. Y, después, guía, jefe, ¡caudillo!... que
obligues, que empujes, que arrastres con tu ejempIo, y con tu palabra, y con tu
ciencia, y con tu imperio; – El matrimonio es para la clase de tropa, no para
el estado mayor de Cristo; –¿Ansia de hijos?... Hijos, muchos hijos y un
rastro imborrable de luz dejaremos si sacrificamos el egoísmo de la carne; – No
me gusta tanto eufemismo: la cobardía la llamais prudencia y vuestra
“prudencia” es ocasión de que los enemigos de Dios, vacíos de ideas el cerebro,
se den tonos de sabios y escalen puestos que nunca deberían escalar; – Y
después, ¡camino arriba, con santa desvergüenza, sin detenerte hasta que
subas del todo la cuesta del cumplimiento del deber!; – Poco recio es tu
carácter; – Cállate, no seas “niñoide”; – Hombre: sé un poco menos
ingenuo; – ¡Caudillos!... viriliza tu voluntad para que Dios te haga
caudillo. ¿No ves cómo proceden las malditas sociedades secretas? Mucha
obediencia hace falta; – Cuando un seglar se erige en maestro de moral se
equivoca fácilmente: los seglares sólo pueden ser discípulos; – El sacerdote,
quien sea, es siempre otro Cristo; – Amar a Dios y no venerar al sacerdote...
no es posible”.
Oigamos ahora una
instrucción en la que se determina cuál ha de ser el contenido de la oración a
Dios: “Me has escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’ De Él,
de ti: alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles,
preocupaciones diarias... ¡flaquezas!“. Esto quiere decir que esta
oración se mueve casi exclusivamente en el círculo estrecho del yo, de un yo
que debe ser grande y fuerte, equipado de virtudes paganas, apostólico y
napoleónico. Lo que ante todo es necesario, o sea el arraigo contemplativo de
la Palabra “en buena tierra” (Mt. 13, 8); lo que constituiría el blanco de la
oración de los santos, de los grandes fundadores, la oración de un Foucauld, lo
buscará uno inútilmente aquí. Así, pues, es de esperar que el Opus Dei posea en
su propio subsuelo unas reservas espirituales completamente distintas de esta
muestra mezquina, que ofrece a la luz del día. Cuando el caudillo espiritual,
al terminar la recolección de flores, se lleva un par de rosas de Lisieux para
su ramillete, ya están casi marchitas, no crecen y no podrán mantenerse mucho
tiempo en el florero. “Me dijiste que querías ser caudillo”, dice la sugestiva
pregunta del nº 931. ¡Ah, no, Monseñor, yo no creo que
hubiese dicho esto! A pesar de sus afirmaciones de que los miembros de la obra
son libres en sus opciones políticas (J. Herranz, El Opus Dei y la política),
es innegable que su fundación está marcada por el franquismo, ésta es “la ley
en que ha sido formado”.
Aquí surgen igualmente
graves problemas –que no trataremos a fondo– acerca de la “táctica apostólica”
de la “Obra de Dios”; en primer lugar la relación entre “dinero y espíritu”.
Pongamos un ejemplo: ¿Se puede comprar un periódico, hasta entonces libre,
con todo su equipo –hasta entonces libre– de redacción y colaboración,
dejándoles que sigan escribiendo como antes con la sola condición de hacer en
cada número un poco de propaganda del Opus Dei? Así sucedió con la revista
parisina La Table Ronde, que primeramente estaba tan llena de espíritu y tan
estimulante; y así sucederá con otras publicaciones. Recordemos que las más
bellas revistas son las que fueron escritas (La Antorcha, Péguy Cahiers) o
dirigidas por una personalidad relevante ("Hochland", Muth y
Schöningh; Esprit, Mounier y Béqguin) o al menos reflejan el espíritu de un
grupo libre (Testimonianze, ll Gallo), de una Orden (Vie intellectuelle).
Comprar un espíritu es una
contradicción en sí misma. ¿Y qué decir finalmente del método de reclutamiento,
que preferentemente consiste en mandar por delante académicos bien
intencionados, influyentes y acaudalados, reunir después grandes grupos de
estudiantes y gente culta, frecuentemente sin cuajar aún, para terminar
escogiendo de la red lo más útil? Desearíamos mejor las cartas boca arriba;
quisiéramos oir, en vez de tratados de derecho eclesiástico, el lenguaje
sencillo y colombino del Evangelio.
Podríamos escribir muchas formas del integrismo nacionales o extranjeras, muchas gradaciones desde el margen eclesial hacia los instrumentos eclesiásticos. Las posibles combinaciones entre tradicionalismo, monarquismo, juridicismo y espíritu militar, política y altas finanzas, son interminables. El problema queda en pie, siempre que estas esferas de valores (de muy variadas formas) pueden ponerse al servicio de Jesucristo, que ha llevado los pecados del mundo como “cordero” y no como tigre, que ha proclamado la doctrina de su Padre desde el madero de la Cruz y no en las cátedras universitarias, que ha amado al prójimo con espíritu de servicio y de humildad, sencillo y sin “táctica apostólica”, y que, sobre todo, no miraba a su propia integridad, sino que, como el samaritano, penetraba las fronteras enemigas.
