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sobre el sello del Opus Dei
Nome, 15 de septiembre de 2008
Abundan en esta página los correos consistentes en testimonios personales. Algunos son auténticamente devastadores y muestran la descarnada realidad de la vida ordinaria de un miembro de la Opus; otros están teñidos de cierta ironía, cinismo o simple socarronería para hacer más amable su lectura, pero no dejan de ilustrar, quizás también explícitamente o quizás más entre líneas, la misma devastación, desencanto y/o sufrimiento. En cualquier caso, todos estos correos son importantes como denuncia de lo que no es como debiera ser.
Podemos leer también en Opuslibros sesudos mensajes de contenido jurídico e incluso teológico. Así pues, se habla a fondo de vocación, de figuras jurídicas, de prelaturas, de dispensas... He de confesar que, si bien reconozco la importancia de estos escritos para desenmascarar el engañoso entramado que tiene cautivas a miles de personas de buena fe, algunos ignorantes en la materia, entre los que yo destaco por mis nulos conocimientos jurídicos y teológicos, nos vemos totalmente fuera de juego y leemos esos textos con el mismo entusiasmo que si estuviéramos observando la deriva de los continentes en tiempo real. Igual a base de leer aprendo algo, pero de momento no consigo seguiros más que a medias. Gracias por el esfuerzo, chicos, lo seguiré intentando...
Creo de especial importancia, yo diría incluso necesidad, los menos abundantes, pero muy jugosos, correos que hablan de la historia del Opus Dei, no como acumulación de historias personales, sino como institución. Durante nuestra estancia en la Opus se nos insistió en que debíamos conocer y amar la historia de nuestra madre guapa (y yo siempre me quedaba con las ganas de decir que, efectivamente, mi madre era muy guapa y conocía muy bien su historia, una historia que poco tenía que ver con la Opus, pero casi mejor me quedaba callado y no me buscaba problemas). Y a la vez que se nos insistía en profundizar en dicho conocimiento se nos contaba una historia sesgada, manipulada, purgada, adornada, que retrata amablemente, pero con poca fidelidad, la realidad de los años fundacionales (¿se llaman así?). Es auténticamente espeluznante leer el testimonio de Pez explicando cómo modificó un antiguo número de Crónica al más puro estilo estaliniano. Con estas prácticas purgativas (nada que ver con el estreñimiento... o sí...), combinadas con el aforismo hitleriano de que una mentira repetida miles de veces acaba por convertirse en verdad, se consigue que la verdadera historia del Opus Dei quede oculta, sustituida por la versión más acaramelada que imaginarse pueda. Sin embargo, son muchos los que vivieron esos tiempos y aún pueden aportarnos sus valiosos testimonios. La labor (perdón... el empeño) de Nachof y algunos otros en esta página por contar las cosas tal como fueron, y no tal como se nos contaron, es del todo encomiable.
Con esta motivación, la de conocer la historia real de la Opus, he leído con gran interés el artículo enviado por Juan C.J. sobre el sello del Opus Dei y su posible origen en una reja que puede encontrarse en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Puede tratarse quizás de una nimiedad, un detalle de poca importancia, pero no deja de ser historia institucional de la casita de papel y, por tanto, posible objeto de embellecimiento histórico (es sorprendente la cantidad de eufemismos que pueden llegar a utilizarse para no utilizar la palabra manipulación J).
Del artículo de José Juan Carrión Rangel en un blog de heráldica, citado íntegramente por Juan C.J., así como de los comentarios de este último podemos extraer interesantes datos sobre la génesis del actual sello del Opus Dei. Aparte de los detalles que ya conocíamos por tediosísima repetición, aparecen dos cuestiones relevantes: que el sello no era original, sino “inspirado” en la reja del Escorial, y que no se trata del primer sello que el santísimo fundador de la santísima organización (vaaaaleeeee, institución... que luego se me cabrean los que aún no han visto la luz aunque creen que sí la han visto) había pensado para su egregia obra.
