Argentina:
una labor en caida libre (II)
Segundo, 24 de noviembre
de 2008
Queridos/as amigos/as:
Os comento que hace unos días retomé contacto profesional en Madrid con un ex numerario argentino. Le pregunté si podía escribir lo que me contaba y me autorizó.
Goza de buena posición; lo supo
hacer. Como director del apostolado de la opinión pública en Argentina tejió
una red de contactos internacionales que le han valido no quedarse en la calle
(dicho sea de paso, me contó que su sucesor en el cargo también se fue.
Argentina ha perdido en dos años dos directores regionales del apostolado de la
opinión pública: MAMBV y ELdP).
También se fue PB, director del
centro del Mar del Plata; la ciudad de Posadas se “comió” dos directores; el
que era hasta hace poco tiempo, director “senior” de Córdoba, ha contraído
matrimonio; y RD, director del centro de estudios de la delegación de Rosario,
abandonó el barco y a los alumnos les dijeron que se había ido de viaje de
trabajo, (a los pocos días los chicos se enteraron de la verdad por sus
familias y amigos, dejando en evidencia otra mentira de los directores).
El argentino me contó también que el
sacerdote numerario uruguayo ADG, quien fuera director espiritual de la
delegación de Buenos Aires, y después director espiritual de la comisión
regional de Uruguay, ha iniciado los trámites para secularizarse. Además, que
en Buenos Aires han cerrado ya un centro de numerarios mayores; que en el
centro de estudios (un edificio enorme) viven sólo doce alumnos y que en todos
los otros centros de numerarios/as sobran lugares, porque son muchos/as los/as
que se han largado, etc. etc.
Otro sacerdote numerario, JAV,
español destinado a la Argentina. Vive en una casa de religiosos. Cumplía con
las labores que el opus le había encargado. Pero los del opus dicen que está
loco. ¿Cuál es su locura?, dedicarse a los más pobres, darle trabajo
distribuyendo periódicos católicos a niños de la calle en Asunción de Paraguay;
instalar comedores para necesitados; ayudar a que la pobre gente aprenda un
oficio digno y abandone la mendicidad. Su razonamiento es simple: “si los
vicarios pierden el tiempo jugando al tenis con ricachones en clubes, en los
que además las señoras no van decentemente cubiertas (¿lugar ideal para un
sacerdote y además vicario?), yo puedo dedicarme a los más pobres, como nos
dijo Juan Pablo II al término de la beatificación de Escribá; ¿no nació acaso
el opus entre los más pobres de Madrid?” JAV ha pedido desincardinarse de la
prelatura pero el prelado se lo niega.
Algo parecido pasó con el sacerdote
numerario EA, uruguayo. Fue corrido de ciudad en ciudad (Mendoza, Salta,
Asunción), en todas dejó capillas y comedores construidos en zonas pobrísimas.
Lo mandaron a Chile y nadie sabe nada de él. Nunca dejó de atender los encargos
del opus. Su pecado: conseguir dinero para trabajar con los pobres; lograr la
construcción capillas y locales para dar catequesis en barrios abandonados de
Dios y entregárselos a las diócesis, (¿es realmente el opus una gran
catequesis?)
DG, otro sacerdote numerario, vive
encerrado en un centro mientras está en Buenos Aires. Buen filósofo, autor de
varios libros y antiguo profesor de la universidad de la Santa Croce (otro
más!!!) A DG, lo tienen drogado, está catalogado de enfermo siquiátrico ¿Está
enfermo o su cosmovisión no coincide con la cosmovisión oficial de la
prelatura?
El ex-n argentino también me relató
la historia de otros varios ex-n, medicados con sico-fármacos por el siquiatra
uruguayo ALP, al que en el ambiente de los numerarios lo denominan “Mengele”,
tal es su fama de drogar a todo el que se le cruce. El Dr. A. P. fue designado
siquiatra oficial de las tierras del Plata y más allá, viaja por toda América
(Colombia, Venezuela, Ecuador) drogando numerarios, supernumerarios/as y gente
cercana al opus.