20.IV.2008
Emmo. y Rvmo. Mons. D. [...]
Prefecto de la Congregación para [...]
Ciudad del Vaticano
Eminencia Reverendísima:
Los abajo firmantes, todos cristianos bautizados en la Iglesia Católica,
nos dirigimos de la manera más atenta y respetuosa a su Eminencia, para someter
a su amable consideración una serie de cuestiones que pensamos que conciernen
de manera importante al bien de la Iglesia y de las almas, y que estimamos que
sería conveniente que se tuvieran en cuenta en la próxima Visita Apostólica que,
según tenemos entendido, se realizará a la Prelatura Personal de la Santa Cruz
y Opus Dei.
Todos pertenecimos en otro tiempo a esa Prelatura, y algunos nos vimos
obligados a abandonarla después de bastantes años de dedicación y
trabajo en los apostolados que lleva a cabo el Opus Dei. El conocimiento del
funcionamiento interno de la Obra, que nos ha proporcionado la experiencia
vivida durante nuestra estancia en ella, nos hace temer que, en la susodicha
Visita Apostólica, puedan resultar camuflados determinados procedimientos
empleados por el Opus Dei en la captación de sus miembros, así como ciertas
formas de vida y praxis contrarias al sentir de la Iglesia, que se desarrollan
en la institución sin el conocimiento ni aprobación de la Sede Apostólica.
Especialmente, podemos asegurarle que el respeto a la libertad de
conciencias –subrayado insistentemente por el Magisterio católico reciente, en
consonancia con esa expresión de la ética natural que son los Derechos Humanos-
es obviado constantemente en el Opus Dei, haciendo caso omiso de las
enseñanzas del Concilio Vaticano II en su Declaración Dignitatis humanae, que tan
recurrentemente han recordado desde entonces los Papas sucesivos.
Resumimos a continuación para la consideración de su Eminencia Reverendísima
los aspectos que consideramos deberían ser observados por los Visitadores
Apostólicos:
a. Respecto a la pastoral
vocacional:
- Se
realiza una presión psicológica sobre gente muy joven:
Aunque oficialmente no
se permite la incorporación temporal hasta la mayoría de edad, se emplea el subterfugio
de admitirlos como “aspirantes” a partir de los catorce años y medio,
según puede comprobarse en los reglamentos internos de la institución, que no
están aprobados por la Iglesia[136].
Y así, desde que los niños y jóvenes se acercan a los apostolados del
Opus Dei (clubes juveniles), van encauzando a los que consideran idóneos para
que al llegar a esa temprana edad entren ya en la Obra.
Se indica a estos
muchachos que no hablen del tema con sus padres ni con nadie fuera de
los tutores del club, miembros de la Prelatura. Podemos aportan muchos
testimonios que lo acreditan.
Antes del ingreso en la institución
existe una inadmisible ausencia de información sobre asuntos importantes que
habrán de vivirse una vez dentro: se les seduce con el reclamo de la
santificación en medio del mundo, pero no se les dice –p. ej., a los que se
propone que entren como numerarios- que han de estar disponibles para abandonar
la vocación profesional a fin de dedicarse a tareas internas; ni que han de
renunciar a la asistencia a reuniones familiares o a espectáculos públicos y
otras actividades culturales; etc.
- En la promoción
vocacional se actúa de forma muy poco sobrenatural:
La crisis vocacional la plantea un
miembro de la institución y no la persona que se acerca a ella, y de forma que
el afectado normalmente se siente presionado en su conciencia, y con la
obligación de responder de forma afirmativa, bajo el temor de cometer
pecado, de ser infeliz en la vida y de exponerse a la condenación si rechaza la
invitación que se le hace[137]. Serían incontables los testimonios
que podríamos aportar para verificar esta realidad, que viene contemplada en
los escritos del Fundador y en los reglamentos internos de la institución.
Por otra parte, resultan muy poco
sobrenaturales los criterios que se siguen para discernir la vocación,
según aparecen en las Instrucciones
del Fundador y en las Experiencias para
las labores apostólicas: aspecto físico, ausencia de defectos físicos,
posición social, poder adquisitivo económico, poder de influencia de la propia
familia, títulos académicos.
- Se
secuestra la libertad interior que los Estatutos de la Prelatura reconocen para discernir la
vocación:
En efecto, una vez
dentro, se oculta a los candidatos el sentido de discernimiento que tienen
las sucesivas incorporaciones jurídicas, ejerciendo sobre ellos una
permanente presión moral para no se planteen la posibilidad de que sea legítimo
en su caso dejar la institución en los años en que todavía no se han incorporado
de forma definitiva. La predicación del Fundador al respecto no admite
la menor duda, en cuanto equipara sin matices la fidelidad a Dios con la
permanencia en la institución por él fundada[138].
