El señuelo “del nivel”, el
utilitarismo de los analfabetos ilustrados y la incómoda opción por vivir la
contradicción
Salvador, 19/09/2016
Preámbulo.- Pocos
años de haber abandonar la Obra, me encontré en una redacción de un diario a
quien había sido el secretario de mi centro. Estaba desquiciado. Me dijo que
iba al psiquiatra. En el breve encuentro le faltó tiempo para decirme que “los
había hecho enmudecer” cuando había acabado sus dos carreras. Esas dos
licenciaturas eran, para él, la señal inequívoca que poseía “nivel
intelectual”.
Le habían
herido íntimamente al tratarlo de tonto. El ser visto como un tipo de segunda
categoría le había ofendido y humillado de tal manera que era obvio que tal
herida le había sacado de su quicio existencial.
Hay que
reconocer que eso de “tener nivel” o no tenerlo era una manera, bastante usual
en la Obra, de minar la autoestima, de crear inseguridad y dependencias.
Lo
cierto es que el código de comunicación del exsecretario
impedía su reconocimiento. En la Obra, realmente no se trataba de tener “nivel”
sino de disponer del código que atribuyese ese “nivel”. A.M. no disponía de ese
código comunicativo. Por el contrario quien lo tenía, gozaba de consideración,
“prestigio” y “autoridad”. Así siempre había dos clases de personas: la
superior y la inferior; la que daba “el”
(el codificado) “nivel” (sea en lo que fuera) y la de quien no lo “daba”. (Como
“nota”: no es preciso insistir que “dar el nivel” no significa “tenerlo” y que
precisamente este email va sobre “DarELnivel” sin
“tenerlo”).
En definitiva, en la Obra se dividía el mundo
en dos clases de personas: quien “valía” y quien “no valía”. Y A.M, a “nivel
intelectual”, no valía.
En ese
tour, Escrivá de Balaguer era un puerto especial, fuera de categoría. Uno de
los puertos de primera categoría en los años 60, 70 y 80 en el terreno
intelectual era Carlos Cardona. En los 90 y hasta la fecha, su sucesor
funcional, Fernando Ocáriz.
Con ese
preámbulo, y en recuerdo de A.M, al que no he vuelto a ver, trataré de
suplantar su pluma escribiendo un reportaje que él hubiera hecho en aquél
momento de rabia y desquiciamiento: describir parte de la gran operación
publicitaria que el Opus Dei montó con ocasión del Concilio; de una operación
que requirió “nivel intelectual”. Una operación en que unos ven publicidad en
el mal sentido y otros en el bueno pues creen en ella.
El Concilio puso de moda, en el mundo católico, la “libertad”
/ ”pluralismo” y “secularidad” / “llamada universal a
la santidad y al apostolado de los laicos”; valores que hasta entonces se
identificaban con la modernidad (prácticamente equivalente a “modernismo”) y que eran ajenos a la cultura
católica mayoritaria. Y desde luego, al Opus Dei.
La operación publicitaria fue, apuntarse a lo contrario de lo
que se era (y es): proclamarse precursor y coautor de dichos valores y, desde
entonces, autoproclamar que se abanderan los mismos.
La reacción de sanjosemaría
ante el Concilio fue atrincherarse en lo que realmente se era y creía: el
integrismo de san Pio X; es decir, ser contrario a la libertad religiosa o de
conciencia, al pluralismo, al ecumenismo, y a la secularidad. Se trataba de
militar en el antimodernismo. Pero su reacción
publicitaria fue la de ser un adalid de la “libertad”, del “pluralismo” y de la
“secularidad”. Y lo más relevante es que se lo creía.
Este fenómeno de creerse una cosa y lo contrario, de enunciar una cosa y la contraria, a mi juicio, ha sido bien tratado en esta web: desde el punto de vista de la palabra hay que señalar a Julito (17-9-2012) y desde el pensar (“doblepensar
”) a Ramana 14-4-2014 y Savonarola 7-9-2016. Aquí, me sirven como plantilla para explicar la contradicción. Y aprovecho para animar a dichos autores a pulir y profundizar en ese tema y tratar de armonizar sus perspectivas.Lo
real 1. El integrismo había decretado, justo antes, durante, y pasado el
Concilio, que el peligro seguía siendo el “modernismo” (=la modernidad).
