Observaciones
a la Carta pastoral del Prelado del Opus Dei,
de 2-X-2011
Guillaume, 28 de noviembre de
2011
En la fecha en que se
conmemora la Fundación del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría ha
publicado una extensa carta, en la que intenta
justificar algunos aspectos de la formación que se imparte en la Prelatura, que
han sido objeto de una severa petición de rectificación por parte de la Santa
Sede.
Aunque en Opuslibros se han publicado hasta la
fecha muchos y muy atinados artículos sobre las falacias que se contienen en la
Carta, no dejo de encontrarme con miembros de la Obra que no acaban de percibir
la magnitud del engaño. Por eso, me ha parecido conveniente comentar en su
totalidad los párrafos más significativos de la Carta. Y para ello, recogeré
sólo los párrafos que me parece que merecen comentario, añadiendo mis
observaciones en color azul. A veces, he subrayado alguna frase que me parece
especialmente significativa.
Para que puedan enmarcarse
los párrafos, he copiado al principio el índice de la Carta, consignando los
números de la Carta que corresponden a cada apartado.
El conjunto resulta un tanto
extenso. Pero pienso que vale la pena dedicarle un tiempo.
Por cierto, quien desee
conocer las instrucciones para los que redactan los informes de conciencia como
los publicados por OpusLeaks, le aconsejo que consulte el escrito que mandé
el 12 de febrero del año pasado:
Saludos,
Guillaume
SUMARIO
FORMACIÓN PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Como los primeros cristianos: n. 2
Necesidad e importancia de la formación: n. 3
Libertad, docilidad, sentido de responsabilidad: nn.
4 y 5
FORMACIÓN HUMANA: n. 6
Templanza: n. 7
Fortaleza: n. 8
Tono humano: nn. 9 y 10
El tono humano de los ministros sagrados: n 11
FORMACIÓN ESPIRITUAL: n 12
Identificarse con
Jesucristo: n. 13
Los medios: nn. 14 y 15
El Sacramento de la Reconciliación: n. 16
Espíritu de iniciativa y docilidad: n. 17
Humildad y prudencia al impartir la dirección espiritual: n. 18
La formación litúrgica: n. 19
La liturgia de la Palabra: n. 20
La liturgia eucarística: nn. 21-22
FORMACIÓN EN LA DOCTRINA CATÓLICA: nn. 23 y 24
Fidelidad al Magisterio y libertad en lo opinable: n. 25
FORMACIÓN PARA EL APOSTOLADO: n. 26-27
Apostolado personal de amistad y confidencia: nn. 28-
29
Apostolado de la familia y con la juventud: n. 30
Apostolado y cultura: n. 31
FORMACIÓN PROFESIONAL: n. 32
Trabajo y unidad de vida: n. 33
Rectitud de intención: n. 34
Espontaneidad apostólica: n. 35
* * *
1. Desde el mandato
apostólico recibido del Señor (cfr. Mt 28, 19-20), la Iglesia no ha cesado de
evangelizar. Muchos frutos vinieron en el transcurso de los siglos: por la
gracia de Dios, también la Obra y cada uno de sus fieles. Como en otras épocas,
también ahora se está desarrollando en muchos ambientes un fuerte proceso de
descristianización que lleva consigo pérdidas muy graves para la humanidad.
Es indudable que nos
encontramos en una situación preocupante. Pero esta negatividad con que el
Prelado inicia la Carta, pone en evidencia
la falta de espiritualidad que aqueja a los dirigentes de la Obra. Pues, como
dice Gálatas 5 22-23, el que vive en
el Espíritu encuentra modos constructivos de afrontar las situaciones más
negativas.
También Benedicto XVI guía ahora a los cristianos por estas mismas sendas.
La reciente creación del Pontificio Consejo para la promoción de la nueva
evangelización es una muestra de ese interés. Como es una carta para justificarse ante
la Santa Sede, empieza dando coba al Papa. Y es que esta Carta, como puede verse por su contenido, está dirigida a
justificar la praxis de la Obra en materia de falta de respeto a la libertad de
las conciencias, ante la Santa Sede y ante los obispos.
4. El Señor nos ha dejado con libertad, que es un bien muy grande y el
origen de muchos males, pero también es el origen de la santidad y del amor [San Josemaría, Notas
de una reunión familiar, 1963]. La libertad no es,
como dice el Fundador, origen de santidad, sino condición para la santidad: ese
texto obedece a un planteamiento semipelagiano muy presente en toda la
espiritualidad voluntarista de Mons. Escrivá y de la institución por él
fundada.
La decisión personal de nuestra respuesta a la llamada de Dios, en la
Iglesia y en la Obra, es precisamente la razón de nuestra perseverancia. La razón de la
perseverancia tiene que ser el amor a Dios, el agradecimiento a sus dones y no,
como señala el Prelado, un voluntarismo estresante. Más aún, esa libertad se realiza en plenitud, alcanza todo su sentido, sólo
mediante la entrega amorosa a la Voluntad de Dios, como hizo Jesús. Más que en la entrega,
se realiza en la aceptación del amor de Dios y la correspondencia a éste.
5. Al incorporarse al Opus Dei, cada uno acepta libremente el compromiso
de formarse para dar cumplimiento a la misión de la Obra en el seno de la
Iglesia, y acude, por eso, con agradecimiento a los medios
específicos de formación que estableció san Josemaría, fiel al querer
divino.
Ponderemos seriamente y con frecuencia la obligación de formarnos
bien doctrinalmente, obligación de prepararnos para que entiendan; para que,
además, sepan después expresarse los que nos escuchan [San
Josemaría, Carta 9-I-1932, n. 28]. De ahí la necesidad de acudir
a los medios de formación dispuestos a aprovecharlos a fondo. No se debe imponer
como obligación lo que, según la ley de la Iglesia (cfr. CIC, c. 630), sólo debe ser una oferta. Una cosa es que los
miembros de la Obra hayan de procurar cumplir el deber cristiano de formarse y
otra, que eso deba concretarse del modo que Escrivá quiso imponer para
controlar a sus seguidores.
Como señalaba Juan Pablo II, «algunas convicciones se revelan especialmente
necesarias y fecundas en la labor formativa. Antes que nada, la convicción de
que no se da formación verdadera y eficaz si cada uno no asume y no desarrolla
por sí mismo la responsabilidad de la formación. Estas palabras
manifiestan que les preocupa que los miembros asisten muy desmotivados a los
medios de formación, por encontrarlos aburridos, cansinos, superficiales e
impuestos.
6. Una sólida personalidad se construye en la familia, en la escuela, en el
lugar de trabajo, en las relaciones de amistad, en las variadas situaciones de
la existencia. Por eso l@s numerarti@s
se enferman psíquicamente con tanta facilidad: porque les minan su personalidad
en esos aspectos (los apartan de sus familias, dificultan que estudien en
serio, los apartan de su trabajo y los dedican a cosas internas o a colegios de
la Obra para quitarles sus raíces y tenerlos sometidos; les cambian de sitio
para que no se asienten y lleguen a hacer amigos) Se necesita, además, aprender a
conducirse con nobleza y rectitud Esto es justo lo contrario de lo que se
inculca en la Obra, donde prima el maquiavelismo, en la medida que la Voluntad
de Dios no ha de discernirse mediante la conciencia recta, sino que viene
determinada por lo que en cada momento señalen los Directores.