- No se vive la caridad ni la justicia con los
que dejan la institución:
Se realizan
expulsiones con y sin previo aviso, dejando a la persona sin nada, hasta sin
autoestima, sin considerar si está enfermo, la edad, etc. El abandono es
total, espiritual y económico, de las personas que han dejado la Obra,
sin tomar en cuenta que muchos no poseen nada para poder empezar una nueva vida
y necesitan de la ayuda de la institución a la que dieron todo, durante muchos
años de su vida, en los que se han entregado totalmente por amor a Dios
sin guardarse nada para si, ni pensando en el futuro.
Podemos acreditar que
en ocasiones se producen represalias, especialmente en el campo
laboral, contra aquellos que han abandonado la institución, aun
perdiendo su trabajo cuando la empresa tenía alguna relación con la prelatura.
En el Vademecum del gobierno local se
encuentra la justificación del ostracismo a que se somete de formas muy
diversas a quienes abandonan la Prelatura[139].
b. Sobre el trato a los miembros
de la Prelatura
- Se emplean métodos que dañan la salud mental de
los fieles de la Prelatura.
En muchos numerarios y agregados
sobre todo, se dan enfermedades psicológicas debido a lo antinatural de la vida
que llevan, sumida en un voluntarismo asfixiante, fruto de la convicción
inducida de que la santidad está en la renuncia a la realización
personal y se alcanza mediante el rígido cumplimiento de unas reglas
institucionales. Pero muy especialmente estas enfermedades son consecuencia de
la pérdida de la debida autonomía personal y de la libertad de decisión,
motivada por un sometimiento completo de conciencia a la voluntad de las
autoridades de la Prelatura, porque se identifica sin matices la voluntad
divina con la de los Directores y, por tanto, obediencia a Dios con obediencia
a los Directores. Si a esto añadimos, como se refiere más adelante, la
obligación de dar cuenta completa de conciencia a los que mandan, se entiende
que se propicie una muy severa alineación de la persona, todo ello por razón de
la supuesta entrega a Dios.
También contribuye a
este desequilibrio la honda
frustración que se instaura en el alma de muchos miembros a causa de la
permanente negación de sus aspiraciones de santificación en la vida secular que
motivaron su ingreso en el Opus Dei. Especialmente,
se realiza una sistemática aniquilación de los afectos personales de los
miembros numerarios, sobre todo, aunque no de forma exclusiva, de sus afectos
familiares y sus ilusiones profesionales, dirigida a su sometimiento total
a los intereses institucionales. Todo ello ocasiona serios trastornos, como
demuestra el penoso hecho de que, actualmente, casi la mitad de los que viven
en los centros de la Obra toman psicofármacos.
No se respeta la libertad
para elegir médico o acudir en solitario a una consulta médica, máxime si se trata de psiquiatra o
psicólogo.
Los problemas de
vocación o de discrepancia con las directrices institucionales son
atribuidos –como hacía el régimen soviético con sus disidentes- a
trastornos psíquicos, obligando al interesado a recibir tratamiento médico
de facultativos de confianza de los Directores de la Prelatura, que suele sumir
al que se plantea su salida, en una vía muerta que lesiona su salud psíquica y
física, y que le deja secuelas en su vida. Podemos aportar abundantes
testimonios al respecto.
- Se gobierna desde la desconfianza hacia los miembros y
se fomenta una desconfianza enfermiza entre ellos:
En la predicación de la Prelatura se califica como una grave falta
contra la unidad cualquier legítima discrepancia o manifestación de crítica constructiva,
cuando la ley de la Iglesia las contempla como derechos de todo fiel cristiano,
siempre que se realicen guardando la caridad cristiana (cfr. CIC 212 § 3).
Con el pretexto de
vivir la enseñanza cristiana sobre la corrección fraterna se fomenta la delación
solapada, según puede comprobarse en el Catecismo
del Opus Dei[140].
También se niega
en ese Catecismo la licitud de
establecer amistades entre los fieles de la Prelatura, que no son vistas
como forma natural de la socialidad humana. Cualquier modo de cambiar
impresiones sobre asuntos referentes a la institución, o de compartir alguna
preocupación interior con alguien distinto de los señalados por las
autoridades de la Obra es calificada como “amistad particular” peligrosa y como
atentado contra la unidad[141].
Existe un trato
discriminatorio según la modalidad de vocación recibida: En contra de lo
que se predica sobre la igualdad de la vocación al Opus Dei, en las cuestiones
significativas de la vida institucional (régimen de vida, exigencias ascéticas,
participación en el gobierno o en la formación), se viven unas marcadas
diferencias –inexplicables y nunca explicadas- entre numerarios, numerarias,
numerarias auxiliares, agregados, agregadas y supernumerarios, supernumerarias.