Del primer aspecto, la inspiración escorialiana (toma palabro!!!), no tengo más que añadir. La hipótesis queda formulada y su soporte gráfico parece indiscutible. Sí quiero hablar del segundo asunto, del primer sello pensado y su sustitución por el definitivo (que yo sigo viendo más próximo a una pelota de Nivea que al mundo abrazado por una cruz, pero eso igual es deformación profesional de un playista irredento).
Un profesor que tuve hace ya muchos años, supernumerario el pobre, intentó despertar la inquietud por el saber en nuestras tiernas mentes de “ochoañeros” con el siguiente pareado:
Seis señores me enseñaron todo lo que yo sé;
qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué.
Considero que en el asunto que nos ocupa, la sustitución de un sello por otro, el qué, el quién, el cómo, el cuándo y el dónde parecen suficientemente explicados por la versión oficial debidamente matizada por lo que el heraldista y su cronista nos han revelado aquí. Si bien es cierto que, según quién lo cuente, el cómo presenta ciertas diferencias de matiz en los detalles, lo esencial parece consensuado. Así que admitiremos pulpo como animal de compañía y aceptaremos que el señor que encabezaba la nave después de haberla construido palito a palito dentro de la botellita (quién) decidió adoptar el símbolo de la cruz abrazando al mundo como sello (qué) el día 14 de febrero de 1943 (cuándo) mientras celebraba misa en la casita de sus hijas (¿con quién las tuvo?... ainsss colleja!!!!) de Jorge Manrique (dónde)... el cómo, fuera por inspiración divina, plagio más o menos consciente de la ya mencionada reja del Monasterio del Escorial, chute de LSD acompañado de alucinación creativa o de todo un poco, ya queda a discreción del lector... en cualquier caso no es demasiado relevante.
Pero nos queda la última pregunta, la que generalmente es la más significativa e interesante de todas... ¿por qué?... ¿qué hizo cambiar de idea a “quien tú ya sabes” (véase Harry Potter, muy querido en la Opus, por cierto) sobre el sello originalmente concebido?, ¿fue una simple inspiración divina o hubo alguna ayuda a esa inspiración? No seré yo quien niegue la versión oficial, pero como ser pensante que soy (a veces, sólo a veces, pocas...) tengo todo el derecho del mundo a dudar y a mí me gusta ejercer mis derechos.
Creo que antes de entrar en materia procede repasar la descripción del primer sello nos ofrece el experto heraldista:
Además, parece que ese sello no era el que inicialmente fue meditado
por el santo fundador como emblema, como señal gráfica para la Obra. No.
Cuentan que inicialmente, en los principios mas “principiantes” del Opus Dei,
el fundador tenía previsto otro sello: El que hoy es el de la Sociedad
Sacerdotal de la Santa Cruz: Una cruz griega flechada. Con los extremos de los
brazos de la cruz en forma de punta de flecha. Y el color de ese emblema debía
ser de gules (rojo) y el fondo, muy probablemente, de plata.
Esta información proviene de una fuente, permítaseme el término,
improbable lector, “apócrifa”; no oficial. Y es no oficial porque quien lo dejó
por escrito abandonó el arado. Dejó la Obra.
Explicó que en una reunión en la que estaba este personaje, arquitecto
de profesión y de familia más que acomodada, el fundador expresó su deseo de
que “en ceremonias muy privadas, los miembros del Opus Dei vistieran en el
oratorio capas blancas en las que se bordaría el escudo de la Obra: una cruz
roja con los extremos en forma de punta de flecha”. Ese personaje que lo
recuerda aporta testigos de esa revelación del fundador que estaban presentes
en esa misma ocasión. Testigos que pasaron al cielo siendo miembros del Opus
Dei.
Lo de las capas blancas es de traca, oiga... sólo imaginarme a algunos con la dichosa capa me entra una risa floja que no hay quien me la quite... menos mal que perduró el sentido común... por cierto, ¿para las chicas también?... lo sé, lo sé... estoy divagando... al tajo!!!