Frente a toda la "modernidad" (modernismo), el
baluarte filosófico-teológico
había sido el tomismo. Y en efecto, durante finales del siglo XIX hasta 1970 se produjo un “boom” neoescolastico,
con más de 15.000 títulos publicados.
La Obra, conscientemente, desde
su inicio pretendía ser una
respuesta positiva del integrismo
frente al reto de la modernidad.
A diferencia de otros que eran
pre-modernos antimodernos,
los del Opus Dei, mayoritariamente eran unos modernos
antimodernos. Antes del concilio actuó
de manera pro-activa; a partir del Concilio a la
defensiva. Pero no impidió lanzar la operación estratégica de la que todavía vive.
Por eso el
Opus Dei promovía a las estrellas teológicas antimodernistas,
como la de Cornelio Fabro. La posición teológica
oficial del Opus Dei del posconcilio era la misma que
la que se exponía en su libro “La
aventura de la teología progresista” (1974, traducida al castellano en
1976 y editada por EUNSA, es decir por
la Universidad de Navarra).
Para Fabro,
la teología de la posguerra mundial hasta el concilio, se había caracterizado
por un doble “falso progreso”, calificado por él de “aventura” (que se asociaba
a “aventurismo”): a partir de premisas construidas por el rechazo del tomismo y por la adhesión
incondicional a la filosofía idealista, existencial y hermenéutica había
permitido una concepción vitalista de la vida moral. Justo al acabar el Vaticano II (1965), para Fabro,
la parte más temeraria de la teología católica casi había impuesto sus
principios y sus posiciones laxistas. La
clave del desaquisado era el “principio de
inmanencia” que suponía un “giro antropológico”, en definitiva un “neo-modernismo”.
Si Cornelio Fabro hubiese escuchado
rock se hubiera ahorrado muchas páginas sobre el “giro copernicano
antropológico”.
El album “Aqualung”
(1971), el super-ventas del grupo
de rock británico Jethro Tull, en su contraportada, (http://www.ultrasonica.info/jethro-tull-aqualung/) resumía Feurbach muchísimo mejor ("en el comienzo,
el hombre creó a Dios y le dio poder sobre todas las cosas)".
Con otras
palabras, sanjosemaría en su carta Fortes in Fide (1967), las tres campanadas (1973/74), sus
editoriales en las revistas internas y sus homilías tocaba la misma música que
la de Fabro.
El
esfuerzo integrista de Escrivá fue conocido y recompensado por muchos. Basta
recordar la temprana canonización de Escrivá por el llamado Palmar de Troya,
(la Santa Iglesia Católica Apostólica Palamariana).
En efecto, el 24 de septiembre de 1978, Gregorio XVIII canonizó a sanjosemaría, junto a varias decenas de figuras, y al lado
de Francisco Franco Bahamonde, Jose
Antonio Primo de Rivera y Luis Carrero Blanco;
estos dos últimos en su calidad de mártires.
Pero,
simultáneamente, se trataba de
presentarse como lo contrario. ¿Cómo
se hizo?
Lo real 2 (lo contrario de lo
real 1). Frente a la ferrea discreción que se había llevado hasta la fecha, la dirección de la Obra,
con ocasión del final del Concilio, cambió de tercio y optó por la publicidad. Se crearon las oficinas de la opinión pública (AOP) y se decidió
dar una serie de entrevistas
que se recogieron en el libro
“Conversaciones con monseñor
Escrivá de Balaguer”.
El libro fue la culminación
de la gran operación publicitaria
cuyo mensaje era: Escrivá y el Opus Dei son pioneros
y precursores del Concilio y son coautores de la nueva
doctrina conciliar: de la “llamada universal a la santidad y apostolado de los laicos”, de “la secularidad”, del
“pluralismo” y de “la libertad”.
Ciertamente nada más lejos de la verdad, pero la gente de la Obra es lo
que cree; lo que certifica el éxito
de la operación.
El reto de la amplia campaña, llevada
a conciencia, era vender la simultanea apuesta por el neo-tomismo/integrismo y
por la libertad moderna (de conciencia y
religiosa); cómo ser carca y a la vez un
adalid de la libertad. Y realmente no es fácil elaborar el mensaje de la
contradicción.