Dicho sea de paso el Dr. A. P.
ejerció sin licencia, ilegalmente, durante años en Argentina, viajando todas
las semanas desde Uruguay (otra nota para la larga lista de violaciones a las
leyes civiles por parte de los directores y socios rasos del opus: por el Reino
de los Cielos). Parece que ahora consiguió, al menos en Argentina, que un
colegio médico de provincias le habilitara su título, (el colegio médico lo
dirigía un supernumerario manejable, es decir, con lenguaje interno, “en buen
plan”). Ese colegio médico dista centenares de kilómetros de Buenos Aires,
ciudad en la que atiende su consulta itinerante el Dr. A. P. y su
reconocimiento no lo autoriza a ejercer allí, sin embargo le da una “cierta”
cobertura legal en el país.
Mientras tanto, los directores de la
comisión regional argentina consiguieron otro médico que prescribiera lo que el
Dr. A. P. mandaba (otro delito). Por supuesto que a todo ese “mercado cautivo
de supuestos enfermos siquiátricos” A. P. les cobró y les cobra el doble que
otros profesionales, y además como en ningún país fuera de Uruguay trabaja
legalmente, en ninguno paga impuestos; ni es responsable ante las leyes que
regulan el ejercicio de la medicina.
El Dr. A. P. pasa periódicamente a
los directores todos los detalles de los “enfermos” que trata. ¿Y el secreto
profesional? Los siquiatras “normales” no hacen eso ni con los parientes más
directos de sus enfermos, a los sumo dan indicaciones genéricas de cómo
tratarles en casa.
¡Ay
de los vencidos!
Hemos comentado con mi amigo que
vivió “tan cerca del Padre” (y así terminó), al que hice referencia en mi
escrito anterior del 18 de julio, (el que volvió de Roma desilusionado
de todo el opus y de todos en el opus), que en el opus ha desaparecido la
confianza en los directores y también entre los socios. El recelo sustituyó a
la confianza (si alguna vez la hubo).
Ante el mal trato, las delaciones,
las calumnias, las enfermedades siquiátricas reales o inventadas por las/os
directoras/es para drogar a la gente y el clima de sospecha que crean los que
mandan, cada vez son más los numerarios y agregados que toman sus “recaudos”
económicos por si se van, y los supernumerarios que relatan en la charla
confidencial una vida ficticia, alejada por completo de su vida real.
Otro dato sobre el grado de
desconfianza. Mi amigo volvió de Roma con noticia cierta del descenso de las
confesiones de gente del opus con los curas del opus (estadística que se lleva
sumando cada
hoja de actividad sacerdotal que cada sacerdote debería hacer
mensualmente). Mucha gente (incluidos numerarios/as con cargos internos) acude
a sacerdotes de fuera; yo mismo vi hace pocos años a un afamado numerario
director de San Gabriel salir de un confesonario en una iglesia de los jesuitas
en Madrid; por si esto fuera poco, muchos sacerdotes numerarios consideran una
violación de la intimidad del prójimo dar cuenta, por ejemplo, de cuántas/os
numerarias/os han confesado en el mes, y no hacen la estadística o mandan
números al azar; otros, para evitarse problemas registran el número ideal: si
en el centro que atienden son 10 los socios y el mes es de 4 semanas, apuntan
40 confesiones de numerarios/as o agregados/as o lo que sea, y así también
evitan problemas a los demás.
En Roma, en las oficinas centrales,
nadie medianamente listo se fía ya de esas cifras, pero de cara a los súbditos,
incluso de los que llaman a Roma para convivencias especiales, se hace el
teatro dar por ciertos esos números.
