OPUS DEI LATINO
Alberto Moncada, 5 de marzo de 2014

 

1. EL OPUS DEI EN CHILE

Antonio Álvarez era un chileno de clase media, adinerado. Tenía un negocio de exportación de vinos, los buenos vinos chilenos, que enviaba a toda América Latina, a Estados Unidos e incluso a Europa. Estaba casado con Isabel Francia, funcionaria de Correos y tenían dos hijos, María, de dieciocho años y Manuel, de quince. Vivían en una casa de los barrios altos de Santiago, la capital y su oficina estaba muy cerca del Palacio de la Moneda, en el centro de la ciudad.

Antonio tenía muy buenas relaciones con los cosecheros de vino a los que compraba su género en bodega y él organizaba el empaquetamiento y los trámites para su exportación. Llevaba casi treinta años haciendo ese negocio, heredado de su padre, ya fallecido, quien había montado la red de agentes que, en los diferentes países, encauzaban la exportación…

Acababa de regresar de un viaje por la red de países importadores, del que regresó muy satisfecho.  “Los vinos chilenos no tienen competencia, comentaba a Isabel, Hemos subido los precios y nos siguen comprando igual. Precisamente una cadena de supermercados americana los acaba de incorporar a su oferta”.

Antonio e Isabel estaban muy orgullosos de sus hijos. María estudiaba Derecho en la Universidad de Los Andes, fundada por el Opus Dei en 1989. Manuel lo hacía en el colegio Huingaanal, también del Opus.

La razón de ello es que el matrimonio Álvarez  Francia eran supernumerarios del Opus Dei al que se afiliaron unos años después de casarse.

La cosa empezó porque Antonio, siendo ya novio formal de Isabel, tuvo una aventura con su propia secretaria, Isabel se enteró y quiso dejarle. Hubo unos meses broncos y Antonio trató de recuperar a Isabel. Esta le puso como condición que hablara con su director espiritual, un sacerdote del Opus, quien le recomendó hacer un retiro espiritual que él mismo iba a dirigir en una casa de ejercicios de Santiago, propiedad de la organización. Isabel ya había tenido esa experiencia un año antes y le pareció muy bien la idea.

Antonio experimentó una verdadera conversión durante el retiro. Nunca había sido particularmente religioso y aquellos días de silencios, charlas del sacerdote en el oratorio a oscuras, ritos religiosos olvidados como el Vía Crucis, despertaron en él su religiosidad de niño. Lo comentaba con su amigo Javier tomando unos mates. “Me ha impresionado mucho la idea de ver a Dios en la vida cotidiana, santificar el trabajo ordinario”. “Mira, Antonio, todo ese rollo del Opus es antinatural e ininteligible. Que es santificar el trabajo? Si se trata de hacerlo bien, a conciencia, basta con ser un buen trabajador, sea cual sea tu religión o aunque no la tengas, como es el caso de la mayoría de los trabajadores chilenos, que apenas son católicos más que porque les bautizaron”. “No sé, Javier, estoy muy impresionado y mis relaciones con Isabel se han profundizado. También trabajo mejor y me gusta ir a misa cada día”.

“Yo creo que se te pasará, eres impresionable emocionalmente y no me gusta el opus para nada. Son hipócritas, les gusta el dinero y el poder y para ellos la religión es instrumental. Pero ya lo comprobarás”.

Ya casados, y con su primer hijo de camino, Isabel le planteó a Antonio que estaba pensando en hacerse del Opus Dei. “Me parece bien. Yo también me lo estoy pensando. Pertenecer a ese grupo nos puede dar seguridad psicológica”.

Dicho y hecho. En el mismo día ambos solicitaron su ingreso como supernumerarios y fueron instruidos acerca de sus obligaciones y las costumbres del grupo. Entre ellas intentar rezar las tres partes del Rosario. “Pero si no os da tiempo, no os preocupéis. Nuestra libertad de conciencia es lo primero”. Le dijo a Isabel su primera directora, una numeraria española, que llevaba dos años en Chile.

El Opus Dei tenía problemas en Chile. Había menos chilenos, y sobre todo chilenas, que se hacían de la Obra y tenían que importar españoles para las necesidades internas, y entre ellas, atender a los supernumerarios, que esos sí crecían.

A Antonio e Isabel les dieron como trabajo apostólico buscar financiación para un nuevo colegio de primaria y secundaria que el Opus quería establecer en Santiago. Ya tenían uno pero, al parecer, la demanda era creciente. Mucha clase media chilena deseaba llevar a sus hijos a esos colegios ya que los colegíos de jesuitas disminuían y a esa gente no les gustaba ni la educación pública ni los colegios laicos pese a que la educación pública chilena era puesta como ejemplo de calidad en toda Latinoamérica.

Pero la educación privada formaba parte del clasismo de las clases medias altas, como el transporte privado y la medicina privada. Precisamente su hijo Manuel quería estudiar Medicina y estaban pensando ahorrar para enviarlo a estudiar la carrera en la Universidad de Navarra, que era el icono del Opus Dei en España, prestigiada allí y en toda América Latina.  Los latinoamericanos del Opus que podían mandaban a sus hijos a Navarra con la esperanza de que consiguieran una educación universitaria de calidad. Pero lo que ellos no sabían era que la Universidad de Navarra era un “cazadero” para pescar jóvenes para la organización. En realidad ninguna de las instituciones que fundaba el Opus Dei tenía más finalidad que esa, la recluta de vocaciones. Era como su señal distintiva. La gente de la Obra vivía en función del proselitismo. Algunos de los que se habían ido criticaban precisamente eso, que en el Opus no se fomentaba hacer bien la oración, dando instrucciones al respecto o la caridad sino la extroversión del proselitismo. La gente del Opus se convertía en robots proselitistas, no tenían amigos porque los que habían tenido antes se habían hartado de que les persiguieran”.

 

2. UNIVERSIDAD DE NAVARRA

Monseñor Escrivá de Balaguer había mantenido una lucha soterrada con los jesuitas desde la fundación del Opus Dei. Algunos jesuitas de Barcelona protestaban contra los métodos de proselitismo del Opus y lo habían denunciado al obispo de Barcelona.

Escrivá sabía que la Universidad de Deusto, de los jesuitas, atraía a la gente pudiente y concibió la idea de fundar una Universidad propia.

La ocasión se le presentó cuando algunos amigos de Pamplona, que se quejaban de tener que mandar a sus hijos fuera de la ciudad, le pidieron que fundara algo en Navarra y Escrivá encargó a Ismael Sánchez Bella y al Consiliario de España, Antonio Pérez Hernández que dieran los pasos oportunos.