Para tal operación se requería de
autores que “diesen” (no que “tuviesen” realmente) “nivel intelectual”. Entre
ellos destacaron Cardona, Fabro y, posteriormente,
como continuador de todo ello, Ocáriz; entre otros, claro.
Cornelio Fabro (1911-1995), fue un religioso estigmatino
y sacerdote (cuando esa orden, en Italia, no superaba los diez miembros a mediados de los 60). Fue filósofo y profesó como tal en la universidad estatal de Peruggia y en diversos organismos eclesiásticos.Fabro tocó tres teclas. La primera, con gran éxito y
reconocimiento internacional en el neo-tomismo, fue lo que llamó el
descubrimiento del “tomismo esencial”, concretamente con la “noción tomista de
la participación” (La nozione metafisica
di partecipazione secondo
S. Tommaso, Milán 1939); una obra creativa y valiosa que marcó época en la neoescolástica.
La segunda fueron sus estudios sobre ateísmo en la filosofía
moderna sin otra repercusión que el campo de la acción ideológica para uso de
grupos integristas de todo tipo. Daba el nivel, pero no lo tenía. Carlos
Cardona y el Opus Dei, compraron en globo su chatarra intelectual. (1)
La tercera, finalmente, fue la lucha por pretender ver que
Santo Tomás había establecido el “primado existencial de la libertad” con una
profundidad y sentido que superaba la filosofía moderna. Este intento fue
todavía menos reconocido que el anterior por la neoescolástica
que además le criticó con dureza.
Por el contrario, esta última
pretensión de Fabro, a medias entre lo
publicitario y los usos ideológicos, cautivó a la dirección del Opus Dei
(Cardona, y sobretodo y después a Alvaro del Portillo
y a Ocáriz) porque permitía contribuir a realizar la
gran operación publicitaria estratégica que estaba llevando a cabo. Operación a
rebufo, como decíamos, de uno de los nuevos valores conciliares: la “libertad”.
Alvaro del Portillo contribuyó a gestionarla
eficazmente.
Carlos Cardona Pescador (1930-1993). Según la biografía oficial estudió primero peritaje mercantil
y maestría industrial siendo funcionario del cuerpo de telecomunicaciones del
Estado. Luego estudió filosofía y letras. Se hace agregado del Opus Dei en
1951. Después es numerario y como tal se instala en Roma en 1954, siendo
ordenado sacerdote en 1957.
Este licenciado en
filosofía tuvo un influjo importante. Lo que le fascinaba era la magia de la
palabra, la musicalidad de las frases, quedar hipnotizado por alguna, como
“metafísica”: sus dos obras más publicitadas incorporar esa palabra en el título.
El hombre tenía alma de poeta, y estaba tiranizado por la pura creación
lingüística, uno de cuyos dones es no tener ideas, ni experiencias, pero saberlas expresar. Era, en ese sentido
de la misma estirpe de sanjosemaría; dos adictos a
las frases hechas, a las frases felices, en definitiva, al aforismo.
La ideología es,
etimológicamente, la “lógica de la idea”. Por su parte, la creación lingüística
reside en el ejercicio de la “magia de la palabra”, de la fuerza que pueden
tener. Por ello mismo, ambas permiten
que la relación lógica –sea de la idea o de la frase- pueda realizarse en una
persona sin pensamiento, ni experiencia, ni mundo. Fue el caso tanto de Escrivá
como de Cardona.
Sanjosemaría ya había triunfado en el género
aforístico con “Camino”. Pero, hasta el Concilio continuó fabricando aforismos
publicitarios tipo “no cegar las fuentes
de la vida”, “no me interesan ni los votos, ni las botas, ni los botines, ni
los botones”. Parece que el concilio
cegó su inspiración y obstruyó su creatividad. A Carlos Cardona, ferviente y
devoto émulo de Escrivá, le editaron, póstumamente, una obrita titulada
“aforismos”. Ambos también coincidían en ser muy persuasivos y encantadores,
encandilando en las distancias cortas. Satur da fe de
ello en uno de los correos a esta web.