Ay del cura numerario!, que se
niegue a entrar en el perverso círculo de la delación o que reaccione y rompa
con él. Me refiero al cura que quiera ser fiel a Jesucristo y a la Iglesia y no
al “espíritu de la Obra”: que no “informa de la gente” a él encomendada; que no
pasa a los directores otro tipo de novedades; que aconseja actuar en conciencia
y no por las indicaciones recibidas de la charla; que se niega usar la
confesión para confirmar la autoridad de los/as directores/as; que no “pasa” en
la confesión los avisos que la delegación o el concejo local le indican para
ésta o aquel penitente.
Ese cura será difamado y marginado,
no se le darán labores apostólicas “importantes” de las que se quieran sacar
vocaciones o dinero o ambas cosas; (Otro que irá “a confesar viejas” como decía
un vicario regional, formado por Escribá, y añadía: “encárgale algún confesionario
de viejas pobres para que se entretenga”). Y para más inri se le indicará
expresamente a todos los del opus que se pueda, que no acudan a ese cura, ni
para confesarse (con lo que aquello que dice el derecho interno que los socios
podrán acudir a cualquier sacerdote numerario, queda en la nada).
Tampoco lo dejarán acercarse al
clero secular de la diócesis en la que trabaja y mucho menos a obispos ajenos a
la prelatura. Ese cura tampoco dará clases o meditaciones en ninguna labor: “es
que lía a la gente”, dirán. Lo difamarán en los ambientes eclesiásticos.
Tratarán por todos los medios de mandarlo al siquiatra. A los laicos “de fuera”
–y también a sacerdotes y obispos- se les dirá que don fulano está enfermo,
deprimido o tiene surmenage. Si alguien lo nombra en una tertulia los demás
cambiarán el tema o harán como que no oyeron. Algunos se intercambiarán miradas
de complicidad como diciendo “nosotros sabemos lo que pasa”.
Los directores/as hacen diagnósticos
siquiátricos de las personas “que dependen” de ellos, también de sacerdotes,
sin que les corresponda por oficio y sin ser médicos, difunden esos
“diagnósticos” según convenga a las “necesidades de la Obra”, configurando con
esta conducta inmoral verdaderos delitos contra la fama de las personas.
Hace años viví en un centro con un
sacerdote ejemplar, pero que no se dejaba dominar. Le encargaron labores
lejanas, confesonario en urbanizaciones populares, de gente “común”. El cura se
iba al amanecer y llegaba por la noche, el director lo perseguía con saña: que
cumpliera el horario, que no se durmiera en las tertulias, que no viera ni
llamara a nadie en la ciudad aunque fueran viejos amigos o parientes.
Como el sacerdote en cuestión hizo
amigos en razón de su encargo en la periferia, el director mandó a un numerario
que dependía de él en su trabajo profesional y al que por eso podía coaccionar,
a visitar a los amigos del cura, con el cuento de que el sacerdote no se
encontraba en sus cabales. Gracias a Dios, los amigos del cura mandaron a por uvas
al emisario y a su mandante. El emisario, pasado el tiempo, se fue del opus;
ignoro si el cura sigue, de él no hablan mis relaciones opusianas.
Ay del numerario/a! que no informe
de todo lo que le cuentan los que hacen la charla confidencial con él/ella; o
que diga honestamente a los que hablan con él/ella: “no me cuentes esto; sobre
esto no me corresponde opinar”. Ese numerario será marginado. De ese modo
algunos podrán dedicarse más a su profesión hasta que a algún iluminado de su
centro o su delegación se le ocurra que ha caído en la “profesionalitis”, e
intenten hacerlo resignar su trabajo y hundirlo en la miseria material y
sicológica.
Ay del supernumerario/a! que no
cuente sus intimidades, las de su cónyuge, las de sus hijos, la de sus compañeros
de trabajo, las de sus amigos, y que no cuente con detalle todos los pormenores
de su ejercicio profesional, aún aquellas cosas que caen bajo el secreto de
oficio. No contarán con él para nada y, por ejemplo, si lo tiene, perderá su
trabajo en labores corporativas.