- Injusto régimen laboral de los
que trabajan al servicio de la Prelatura:
Una vez dentro, a los miembros numerarios de la Obra
se les pide total disponibilidad para renunciar a su trabajo profesional a fin
de dedicarse a tareas internas, en el caso de que se lo pidan los Directores.
Cuando esto sucede, no son contratados como exige la legislación civil,
por lo menos en España. Durante años mantuvieron en esa situación
a las numerarias auxiliares que ejercen los trabajos de orden doméstico en los
centros de la Prelatura, hasta que la situación se hizo insostenible. Aun
siguen en situación irregular las numerarias que ejercen estos trabajos y
quienes trabajan en los centros de gobierno de la prelatura. Y así han estado
los sacerdotes de la Prelatura en España hasta enero de 2007.
Durante los años que esas
personas han estado sin ser contratadas, y sin cotizar a la Seguridad Social,
se les ha privado del derecho a contar con la cobertura sanitaria estatal
y a acceder a una pensión de jubilación. Y, en el caso de haber
abandonado la Obra, han quedado en absoluto desamparo.
c. Sobre el fuero interno de la
conciencia.
- No se respeta la intimidad ni la libertad de
las conciencias:
En los reglamentos internos[142] se establece la obligación de
abrir la conciencia semanalmente -o quincenalmente, los supernumerarios-
con una persona laica determinada por los Directores. Esta obligación de abrir
la conciencia supone dar cuenta de absolutamente todo lo que ocurre en su
interior: pensamientos, deseos, acciones, omisiones, pecados, en todos los
aspectos de la vida: vida interior, relaciones humanas, trabajo, familia, uso
de los bienes materiales, estudios, descanso.
Se desaconseja muy vivamente –como algo de mal
espíritu, es decir, de forma que se entiende como una prohibición- confesarse
con sacerdotes que no sean de la Obra o incluso con un sacerdote que, aun
siendo de la Prelatura, no sea el indicado por los directores[143].
Se predica la obediencia
humana a los Directores, no en cuestiones de fuero externo, sino en
asuntos de conciencia, sin tener en cuenta que el alma sólo es de Dios ni
los daños que puede provocar el obligar a hacer algo en contra de las
propias convicciones morales.
- Grave
violación del secreto de conciencia:
Al ser los Directores laicos
quienes dirigen las conciencias, con la ayuda de personas designadas por
ellos, en la Obra se identifican las labores de dirección espiritual personal y
la labor de gobierno externo de la institución o de régimen. De este modo se
conculca institucionalmente la libertad de dirección espiritual reconocida por
la Iglesia.
Además, está establecido que ha
de informarse a los Directores de todo lo escuchado en la dirección espiritual
de los fieles[144]. Incluso se habla de estos temas de
fuero interno de las personas, en las reuniones de gobierno, con lo que esto
supone de lesión al derecho a la buena fama que todo fiel tiene.
Los Directores controlan a los
miembros y obtienen información incluso a través de la confesión sacramental.
De una parte porque inculcan a sus sacerdotes que presionen a los penitentes
para que manifiesten en la dirección espiritual con el laico señalado,
los pecados declarados en el sacramento, llegando incluso a negarles la
absolución si no están dispuestos a manifestar algo de entidad[145]. Y también porque es una práctica
extendida entre los sacerdotes de la Obra preguntar al penitente si no tiene
inconveniente en charlar de algunos temas al acabar la confesión, con lo que se
consideran eximidos –sin el consentimiento de los penitentes- del sigilo en
esos aspectos, que luego tratan con los Directores cuando les parece.
d.
Apostolado
- La caridad desinteresada no aparece como el
motor de los apostolados de la Prelatura:
No se impulsa a realizar el
apostolado movidos por un desinteresado amor por las almas, viendo en cada
persona al mismo Jesucristo. Por el contrario, se instrumentaliza la amistad como medio de captación
proselitista y no bajo el marco de la auténtica amistad cristiana, como la que
vivió Jesucristo con sus amigos.
En la labor con la juventud se
enseña a los miembros que implicar a los jóvenes en las visitas a
pobres y necesitados, así como en la colaboración en catequesis de primera
Comunión, no es un fin en sí mismo, sino un medio para estimular sus
corazones para que se animen a ingresar en la institución[146].
La participación en iniciativas
solidarias que están en marcha en la sociedad, se realiza no como algo
bueno en sí mismo, sino en beneficio a la institución: para presentarla
como una muestra de sus intereses humanitarios, ante la sociedad y la propia
Iglesia; para captar vocaciones para la propia institución; o para conseguir
subvenciones estatales para sus actividades proselitistas[147].
- Tono
empresarial y no espiritual en la dirección de los apostolados:
En la labor apostólica hay un
desmedido afán estadístico y de hacer números para captar personas, con
una visión puramente humana de control exhaustivo de todas las
actividades, lejos del ideal cristiano de llevar el mensaje salvación a todas
las almas por amor a Dios Nuestro Señor.