Cardona, antes de
ordenarse sacerdote se dedicaba a las publicaciones internas que Escrivá
personalmente dirigía. De esa colaboración estrecha e inclinaciones comunes,
probablemente a causa de ello, pasó a director espiritual, cargo que ocupó,
aproximadamente, entre 1963 a 1969.
Como director espiritual
sus funciones consistían en revisar y orientar todo papel que salía de Roma
sobre cuestiones de vida interior y de apostolado: publicaciones internas,
guiones de meditaciones, de retiros, de pláticas, modos de decir, temas a
tratar en las charlas, slogans espirituales. O sea, y en realidad, era un jefe
de gabinete de prensa.
Cardona tuvo la habilidad
de sacar del ostracismo académico de su cátedra en Perugia a Cornelio Fabro. En la década de los 60 y principios de los 70 en la
Universidad había una hegemonía marxista y los profesores integristas estaban
estigmatizados y hostigados. A Fabro le amenazaron de
muerte por lo que agradeció el intenso masajeo que le proporcionaba Cardona. Y
respondió muy entregado.
En efecto, Cardona le
organizaba conferencias y aportaba el público, que eran residentes del colegio
romano a los que se les ordenaba asistir a los actos. También le enviaba a alumnos para consultas y trabajos. Uno de los
alumnos que le aportó fue Fernando Ocariz, que fue
Vicario general del Opus Dei (1994-2014) y
luego Vicario auxiliar y
que sucedió a Cardona en la relación con Fabro.
La
posición filosófica-teológica de Fabro-Cardona-Ocariz es un híbrido peculiar de neo-tomismo e integrismo. Fabro no conoció a
Escrivá pero si intimó con Alvaro del Portillo. Fruto
de esa asociación ideológica, Fabro publicó dos
artículos laudatorios de Escrivá, que posteriormente se editaron (por la
Universidad de Navarra) bajo el título de “El temple de un padre de la Iglesia”
(2002).
El primero fue publicado
en l’Osservatore romano en 1977 bajo el título “un
maestro de la libertad cristiana”. Luego, corregido y algo ampliado, pasó a
titularse “el primado existencial de la libertad”. El artículo es un producto
ejemplar de esa operación publicitaria.
El segundo, un amplio
trabajo recopilatorio de las obras y doctrina de Escriva
se publicó en 1992.
Fabro animaba a la creación de una
universidad que diese doctrina pura (el híbrido de neotomismo e integrismo) y
la idea engendró el proyecto de lo luego fue la Universidad pontificia de la
Santa Cruz. Fabro les prometió que si se construía
una universidad daría como donación su importante biblioteca.
Una
consecuencia del Concilio fue que Alvaro del Portillo
entendió que no se podían quedar al margen del “mundo teológico”. Como vieron
durante el Concilio, y sobre todo, en el post-concilio, la categoría “teología”
estaba de moda y permitía introducir casi cualquier cosa. Lentamente levantaron
instrumentos ideológicos (dar doctrina, criticar toda heterodoxia y tener
influencia eclesiástica). En concreto montaron:
1) La
Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, que inició sus actividades
como Centro Teológico en 1964. Posteriormente fue elevada al rango de Instituto
en 1967 y erigida por la Santa Sede como Facultad en 1969;
2)
Ediciones Palabra S.A. es una editorial española constituida en 1965. Publica
libros, revistas y CD-Rom cristianos para la
formación humana y espiritual de la persona y la familia. Tiene un fondo vivo
de más de 600 títulos además de tres revistas mensuales: Mundo Cristiano,
Palabra y Hacer Familia;
3) Los
centros educativos que fueron antecedentes de lo que sería la Universidad
Pontificia de la Santa Cruz. Según la Obra los fundamentos fueron promovidos
por Escriva. En 1984, su sucesor el Beato Álvaro del
Portillo, con la bendición de San Juan Pablo II, inauguró el Centro Académico
Romano.
A la muerte de Fabro, el Opus Dei
le costó que el superior de la liliputiense orden a la que aquél pertenecía donase
a la Universidad los 40.000 títulos de su biblioteca. Llegaron 30.000 a la
biblioteca de la Universidad.