En la actualidad se nos muestran especialmente relevantes la templanza y la
fortaleza. Resulta curioso que esas virtudes le resulten las más importantes ahora y no
le parezca prioritario formar gente prudente, que piense por sí misma, ni gente
con conciencia, justa, honesta, que viva la caridad.
7. La experiencia revela que la intemperancia dificulta el juicio para
determinar lo verdaderamente bueno. ¡Qué pena causan aquellos en los que el
placer se convierte en el criterio de sus decisiones! La persona destemplada se
deja guiar por las múltiples sensaciones que el ambiente le despierta. Y,
dejando de lado la verdad de las cosas y buscando la felicidad en experiencias
fugaces —que, por ser pasajeras y sensibles, nunca satisfacen del todo, sino
que inquietan y desestabilizan—, hacen entrar a la criatura en una espiral
auto-destructiva. Por el contrario, la templanza confiere serenidad y reposo;
no acalla ni niega los buenos deseos y nobles pasiones, sino que vuelve al
hombre dueño de sí. Lo que da dominio de sí es la caridad, la gratuidad,
el no ir a lo suyo. Esta ascética opusiana obedece a
una ética voluntarista, no a una moral cristiana.
9. Particular importancia reviste el interés por adquirir y fomentar un
serio nivel cultural, Esto es un farol, pues en la Obra no se facilita
cultivarse, más allá de un barniz superficial adecuado a las circunstancias de
cada uno, en función de los estudios realizados, del ambiente social, de los
gustos y aficiones personales.
10. En los Centros del Opus Dei y en las labores apostólicas alentadas por
fieles de la Prelatura, se procura que los jóvenes se acostumbren a pensar en
los demás, con generosidad, con afanes de servicio. Animemos positivamente a
que se forjen un ideal de vida que no les encierre en límites raquíticos,
cómodos o egoístas. Recordemos cómo san Josemaría impulsaba a fomentar en ellas
y en ellos todas sus ambiciones nobles, sobrenaturalizándolas.
Si cultivan esas ambiciones nobles, con espíritu de superación y
sacrificio, aparecerá más hacedero y sencillo el aprecio de la trascendencia y
el relieve sobrenatural de esos esfuerzos; y más fácilmente se ayudará a que
avancen en su vida interior y lleguen a ser instrumentos esto es lo que busca
la formación de la Obra: instrumentalizar a las personas, inculcarles el
sometimiento incondicional a los intereses de la cúpula gobernante idóneos en las manos
de Cristo, en servicio de la Iglesia y de la sociedad.
13. El Opus Dei, además de las prácticas de piedad —todas tradicionales en
la Iglesia— que recomienda a sus fieles o a quienes se acercan a las labores
apostólicas, transmite un espíritu, para afrontar y dar sentido a la propia
vida, fundamentándola en la filiación divina en Cristo. El eje —el quicio—
sobre el que gira toda la labor de santificación, propia y ajena, es el trabajo
profesional realizado del mejor modo posible, en unión con Jesucristo y con el deseo de
servir a los demás. Ni lo uno ni lo otro
se corresponden con la formación que en realidad se imparte en los círculos,
retiros y cursos de retiro. Se habla sobre todo de Escrivá y apenas de
Jesucristo. Y casi nunca se habla de trabajo, sobre todo para no traumatizar a l@s numerari@s a los que se ha
apartado de su vocación profesional, dedicándolos a la enseñanza en los
colegios de la Obra o a tareas internas.
14. La unión del trabajo con la lucha ascética, la contemplación y el
ejercicio de la misión apostólica, requiere una honda preparación: por eso, el
Opus Dei nos ofrece ¿Ofrece o impone? un amplio abanico de recursos de formación personales y colectivos. Entre
los personales, uno reviste especial importancia: es la charla fraterna, que
llamamos también Confidencia precisamente por su carácter interpersonal lleno
de confianza. Esto es una
manipulación, porque confidencia remite al carácter confidencial que ha de
guardarse en todo lo manifestado en ella. Por tanto, llamarla así para luego
transferir lo escuchado a los Directores es un fraude gravísimo.
Ya en las páginas del Nuevo Testamento encontramos cómo el Señor quiso
servirse de la mediación de hombres y mujeres para encaminar las almas hacia la
meta de la santidad. Cuando llama a san Pablo en el camino de Damasco, le pide
que acuda a otro hombre, Ananías, que le comunicará lo que ha de saber acerca
del nuevo camino que está a punto de emprender (cfr. Hch
9, 6-18; 22, 10-15). Luego irá a Jerusalén videre Petrum, para ver a Pedro y aprender de él muchos aspectos
de la doctrina y de la vida cristianas (cfr. Gal 1, 18). Lo de Ananías podría
encuadrarse como dirección espiritual. Lo de Pedro en ningún modo, puesto que
Pablo no buscaba consejo personal sino subrayar su comunión con los Doce a
través de Pedro De hecho, la dirección
espiritual es una tradición cuyo espíritu se remonta a los primeros pasos de la
Iglesia.
En el Opus
Dei, esa ayuda espiritual
tiende a facilitar que las personas asimilen con fidelidad el espíritu que
nuestro Fundador recibió de Dios y nos transmitió, y que ha sido propuesto
por la Iglesia como un camino de santidad [ Cfr. Juan Pablo II,
Const. apost. Ut sit,
28-XI-1982]. Ya empieza a
desvirtuar el sentido de la dirección espiritual, que no se plantea como una
ayuda para que el interesado encuentre la Voluntad de Dios para él, sino como
un medio de configurar su personalidad en consonancia con los intereses de la
institución.
15. San Josemaría explicaba que, en la Obra, la dirección espiritual
personal se realiza in actu, es decir, en el momento
en que se tiene esa conversación Esto se ha planteado siempre para
subrayar que es la Obra quien dirige y el director espiritual no es más que un
instrumento de la institución. Por tanto, que no venga diciendo que no es la
organización quien dirige espiritualmente, que es lo que les ha prohibido la
Santa Sede. Esa atención se sitúa en el ámbito del consejo para ayudar a progresar
en la vida cristiana. Nuestro Padre comparaba alguna vez la dirección
espiritual a la tarea de un hermano, que se preocupa por la marcha de los
hermanos más jóvenes; de un amigo o una amiga leales, movidos por el deseo de
invitar a otros a ser mejores cristianos. En definitiva, la Confidencia es una
conversación entre hermanos, y no la de un súbdito con su superior. Nunca ha sido así en
la Obra, donde se va a someter la interioridad a los Directores
o a quien ellos designen Los que atienden esas charlas fraternas actúan con una
delicadeza extraordinaria, fruto de la preocupación exclusiva por la vida
interior y las tareas apostólicas de sus hermanos, sin pretender jamás influir
en los asuntos temporales —de carácter profesional, social, cultural, político,
etc.— de cada uno ¿Pero qué dice? ¡Si
siempre se ha dicho que hay que someter todos esos aspectos a la vocación al
Opus Dei! ¿No hay que consultar los libros, el uso de televisión y de Internet,
los viajes por compromisos familiares o sociales? ¿No es uno de los compromisos
previos a la Fidelidad el de consultar cada vez que se vaya a tomar alguna
decisión profesional, social de cierta importancia?