Pronto se consiguió que la Diputación les permitiera usar la Cámara de Comptos, un viejo edificio deshabitado, para situar la Universidad que empezó su andadura en 1952, con un alumnado en el que sobresalían los hijos de los supernumerarios. La primera Facultad fue la de Derecho, con profesores brillantes como Ángel López Amo, que sería más tarde preceptor del Príncipe Juan Carlos y que fallecería en un accidente de coche en Estados Unidos. Las gestiones de los amigos permitió que dispusieran de unos terrenos espaciosos en las afueras de Pamplona en la que arquitectos de la Obra diseñaron y luego fueron edificando las Facultades de la Universidad y dos Colegios Mayores, masculino y femenino. Pero la más importante creación fue la de la Clínica Universitario. Eduardo Ortiz de Landázuri, supernumerario, hoy en trance de beatificación, sacó de la Fundación Jiménez Díaz donde trabajaba un grupo de médicos, entre los que destacaba Emilio Moncada, recientemente fallecido, para organizar una Clínica en Pamplona de categoría desde su principio. Se apoyaron en los médicos del Hospital de Pamplona y fomentaron no solo una atención escrupulosa a los pacientes sino una actividad de investigación muy activa, que puso en marcha estudios de Endocrinología, pioneros en España. A la Clínica llegaban supernumerarios de toda España y aún del extranjero, para ser tratados aunque el costo era alto y a la Facultad de Medicina, organizada en torno a la Clínica, se apuntaban alumnos de todo el mundo.

Cuando Manuel, el hijo de Antonio e Isabel, tuvo la edad para estudiar Medicina, sus padres llevaban tiempo ahorrando para enviarlo a Pamplona. Habían hecho las gestiones necesarias a través de los superiores de la Obra en Chile quienes habían allanado el camino. Lo matricularon y lo embarcaron en un avión de Iberia camino de España. En el avión iba otro chileno con el mismo destino y al llegar a Madrid fueron directamente a la estación de tren para ir a Pamplona. Se durmieron en el largo viaje y despertaron en el destino. De allí a la Facultad de Medicina donde les dieron las señas de la familia con la que iban a vivir.

Era una pareja mayor, ya sin hijos, que conseguía unos ingresos extra alojando estudiantes. La casa era muy céntrica y el precio asequible. Incluía desayuno y cena y lavado de la ropa.

Manuel llamó por teléfono a Chile y dio a sus padres estas buenas impresiones. Dado el cambio de estación, habían dejado un Chile en verano para llegar a una Pamplona en invierno. Pero iban preparados y al día siguiente, aún no habían empezado las clases, se dieron una vuelta por la ciudad. Pamplona les encantó y especialmente sus tascas, algo desconocido en Chile, en las que podían comer a base de tapas, algo poco frecuente en Chile.

Les hablaron de un tipo de alubias navarras, que se llamaban “pochas” y Manuel sugirió a la señora de la casa donde se alojaban si podrían guisarlas para ellos, pagando lo que fuera. “No tenéis que pagar. Yo os las hago con mucho gusto” Y se pusieron de pochas hasta arriba.

Los chilenos se hicieron amigos enseguida de sus compañeros de la Facultad y su deje idiomático les hacía gracia. Se ennoviaron enseguida pero sus novias no eran como las chicas chilenas y no les dejaban pasar de los besitos furtivos. Por ello uno de los chilenos descubrió una casa de prostitución a la que se aficionó hasta que tuvo que dejarla porque se le iba el dinero, tanto que tuvieron que pedir ayuda a sus padres y ser más cautos con los gastos.

Sus compañeros del Opus les aconsejaron tener dirección espiritual y acudieron a un sacerdote también del Opus que se enfadaba cuando se confesaban de masturbaciones. “A nosotros nos dijeron en Chile que la masturbación es una cosa natural y ayuda a la salud si no practicas el sexo con mujeres”. Terminaron dejando de confesarse.

Navarra tenía frontera con Francia y un fin de semana, con un español que tenía coche, pasaron la frontera. Descubrieron una Francia muy adelantada, que les encantó y se prometieron que cuando tuvieran dinero irían a París.

“Un tío mío decía que cuando los buenos se mueren van al cielo pero los americanos van a París”.

Más bien pronto se les presentó la ocasión porque su amigo del coche recibió un regalo en metálico de su padre por sacar buenas notas. Era gente adinerada y el hijo les propuso ese soñado viaje a París. El viaje fue largo, no se podía forzar al coche y llegaron en casi dos días. Fue al mediodía cuando descubrieron la esplendida capital de Francia y estuvieron dando vueltas por sus calles antes de ir a la modesta pensión que les habían reservado. Era modesta pero muy céntrica, en plena Place Pigalle, el núcleo del barrio galante. Pasaron días intensos, más de cabarets y fiestas que de museos y las francesitas eran muy libres de modo que disfrutaron mucho. Solo que a su vuelta tuvieron que tratarse de una ligera enfermedad sexual que les habían contagiado sus amiguitas de Place Pigalle.

Tuvieron que aplicarse a estudiar para sacar buenas notas, que era la garantía de su continuidad en España.

 

3. ESTADOS UNIDOS.

Al terminar María sus estudios de Derecho le ofrecieron la posibilidad de hacer un Master en Derecho Económico en la Universidad de Harvard. Tenía muy buenas notas  y Harvard deseaba conseguir alumnos no americanos para expandir su influencia en América Latina. Le daban una beca, aunque algo corta para vivir en Boston y tenía que llegar antes de Octubre. Antonio e Isabel se sintieron muy orgullosos y prometieron a María darle el dinero extra para su estancia. Contestó y le enviaron las pruebas de ingreso, necesarias para entrar, que podía hacer por Internet. María era experta en Internet y enseguida recibió la respuesta aceptándola.

Estaba encantada e hizo el vuelo a Boston con escala en Nueva York. Su inglés era bastante bueno de modo que no tuvo problemas. Sus padres habían preguntado a sus superiores del Opus si había alguna residencia femenina allí y si la había de modo que María desde el avión se fue derecho a ella. Estaba en Cambridge, precisamente el barrio de Boston donde estaba Harvard. A María le encantó todo aquello, tan verde, con unos edificios muy bonitos y las chicas de la residencia muy simpáticas. Lo que no sabía era que la residencia era un “cazadero” de vocaciones y más pronto que tarde  le caerían encima.

Fue más pronto. Al mes, la directora de la residencia y el cura que las confesaba le preguntaban con insistencia si no sentía vocación. María solo estaba interesada en sus estudios y les dio largas e incluso amenazó con dejar la residencia. Por un tiempo la dejaron en paz.