Como Escrivá, a causa del
concilio, se había transformado en un
obseso de la doctrina de Pio X, a partir de entonces en todas las
instituciones, siendo la más potente, la Universidad de Navarra, se hace solo apología de
cualquier idea que se considera ortodoxa y se critica y censura, sin desmayo,
cualquier “heterodoxia” (marxismo, teología de la liberación, liberacionismos,
actualmente el pluralismo religioso).
La misión de estas instituciones
es practicar el inmovilismo intelectual. Se trata de no innovar, que “no interesa”. Para ello se suele recurrir a
editar volúmenes que son pies de página de obras significativas. Y simultáneamente
presentar, siempre, esa realidad bajo el paraguas de la defensa de la libertad,
del pluralismo y la secularidad. Tanto se defienda algo como si se critique
algo siempre es en nombre de la verdadera libertad, del auténtico (o sano)
pluralismo, de la secularidad debida etc.
Ejemplo
de cómo dar nivel sin tenerlo: Cardona, que era un autor del siglo XII, formateó, a su manera, en la década de
los 60, todas las tesis de Fabro. El
flamante jefe de comunicación del Opus Dei
(aproximadamente 1959-1968) ofrecía esa mezcla de integrismo y
neotomismo con la que “daba” “nivel intelectual”.
Su
libro “metafísica de la opción intelectual” era presentado como la suma
teológica de la moral intelectual. Había
dos opciones: inmanentismo (pecaminoso) y realismo (virtuoso). Toda la filosofía
moderna, más o menos, explicaba Cardona –siguiendo a Fabro-
era un frenético impulso por bajar por el tobogán ateo cuyas paradas finales
eran, primero, la ruina, luego, la barbarie y finalmente, el homicidio.
He
cogido el libro (segunda edición corregida y aumentada) de mi biblioteca y me
he imaginado como acompañar, como no pude hacer, a A.M para mostrarle la
clamorosa indigencia ilustrada, la falta de “nivel intelectual” de la obra. A
primer golpe de ojo podemos señalar esta estructura:
a).-
instalarse en un estilo de escuela (en este caso la de Fabro
y otros):
“El principio de inmanencia aparece así
precisamente en su presupuesto básico: porque la duda fue voluntad de dudar y
fue voluntad de dudar por ser voluntad de poder”.
Fabro escribe parecido: “y esto es así porque la libertad se mueve a sí misma, se quiere a sí
misma porque quiere querer y, por tanto, se libera a sí misma como libertad”.
Frente a
esa retórica de falangismo académico, tan frecuente en su libro, Cardona
b) aporta
(excepcionalmente) peladillas líricas (que desentonan mucho):
Así
describe la trayectoria de la inmanencia citando a Juan Ramón Jiménez: “un ascua hemos de ser en plenitud/ los dos,
dios deseado y deseante; /una ascua de conciencia y
de valor;/ y, como con la noches nos perdimos/en la
nada más dulce de tu todo,/ con el día nos hemos de encontrar/ en el todo más
hondo de tu alma”. Cita que suena a que mientras vocea que hay que salir
corriendo se pega un tiro en el pie.
c) Cardona
suele soltar piulas dramáticas: “¿es realmente
posible llegar a esa persuasión desoladora?” en la línea elegíaca del
reaccionario que se plañe de las desgracias del mundo presente. El dramatismo
es un arma habitual del espíritu de “nivel”, que suele ser efectista.
d)
desconstrucción y construcción de frases o tesis para usos ideológicos:
Es lo
fundamental del libro, que se da tocando
la tecla del fárrago neo-escolástico. El siguiente ejemplo demuestra cómo
Cardona desconstruye un texto y una tesis de santo
Tomás y luego lo formatea a su manera, todo ello para defender una finalidad
práctica que le interesa (un uso ideológico).
Todo el libro sigue la misma pauta.
Para defender la primacía del discurso
cristiano en filosofía y teología, y como medio que tiene el cristiano para
“divinizarse” dominando y viviendo dicho discurso cita unos textos de santo
Tomás comentando a Dionisio. Esa es la
finalidad práctica del texto (uso ideológico).