En el opus el dinero, que es lo que
les interesa, se usa también para manipular a las personas. Los numerarios que
responden a los requerimientos de la institución viven a lo grande:
automóviles, deportes de ricos, viajes, tarjetas de crédito, inversiones
profesionales administradas por ellos mismos, y como son de fiar el opus les
proporciona relaciones profesionales y con el “alto mundo”. Es que son fieles.
A quienes “no responden”, ni ropa
vieja. Se les corta su trabajo: han llegado a hablar con los jefes, ajenos al
opus, de algún “rebelde” para comunicarles que el susodicho “tenía
comportamientos extraños”. Si sus familias los apoyan material y/o
afectivamente tratan de cambiarlos de lugar.
En estas semanas se desató una caza
de brujas, para averiguar quien tiene ahorrillos fuera de caja, pero como decía
Escribá “no se le pueden poner puertas al campo”. Si queréis un coche,
compradlo; ponedlo a nombre de una tía viuda, firmando ante notario un
documento privado que diga que el coche es vuestro.
Después de las arengas de del
Portillo en el 89 en España, un viaje en el que reunió a todas las delegaciones
de varones y mujeres (por separado) en Molinoviejo, en sólo una de las
delegaciones de Madrid, más de 40 numerarios conmovidos por la prédica de Don
Alvaro, entregaron las llaves de automóviles que eran de ellos y estaban a
nombre de familiares de confianza. Espero que ahora la gente de dentro sea más
avispada.
(Hay otra caza de brujas acentuada
en estos días, tratan de averiguar quiénes conocen Opuslibros, sólo saber de la
existencia de esta página indica “deslealtad”)
Para que el opus cambie debe
desaparecer la charla fraterna o confidencial con los directores/as. La charla
no es ni puede ser un medio de dirección espiritual, como muchas veces lo
habéis dicho vosotros. En realidad es un medio para obtener información
y tener dominadas a las personas.
En el Catecismo
de la Obra, antes se decía con respecto a la charla confidencial, “los
socios deberán manifestar con qué espíritu trabajan”, ahora se dice, “deberán
hablar o dar cuenta de su trabajo”. Cualquier buen entendedor sabe que eso
implica todos los aspectos de su trabajo, no sólo del espíritu con que lo
llevan adelante. En el opus, para ser valorado hay que contar todo, cuando se
hace la charla fraterna o confidencial no se debe respetar el secreto natural
ni el profesional ni el secreto de oficio, aunque las notas del prelado digan
lo contrario. El “espíritu de la obra” está por encima de los mandamientos, de
la moral y doctrina de la iglesia.
Así, por ejemplo, los vicarios
regionales saben (y saber es poder) e informan al prelado, si hay obispos o
sacerdotes diocesanos que consultan a determinado médico siquiatra o se están
tratando de un cáncer. Así la comisión y las delegaciones saben de las
fluctuaciones económicas: por ejemplo, en qué invertir o de qué acciones
desprenderse o si es mejor cambiar las cuentas en euros a cuentas en dólares
americanos. Así los directores/as saben las intimidades de las familias influyentes
de la ciudad… Es esencial al opus el trasiego constante de información
calificada cuyo origen en la charla confidencial.
Cuando yo trabajaba en una
delegación de España, pasó por mis manos una nota dirigida a Argentina. Se
trataba de lo siguiente:
El historiador LS (supernumerario)
viajaba a Chile a dar un curso en la universidad del opus, la de Los Andes. Los
de Argentina querían que LS fuera también a la universidad del opus de allí, la
Austral. Lo normal en estos casos en el mundo profesional corriente, opuesto al
rebuscado y mafioso mundo del opus, es que si un centro académico quiere
invitar a un profesor, se ponga en contacto directamente con él. Pues no, en el
opus antes de invitar a uno de ellos se acude a sus directores internos, en
este caso los del profesor universitario al que se quería contratar.
La respuesta que pasó por mis manos,
más o menos decía, “no vemos conveniente que invitéis a L (S) (el apellido va
en un papel a parte, “por discreción”), porque se encuentra muy cansado”. “No
vemos conveniente” quiere decir como todos sabemos, no le invitéis.