En la Obra, la separación entre el ejercicio de la jurisdicción y la
dirección espiritual se asegura en la práctica, entre otras cosas, por el hecho
de que precisamente quienes reciben charlas de dirección espiritual —los
Directores locales Con esto está reconociendo que entiende que la Dirección espiritual
personal es competencia de los Directores locales y no algo que cada miembro
pueda ejercer en libertad y algunos otros fieles
especialmente preparados, y los sacerdotes al celebrar el
sacramento de la Penitencia— no tienen ninguna potestad de gobierno sobre las
personas que atienden. Falso de toda falsedad, como ya se ha puesto de
relieve en la web Opuslibros. Los Estatutos
de la Prelatura establecen que el gobierno de la Obra tiene un nivel
local detentado por los Directores locales (cf. art. 161). Además como puede
verse en el índice del Vademecum del Gobierno local (Roma, 19.III.2002),
la competencia de estos directores no se ciñe a temas meramente organizativos
sino completamente personales, como la autorización de viajes, gastos, uso de
televisión o de teléfono, censura del correo postal, etc. Además, aun en el
supuesto de que fuera verdad lo que dice, que no lo es, daría igual que
tuvieran o no potestad de gobierno, pues, en relación con la dirección
espiritual, ellos comunican los contenidos a los Directores superiores y
ejecutan sus indicaciones. El Régimen local, en lo que comporta de capacidad
de gobierno, no se refiere a las personas, sino sólo a la organización de los
Centros y de las actividades apostólicas Falso: ¿no hay que consultar salidas
nocturnas, uso de tv, gastos extras, viajes? ¿Qué está diciendo? ¿Toma por
tonta a la gente? Con esto lo que va a provocar es que l@s
Numerari@s que aún no estén empastillad@s
empiecen a poner por obra todo esto y se les acabe a los Directores de los
centros toda la autoridad. Y por eso han dado a esta carta la menor difusión
interna posible: es una justificación ante la jerarquía de la Iglesia, que no
les interesa que conozcan demasiado los miembros de la Obra; la función de los
Directores locales, en lo que se refiere a sus hermanos, es de consejo fraterno Falso. No coinciden en un
mismo sujeto, por lo tanto, las funciones de jurisdicción y de ayuda espiritual eso es precisamente lo
que coincide y así se lo ha hecho saber la Santa Sede; y ellos, en vez de
obedecer, salen respondiendo con esta falsedad para tratar de conformar al
Vaticano. Con afirmaciones así demuestran que no están dispuestos a obedecer. En la Prelatura,
la única base de la autoridad de gobierno sobre las personas es la
jurisdicción, que reside sólo en el Prelado y en sus Vicarios. Eso no es lo que
aparece en los Estatutos aprobados, donde
se establece que todos los niveles de dirección participan en el gobierno de la
Prelatura. Que los niveles inferiores deban su potestad de régimen al Prelado,
y lo tengan como colaboradores suyos, no los despoja del poder que detentan
cada uno en su nivel.
Cuestión diferente es que
la naturaleza de esa potestad o jurisdicción no sea dominativa (la que
concierne a la práctica de los consejos evangélicos de la pobreza, castidad y
obediencia) sobre las personas. Y esto es de lo que no se han dado cuenta: de
que, con tanto empeño del fundador por independizarse de los obispos y acabar
convirtiendo la Obra en una prelatura personal, han perdido toda la potestad
dominativa sobre sus fieles, que tenían cuando la Obra era un instituto
secular. Ahora el prelado sólo tiene poder sobre el ministerio sacerdotal de
los sacerdotes incardinados en la Prelatura -no sobre los aspectos personales
de estos sacerdotes- y sobre la participación de los miembros laicos en los
apostolados de la prelatura. Pero el prelado, como un obispo diocesano, no
puede regular lo referente a la pobreza, castidad y obediencia de las personas.
Esa potestad dominativa es la que ejercen los superiores religiosos.
¿Qué ofrece, pues, el Opus Dei? Fundamentalmente, una dirección espiritual a
sus fieles y a las demás personas que la pidan Esto es falso, pues no
la ofrecen, sino la imponen a sus fieles so pretexto de buen espíritu. Los fieles de la
Prelatura, porque aspiramos a nuestra santificación personal y a realizar la
misión del Opus Dei en la Iglesia, no tenemos inconveniente, de ordinario,
¿Pero qué dice? Si alguien no se somete a la dirección espiritual, se le
presiona para que se vaya en hablar con quienes
nos indican los Directores —aunque sea alguien más joven— Además, decir que no
tenemos inconveniente en charlar con quien nos indiquen los directores porque
aspiramos a santificarnos, es un modo de coaccionar, de inducir a que les
manifestamos nuestra intimidad. Y esto, desde los tiempos de León XIII en su
Decreto Quemadmodum,
que luego se recogió en el canon 530 del Código de 1917, y en el 630 del Código
de 1983, es algo terminantemente prohibido en la Iglesia: «Se prohíbe a los
Superiores inducir de cualquier modo a los miembros para que les manifiesten su
conciencia» (CIC, c. 630 § 5)., siempre con plena
libertad ¿Cómo va a existir una plena libertad si acaba de afirmar que esto será lo
propio del que quiera santificarse y, además, nos están machacando en los
medios de formación para que hagamos la confidencia puntualmente, con la
persona señalada y con sinceridad salvaje? y con fe en la gracia divina, que se
sirve de instrumentos humanos. La charla fraterna no es una cuenta de
conciencia. Es precisamente eso. Y no con un director espiritual, sino con un director
de la Obra o alguien nombrado por él y que debe darle cuenta de lo que oiga. Y
esto, por más que lo niegue cara a la Santa Sede, es lo que se ha hecho
siempre, como puede comprobarse en Las experiencias sobre el modo de llevar charlas
fraternas, que han retirado de los Centros desde que la Santa Sede les ha prohibido
actuar así, para que no se sepa lo que siempre se ha hecho: razón por la cual
han demandado a Opuslibros para que
con carácter de urgencia se retiraran ése y otros documentos secretos de la
Prelatura, que llevan 7 años colgados en esta Web y que el Opus Dei nunca ha
inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual. Si en esa dirección
espiritual se nos pregunta algo —y, en ocasiones, puede ser bueno y hasta
necesario que nos pregunten—, procederán con mucha delicadeza, porque nadie
está obligado, concretamente, a decir en la Confidencia lo que es materia de
confesión. Yo he escuchado a
Directores del Consejo General decir precisamente lo contrario: que no nos
anduviéramos con tiquismiquis y distingos entre lo que hay que decir en
confesión y en la Confidencia.
Todo lo que os menciono, hijas e hijos míos, os parecerá obvio ¡Qué cinismo! Lo que nos parece es desconcertante.
Y muchos estamos muy indignados, pero he deseado recogerlo en el contexto actual
de la sociedad, que manifiesta una particular sensibilidad por el respeto a la
intimidad de las personas, aunque también abundan, en ciertos ambientes, la
falta de pudor y de respeto a la vida privada de los demás. A todos nos
explicaron, al poco de conocer la Obra, que no se nos ocurría, ni se nos
ocurre, llamar "mi director espiritual" a quien nos escucha,
sencillamente porque, repito, no se da ese personalismo en la Obra, ni se ha
dado nunca. Pues ése es el problema: que es la Obra-institución quien lleva la
dirección espiritual personal de sus fieles. Y eso está prohibido en la
Iglesia, pues sólo Dios puede gobernar las conciencias. El que recibe una
Confidencia transmite el espíritu del Opus Dei sin añadiduras Si sólo fuera eso,
estaría muy bien. Pero el problema es que también transmite a los superiores
jerárquicos lo que ha manifestado el interesado, a su vez quien transmite las
directrices de los Directores: quien tiene el encargo de ofrecer esa ayuda
desaparece para poner a las almas frente al Señor Falso de toda
falsedad: desaparece para ser una mera correa de transmisión de lo que mandan
los directores y de información a éstos de lo que manifiesta el dirigido, dentro de las
características de nuestro camino. Un camino, decía nuestro Padre, el de la
Obra, que es muy ancho. Se puede ir por la derecha o por la izquierda; a
caballo, en bicicleta; de rodillas, a cuatro patas como cuando erais niños; y
también por la cuneta, siempre que no se salga del camino. Eso no es cierto: el que se sale del
guión, se le presiona para que se vaya: Obedecer o marcharse, como decía
el fundador ya en el n. 941 de Camino.