Lo que
explican estos textos es sencillo: que los nombres “importantes” designan cosas
reales y que no solo hay una correspondencia entre nombres y realidades
corporales sino entre éstas y aquello que las trasciende. En definitiva, que
hay una participación trascendental entre lo visible y la perfección originada
por Dios. Esta tesis parece un enunciado demasiado sencillo para Cardona, cuya
labor consiste en escribir varias páginas que son ilegibles para el lector
común con la finalidad de crear “nivel intelectual”.
Para
concluir la tesis citada escribe: “Y
entonces, aquella ratio a qua imponitur nomen tiene con su Causa Primera una verdadera relación de
analogía de atribución intrínseca, según la cual la perfección se dice
casualmente per prius in Deo, en primer término de
Dios, y luego de las criaturas: ”y según esa razón
significada por el nombre, es como sobre todo se atienda la verdad y a la propiedad de la expresión”
(2)
Al leer la
frase (prácticamente todo el libro funciona igual) uno siempre lo asocia a alguna rareza enfermiza, pues la frase, tal
como está, no significa nada (aunque se entienda lo que quiere decir). Precisamente se trata de eso: de una
formulación que dé “el” “nivel. Pero que no “tiene” nivel.
¿Por qué, o para qué, la expresión, por
ejemplo, “de relación de analogía
intrínseca”? cuando la expresión significa “aplicar la (o una) analogía” (o
“análoga” o “analógicamente). Por la misma razón que se usa el latín. Son
estrategias que se emplean cuando el contexto admite que hay un “superior” y
“un inferior” y que la superioridad reconocida se asocia a sabiduría y
solemnidad y la inferioridad a la ignorancia. Entonces un público “humilde” y
honrado intelectualmente, precisamente por su humildad y honradez, al no
entender lo que se le dice, da crédito a lo que dice quién lo pronuncia, que es
alguien “superior” (título académico, posición) o que usa un código
comunicativo equivalente: uso del latín, lenguaje filosófico, comentario de
citas de autoridad, la misma construcción sintáctica, el uso del lenguaje etc.
Tanto Fabro como Cardona (en menor medida Ocáriz)
salpican de latín como confetti todo texto; confetti que opera como disfraz de su analfabetismo ilustrado
y como artilugio de prestigio publicitario frente a un auditorio que aprecia
“lo de siempre” o “la solemnidad”. Y…¿qué hay más “de siempre” o “más solemne”
que el latín para determinado público católico?.
A aquellos
que podemos leer un texto de filosofía nos deja con la sensación tan molesta de
haber vivido una vanidad que no aporta nada y que solo hace perder el
tiempo. Pero también, a causa de la
intencionalidad de la apariencia mostrada, a veces, se presenta la tensa
sensación de vivir una falta de respeto o reconocimiento y la simultanea
emoción de una aversión. En definitiva, surge la tentación del desprecio que
supone la negación y humillación
del otro de quien se pone en duda no solo su capacidad sino su integridad
moral. Curiosamente una emoción y sentimiento muy parecido al que, parece vivió
A.M., en la Obra.
Dando
nivel intelectual a lo real 2 (El Opus Dei como abanderado de la libertad y el
pluralismo). La osadía publicitaria de presentar a sanjosemaría,
y al Opus Dei como un adalid de la libertad, del pluralismo, del ecumenismo y
de la secularidad y al mismo tiempo de defender lo contrario (la obediencia, la
unidad, la unicidad exclusiva de la Iglesia Católica y lo clerical) llena de
perplejidad y curiosidad. El producto, finalmente, fue de consumo interno, pues
poquísimos incautos lo compraron.
Como he
señalado lo importante es que la autoconsciencia de la gente del Opus Dei se
cree esa publicidad, es decir, que cree como algo real X (lo real 1) y también
cree como algo real aquello que lo contradice (lo real 2).
Sanjosemaría defendía una obediencia superjesuítica.
Eichmann, en su juicio en Jerusalem,
defendía exactamente lo mismo que Escrivá: la obediencia debida; el principio
de no responsabilidad (por falta de libertad) de “quien obedece nunca se
equivoca”. Esto es exactamente lo contrario de la libertad de conciencia
conciliar.