Al leer esta detallada descripción del sello primigenio reconocí el símbolo al instante, un símbolo que, precisamente en aquellos convulsos años en la historia de Europa se había convertido en todo menos adecuado para los fines del señor de las estampas. Ver la fotografía que graciosamente aportó el heraldista no hizo sino confirmar mis sospechas:
El símbolo de la cruz flechada es un símbolo de gran tradición. Ya en tiempos antiguos la cruz flechada se utilizaba como símbolo cristiano al interpretarse los extremos de la cruz como puntas de anzuelo, haciendo una doble referencia a los “pescadores de hombres” mencionados en el Evangelio y al ya bien conocido pez (Ichthys) como símbolo de Cristo. No tengo absolutamente ninguna duda de que esta interpretación, especialmente la de “pescadores de hombres”, estaba en la cabeza del hombre de Barbastro cuando concibió su primer sello (y si la pesca pudiera ser submarina, mejor).
Hasta aquí no hay problema alguno. Sin embargo, es más que probable que el santísimo fundador ignorara que la cruz flechada que pretendía adoptar como sello tuviera otros usos más que inconvenientes. Viajaremos concretamente a lo que hoy es Hungría, donde ya en el siglo X las tribus magiares utilizaron ampliamente la cruz flechada como símbolo identificativo. Con el paso de los siglos dicho símbolo quedó algo aparcado hasta que en los años treinta del siglo pasado empezaron a surgir en Hungría diversos partidos de corte nacionalista y con una ideología muy próxima al nacionalsocialismo de Hitler. El más importante de ellos tenía el explícito nombre de Partido de la Cruz Flechada y su emblema representaba la pureza racial magiar del mismo modo que la esvástica representaba la pureza racial alemana. Aquí podemos ver distintos emblemas utilizados por el partido; el último es especialmente similar al que puede verse en Molinoviejo:
Difícilmente habría podido saber el futuro siervodediosbeatosanto que el sello que con tanto cariño (ejem!!!) había concebido para sus hijos (no naturales, ya me enteré) representaba también a un partido político húngaro de importancia más bien marginal... difícilmente hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y las páginas de los periódicos españoles se llenaron de noticias relativas a la guerra y a los países participantes en ella. Se me hace prácticamente imposible concebir que el Partido de la Cruz Flechada no se mencionara en la prensa española al hablar de Hungría; habría que consultar archivos, pero me juego un garbanzo a que si buscamos referencias, encontramos unas cuantas.
Según sospecho, bien fuera por conocimiento directo, bien por indicación de algún allegado, el héroe del cruce de los Pirineos tomó conciencia de la similitud de símbolos y, después de informarse debidamente, decidió no compartir emblema con un partido ultranacionalista húngaro cada vez más conocido en toda Europa, razón por la cual “vio” el nuevo sello del Opus Dei y aparcó su anterior idea el 14 de febrero de 1943. Y lo hizo justo a tiempo... porque el Partido de la Cruz Flechada se hizo tristemente famoso un año después al tomar el poder en Hungría como fruto de las maquinaciones de Hitler. En apenas tres meses de gobierno se le responsabiliza de la muerte de entre diez y quince mil judíos, amén de la deportación a Alemania de otros 80.000, con el destino que cabe imaginar.
Hoy en día la cruz flechada es un símbolo prohibido en Hungría. Favor que hizo su fundador a los que laboran allí (casualmente yo conocí a uno) al cambiar el sello... de lo contrario hoy tendrían serios problemas para poner la cruz flechada en sus oratorios, libros... por no hablar de las famosas capas... se les cae el pelo, vamos.
Hasta aquí mi hipótesis... igual no es más que una simple casualidad en la forma y en el tiempo, una empanada mental que me vino a la cabeza al ver el dichoso simbolito... pero yo las casualidades cada vez me las creo menos, y si se refieren a la Opus ya no me las creo nada.
Nome