16. Además de la charla fraterna, acudimos —de ordinario, semanalmente— a un
sacerdote para recibir la ayuda espiritual que está unida a la
Confesión sacramental Al hablar de una ayuda
espiritual unida a la confesión, pone en segundo plano la gracia sacramental
que es sin más la principal ayuda que busca el penitente. En cambio el Prelado
pretende justificar la imposición de confesores de la Obra presentando la
confesión como un medio para adquirir el espíritu de la Obra. Pues no, señor
Prelado: la confesión es para perdonar los pecados. Y si en la Obra se ha usado
como medio de sometimiento a la institución, eso es un abuso evidente. Como es bien
comprensible Al decir esto, ya se
está cargando la libertad que supuestamente reconocen a los fieles de la Obra para
confesarse con quien quieran. Pues si es indiscutible que quienes pueden ayudar
mejor son los de la Obra, ya no hay tal libertad para elegir a quien se quiera.
Además, no es cierto que los de la Obra sean los más idóneos, porque el hecho
es que tienen unas carencias de formación muy notables, ocasionadas por los
dirigentes de la Obra, que les ocultan en su formación todos aquellos aspectos
de la doctrina cristiana que se conculcan en la Prelatura, nos ayudan los
confesores que se designan para los distintos Centros, que se han ordenado para
servir en primer lugar a sus hermanas y hermanos, con total disponibilidad, y
—porque conocen y viven el mismo espíritu— tienen una específica preparación
para orientarnos, nunca para mandar Disculpe: en la Iglesia no es ningún
crimen que los ministros manden en los temas eclesiales que conciernen al
triple munus.
No es clericalismo ser párroco, o vicario episcopal, u obispo. Es más, lo que
sí es una anomalía eclesial es someter el ministerio sacerdotal al gobierno acanónico de laicos, como sucede en la Obra. De modo análogo se
comporta quien suele acudir al médico de familia, cuando lo hay, en lugar de ir
a un desconocido. Vaya tontería. El
médico de cabecera lo escoge el interesado, no se lo impone nadie. Y cada vez que
uno desea ir a otro, cambia a voluntad. Este prelado toma por idiotas a los
miembros de la prelatura.
A la vez, como siempre dejó muy claro san Josemaría, los fieles de la
Prelatura, al igual que todos los católicos, gozan de plena libertad para
confesarse o hablar con cualquier sacerdote que tenga facultades
ministeriales: os sorprenderá que os recuerde esta verdad tan clara, pero me
interesa mencionarla porque quizá podría ser menos conocida por quienes nada
saben del Opus Dei o del espíritu de libertad propio de los seguidores de Jesucristo. Este párrafo demuestra
que esta carta está escrita como defensa ante los detractores de sus prácticas
anticristianas. Además, nuestro
Padre estableció que habitualmente sean personas distintas quienes nos
atiendan en la charla fraterna y en la Confesión. Le ha traicionado el
subconsciente: al recordar esto, viene a reconocer que en la Obra el fundador
estableció quiénes nos deben atender. No, mire usted, en la Iglesia cada uno
debe buscarse la vida en esta materia. Está muy bien que la Obra ofrezca confesores
y directores espirituales para que la gente que lo desee acuda a ellos cuando
quiera y como quiera. Pero lo que no es eclesialmente admisible es que
establezcan a quiénes han de acudir los miembros para la confesión y la
dirección espiritual personal.
17. La dirección espiritual requiere, en las personas que la reciben, el
deseo de progresar en el seguimiento de Cristo. Son ellas las primeras
interesadas en buscar ese impulso con la frecuencia oportuna Esto no es lo que se
hace en la Prelatura, donde te marcan la frecuencia y, si te retrasas, te lo
advierten. Además la frecuencia de la petición de consejo la debe marcar el
Espíritu. En efecto, la persona tiene el deber de custodiar su intimidad, pues
se es persona en la medida en que se tiene intimidad y no se comparte más que
con quien se debe. Pues bien, la intimidad de la conciencia sólo pertenece a
Dios y, por eso, en contra de lo que se enseña en la Obra, sólo debe desvelarse
cuando se ve conveniente consultar para discernir mejor el querer de Dios, y
sólo en la medida en que sea necesario para ello, abriendo el corazón con sinceridad
la sinceridad en
asuntos de conciencia debe restringirse al objeto de la consulta, y no a una
manifestación exhaustiva e incondicional de toda la interioridad, como inculcan
en la Obra tomando el nombre de Dios en vano (pues los Directores se arrogan un
derecho -el de entrar en la interioridad personal- que sólo compete a Dios), de modo que les
puedan sugerir metas, señalar posibles desviaciones, alentar en momentos de dificultad,
facilitar consuelo y comprensión Sugerir y advertir del peligro sí es
dirección espiritual. Pero alentar, consolar y comprender es psicoterapia: y en
la Obra, al habituar a la gente a recibir ese apoyo, fabrican gente
emocionalmente poco autónoma, psíquicamente dependientes de la institución.
Cada uno debe buscar esta ayuda emocional cuando la necesite con quien quiera
(un familiar, un amigo, en la misma dirección espiritual, etc.). Pero convertir
la dirección espiritual en psicoterapia es un modo de fomentar gente
dependiente de la institución. Por eso, se mueven con espíritu de iniciativa y
de responsabilidad Es justo lo contrario
de lo que se produce en la mayoría de los miembros de la Obra, que se
convierten en personas sin auténtica creatividad y que declinan su
responsabilidad moral en la obediencia debida (por eso cometen tan graves
atentados contra la caridad y la justicia –verdaderos Silas del Código Da Vinci-
sin inmutarse moralmente). El consejo de otro cristiano y especialmente —en cuestiones morales
o de fe— el consejo del sacerdote, es una ayuda
poderosa para reconocer lo que Dios nos pide en una circunstancia determinada;
pero el consejo no elimina la responsabilidad personal: somos nosotros, cada
uno, los que hemos de decidir al fin, y habremos de dar personalmente cuenta a
Dios de nuestras decisiones [San Josemaría,
Conversaciones, n. 93] Eso es lo que debería
ser, pero que no es en la Obra, donde siempre se nos ha dicho que en cuestiones
de conciencia hay que obedecer a los Directores, que son para nosotros el cauce
para conocer la voluntad de Dios. Una doctrina herética que la resumen en el
erróneo slogan de que el que obedece
nunca se equivoca.