Pero al
mismo tiempo, Escrivá se presentaba como un adalid de la libertad de conciencia-libertad
religiosa. El truco, que casi todos los miembros de la Obra de entonces y de
ahora han comprado (lo evidencia hasta el título frontal de esta web firmado
por Oráculo) es usar la expresión “libertad de las
conciencias”. Solo hay que ver el índice analítico del Catecismo
vigente o las encíclicas de Juan Pablo II para comprobar que usan “libertad de
conciencia”; que, obviamente, significa una cosa distinta a “libertad de las
conciencias”.
La
“libertad de las conciencias” es precisamente rechazar de plano el aspecto
positivo de la libertad de conciencia o religiosa. Y su interpretación en
sentido negativo, también es parcialmente (pero de manera sustancial) contraria
a la declaración conciliar.
Pero aquí
se vive no una contradicción sino una doble contradicción; es decir, una
contradicción de lo contradicho, lo que realmente es para nota y supera los
esquemas de explicación (“doblepensar” y de “unidualidad”) que autores de esta web ya referidos han
tratado para analizar el fenómeno.
Trataré de
explicarlo. La libertad de conciencia o religiosa tiene un aspecto negativo
(“libertad negativa” o “libertad de”) que la dirección de la Obra aceptó como
consecuencia del Concilio. Eso significa que no puede haber ningún tipo de “coacción”
o “interferencia” (jurídica, moral o psicológica) del Estado o de cualquier
grupo en la conciencia individual. La Obra, en contra del criterio anterior, lo
aceptó plenamente. Pero no internamente, pues mantuvo (Camino 387) que “el plano de santidad que nos pide el Señor está determinado por tres
puntos: la santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza” y unas
prácticas denunciadas precisamente en el artículo de Oráculo. O sea ha aceptado
el Concilio de palabra pero no de hecho.
Sin
embargo, el aspecto positivo de la libertad de conciencia o religiosa (“libertad para”) no fue nunca aceptado por
el Opus Dei y precisamente por eso Escrivá usaba la poco conocida fórmula
“libertad de las conciencias” acuñada por Pio XI (1931); fórmula acuñada
expresamente, para diferenciarse -ir en contra- de la libertad de conciencia.
En fin, “la libertad de las conciencias”,
en sentido positivo, no recoge la concepción conciliar (porque la
rechaza), pero, en sentido negativo, también lo hace de manera muy, muy parcial (quizás ello es lo que justifica que
no se aplique “internamente”, aunque se defienda “de puertas afuera”).
Pero ante
el pasmo del integrismo, en varias homilías Sanjosemaría,
había lanzado la frase “la razón más
sobrenatural es porque me da la gana”, que como fundamento de la fe es
contraria a la concepción católica desde San Pablo hasta la recogida en el
Vaticano I (1870) sobre el tema. Digo pasmo porque, en sentido positivo de
libertad de conciencia, incluso Sartre podría suscribir la frase de sanjosemaría y el tradicionalismo ha criticado esta
concepción. Es decir, era la contradicción de la contradicción: primero
defender lo real 1 (la obediencia debida), luego defender lo real 2 (“afirmar” defender la totalidad de la libertad
según la totalidad del concilio + solo defender parte de la doctrina conciliar
sobre libertad rechazando su totalidad), que era lo opuesto a lo real 1 (al
menos parcialmente) y, a continuación, apelar a un modernismo castizo muy
radical (que iba más allá de la concepción del concilio) contradiciendo el
mismo rechazo parcial del Concilio que se había declarado.
Bien; se tenía
el celebrado aforismo, ahora se trataba de crear el producto. Uno de los que
trabajaron en ello fue Cornelio Fabro. La pirueta la
publicó, como hemos dicho, en L’Osservatore romano
(1977), titulado “un maestro de la libertad cristiana”
La
maniobra de Fabro viene facilitada por otra anterior
suya. La conclusión de ambas la resume así: “la fuerza y la originalidad con que el Fundador del Opus Dei afirma
este primado en el orden sobrenatural es quizá solo comparable a la fuerza y
originalidad con que Santo Tomas de Aquino había afirmado ese primado en el
orden natural”. Como dijimos esta última tesis no tuvo ningún eco en el
mundo neo-tomista. Pero veamos como fundamenta el primado en el “orden
sobrenatural” realizado por sanjosemaría.