¿Por cuántas manos habrá pasado esta
respuesta? ¿Se enteró el profesor del proyecto de invitarlo a Buenos Aires?
¿Alguien se preguntó si al profesor le interesaba pasar por Buenos Aires? ¿Le
interesaba al profesor que se pregonara su cansancio, o era algo que él había
comentado en su charla confidencial pensando que no pasaría de allí? ¿No se
habría negado el profesor, aduciendo estar cansado, a alguna actividad “cultural”
programada por la delegación y se vengaron cortándole la posibilidad del viaje
a Buenos Aires? Jamás lo sabremos.
Lo que sí sabemos es que ni siquiera
los supernumerarios son “libérrimos en su profesión”, como berreaba Escribá.
Que se manipula a las personas. Que el trasiego de información no es cosa de
algunos indiscretos, sino que está institucionalizado. Que se limitan
impunemente las posibilidades de trabajo de la gente. Que hay que caerles bien
a los directores para progresar en la profesión, es decir, hay que estar
dispuesto a delatar, a mentir, a vivir en permanente estado de “doblez” y a
darles siempre la razón. Que hay socios del opus que siendo magníficos
profesionales están censurados por “cansancio” o “por motivos ascéticos” o por
lo que sea, y que ellos ni se enteran.
Otro caso que me tocó de cerca fue
el de un socio del opus que ocupaba un cargo en una universidad pública que no
tenía vinculación con la secta. Algunos profesores de su departamento
propusieron invitar a Jacinto Choza. El del opus contó el tema en su casa, a
continuación recibió la indicación de evitar que ese proyecto se llevara a
cabo, porque Choza era “peligroso”. El susodicho “poniendo todos los medios” y
con “santa picardía” hizo abortar el plan. No podía “fracasar” ante sus
directores. Si fracasaba corría el riesgo de entrar él en la nómina de
“peligrosos”.
También sé de una ex-supernumeraria
de México, que viene con frecuencia a Madrid. Es miembro de un tinglado
cultural del Vaticano en cuya directiva está un cura numerario. Al susodicho se
le ha dado la indicación de conseguir que la cesen como miembro de ese cuerpo
sólo porque dicha profesora “dejó de ser de casa”. En esos organismos sólo
cesan a alguien por “conducta impropia” o “por opiniones contrarias a la doctrina
católica” ¡Pobre mujer! ¿La acusarán de adulterio sacrílego o de hereje?
Quisiera comentaros lo que se me
ocurrió cuando hace unos meses el obispo Javier Echevarria dictó cátedra sobre
la familia. Sentí indignación y pena, no porque esperara otra cosa, sino porque
son incorregibles.
A las familias las destruyen, por
ejemplo, con su “formación”, la presión sicológica que ejercen sobre sus
miembros y todos los que los rodean. Y muchas veces con sus consejos sobre el
número de hijos y sobre cómo educarlos.
¿Cuántos hay a los que se les ha
dicho que sean “más generosos”?, y ahora con cinco, siete, once o catorce hijos
no saben qué hacer; y quien dio esos consejos -cura o laico o laica- se lava
las manos y hasta suelen decirles, “libremente optaste por tener esos hijos, no
te quejes”.
Las familias tan alabadas por
Echevarría, son “manoseadas” por los concejos locales; padres e hijos
degradados en su intimidad por el concejo de dirección del colegio (obra
corporativa o labor personal); temas personalísimos -también de gente extraña
al opus- se ventilan impunemente.
En el lenguaje interno se llama
“hablar de la gente” o “despachar”: se habla continuamente de unos y de otros.
Los directivos y profesores de los colegios hablan de los alumnos y de sus
familias. Los consejos de dirección, consejos locales y delegaciones,
comisiones regionales y asesorías “despachan” sobre los profesores/as, los
alumnos/as, los chicos/as de San Rafael y sus familias, sobre todos los socios
de la prelatura y sobre todas las personas que los rodean.