Al acudir a la dirección espiritual, para secundar la acción del Espíritu
Santo y crecer espiritualmente e identificarnos con Cristo, debemos cultivar
las virtudes de la sinceridad y de la docilidad, que resumen la actitud del
alma creyente ante el Paráclito Ante el Paráclito, sí. Pero, por favor,
que no tome de nuevo el nombre de Dios en vano, al inculcar la sinceridad y
docilidad a los Directores como expresión de la sinceridad y docilidad al
Espíritu Santo. Así describía esta recomendación san Josemaría, dirigiéndose a todos
los fieles, de la Obra o no. Conocéis de sobra las obligaciones de vuestro
camino de cristianos, que os conducirán sin pausa y con calma a la santidad;
estáis también precavidos contra las dificultades, prácticamente contra todas,
porque se vislumbran ya desde los principios del camino. Ahora os insisto en
que os dejéis ayudar, guiar, por un director de almas Un director de almas, vale. Eso no es contrario a la enseñanza de la
Iglesia. Pero esto no equivale a que tenga que ser de la Obra, ni determinado
por los Directores, ni que haya que acudir a él con una periodicidad impuesta, al que confiéis
todas vuestras ilusiones santas y los problemas cotidianos que afecten a la
vida interior, los descalabros que sufráis y las victorias Ah, no. Esto sí que no. Al director espiritual habrá que manifestarle lo
que uno vea necesario para que pueda aconsejarnos en el punto que hayamos visto
conveniente consultar. Pero nada más: lo demás, han de ser asuntos que se
tratan con Dios en la oración.
En esa dirección espiritual mostraos siempre muy sinceros: no os
concedáis nada sin decirlo Si se tratara
de decir todo lo necesario para que nos aconsejasen en lo que se consulta, de
acuerdo. Pero no lo que se inculca en la Obra, de que hay que desnudar toda la
intimidad ante los directores, abrid por completo vuestra alma, sin
miedos ni vergüenzas. Mirad que, si no, ese camino tan llano y carretero se
enreda, y lo que al principio no era nada, acaba convirtiéndose en un nudo que
ahoga.
Y, haciendo eco a la enseñanza de los Padres de la Iglesia y de los autores
espirituales, apoyado en la experiencia de muchos años de práctica pastoral,
insistía: si el demonio mudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder;
en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todo sale bien, somos felices,
la vida marcha rectamente: seamos siempre salvajemente sinceros, pero con
prudente educación [ San Josemaría, Amigos
de Dios, n. 15]. Ningún Padre de la
Iglesia, ni ningún autor espiritual ortodoxo ha enseñado esto. Una cosa es que
en la confesión haya que acusarse de los pecados graves en número y especie
moral ínfima, y que al consultar una duda haya que manifestar con sinceridad
los datos necesarios, y sólo los necesarios; y otra que en la tradición viva de
la Iglesia se haya recomendado tamaño disparate. Uno de los problemas que hay
en la Obra es que, como el Fundador nunca profundizó en sus estudios teológicos
(por ejemplo, como
ha demostrado Giancarlo Rocca, a diferencia de la mayoría de sus
compañeros de seminario en Zaragoza, no quiso hacer los grados de bachiller,
licenciado y doctor en Teología al acabar el ciclo institucional, sino que en
su último año de seminario se matriculó en Derecho civil, que es a lo que se
dedicó en el verano antes de su ordenación diaconal y presbiteral, de lo que
vivió –dando clases en la Academia Amado- en los dos años que estuvo sin oficio
ni beneficio eclesiástico en Zaragoza desde que abandonó su parroquia de
Perdiguera al mes y pocos días de ordenarse, y lo que justificó su marcha a
Madrid para hacer la tesis civil en Derecho), la tradición que siempre se ha
vivido es la de no ayudar a realizar unos estudios teológicos serios. Uno de
los mayores desconciertos y sufrimientos de los que fuimos a Roma con la
ilusión de prepararnos teológicamente, es que nunca nos dejaron estudiar en
serio ni nos proporcionaron libros para ello. El que en la Obra ha llegado a
saber algo de algún tema ha sido por su propio mérito y en contra de las
directrices de los Directores.
El Señor vuelca su gracia abundantemente sobre la humildad de quienes
reciben con visión sobrenatural los consejos de la dirección espiritual, viendo
en esa ayuda la voz del Espíritu Santo En estas palabras se concentra la
sustancia del atentado contra el segundo mandamiento del Decálogo, que supone
la praxis del Opus en esta materia: condicionar la gracia a la consideración
divina de unos consejos humanos que deberían ser discernidos por el interesado
y sólo secundados cuando en conciencia se juzgasen acertados. Sólo una efectiva
docilidad de corazón y de mente hace posible el progreso en el camino de la
santidad.
18. Me detengo ahora en las disposiciones de quien asiste a otros en la
dirección espiritual. Resalta, en primer lugar, la de querer a los demás como
son, buscando exclusivamente su bien Éste es el problema: si Mons. Echevarría
habla de buscar el bien del dirigido es porque el reproche que se hace a todo
este sistema de control de las conciencias es que no busca el bien de la gente
que acude a la dirección espiritual, sino someterla a los intereses
institucionales.
Por otra parte, se esmerará en prepararse lo mejor posible para ejercitar su
tarea, conocer los principios fundamentales de la vida espiritual que de
ordinario recorren las almas, y dudar prudentemente —es decir, no fiarse
exclusivamente de su criterio— si se presentan situaciones especiales. En estos
casos, además de rezar más, pedirá más luces al Espíritu Santo, para estudiar y
enfocar el asunto. Si es necesario, de acuerdo con las enseñanzas de la Moral,
se puede hacer una consulta a personas más doctas, Afirmar eso para, en
el párrafo siguiente, presentar el tráfico de informes de conciencia que se
realiza en el Opus Dei, como una aplicación de este principio moral, es una
falsedad tremenda presentándola como un caso hipotético y modificando las circunstancias, de
manera que —para guardar rigurosamente el silencio de oficio, Que no, Echevarría,
que no se trata de un silencio de oficio (que, en circunstancias excepcionales,
podría legítimamente no ser guardado), sino de un inviolable secreto de
conciencia, como explica J. Ratzinger en La
sal de la tierra: «No se trata de confesiones en el sentido estricto de la palabra,
pero su contenido pertenece al ámbito de la el conciencia y, por tanto, deben
tener el mismo trato que secreto de confesión»— quede completamente a salvo la
identidad de quien se trate, y siempre con la debida prudencia.
En la Obra, desde siempre, conocíamos y aceptábamos expresamente que la
persona con quien se habla fraternalmente pueda consultar al Director
pertinente, cuando lo considere oportuno para ayudar mejor al interesado.
Esta frase supone el
reconocimiento de que comentan con los superiores los asuntos tratados en la
dirección espiritual personal, y manifiesta que no están dispuestos a
rectificar, no aceptando que es gravemente lesiva del derecho a la intimidad,
por desvelar el secreto de conciencia, que es un ámbito restringido a Dios.
Pero, además, es terrible que se defienda ante la denuncia de la Santa Sede por
no respetar el secreto de conciencia, diciendo eso, que no se ajusta a la
realidad. Pues, salvo los que dirigen espiritualmente, nadie sabe que éstos
comunican la información de conciencia a los superiores sin permiso de los
interesados. Desconocíamos ese tráfico de asuntos de conciencia. Con el fin de que
quede aún más de manifiesto el espíritu de libertad y de confianza en esas
situaciones —que no serán ni habituales ni frecuentes—, la persona que recibe
la charla fraterna plantea al interesado si desea pedir consejo él mismo a un
Director o si prefiere que lo haga el que escucha su Confidencia Esto es también falso.