Lo hizo
así: “en el ámbito existencial, que es el
campo de la acción y, por tanto, de la formación del yo y de la persona, el primer
principio es la voluntad, cuyo centro dinámico es la libertad. En la energía
primaria de la voluntad está el mismo destino de los individuos, de los
pueblos, y el sentido último de la historia.
La voluntad mueve, ordena o
desordena -exalta o deprime- todas las fuerzas del hombre: no sólo los sentidos
y las pasiones, sino también la inteligencia y las facultades superiores. Y
esto porque la voluntad se mueve a sí misma; quiere porque quiere querer y, por
tanto, se resuelve en libertad”.
Todos los
lectores encontraran este tratamiento desalmado y abstracto. Pero
filosóficamente es muy basto. Es difícil fundamentarlo en la concepción de
santo Tomás, al que es infiel. Hubiera
sido más plausible defenderlo bajo las premisas, más voluntaristas, de Duns Escoto que puede llegar a entender la voluntad como
libre determinación (pero hasta Duns Escoto declara
taxativamente que lo que causa el acto de querer en la voluntad es algo
distinto de la voluntad, tal como puede leerse en Ox.
Lib.II. dist.25). El texto de
Fabro es completamente desafortunado -por decirlo
suave- respecto a diferentes doctrinas conciliares (tanto del Vaticano I como
del II), pero permite categorizar filosóficamente, en el peor sentido
ideológico, el slogan publicitario que usa el Opus Dei como su autoconsciencia:
vivir “la primacía de la libertad”. Y, de paso, adjudicar al autor dela frase hecha “la
razón más sobrenatural es porque me da la gana” – un aforismo ambiguo- la
etiqueta de “Padre de la Iglesia” (largo ensayo de 1991 que la Universidad de Navarra editó con prólogo
de Fernando Ocáriz). En fin, que “da nivel”
intelectual sin tenerlo.
Sanjosemaría (y por extensión el Opus Dei), era un campeón
de la unidad, que es exactamente lo opuesto a la pluralidad y al pluralismo.
¿Cómo se puede ser un héroe de la unidad y de su contrario? ¿Cómo defender lo
uno y lo múltiple simultáneamente? En fin…
Cualquier
intelectual verá en todo esto una falta de seriedad notable; es decir,
constatará una falta de “nivel”
palmario. Pero para la mayoría de miembros del Opus Dei todo lo explicado “da
mucho nivel”.
Cualquier
intelectual acabará constatando que lo intelectual (tener nivel) le importa
un higo al Opus Dei, ya que “lo intelectual” (dar nivel) es sencillamente
un instrumento, un medio más dentro de su praxis. Es algo importante a retener: “tener nivel” en cualquier disciplina es irrelevante para
el Opus Dei, lo relevante es “dar el (convenido) nivel” (o sea instrumentalizar).
Es perder el tiempo tener una conversación de “nivel”, o sobre cualquier contenido
(que requiera “nivel”) porque no es esa la cuestión, no se trata de eso.
La otra
conclusión, relativa a cómo interpretar el hecho de creerse un discurso
completamente contradictorio, y para alguien que trata de alinearse en el
pluralismo, es aceptar que tenemos en el jardín una colección de cardos enormes
y aspecto siniestro y horrible, cuyo designio providencial se nos escapa, pero,
por eso mismo, es una existencia que debemos aceptar y tratar sin desprecio. Salvo
que optemos por la política de unidad, claro.
Cordialmente,
Salvador.
Notas:
(1)
De esta segunda
tecla hay que reconocer que tenía ciertos aspectos positivos: puso el tomismo
en relación con el pensamiento moderno y fue uno de los introductores en Italia
de la obra de Kierkegaard, que
tradujo directamente del danés.
(2)
Traduciendo el latín vendría a ser: “Y entonces
aquella razón por la cual (“se pretende” o) está destinada tiene con su causa
primera una verdadera relación de analogía de atribución intrínseca según la
cual la perfección se dice principalmente (o “sobre todo”) de Dios, en primer
término de Dios y luego de las criaturas:”y
según esa razón significada por el nombre, es como sobre todo se atienda la verdad y a la propiedad de la expresión”.
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