En el Master eran pocos, unos veinte. Por eso María pudo gozar de la atención de los profesores. Uno de ellos era uruguayo y se lo pusieron como tutor. Era un hombre joven, soltero y un día la invitó a cenar. Después de cenar la llevó a su apartamento e intentó acostarse con ella. María se resistió y se marcho y al día siguiente puso el hecho en conocimiento del decano del Master con la consecuencia de que el uruguayo fue despedido. Era la época en que el acoso sexual estaba muy mal visto por la presión de las Asociaciones de mujeres americanas que esos años estaban haciendo reuniones y manifestaciones contra el machismo. María se arrepintió un poco por haber denunciado al uruguayo, que se quedó sin trabajo y tuvo que regresar a su país. De esta manera, le dijo una compañera, los latinoamericanos, tan machistas, aprenderían a respetar la libertad de las mujeres.

En Cambridge había una residencia masculina del Opus muy bien situada que tenía fama de ser buena y cara. “Así son todas las cosas del Opus, le dijo un día una compañera argentina, no sé por qué insisten en la pobreza porque visten muy bien, conducen coches caros y en Argentina, como en Chile y España, hubo ministros del Opus en las dictaduras, todos a favor del neoliberalismo. Si hay algo contrario al verdadero cristianismo ese es el Opus. Mi padre me ha contado que cuando la dictadura de Videla el ministro de Economía era un tal Martínez de la Hoz, del Opus y ultra liberal, además de antisindicalista.

María empezó a salir con Jack Nelson, un compañero del Master, virginiano, muy inteligente y amable. La trataba con mucho respeto y poco a poco iniciaron una relación sexual consensuada. María aprendió a usar los anticonceptivos orales porque a Jack le sentaba muy mal el preservativo. Los anticonceptivos eran caros y eso les hizo espaciar sus actividades y, sobre todo, tener mucho cuidado para que María no se quedara embarazada. Ella, sin embargo, estaba muy orgullosa, se sentía muy mujer, lejos de aquellas conversaciones que tenía al respecto con sus amigas de Chile.

El sexo no era una cosa sucia, como comentaban ellas sino una expresión de cariño, del amor que sentía por Jack y que él correspondía con mucho respeto.

Algún fin de semana viajaban por Estados Unidos y descubrieron un país muy diverso. Primero fueron a Virginia, la tierra de Jack, llena de bosques frondosos. Allí conoció a su familia que la recibió muy cariñosamente. Era gente modesta, rural, que estaban muy orgullosos de que Jack estuviera en Harvard.

Pasaron otro fin de semana en Nueva York, en un hotel baratito y descubrieron los atractivos de la Gran Manzana. No se cansaban de vagabundear por los sitios típicos de la gran ciudad y hasta subieron a la estatua de la Libertad.

El Master terminó y tuvieron que despedirse. María se marchó muy desconsolada a Chile aunque Jack le prometió visitarla apenas reuniera el suficiente dinero. Jack había conseguido un trabajo en Boston y estaba muy satisfecho de ello.

 

4. ROMA

Manuel Álvarez estaba en Roma, en una excursión organizada por la gente del Opus de Pamplona. Se trataba de conocer la ciudad, visitar al Papa pero lo que Manuel no sabía era que la excursión era otro”cazadero” del Opus. El momento central de la visita a Roma era conocer la casa central de la Obra, en la calle Bruno Buozzi del barrio del Parioli, uno de los más elegantes de la capital italiana. Juan, un compañero de Pamplona que se le había colgado todo el tiempo, le fue mostrando la casa, bajaron a la cripta donde estaba enterrado el Fundador y salieron a la calle a respirar aire fresco. Era un precioso día romano, Juan le empezó a contar la historia romana del Opus Dei.

“En 1948 llegó Don Alvaro del Portillo a explorar las posibilidades de aprobación de la Obra. Pío XII le recibió cortésmente aunque no parece se enterara bien de la naturaleza de nuestro apostolado. Meses después el Padre se instaló en una modesta casa y se acercó a varios monseñores españoles que trabajaban en el Vaticano para buscar su ayuda. El tenía una fe inquebrantable en su misión, recibida de Dios y un símbolo de ello fue que un aristócrata italiano le regalara el terreno de Bruno Buozzi donde poco a poco se fue edificando la casa central.

En 1948 la Obra recibió su aprobación como Instituto Secular, el primero de ellos y con esa aprobación el Padre envió a varios países, México, Estados Unidos, Inglaterra, Argentina, Chile a quienes debían fundar la Obra  en esos sitios”

Manuel le interrumpió: “¿Y cuando empezó esa oposición al Opus que hoy se palpa en tantos sitios, especialmente en España? Porque desde que yo he llegado a Pamplona lo he notado”.

“Es básicamente una sucesión de mentiras. La mayoría están, o estaban, fomentadas por los jesuitas que llevaban muy a mal el que La Obra irrumpiese en su terreno natural de proselitismo, la clase media”.

 “Pero hay asuntos como las subvenciones del gobierno de Franco a la Universidad de Navarra o los chanchullos de las empresas ligadas al Opus, Matesa, etc., que son del dominio público y dan lugar a esa mala fama. También la intensidad con que los del Opus hacen campañas para recaudar dinero sin dejar en paz a la gente. Yo tengo un tío empresario en Madrid al que visitan cada año con peticiones de dinero y él, harto, les  ha puesto un pleito para que le dejen en paz”.

Juan vio que por ahí no conseguía nada y pasaron a otros temas, la belleza de Roma, el buen tiempo hasta que volvieron a su albergue.

Al día siguiente volvieron a España.

Al llegar a Pamplona, Juan tenía un recado de la Comisión. Se le convocaba para marcharse a Roma como alumno del Colegio Romano.

Juan tuvo que explicar a su familia que era de la Obra, hasta entonces se lo había ocultado y aprovechó para pedirles dinero para el viaje. Sus padres, buenos católicos, aceptaron con gusto la nueva situación.

Juan acababa de terminar su carrera y estaba pensando en ejercerla pero se sometió al voto de obediencia y se marchó en tren a Roma donde acababa de estar.mSe daba cuenta entonces de la dimensión real de los tres votos, pobreza, castidad y obediencia, que había asumido cuando hizo la oblación. Contaba con dar el siguiente paso, lo que se llamaba la fidelidad que convertía en perpetuos los votos, durante su estancia en el Colegio Romano.

Al llegar se presentó al Director quien le explicó el plan. “Hay que ir al Angelicum, donde los dominicos dan el título. Todavía no hay un centro similar nuestro pero el Padre quiere abrirlo pronto. Y por la tarde nuestra formación específica. Ahora viene el secretario que te llevará a tu cuarto. “Pax” “In aeternum, se despidieron con el saludo de la Obra.