Lo que sucede es que hace meses, ante la exigencia de la Santa Sede de no
trasferir a los Directores lo contado en la Confidencia, dieron la indicación
de que, cuando el interesado manifestara en la Confidencia algo especial, se le
invitara a decirlo a los Directores o a dar permiso para que el que escuchaba
hablara con ellos. Y esto sigue siendo una violación del secreto de conciencia,
análoga a la ya prevista para la confesión en las páginas 263-264 de las Experiencias de Práctica Pastoral
(aunque en esta web esté retirado este documento, puede verse el texto en el
párrafo penúltimo del n. 5 del siguiente
artículo. Es una manera de proceder que refuerza las medidas de delicadeza y de
prudencia vividas desde el principio Para nada. Desde el principio se ha
violado descaradamente el secreto de conciencia a espaldas del interesado. Sólo
se viene empleando este subterfugio desde que el Prelado fue recriminado por la
Santa Sede y urgido a corregir esa praxis. Y se trata de una desobediencia
flagrante porque no se quiere renunciar al control de las conciencias por parte
de los directores de la Obra; y lo que se hace es que el director espiritual
impuesto presione al interesado a que vaya a contar al director lo que aquél
estime que se sale de lo normal.
A la vez, todos cuentan con la libertad de acudir directamente al Padre o a
un Director Regional o de la Delegación, para hablar de la propia vida interior No es éste el
problema, sino que éstos presionen para que se le dé cuenta de conciencia. Esto nos ofrece
la garantía, a quienes acudimos a la dirección espiritual en el Opus Dei, de
que vamos a recibir lo que necesitamos y deseamos: el espíritu que nos
transmitió san Josemaría, sin añadiduras ni modificaciones Para asimilar el espíritu
del fundador no hace falta mezclarlo con la resolución de dudas de conciencia.
Esa formación, como la restante formación cristiana, ha de impartirse en los
medios colectivos de formación. Lo que pasa es que en el Opus Dei se desvirtúa
el sentido de la dirección espiritual personal y se convierte en instrumento de
control de los fieles desde lo más íntimo de sus personas, que es su conciencia. Al mismo tiempo,
ni de lejos se lesiona el deber de mantener el secreto natural, que se guarda
con el máximo cuidado y severidad: una persona que no fuera ejemplar en este
punto, carecería de una disposición fundamental para impartir dirección
espiritual Esta afirmación es
diabólica, por mentirosa: que no lo comenten con personas distintas de los
Directores no justifica que sí lo comenten con éstos. Y es engañar a la gente
decirle que lo que hablen en la confidencia queda protegido por el secreto. Por
eso, la organización de la Obra –siguiendo las palabras de este prelado-
carece de la disposición fundamental para impartir dirección espiritual.
Además este prelado confunde el secreto de conciencia con otros secretos de
naturaleza profesional. El secreto de conciencia no es un secreto de oficio o
profesional (como el del médico o abogado, que se puede lícitamente saltar
cuando existe un bien superior). Se trata de un secreto de conciencia que sólo
pertenece a Dios y que obliga al que lo recibe al más absoluto e incondicional
sigilo, como dice Joseph Ratzinger en el ya citado texto de La sal de la tierra.
Quienes atienden a otros, procuran fomentar en todo momento la libertad
interior de esas almas, para que respondan voluntariamente a los requerimientos
del amor de Dios Esto es falso. En la
Obra no se lleva a las almas a aprender a discernir por sí mismas el querer de
Dios, sino a someterse absolutamente a los Directores, que se presentan como
oráculos divinos, intérpretes autorizados de la Voluntad de Dios para sus
súbditos. La dirección espiritual se ofrece, por tanto, sin uniformar a los
fieles del Opus Dei; eso sería ilógico y una falta de naturalidad (…).
Lógicamente, han de hablar con la fortaleza necesaria para estimularles a
caminar por la senda que Dios les marca; pero también con suavidad extrema,
porque no son ni se sienten dueños, sino servidores de las almas: fortiter in re, suaviter in modo.
Este planteamiento que
presenta al consejero como una especie de líder que ha de emplear la fortaleza
necesaria para que el interesado reaccione y secunde sus indicaciones, inculca
un inadecuado sentido de obediencia al director espiritual, que conduce a una
errónea potestad dominativa de éste sobre la conciencia del que consulta. En
realidad quien es consultado debe aconsejar con claridad y caridad, pero para
poner al interesado ante su responsabilidad ante Dios. De otro modo, el
consejero acaba erigiéndose en autoridad, suplantando la de Dios, como sucede
en el Opus Dei.
19. Nadie con sentido común y sentido sobrenatural puede pensar que la
liturgia es "cosa de clérigos"; o que los clérigos
"celebran" y el pueblo simplemente "asiste". Bien lejos de
semejante concepción, san Josemaría impulsaba la participación de todos: desde
la comprensión de la conexión íntima entre liturgia de la Palabra y liturgia
eucarística, o de la dimensión esencial de la adoración en la celebración,
hasta detalles concretos como el uso del misal de fieles, para facilitar su
participación: primero desde el corazón y después con las palabras y los gestos
previstos. Recuerdo haber oído que, ya en los años treinta del siglo pasado,
para dar más vigor a esa enseñanza, quiso que se dialogara la Misa, con una
respuesta en voz alta, a las oraciones que pronunciaba el sacerdote. Entonces no era
habitual: faltaban treinta años hasta el Concilio Vaticano II. Este párrafo muestra
una de las grandes carencias del sentido litúrgico que el fundador de la Obra
imprimió en su institución. El modo con que ingresó en el seminario -forzado
por la necesidad de no contar con recursos económicos para estudiar, ante la
ruina del negocio de su padre- le llevó a no sentirse integrado en ese ambiente
y a cultivar un sentido de rechazo por todo lo eclesiástico: detestaba el
latín, su piedad era intimista, refractaria a las expresiones comunitarias de
la liturgia; en sus veranos de seminarista no colaboraba en las parroquias
donde pasaba las vacaciones con su familia; nunca sintonizó con el movimiento
litúrgico que se desarrolló en la Iglesia desde la segunda mitad del siglo XIX
y que se plasmó en la reforma litúrgica conciliar; su formación musical
litúrgica y la que hizo que se tuviera en la Obra era deplorable; obedeció a
regañadientes los cambios de la nueva Ordenación General del Misal Romano,
consiguiendo una dispensa para seguir celebrando según el rito de san Pío V. De
este modo, dio lugar en sus sacerdotes a una falta de formación litúrgica muy
notable y, en los laicos de la Obra, a la convicción de que la participación
exterior en la liturgia es un modo de clericalización
del laicado, del que hay que huir. Es indudable que la participación de los
fieles en la liturgia ha de dirigirse a su interiorización de la celebración en
que participan. Pero no se debe olvidar que somos corpóreos y que lo externo,
bien planteado, contribuye a una mejor interiorización de los ritos
sacramentales.