Resulta ilustrativo de lo que se
dice en el párrafo anterior, examinar los impresos que se emplean en el
Opus Dei para realizar esos controles e informes[148].
e. Engaños
sistemáticos ante la autoridad eclesiástica y la sociedad civil.
- La
mentira y el oscurantismo con los Obispos y la propia Santa Sede:
Lo que se viene describiendo es
posible merced a la práctica sistemática del engaño con las
autoridades eclesiásticas. Pues se les presentan unos documentos, cuando en
realidad se funciona con otros reglamentos nunca aprobados por la Santa Sede y
cuya compatibilidad con la enseñanza y ley de la Iglesia debería ser
sometida a examen.
Esta doble contabilidad tiene
también otras graves consecuencias para los miembros. El hecho de que no
dispongan de ninguna traducción de los Estatutos
de la Prelatura, que están en latín, pone en evidencia que los miembros en su
mayoría desconocen el status jurídico
de su condición de miembro del Opus Dei y, por tanto, ignoran qué es lo que
la Santa Sede ha aprobado y qué no. Esto lleva a los laicos, por ejemplo, a
creer que son miembros de pleno derecho en la Prelatura, o a sentirse obligados
a manifestar su intimidad a los Directores y –en el caso de los numerarios y
agregados- a entregar todo el sueldo[149], etc.
La Prelatura evita que la Jerarquía
eclesiástica supervise el empleo de los fondos que sus fieles y otras
muchas personas ponen en sus manos, limitando la condición de bienes
eclesiásticos a las sedes de la curia prelaticia y de las vicarías regionales,
y creando sociedades interpuestas (asociaciones, sociedades, fundaciones),
controladas totalmente por los Directores, para que sean las titulares de la
propiedad de los colegios, hospitales, residencias, clubes juveniles, centros
culturales, etc., que la institución emplea para sus apostolados[150].
- Engaños a la sociedad en general:
Tampoco existen escrúpulos para manipular
u ocultar documentos históricos. Esto ha sido especialmente llamativo en el
caso del título nobiliario del fundador[151], o de los grados académicos que se
le atribuyen[152]. Igualmente, la historia de la
Prelatura y su fundador se reescribe permanentemente[153], borrando a quien se ha ido de su
seno, variando lo que con el tiempo resulta lesivo para su imagen, atribuyendo
al fundador escritos que no escribió (Forja)[154], datando falsamente las Instrucciones y Cartas fundacionales[155], etc.
Ningún miembro recibe un
justificante por la aportación económica que dona mensualmente, lo que permite
que la Prelatura haga un uso oscuro de sus bienes materiales,
defraudando a la hacienda pública allí donde trabaja, así como disfrazar una
parte de los fondos recibidos tras ONG´s, fundaciones.
Se dan constantes y
escandalosas manipulaciones económicas para burlar los regímenes fiscales
de cada país, lo cual además es motivo de escándalo para aquellos miembros que
se han entregado siguiendo el ideal de santificarse en el mundo por medio del
trabajo cotidiano y el trato con sus iguales en todos los ambientes.
Como puede
advertirse, no son pocas o de poca monta las cuestiones que nos parece que
habría que revisar dentro de la Prelatura. Pues lo peor es que estos graves
abusos se perpetran amparándose en la aprobación de la Iglesia. No se trata
sólo, que también, de frenar una acción pastoral que viene ocasionando la
sistemática destrucción de muchas vidas y que ha perdido para la evangelización
a muchas almas generosas que se entregaron a Dios para servirlo y llevarlo a
todos los rincones del mundo y de la sociedad, y que han terminado destrozadas
ante la falta de la caridad con que fueron tratadas por parte de la Prelatura.
Se trata también de evitar que estos atropellos acaben salpicando el buen
nombre de la Iglesia, con cuya supuesta aprobación se realizan.
Especialmente
sugerimos, Eminencia, ante todo que sean revisados los documentos internos de
la Institución. Esos documentos internos no están al alcance de la generalidad
de los fieles de la Prelatura, que desconocen que han sido publicados en
Internet: http://www.opuslibros.org/Indice_documentos_internos.htm. Igualmente pensamos que sería
conveniente que se escuchase a personas que tienen información de los manejos
financieros que la Prelatura lleva a cabo y que, por no ser ya de la Obra,
pueden hablar con libertad de ellos.
Le agradecemos de antemano el interés con que
atienda lo que aquí respetuosamente sugerimos y, como católicos de varias
diócesis del mundo, le aseguramos nuestra oración por su persona y ministerio
pastoral y pedimos la bendición de su Eminencia Reverendísima.