El secretario le enseñó su cuarto, un espacio reducido con lo imprescindible y luego le enseñó la casa. Juan se asombró de la riqueza, mármoles, maderas valiosas, decoración esmerada, mucho oro, mucha plata. Juan volvió a su habitación y tuvo un momento de inquietud. Aquello era demasiada riqueza para una organización que presumía de pobreza.

A la hora de comer se juntó con los cincuenta y tantos compañeros. El comedor tenía mesas de cuatro y las sirvientas servían rápidamente la comida. No se hablaba. Un lector recitaba párrafos de las publicaciones internas. La comida terminó enseguida y empezó el llamado “silencio menor”, un tiempo de tres horas, hasta la merienda en que no se podía hablar. Era tiempo de estudio y de oración.

Juan iba asimilando todo aquel programa de vida. Pasaban los días y se acostumbró al viaje matutino en tranvía hasta el Angélicum y la tarde llena de tareas internas. Dormía bien y no le costaba levantarse temprano, a las seis y media, para la oración y la misa antes de salir a la calle. Incluso se notaba con más peso. Los domingos había diversas actividades recreativas. Juan se apuntó a jugar al fútbol y los equipos se iban en un pequeño autobús a un campo de las afueras de Roma, muy bien cuidado, con hierba y hasta duchas. A Juan le gustaba estar al tanto de las competiciones de fútbol de España y había descubierto una emisora de radio romana que daba esa información.

Le había tocado hacer la confidencia con un italiano. La confidencia es una práctica del Opus que consiste en contarle a un laico las mismas cosas que se le cuentan a un cura en la confesión y además recibir consejos sobre el proselitismo. El italiano era más joven que él y muy hablador. Le dio la impresión de que era bastante superficial. Tres meses después el italiano dejó la Obra y Juan se preguntaba si los superiores no habían sido algo imprudentes encargándole recibir confidencias. ¿Sería capaz aquel chico de contar fuera de la Obra lo que en confidencia había escuchado dentro?

De vez en cuando los alumnos del Colegio Romano tenían tertulias con el Padre que a juicio de Juan eran demasiado formales, poco espontáneas. Se repartían con anterioridad las preguntas y cuando el Padre se cansaba se terminaban.

Juan empezó a dormir mal y acudió al director al respecto. El tenía la impresión de que en el sueño se reproducían sus dudas e incertidumbres. El director le envió al médico de la casa quien le dio unas pastillas. Con ellas dormía pero de forma, según él, artificial y se despertaba como cansado.

Estuvo en España una semana y le dejaron vivir con sus padres. Su madre le dijo: “Te encuentro desmejorado. ¿Comes y duermes bien? ¿Haces ejercicio?”

Su padre le llamó aparte y le preguntó si estaba seguro de que su camino era el Opus Dei. Le contestó con cierta vehemencia pero por la noche en la cama repasó sus impresiones. No estaba tranquilo y aquellas pastillas para el sueño te atontaban.

Cuando volvió a Roma le tocaba hacer la fidelidad y le pidió al director retrasarlo un poco. El Director se extrañó y llevo a discusión el tema con el consejo local. Este era como un órgano de análisis de los socios y en él participaba el sacerdote correspondiente. Algunos socios que se habían marchado alegaban que el sacerdote contaba en el consejo cosas que él sabía por confesión.

A los dos meses de volver a Roma Juan se despertó una mañana con mareos. Se levantó a duras penas pero cuando iba por el pasillo al oratorio se cayó al suelo. Lo levantaron, lo llevaron a la enfermería y el médico le recetó más pastillas.

Cuando pudo salir a la calle Juan se dio un largo paseo por el Parioli y llegó a la conclusión de que debía abandonar la Obra. Desde un teléfono público llamó a su padre por cobro revertido y le pidió que le mandara un billete de avión a España. Su padre, sin preguntar, se lo envió inmediatamente y Juan, sin ni siquiera volver al Colegio Romano, dejando sus cosas allí, se fue al aeropuerto.

Al llegar a su casa, convocó a sus padres y les dijo que había decidido abandonar la Obra. Ambos mostraron su alegría y le arreglaron su antiguo cuarto.

Juan decidió empezar a ejercer la carrera y enseguida vio que Pamplona no era el mejor sitio. Habló con sus padres y decidió irse a vivir a Barcelona. Allí se matriculó en el Colegio de Abogados y empezó a ejercer de oficio. A los dos meses ya tenía algún caso propio dada su diligencia y ojo profesional. Abrió su propio despacho aunque compartido con una compañera. Al año y medio se casaron.

Juan comentaba con ella: “Quien me iba a decir hace dos años cuando estaba en Roma que iba a dar este cambio a mi vida”.

“La vida está llena de sorpresas, le comentó su mujer y la última es que estoy embarazada”.

A Juan aquello le hizo mucha ilusión: ¡Un hijo suyo! Una razón más para trabajar duro pero también para disfrutar de esa vida de familia real y no aquella otra del Opus que era cualquier cosa menos vida de familia.

Sus padres recibieron la noticia con alegría y prometieron ir a Barcelona para el parto.

El parto fue un éxito y cuando se trató de bautizar a la recién nacida, su madre objetó. “Quiero que sea cuando tenga uso de razón la que decida su religión” Los abuelos lo entendieron y Juan se limitó a inscribirla en el registro civil. Le pusieron el nombre de su abuela paterna, que enloqueció de alegría. La niña era preciosa y tenía muy buena salud.

Un año después su madre le dio un hermanito. Con los dos hijos tuvo que dejar el bufete por un tiempo y Juan no tuvo más remedio que contratar un asistente porque los asuntos se acumulaban dada la buena maña de Juan.

 

5. OBRAS CORPORATIVAS Y COMUNES

Arsenio González era un miembro del Opus Dei, de treinta años, numerario, que desde que se hizo de la Obra, a los veinte años, había pasado su vida trabajando en la burocracia interna de la institución. El era abogado y estuvo un tiempo en el bufete de Román, que llevaba todos los temas jurídicos del Opus. Un día le dieron el encargo de montar un colegio del Opus en Madrid a semejanza del de Gaztelueta, el primer colegio obra corporativa del Opus en Bilbao.

Empezó a buscar un terreno adecuado, en una urbanización de clase media alta. Lo encontró en el barrio de Somosaguas y en poco más de un año el colegio estaba funcionando. El nombre del colegio era Retamar y a él acudieron muchos hijos de familias del opus de Madrid. También era una obra corporativa del Opus Dei aunque la propiedad estaba atribuida a un grupo de padres supernumerarios.

Meses después se creó la entidad Fomento para fundar colegios que no iban a ser obras corporativas y Arsenio fue nombrado gerente.