20. Aquí se nos presenta un punto bien concreto de examen y de mejora. ¿Qué
fruto sacamos de esas lecturas cada día, en la Santa Misa? En el Opus Dei es muy
difícil vivir esto. No se favorece, pues en el rato de oración anterior a la
Eucaristía en los centros de Numerari@s, o se lee el
insufrible libro de Meditaciones, que impide toda
iniciativa de oración personal, o se escucha una meditación del sacerdote, que
de ordinario no se centra en la Palabra de Dios sino en las palabras de
Escrivá. Y cuando se tiene la suerte de que dirija la meditación un sacerdote
que hable de Dios, no es frecuente que emplee los textos de la Misa del día,
pues están previstos unos temas de predicación y unos guiones ya elaborados,
que teóricamente son para facilitar la preparación de la prédica, pero que en
realidad fomentan que el sacerdote no se salga del guión establecido por los
directores.
22. En la vida de san Josemaría se funden de modo admirable piedad y obediencia,
y constituyen un ejemplo de algo muy real: de ninguna forma podremos
manifestar mejor nuestro máximo interés y amor por el Santo Sacrificio, que
guardando esmeradamente hasta la más pequeña de las ceremonias prescritas por
la sabiduría de la Iglesia. Esto no es cierto. El fundador obedecía cuando lo mandado coincidía con
su sensibilidad. En cambio, se resistió a seguir las posturas señaladas por las
diferentes Conferencias Episcopales, y no transmitió a sus hijos las nuevas
normas litúrgicas concernientes a la Misa, ni el Ritual del culto a la Eucaristía fuera de la Misa.
23. Desde los comienzos del Opus Dei, y aun antes, san Josemaría mostró un
especial interés para que las personas a quienes atendía espiritualmente
profundizasen en su formación doctrinal-religiosa, porque cada uno ha de
esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico,
de la fe [San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 10]. En la Obra esto es
imposible. En el Colegio Romano, con la excusa de encargos materiales, no te
dejan profundizar en nada. Al final, los alumnos salen con cuatro ideas
aprendidas en unos apuntillos de poca monta y que ocultan los logros teológicos
que los directores de la Obra no desean que se conozcan.
24. Como escribía san Gregorio Magno, «muy inútil es la piedad si falta la
discreción de la ciencia» [San Gregorio Magno,
Moralia, I, 32, 45 (PL 75, 517)], y «nada es la ciencia si no tiene la utilidad
de la piedad»[ibidem]. Nuestro Fundador insistió en que el estudio de
la doctrina estuviera acompañado por una sincera vida espiritual en la Obra esto no es
posible. Pues inculcan religiosidad (prácticas religiosas humanas), pero no
espiritualidad (trato con Dios). Lo cual explica que los que no tenían una vida
espiritual antes de venir a la Obra, cuando dejan la institución, muy
frecuentemente abandonan toda práctica religiosa, por el trato íntimo con Jesucristo en la oración y en
los sacramentos, por una devoción filial a la Virgen Santísima.
25. San Josemaría se atuvo a esta línea y así lo recordó a los profesores y
profesoras encargados de los Estudios generales de la Prelatura. Al mismo
tiempo, con una mentalidad abierta al progreso de la ciencia teológica,
explicaba que de esa recomendación no se puede concluir que debamos
limitarnos a asimilar y a repetir todas y solamente las enseñanzas de Santo
Tomás.
Se trata de algo muy distinto: debemos ciertamente cultivar la doctrina del
Doctor Angélico, pero del mismo modo que él la cultivaría hoy si viviese. Por
eso, algunas veces habrá que llevar a término lo que él mismo sólo pudo
comenzar; y por eso también, hacemos nuestros todos los hallazgos de otros
autores, que respondan a la verdad [San Josemaría, Carta
9-I-1951, n. 22]. Ya me habría gustado
que hubiera sido así. Pero la realidad es que salimos del Colegio Romano con
una grave ignorancia del estado en que se encuentran las distintas materias
teológicas.
26. Debemos propagar ardientemente la Verdad de Cristo, hacer que otros
participen del tesoro que hemos recibido, de modo que experimenten que nada
hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por
Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él [Benedicto XVI, Homilía en la Misa de inicio del ministerio petrino, 24-IV-2005.]. Toda esta labor de
apostolado queda muy dificultada en la Obra porque, en la práctica, los
Directores no empujan a los fieles de la Prelatura a que ayuden a sus amigos,
sino a que los capten para la Obra.
27.Volver a impregnar con el espíritu de Cristo las raíces de esas naciones
es precisamente el objetivo de la nueva evangelización[Cfr.
Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate, 29-VI-2009, n. 29; Discursos del 19-X-2006, 11-VI-2007,
12-III-2010, 24-IX-2011, entre otros]. En la Prelatura, esa labor se
resume en orientar y estimular a cada persona, para que realice la misión
evangelizadora recibida en el Bautismo, con el espíritu y los medios
específicos del Opus Dei, a través del apostolado de amistad y confidencia. En la práctica, ni
amistad, ni trato personal confidencial. Actualmente, la mayoría de los fieles
de la Obra no son capaces de ningún diálogo apostólico. Invitan a actividades
formativas, pero no son capaces de entablar ellos un diálogo apostólico
profundo.
Juan Pablo II insistía en que el mundo «reclama evangelizadores creíbles, en
cuya vida, en comunión con la cruz y la resurrección de Cristo, resplandezca la
belleza del Evangelio (...). Todo bautizado, en cuanto testigo de Cristo, ha de
adquirir la formación apropiada a su situación, para que la fe no sólo no se
agoste por falta de cuidado en un medio tan hostil como es el ambiente
secularista, sino para sostener e impulsar el testimonio evangelizador»[Juan Pablo II, Exhort. apost. Ecclesia in Europa,
28-VI-2003, n. 49]. Este prelado parece ignorar que la credibilidad
depende más del ejemplo y la rectitud, que de la formación teórica.
29. De igual modo hemos de compartir las preocupaciones, las ilusiones, las
dificultades de quienes tratamos, siendo uno más entre nuestros compañeros de
oficio o profesión, sin que nos separe de ellos ninguna barrera ¿Cómo va a ser posible
esto a l@s numerari@s y agregad@s, que viven -como no hace mucho decía un obispo a
un vicario regional- una vida más alejada del mundo que sus clarisas más
severas?: una estupenda característica del espíritu de la Obra, que no saca a
nadie de su sitio ¿Cómo va a ser característica si a l@s numerari@s y agregad@s se les
saca de su familia, se les aleja de todo contacto con los demás instituciones
eclesiales, se les cambia de ciudad impidiéndoles hacer amigos, y se les quita
su vocación profesional para que se dediquen a trabajar en colegios de la Obra
y en tareas internas? Por eso reciben tratamiento de psicofármacos alrededor de
la mitad de los miembros célibes de la Obra, y que nos invita a estar en el mundo sin
ser mundanos.
Así hemos de conducirnos en el ambiente en que nos movemos, sin perder de
vista que —si somos fieles— Jesucristo actúa en nosotros, y desea servirse de
nuestro ejemplo y de nuestra palabra para llegar a otras personas, al tiempo
que ellas nos enriquecen con su amistad. Nada más lógico que los verdaderos
amigos Al no ser verdaderos amigos, los miembros de la Obra que se dejan llevar
por las directrices proselitistas de sus Directores, no consiguen que sus
conocidos se fíen de ellos se comuniquen entre sí sus alegrías y sus penas, su
quehacer y, desde luego, el tesoro mayor que posee un cristiano: precisamente,
la vida de Cristo. Les hablaremos de Dios, del gozo de tenerlo en nuestra alma
en gracia, del valor inmenso que sólo Él puede conferir a una existencia
humana.