(80
personas firmaron esta denuncia)
Documentos secretos del
Opus Dei escaneados:
http://www.opuslibros.org/Indice_documentos_internos.htm
Informe secreto de una
diócesis:
http://www.opuslibros.org/libros/Avila_informe_secreto.htm
http://www.opus-info.org/index.php?title=Informe_secreto_de_una_diócesis
[1] Experiencias de las labores apostólicas,
6.10.2003, pp. 82-83
[2] Experiencias de las labores apostólicas,
6.10.2003, p. 84
[3] Vademécum del gobierno local,
19.03.2002, p. 184
[4] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 221
[5] Vademécum del gobierno local,
19.03.2002, p. 22
[6] San
Josemaría, Instrucción para los
directores, 31.05.1936 (publicada y probablemente redactada en 1967), nn.
87-88
[7] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 299
[8] San
Josemaría, meditación El buen pastor,
12.03.1961
[9] Vademécum del gobierno local,
19.03.2002, p. 62
[10] San
Josemaría, Camino, n. 856
[11] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 34
[12] San
Josemaría, Camino, n. 59
[13] San
Josemaría, carta 28.03.1973, n. 16
[14] San
Josemaría, Camino, n. 53
[15] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 50
[16] San
Josemaría, carta 28.03.1973, n. 15
[17] San
Josemaría, carta 28.03.1973, n. 16
[18] San
Josemaría, carta 14.02.1974, n. 26
[19] San
Josemaría, A solas con Dios, n. 188
[20] San
Josemaría, A solas con Dios, n. 114
[21] San
Josemaría, meditación 13-X-1963
[22] San
Josemaría, meditación 20-I-1967
[23] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 15
[24] San
Josemaría, Instrucción, 31-V-1936,
nota 137
[25] San
Josemaría, Vía Crucis, XIII estación,
punto 5
[26] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, nn. 18-19
[27] Del prólogo de Escrivá al Catecismo de la Obra
[28] San
Josemaría, Camino, n. 871
[29] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 83
[30] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 22
[31] San
Josemaría, A solas con Dios, n. 191
[32] San
Josemaría, Amigos de Dios, n. 62
[33] San
Josemaría, Instrucción para los
directores, 31.05.1936 (publicada y probablemente redactada en 1967), n. 85
[34] San
Josemaría, Instrucción para los
directores, 31.05.1936 (publicada y probablemente redactada en 1967), n. 84
[35] San
Josemaría, cf. Don Alvaro, Nuestro Padre
en el cielo, 26.06.1975, p. 29
[36] San
Josemaría, Camino, n. 186
[37] San
Josemaría, meditación 16-II-1964
[38] San
Josemaría, apuntes tomados en una tertulia, 8-IV-1971
[39] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 136
[40] Don
Alvaro, Cartas de familia (3), n. 57
[41] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 39
[42] San
Josemaría, apuntes tomados en una tertulia 17-X-1967, Crónica XII-1967, p. 42
[43] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 41
[44] San
Josemaría, carta 14.02.1974, n. 22
[45] San
Josemaría, Instrucción para los
directores, 31.05.1936 (publicada y probablemente redactada en 1967), n.
75-76
[46] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 141
[47] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 212
[48] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 276
[49] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 143
[50] San
Josemaría, carta 9-1-1959, n. 33
[51] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 20
[52] cf. San
Josemaría, meditación 9-III-1962
[53] San
Josemaría, Camino, n. 617
[54] San
Josemaría, A solas con Dios, n. 189
[55] San
Josemaría, meditación ¡Que se vea
que eres Tú!, l-IV-1962; En diálogo
con el Señor, p. 51
[56] San
Josemaría, carta 6-V-1945, n. 39 y Catecismo
de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei (edición del año 1995),
n. 138
[57] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 228
[58] San
Josemaría, carta 29-IX-1957, n. 32 y Catecismo
de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei (edición del año 2003),
n. 309
[59] San
Josemaría, Instrucción, 31-V-1936, n.
35
[60] San
Josemaría, Instrucción para los
directores, 31.05.1936 (publicada y probablemente redactada en 1967), n.
70-72
[61] El fundador imponió esta penitencia a las mujeres porque decía que eran más sensibleras que los hombres y tienen que mortificarse más.
[62] Hay que notar que una “norma de siempre” es el
trabajo, es decir, que si en un momento alguien no trabaja, esto significa que
no cumple con el plan de vida. Si está cansado por el trabajo, puede hacer otra
“norma de siempre”: estudiar. No se sabe muy bien dónde hay aquí lugar para el
descanso y la relajación.
[63] La
alegría es una emoción. Las emociones son versátiles (cambian). Pero los
miembros del Opus Dei deben estar « siempre » alegres. Se puede
imaginar fácilmente que la alegría exigida es sólo de fachada: el que no tiene
una sonrisa artificial en el rostro recibirá una corrección fraterna.