Un día se encontró con Antonio de Lucas, un exsocio que al enterarse de lo que hacía le comentó. “Recuerdo que el Padre nos decía que nunca tendríamos colegios y ahora os dedicáis intensamente a ello. ¿Cómo puedes aguantar esa contradicción?”.

Arsenio no hizo casi de ello y empezó a recibir peticiones de capitales de provincia y ciudades grandes para abrir colegios de Fomento. Generalmente se trataba de familias de supernumerarios que querían para sus hijos ese tipo de educación. La actividad de Fomento coincidía con la paulatina retirada de los jesuitas de la educación de la clase media.

Los jesuitas se concentraban más en la labor social, especialmente en América Latina, donde se fraguó la teología de la Liberación que el Vaticano no veía con buenos ojos.

Sin embargo Fomento abrió delegaciones también en algunos países de América Latina como México e incluso en Estados Unidos. En Washington empezó a funcionar un colegio para alumnos superdotados dirigidos por la versión americana de Fomento.

Junto a los colegios hubo una expansión latinoamericana del IESE, el Instituto Superior de Administración de Empresas, que forma parte de la Universidad de Navarra y se abrieron cuatro centros donde se explicaba la doctrina neoliberal de la economía.

 “Yo no entiendo, decía Antonio de Lucas, el amigo de Arsenio, como el Opus puede asociarse con el neoliberalismo, que es claramente injusto y antisocial, si insisten en basarse en el Evangelio. Es una de las muchas contradicciones de la Obra”.

Pero los centros del IESE, el último abierto en Madrid, formaban ejecutivos que ya estaban poblando las empresas españolas y latinoamericanas.

La Asociación de antiguos alumnos del IESE tenía reuniones anuales con un abultado número de asistentes. En el IESE, “además de formación encuentras trabajo, tan difícil en estos tiempos”, se comentaba.

Y es que los empresarios españoles se estaban acostumbrando a rellenar sus cuadros con alumnos del IESE, sin dudas ideológicas, amigos de hacer cuanto más dinero posible.

El dinero se estaba convirtiendo en el gran Dios del Opus. La expansión apostólica, generalmente deficitaria, y la falta de ingresos profesionales de los numerarios hacían descansar todo sobre las aportaciones de los supernumerarios que estaban calculadas como un diez por ciento de sus ingresos, algo que muchos, los más ajustados, no se podían permitir. Pero en eso los superiores eran inflexibles y si un supernumerario no podía alcanzar esa cifra, se le invitaba a abandonar la Obra.

Entre todos los supernumerarios generosos destacaba el exportador e industrial jerezano José María Ruiz Mateos. Era un personaje controvertido. Primero en su propia ciudad porque se había atrevido a exportar el vino de jerez en contenedores. Al trasladarse a Madrid y poner sus ojos en un banco, que le habían proporcionado amigos del Opus, utilizó su política crediticia de forma heterodoxa, tanto que los banqueros tradicionales pidieron a Luis Valls Taberner y Rafael Termes, ambos numerarios y miembros de la patronal bancaria que frenaran a Ruiz Mateos. Lo hicieron, lo enviaron al extranjero hasta que se enfrentó con la política del partido socialista y el ministro Boyer expropió su imperio Rumasa.

Ruiz Mateos, no obstante, creó una Rumasa paralela fuera de España y siguió prosperando aunque las críticas contra él forzaron a los directivos del. Opus a pedirle que abandonara la Obra aunque dentro de ella quedaban su mujer y algunos de los muchos hijos que tuvo con ella.

Ruiz Mateos simbolizaba el comerciante sin escrúpulos de los que había tantos en el Opus y que hacían escandalizarse a los católicos: ¿Cómo pueden los comerciantes del Opus sentirse tranquilos?

 

6. LAS MUJERES

“Las mujeres basta con que sean discretas”

Esta afirmación de Escrivá cortaba las alas a las profesionales que entraban en el Opus Dei como numerarias porque se encontraban enseguida con que la organización prefería que administraran las casas a que ejercieran su profesión.

El modelo de vida de los numerarios que residían en casas pequeñas, de ocho a diez miembros, conllevaba una gran dedicación a ellas de las mujeres porque los numerarios no estaban acostumbrados a cuidarse a sí mismos. No sabían fregar ni limpiar ni planchar ni barrer ni siquiera hacerse la cama. Eran unos señoritos en el sentido tradicional de la palabra y eso conllevaba un mayor trabajo de las mujeres.

Las mujeres solteras que se dedican a estos cometidos “son y se llaman sirvientas” decía el machista Escrivá aunque pronto tuvieron que cambiarles el nombre a numerarias auxiliares. Las reclutaban en los lugares más pobres, Andalucía, Extremadura y pronto vinieron a España muchas procedentes de América Latina.

Como decía con sorna un obispo español “Nuestras monjas son todo menos españolas”.

Y es que en España las criadas y las monjas eran mayoritariamente latinoamericanas.

Escrivá tenía una curiosa manera de juzgar la sexualidad femenina. Para él, las mujeres eran más proclives al sexo que los varones y por ello hacía que se cansaran más y descansaran menos. Por ejemplo, las numerarias dormían sin colchón, en tabla rasa.

El machismo del Opus se manifiesta de ésta y otras maneras. Pese a ello, las mujeres del Opus contribuyeron a darle un tono distinguido y amable que se notaba, por ejemplo, en la calidad del trato en la Clínica Universitaria de Pamplona donde las enfermeras hacían su labor con pulcritud y amabilidad. Y siempre con una sonrisa.

Sin embargo, la Clínica era cara y sus pacientes procedían de la clase media alta, especialmente supernumerarios.

Allí cuidaban también a los numerarios con problemas mentales e incluso había una zona de la cuarta planta de la Clínica reservada para ellos. El asunto se llevaba con mucha reserva porque los directivos del Opus temían que se conocieran los datos de los enfermos mentales numerarios, algo que iba creciendo. Parecía que la observancia de los numerarios y su peculiar vocación les planteaban problemas psicológicos. Muchos se marchaban pero los que se quedaban sufrían. Un psicólogo que fue del Opus atribuía algunos de esos problemas a que la recluta de numerarios se hacía apenas tenían quince años y no se les dejaba madurar humanamente. Aparte de que muchos eran empujados tanto en colegios del Opus como con la colaboración de sus padres supernumerarios.

“El Opus se está pareciendo cada vez más a una secta.”

 

6. LA CANONIZACIÓN DE ESCRIVÁ

Desde que murió Escrivá se montó una oficina interna para promover su rápida canonización. En todas las regiones, como se llama en el Opus a los países, se estableció una oficina, con centro en la comisión, para buscar presuntos milagros atribuibles a Escrivá. Mientras, Álvaro del Portillo preparaba lo que luego sería la Positio oficial del proceso.