Actuando así, los cristianos cooperan eficazmente en la misión evangelizadora
de la Iglesia, metiendo a Cristo en el corazón y en el alma de sus conocidos,
para contribuir a alzar la Cruz en la cima de todas las actividades humanas. Esto lo dice cara a
los obispos. Pero en realidad sólo buscan más que cooperadores que aporten
económicamente y personas que pidan la admisión.
32. Al constituir el trabajo ordinario, según el espíritu del Opus Dei, el
quicio de la santificación personal y el marco habitual de la labor apostólica
de sus fieles, se comprende que en la Prelatura se fomente la buena preparación
profesional. Esto no es cierto. En los apostolados con los jóvenes, no se favorece que
los chicos estudien en serio, pues en los clubs se les interrumpe
constantemente para hacer tutoría, asistir a reuniones de oración y formación.
A los numerarios jóvenes se les sobrecarga de actividades apostólicas. Y, como
en los nuevos Estatutos de 1982 se dice que l@s numerari@s son miembros
disponibles para tareas internas (cfr. artículo 8), no se les favorece que
adquieran un prestigio profesional que pueda dificultar su plena disponibilidad
para los encargos que los Directores quieran confiarle. Desde que Pablo VI
prohibió al Fundador la participación institucional de la Obra en política y
éste decidió que el modo de seguir accediendo a los altos puestos de la
sociedad había de ser poner centros escolares para gente pudiente, en la Obra
hay muy poc@s numerari@s
que sean profesionales de prestigio, con lo que el nivel cultural y profesional
de los miembros directivos del Opus Dei se ha convertido en muy mediocre.
En tiempos recientes, el Magisterio de la Iglesia ha abordado el tema del
trabajo —y todos leemos esa enseñanza pensando en la predicación de san
Josemaría, desde 1928— como ámbito para la búsqueda de la santidad por parte de
los fieles laicos Esta presentación de Escrivá como un pionero de la teología del trabajo es
falsa. Las enseñanzas que predicó en los primeros años de la Obra están tomadas
de san Pedro Poveda, del Beato Manuel González, de la encíclica de Pío XI en el
centenario de san Francisco de Sales y de otras instituciones que al comienzo
del siglo XX promovieron una dinamización apostólica de los laicos. Además su
predicación sobre la santificación del trabajo comienza en los años 60, cuando
se desarrolla en los ambientes eclesiales toda una teología del laicado, a la
que Escrivá vio oportuno sumarse. Y entonces, para justificar que ése había
sido su carisma desde el principio, hizo escribir unas cartas supuestamente
fundacionales que fue datando en los años 30 y 40. Ha insistido en
«la formación de una espiritualidad del trabajo, que ayude a todos los hombres
a acercarse a través de él a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus
planes salvíficos respecto al hombre y al mundo, y a profundizar en sus vidas
la amistad con Cristo».
33. El espíritu de la Obra nos impulsa a conservar y a mejorar con
constancia esa preparación [profesional]. Todos nos
sabemos libérrimos, tanto en el momento de elegir la profesión como al
ejercitarla. La Obra sólo enseña el modo de santificarse en esas tareas, sin
inmiscuirse en las opciones laborales de cada uno. Eso muchas veces no es
así, produciéndose intromisiones de los directores en el ámbito profesional de
los miembros de la Obra.
A todos los católicos compete el deber de hacer cuanto esté en su mano para
que Cristo reine efectivamente en la sociedad como agudamente puso
en evidencia von Balthasar en los años 60, este planteamiento
de querer seguir evangelizando a través de las estructuras sociales es un nuevo
modo de perpetuar el integrismo católico
que denunció el Vaticano II, y estas ansias santas se manifiestan también
procurando adquirir el necesario prestigio profesional, candelero para que
brille la luz de Cristo (cfr. Mc 4, 21).
35. Hijas e hijos míos, he querido poner de nuevo ante vuestros ojos que la
única ambición, el único deseo del Opus Dei y de cada uno de sus hijos es
servir a la Iglesia, como Ella quiere ser servida, dentro de la específica
vocación que el Señor nos ha dado. Y con alguna frecuencia, san Josemaría
se refirió al Opus Dei diciendo que es una desorganización organizada,
porque el modo propio de colaborar en la misión de la Iglesia, querido por
Dios, consiste en proporcionar formación a las personas, en los diversos
aspectos. Se puede afirmar que la Prelatura del Opus Dei gasta todas sus
energías en esta tarea, en esta catequesis. Esto no es así. Hasta los años 60, en
que en un quirógrafo, del que sólo se nos informó de su párrafo laudatorio
final, Pablo VI les prohibió la dedicación organizada a la política, se
dedicaban a crear bancos, conseguir cátedras, poner editoriales, fundar
periódicos y revistas, etc. Y, desde entonces, se dedican fundamentalmente a
promover colegios para hijos de gente pudiente y algunas universidades, como
medio de seguir en contacto con los ámbitos de poder. Por eso, l@s numerari@s están muy poco preparad@s para realizar un apostolado personal de amistad,
entre otras razones porque se ven cercenad@s en su
personalidad al sacarlos de sus ambientes familiares y sociales y dificultarles
el ejercicio de una profesión normal. Y como consecuencia, no son capaces de
formar apostólicamente a los agregados y supernumerarios Luego, vosotras,
vosotros, singularmente, con el bagaje de la preparación recibida y asimilada,
con libertad y responsabilidad personales, procuráis infundir la linfa del
espíritu cristiano en el torrente circulatorio de la sociedad.
Respondiendo a la pregunta de un periodista sobre este aspecto tan
característico de la Obra, nuestro Padre explicaba que concedemos una
importancia primaria y fundamental a la espontaneidad apostólica de la persona,
a su libre y responsable iniciativa, guiada por la acción del Espíritu; y no a
las estructuras organizativas, mandatos, tácticas y planes impuestos desde el
vértice, en sede de gobierno [San Josemaría,
Conversaciones, n. 19]. Eso es una frase bonita que no se corresponde con lo
que sucede en la Obra desde hace varios decenios, que es precisamente lo
contrario: el apostolado dirigido.
Antes de concluir, vuelvo a lo fundamental: esforcémonos día tras día en
nuestra dedicación cristiana a Dios y a los demás. Esmerémonos por ser mujeres
y hombres fidelísimos al Romano Pontífice, rezando con continuidad por su
persona e intenciones; vivamos una afectiva y efectiva unión con los Obispos y
todos los fieles católicos. ¿Cómo puede hacerse realidad eso si esta
carta demuestra que no quieren obedecer al Papa en su indicación de corregir
sus praxis relativas a la confesión, la dirección espiritual y el respeto al
secreto de conciencia? Y al no reconocer en esta Carta lo que hacen mal, no
están en condiciones de rectificar.
Como es natural, ponemos como especial intercesor de toda esta labor
formativa a san Josemaría, que con su vida y enseñanzas ha dejado bien plasmado
el espíritu recibido de Dios el 2 de octubre de 1928 Lo que ha dejado es
todo un sistema contrario a la ley de la Iglesia y del que nunca informó a la
Santa Sede, como demuestra el n. 83 de los Estatutos de la
Prelatura, que es el único artículo en que se alude a la confesión y a la dirección
espiritual en la Obra, para que sus hijas e hijos, y muchas otras personas, podamos recorrer
todos los senderos de la tierra, haciéndolos divinos con la gracia del Espíritu
Santo.
Con todo cariño, os bendice
vuestro Padre
+ Javier
Roma, 2 de octubre de 2011.