De ese modo la delación, la
calumnia, la difamación, se han institucionalizado dentro del opus. Todos saben
qué mentira contar sobre otro “para sepultarlo”, y de qué forma hacerlo (nota,
comentario verbal, advertencia, corrección fraterna), ya sea porque lo envidian
o les cae mal o les estorba para ascender de estatus en la prelatura.
Murmurar de los demás es obligatorio
si se quiere mantener una posición de privilegio o un cargo de gobierno (que
llevan anexo automóviles, viajes, deportes de ricachones, habitaciones con aire
acondicionado, comidas y cenas en lugares exclusivos, y sobre todo, están
exentos de mantenerse: la prelatura paga sus gastos, sin que los obliguen a
firmar pagarés).
Los consejos locales y las
delegaciones tienen un schedule, que indica de quién o de quiénes se hablará en
cada reunión, previo informe por escrito que cada uno de los participantes en
el conciliábulo debe leer antes de la sesión.
Los miembros o socios del opus
pueden estar seguros que los temas que hablan o de los que “dan cuenta en la
charla” no son confidenciales, serán tratados y manoseados (“llevados a la
oración”) por 12 ó 15 personas en el mejor de los casos; a veces intervienen
más. Seguramente lleguen notas del prelado en las que se asegure que del
contenido de las charlas confidenciales nadie habla: ¡eso es mentira!
En otros casos, por ejemplo, los
médicos como el citado A. P. “despachan” sobre sus pacientes con los directores
regionales o de delegaciones, directores locales, vicarios, etc. y lo dicho por
esos médicos es puesto por escrito y tratado en múltiples reuniones.
Quien tenga cerca a alguien del opus
(salvo casos realmente extraordinarios), que se aleje. Este es mi consejo
después de muchos años dentro y con alguna experiencia fuera.
De los consejos locales y
delegaciones “emanan” (ellos “ven” en la oración), las “sugerencias” y los
consejos, por ejemplo, para cada supernumerario/a sobre cómo tratar al cónyuge.
Se puede decir que el director o directora y algunos curas “se meten en la casa
y en la cama” de los supernumerarios y supernumerarias.
Los directores/as dicen, informan,
comentan, sobre supernumerarios/as: que si el marido bebe, que si la mujer es
loca (para algunos de ellos –curas y laicos- todas las mujeres están locas y lo
dicen tan campantes); que si fulanito se “inspira” viendo películas porno; que
si la mujer de otro lo engañaba y a escondidas tomaba anticonceptivos; que si
son estériles; que el marido es impotente; que tienen un hijo homosexual; y
hasta que si se lió con la vecina o el vecino (con nombre y apellido del
tercero/a en discordia); o está enamorada del párroco (con nombre y apellido
del religioso en cuestión), etc. etc. La obsesión por los temas sexuales llega
hasta la pornografía (eso sí, “por el bien de la Obra”. No por el bien de las
almas o la Iglesia, que sería igual de reprobable; sino por “el bien de la
Obra”, palabras mágicas con las que justifican cualquier inmoralidad).
Si reina la paz en el matrimonio: es
que “fuiste sincero/a, fiel al espíritu de la Obra”; en caso contrario, “tú
tienes la culpa porque no rezas ni te mortificas, o no fuiste del todo
sincera/o, porque no contaste que a tu marido (o a tu mujer) le gustaban
ciertas caricias previas al acto conyugal”. Hasta a eso llega la “sinceridad”!
La obsesión sexual es típica del opus (y de las sectas, por ejemplo, la cienciología). Es un modo de crear relaciones perversas director/a-dirigido/a y de tener dominadas a las personas. La dignidad personal no cuenta. Actúan así con el convencimiento ciego, irracional, antinatural y anticristiano de que obran por “el bien de la Obra”. A veces se atreven a decir que lo hacen “para Dios”, “de cara a Dios”, pero del modo que los nazis decían: ¡Dios está con nosotros!, Gott mit uns!
Continuaré,
si no me callan
Segundo