Los sacerdotes importantes de la Obra visitaban a los obispos, dentro y fuera de España, para solicitar su apoyo a la canonización. Se iba creando un ambiente, en el Vaticano y fuera de él, de que la canonización era obligatoria. Y así fue. Los trámites fueron rápidos. La beatificación se hizo a escasos años de la muerte de Escrivá y enseguida surgieron los milagros atribuibles a él. Aquello se empezó a llamar, en ambientes eclesiásticos críticos, la “turbocanonización”.

Finalmente, y en una ceremonia en que miembros y amigos del Opus Dei llenaban la plaza de San Pedro de Roma, el Papa proclamó santo a Escrivá.

La rápida canonización de Escrivá tuvo un efecto negativo y es dar argumentos a los críticos de que la burocracia vaticana estaba penetrada por miembros del Opus lo cual empezaba a ser cierto.

El Opus había conseguido que hubiera siete obispos suyos en Perú y varios monseñores en la burocracia vaticana, además del secretario del Papa. Juan Pablo II tenía simpatía por el Opus y se rodeaba de ellos. Les consideraba miembros fieles a su agenda vaticana y a su propia ideología básicamente anticomunista. Paralelamente en el Opus se desarrollaba la misma ideología anticomunista no solo como consecuencia de un catolicismo militante sino también por sus simpatías por la economía neoliberal que se explicaba a los alumnos de los centros del IESE.

La canonización de Escrivá fue utilizada como argumento contra tantos críticos del Opus en todo el mundo. “Si la Iglesia hacía santo al Padre su Obra es también santa” era lo que repetían los del Opus contra sus detractores.

Especialmente complicada era la confrontación del Opus con la teología de la Liberación latinoamericana. En Perú, como en Brasil y Chile, los seguidores de esa teología eran muchos, incluso con apoyo de algunos obispos y esto producía conflictos con los sacerdotes  y obispos del. Opus. Los conflictos eran particularmente advertibles en algunas partes del Perú, donde el Opus acababa de fundar la Universidad de Piura, en el norte del país.

Esa Universidad, que nacía con un donativo del cardenal de Boston, fue ofrecida primero a los jesuitas. Estos declinaron la oferta y entonces llegó a oídos de Escrivá que la solicitó y encargó a sus hijos peruanos, con la ayuda de algún experto español, ponerla en marcha.

En Piura había una familia millonaria, de origen español, los Romero, que donaron los terrenos para construir la Universidad la cual empezó a funcionar en 1969, siendo presidente de la República el general Velasco Alvarado. Pronto se cubrieron los puestos de profesores de Ingeniería y Artes Liberales y el ingeniero Mugica dirigía la primera mientras la segunda tenía como alumnas principalmente a mujeres que no tenían que abandonar Piura para ser universitarias, lo que complacía a sus familias.

 

7. DIÁLOGOS SOBRE EL OPUS DEI

Los diálogos sobre el Opus Dei fuera de él crecían a medida que la institución adquiría más importancia y era más objeto de críticas.

En la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, dos directivos hablaban sobre la conveniencia de permitir que el Opus abriera en el Campus una residencia de estudiantes.

El profesor Walter le decía a la profesora Meyer: “Yo no estoy seguro de que nos convenga dada su tendencia a una disciplina excesiva que puede dar mala fama a nuestra Universidad. Eso de que tengan que retirarse a las diez de la noche es un tanto excesivo”.

Ella comentaba:”No está tan mal. Yo creo que los estudiantes por la noche tienden a beber y a molestar a las chicas. Al menos es lo que me han comentado algunas”.

“Pero el catolicismo del Opus es bastante peculiar. Apenas han aceptado las propuestas del Concilio Vaticano II. Por ejemplo, sus misas internas siguen siendo en latín y el sacerdote dando la espalda a los fieles”.

“A mi no me importa que se conserve el latín. Tiene un cierto atractivo para los que nos criamos oyendo misa en ese idioma. No creo que la misa en el idioma propio sea mejor entendida. El latín tiene algo de misterio, de ese misterio que poseen los ritos”.

“En todo caso, comentaba Walter, ya serán nuestros estudiantes, si se alojan en esa residencia, los que acepten o no su ideología. Los jóvenes belgas, ya desde la secundaria, están educados en la libertad y en la solidaridad, ambas cosas poco propias del Opus. Si el Opus pone dinero en esta actividad, es un enriquecimiento de nuestro Campus. Y ya dirá el rector su opinión cuando se lo planteen. Es una cierta compensación por lo muy extendida que está entre nosotros la teología de la Liberación.

Dos curas peruanos hablaban del Opus en Lima: Uno, Pedro, decía a Pablo. “Con este papa polaco, los del Opus van para arriba. A este papa se le nota el anticomunismo que aprendió en su país y quiere convertir en estrategia vaticana. Me asusta que tengamos ya siete obispos peruanos del Opus, por cierto dos nacidos en España y la dichosa Universidad de Piura para jóvenes adinerados. La suma de dinero y conservadurismo eclesiástico ha funcionado siempre” .

Pablo asintió: “Es inevitable y además en el Perú la jerarquía siempre ha sido conservadora. Roma nombra obispos de derechas y a la gente de izquierdas ni los reconoce. Es nuestro sino. Y sin embargo, aquí nació la teología de la Liberación, fruto de la unión de la Iglesia y el pueblo, los pobres. Hemos vuelto al Evangelio donde los pobres estaban más cerca de Jesucristo que los ricos”

“Y había más compasión”, dijo Pedro, “Fíjate lo que pasó en una diócesis que tiene obispo del Opus y que a un cura le sorprendieron con una mujer. Es costumbre en las montañas que muchos curas aislados tengan una compañera y eso no escandaliza a nadie. Pues bien el obispo del Opus expulsó al cura”.

“Yo creo que llegará un momento en que el celibato sea optativo y que haya curas, como sucede en las iglesias protestantes, que estén casados.  Así se resolverá, entre otras cosas, el asunto de la pederastia, nuestro mal endémico”.

Una mujer limpiadora puertorriqueña, Elizabeth, hablaba con su amiga Anna en Cambridge, Boston. “¿Sabes que me han contratado para limpiar la residencia  del Opus aquí cerca? Por lo visto no tienen personal de limpieza propio bastante para una casa tan grande y yo voy los domingos a hacer una limpieza general cuando no hay casi nadie en la casa. A mi me recibe una señora, pienso que debe ser del Opus, está conmigo todo el tiempo y luego me paga”.

“¿Y te pagan bien?”, preguntó Anna. “No está mal. Me dan lo que les pedí. Ocho dólares la hora. La verdad es que es una casa muy grande aunque no está sucia. Tienen muchas alfombras y eso es lo más complicado. Pero un día conocí a uno del Opus, que se había quedado en la casa porque debería estar medio enfermo y fíjate lo que me pasó.