[64] San
Josemaría, A solas con Dios, n. 312
[65] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 126
[66] San
Josemaría, carta 14.02.1974, n. 15
[67] San
Josemaría, en Cuaderno 8 - Las consecuencias de la pobreza
[68] San
Josemaría, carta 29-IX-1957, n. 69
[69] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 59 y apuntes tomados en una tertulia 15-VIII-1968, Crónica XI-1968
[70] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 55
[71] San
Josemaría, Camino, n. 44
[72] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 24
[73] San
Josemaría, Camino, n. 19
[74] San
Josemaría, Camino, n. 994
[75] San
Josemaría, Camino, 162
[76] San
Josemaría, carta Res omnes, 9.01.1932,
n. 5
[77] San
Josemaría, carta Res omnes, 9.01.1932,
n. 35
[78] San
Josemaría, Crónica, 1970, p. 204
[79] San
Josemaría, A solas con Dios, n. 237
[80] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 18-19
[81] Benedico
XVI, enciclica Deus caritas est, n.
31
[82] San
Josemaría, meditación 7-III-1962
[83] San
Josemaría, meditación El buen pastor,
12.03.1961
[84] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 57
[85] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 46
[86] San
Josemaría, apuntes tomados en una tertulia 2-X-1969, en Meditaciones, IV, n. 134
[87] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 24
[88] Vademécum del gobierno local,
19.03.2002, p. 25
[89] Vademécum del gobierno local,
19.03.2002, p. 184
[90] San
Josemaría, Instrucción para los
directores, 31.05.1936 (publicada y probablemente redactada en 1967), n.
100
[91] Vademécum del gobierno local,
19.03.2002, p. 137
[92] Vademecum de los Consejos locales,
19.03.1987, p. 146
[93] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 67
[94] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 349
[95] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 354
[96] Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 151
[97] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 12 i 49
[98] San
Josemaría, Instrucción, 31-V-1936, n.
10
[99]
Meditación Parecerse a Nuestro Padre,
Crónica, VI.1985, p. 590-596
[100] Don
Álvaro, apuntes tomados en una tertulia 26-VI-1977, Crónica, 1977, p. 763
[101] San
Josemaría, meditación El buen pastor,
12.03.1961
[102] San Josemaría, Meditaciones IV, p. 354
[103] Don
Álvaro, apuntes tomados en una tertulia 26-VI-1977, Crónica, 1977, p. 763
[104] La idea
de vocación reposa además sobre un frágil estatuto jurídico. El Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei está ya en su séptima versión. Los cambios de cada versión tenían
que reflejar los cambios en los estatutos jurídicos de la organización. En la
última edición, dos términos son usados para designar a los seguidores de san
Josemaría: los miembros del Opus Dei
y los fieles del Opus Dei. ¿Se
trata de sinónimos? ¿Por qué una vez se usa un término y otra vez
el otro? La respuesta es que la prelatura tiene plena consciencia de que los
laicos no son miembros de la prelatura. Para convencerse, basta leer los
cánones del Código de Derecho Canónico
referidos a las prelaturas personales:
Cann. 294 - La Sede Apostólica (...) puede
erigir prelaturas personales que consten de presbíteros y diáconos del clero
secular.
Cann. 296 - Mediante acuerdos establecidos
con la prelatura, los laicos pueden dedicarse a las obras apostólicas de la
prelatura personal.
Dicho de otra manera, determinados sacerdotes pueden formar
parte de una prelatura, pero los laicos pueden únicamente cooperar
con la prelatura mediante un contrato. Un empleado que trabaja en una empresa
también coopera con ella, en base a su contrato; pero no pertenece a esta
empresa, no es algo suyo, no es su propiedad. Coopera orgánicamente con los
fines de la empresa hasta el momento en que cualquiera de las dos partes da por
finiquitado el contrato. La prelatura afirma a sus cooperadores que el contrato
establecido con ellos genera las mismas obligaciones que el sacramento del
matrimonio o del orden sacerdotal. En primer lugar, esto no es verdad. Pero
aunque hipotéticamente lo fuera, habría una enorme falta de simetría entre las
partes contratantes: el Opus Dei puede decidir cuándo una persona empieza o
deja de cooperar con la organización, pero los laicos que deciden no cooperar
con la Obra o dejar de cooperar con ella tirarían por la ventana una
vocación que vendría de Dios...