El hombre, un chico joven, me pidió ir a su habitación y cuando entramos me ofreció cincuenta dólares para acostarme con él.

“¿Y qué hiciste?” “Pues me acosté con él y tan ricamente. Me parecía que no tenía mucha experiencia en la cama porque se le empinó enseguida y se corrió deprisa. Apenas pudimos disfrutar. Yo creo que esa gente son como frailes y apenas tienen experiencia con mujeres. Por lo menos aquel hombre no la tenía. En lo que hice mal fue en no decírselo a la señora, creo”.

“Yo creo que hiciste bien en no decírselo a la señora. Darle un poco de gusto a un fraile por cincuenta dólares me parece un buen negocio. A ver si sigues y a lo mejor se enamora de ti y se casa contigo. No sería el primer caso.”

“Es verdad. No sé como hombres normales pueden aguantar sin follar. Me parece antinatural”.

“Por eso se salen. Me ha dicho una amiga mía profesora que solo aquí en Cambridge han abandonado el Opus cuatro solteros en un año. Y uno sacerdote.

Dos exnumerarios españoles, que habían vivido juntos en el Opus en Madrid, ahora vivían igualmente en Madrid pero cada uno en su casa. Ambos estaban casados y ejercían las profesiones de médico, Juan y arquitecto, Ramiro. Comentaban.

“Aunque ha pasado tanto tiempo, decía Ramiro, yo a veces sueño con que estoy dentro. Es una pesadilla de la que me despierto angustiado”.

“No te preocupes, es algo natural, está en el subconsciente por la intensidad de nuestra vida allí y, sobre todo, por lo cuesta arriba  de nuestra existencia. Hacíamos un montón de cosas antinaturales, empezando por dormir poco y mal. Yo lo que más disfruto de ahora es cuando, sobre todo los fines de semana, me quedo en la cama remoloneando. Y Fina, mi mujer, lo entiende muy bien porque es médico, como yo”.

Ramiro le contó a Juan su encuentro con un antiguo compañero del Opus. “Fíjate, me lo encontré en el cine en una película que yo quería ver y mi mujer no, por eso fui solo. Yo pensaba que los numerarios tenían prohibido ir al cine y se lo pregunté. Me dijo que las cosas estaban cambiando y cuando yo le pregunté si seguía habiendo confidencia semanal o cuenta de gastos mensual, él me dijo que eso no había cambiado. Me hizo un largo, y para mi artificioso relato de las novedades pero yo creo que él estaba más interesado en explicar lo del cine que otra cosa.  Otro tío que se irá pronto.

Por lo visto, y lo que se cuenta en la página opuslibros, se está produciendo una gran desbandada de la gente, especialmente de los intelectuales jóvenes. Pero también se van los viejos y hasta los supernumerarios. Me da la impresión que Javier Echevarría no está a la altura y el Opus está en caída libre. Nada que ver con aquella seguridad y expansión de los años cincuenta y sesenta”.

“A mi me da la impresión de que lo que acaba con el Opus es su apuesta conservadora. En su día parecía una apuesta progresista, laica y rompedora. Y ahora es más carca que los más conservadores”.

“Yo creo que Escrivá era así, ideológicamente conservador. Pero inventó eso de la santidad en medio del mundo, que se acabó pronto porque el Opus se clericalizó y hoy son curas la mayoría de sus mandos. En muy poco tiempo hemos asistido a una enorme transformación del Opus y hoy es básicamente una organización clerical de centros docentes. Justo lo que se presumía nunca sería”.

“Por lo que se refiere al estilo arquitectónico de sus edificaciones, Fisac dejó una impronta firme, de arquitectura romana imperial, que todavía se deja ver en algunos colegios mayores. Las casas que el Opus edifica no son recintos cómodos para familias de clase media sino algo más. Y ese algo más es típico del Opus.

Un obispo español hablaba con un amigo suyo en Barcelona sobre el Opus. “En mi diócesis el Opus  tiene gente valiosa pero muy metidos en sí mismos, justo lo contrario de lo que decían cuando yo era joven. Sus sacerdotes son para ellos, apenas atienden parroquias, solo las de los barrios ricos”.

Pues en Zaragoza, le dijo su amigo, pasa lo mismo. Hay más de diez casas del Opus entre hombres y mujeres y yo conozco media docena de curas que sólo se ocupan de esas casas. Van por la calle con prisa como renunciando a la ciudadanía y cuando le preguntas algo, te contestan con brevedad. Luego me he enterado que en sus casas se pasan la vida viendo televisión y siendo bien alimentados por unas sirvientas que les cocina, lavan la ropa y arreglan sus cuartos y sus camas. Son unos auténticos señoritos”.

Dos mujeres de Madrid hablaban del Opus. Fina decía “Están obsesionados con el sexo. Yo antes iba a una iglesia del Opus, la Basílica de San Miguel, porque mi madre, del Opus, me llevaba. Pero a la tercera confesión en que me insistieron sobre pensamientos impuros, le dije a mi madre que no volvía”.

Ernestina, a su vez, le contaba: “Pues a mi me tocó un novio que era del Opus y cuando yo le besaba y le acariciaba, se retraía. Y le pregunté: ¿Es que no te gusto? Sí, mucho pero hay que esperar al matrimonio para todo eso. Total, que le dejé”

Juan Carlos, empresario madrileño, comentaba con su amigo Juan: “Cuando la gente del Opus se hizo con el Banco Popular yo ya era cliente, o más bien mi padre. Nombraron a su gente y el director de Madrid, un tal Juan Caldés, se empeñaba en que mi padre hiciera ejercicios espirituales con el Opus. Hasta que un día mi padre se hartó y le dijo: “Me voy a otro banco porque ya estoy harto de que Uds. mezclen la religión con los negocios” Y así lo hizo.

Lo que más hacían los bancos  del Opus era financiar a sus empresas, algunas de las cuales eran poco rentables. Tenían constructoras, estudios de ingeniería y hasta empresas de cine, como Dipenfa y Filmayer, cuyo presidente fue Alberto Ullastres  hasta que le nombraron ministro. Pero en el cine les fue mal. Y luego llegó el asunto Matesa, dirigido sin acierto por gente del Opus, que les trajo muy malas consecuencias aunque los ministros del Opus como García Moncó trataron de arreglarlo sin éxito.

De ahí para adelante el nombre del Opus en los negocios es sinónimo de mal hacer y de irregularidades, justo lo contrario de aquella santificación en el trabajo ordinario, que constituía la esencia del mensaje.

 

8. MAS CANONIZACIONES

Los directivos del Opus están obsesionados con canonizar a los suyos. Hay una larga lista de procesos de beatificación incoados por ellos en la Curia a partir del caso de Isidoro Zorzano, un argentino de la primera época cuyo proceso no está precisamente en la lista preferente aunque Zorzano ejemplificaba el tipo fundacional del Opus, un laico que trabajaba en una empresa. El trabajaba en la Renfe.

Si lo están los de los tres primeros curas. Álvaro del Portillo, primer sucesor de Escrivá, José María Hernández de Garnica y José Luis Múzquiz, el que empezó la labor en América.

A ellos se iban uniendo otros y otras, incluso Dori, la sirvienta de Escrivá y también matrimonios supernumerarios como los Alvira.

En la casa central hay una oficina al respecto donde trabajan los Vicepostuladores de las causas y una docena de numerarios que se levantan cada mañana dispuestos a hacer entrevistas, recoger datos, buscar documentos para cada causa. Esta oficina le tiene cogido el tranquillo a la Congregación vaticana para las causas de los santos, donde se procesan todos los casos. Los Vicepostuladores hacen frecuentes visitas a la Congregación, uno de cuyos funcionarios se quejaba a un compañero: “Estos del Opus son implacables. Tienen un plan de acción que incluye visitarnos con frecuencia e insistir para que pongamos sus casos por delante de los demás. ¿Por qué lo harán?”

“Yo creo que es para animar a su gente ahora que el Opus decrece, se van los más importantes y ha perdido prestigio. Ellos creen que con las canonizaciones compensarán todo eso”.

“Pues no le veo la utilidad. El efecto de las canonizaciones es muy limitado y además tiene que ver con la burocracia vaticana. Movimientos importantes como la Teología de la Liberación prescinden de estas cosas y van a la fidelidad al Evangelio. Me parece que el Opus se ha burocratizado y practica una religión muy formal. Aparte de todo el desprestigio con sus actividades políticas y económicas. A mi me hubiera visto verlos como un grupo de laicos comprometidos con la solidaridad y la caridad en medio del mundo y ellos tienden al elitismo”.

“Pero a mi me parece que el Opus ha sido siempre elitista. Cuando yo era joven fui alguna vez a una casa del Opus y estaba inmaculada y elegante, muy bien decorada y con cosas de precio. Me invitaron a comer y servían la mesa sirvientas uniformadas. Nada que ver con la pobreza y la solidaridad”.

“Bueno, a lo mejor al Opus le falta un reformador, lo que fue Santa Teresa para las carmelitas. Quien sabe si dentro de unos años aparece un hombre del Opus, quizás no en Europa pero en América Latina y convence a los suyos para volver al Evangelio, vender las casas elegantes, quitar los colegios para niños bien y dejar las parroquias de ricos”.

“Ni borracho me imagino eso. El Opus ha nacido en España fruto de las obsesiones aristocráticas de un cura que no paró hasta que le hicieron marqués y que le hacían feliz las amistades con gente importante. Acuérdate como era amigo de Carrero Blanco y de la gente de Neguri en Bilbao. De la marquesa de Mac Mahon copió el régimen para las sirvientas de la Obra. Fue una fundación escasamente evangélica y no creo que cambie esa línea”.

 

9. EL NUEVO VATICANO

¿La llegada al papado del argentino y jesuita Francisco puede influir en el Opus Dei? Se preguntaba un cura exopus hablando con un feligrés de su parroquia de Madrid.

“Yo, continuó, tuve que salir del Opus entre otras cosas por el espíritu antivaticano que se respiraba. Yo quería seguir siendo cura pero no en ese ambiente”.

“La sensación que yo tengo, respondía Felipe, es que el Opus es muy capaz de adaptarse al terreno y lo ha hecho en muchas ocasiones. El Opus digerirá el nuevo papado y se acomodará a él. Es verdad que ha perdido su anterior situación prevalente en el Vaticano pero también se adaptó a Pablo VI, que no era su amigo”.

“El papa Francisco tiene la edad suficiente para recordar los agrios encuentros de los jesuitas con el Opus Dei, especialmente cuando visitó España y estoy seguro de que no les va a dar oportunidades de poder. Va a beatificar a Alvaro del Portillo, porque el expediente estaba muy adelantado cuando lo eligieron papa pero a lo mejor su canonización dormirá el sueño de los justos. Las contiendas entre grupos de la Iglesia son tan antiguas como ésta misma y algunas acabaron en rompimientos como el protestantismo o en cismas. La fe religiosa tiene un algo de fanatismo que no es propicio a la negociación.

El Opus va a tener que reinventarse al carecer de poder vaticano pero yo creo que eso le vendrá bien y le hará más evangélico. O simplemente contribuirá a su lenta desaparición como algunos pronostican. De todas maneras atender a la educación de las clases medias y altas, algo en lo que sustituye a los jesuitas, es una empresa que le mantendrá activo aunque bien lejos de sus fines fundacionales”.

“Lo cierto es que ha perdido la primacía en la religiosidad popular en la que se le han adelantado otros grupos como los Kikos y otros, especialmente en América Latina, donde la Iglesia católica libra una dura lucha con grupos protestantes populares. América Latina es el lugar de la religiosidad cristiana porque Europa es prácticamente laica. De hecho el catolicismo, en términos absolutos, está decreciendo y solo se mantiene nominalmente porque los católicos bautizan a sus hijos al nacer, algo que muchos grupos protestantes han abandonado. Piensan, y tienen razón a mi juicio, que uno debe elegir su religión cuando tenga capacidad para ello.

La gran cuestión es si la vocación de numerario, un soltero célibe y laico, puede atraer gente. Me temo que no mucha porque a la gente o le apetece ser sacerdote o ser padre de familia pero no esa extraña condición que, para colmo, en su mayoría,  se han convertido en maestros de la extensa red de colegios del Opus.

“En realidad el Opus se parece hoy mucho a esas congregaciones de frailes que surgieron en Francia después de la Revolución para detentar colegios católicos, como los Hermanos de la Salle o los Marianistas.

“Y salvo en el hábito, el Opus se les parece mucho”.

“Es todo un cambio desde aquella vocación seglar, laica, emprendedora. Apenas hay numerarios con actividades comerciales, con negocios. Y muy pocos ejercen las profesiones liberales, el derecho, la medicina, la arquitectura. La mayoría o son curas o maestros en los colegios del Opus o están en la extensa burocracia propia.

De modo que en la calle solo están los supernumerarios casados que se han convertido en la expresión del espíritu laico, civil del Opus Dei.

Es todo un cambio de aquel Opus de los años cuarenta, cincuenta en el que yo entré.

Alberto Moncada

 

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