[105] San
Josemaría, Crónica IX-60, p. 10
[106] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 45
[107] cf. Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y
Opus Dei (edición del año 2003), n. 218
[108] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 23
[109] San
Josemaría, meditación 8.03.1962, Meditaciones,
vol. III, pág. 389
[110] Vademécum del gobierno local,
19.03.2002, p. 64
[111] San
Josemaría, meditación Vivir para la
gloria de Dios, 21-X1-1954
[112] Don Álvaro, carta de marzo 1992
[113] Vademécum del gobierno local,
19.03.2002, p. 67
[114] San
Josemaría, carta 14.02.1974, n. 3
[115] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 45
[116] San
Josemaría, Círculo breve 10-VI-1962
[117] San
Josemaría, carta Res omnes, 9.01.1932,
n. 85
[118] San
Josemaría, apuntes tomados en una tertulia 23-VI-59 (Crónica, VI-58, p. 7)
[119] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 194
[120] San
Josemaría, carta Videns eos,
24.03.1931, n. 47
[121] San
Josemaría, apuntes tomados en una tertulia 19-III-72 (Crónica, IV-72, p. 53)
[122] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 197
[123] San
Josemaría, carta 14.02.1974, n. 22
[124] San
Josemaría, Instrucción para los
directores, 31.05.1936 (publicada y probablemente redactada en 1967), n. 97
[125] San
Josemaría, carta 14.02.1974, n. 21
[126] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 192
[127] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 106
[128] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 207
[129] San
Josemaría, meditación El buen pastor,
12.03.1961
[130] Vademécum de sacerdotes, 1987, p. 41
[131] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 63
[132] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 110
[133] Experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, 19.03.2001, p. 64
[134] cf. Experiencias de práctica pastoral, pp. 263-264
[135] Según
la información del libro de John Allen (2006), el Opus Dei controla hoy en el
mundo:
·
15
universidades
·
7
hospitales
·
11
escuelas de comercio
·
267 colegios (primer
y segundo grado)
·
97 escuelas
profesionales
·
166 colegios mayores
[136] Ver las Experiencias de los consejos locales, Roma 19.III.2005, p. 34.
[137] Ver ibidem,
pp. 52-56.
[138] Ver, p.ej., Meditaciones, T. III, comentario al sábado de la XIII semana del
Tiempo Ordinario.
[139] Ver las pp. 66-68. Este vademécum
de 2002 fue reemplazado en 2005 por las Experiencias
de los consejos locales, para suavizar la expresión escrita de esa praxis.
Aun así sigue siendo inadmisible lo que en estas Experiencias se indica: ver pp. 58-60.
[140] Ver Catecismo,
7ª edición, nn. 227-234.
[141] Ver ibidem,
n. 221.
[142] Para toda esta cuestión, puede
verse Catecismo, cit, nn. 209-222.
[143] En Catecismo, cit., n. 216 ya se insinúa esta cuestión, que se inculca
abiertamente en los libros internos de Meditaciones,
al recoger la enseñanza del fundador sobre quién es el buen pastor en la
Obra.
[144] Aunque a los miembros se les da a
entender que se respeta la confidencialidad de lo que hablan en la dirección
espiritual (Ver Catecismo, cit., n.
222), la realidad es completamente distinta: véase lo que se dice al respecto
en las Experiencias sobre el modo de
llevar charlas fraternas, Roma, 19-III-2001, pp. 107-114.
[145] “Si alguna vez —por falta de
formación— un miembro de la Obra no diera a conocer a sus Directores
circunstancias o hechos de su vida que desdicen de nuestra vocación o que son
obstáculo para nuestra labor; y en cambio comunicase esos hechos en la
Confesión, el sacerdote —‘dejando claro que no lo manda’— debe aconsejar a esa
alma que, por el bien suyo y de la Obra, hable sincera y confiadamente con sus
Directores, y si fuese necesario, pida que le cambien de Centro o de ciudad.
Excepcionalmente —por la importancia de los hechos, por existir una clara
incompatibilidad con los deberes para con la Obra, por su incidencia en daño
de tercero, etc.—, esta indicación podría pasar de ser un simple consejo de
dirección espiritual, a constituir una obligación estricta y grave, según las
normas generales de la Teología Moral; obligación que el sacerdote debe imponer
con la necesaria fortaleza, y del modo que las personas y las circunstancias
exijan, incluso “aconsejándole imperativamente que pida la salida de la Obra” (Experiencias de práctica pastoral,
pp.263-264).
[146] Ver Experiencias de las labores apostólicas, Roma, 6.X.2003, pp. 221-223.
[147] Ver Experiencias de los consejos locales, cit., pp. 176-179.
[148] Ver, por ejemplo, el impreso que se
utiliza para el informe mensual de la actividad pastoral de los sacerdotes (http://opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=8055) o las fichas de control de los
cooperadores y supernumerarios (http://opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=8007)
[149] Ver Experiencias de las labores apostólicas, cit., pp. 46-70.
[150] Ver Catecismo,
cit., n. 173.
[151] Ver, Ricardo de la Cierva, Los años mentidos, ed. Fénix, pp.
143-158.
[152] Ver la investigación realizada por
Libero, Tesis y doctorados,
22.II.2008: http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=11856.
[153] Ver la investigación realizada por
Joan Estruch, Santos y pillos. El Opus
Dei y sus paradojas. Herder,
1993, cap. I, 3.
[154] Ver Oráculo, La patología narcisista del Opus Dei, n. 4: http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=10976
[155] Ver Las cartas de antes de la guerra, ¿son realmente de los
años treinta?: http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=8320